Ricardo Colombi: “A la sociedad le dejé las bases de una provincia diferente, que hay que consolidar”

Esta es la segunda entrega de una larga entrevista del ciclo “Gobernadores de la democracia”. Una charla que paseó por los tres gobiernos de Ricardo Colombi: por aquellos 12 años y varias de sus circunstancias más salientes, algunas de las cuales fueron buenas, y que convivieron con otras que no lo fueron; con situaciones polémicas y otras que transitaron el camino de la violencia. De eso y más trata esta nota, que puso el énfasis en su segundo y tercer mandato, y que cierra el “colombismo”, neologismo que no existe, según el propio Colombi, porque muchas veces, quizás, su carga semántica contuvo valores negativos.

He aquí entonces a Horacio Ricardo Colombi, el dirigente político, el radical y el mercedeño con más tiempo en ejercicio del gobierno de Corrientes.

—Siempre se dijo que buscó la reelección ya en el primer período. ¿Por qué cree que no logró la reforma en aquellos primeros años de gobierno?

—No era solo la reelección, a tal punto de que hoy tenemos un problema de interpretación del Artículo 156, de la convocatoria a elecciones. Era una reforma integral donde sí estaba incluida la reelección. Porque yo creo que es necesario adaptar la Constitución Provincial a la Nacional, que establece un período para ser reelecto en todos los cargos. Por eso estoy en contra de lo que se está trabajando en la provincia de Buenos Aires para derogar la ley que impide la reelección indefinida de los intendentes.

—Tal vez creían en ese momento que los otros institutos ocultaban el verdadero interés. ¿O por qué no salió?

—Y porque no hubo los números necesarios. Así de simple, si hay números sale y si no hay números no sale.

—¿No supo generar ese consenso?

—No, porque tampoco yo me puse a trabajar concretamente, sino que lo hice pensando que había cosas más importantes que la reelección. Porque la reelección no la voy a decidir yo, lo va a decidir la gente. Pero las otras cosas sí.

—De todas maneras, impedido usted, aparece la figura de su primo. Él dice que usted midió a Sergio Flinta y a Carlos Vignolo y que ninguno daba. ¿Por qué eligió a Arturo Colombi?

—Hubo muchos elementos y argumentos que llevaron a tomar esa decisión al igual que la de 2017.

—¿Cuáles fueron?

—No, eso solamente yo sé. Pero fueron las decisiones que llevaron a definir por qué un candidato en 2005 y por qué otro en 2017.

—¿No nos quiere contar?

—No, eso es de consumo interno.

—¿Qué fue lo más importante de su segundo gobierno?

—Darle la impronta a cuestiones que habíamos dejado en el primero, como el Fondo de Desarrollo Rural, la recuperación del Banco, la participación del sector privado en el Ministerio de la Producción para hacer uso de los recursos que generaba el campo. Profundizar la política social, cultural y deportiva. Comenzar a proyectar el tema de los parques industriales y ahí comenzamos a armar el parque foresto-industrial de Santa Rosa, que hoy es algo extraordinario y que no solo tiene una generación de energía a través de la biomasa, sino que ya está exportando a varios países de Europa. Comenzamos con planes de obras públicas, en ese momento pudimos hacer muchas viviendas, cosa que después lamentablemente se paralizaron. Después una fuerte política e inversión en hospitales y escuelas. Y por supuesto tratar de afianzar esa relación original del 2001 ya que en 2009 nos abrimos todos. Entonces, había que tratar de establecer los vínculos y la credibilidad, porque sabíamos que solos no íbamos a poder. Eso llevó su tiempo.

—¿Y del tercer gobierno?

—En ese entonces no tuvimos acompañamiento del gobierno nacional los dos primeros años, de 2013 a 2015. Corrientes fue muy castigada. Yo me acuerdo que nosotros habíamos conseguido créditos para pavimentar la Ruta N° 126, que en todos los planos aparecía pavimentada y nunca se pavimentó. Se comió la vaca la plata. Y cuando ya se hizo la licitación, por cuestiones políticas del momento, se transfirió ese crédito para hacer la autovía Concordia-Paraná.

Entonces, los dos primeros años tuvimos que aguantar con lo que teníamos. Recién en 2015, con (Mauricio) Macri, Corrientes comenzó su despegue, a recuperar el 15% de la coparticipación, créditos, el gas natural, los parques industriales, las energías. Y eso continuó después de 2017 hasta 2019, con Gustavo (Valdés), donde se hicieron también muchas cosas importantes. Ahora, en este momento creo que hay un parate en Nación con todos los fondos para la provincia.

—El relato del “colombismo” sacralizó hasta el cansancio la previsibilidad, el pago de los salarios y la paz social. ¿Cree que alcanza con eso hoy?

—No, eso era la base para recuperar la confianza de la sociedad. Por eso yo dije hoy, tenemos que retroalimentarnos. Hoy los desafíos no solo son esos sino otras cuestiones: hacer una provincia industrial, darle valor agregado a la producción, seguir invirtiendo en áreas clave como la Salud y la Educación, y hacer de Corrientes una provincia confiable en el tiempo. Pero esta es la base. Si yo voy a atraer a un inversor privado, pero no le aseguro lo esencial de la Administración Pública, indudablemente no va a venir.

Pero hay cosas sobre las que a veces se cargan mucho las tintas sobre la provincia, pero la provincia hace lo que está dentro de su alcance y facultades. ¿Y la Nación? Acá viene un problema mucho más grave: si nosotros no reformamos la Constitución Nacional y no volvemos a un sistema de elección indirecta, a los Colegios Electorales, no vamos a ser un país federal nunca. (…) Te doy otro ejemplo: las nueve provincias del norte, cuando hay que renovar legisladores, no alcanzan a cubrir la mitad de lo que le corresponde a Buenos Aires. Entonces, estas asimetrías van profundizando las diferencias como país. Fijate que ahora se aprobó este tema de la ley fría por el tema del gas y ¿por qué nosotros no tenemos la misma posibilidad con la electricidad, cuando viene el verano y aumenta el consumo?

Este es el problema que tenemos. Corrientes crece y hace todo lo que puede. Pero si yo quiero que venga una empresa a radicarse acá, la derogación impositiva es de acuerdo a las facultades que tiene la provincia. Pero hay otros impuestos que corresponden a la Nación. Entonces, este es el problema de fondo y de hecho, por experiencia puedo decir que todas estas reuniones con gobernadores del Norte Grande son para la foto, porque después no se concreta absolutamente nada.

—¿Temió que podía perder alguna de las dos elecciones; en 2009 y 2013?

—No. Yo estaba seguro. Sabía que los resultados iban a ser muy parejos, no podemos ser soberbios. Y por eso digo ahora que las elecciones no están ganadas, que tenemos que trabajar. El peronismo va con un piso del 30 o 35% a las elecciones. Sino fijate lo que pasó a nivel nacional: el piso y el techo de Cristina (Fernández). Ella puso su techo en un 35 y el otro 10% lo puso el resto, y ganó. No podemos confiarnos. Las elecciones en Corrientes, con este sistema, con estos dos modelos, siempre va a ser un poquito ajustada, no va a haber mucha diferencia. Tenés el ejemplo del 2017: sin Gobierno nacional, sin el Municipio, sin varios municipios más, ganamos por 50 mil votos.

—De la cuestión de las alianzas, dicen que usted es el arquitecto. Pero más que eso parece un gran proveedor de trabajo, porque le genera garantía salarial a todos los profesionales de la política que tienen sello. ¿O por qué cree que hay tantos partidos políticos en Corrientes?

—Yo estoy en contra de eso, además yo no fui el que habilité los partidos. Yo creo que hay que tener un piso. Bueno eso sucede a nivel nacional, responde al deterioro de los partidos más grandes. Que está bien que sean, pero hoy el piso del 3% para el reconocimiento de un partido me parece que debe aumentarse.

—Pero no hay 55 proyectos de provincias ni 55 proyectos para gobernar.

—No, no hay. A nivel país hay uno solo, o dos.

—¿Entonces? Porque eso después dificulta todo lo otro, todo el proceso electoral, el proceso de recuento…

—Pero mirá, si vos te vas al caso de Estados Unidos, la democracia más moderna, más participativa y demás, tardaron tres días para resolver quién fue electo presidente y acá nosotros con la cantidad de boletas, que eso no quiere decir que se mejore, a las 10 de la noche ya tenés la tendencia de quién gana. Así que tampoco está mal el modelo.

—Usted habla de la participación social y política, pero a la hora del poder, no es que se caracteriza mucho por distribuir el juego. Está bastante centralizado el poder en la alianza: en la UCR y en el gobernador.

—Eso responde a una forma y a un modo de ver las cosas, y para que no existan compartimentos estancos. ¿Qué era el Pacto? Era un gobierno de compartimentos estancos: un ministerio para un partido, otro ministerio para otro y cada uno hacía lo que quería. Entonces, era imposible que haya resultados. Y acá no estamos para regalar, estamos para gobernar y esa es la filosofía que se tiene.

—¿La alternancia es viable dentro de Encuentro por Corrientes?

—Y si hay opciones, sí. Cuando haya opciones superadoras a las que uno tiene, bienvenido sea. Por eso en el partido no debemos ser soberbios y tenemos que estar atentos a las cosas que van ocurriendo. Porque si nos quedamos y no avanzamos en algún momento va a haber otro mejor candidato.

—¿La política le dio amigos?

—Sí, me dio amigos. Un amigo en política fue Eduardo Galantini. Impensada esa amistad que nació en la época de estudiantes secundarios, en los famosos intercolegiales. Después en nuestra vida de estudiantes universitarios cuando veníamos en tren, cuando viajábamos a dedo, cuando paraba en mi casa. Cuando ya fue parte de esa idea en el 97 y no lo pudimos concretar. Lo hicimos en 2001.

—¿Y enemigos?

—No, enemigos, no. Uno puede tener por ahí momentos de malestar, pero yo no soy rencoroso y al no ser rencoroso yo no tengo enemigos. La vida es una calesita y en algún momento se traba y ahí se…

—¿Qué no haría de volver a gobernar?

—En este momento pensar qué no haría… Sí podría decir qué tendría que seguir haciendo, que es lo más importante. Y tal vez no haría: no caer en esos momentos que la misma gestión, el encierro, esa burbuja, palabra tan de moda, a veces impide ver un poco más allá. Por eso yo recorría permanentemente el interior, para abrir la mente, para no estar encerrado, para ver directamente.

Yo, por ejemplo, a las 7 de la mañana me juntaba con el tesorero, veíamos los recursos que entraban, lo que había que pagar todos los días. Ese fue un modelo que sigue ahora y eso le da la tranquilidad al inversor, al proveedor, al ciudadano, al empleado de la Administración Pública: que sus obligaciones van a ser cumplidas en tiempo y forma como corresponde.

—¿El poder lo confundió en algún momento?

—No. Si me hubiese confundido no estaría hablando con vos acá.

—¿Por qué?

—Hubiese estado haciendo otra cosa…

—¿Sintió alguna vez la soledad del poder?

—No sentí la soledad. En algunas cuestiones sí sentí la falta de mayor acompañamiento; en cuestiones circunstanciales muy importantes.

—Cuando vuelve en el 2009, dice: “Llegué sin la prensa”. Y esa relación con la prensa fue bastante tirante siempre.

—Sí, no es la mejor.

—¿Por qué?

—Por muchos motivos. Por lo que yo pienso que debe ser el trabajo y la información. Puedo estar equivocado, no soy el dueño de la verdad. Porque vivimos en un mundo donde se publica lo malo y nunca lo bueno. Porque por ahí se piensa que lo malo de todo es la política y la prensa vive de la política. Yo estoy hablando no de la persona, sino en términos institucionales. Entonces, yo desde marzo del año pasado, desde la pandemia, no veo más ningún programa televisivo, ni que responda al oficialismo o a la oposición, porque pueden tener cosas ciertas o no, pero nunca objetividad que permita al lector o al ciudadano tener una visión clara de lo que está pasando.

—¿Usted quiso condicionar o quiso controlar la prensa alguna vez?

—No. Si no me llevo bien con…, bajo ningún punto de vista.

—Bueno, pero una cosa no quita la otra. ¿Usted cree que hay cierta inclinación al discurso único cuando se está en el gobierno?

—Sí, en muchos lugares hay. Acá en Corrientes, no.

—¿Es muy difícil desde el gobierno soportar la crítica de la prensa?

—No. Si uno tiene una claridad de objetivos y la conciencia tranquila, te puede molestar en el momento, pero después en el análisis en frío, no. Esto es como lo que se publica en las redes sociales: 7 de cada 10 personas no creen. Entonces, no. Tiene que ver mucho con la formación de quién consume esa información.

—¿Qué es lo que más le molesta de eso?

—No es que me molesta. Para mí tendría que tener una visión mucho más de formación, mucho más de… A ver, yo soy un tipo que consumo, ahora no porque no llegan, diez diarios por día. Y a mí lo que me nutría era la información de capacitación; números, análisis económicos, cuestiones sociales, artículos que tienen que ver con problemas de salud, educativos, cosas que conlleven al común de la gente, no tanto que vaya en detrimento de una persona o de otra. Me parece que la información tiene que estar más orientada a lo objetivo que a lo subjetivo.

—¿Por qué usted tiene esa relación tirante, a veces jocosa, pero tirante y de choque con los periodistas? De hecho, muchas veces fue tomado como…

—El muerto se asusta del degollado.

—…como maltrato. E incluso nos mandaba a muchos a recorrer la provincia porque no sé qué. Decía que no veíamos y que estábamos acá en Capital.

—Es cierto eso.

—Pero muchos somos del interior.

—Pero también es cierto que no salían.

—¿Cómo debería ser la prensa según usted?

—Pero la prensa no, tiene que ser la persona. La persona hace la prensa. La prensa es algo inmaterial. La persona es la que tiene que estar preparada, capacitada, profesional si se quiere. Que se capacite, en realidad, que estudie, que sea objetiva. Bueno, yo pienso que tiene que tener ese rol. No estoy haciendo una opinión crítica destructiva. Creo que esto ocurre en todos lados, no solo en la prensa. Y también ocurre en la política. En la prensa o el medio no escapa a la crisis global que vivimos. Entonces, tenemos que ver cómo convivir y plantear nuestros temas. Yo sé que vos me pegás todos los domingos en el diario, pero yo por eso no me puedo enojar, sino no te hubiera dado esta nota. Seamos objetivos. Cuando vos decís que yo soy responsable de todo, digo no, este está equivocado. Y por ahí me enojo, pero no por eso tengo que dejar de darte esta nota. Entonces, tenemos que ser lo más abarcativos, lo más reflexivos posible.

—Bueno, lo cortés no quita lo valiente. Si usted me dice eso, yo también debo reconocer que en otra situación con otro actor político esta relación que usted dice tal vez sea imposible.

—Es que yo no tengo por qué enojarme con vos de por vida. Vos sos un ser humano que tenés virtudes, defectos, errores y aciertos, como yo los tengo.

—Pero no todos lo entienden así.

—Pero esos errores y aciertos, virtudes y defectos entre dos personas… ¿Qué es lo que nos diferencia de los animales? Cierto grado de raciocinio, la inteligencia. Bueno, eso es lo que tenemos que entender. Y a lo mejor, seguramente vos sos de River.

—No, de Boca.

—Bueno, listo, en algo coincidimos. (Risas) Pero no podemos pelear. No sé, yo creo que hay cuestiones superiores que son más importantes. Por eso te digo, este modelo de provincia, de vida…

—También otra cosa que me parece importante señalar: que las diferencias siempre fueron, en todo caso, equivocadas, pero en el plano político: nunca se pasó de esa línea.

—Está bien. No podemos pensar todos iguales. Si pensáramos todos iguales esto no sé qué sería.

—¿Qué es el “colombismo”?

—No, no existe. El “colombismo”, lo quieren hacer aparecer, pero no existe, por eso yo creo que aquí lo que hay que priorizar es la forma, el modo, el proyecto si se quiere, que por ahí puede ser una palabra bastante bastardeada. Y cuáles son los objetivos que tenemos que trazarnos para que las generaciones que están ahí, al lado nuestro, puedan tener las mismas posibilidades que tuvimos nosotros y mejores.

—¿Por qué quiso ser gobernador no una sino tres veces?

—Porque creía que había que profundizar el camino. Teníamos que afianzar la relación, consolidar esa unión social y política. Y bueno, que después otro tome la posta con más energía, con más fuerza, con más ganas, sin desviarse del camino.

—¿Piensa en un cuarto gobierno?

—No. Yo creo que hay que seguir trabajando y hay que ir forjando hombres y mujeres con las mismas condiciones y las mismas posibilidades, más capacitados y acordes con las exigencias del momento.

—¿Qué cree que les dejó a sus hijos?

—Mirá, yo haciendo un análisis después de salir de esa burbuja que es la Casa de Gobierno, pienso que hubo días en que a mis hijos yo no los veía, por ejemplo. Cuando yo era intendente, me iba a las 7 de la mañana y ellos estaban durmiendo, el más grande se iba a la escuela. Y cuando yo venía a las dos de la tarde, el más chico se iba al jardín. Cuando yo me iba él venía y cuando yo volvía a las 10 u 11 de la noche, él ya estaba durmiendo. A veces, pasaban 3 o 4 días sin verlo despierto. Y eso con el tiempo pasa factura. Pero creo que he tenido la suerte de que hayan sido y son buenas personas, buenos hijos. Nunca habrán escuchado una actitud de ellos. Ni los conocen tal vez.

—Está muy preservada su familia.

—Sí. Ese legado que yo les puedo dar a mis hijos, es el que me dejaron mis padres: la humildad, la honestidad, el trabajo, los valores, la participación. Es lo más importante que uno le puede dejar a los hijos.

—¿Y a la comunidad, qué cree que le está dejando?

—Yo creo en ese sentido que no soy yo, sino un equipo que le ha dejado en su momento las bases de una provincia diferente. Que hay que consolidar, que hay que trabajar, que hay que afianzar, es cierto. Pero esta matriz social y política vino para quedarse por mucho tiempo. Los ingredientes podés ir cambiando, pero la matriz es esta.

—¿Cómo quiere ser recordado?

—Como un ciudadano común. Yo siempre digo que un cargo no hace a la persona sino la persona al cargo. Yo puedo salir, transitar las calles, estar, compartir, comer un guiso, tomar un vino, jugar al fútbol, practicar deportes, comer un asado. Común, silvestre. Cocinar. Sencillo, como es la vida de cada uno. No tiene por qué ser diferente. Fui un gobernador, tuve la posibilidad, tuve el acompañamiento. Pero bueno, eso que evalúe la sociedad. Yo pienso así.

 

 

“No me siento responsable de la pelea con Arturo; él estuvo mal asesorado y se equivocó”

—Cuando aparece su primo Arturo en la escena, también aparece la pelea que determinó la política de Corrientes por los próximos 4 años, desde 2005 hasta 2009. ¿Por qué?

—Porque se desvió el rumbo que nosotros habíamos trazado. Y yo no quiero que eso ocurra en el futuro, por eso tenemos que consolidar la alianza y tenemos que saber perfectamente bien cuál es el camino que debemos transitar, de dónde salimos y a dónde debemos llegar.

—Usted dice que se desvió el rumbo y Arturo Colombi dice que usted le quiso manejar el gobierno desde antes de asumir. Incluso, más, que le hacía los gabinetes por radio.

—Es que había funcionarios que eran muy buenos en ese momento. No se puede llegar y cambiar todo.

—Pero él dice que ni había llegado todavía.

—Y buuueno. Lamentablemente, son cuestiones políticas que ocurren en…

—En toda la familia.

—No, son cuestiones políticas, no de familia.

—¿Qué quedó de todo eso?

—Un sabor agrio, porque yo lo hice convencido de por qué teníamos que seguir por ese camino. Y creo que no estuve equivocado en renunciar a la diputación nacional en el 2007, para venir a pelear a la provincia porque sabía que en dos años más perdíamos el gobierno. Yo tenía el pleno convencimiento de que perdíamos. Entonces tuve que venir con un montón de gente, amigos, dirigentes, intendentes que pensábamos lo mismo y nos unimos para preservar un gobierno que no era nuestro, sino un gobierno que tuvo su origen en 2001 y que mucha gente hizo esfuerzos y no podíamos tirar a la borda así nomás toda esa cuestión.

—Usted me dijo alguna vez que le dolió esa pelea con su primo.

—Por supuesto, porque a cualquiera le molesta una cuestión familiar.

—¿Pero se siente responsable?

—Yo no me siento responsable.

—Después de lo que pasó con su primo Arturo, ¿sigue confiando en los dirigentes políticos que usted, vamos a suponer, forma y que después muestran su autonomía, incluso de usted?

—Es difícil eso. Pero yo no le doy tanta importancia. Puede molestar y duele a veces la conducta y la actitud de ese tipo de personas. Pero yo siempre priorizo la cuestión de fondo que es el proyecto. Entonces, como se dice vulgarmente, “tragamos varios sapos”, pero no perdemos de vista el objetivo superior.

—¿Usted cree que su primo lo traicionó?

—No, no, no. Estuvo mal asesorado y ese mal asesoramiento lo llevó por mal camino.

—Y por supuesto, usted no considera que lo traicionó a él.

—No, porque yo estaba del otro lado.

—Vuelve en 2009, se queda hasta el 2017. Ahí hizo uso de su reelección y entonces aparece la figura de Valdés. En ese caso, ¿por qué lo eligió a Valdés?

—Gustavo tenía muchos elementos muy claros y era la persona que nos aseguraba unas elecciones favorables y, de hecho, los números así lo indican. El justicialismo, el peronismo, el kirchnerismo, como quieras llamarlo, no tenía Gobierno nacional, ya había perdido el Municipio y ganábamos por 7 puntos, por 50 mil votos nada más. Entonces, hubo una serie de factores que llevaron a elegir a Gustavo como candidato.

—¿Qué fue el “perdieron, perdieron y perdieron”, golpeándose la mano?

—Así (golpea con una palma el dorso de la otra mano), esto que les molesta a muchos.

—Exacto. ¿Qué fue eso?

—El candidato de la oposición decía que era mentira, que ellos habían ganado. E hicieron conferencia de prensa y bueno, era un poco de marketing, también. (Risas)

 

 

“Yo no manejo la Justicia, los que dicen otra cosa que traigan una prueba”

—En 2009 vuelve, después de una feroz disputa con su primo. Una disputa electoral, política…

—Con tres sectores, con tres. No te olvides de que el peronismo también fue afuera.

—Está bien. Vuelve luego de atravesar situaciones violentas, incluso, muy violentas: estamos hablando de que a usted lo denunciaron, varias veces. Pero en 2009, básicamente, Hernán González Moreno lo denuncia por el regalo de la casa. González Moreno aparece muerto y algunas personas lo hicieron responsable. Usted, en ese momento, dijo: “Me tiraron un muerto”.

—Exactamente, fue así.

—¿Qué quiere decir con “me tiraron un muerto”?

—Yo te contesto con estas palabras: si no, no hubiera ganado las elecciones con el 77% de los votos. Respondeme eso y vas a tener la respuesta a tu pregunta.

—¿No se rompieron todos los límites permitidos para la política?

—Había posiblemente actores y factores que sí. Pero yo te digo llegué y gané por el 77%. Si vos me contestás y la gente me contesta esto, está.

—Pero yo le estoy preguntando otra cosa.

—¿Que si se rompieron códigos? Sí se rompieron códigos. Códigos no, sino actitudes y formas y modos lamentables que trataron de ensuciar y embarrar la cancha.

—El asunto González Moreno y la pauta oficial terminaron en juicio. Su primo Arturo, entre otros, fue acusado y condenado en una causa que sigue. Él dice que usted, Flinta y Vignolo, le armaron esa causa a modo de venganza. ¿Es cierto eso?

—Nunca. Yo no soy de esas personas vengativas. No estoy formado así. De hecho, te darás cuenta de que después de 2009, muchos funcionarios que estaban con el gobierno de Arturo siguieron conmigo. Yo los elijo por la capacidad no por otra cosa. Bajo ningún punto de vista soy esa clase de personas. Sí me duele cuando ciertos actores tienen ese tipo de conducta hacia uno.

Yo no estoy formado así. Sino andá y analizá: 30/08/57, que es mi fecha de nacimiento y ahí te va a dar cómo soy yo. Sacá la conclusión: 30/8/57.

—¿Usted cree en todas esas cosas?

—Sí, sí. Pero está, ahí está.

—Sin embargo, hay otros que también se quejan de usted en ese asunto de la Justicia, por ejemplo, “Tato” Romero Feris, Fabián Ríos, que lo acusan abiertamente de manejar la Justicia.

—Bueno, es lamentable que aquellos que fueron actores del manejo de la provincia durante años y de lo que fue no solo la cuestión política sino judicial vengan a decir esas cosas, no tiene sentido bajo ningún punto de vista. Y Fabián, más que nada, sabemos su posición: fue uno de los que peleó por la intervención del Poder Judicial en el 2013. Así que está todo dicho.

—¿Y qué pasa cuando, por ejemplo, Gustavo Canteros o Pedro Cassani dicen o amenazan o hacen ese juego de la política de querer irse y a los dos o tres minutos se empiezan a mover sus causas judiciales?

—Hay que decirles que yo no estoy en el Gobierno. A mí no me echen la culpa. No me hagan responsable de cosas de las que yo no tengo nada que ver.

—Pero yo le estoy preguntando otra cosa. ¿Qué mensaje le estamos dando a la sociedad cuando pasan esas cosas?

—Y, mirá, yo no le daría artículo. Yo seguiría igual convencido de lo que hay que hacer. A mí una causa judicial no me va a parar, más si yo tengo razón y la conciencia limpia para seguir adelante con el proyecto.

—Pero también sabe que hay factores políticos que se mezclan con la Justicia.

—Bueno, pero cada uno tiene más espalda o menos espalda. Cada uno tiene que resolver.

—Bueno, pero la seguridad jurídica de cada uno se supone que se rige por otros parámetros.

—Está bien, pero tiene que ver con la seguridad, la tranquilidad y la conciencia que cada uno tiene si es o no responsable de la situación judicial que se está analizando.

—¿Todos los gobernadores manejan la Justicia?

—No.

—¿Y usted?

—No, si yo hubiera manejado la Justicia me hubiese equivocado ferozmente.

—¿Usted sabe que dicen eso?

—Y bueno, alguna prueba a ver. ¿Qué prueba hay?

—Que maneja no solamente jueces sino fiscales, no solamente los provinciales sino incluso los federales.

—¿Qué prueba hay de todo eso? Es lo mismo que yo te puedo decir, y no te lo voy a decir porque estamos al aire, lo que dicen sobre vos. ¿Y qué pruebas hay? Entonces, yo no voy a decir pue. Claaaro, yo te puedo dar 10 mil cosas que dicen sobre tu figura, sobre tu persona, y no te voy a decir porque no es cierto. No creo.

—Por suerte…

—No tengo pruebas.

 

 

Notas al margen: Ricardo Colombi, segunda parte

En 2009 volvió Ricardo para configurar el tercer gobierno radical seguido. Juró el jueves 10 de diciembre. Su primo Arturo Colombi le entregó los atributos. Tras la asunción dijo que abrirá el gobierno a todos, incluso a la Nación. “El que lo entiende lo entiende, y el que no, también lo va a entender”, dijo.

El lunes 1 de mayo de 2010, en su primer mensaje ante la Asamblea Legislativa, pidió consenso, se comprometió al diálogo y habló de sueldos para los estatales, También prometió convertir a la Dpec en una sociedad del Estado.

El martes 1 de marzo de 2011, también entre los legisladores, criticó a Nación por las deudas e incluso por los datos dibujados del Indec. Pidió mayor inversión empresarial.

En 2012 apeló a las fortalezas económicas y pidió mayor esfuerzo.

El viernes 1 de mayo de 2013 no hubo grandes anuncios pero sí críticas cruzadas, sobre todo contra el kirchnerismo y “Camau” Espinola, intendente de la ciudad y futuro contrincante directo a la Gobernación.

Ganó el domingo 15 de septiembre y el martes 10 de diciembre de 2013 reasumió el gobierno consumando la reelección. Fue un acto histórico. En su discurso trazó como objetivos la profundización del modelo sustentado en la previsibilidad, el respeto por la palabra, la mesura y la paz social.

En la primera Asamblea de su tercer período de gobierno, el sábado 1 de marzo de 2014, Colombi pidió crear una comisión para debatir políticas públicas. Los aliados calificaron el discurso de desarrollista; los opositores, de una alocución vacía.

“Nuestra provincia fue castigada por su posicionamiento político”, dijo el domingo 1 de marzo de 2015.

En 2016 abrió la Legislatura pidiendo un paquete de leyes, entre los que se destacaban el Código Electoral y el Procesal Penal. Hubo críticas al kirchnerismo y una bienvenida para Mauricio Macri.

El miércoles 1 de marzo de 2017 dio su último mensaje ante la Asamblea Legislativa con un aumento salarial incluido. Dijo que en Corrientes sí se puede hablar de la “década ganada” y pidió estar unidos en el nuevo proceso.

En la despedida, después de jurar como senador, juntó a todo su gabinete, les entregó reconocimientos y después hizo un repaso de sus 12 años de gobierno. “Valdés va a ser mejor”, dijo, al dejar el poder.

Ricardo Colombi: “Mi aporte a la provincia es la estabilidad económica e institucional”

Ricardo Colombi, “Lalaca” para sus amigos, fue tres veces gobernador de Corrientes. Estuvo 12 años al frente del Ejecutivo y, por lo tanto, es el hombre que más tiempo ha gobernado la provincia. Asumió por primera vez en 2001, después de una feroz crisis política y social en Corrientes y que tendría una réplica nacional.

—Doctor Colombi: usted fue el quinto representante de la UCR en ser gobernador de Corrientes. En 2001 le devolvió al partido ese lugar después de 43 años -el último fue Piragine Niveyro-. Y además fue el primer mercedeño en acceder al sitial de Ferré con 44 años. ¿Qué recuerda de esos años?

—Creo que tenemos que ir un poco más atrás de 2001. Ya en mi época de estudiante secundario, desde la presidencia del Centro de Estudiantes, y mi paso por la facultad se fue trazando un camino que incluía la política. En el año ’87 yo fui candidato a intendente, concejal en la elección indirecta. Fui el candidato más votado, pero el número de concejales me impidió ser intendente. En el ’91, se dio a la inversa: fui el candidato menos votado, pero la mayoría de los concejales me permitió llegar a la Intendencia. Ahí estuve 8 años, aunque fui electo por 10. Renuncié para ser diputado nacional en el ’99. Pero ya en el año ’97, con un grupo de intendentes muy fuertes comenzamos a pergeñar la posibilidad de tener una fuerte presencia provincial. No se pudo dar en el ’97, se concretó en el 2001, en medio de una profunda crisis institucional, política, económica y financiera del país. Recuerdo que cuando en el ’91 llegué a la Intendencia, cuando fui electo -para sorpresa de muchos- y me senté al día siguiente en el sillón de intendente dije: “¿Qué hago yo sentado acá?” Y la misma pregunta me hice en el 2001 cuando fui electo gobernador. Pero bueno, comenzamos una tarea, teníamos conceptos básicos, fundamentales. Teníamos trazado un camino, aunque indudablemente no fue el mejor inicio porque asumíamos con un presidente, un modelo económico; y después sobrevino la crisis institucional, los 6 presidentes, 3 monedas… (Nota del editor: Colombi asumió con De la Rúa en el gobierno, pero este renunció el 20 de diciembre de 2001. Allí vinieron los 4 presidentes en 11 días: Puerta, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde, hasta que la situación se normalizó en mayo de 2003 con la jura de Néstor Kirchner. Las tres monedas eran: el peso, y los bonos Lecop y Cecacor). Y Corrientes tenía, sobre todo la Capital, una fuerte ascendencia de gobiernos anteriores y no fue fácil. Pero creo que el acompañamiento silencioso de la ciudadanía en su conjunto, que apostaba a un cambio, lo sostuvo.

—Estuvo 12 años completos en el gobierno. Se convirtió en récord total de permanencia en el gobierno, desbancando incluso al propio Ferré que estuvo 10 años, 3 meses y 14 días. ¿Qué piensa de este racconto?

—Tal vez, íntimamente, sea importante para uno. Pero yo creo que lo más importante es poner en valor las ideas. Los años están bien, pero ¿para qué? Si estuvimos tres periodos es porque la gente confió en nosotros. Yo siempre digo que en la alianza que armamos, que es una alianza social y política, somos iguales. Establecimos conceptos muy básicos de la política. Yo me acuerdo que en 2001 cuando llegué acá, ser gobernador parecía que era ser dueño de la vida y de los bienes de los correntinos, y no es así. A mí me molestaba que cuando yo iba a un quiosco, negocio o a una casa de comida a comprar algo, me daban el lugar. Yo tenía que hacer la fila como cualquier ciudadano. Y si iba a un espectáculo tenía que pagar la entrada, porque así me enseñaron mis padres, porque así me eduqué y así hicimos política en el interior. Entonces, a la gente le costó acostumbrarse. Me acuerdo que yo viví los tres primeros meses de mi primera gestión en el Hotel San Martín. Y había un mozo ahí que era técnico de fútbol y un día le digo: “Acompañame, que vos sabés dónde hay una casa de deportes, porque me quiero comprar un zapato, un pantalón y una media para ir a jugar al fútbol”. Vos no sabés lo que fue eso. Cruzamos la plaza, en la esquina había una casa de deportes, y era como que la gente estaba sorprendida de que yo andaba con el mozo del hotel, comprando equipo deportivo. Pero así somos y yo no he cambiado, ni voy a cambiar. Entonces, vos me vas a escuchar preservar la base de lo que es Encuentro por Corrientes o lo que es nuestra formación política: no alejarse de la gente, estar con la gente.

—De todas maneras, esto que logró es importante. Fueron 12 años de gobierno, unos tantos más en el poder, ya más de 20. Usted mismo hizo un racconto: casi 40 años ligado a la administración de la cosa pública, desde cuando inició en Mercedes. Y en este momento, en el año 2021, está planteando un proyecto político para otros 20 años y es inevitable mirar la historia y compararlo, por ejemplo, con Juan Ramón Vidal, que manejó, de cerca o de lejos, la vida política e institucional de la provincia de Corrientes por 60 años. ¿Cuál es la importancia que le adjudica a la historia en todo este trayecto político?

—La historia es importante. Y de todo eso que ocurrió en su momento, extraer las cosas buenas, tratar de adaptarlas a los tiempos que estamos viviendo y tratar de tener los menores errores posibles. Somos seres humanos y nos equivocamos como cualquiera. Pero esta proyección de 20 años que vos decís, tiene que ver con una visión a largo plazo. En el 2001, quién iba a pensar que Corrientes comenzaría en algún momento a ser una provincia industrial, por ejemplo. Bueno, hoy los parques industriales son una realidad. Que íbamos a tener gas natural, con industrias: hoy lo tenemos. O que íbamos a recuperar una herramienta financiera para el desarrollo del sector privado como el Banco de la Provincia, que estuvo quebrado, que estuvo por desaparecer. Hoy es el banco público más importante del país. Quién iba a pensar que íbamos a tener un fondo de desarrollo rural, en el cual el impuesto que viene del campo está totalmente volcado al sector en proyectos energéticos, viales, escuelas, internet, fondos de producción. Hoy la generación de energía, la madera, la exportación. Es decir, Corrientes está en el camino correcto, pero de que falta, falta; y de que hay que corregir cosas, hay que corregir. Pero la base es esta y el desafío son estos 20 años para seguir creciendo.

—¿Usted cree que todo este recorrido lo pone ya en la historia de Corrientes?

—A mí no me queda bien responder. Yo soy un ciudadano común, sencillo. La historia juzgará. Yo solo estoy aportando un granito de arena para que las generaciones que vienen tengan las mismas posibilidades y mejor calidad de vida. (…) A eso apostamos: que los jóvenes puedan tener una mejor calidad de vida, mejores posibilidades de crecimiento y desarrollo que sus padres no tuvieron. Pero esas cosas no se ven en el momento, se ven en el tiempo.

—¿En el 2001 ya tenía ganas de ser gobernador o fue una coyuntura?

—No, no, no. Yo no hago nada alocado y que no esté planificado. Esta es una idea que veníamos trabajando años antes. En el ’97 no lo pudimos armar, pero sí lo hicimos en el 2001. Es decir que ya había en mente una idea, un proyecto de llegar a ser gobernador de la provincia de Corrientes.

—¿Y en esa planificación estaba ya en su cabeza todo lo que logró después?

—Muchas cosas sí: el tema del Banco, los centros de formación y educación. El tema del fondo de desarrollo rural. Tenía pensado el programa cultural, deportivo. Tenía ideas fundamentales y las otras, por supuesto, iban surgiendo sobre la marcha del gobierno. Pero lo más importante de todo esto fue el equilibrio fiscal, porque así lo hicimos como intendente. Entonces ¿qué hice?: traje todo el equipo económico que yo tuve en el Municipio. Corrientes necesitaba entrar en ese equilibrio fiscal. Cuando dejé el Municipio en el ’99, tenía un millón de dólares en caja. Después, la Intervención nos liquidó eso. Teníamos además la idea clara de que no podíamos gastar más de lo que ingresaba y fue duro eso, porque la gente de la provincia estaba acostumbrada a endeudarse a crédito. Fue duro y soportamos momentos difíciles, porque había una población que quería un cambio. Creo que, 20 años después, darle estabilidad económica, no tener más crisis institucionales, no tener más intervenciones federales, creo que la base está.

—A usted siempre se le reconoció ser el padre de la estabilidad política y la paz social. Un hecho inédito en años. De hecho, dicen de usted que es un administrador duro, austero, pero a la vez honesto, contrapuesto a la idea que estaba instalada en ese momento que era “roba, pero hace”.

—A mí me pasó con algunos empresarios que me criticaban y me decían: “Prefiero lo anterior y no lo que estamos viviendo ahora”. “Bueno, pero yo no soy esa persona”, les decía.

—Se dice además que fue un conductor severo, pero eficiente antes que paternal y corrupto. ¿Es así esto?

—Yo creo que sí, porque sino no hubiese estado donde estoy. Y no hubiese tenido hoy que ya no estoy en la primera línea, un porcentaje de adhesión -no quiero dar números porque no quiero tener problemas- muy importante en la comunidad. Entonces, yo creo que es así. Lo percibo, lo siento. Yo recorro la provincia. Cuando era gobernador viajaba solo, sin ningún tipo de seguridad. Lo hice siempre, lo sigo haciendo ahora. Hablo con todos y bueno, creo que es así.

—¿Utilizaría estos mismos términos o cómo se definiría usted?

—Mirá, yo soy una persona muy reservada, muy hacia adentro, y no voy a estar expresando esas cosas públicamente. Por eso te digo que esa valoración, desde el punto de vista objetivo la tiene que hacer la sociedad.

—También está lo otro. Fue denunciado por corrupción. Hay gente que habla de incumplimientos políticos. De que usted hace una utilización regular de la mentira y el miedo como insumo de su necesidad política.

—Bueno, eso te tendría que contestar quien te dijo eso.

—¿Y usted qué piensa?

—No es así, lo que pasa es que de vivos estamos cansados. Y muchos pensaron… Haciendo un poquito de historia, recordemos que hubo un exdirigente que me dio plazo hasta el 30 de marzo…

—¿Quién fue?

—No, no viene bien recordar el nombre, pero dijo: “Le vamos a enseñar al naranjerito de Paiubre y al pescador del río Uruguay, cuántos pares son tres botas”. Pero se equivocaron porque nosotros sabemos de naranjas, cuántos pares son tres botas, y tenemos conceptos muy sólidos en nuestra formación. Primero, familiar: yo todo lo que soy se lo debo a mis padres. A mi papá que no pudo verme porque se murió muy joven, en el ’90. Yo llegué a la intendencia en el ’91. Y después a mi mamá, que trabajaba desde las 7 de la mañana hasta las 10.30 de la noche para que sus hijos –mi hermana y yo– seamos alguien en la vida. Después lo que aprendí con mis maestros y lo que aprendí en la calle. Entonces, venir del interior y venir a esta ciudad que estaba acostumbrada y modulada de una forma tal por la injerencia del poder. Podemos hablar de muchas cosas, pero el río Corriente divide en dos a la provincia. Nosotros no sentíamos el impacto que sentía la Capital por efecto del calor del poder, ni teníamos que rendirle pleitesía las 24 horas del día a quienes nos representaban. Nosotros rompimos un montón de moldes. Por supuesto que somos seres humanos y tenemos errores, aciertos, virtudes y defectos, pero tenemos claro lo que debemos hacer.

—A propósito de los aciertos, se dice que usted es un cuadro político integral y que es el arquitecto de la estabilidad y de este poder que continúa en la provincia desde el 2001. ¿Con eso cómo se lleva?

—Mirá, nosotros armamos esto en el año ’97 porque veíamos que para evitar la crisis institucional nos teníamos que juntar. Si abajo lo hacíamos, en los municipios, por qué no lo podíamos hacer un poquitito más arriba. Y en 2001, cuando nos juntamos fuerzas políticas por ahí antagónicas, lo hicimos convencidos de que era el único camino. Y después cuando más adelante, en 2005, se fueron agregando partidos que antes eran nuestros rivales, también los sumamos convencidos. Y hoy la matriz política de Corrientes, independientemente de quién gobierne, es esta. Quien quiera salir de esta matriz no va a tener éxito, fracasaría quién quiera estar por fuera de este acuerdo de 28 o 30 partidos políticos, en otro lado impensable. En Corrientes la gente entendió. Entonces, la matriz política es esta y de ella no podemos salir.

—Así como hay una de cal, hay otra de arena. Y las críticas que se le hacen tienen que ver con sus modos: muchas veces brusco; a veces violento. Se lo tilda de machista, de que tiene conceptos arcaicos, de que es incapaz de avalar nuevos derechos, de que usted frenó la paridad de género y la incorporación de los jóvenes a la política. De que trabó los cambios de las normas electorales. ¿Qué piensa de todo esto?

—Mirá, yo soy un tipo muy sincero, franco y directo, por eso por ahí no se encaja cuando se quiere tener un doble discurso. Conmigo es sí o es no. O es blanco o negro, no hay término medio. Porque así me formé y creo que así me fue bien en la vida, por qué tengo que cambiar. ¿Es un defecto? Puede ser. Y, por ahí, cuando las cosas se dicen de frente, duelen. Pero yo no tengo otra forma y así me fue en la vida. Con respecto a todo lo otro, yo tengo ejemplos sobrados de que no es así. Además ¿cuántos legisladores somos? Cuarenta.

—Pero usted no es uno cualquiera.

—No, pero yo soy uno de 40.

—Está bien, pero no se saque la responsabilidad.

—Yo soy uno de 40. Así que tenés que preguntarle a los otros 39. Y muchos de esos 39 tienen una idea en privado que no se animan a decir en público. Y con respecto al tema del voto joven, yo no estoy en contra. Yo quiero que sea obligatorio y así como tienen derechos, que tengan obligaciones.

—Pero la crítica con respecto al género está centrada en que usted podía decidir directamente, por ejemplo, en su Gabinete, o cuando se conformaban los tribunales, pero no lo hizo.

—Y yo te diría que la Justicia tiene el 80% de mujeres.

—Pero no en los lugares de decisión.

—Pero es el momento, no tiene que ver con la filosofía. Te digo más, si tiene que haber diez mujeres encabezando las listas, yo no tengo problema. Para mí la cuestión de la paridad por ley no va. Para mí es natural, si tiene que haber que haya. Por qué vamos a limitar uno, uno y uno.

—Pero usted sabe por qué es. Porque la política está hecha en función de…

—Bueno, pero es como te decía que hace 20 años esto era impensado, lo de los parques industriales, esto, lo otro. Todo esto se va haciendo naturalmente y se está dando así.

—¿Por qué siempre se llevó mal con los intendentes de Capital?

—No es que me llevé mal. Es que eran de la oposición y teníamos que ganar en la Capital. Es muy claro. Además, no estaban bien administrados. Entonces, teníamos que tratar de encaminar la cuestión. Nosotros también queríamos ganar el municipio.

—¿Era una cuestión política?

—Era una cuestión política sí, pero no me llevé mal.

—¿Y siempre va a ser así, la Capital con el Gobierno?

—No, porque ahora están muy bien, trabajando.

—¿Usted cree que ahora están bien, trabajando, porque se dio naturalmente o porque está garantizado que la aspiración del Intendente no es competir con el Gobierno?

—¡Ah, no sé! Yo no estoy en el esquema. Preguntale a los que van a quedar después del 10 de diciembre.

—Pero, ¿usted qué cree?

—Vos preguntale a los otros, después yo te contesto.

 

—Usted fue siempre un gran elector. Lo fue en 2005 y en 2017 y, por lo tanto, fue el elector de los últimos 20 años en Corrientes. Perdió una sola elección en 2007…

—En el 2007, nosotros perdimos por 4.500 votos contra todos. Y ¿sabés por qué perdimos? Porque dos intendentes que dijeron que nos iban a acompañar, el día de las elecciones se dieron vuelta. Y otra diferencia que teníamos era el nombre. Nosotros íbamos con un nombre nuevo a las elecciones y del otro lado estaba instalado un nombre exitoso de la alianza que ya venía y que era el Frente de Todos. Entonces, eso llevó a la confusión a la gente.

—¿Y en el caso de los intendentes que se dieron vuelta, fue una ingenuidad política o una deslealtad?

—Deslealtad. No fue ingenuidad política, porque conocemos muy bien el paño.

—Usted es cualquier cosa, menos ingenuo.

—Claro, menos ingenuo. Pero ya está, ya pasó. Inclusive después hicimos alianzas con esos intendentes que en su momento habían equivocado el camino.

—¿Con qué provincia se encontró cuando asumió en 2001?

—Era una provincia con una crisis social y política muy profunda donde la grieta estaba muy a la vista y había que ser muy racional, inteligente y cauto para encontrar el camino y comenzar a unir a todos los sectores. Por eso hicimos la alianza. Primero, hicimos una convocatoria social: a todos los actores que hacen al desarrollo y la vida diaria de la provincia. Pero ahí pegadito estaba la unión política: somos esto y tenemos esto. Con el tiempo eso se fue entrelazando y reestableciendo la confianza. Después, en el tiempo, partidos que estaban de este otro lado, entendieron, vinieron y confluimos en una unión mucho más grande. No fue fácil porque la ciudadanía de esta ciudad mayoritariamente estaba acostumbrada a un modelo diferente.

—Al Pacto digamos.

—Al Pacto. El Pacto fue una herramienta electoral poderosísima. ¿Y cuándo comienza a caer? Cuando los dirigentes se empezaron a alejar de la gente. Yo quiero que eso no nos pase a nosotros. Estoy luchando para que esas cosas no nos pasen a nosotros.

—¿Y ve que está pasando?

—Sí, está pasando. Nos está pasando eso de los 20 años de aburguesamiento que vos decís. Por eso tenemos que retroalimentarnos, tenemos que recrearnos, tenemos que repotenciarnos permanentemente. Porque nos está pasando y lo estamos viendo.

—¿En qué acertó y en qué cree que se equivocó en su primer gobierno?

—Creo que el acierto fundamental fue la conformación de la alianza, porque sabíamos que íbamos a tener crisis institucionales. Lo que nosotros armamos creo que fue muy importante en ese momento. Y, tal vez, nos cerramos en eso exclusivamente para no perder la confianza mayoritaria del pueblo. Tal vez si hubiésemos orientado un poquito más la acción hacia la reconciliación -que te decía- hacia otros sectores para profundizar el rompimiento de la grieta con más tiempo… Pero no podíamos, era lo uno o era lo otro.

—¿Qué índices evolucionaron y cuáles involucionaron en ese gobierno? Porque hay como una matriz en la provincia que es transversal a todos estos gobiernos de los últimos 20 años y que tiene que ver con la pobreza, la desnutrición, la mortalidad infantil. Incluso, hay valores educativos muy malos.

—Mirá, en el tema de la desnutrición nosotros teníamos estudios y análisis de que prácticamente, no es que había desaparecido, pero estaba en sus valores más bajos. El problema fue cultural. Perdimos mucho en lo educativo. Hoy en día, gran parte de la crisis que tenemos es cultural, es familiar, es social. (…) Hay generaciones de chicos que no vieron a sus padres trabajar y el deterioro de la educación se profundizó, a partir de 1996, con la transferencia de las escuelas que se hizo sin el presupuesto adecuado en el tiempo.

Cuando llegamos al gobierno tuvimos un plan de los mil días, que era un plan alimentario que consistía en darles los alimentos necesarios a la madre, en todo su proceso de embarazo hasta que el chico llegaba a los 3 años. Por problemas educativos y culturales fracasó, y no lo pudimos lograr porque no les gustaba la papilla; porque no la sabían preparar. Es decir, tenemos un deterioro cultural muy grave que se ve en todos los niveles y ese es el principal problema que tenemos como sociedad, como país. Entonces, yo creo que el tema familiar, si no reconstruimos el tejido social, los grados de violencia de género, de abuso y de todas esas cosas, agravado por la crisis educativa, es un combo muy difícil de solucionar. Pero hay que hacerlo.

—¿Cómo conceptualizaría usted su primer gobierno?

—Te voy a decir esto: (al final de mi mandato) yo fui electo en una lista de diputados que sacó el 75%. Quiere decir que tan mal no nos fue, ¿no? Metimos los 3 diputados nacionales y fui tercero. Para que te des cuenta de que a mí no me importa el lugar. Yo siendo gobernador podría haber ido en primer lugar y fui tercero. Porque cuando yo estoy convencido del proyecto no me interesa el lugar, ni la banca, ni nada. Yo voy por el proyecto. Fui tercero y sacamos el 75% de los votos.

—¿No es un acto de soberbia también eso?

—No, es confianza, es seguridad. Si es un acto de soberbia, voy primero. Yo gobernador voy primero.

—No, no sé. Lo pongo en duda.

—Aaaa bueee… Vos sos como “la gata flora”. No pue, no es así.

 

“En 2001 algunos dirigentes me dieron un plazo de tres meses: hasta el 30 de marzo de 2002”

—En 2001 usted armó una base social y política para oponerse al régimen anterior. Pero me dijo que le pusieron plazo y ¿lo quisieron derrocar?

—Sí, me dieron plazo hasta el 30 de marzo de 2002. (Nota del editor: Fue el plazo de gobierno que le dio el remanente del viejo Pacto a Colombi. Eran dirigentes que no tuvieron participación en el primer “Frente de Todos”. Los “más opositores” eran liberales).

—¿Y qué pasó?

—¿A qué fecha estamos hoy?

—¿Por qué cree que se equivocaron?

—Estamos a 16 de junio de 2021.

—¿Era pura bravuconada política?

—No. En realidad estaban acostumbrados a un modelo, a un sistema de llevar todo por delante y creyendo que, porque eran fulanos de tal, podían hacerlo. Y no sabían que adentro (del gobierno) había gente diferente, con formación y valores diferentes.

—En ese marco, ¿qué fue la “Gestapo correntina” de la que habló en su momento Josefina Meabe de Mathó? (*)

—Ah, pregúntenle a ella. Ni idea, ni sabía que dijo eso. (Hace gestos y luego se ríe) Y no creo que diga porque ella fue parte (de la alianza) hasta el año 2017, 2015. Medio difícil que pueda hablar alguien que fue parte de todo esto y desde hace muchos años. Desde el 2000 que fue parte.

—Bueno, pero usted sabe que eso no impide a algunos hablar igual.

—Y bueno, pero entonces no tiene sentido, no tiene sustento.

(*) Nota del editor: La “Gestapo correntina” fue un dispositivo de espionaje montado para generar escuchas ilegales con un aparato que intervenía celulares y grababa conversaciones. Algunas se pasaron por radio. Los espiados acusaron a Colombi.

“El esquema de alianzas vino a quedarse por mucho tiempo en Corrientes”

—Si usted fuera un caudillo ¿cuál es la connotación que le daría a esa palabra? ¿Líder o mandamás?

—No, no me puedo encapsular en ese concepto porque no entiendo así el manejo de la política. Yo no estoy formado así. Soy una persona que me adapto a las circunstancias, pero tengo claro cuáles son mis objetivos y sé lo que voy a defender y pelear para no perder el rumbo. (…) Pero sí te voy a decir que, hoy, por ejemplo, un déficit que tenemos es la representación comunal. En muchos lugares estamos teniendo un déficit en la calidad y preparación de los representantes, pues no está acorde con lo que está haciendo la provincia.

Otro problema que se viene dando desde hace un buen tiempo y que eso para mí está mal porque va en detrimento de la política, tiene que ver con las sucesiones que se dan de esposo a esposa, a hijos, a hermanos. Es como si son dueños de la vida y de los bienes de los ciudadanos de las ciudades. Tenemos una cierta cantidad de ciudades en las que el traspaso de mando se da del esposo a la esposa, al hijo, a la hermana. Eso va en contra de la política. Esas cosas tenemos que cambiar. Yo estoy en contra de eso.

—Bueno, pero usted lo puso a su primo también, si vamos al caso.

—No, pero eso no tiene nada que ver, porque es otra cuestión. No era nada periódico, era una sola vez y nada más.

—De todos modos es una conducta…

—Es una conducta que está impuesta. Pero lo más grave es la falta de preparación.

—Hay cierta academia que ya empezó a estudiar sus gobiernos y dice que usted melló en el sistema político y en sus prácticas, primero como salvador y después como remedo de aquellos males que vino que curar. Y ponen ahí como ejemplo, la permanencia en el poder y el derivado de esa permanencia: el aburguesamiento de las élites políticas que enlentecen los cambios.

—Contra eso tenemos que luchar. Por eso yo te digo que tenemos que retroalimentarnos. Vos escuchaste mis críticas y mis posiciones de que estamos aburguesados, de que creemos que las elecciones están ganadas y no es así. Tenemos que retroalimentarnos permanentemente. Y esto es proyectar una provincia a 20 años. Por eso el esquema de alianza en Corrientes vino a quedarse por mucho tiempo. Quien quiera salir de ese marco no tiene futuro. Si nosotros pensamos que podemos dejar de lado a todos y convertirnos en exclusivos, únicos referentes de la política, no existiríamos al otro día.

Y voy a terminar con una frase para que se interprete lo que significa esto. Cuando lo trajimos a “Pepe” Mujica a la Feria del Libro, le dije: “Presidente, ¿cómo hizo usted para conducir Uruguay desde el punto de vista económico, teniendo en cuenta su filosofía de vida, su filosofía política y todo lo que usted vivió? Me dijo: “Mirá mi hijo: la ideología no te da de comer, y yo tenía que dar de comer a mi pueblo. Yo tenía posiciones particulares sobre el aborto, sobre esto… pero eso no tenía que ser un problema del pueblo. Entonces, en materia económica, mi pensamiento era mío. Pero yo tenía 4 o 5 millones de habitantes y tenía que velar por ellos”.

Eso es lo que tenemos que hacer. Eso es lo que tenemos que entender definitivamente. Yo puedo llegar arriba, como puede llegar Juan, José, Pablo. Pero no llega él, llega en nombre del millón y medio de correntinos y tiene que gobernar para todos. Y en ese sentido tiene que tener esa visión global y abarcativa de tratar de comprender, entender y llevar adelante la gestión con todos ellos.

 

Continuará…

 

Notas al margen

Ricardo Colombi juró el lunes 10 de diciembre de 2001, pero ante la imposibilidad de lograr quórum en la Asamblea Legislativa, lo hizo ante un Superior Tribunal de Justicia ad-hoc. Prometió, junto con su compañero Eduardo Galantini, construir un Estado ajeno a la actual “madeja de privilegios”. Recibió los atributos de mando del último interventor federal, Oscar Aguad, quien para entonces era el sucesor de Ramón Mestre.

El martes 11 de diciembre hizo jurar a sus ministros. Tambien asumió Nora Nazar como intendenta de Capital, acto al que asisitió el Gobernador.

El 19 de diciembre el presidente De la Rúa declaró el estado de sitio por 30 días, dada la situación de crisis económica, las manifestaciones y saqueos. El 20, y tras una enorme rebelión popular, renunció. Fue el momento de los cinco presidentes en 11 días, pues tras la caída de De la Rúa asumió por unas horas Ramón Puerta, para dar paso a Adolfo Rodríguez Saá, quien estuvo una semana. Se fue y asumió Eduardo Camaño hasta que en enero juró Eduardo Duhalde.

El miércoles 1 de mayo de 2002, ante la Asamblea Legislativa, Ricardo Colombi dio su primer discurso. Llevaba cuatro meses en el poder y no pudo hacer balances, pero prometió diálogo y una férrea práctica de austeridad. Abrió una ronda de diálogo con organizaciones civiles.

La Asamblea del 2003 se realizó en el Teatro Vera, pero en el marco de turbulencias políticas internas por la adhesión de la provincia al rescate de los bonos Cecacor. Por esa acción la ministra de Producción, Estela Robaina, amagó con su renuncia. En su mensaje, en tanto, el gobernador anunció una reforma de la Constitución que no logró concretar.

El 25 de mayo de 2003 asumió como presidente de la Nación, Néstor Carlos Kirchner, con quien Colombi haría grandes acuerdos políticos.

El sábado 1 de mayo de 2004 fue hasta la Legislatura y ante la expectativa de los empleados del Estado de recibir un aumento salarial, Colombi ató esa posibilidad a la sanción de normas clave para la estabilidad económica de la provincia. También allí desarticuló una serie de versiones sobre la venta de empresas estatales. “No las privatizaremos”, dijo.

En su último mensaje, el domingo 1 de mayo de 2005, Colombi criticó a los legisladores por haber frustrado la reforma de la Constitución. “Era un imperativo del Acuerdo de Gobernabilidad que firmaron varios de los legisladores aquí presentes”, dijo. Aseguró que su gestión fue una bisagra y llamó a todos a profundizar el modelo.

Días antes de dejar el poder ya se empezaron a ver las grietas con su primo Arturo, electo gobernador para el período 2005-2009. Pretendía que el comité radical tuviera injerencia en el gobierno.

El sábado 10 de diciembre de 2005 le entregó los atributos a su primo Arturo Alejandro Colombi.

Lanzan el ciclo de entrevistas “Gobernadores de la democracia”

Este año es un año especial por varios motivos. Desde el punto de vista institucional, los correntinos volveremos a elegir gobernador, pero en el marco extraordinario de una pandemia. Esa excepcionalidad nos plantea una serie de desafíos desde el punto de vista sanitario, pero también desde el punto de vista político y electoral.

En todo este tiempo se habló de la pospandemia como una “nueva normalidad”. ¿Cuál será? ¿Cómo será esa nueva normalidad en Corrientes? Por lo pronto, en pleno transcurrir de los acontecimientos, ¿Gustavo Valdés se convertirá en el segundo gobernador reelecto de la historia de la provincia o terminará su mandato el 10 de diciembre?

¿Cuál es la provincia que venimos soñando y cuál la que venimos construyendo? ¿Por qué hay un abismo, al parecer insalvable, entre lo que queremos y lo que al final conseguimos? ¿Nuestra postergación socioeconómica nos define? O, en todo caso, ¿quién nos posterga y por qué, para qué? Esas son algunas de las preguntas rectoras de este ciclo de entrevistas con perspectiva histórica que el periodista Eduardo Ledesma presentará desde esta semana y hasta finales del mes de agosto, cada martes y domingo.

Para cumplir el cometido entrevistó a todos los gobernadores correntinos de la democracia, la que retomó su vigencia plena en 1983. Los demás gobernadores, también elegidos por la voluntad popular antes de esa fecha, ya no están entre nosotros, y de ahí su ausencia. En cambio los interventores federales, así como los dirigentes correntinos que estuvieron a cargo del Ejecutivo en los distintos momentos aciagos o anómicos de nuestro devenir institucional, deliberadamente fueron excluidos de esta serie.

Por esa razón definitiva, estos siete hombres que actuaron desde el retorno de la democracia, después de la última dictadura militar que soportó la República Argentina, son los que en su rol de mandatarios gobernaron la provincia durante las últimas cuatro décadas. Se trata de José Antonio “Pocho” Romero Feris, de Ricardo Guillermo Leconte Mantilla, de Raúl Rolando “Tato” Romero Feris, de Néstor Pedro Braillard Poccard, de Horacio Ricardo Colombi (el único con tres mandatos completos), de Arturo Alejandro Colombi y de Gustavo Adolfo Valdés.

Son siete hombres en nueve períodos de gobierno desarrollados en 38 años. Gestiones engarzadas a un tramo de tiempo varias veces sacudido por las intervenciones federales que fueron un mal endémico de la provincia hasta el 2001. Desde ese año, la provincia transita un lapso inédito de normalidad institucional sustentado en la paz social, uno de los mayores logros de la dirigencia política que llegó al poder con Ricardo Colombi, tras las crisis múltiples de 1999, 2000 y 2001. Esa valiosa calma continúa hasta ahora.

Formato de entrega
Salvo la del gobernador en ejercicio, las demás entrevistas ya fueron grabadas, e irán apareciendo los martes y domingos en su formato audiovisual, y también los domingos en las páginas de El Litoral, en formato gráfico, siguiendo una lógica cronológica desde el próximo domingo, hasta el domingo de las elecciones generales, que tendrán lugar el 29 de agosto.

Son entrevistas que no responden a una lógica coyuntural, sino más bien a una lógica histórica. El ciclo fue concebido como un aporte al archivo audiovisual de la crónica política de la provincia de los últimos 40 años; como una historia posible, pero contada por sus propios protagonistas, en el entendimiento de que será un insumo que después podrían retomar otros periodistas e incluso los historiadores que pretendan ampliar, reafirmar o contrastar lo dicho, para acercarse a la “verdad” de determinados acontecimientos.

Y si bien es cierto que la historia está muy presente, también la política de estos tiempos será analizada por cada uno de los entrevistados, entre otras cosas porque la mayoría de los actores todavía tensionan en la vida pública correntina, y muchos de sus dichos tienen implicancias actuales. Ni hablar del caso del actual gobernador, que será invitado a analizar su gobierno y el plebiscito de gestión al que se someterá el domingo 29 de agosto.

Se trata, en suma, de un trabajo periodístico que abordará la historia reciente desde un presente, desde un lugar, y en un año electoral en el que el pueblo de la provincia deberá elegir a su próximo gobernador. El ciclo “Gobernadores de la democracia” constituye una realización integral del periodista Eduardo Ledesma, bajo la producción de Andrea de los Reyes y posproducción de Arteam Audiovisual. El diseño gráfico es de Augusto Vilar, la fotografía es de Nicolás Alonso y las cámaras son las de Joaquín Dalmazzo y Hugo Zamora. Cuenta con el auspicio del diario El Litoral y Telenord Corrientes, además de las firmas que acompañan, hace tres temporadas, al ciclo de entrevistas #ELPregunta.

Juntos como hermanos

 

“La inteligencia no sirve para ser jefe de Estado. Lo que cuenta en un jefe de Estado es la fuerza. El valor, la astucia y la fuerza”

Henry Kissinger
“Entrevista con la historia”
Oriana Fallaci

 

Aseguran que no hay ni habrá pelea, pero por las dudas llaman a la unidad. Invocan la necesidad de una cohesión interna, pero como reaseguro, porque nadie está pensando en quiebres ni en diásporas. Lo que hay, en todo caso, es la teatralidad de la disputa del poder, que a veces es teatro y a veces degüella de verdad. Y la sangre de verdad llega al río de verdad, generando problemas de verdad a una sociedad que mira desde un Coliseo distante, cómo se despedazan los hombres y las fieras. Y todo por el poder.

No ocurrirá aquí. Juntos, como hermanos o primos (como no se pudo en épocas de otros apellidos) los mandamases del principal partido de gobierno, la UCR, pusieron primera de cara a las elecciones de este año, comicios en los que Corrientes deberá elegir gobernador, intendentes, y una larga lista de legisladores comunales, provinciales y nacionales.

Los números que materializan las preferencias sonríen al gobernador Gustavo Valdés. No habría mayor margen en relación con ese tema, al menos puertas adentro de la Unión Cívica Radical, pues Valdés aventaja con holgura a Ricardo Colombi. A veces 2 a 1. A veces 3 a 1. Y son los que más miden en toda la alianza.

Hay quien dice, además, desde las galerías del rosado inquilinato del gobierno, que anoticiado de esos y otros guarismos, que entre el lunes a la noche y el martes a la mañana le mostraron Alejandro Catterberg (director de la consultora Poliarquía) y Andrés Rabossi (de la consultora Nordeste), Colombi sorprendió con el mensaje de unidad lanzado en el salón donde -distanciados por protocolo sanitario- se reunieron los popes del radicalismo vernáculo.

Sorprendió esa suerte de capitulación. Y sorprendieron después sus enojos impostados en entrevistas radiales cuando algunos periodistas le preguntaron sobre su relación con el gobernador. Molesto, el presidente de la UCR dijo que son los otros los que ven peleas allí donde él sólo ve unidad.

—No se discute la unidad. Hay algunos actores que están en una burbuja y tratan de crear discusiones todos los días, en un estado que no es real. ECO es una alianza social y política. La sociedad nos va a castigar con el voto si no hacemos las cosas bien. Tenemos que ser racionales, cautos, moderados, cerrar lo que tenemos que cerrar hacia adentro, consolidar hacia adentro y presentar un proyecto político hacia la provincia —dijo en Radio Dos.

Mensaje correcto, digno de impresionar a los ingenuos. Mensaje astuto, también, digno del avezado jugador que es con las piezas y los tiempos de la política. Sucede que Ricardo Colombi llamó a la unidad justo en momentos en los que viene hablándose -y mucho- de que él mismo estaría detrás de otras candidaturas que buscan esmerilar ciertas estabilidades internas, sin contar que no son pocos los dirigentes que lo ven dispuesto a dar nuevas batallas. Hay otros, también, que intentan jubilarlo, como él mismo dice.

Ahora bien, más allá o más acá de lo que se declara en la prensa, la cuestión central para el radicalismo estriba en la gestión de su propia interna. El resto de los socios parecen convidados en una conversación en la que se definirán cosas menores. El premio mayor parece problema de dos personas, y ello también, más allá de la gastada estrategia del miedo a la que apela Colombi para que los propios trabajen un poco más de lo que les permite el aburguesamiento que da como resultado el ser parte de un gobierno que lleva 20 años en ejercicio de la gestión. Y del poder.

—Hay declaraciones que no sirven para nada. Hay dirigentes que no recorren, que no salen del aire acondicionado, que no andan por la calle, que no salen del café y no hablan con el empresario, el docente, el policía, el comerciante, el productor —reclamó el exgobernador.

Muy parecido al reto de Cristina Kirchner cuando dijo que “hay funcionarios y funcionarias (de Alberto Fernández) que no funcionan”. Perecido, solo eso, porque los modos de la señora están lejos de los modos del señor.

De hecho, Colombi pidió desperezarse y evitar los aires triunfalistas porque “el Gobierno nacional intentará poner a un peronista en el sillón de Ferré”. Y lo dijo como si fuera una novedad, aunque sonó más bien como si fuera un demérito o una ilegalidad esa aspiración. Además de una posibilidad que debe conjurarse con trabajo.

Más allá de esto, lo cierto es que la UCR largó su campaña. Dicen que en breve llamarán a los socios, que empezaron también a moverse. Y a reclamar.

La maquinaria de la política empezó a rodar en busca de los espacios, mientras en paralelo azuza la pandemia y hay urgencias que todavía no tienen manuales protocolizados: por caso la vuelta a las clases, que es una prioridad para el Gobernador. Para el Presidente. Para todos. Será, al parecer, un trofeo en este año electoral.

Pero de nuevo en Corrientes, será ese un punto crucial para Valdés, porque conseguir la apertura de las escuelas y el retorno de la escolaridad presencial será una señal positiva para el futuro y una plataforma de lanzamiento ideal para su reelección, cosa sobre la que pocos dudan a estas alturas.

Colombi, mientras tanto, intenta marcar la cancha, como siempre. En su rol de regente del partido, dijo que recién en abril o mayo se decidirán las candidaturas. Seguramente será así, pero “las candidaturas” no son lo mismo que “la candidatura”.

Tal vez falte un poco más, sí, para terminar de definir la estrategia de Capital. Algunos referentes del Gobierno, como Carlos Vignolo, aseguran que habrá una repetición de fórmula y que Eduardo Tassano irá también por la reelección. Hay otros que ponen ciertas reservas; quizás el propio Colombi sea uno de ellos. También algunos funcionarios y varios socios.

Para colmo, la tormenta de la semana pasada reavivó un viejo fantasma: el de las lluvias enancadas a inundaciones pasajeras, fenómeno que eyectó a Fabián Ríos de la Municipalidad de Corrientes y, en el pliegue inverso, potenció la candidatura de Tassano, arropado por la publicidad de un plan hídrico que mostró algunos avances, pero que se demostró insuficiente. Funcionó en la seca, pero en la primera gran lluvia la ciudad volvió a nadar en sus peores recuerdos.

La oposición, que tampoco pudo hacer mucho cuando fue gobierno, salió a recordarle a Tassano sus déficits: “¿Se acuerdan del plan hídrico?”, preguntó con acidez el diputado Pitín Aragón en sus redes sociales, subido al tren de una candidatura con boletos kirchneristas. Para colmo de males, el ecónomo todo terreno de la Comuna, “Cuqui” Calvano, salió el mismo martes de la lluvia a decir que Tassano merece más tiempo porque hizo lo que nadie, y de eso, hizo muchas cosas que no se ven (sic).

En connotadas parcelas oficialistas ensayaron sonrisas ante esa frase que puede querer decir otra cosa, pero que no fue indiferente a la ponzoña de las chicanas en tiempos electorales.

—Obvio que no se ven. Las obras que se ven en la Municipalidad las hace el Gobierno —ironizó alguien que conoce los pormenores puertas adentro de ECO y que no se escandaliza por los códigos de tanteo a los que se apelan en épocas de campaña.

En ese marco, todo está por verse. Y como todos perciben, números en mano, que la reelección de Valdés es posible, nadie quiere quedar afuera del reparto. Es un asunto difícil porque los espacios son exiguos y los pretendientes son muchos, en ambos esquemas provinciales. Veamos.

En las últimas tres elecciones a gobernador, el electorado polarizó su decisión. Ganó siempre el Gobierno, pero el PJ estuvo allí, cerca. Esa polarización, que parece razonable en términos políticos e incluso ideológicos (pues el mundo democrático se debate entre tres o cuatro ideas de administración y gobernanza), no se condice con la cantidad de partidos que viabilizan el voto. Ni con las visiones o proyectos de provincia que se explicitan, que hace rato son más bien conservadoras.

En Corrientes, aun así, en las últimas elecciones estuvieron habilitados 41 partidos políticos: 41. He allí la dificultad que tienen siempre los armadores y estrategas. Veremos cómo se resuelve esta vez. La carrera entra en tiempo de definiciones. Y de escarceos. Lo que no habrá es pelea, por suerte.

Paridad, voto y veto

Acabo de mandar nuevamente a la Legislatura dos proyectos de ley claves para Corrientes: voto joven y paridad de género. Debemos garantizar a los jóvenes la posibilidad de elegir a sus representantes y asegurar la igualdad entre mujeres y hombres en política”, avisó el viernes 3 de julio, por Twitter, el gobernador Gustavo Valdés.
La utilización del adverbio “nuevamente” no es ingenua ni producto de la impericia en el manejo del lenguaje. Remite a un hecho reiterado, simbólico y concreto, no resuelto por obstáculos políticos que se suceden, pero no se declaran.

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El camino de Valdés a la gobernación fue tapizado por promesas de inclusión y desarrollo. Ya en el poder, pidió que se lo juzgue por indicadores de lastre atávico, como el de la pobreza. En el mismo acto, empezó a transitar el camino de construcción de su propio liderazgo poniendo en discusión temas centrales de una agenda más progresista y desusada en una provincia aletargada por el conservadurismo que se meció, por muchos años (pero sobre todo desde 2001 en adelante), bajo la brisa tranquilizadora del pago de los sueldos. En rigor, el mecanizado sometimiento del salario estatal, que ante la falta de mejores oportunidades, allegó una paralizante opresión con efectos sociales y culturales insondables, a la vista de quien lo quiera ver.
En 2019, no obstante, el gobernador Valdés pasó a los hechos. Encolumnó detrás de su figura al frente político que lo sustenta y encaró una campaña para las elecciones de medio término blandiendo las banderas que plantó en el instante de asumir: la obra pública; los procesos de modernización e inclusión con trabajo; y el pedido a los legisladores para aprobar las leyes de voto joven y de paridad de género. Se comprometió con las políticas de igualdad de derechos; de contención para la comunidad Lgbtq+ y las acciones de ataque contra la violencia de género.
En junio ganó las elecciones y el gobernador obtuvo los avales legislativos que necesitaba para avanzar con las reformas, las declamadas y las necesarias para el gobierno. Y las que demanda la sociedad en su conjunto, que se impone con su agenda aún cuando los líderes tengan otras.
Valdés y los suyos lograron una diferencia de más de 40 puntos en las elecciones de 2019 y consiguieron, a partir del 10 de diciembre, no sólo mayoría sino dos tercios en ambas cámaras legislativas. Así y todo, los proyectos oficiales tropezaron contra una llamativa, férrea y silente quietud. El discurso se dió contra la evidencia. Y donde no se requerían las mayorías de otros, también hubo tropiezos. Lo que se dice no es igual a lo que se mantiene: un gabinete lleno de varones, veteranos en la función, incapaces ante la inclusión.

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Pues bien: los proyectos murieron intoxicados con el polvo de los cajones legislativos y por eso, hace casi un mes, el mandatario volvió a enviarlos. A un año calendario de las elecciones generales de 2021, Valdés insistió “nuevamente” con sus proyectos. Los expedientes ingresaron el viernes 3 de julio por la Cámara de Diputados.
Hablando por radio en esos días, a prudente distancia de una interna que fluye en napas de profundidades variables, Valdés respondió a la pregunta más obvia de todas:
—Si el gobierno tiene mayoría en la Legislatura, ¿por qué no avanzan los proyectos enviados por el gobierno?
—No sé por qué tienen miedo a debatir la ley. (En todo caso) que los legisladores y legisladoras digan de cara a las mujeres que no quieren el proyecto de paridad y que les digan a los jóvenes de 16 años que no tienen derecho a voto —dijo Gustavo Valdés.
—Las mujeres tienen que exigir sus derechos. Y no a un hombre, sino a una Legislatura: todos cumplen el mismo rol ahí adentro —añadió.
Usar la frase “no a un hombre”, tampoco fue casual, como el “nuevamente” del trino inicial.
El “hombre” es el senador Ricardo Colombi: inspector que habilita o frena el avance de las leyes en la Legislatura y que, por lo que se vio, apuró el reenvío oficial luego de que el jueves 2 de julio pasado, sin que se le mueva un músculo de la cara, presidiera una conferencia virtual con mujeres tras la cual hizo decir que “con otros senadores estamos trabajando en un proyecto para que la paridad de género se dé en los tres poderes del Estado”. El expediente ingresó el miércoles último, y el jueves, en plenario, el Senado lo mandó a comisión.
—Son los desafíos que se vienen —dijo Colombi, escupiendo altas dosis de cinismo, recién enterado de una demanda que antecede a su voluntad de patriarca. —Esperemos que en el transcurso de este año lo podamos aprobar —anunció luego, ya en su rol de presidente de la UCR, en el cierre de la conferencia online “Estrategias para una sociedad más igualitaria”.
Del webinario otrora impensado para alguien plantado en las antípodas de cualquier virtualidad, participaron, entre otras, varias legisladoras que en privado todavía se quejan de los maltratos o ninguneos proferidos por el ahora “comprensivo y progresista” legislador, que por efecto de alguna magia efectiva decidió abrir los ojos y visibilizar a un colectivo como el de las mujeres, a las que trató casi siempre con distancia y reiterado desdén.
Aún así, a la luz del momento histórico, no deja de ser una buena noticia que Valdés y Colombi estén pensando lo mismo en cuanto a la inclusión y a la igualdad. Tal vez ahora sí avance el proyecto, pues depende de ellos el resorte legislativo.
La oposición -mínima y fragmentada- no talla en esta discusión. Varios de sus miembros ya adelantaron votos favorables, pero no es garantía. El PJ no estuvo a la altura cuando tuvo que demostrar que es verdadero su apoyo a la paridad. Patricia Rindel tiene mucho para decir al respecto. O Rubén Bassi, senador peronista que sopló el escaño de una mujer con votos radicales: sí, con el aval de los mismos que ahora parecen convertidos a la religión del igualitarismo. Una circularidad asombrosa.

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Tampoco fue casual este movimiento de piezas, en medio de la pandemia por coronavirus. No fue casual por cuestiones del momento histórico y político, por el atraso provincial en varias materias de debate candente, y por las acciones del propio Estado nacional. Sucede que el mismo viernes 3 de julio, el presidente Alberto Fernández, tras presentar el “Plan nacional de acción contra las violencias por motivos de género”, marcó un rumbo para enfrentar una problemática que no excluye a Corrientes.
El plan nacional tiene un presupuesto de 18.000 millones de pesos y responde a otro número escalofriante: hasta el 30 de junio se registraron 162 femicidios –81 durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio-, de acuerdo con el relevamiento del Observatorio “Ahora que sí nos ven”: el promedio fue de un femicidio cada 27 horas.
En Corrientes la cosa es igual de preocupante: hasta junio y con la cuarentena de fondo, se registró un caso de violencia familiar cada 30 horas, según la Inspectoría de Justicia de Paz del Superior Tribunal de Justicia.
Ante semejante presente, hablar de contención a las demandas de género o de paridad sólo en clave electoral parece por lo menos poco. Es un derecho que se reclama, no una dádiva que se espera.

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Corrientes está muy lejos de una “real inclusión” como manda la Constitución, y esta no es una apreciación sólo geográfica. Por ello resulta necesario que la intención se convierta en acción, y que el derecho esté por encima de la especulación proselitista, juego que practican al borde de la fascinación algunos referentes caudillescos de este firmamento político aldeano.
Los derechos inclusivos son fundamentales para cambiar realidades. Servirían para mejorar, ya que estamos en épocas de pandemia, los determinantes sociales de la salud.
Haber manejado con (relativo y todavía parcial) éxito la pandemia en la provincia, no fortalece la integralidad del sistema sanitario. Hablar de coronavirus en vez de los enfermos por siniestralidad vial, cardiopatías, desnutrición, chagas, dengue, o aborto, por ejemplo, no elimina la realidad que subyace al efecto totalizador de la peste. Para decirlo claro: silenciar no es erradicar.
Negar el aborto no disminuye la cantidad de interrupciones de embarazo que se siguen haciendo en la clandestinidad y que condena a muerte a muchas chicas desesperadas.
Corrientes tiene un código postal, al decir de la sanitarista Carolina Centeno, que determina también nuestra forma de vivir y de morir. Afecta más a las mujeres, sobre todo a las más pobres poco educadas, que son muchas en nuestro contexto. Esa es la conclusión de años de política negadora, internista, fratricida, excluyente, que convierte en tabú ciertos temas que queman como el fuego en cualquier sociedad del Siglo XXI.
Hay malas noticias: nada mata tanto como la costumbre.
También hay buenas noticias: tenemos una oportunidad para empezar a revertir el cuadro, ahora que internet llegó a ciertas cavernas.
¿Tenemos una nueva oportunidad?

Valdés, transición y hegemonía

El poder de los gobernantes está fundado sobre
la ignorancia, en la domesticada mansedumbre del pueblo”.

“Yo el supremo”
Augusto Roa Bastos

 

El Gobierno de Corrientes cierra un año perfecto. Otro más.

Ni la feroz crisis económica que se lleva puestas familias enteras en todo el país; ni los vaivenes políticos; ni los avatares del clima. Nada de eso parece conmover a las estructuras del poder que sostiene hoy, en la cúspide, a Gustavo Valdés.

Le pasan de largo los problemas asociados a la falta de trabajo o al cierre de las fuentes que había; a las pérdidas de las condiciones laborales mínimas; a la negación, flexibilización o restricción de derechos. Le resbalan los inconvenientes ligados a la tercerización de los servicios o a la reducción de ciertas prestaciones estatales; o la acentuación de la liberalización de la economía.

Parece inmune -por nombrarlos y reconocerlos- a los niveles dolientes de pobreza, o de marginación y exclusión. Incluso navega aguas calmas mientras otros se hunden en su mentira o incapacidad, ineptitud que se lava y queda al desnudo ante cada lluvia, y que aún así sostiene la pompa de su nombre: plan hídrico.

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¿Pero por qué nada de esto conmueve al gobierno?

Valdés parece a salvo de la crisis porque todavía capitaliza la novedad de su autoridad.

Encabeza una administración que avanza briosa aunque sin haber variado la matriz que sigue dando réditos aún por encima de lo que es: la puntualidad en el pago de los salarios. Esquiva la amargura de los reclamos porque es inteligente en suficiencia para pisar los puntos altos de una gestión que apenas despunta y que aún con problemas, disimula sus carencias: algunas propias, otras tantas del lastre ministerial heredado del colombismo y las restantes, producto de la devaluación, el ajuste, la desinversión general, los tarifazos y la inflación que se acelera en vez de bajar como se prometió largamente.

Aún así Valdés marca diferencias.

A Macri le saca ventajas cuantiosas en cuanto a la consideración general de la gente. A su antecesor, en tanto, ya le dio varias vueltas: en el trato con los dirigentes políticos, con los funcionarios de los otros poderes del Estado, con la sociedad civil, con los visitantes nacionales y extranjeros.

Marca diferencias en cuanto su visión de provincia: Valdés parece tener un proyecto, que además es superador del pago de los sueldos, aunque mientras tanto se apoye en ese recurso. Parece querer algo más que sólo acumular poder.

Habla de puertos, pistas y puentes; de rutas y pasos; de energías renovables, de autopistas de información, pese a que todavía debe lidiar con los cables y cortes de la Dpec y con las luces de sus administradores, que están cambiando foquitos mientras las estructuras funcionales se derriten; y con el oscurantismo de las cuentas de la administración, que vino de doblez en doblez desde 2001. Por eso, en ese cansancio, por ejemplo, echó a Vaz Torres, el ecónomo preferido de Colombi, generando en el acto un mensaje de largo alcance desde las costas de la autonomía.

Falta. Claro que sí.

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Puertas para afuera del gobierno, es lícito preguntar por el ministro de Justicia: no se le escucha la voz hace meses-años. ¿Sólo no habla, o tampoco hace? ¿Qué estaría haciendo en todo caso, en estos tiempos cruciales, el ministro de Desarrollo Social? Y el de Industria: además de bajar cuadros de Alfonsín de las oficinas públicas, ¿trabaja en algún proyecto relacionado con la industria? ¿Qué será de la vida del ministro de la Producción? ¿Se llamó o lo llamaron a silencio? ¿Y el de Obras Públicas?

También están los que hablan mucho, pero no acompañan esa verba con movimiento: allí están las estadísticas educativas y sanitarias para confirmarlo. Están los ni-ni. Y los devotos del marketing. Y están también los que hablan más de la cuenta. Los que hablan y dicen cosas, como que en Corrientes no hay inseguridad…

Para más, o para peor, están aquellos ministros y también funcionarios de menor rango que hablan como si hubieran llegado al gobierno hace 5 minutos. ¿Recién ahora se están dando cuenta de todo lo que falta o es que antes no los dejaban opinar, ni podían proponer opciones? En cualquier caso callaron y cobraron religiosamente sus sueldos.

También están los acomodaticios que mandan a los críticos al interior, como si en algún lugar de interior estuviera escondido algo que no se ve en la provincia capaz desde Piragine, o desde “Pocho” Romero Feris, para hablar desde la recuperación democrática para acá.

Aún así Valdés flota.   

Y si es verdad la mitad de lo que dice, y concreta al menos un cuarto, Corrientes ingresará a una instancia desconocida, después de tantos años de nada, o de muy poco.

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¿Pero si no hay nada, o hay muy poco, por qué entonces el Gobierno cierra un año en positivo y en paz?

Aquí podríamos poner en revisión algunos conceptos se esgrimieron como verdades durante largos años.

La paz social, por caso, es producto del pago en tiempo y forma de los salarios. Sí. De los planes y “pluses” que hacen que no alcancen los días para ir a buscar dinero de los cajeros. Poco muy poco en comparación con algunos vecinos, pero dinero al fin y todas las semanas. Sí.

La gobernabilidad, vaya aspiración, es producto de la división y muerte de la mayoría de los partidos políticos. De las internas y traiciones. Y por si fuera poco, de la voracidad de muchos dirigentes que prefirieron (¿y aún prefieren?) el destrato de hombres como Ricardo Colombi a tener que ganarse la vida por fuera de las arcas del Estado.

Las instituciones de contralor, a su turno, piden permiso para controlar. Las defensorías de los vecinos, de los usuarios y afines, piden permisos a sus mandantes políticos (sí, a su patrones partidarios) para ver si reciben ciertos expedientes o firman ciertas notas con reclamos generales.

La Legislatura se convirtió poco menos que en una escribanía, cuando no en un estorbo. Los escarceos que se escuchan en las bancas vienen de los patios internos o, para ponerlo en situación, de los generosos parquizados radicales, entre otras cosas por la falta de una oposición monolítica, seria, constructiva, que no le tenga miedo al debate y que debata donde debe hacerlo, no en las oficinas de los bloques, entre pocos y a escondidas. Si existe una oposición que se opone, es decir, que cumple con su rol más allá de la política del acuerdo, o del consenso (que parece ser la única forma de hacer política en Corrientes) no se nota. Si hay intenciones -de control por ejemplo, o de propuestas- son cortadas de cuajo por favores adeudados o presiones inconfesables.

Tan endeble es todo que por revisar el presupuesto la oposición fue tratada de “irresponsable”. Se dejó tratar así y una vez más fue avasallada. Pero la tensión es necesaria. Y la negativa también. Decir “no” es empezar a pensar, diría Viñas. A pensar alternativas al pensamiento único. Nada menos.

La Justicia juega su juego, y vaya que lo juega, según se lee últimamente. Los empresarios amigos del poder hacen su negocio. Y entre otras instituciones, el periodismo hace silencio. Muchas veces. Como hacen silencio los que saben y pueden hacer ruido. Las iglesias por ejemplo.

Paz y amor
Es bueno cerrar un año sin saqueos, sin gente en las calles rompiendo vidrios o lastimando su propio cuero. Claro que sí. Pero es malo que haya un 40% de pobres y una inflación de otro tanto no menor que ese guarismo, y sólo suenen villancicos importados en vez de voces propias al son del chamamé o al ritmo del carnaval.

Aturde tanto silencio. Y lo que es peor, la cosa parece que no irá a mejorar. No en lo inmediato al menos.

La hegemonía de la que disfruta Gustavo Valdés, producto del control social-cultural-político que se ejerce desde los cargos públicos, los contratos y negocios, los comités, las aulas, los púlpitos y los medios, y desde los despachos, no sólo viene aplacando los reclamos (que los hay, pero de intensidad en degradé conforme fueron pasando los años desde 2001 en adelante) sino que también aplaca las relaciones de fuerza. Llegamos a tal punto que hoy el contrapeso de Valdés parece ser Colombi, quien no se resigna al hecho de ya no ser. Ricardo Colombi no se acostumbra a estar un rato a la sombra”, le dijo alguien a otro alguien que lo escribió en un diario porteño. Y si no es así, esto ya fué así.

Valdés, en tanto, no encuentra desafíos en el PJ o en alguna de sus variantes, o en sectores de algún armado opositor con intenciones y planes concretos para llegar al poder.

De hecho, hay quienes piensan (y parece razonable) que sin 2019 no habrá 2021 para ningún esquema que se geste por fuera de Cambiemos en Corrientes, y eso que más allá de cualquier chicana, el gobierno de Macri hace todos los días alguna macana para perder las elecciones.

Si Mauricio Macri o alguno de los suyos accede a la Presidencia este año que comienza (cosa que parece posible, aún teniendo en cuenta lo de las macanas), será muy difícil para los cuadros opositores, por caso los correntinos, encontrar un esquema aglutinante: no solo por la escasez de horizonte, o la atomización de dirigentes y partidos, sino por algo menos romántico y más determinante: si no hay gobierno nacional, no habrá quién financie una campaña a gobernador en 2021 en una provincia donde Valdés corre con fuerza, ventajas y con el portento de uno o un par de gobiernos a su favor.

Puede haber financistas interesados, pero ¿pondrán la plata que hace falta hoy para salir a “convencer” a un electorado cada vez más escéptico, dada la cantidad de engaños que apila?

En fin: uno puede estar a favor o en contra de Valdés, pero de él no será la culpa si de la hegemonía pasamos a un predominio cuasi cesarista. No será culpa del radicalismo que las relaciones de fuerza en la provincia la manejen ellos mismos, es decir Valdés y Colombi. Pero el problema será de todos si “pasan cosas” y se reedita un quiebre como el de los primos Ricardo y Arturo entre 2005 y 2009.

La teoría hegemónica, que en Corrientes se aplica como si fuera el modelo en el que se inspiró Gramci, nos da al menos la chance de estudiar nuestro presente.  

Aún estamos a tiempo de generar sujetos colectivos involucrados con la calidad institucional y política, para evitar, en principio, lo que ciertamente ya se ve en esas costas del Paraná: la imposición de los tipos culturales de los que predominan y de las clases que denoninan. La imposición de los que mandan y nombran.

Queda claro que el sentido común político desde 2001 en adelante fue el sentido común de Colombi, y del radicalismo que él conduce. También queda claro que ese sentido común está siguiendo el derrotero del ocaso, forzado por las circunstancias que el propio Valdés se encargó de marcar: ahora es tiempo de igualdad de derechos, de la paridad de género, de que los chicos más chicos voten a sus representantes, de cambiar los modos de la política: todos asuntos que han calado en el debate público que Colombi y gente como él prefirió no abordar.

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Hay tarea por delante si la pretensión es frenar el camino hacia los excesos. Una democracia no institucionalizada como la nuestra, se caracteriza por el poco alcance, la debilidad y la baja densidad de las instituciones políticas existentes, dice O´Donnell. El problema con eso es que el lugar de esas instituciones queda ocupado por otras prácticas no formalizadas pero firmemente afirmadas, como el clientelismo, el patrimonialismo y la corrupción.

Conviene que no suceda. Incluso el propio Valdés saldría beneficiado de una actitud social más activa, pues con el acompañamiento y contralor político y social (que implica darle unas vacaciones a la claque aplaudidora que merodea presta y angurrienta por la cuadra del poder) podría encabezar un gobierno de este tiempo, más acorde con las demandas generales y menos acorde con los caprichos personales.

Tal vez podríamos pensar entre todos la provincia que queremos y nos merecemos. Podríamos empezar por entender que el pago de salarios no es una dádiva. Que es una obligación de todo empleador -no solo del Estado- pagar por el trabajo. En tiempo. En forma. De manera justa.

El Gobernador lo agradecerá, porque parece que está para más que eso. Y también la provincia, que desde hace rato merece más que sobrevivir siendo una satrapía ubicada en el vertice superior derecho y caliente del Norte pobre de la Argentina.

Corrientes: zona de promesas en tiempos de ajuste

El 2017 fue un año importante. Pero como el Tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su consentimiento, habrá que dejarlo en reposo para darle luego su valía específica. No obstante, el fin de año demanda un balance. Y aquí hay uno.

Cada cual puede y debe tener su propia visión de las cosas, lo cual impide ensayar un análisis totalizador. Igualmente, desde el punto de vista institucional -que es más o menos la directriz que siguió esta columna a lo largo del año-, hay mucha claridad:

—Desde 2001 hasta hoy, Corrientes mantuvo su institucionalidad en manos correntinas, en hombres elegidos por el voto popular (sí, hombres, todos los gobernadores correntinos fueron y son hombres: blancos, católicos, heterosexuales). Tal continuidad de 16 años no registra antecedentes inmediatos. Ya son cinco los gobiernos elegidos democráticamente, en forma sucesiva, sin interrupciones de ninguna naturaleza.

—El fantasma de las intervenciones federales, que azuzó hasta en las épocas de Arturo Colombi (sobre todo por el sanguinario internismo de los primos y la actuación de ciertos sectores del Poder Judicial) parece hoy alejado de esas costas, producto de una madurez relacional entre elementos de la clase dirigente, pero también del fortalecimiento de las bases políticas, y de una gobernabilidad robusta que abreva en la paz social.

—El 2017 marcó asimismo el fin de la Era de los Colombi. Después de 16 años, ningún mercedeño-pariente con ese apellido gobierna Corrientes. Y lo que algunos acólitos pueden leer como una exageración, otros menos interesados en la propiedad de la herencia por cuestiones de sangre reconocerán que más allá de la formalidad, la desaparición del apellido Colombi de la grilla de gobernadores es un paso adelante fundamental para seguir cimentando la institucionalidad local, lejos de los patriarcas-caudillos-líderes que coquetean con las eternidades en el poder, pretendiendo convertir la cosa pública en patrimonio privado.

—El 10 de diciembre pasado Gustavo Valdés se convirtió en el gobernador propietario número 59 de la historia organizada de Corrientes, que comienza en 1821. Ese 10 de diciembre ocurrió hace 21 días: casi nada, aunque suficiente para sugerir que la casona de 25 de Mayo y Salta no sólo está habitada por otra persona sino también por otro modo de hacer las cosas. Veremos.

—Para empezar, el reconocimiento de la pobreza estructural que horada la (calidad de) vida de la mitad de la población de Corrientes, constituye un giro copernicano de Valdés en relación con Colombi, que fue siempre un negador sistemático y un experto en la traslación de culpas. También lo es el tipo de relación que plantea el nuevo Gobernador con la Nación, de sociedad política, pero sin renunciamientos. Y la apertura que ha demostrado con referentes políticos e intendentes de la oposición durante los últimos días.

—Habrá que ver de todas maneras hasta dónde pueden terciar las ideas de Valdés en el nuevo escenario de ajuste feroz y achicamiento estatal que plantea el gobierno de Mauricio Macri, cuestión que sólo con la reforma previsional y el pacto fiscal ya dejó a Corrientes en situación de merma financiera. “Desagradable”, según el propio Valdés.

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—Este año que se despide, asimismo, marcó el regreso del radicalismo al poder en Capital, después de 8 años de gobiernos kirchneristas-peronistas. El doctor Eduardo Tassano le ganó (por unos pocos puntos) la pulseada al ingeniero Fabián Ríos, en el marco de una elección llena de particularidades: fue convocada muy anticipadamente para el 4 de junio; iba a realizarse con sistema electrónico y al final volvió a votarse con sábanas de papel; supuestamente hubo acuerdos políticos que se incumplieron y zancadillas de rigor variable. Ganó el más fuerte: Tassano, y su espalda convertida en fortaleza por los incalculables apoyos de los gobiernos provincial y nacional.

—Habrá que observar ahora cómo administra esa fortaleza; las relaciones intra ECO+Cambiemos; las que mantiene de manera directa con funcionarios nacionales; y su propia aspiración-proyección-provincial personal que se disimula, pero no puede esconderse.

—En paralelo, la derrota de Ríos confirmó una vieja tradición de la política correntina: nunca un intendente fue reelecto en la ciudad. Nunca. Tampoco un intendente capitalino fue inmediatamente gobernador. Tassano debería tenerlo en cuenta. El último que chocó ante esta “maldición” fue “Camau” Espínola en 2013.

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La desaparición del apellido Colombi de la grilla de gobernadores es un paso adelante fundamental para seguir cimentando la institucionalidad local, lejos de los patriarcas-caudillos-líderes que coquetean con las eternidades en el poder, pretendiendo convertir la cosa pública en patrimonio privado.

—Como ya ocurrió en 2005, hay que recordar -con Néstor Kirchner, Arturo Colombi y Carlos Vignolo-, pero con resultados que mejor olvidar, el 2017 sirvió también para que el oficialismo provincial comandado por Ricardo Colombi lograra, a través de las urnas, una condición política ideal para dejar de generar excusas y empezar a trabajar en la gestión: Colombi y los suyos le pidieron a la ciudadanía alinear Nación-Provincia-Municipios. Contados que fueron los votos, la situación política pedida fue concedida. Ahora no caben más que los resultados. O Dios y la Patria se lo demandarán.

—¿Pero, qué podrían demandar Dios y la Patria después de tantos años, tantas posibilidades perdidas y, no obstante, tantas elecciones ganadas que ratificaron el rumbo? Pues algo más que el pago de los sueldos en tiempo y forma. Tal vez el desarrollo. O un mínimo de crecimiento sostenido. O recuperar a la provincia de su atraso. Insertarla quizás en el concierto nacional. O generar condiciones de crecimiento económico: energía eléctrica a prueba de calores o tormentas, puertos, caminos. Rutas acordes con las necesidades de estos tiempos. Achicar la pobreza, la indigencia. Pobreza. Indigencia.

—Quizás podría demandarse reducir en serio -con más instrumentos de gestión y menos lápices de dibujo- la mortalidad infantil y neonatal. La mejora en la atención de los hospitales. Atacar la repitencia y sobreedad escolar. Atender la falta de escuelas o el mal estado de las mismas. Ponerle industrias a los parques industriales. Y la lista sigue…

—La herencia de la que no puede hablar Valdés es muy larga. Y doliente. Quedó desnuda mitad de año cuando el clima se ensañó con gran parte de la provincia. Las inundaciones que azotaron al Centro-Norte correntino desde abril hasta julio dejaron pérdidas que aún ahora no pueden cuantificarse del todo, pues siguen ocurriendo, ahora con la sequía. A los miles de evacuados y autoevacuados de entonces, hubo que agregar las pérdidas de casi 100 mil cabezas de ganado bovino, otras tantas de ganado ovino y caballar. La provincia tiene (o tenía) un rodeo de 5 millones de cabezas bovinas y de ellas, un millón y medio fueron afectadas por encontrarse en la región inundada.

—Los pequeños productores tenían afectadas unas 12 mil hectáreas. Estuvieron comprometidas entre 400 y 500 mil cabezas de ganado por el anegamiento de los campos. La gravedad del fenómeno climático se situó en el eje de las localidades de Loreto, Caá Catí y Berón de Astrada. En esa zona cayeron más de 2 mil milímetros en cuatro meses, lo que generó inconvenientes en las 350 mil hectáreas que integran la cuenca del Riachuelo. La situación desmejoró el estado de los caminos rurales. Hubo campos que perdieron hasta el 80% de su superficie. Los pasos consolidados estuvieron tambaleantes y los caminos principales, como la Ruta 12, vieron caer dos de sus puentes, reparados provisoria y parcialmente meses después.

—La inundación afectó a 2,5 millones de hectáreas de campos en once departamentos. Las pérdidas económicas superaron los $1.000 millones, y si bien se declaró el estado de excepción, el Fondo Nacional de Emergencia creado por ley para toda la República Argentina fue absolutamente insuficiente.

—La lluvia constante durante esos meses, no sólo afectó a productores y a miles de familias correntinas, sino que además fue un catalizador de un acumulado de broncas varias que tuvieron incidencias decisivas en los resultados electorales de varios municipios, empezando por el de Capital.

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He allí una serie encadenada de sucesos que marcaron el año 2017.

Hubo otros también importantes, claro. Los correntinos en su conjunto tuvieron logros y fracasos a lo largo de este 2017. Sucede siempre.

Hay realizaciones que animan y reveces que duelen: que no todas las mesas tengan lo suficiente; que los jubilados sean siempre variable de ajuste; que haya menos derechos laborales y flexibilizaciones; y que la inflación lejos de reducirse sea recalibrada al alza, y prolongada en el tiempo.

Queda claro que hay mucho trabajo por delante. Es hora de hacer y de hacerse cargo. Ya no hay a quien echarle la culpa. ¿O sí?

Elecciones en Capital: ¿Quién ganó y quién perdió?

Quién ganó y quién perdió en la elección de ayer en Capital? La pregunta excede los nombres, aunque los tiene, y avanza más allá para sustentarse en conceptos.
Ayer ganó Eduardo Tassano y eso es lo que dicen los números: inobjetables cuantitativamente, pero también cualitativamente, porque se impuso en eleciones limpias y en los dos sistemas de votación. Tassano ganó en papel, pero también con la boleta electrónica. Y más allá de las diferencias porcentuales, que fueron exiguas (no más de 8 mil votos según el escrutinio provisorio, muchos más de los 3 mil de diferencia con los que Ríos ganó la elección de 2013), el cardiólogo radical fue paciente y se tomó revancha de lo sucedido en 2009. En aquel momento era favorito en todas las encuestas, pero ganó Camau Espínola. Ahora, a 8 años vista, la cosa fue exactamente al revés.
Ganó Emilio Lanari y su prestigio de médico que potencia cualquier lista, que desde hace tiempo viene siendo la de Encuentro por Corrientes.
Ganó el presidente Mauricio Macri, que aceleró el proceso e intensificó los apoyos en los últimos días, él y todo su gabinete, sustentando una candidatura que trae con la victoria un tiempo de análisis promisorio para lo que vaya a suceder en adelante en el país e incluso en la provincia.
Ganó Ricardo Colombi, que esperó para meterse en la campaña y lo hizo a sabiendas de que su contracción al trabajo podría revertir cualquier adversidad, que las hubo en el camino hacia la elección de ayer: internas y externas.
El gobernador, además, volvió a mostrar su valía: para afuera ganado una nueva elección y para adentro, mostrando una vez más quién es el que tiene los votos en la alianza, lo que no es menor de cara a lo que viene.
Ganó Colombi y su concepción de la política. Su habilidad en el juego. Su manera de hacer ver fortalezas allí donde hay amenazas. Ganó su concepto colectivo, de que el equipo está por encima de las personas, aun cuando él y su personalismo desmientan eso que dice. Hay en el trato de Colombi con el electorado, una relación acrítica muchas veces, pero que sirve para ratificar su condición de caudillo. Una y otra vez, a lo largo de 16 años.
Ganará también la ciudadanía, si es que se llevan adelante las promesas del candidato triunfador. Porque más allá de la fórmula, ganó ayer, evidentemente, la necesidad de los capitalinos de creer que es posible alinear la administración local con una provincial y nacional.
Ganó la potencia de una fórmula construida sobre individualidades parecidas. La paciencia. La solidez de los equipos que supieron esperar los momentos, pese a que también (como todos) echaron mano a las mañas de las viejas prácticas políticas para quedarse con el triunfo. Con la naturalización de las dádivas. Con la normalización de la utilización de los recursos del Estado para hacer proselitismo. Con la re-estigmatización de la gente sumida en su pobreza, que fue una y otra vez presentada como trofeo en los actos donde se los premia con una nada.
Aun así, Tassano y Lanari, en tanto médicos en contacto permanente con la gente, fueron creíbles para la mayoría del electorado cuando hicieron sus diagnósticos y presentaron las soluciones para los problemas de la ciudad. La ciudadanía creyó en los planes estratégicos y en las obras a concretar para reinsertar a la ciudad en un esquema mayor. Lograron -ambos- que la mayoría del electorado crea que es posible hacer ahora lo que no se hizo en tanto tiempo.

 

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Ganó la estrategia de colectoras, que si bien socavó el esquema legislativo del nuevo binomio ejecutivo, fue determinante para fundamentar el triunfo del doctor Tassano.
Ganó la apuesta al triunfo. ECO+Cambiemos puso toda la carne al asador arriesgando mucho, pero cobrando el doble: en esa lista se meten la participación presidencial, lo de Colombi, lo de Tinelli, los asuntos que se jugaron en las zonas bajas de la política. “Es la guerra”, dijo Colombi, y en esa línea ganó la primera batalla.
Ganaron los planes de obras necesarias para la ciudad: el plan hídrico, de seguridad, de trabajo, de gestión de residuos y de medio ambiente. Ahora empieza la transición, que será larga. Habrá que gestionar, por tanto, las ansiedades, pero también las responsabilidades. ¿Si hay un problema mañana, la ayuda llegará recién el 10 de diciembre? Habrá que ver.

 

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Ayer ganó el querer pertenecer; el no querer quedarnos afuera de nuevo. Ganó el cambio, el sí se puede; el pavimento no se come, aquello de que las operaciones de prensa no nos mueven el amperímetro.
Ganó el sistema electoral electrónico. Si había alguna duda sobre su implementación, ayer fue vencida. No sólo por los resultados, sino por los tiempos. Por la necesidad que tiene Corrientes de conocer pronto los resultados. Ayer votó un solo distrito. Sólo fueron dos categorías. Cerca de la medianoche recién estuvieron los resultados. Inaceptable.
Por eso, sin temor al equívoco, el primer y gran derrotado de la elección de ayer, puede decirse, es el sistema arcaico de votación en papel, que, por si fuera poco, fue enancado al sistema espejo que beneficia a algunos, pero a cambio de una confusión generalizada.
Pero no es el único derrotado. También lo fueron las encuestas y los encuestadores, como en 2009.

 

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Ayer perdió también Fabián Ríos. Perdió su soledad, su estrategia electoral de ir contra viento y marea a dar una batalla contra la Provincia y la Nación. La estrategia electoral y la comunicación de una buena gestión que dividió el electorado, pero que no alcanzó para la continuidad.
Perdió Ríos porque la valoración, que hace el electorado sobre su persona y su capacidad de mando, no se tradujo en votos para la continuidad del contrato social que él mismo planteó en el plebiscito que hizo ayer. Porque no lo vieron cercano a la gente y porque el lastre de la honestidad y la transparencia de gestión, en tanto antiguo personero kirchnerista, fue bien explotado -negativamente, claro- por ECO+Cambiemos. Las denuncias mediáticas en contra hicieron mella.
Perdió también la fórmula con Any Pereyra porque el Partido Liberal no tuvo boletas y porque la abogada y escribana, al final, traccionó menos que Lanari desde su lugar de consorte política.
Perdieron Ríos-Pereyra porque no pudieron contener a dirigentes como Sonia López y los suyos, y porque la estrategia en la grilla de concejales fue buena en si misma, pero mala para la fórmula a intendente y vice. Todo lo contrario fueron las colectoras a favor de Tassano.
Perdió Ríos porque prendió la percepción de que no estaba trabajando en los temas que necesitaban los capitalinos, y porque no tuvo una propuesta superadora más allá de la continuidad.
Perdió Ríos. Ganó Tassano. Y Colombi regaló a los suyos más tiempo para el festejo aun mintiendo: no anunció el nombre del candidato a gobernador como vino amagando desde el año pasado. Se reservó la mesura para seguir mensurando el poder, un talismán que sigue de su lado.

Los patrones

¿Piensa reformar la Constitución para permitir la rereelección del gobernador?

No. Un mandato y basta. Para los intendentes, los gobernadores, los legisladores y los presidentes.

Ricardo Colombi en una entrevista con Lucrecia Bullrich, del diario La Nación, publicada en la edición impresa del martes 17 de septiembre de 2013.

 

(Domingo 16 marzo de 2014). La semana que acaba de terminar cobijó un episodio que cambiará la historia de Corrientes. De hecho, no pasaron más que algunas horas y empezaron a sentirse los síntomas de una descomposición producida por el asado menos magro que hasta el momento comió el gobernador Horacio Ricardo Colombi con quien fuera el peor de sus enemigos. “Con Tato ni a misa”, se dijo alguna vez; pero a un asadito, puede ser.

Afecto a los corderos a la brasa, manjar con el que supo alimentar su política de gobierno y a unos cuantos políticos, Colombi cedió esta vez ante una receta vacuna con la que Raúl Rolando Romero Feris consiguió, el miércoles, un momento de poder para blandirlo como cuando lo ostentaba, anillando su protección con la conducta del tero, que chilla en un cuadrante para poner su huevo en otro.

Ojalá sea sólo una elucubración periodística, pero hay demasiados indicios para suponer que la mesa de los caudillos se sirvió a costilla de mucha gente.

 

Indicadores

Apenas digirió el postre, Tato Romero Feris salió a vociferar que el convite fue una manifestación doméstica de cariño. De paso, eso sí, recordó que es un eterno degradado político que accedió al modo de los concertadores porque su humillación pública “debe terminar”. Fue más allá. Dijo que “todavía” no lo dejan ser candidato. Todavía.

Esto quiere decir, sin cantos de sirena, que su convite no tuvo en particular un objetivo gastronómico, sino que buscó en realidad su rehabilitación política. ¿Se puede tanto con una comida? Una posible respuesta histórica es afirmativa. Sí se puede. “La dieta del cordero”, más recientemente, es su materialización perfecta.

Llegar a esta instancia implicaría al menos una contraprestación imposible, puesto que fue la Justicia la que lo multiprocesó y condenó en varias ocasiones por violentar la conducta de un administrador del Estado. No obstante, si el jubileo que pide el líder naranja llega de la mano de la política, olería aún peor, porque implicaría una capitulación judicial o, lo que es más grave, el manejo de la corporación judicial por parte de su comensal el gobernador.

Ricardo no dijo nada. Desde aquel miércoles de chorizo y morcilla sólo se le escuchó un insulto a los reporteros que lo fotografiaron cuando salió de la casona de la calle Mendoza. Siempre trata así a la gente, por lo que resulta complicado saber si el reto a los fotógrafos fue cariñoso o en realidad configuró la reacción de alguien que se sintió sorprendido infraganti, pedaleando para atrás sobre sus límites ideológicos.

 

Desandando caminos

Ricardo Colombi suele jactarse de que nadie le marca la cancha. Tiene particular interés en hacer saber eso a la prensa, pero cayó en la trampa de su contradicción al acudir presuroso a la mesa de Tato un día después de que el dueño de Cabañas Caá Cupé pegara cuatro gritos por radio y luego saliera en un diario. Tato amonestó al mandatario como a cualquier peón descarriado y éste acudió a la fila temeroso del patrón.

¿Se asustó Colombi? ¿Recordó sus épocas de intendente disciplinado, cuando gobernaba Romero Feris, o es que gastó a cuenta de su imagen porque persigue un objetivo superior? ¿Tiene algo que ver la reforma constitucional anunciada con la amnistía lindera con la impunidad que sigue reclamando Romero Feris?

Suponer lo primero es un indicador del cambio de una época. El susto es indicador de debilidad y de genuflexión ante una figura derrotada como la de Tato, sobre la que Colombi, hay que recordar, edificó su liderazgo. Suponer lo segundo implica todo lo contrario. Perseguir un objetivo de perpetuidad supone la existencia de un gobernador que cree estar más allá de los límites que impone el tiempo y las normas de un Estado que gobierna y dice guiar con previsibilidad.

Ante cualquier opción, no es casual que al rescoldo del carbón con el que cocinaron carne y menudencias, Tato sueñe públicamente con una nueva candidatura, después de haber sido procesado, juzgado y encarcelado; y Ricardo Colombi haga decir a uno de sus partidarios que fantasea con la reforma porque le tiene un poco de envidia a Gildo Insfran, el faraón formoseño; y porque de otro modo varios de sus ministros y algunos colaboradores, muchos de los cuales se subieron al caballo de la sucesión, terminarán batiéndose a duelo por la herencia de un muerto que todavía vive. Y que recién está acomodando las calchas después de haber reasumido, este período de gobierno, el 10 de diciembre último. ¡Hace exactamente 96 días!

La clase política suele decir que hablar de candidaturas en años no electorales constituye al menos una falta de respeto. Hablar de una reforma constitucional, luego de 6 años de una anterior enmienda proyectada a por lo menos 4 décadas, ¿qué sería? ¿Y habilitar la rereelección al solo efecto de saciar la voracidad de un gobernador y de quienes están dispuestos a levantar la mano seguramente por algunos favores que serán exclusivamente personales, que categoría tendría?

Para no ser irrespetuoso, estaría bueno que sea la propia clase política quien califique estas acciones que justifican su descrédito.

 

Amnistía

Volviendo al jugo del vacío de ternera, bien vale destacar que en nombre del diálogo, Tato está en su derecho de decir lo que quiera. El asunto es que lo que quiere tiene límites que no lo puso ni la gente, ni la prensa, ni la política. Los puso la Justicia. Por esta misma razón, después de tantos años, ¿es posible un cambio tan abrupto del status quo judicial sin voluntades que abreven en la política?

¿Tendrá algo que ver lo que dijo Romero Feris (“Todavía no me dejan ser candidato, pero es algo que tiene que cambiar”) con algún “presente” en clave de promesa que le pudo haber acercado Colombi para no caer al almuerzo del miércoles con las manos vacías? ¿Qué tiene que ver el globo de ensayo de la reforma constitucional con todo esto?

Ricardo Colombi es un hombre inteligente. Un político dispuesto a todo pero también trabajador. No puede achacársele improvisaciones notorias. Por eso mismo, salvo que esté con problemas de soberbia, vanidad  o haya caído preso de un delirio mesiánico y crea que la provincia lo merece hasta el final de los tiempos, es muy probable que recule a tiempo con esta barbaridad hegemónica, cuasi monárquica.

Dicen los que saben, más bien, que Ricardo mandó a hablar de la reforma por al menos tres razones: una política, otra interna y otra social. Para mantenerse en campaña permanente, después de tantos años en el poder y del desgaste que ello conlleva; para apaciguar las fieras internas, que ya trabajan para sucederlo, canibalizándose; y de última para generar un tema de conversación ante la escasez de una agenda de trabajo que dé respuesta inmediata a los problemas que vienen de hace años sin que este gobierno, que también viene de entonces, pueda resolverlos.

Según dicen además, todavía extraoficialmente, al titular del Senado, Gustavo Canteros, ya le habrían anoticiado de que en cualquier momento podría tratarse un proyecto reformador. Parece que también le habrían hecho llegar la “mala nueva” el presidente de Diputados, Pedro Cassani, que está anotado en la carrera sucesoria.

Colombi dijo en más de una ocasión que con una reelección bastaba y sobraba. Los tiempos cambian, pero sería saludable que mantenga su palabra. Y ojalá todo esto, con el tiempo, sea sólo literatura. El delirio de una parte de la prensa que está viendo fantasmas del pasado. Otra parte de la prensa ni siquiera vio que Tato y Lalaca se juntaron tal vez para ironizar, con un banquete real, las comilonas de mayor rating de la televisión argentina actual. Aquellas que sostuvo Pablo Emilio Escobar Gaviria, el Patrón del Mal, para organizar su formidable y sanguinario negocio.

Casual o no, en aquella tira hay amores y odios, traiciones, cárceles, sangre y hasta una constituyente. El libretista correntino de este folletín, el de los patrones de Mercedes y San Luis del Palmar, parece inspirado en el capo de Medellín.

El preso sueña con la libertad, como el prohibido con la voluntad. En esta esquina sólo falta la realidad, que suele fallar, aliada al tiempo, inexorablemente.

¿Por qué ganó Ricardo Colombi?

(Lunes 16 de septiembre de 2013). Sólo si los datos de estas horas se confirman luego del escrutinio definitivo, se habrán confirmado también las tendencias previas. Y como las encuestas se convirtieron en votos ayer, puede decirse hoy que los ciudadanos de Corrientes se expidieron y decidieron la continuidad de Ricardo Colombi al frente del Gobierno de Corrientes. Ese dato constituye un hecho histórico, pues el mandatario mercedeño se convirtió en el primero en acceder por el voto popular a un segundo mandato consecutivo y uno de los pocos elegidos en sumar un tercer mandato desde que Corrientes se organizó institucionalmente.

Esta victoria obedece a un sinfín de razones, que trataremos de exponer en esta nota.

Horacio Ricardo Colombi, a sus 56 años, logró su reelección porque fue un buen gobernador que devino en buen candidato, casi por traslación.

Ganó porque la gente lo vio así: capaz de ser gobernador una vez más y pese a todas las deudas que los opositores pudieran endilgarle después de tantos años, suyos y de su primo, en el poder.

Ganó porque los ciudadanos vieron su fortaleza aún en condiciones de soledad política a nivel nacional. De hecho, esa fortaleza trocó en valentía para disputar contra el poder central, contra el sometimiento al que el kirchnerismo le tributa por sus triunfos políticos. Y esto pese a la sociedad que supo sostener con Néstor Kirchner y que forma parte de su pasado reciente.

Ganó porque pagó los sueldos en tiempo y forma y porque supo administrar los recursos del Estado pensando tal vez en la provincia, pero también en su propio pellejo. Dosificó tales recursos y llegó hasta este final en busca de su reelección con el apoyo del empleado, al que lo sostuvo con aumentos salariales progresivos y al que ahora lo benefició con la estabilidad.

También ganó por el temor. Por la posibilidad de que caigan todos los beneficios con el Gobierno. Empleados de las empresas proveedoras hicieron suyo el miedo de los dueños de perder el contrato actual. Y el trabajo es sagrado y multiplica, en este caso, los votos.

Colombi ganó porque, como un jugador de ajedrez, manejó siempre las piezas y los tiempos.

No hizo grandes obras, es cierto. Más bien hizo las suficientes para llegar con oxígeno a esta campaña. Reguló también los cortes de cintas y siempre estuvo en la consideración pública. De hecho siguió su propio axioma: “Cuando es época de elecciones, obras para arriba. Cuando no lo es, obras para abajo”. Así se expresó en una vieja entrevista con El Litoral.

Ganó también porque hizo buenas alianzas electorales, pese a que echó mano a lo peor del pragmatismo utilitario. Mostró un estómago de hierro y retomó las conversaciones con su primo Arturo, al que lo seguían algunos radicales; lo trajo consigo a Tato Romero Feris y usó la buena imagen de su esposa, Nora Nazar, para cosechar en las viñas del nuevismo; y puso en su lista por un lado a Pedro Braillard y por otro a Gustavo Canteros, agua y aceite en la gesta del 99 que además de ser histórica, atraviesa de contradicciones a la coalición entera. No importó.

Ricardo Colombi jugó con el enemigo externo, el kirchnerismo, y borró del horizonte local esas contradicciones del pasado. Jugó y ganó una batalla conceptual y cultural. Se dedicó a hablar de los valores del correntino, de sus luchas y llegó adonde quería: al corazón y al voto resultante.

Ganó porque supo elegir buenos candidatos para que lo secunden. Blindó las listas legislativas y obligó a los socios a sacrificarse por la causa. Miró estratégicamente y privilegió, como siempre, el contacto con la gente. Habló con ella de igual a igual, en su idioma y en su territorio.

Ganó porque supo usar los espacios y los medios. Porque supo comunicar su mensaje y su gestión, aún con los déficit que son muchos y estructurales, como los de vivienda y energía.

Ganó ayudado por el sistema electoral, por la sábana de papel, por la bolsita compradora, por el boleteo estratégico, por un acarreo eficaz y una fiscalización necesaria, aparatosa y costosa, restrictiva, pero útil.

Ganó porque estuvo bien asesorado, porque no se la creyó nunca y porque se granjeó el respeto de todos, aun de sus adversarios, por su enorme capacidad de trabajo que no empezó en agosto de 2013 con la campaña, sino en diciembre de 2005, cuando después de dejar a Arturo en el sillón de Ferré, se sintió echado del palacio. Entonces empezó su campaña. Volvió en 2009, por la puerta grande y cumpliendo una venganza intima. No se movió un ápice de ese norte y, habilitado por la ley, aspiró a la reelección que le fue arrebatada en su momento por las mezquindades de la política.

Perseveró y ahora acaricia las nuevas páginas blancas que le reserva la historia.

 

Por qué perdió Camau

En cambio, Camau Espínola perdió porque se apresuró. Se cegó en ser gobernador y apenas le alcanzaba para ser un buen intendente.

Perdió porque no pudo convencer a la gente de que su gestión era producto de un trabajo en equipo y no el resultado de cualquier administrador de billetera gorda.

Porque hizo pésimas alianzas electorales y porque como resultado armó listas indignas de un frente que pelea por el poder para ganarlo y sostenerlo.

Pagó caro, como cuentan de Esaú en el libro de Génesis, su hambruna de poder. La gobernación por lentejas. Así fue. Tarde es para arrepentirse.

Perdió porque así le fue con la batalla conceptual y cultural. Porque contrató profesionales para Hollywood, no para Corrientes. Porque hizo spot para los Oscar, no para que lo entiendan en el Iberá. Porque no supo llegar al correntino. De hecho ni al capitalino, para el que trabajó cuatro largos años.

Perdió porque arrastró la bronca antikirchnerista de una clase media y alta insultada en su ideología.

Porque no supo defenderse. Colombi atacó e hizo del ataque una forma de campaña. Acusó de cualquier cosa al kirchnerismo y al propio Espínola y este no logró desinstalar los agravios ni los rumores plantados por sus adversarios. Todavía resuenan, de hecho, aquellas suposiciones como la instalación de gente de villas porteñas en terrenos locales; aquello del supuesto estado de corrupción generalizado en la Comuna; un esquema de nepotismo exacerbado, según dicen; eso de que él es ella; o aquello de que Corrientes es y sería con más fuerza una escribanía de la Nación.

Perdió porque no pudo desactivar estas bombas de efecto ni demostrar que entiende la idiosincrasia del correntino. Porque estuvo mal asesorado.

Porque ocupó mal los espacios y los medios. Porque no supo comunicar su gestión, rica en obras como pocas. Porque no supo administrar  las acciones y los actos para crear las sensaciones de acompañamiento necesarias en una campaña.

Porque es suficiente con que Buenos Aires sea la capital como para que también sea centro de operaciones de una municipalidad a mil kilómetros de distancia.

Perdió porque la arrogancia porteña genera rechazo, y bronca la soberbia local de los que creen que han ganado todo y, las urnas lo demuestran, no han ganado nada.

Perdió porque no se gobierna por los medios ni para los medios sino para la gente. Una charla con un vecino es siempre más que una llamadita de tapa. Alguna vez lo entenderán.

Perdió porque la plata de la campaña hay que saber gastarla y aquí se gastó mal. Perdió porque se han cometido una serie larga de errores, de improvisaciones varias y porque jamás se pudo contener la interna que se desató al armar las alianzas, se agravó con los nombres de las listas y terminó de explotar con la derrota de las Paso.

Camau no perdió por kirchnerista, cosa que de hecho está en duda. Perdió por incauto y arrogante. Ojalá aprenda y pueda volver.