Napalpí, un llamado de atención

La Justicia federal del Chaco sentenció esta semana, arropada en un fallo histórico, que la masacre de Napalpí fue un “crimen de lesa humanidad” vinculado al “genocidio de los pueblos originarios”. Se trata, en rigor, de un hecho de estricta justicia; de reparación histórica, simbólica y política; y de un acontecimiento judicial de trascendencia no solo para la provincia vecina, sino para las comunidades organizadas del continente. Sucede que el fallo en cuestión es, desde ahora, un antecedente jurídico en castellano —y en lenguas qom y moqoit—, que demostró que es posible llegar con luz a los recovecos más oscuros de una historia nacional-oficial. Y que es posible hacerlo casi un siglo después. Que es necesario como viable militar la causa de los derechos humanos, profesionalizar investigaciones y petitorios, y forzar una atención institucional como la que se logró en el Chaco con su Poder Judicial federal.

El proceso probatorio y el fallo demostraron también quela Constitución y la ley pueden aportar más que una pena allí donde se cometen hechos aberrantes que pretenden quedar impunes, solapados o negados por decisión del poder perpetrador, que si no es el Estado, muchas veces actúa en complicidad con él, y con el paso del tiempo.

La sentencia del “juicio por la verdad” llevado adelante en nombre de los masacrados de Napalpí es muy rica en posibilidades de resarcimiento, y que no tienen que ver con resarcimientos económicos, asunto que desvela a parte de la sociedad que, imposibilitada de escindirse de su postura ideológica-economicista, obtura cualquier posibilidad de entendimiento de una comunidad que avanza y trata de restañar sus errores pasados, y las heridas consecuentes, aun con fallas o contratiempos.

Es, además, este juicio y fallo de Napalpí, una guía para avanzar con otros procesos, porque atropellos se cometieron y se cometen hasta el presente, tal vez ya no en la clave extrema de una masacre, pero sí como violaciones de los más variados derechos.

Debe quedar claro, por tanto, que todavía hay una extensa lista de masacres cometidas a lo largo de la historia que claman por justicia. Víctimas sobran, como victimarios de uno y otro lado de los cercos ideológicos en los que discurrió la política y el poder en Argentina y la América toda.

Desde este enfoque, hay otra fuente de fortaleza preventiva que emana de este juicio que concluyó en el Chaco: a lo largo de todo el litigio se pusieron en evidencia distintas formas de abuso en las que incurren los poderes que dominan; antes en las reducciones, después en los obrajes, ahora en las fábricas o en las oficinas. No hay discriminación de territorios. Por eso mismo, el juicio por la verdad de la masacre de Napalpí se constituyó en un llamado de atención. Y en una acción concreta para dinamitar los puentes posibles que pretendan sostener —en el presente o en el futuro— cualquiera de esas formas de sometimiento de las personas, sean estas aborígenes o criollas, mujeres o minorías excluidas.

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¿Qué fue entonces lo que pasó? Pasó que la Justicia federal de Chaco dio por concluido, el jueves, el juicio por la masacre de Napalpí, primero en su tipo en la Argentina y en el continente americano: un largo proceso iniciado hace años y sostenido hasta su muerte por personas comprometidas como Juan Chico, docente-investigador chaqueño de raíz aborigen que —dicho por todos— fue el motor del juicio. A Juan se le sumó luego mucha otra gente. De allí surgieron los testimonios y aparecieron los documentos. Se individualizaron sobrevivientes directos e indirectos de la masacre, que encauzaron y resignificaron sus historias con el aporte posterior de docentes e investigadores de la Universidad del Nordeste, que también resultaron piezas clave en el juicio.

Fue así como, luego de los alegatos, la Justicia determinó quela masacre de Napalpí fue un “crimen de lesa humanidad” vinculado al “genocidio de los pueblos originarios”. Que fue una matanza de entre 400 y 500 integrantes de las etnias qom y moqoit, perpetrada por policías de territorios nacionales, gendarmes y civiles armados que, ayudados por logística aérea, irrumpieron con una balacera en la zona de El Aguará, el sábado 19 de julio de 1924, en momentos en que se registraba una protesta por las malas condiciones laborales.

La sentencia, también novedosa y amplia en su alcance, declaró como “hechos probados” que el día de la masacre, “en horas de la mañana, alrededor de un centenar de policías se establecieron a una distancia cercana” de la zona de protesta y “desde allí dispararon con sus fusiles y carabinas, todos a la vez y a mansalva por el espacio de una hora”. Que “por el impacto de la balacera, cayeron muertos integrantes de las etnias qom y moqoit, entre ellos niñas y niños, mujeres —algunas de ellas embarazadas—, varones, ancianos y ancianas”.

Se dio por probado que “en algunos casos perdieron la vida varios de los componentes de una misma familia” y que los heridos que no pudieron escapar “fueron ultimados de las formas más crueles posibles”. También se precisó que los victimarios provocaron mutilaciones, exhibiciones y entierros en fosas comunes.

El fallo afirma que las condiciones de sometimiento a la explotación laboral de los indígenas, hacinamiento y hambre, explotación y abuso de las mujeres dio lugar a la protesta que derivó en la masacre, tras lo cual “desde el Estado se llevó adelante una estrategia de construcción de una historia oficial, a los fines de negar y encubrir la matanza, siendo presentados los hechos como un supuesto enfrentamiento” con solo cuatro bajas indígenas.

La jueza Zunilda Niremperger, a cargo del juicio, declaró como “hecho probado que existió responsabilidad del Estado Nacional Argentino en el proceso de planificación, ejecución y encubrimiento en la comisión del delito de homicidio agravado con ensañamiento e impulso de perversidad brutal”, y “reducción a servidumbre en reiteración de hechos que concursan entre sí (…) por el cual resultaron asesinadas entre 400 y 500 personas de los pueblos moqoit y qom en la Reducción de Indios Napalpí, ubicada en territorio nacional del Chaco”.

El voluminoso expediente que nutrió la investigación fue producto de una investigación que empezó en 2014 por iniciativa de referentes comunitarios como Juan Chico, y que fue motorizada por los fiscales encabezados por el doctor Federico Carniel.

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La riqueza de la sentencia, como se dijo, está fundamentada en su alcance resarcitorio que excede la condena, acción que no fue posible en este caso porque no quedan responsables vivos, ya que este suceso está a punto de cumplir 98 años.

En ese marco, la Justicia chaqueña estableció que la sentencia constituya en sí misma una forma de reparación, ordenando la traducción de los alegatos finales y la sentencia a las lenguas qom y moqoit, como ocurrió en simultáneo durante su lectura.

Reconoció además como medidas adecuadas de reparación, el pedido de disculpas realizado por el Gobierno del Chaco en 2008; la ley que declaró en 2010 lenguas oficiales, además del castellano, a las de los pueblos preexistentes; y los diseños curriculares de la Educación Intercultural Bilingüe para los tres niveles de la enseñanza obligatoria; además de la construcción del Sitio Histórico Memorial Napalpí en 2021.

Por lo demás, estableció una serie de medidas de reparación como la publicación de la sentencia en el Boletín Oficial de la Nación; la proyección del juicio por la verdad en la Televisión Pública, y la inclusión, dentro de los diseños curriculares nacionales de todos los niveles, del estudio de los hechos probados de Napalpí. Ordenó además al Equipo Argentino de Antropología Forense que establezca un plan de trabajo para continuar con las excavaciones, búsqueda y exhumaciones de fosas comunes de las víctimas, a costa del Estado nacional.

También le ordenó al Estado la realización de un acto público de reconocimiento de su responsabilidad con participación de las víctimas, mientras que al Ministerio de Seguridad de la Nación y del Chaco les reclamó que incorporen a la instrucción de las fuerzas federales y provinciales un módulo sobre respeto a los derechos humanos de los pueblos indígenas.

El fallo también convocó al Congreso a fijar la fecha del19 de julio como Día Nacional de Conmemoración de la Masacre de Napalpí, y exhortó al Estado nacional a la implementación de un plan de políticas públicas de reparación histórica a los pueblos qom y moqoit, y a fortalecer las políticas públicas de prevención y erradicación del odio, racismo, discriminación y xenofobia garantizando la perspectiva de los pueblos indígenas en los ámbitos de salud, educativos y culturales, todo ello en consulta previa con las comunidades

Campo negro

El fuego que arrasa la provincia de Corrientes ya redujo los campos usualmente verdes a enormes manchones negros de carbón y cenizas, y con ello menguó el trabajo de años en los centros de investigación y de producción tanto forestal como de pastura, ganadera y turística, además de amplísimos sectores destinados a la preservación del ambiente. Las pérdidas, que están siendo cuantificadas en el marco de un proceso dinámico y en curso, deberán ser afrontadas por el Estado en todos sus niveles y también por las empresas y los particulares. En el medio, acusaciones de las más variadas pusieron en alerta al sistema político, que encontró un punto más de tensión a los temas controversiales de la agenda diaria.
Los datos son dramáticos. Según los registros del Inta local que se conocieron el viernes, hasta el momento los incendios afectaron 786 mil hectáreas, es decir, el 8,8 % de la superficie total de la provincia. El tamaño de las pérdidas y las formas y la celeridad de la ayuda es lo que ahora concentra la tarea de los técnicos provinciales y nacionales.
Los sectores afectados se multiplican con los días: los hay en poblaciones urbanas, periurbanas, rurales, y en los sectores productivos y de reserva ecológica, puesto que las llamas, en complicidad con la sequía prolongada que no da tregua, también hicieron estragos en los Esteros del Iberá, ecosistema que en épocas de normalidad es dominado por el agua. El perjuicio, por tanto, se siente en la naturaleza pero también entre los vecinos de vastos poblados, entre los chacareros menores y entre los empresarios que explotan grandes extensiones de terreno con forestación o ganado, con arroz o maíz, yerbas o cítricos, y también afecta a las administraciones del Estado, sobre todo a aquellas instituciones públicas con años de trabajo científico devorado por las llamas. 
He aquí el punto central del debate que se viene. Y también la razón de la mesura con que la clase dirigente pareció reaccionar tras los primeros días de verba inflamada, escudo de la inacción, desesperación, e incluso de la incapacidad de cooperación por las miserias de la política que afloran siempre, pero sobre todo en circunstancias como estas. Todos los sectores involucrados intentan sacar partido de una situación que, en definitiva, nos costará reponer a los correntinos, y a los argentinos por extensión.
La gente que se vio abrasada por las llamas, que perdió todo su esfuerzo de años, reaccionó de inmediato reclamando alguna contención. Fueron los que gritaron desde un primer momento para que este tema fuera sopesado en su dimensión real, razón por la cual demandarán, de aquí en adelante, por la cadena de responsabilidades.

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¿Quién es responsable por esto que pasa en la provincia? ¿Qué obligaciones tiene el Gobierno y cuáles tendrán los particulares? ¿Cuáles son las prácticas culturales sobre el manejo del fuego para limpieza o rebrote que debemos observar o reeducar? ¿Qué pasa con las normas que regulan el uso de las llamas y sus penas cuando se quebrantan? ¿Qué pasará con los bomberos? ¿Alcanza con que sean abnegados voluntarios entregados a los otros, pero que arriesgan sus vidas sin capacitación específica permanente ni elementos adecuados? ¿Qué debió hacer la Provincia? ¿Qué debe hacer la Nación? En situaciones como estas, ¿es necesario llegar al límite de la ruina para activar protocolos de ayuda? ¿Nunca se podrá prevenir una catástrofe de esta naturaleza? ¿Cuántas de estas quemas son intencionales y cuantas espontáneas? ¿En qué trabajan las áreas específicas de los gobiernos? ¿Para qué los Estados crean dependencias ad hoc si al final las responsabilidades terminan cayendo sobre el conjunto, o sobre nadie, viciando el resto de los debates o incluso el resto del funcionamiento del Estado? ¿Hasta dónde llega la autonomía provincial? Esa autonomía, que suena lindo a los oídos de los autodeterminados, ¿sirve de algo sin recursos adecuados y bien distribuidos? ¿Sirve una autonomía pobre que alimenta los discursos en épocas de normalidad, pero que te deja en evidencia y te hace doblemente dependiente en épocas de necesidad? Un Estado provincial pobre subordinado siempre del Estado nacional rico, ¿es viable para proyectar un futuro de crecimiento y desarrollo?

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La situación es desesperante y los recursos no están o son insuficientes o están mal administrados, pese a que la ayuda empezó a llegar desde todos los cuadrantes. Ayuda económica, de logística y brigadistas enviados por la Nación y por distintas provincias para combatir el desastre. Incluso desde Brasil empezó a ingresar material y gente. ¿Sirve? Sí. ¿Recién ahora? Podemos discutirlo. ¿Debió venir antes? Sin dudas.
Desde este punto de vista surge la segunda clave para afrontar el problema. ¿Cómo iniciar la reconstrucción, cuándo, bajo qué esquema de prioridades? 
El gobernador Gustavo Valdés habló entre el viernes y ayer de pérdidas que están en el orden de los 25 mil millones de pesos. Hay quienes como el exministro Jorge Vara —ahora muy presente en los medios—, que calculan el estrago, al día de hoy, en 55 mil millones de pesos por lo menos.
El trabajo consiste entonces en determinar la asistencia inmediata para los que perdieron todo. En cómo cubrir las pérdidas ocasionadas a mediano plazo y en cómo reconstruir y proyectar el futuro, que son cosas bien distintas, sin contar con la urgencia de recuperar los años de investigación, trabajo e infraestructura acumulada de las que hoy no quedan más que rastros calcinados.
Valdés pidió el viernes por la unidad. “Tenemos que juntarnos. No hay lugar para las grietas y las chicanas políticas. Ni para los trolls, ni para las injurias personales que estamos recibiendo. Hoy nos tenemos que juntar para poder salir adelante”, dijo, aludiendo de ese modo a los ataques —sobre todo virtuales— que recibió en los últimos días.
La situación lo puso en el centro de la escena a recibir todos los golpes de una situación que todavía está en proceso y que, como él mismo dijo, no permite vislumbrar una salida inmediata sin ayuda de la naturaleza: sin las lluvias que se niegan y que ponen a Corrientes en situación de jaque agobiante.
Según dijo ayer, recién el viernes por la noche habló con el presidente Alberto Fernández. ¿Qué fue lo que postergó por tanto tiempo una comunicación entre ambos hombres que hasta no hace mucho no escatimaban en la dispensa de halagos? No se sabe. Ojalá esa charla prospere y fructifique.
Un día antes, en contacto con este diario, Valdés se quejó de la falta de coordinación en relación a la ayuda, lo que produjo fugas en los recursos existentes. También dijo que los millones que dice Nación que había enviado aún estaban en camino, salvo el efectivo que acordó con Wado de Pedro: 200 millones de pesos.
Casa Rosada informó por su parte, a través de sus voceros, que ya envió 1.000 millones, amén de brigadistas, aviones, autobombas, maquinarias e insumos. Incluso una fuente de acceso al despacho presidencial le dijo a El Litoral, ayer, que el Ministerio del Interior prepara otro desembolso, mientras el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, planea otro aterrizaje para hoy en la provincia.

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Mientras todo esto ocurre, el clima no da respiro. Las lluvias anunciadas para hoy, ahora se corrieron para mañana. La superficie quemada al 16 de febrero era de 785.238 hectáreas, según detalles presentados por el grupo de Recursos Naturales de la Estación Experimental Agropecuaria Corrientes del Inta. Pero hay otro dato inquietante. El ritmo de progresión del fuego entre el 7 y el 16 de febrero (los últimos 9 días) fue de casi 30 mil hectáreas diarias. En un informe anterior, esa tendencia era de 20 mil hectáreas diarias.
Estos parámetros justifican la decisión que tomó el viernes Valdés de declarar zona de catástrofe ecológica y ambiental a la provincia. Al anunciar la medida, dijo que el cambio climático está golpeando fuerte. Los efectos de esa frase están a la vista; dejaron de ser teóricos hace tiempo, pero ahora se muestran de manera más que descarnada. Hay allí, entonces, una tercera clave. Empezar a trabajar y a educar pensando en el ambiente como algo más que un entorno escenográfico mejor o peor dotado según el código postal de cada uno.

Valdés ratificó rumbos, pero con prudencia

Si alguien exigiera un calificativo para nombrar lo que fue la reasunción de ayer de Gustavo Valdés, ese podría ser la prudencia. La prudencia es el comportamiento orientado hacia una promesa de felicidad, la virtud de obrar de forma justa, adecuada y con moderación. Es la capacidad de pensar ante ciertos acontecimientos sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios. Es también una capacidad que consiste en distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia. Y eso fue lo que quedó en el tamiz de un protocolo activado para oficializar una continuidad, la de Valdés como gobernador de Corrientes.

El hombre habló más bien poco, y lo hizo en términos conceptuales, sin grandes anuncios ni proyecciones distintas a las que trazó hace 4 años, cuando estructuró el perfil de su gobierno sobre los pilares de la modernización, el desarrollo y la inclusión.

Esa carta de presentación sobria, moderada en relación con las expectativas que genera su figura y su poder de mando, y que proyectó el nivel de acompañamiento electoral del mes de agosto, tal vez otea en el horizonte las dificultades económicas que serán, a la par de la cuestión vital-sanitaria, el mayor perjuicio de la pandemia. El tiempo que viene será difícil, dijo. Lo dijo varias veces. Su rostro, su tono de voz y su postura se aunaron para convertir esas frases en sentencia. Hasta en los festejos fue mesurado. Correspondió lo justo y necesario a la tribuna de militantes, sobre todo de mujeres, que gritó una o dos veces y aplaudió siempre cada una de las palabras, sobre todo las estribadas en el futuro. Sobre la fe en el futuro.

La solemnidad fue también, ayer, una invitada de tiempo completo, tanto en la Legislatura donde juró como gobernador reelecto de Corrientes, ante la Asamblea Legislativa, como después en la plaza, donde se calzó los atributos del mando. Nada se corrió de lo establecido: un protocolo celoso que permitió solo el ingreso de invitados, hasta que después, como en goteo, la gente prolijamente se fue acercando hasta el frente de la reluciente fachada de la Casa de Gobierno, por calle Salta. Allí se montó el escenario para el acto de posesión y colocación de atributos: banda confeccionada por sastres militares y bastón de madera y plata labrada por un artesano mercedeño.

En la Asamblea, los tonos de solemnidad se disiparon apenas, por instantes, en ancas de la voz quebrada de Pedro Braillard Poccard, quien juró como vicegobernador, una vez más, en ese recinto que tanto tiene que ver con su propia historia fluctuante como protagonista de la historia institucional de Corrientes. Juró, se hizo cargo del acto y su acción fue largamente vitoreada por la gente que pudo ingresar al recinto de sesiones, custodiado como pocas veces en función de las limitaciones impuestas por la pandemia.

A la hora del discurso, Valdés fue al grano, en clave de enumeración. Modernización, desarrollo e inclusión. Autonomía, federalismo, industrialización, diversificación productiva, Iberá-turismo, generación de empleo, inversión en infraestructura, en internet, en educación. Fue largo el párrafo dedicado a la educación pública y a los maestros, y a la Universidad del Nordeste, y también extenso el dedicado a la pandemia, a los héroes y a sus mártires. Mencionó a todos: desde los enfermeros y médicos hasta el último de los administrativos afectados al control de la peste.

Habló del hospital de campaña, de los respiradores fabricados en Corrientes, de las vacunas y de la gestión sanitaria, que garantizó la atención para cada correntino que lo necesitó y que permitió que aún ante todas las dificultades, el 95% de la producción siga funcionando. Eso dijo el gobernador.

Lo demás fueron agradecimientos. El más importante, a la ciudadanía, que volvió a honrarlo con el cargo para que gobierne la provincia por otros 4 años. Asumió ese compromiso. Lo dijo varias veces, quizás para borrar del corto y mediano plazo esa sensación de zozobra que genera la sola posibilidad de que proyecte su acción a nivel nacional. Valdés es garantía de liderazgo y argamasa del frente gobernante, un ensamble de 32 partidos políticos, por lo que no es lo mismo plantear un escenario de futuro con él adentro que con él afuera.

Agradeció a los que lo votaron: al 77% de los correntinos que lo reeligieron en el marco de una elección sin precedentes, con una diferencia superior a los 53 puntos porcentuales. A los que lo votaron una y otra vez este año, a los que hicieron posible el 3 a 0 en función de los tres turnos electorales.

Valdés se apropió de los símbolos y los puso en escena: los 38 años de democracia, Raúl Alfonsín, los 20 años de la alianza local, la que empezó a gobernar en 2001. Incluso recordó los 200 años de la primera Constitución de Corrientes, sancionada en 1821.

Democracia y Constitución, para obrar de buena fe, según dijo, para escuchar a la oposición antes que imponer los números que el oficialismo tiene y de sobra en la Legislatura, para ser esclavos de la ley y no de los tiranos, dijo. Diálogo y escucha, reiteró.

Valdés habla para todos, pero también para destinatarios específicos, aunque ayer haya usado la generalidad.

Todavía hay asuntos que cumplir para que la reasunción se complete; por caso, la puesta en funciones de su nuevo gabinete. Anoche agradeció a sus ministros, a quienes lo acompañaron hasta acá, pero no dijo más que eso. Estas horas serán cruciales para terminar con el misterio y saber con quiénes, y a qué velocidad, el gobernador pretende encarar este segundo período.

Agradeció a los presentes, muchos invitados que vinieron incluso de otras provincias, funcionarios, legisladores nacionales y exgobernadores, como el chaqueño Angel Rozas. También estuvieron casi todos los exgobernadores correntinos de la democracia, desde José Antonio Romero Feris hasta Horacio Ricardo Colombi. A ambos les agradeció especialmente. A uno por ser el primero en la era de los votos, y al otro por ser su mentor. “Gracias, Ricardo, como siempre”, le dijo. El gentío, entonces, estalló en un bramido.

-¿Cómo está, senador? ¿Todo bien?- fue entonces la pregunta.

-Como niño al colegio- fue entonces la respuesta.

Gustavo Adolfo Valdés, mientras tanto, ya asumido, se convertía en el gobernador constitucional reelecto por el mayor caudal electoral que recuerden los escrutinios provinciales. Sus padres y dos de sus hijos, además de su esposa, seguían atentos cada movimiento, parados sobre el escenario montado frente al rosado iluminado de la refaccionada fachada de la Casa de Gobierno, sobre un fondo verde-radical que estilizaba sus galerías centenarias.

Braillard Poccard también oficiaba de testigo, como la escribana mayor de Gobierno, fedataria de este instante de historia en tiempo presente que, como continuidad, no registra antecedentes en la convulsionada vida institucional de Corrientes.

Las condiciones del tiempo acompañaron. Por momentos una brisa fresca se llevaba los calores y alejaba el peligro de las caras sin barbijos, muchas de las cuales olvidaron el filo de las garras del covid para inmortalizar el momento bajo el imperio de la única certificación válida en estos tiempos: la certificación de asistencia que otorga una foto, que es mucho mejor si es una selfie.

Nueva victoria de ECO y de Valdés: la más abultada de la oposición en todo el país

Gustavo Valdés lo consiguió. El Gobernador obtuvo respaldo también en el tercer turno electoral y batió un nuevo récord: consiguió que el Frente ECO + Vamos Corrientes coloque dos senadores (radicales) y dos diputados nacionales en el Congreso, hecho que no encuentra antecedente en la historia reciente de la política local y que lo ratifica como gran elector provincial después de la performance con la que logró su reelección en el mes de agosto.

Más aún: consiguió arrebatarle 8 de las 15 comunas administradas por el PJ y sus aliados, lo que constituye otro hito electoral del oficialismo, pues además de quedarse con los tres turnos electorales (ganando la Gobernación, las Paso y las Legislativas) redujo a menos del 50% el poder territorial que ayer puso en juego el justicialismo. Se trata de un golpe durísimo para la oposición y, por la positiva, de un nivel de apoyo para Gustavo Valdés que será difícil de igualar para cualquiera que intente el desafío.

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El buen momento de Valdés, producto de varios aciertos en la gestión, sobre todo en el manejo de la pandemia, proyectan su figura al escenario nacional, vidriera en la que viene exhibido y de la que participa como armador de un nuevo esquema de poder dentro de la UCR, que a su vez se sirve de su figura, juventud y liderazgo político para intentar una reconstrucción de cara a un futuro inmediato y mediato.

No en vano, en plena campaña, Valdés fue a reforzar las candidaturas opositoras en Chaco, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe, incluso en La Pampa y Buenos Aires. Hoy mismo se encuentra allí, para analizar los números con los popes del viejo Cambiemos.

Pero de aquí en adelante, hay mucho en juego y mucho por decidir, sobre todo porque Valdés aún transita su primera gestión, debe preparar su segundo mandato y el calendario, al estar desfasado, lo pone en un aprieto: cumplir acabadamente su compromiso con los correntinos, o asumir un desafío mayor, nacional, con lo que ello implica tanto en la cuestión interna (radical, aliancista) como en lo institucional (cómo resolver una eventual vacancia en el gobierno provincial).

Valdés es un hombre joven, pero es también la garantía de una unidad que podría discutirse ante una posible ausencia del plano local, razón por la cual la tarea que tiene por delante es más bien compleja, producto de un crecimiento exponencial en torno a su valoración política. Ayer mismo, con el 59% de adhesión electoral, Corrientes fue el distrito donde la oposición nacional consiguió el techo más alto a nivel país.

Hay allí un enorme capital político, pero también una fortaleza que es variable y sensible a elementos que muchas veces no dependen solo de la voluntad personal. El tiempo dirá cómo y en qué medida Valdés utiliza esos activos.

Por lo pronto, los días que siguen serán seguramente de análisis y evaluación. Es que Valdés consiguió las tres elecciones que disputó, alcanzó su reelección con guarismos récord (ganó con el 77% de los votos y una abrumadora diferencia de 53 puntos porcentuales), las Primarias de septiembre (con un holgado 58,86 a 34,41%) y ayer logró dar vuelta la correlación de fuerzas en el Senado de la Nación (con un 58,98 a 36,53%), lo cual lo coloca en los primeros planos de la taquilla electoral de un país que reclama una renovación en los liderazgos.

Que además su figura se proyecte desde una provincia de la periferia, con ideas que tensionan la plataforma actual del federalismo fiscal y cultural, de desarrollo e inclusión, ilusiona a más de uno y pone en guardia a otros.

Sus pergaminos estriban en la gestión, y es eso lo que se tradujo en acompañamiento electoral en la elección de agosto y de septiembre. Ese efecto arrollador hundió aun más a la oposición en sus propios laberintos, que cedió espacios políticos, pero también se arrinconó en el territorio, lo que es en sí mismo un triunfo para Valdés y los suyos y una nueva derrota del peronismo que no encuentra el rumbo. Lo más parecido a eso se remonta a cuando Camau Espínola fue candidato a gobernador con expectativas reales.

Ayer el peronismo sufrió un nuevo impacto. De las 15 comunas que se disputaron, el oficialismo correntino consiguió imponerse en ocho: San Luis del Palmar, Herlitzka, Itatí, Loreto, Cruz de los Milagros, San Isidro, Santo Tomé y Saladas. El PJ retuvo Santa Lucía, Esquina, San Roque, Yofre, Mercedes y Paso de los Libres. Emiliano Fernández, del Frente Renovador, retuvo Virasoro. Muchas son comunas grandes e importantes. Sumadas a los tres municipios obtenidos en agosto, la oposición sostendrá el control sobre una decena de municipios, de un total de 74. De ese número, ECO gobernará 62. Ni más ni menos.

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Las claves del éxito estriban en la administración del gobierno, pero también en la gestión política. Sobre todo aquí. Valdés supo manejar los problemas reales y los provocados, y anular las amenazas que, dado el debilitamiento sostenido de la oposición, se encuentran en mayoría puertas adentro del radicalismo. Movió sus fichas adecuadamente y sopesando las oportunidades para neutralizar las potenciales zancadillas.

Para afuera estructuró un discurso convocante para los correntinos y ahora también estructura uno para el país. Lidera la voz opositora de los gobernadores del Norte Grande, espacio que debería retomar su marcha y seguir su plan de concreciones. Fue paralizado por las elecciones, pero ahora ya no hay razones para que siga de puertas cerradas.

Se propone objetivos y muchos de ellos son compartidos por la mayoría. Hace, en suma, lo que debe hacer. Y es eso, en definitiva, lo que ahora se espera. Despejado el calendario de compromisos electorales, controlados los efectos paralizantes de la pandemia, ahora es tiempo de hacer lo que hay que hacer. La lista de pendientes está, pese a todo, lleno de prioridades y de urgencias.

Valdés gana y mira la historia

 

Con una afluencia de alrededor del 64% de los votantes habilitados y escrutado el 99,84% de los votos, el frente ECO+Vamos Corrientes se impuso ayer en las elecciones correntinas sobre el Frente de Todos, con una diferencia más que abultada de alrededor del 24%. Fue un holgado 58,80% a 34,45% en todo el territorio, aunque menor en relación con la abrumadora elección que consiguió el gobernador Gustavo Valdés hace 15 días, cuando logró su reelección con el 76,91% de los sufragios y una diferencia superior a los 53 puntos porcentuales.

El Gobierno de Corrientes se adjudicó la victoria alrededor de las 21, minutos antes de conocerse los resultados oficiales y antes de que Valdés viajara a Capital Federal para la foto del triunfo nacional de Juntos, en el marco de un breve y sencillo acto celebratorio en el que el propio Gobernador dijo que ganaron la elección con el acompañamiento de alrededor del 60% de los votos. Acto seguido sostuvo que “vamos a poner el alma y el corazón para defender a los correntinos”, al tiempo que pidió mayor compromiso y trabajo militante “para ampliar esta diferencia y tener dos senadores nacionales” en noviembre.

¿A qué se debe ese pedido del Gobernador? En principio, a que lo sucedido ayer debe confirmarse en en las elecciones generales del mes de noviembre, pero sobre todo a la historia.

Valdés quiere ganar la próxima elección, hacer el 3 a 0 en relación a los tres turnos electorales de Corrientes, torcer la regla que indica que las elecciones provinciales son radicales y las nacionales son peronistas. Pero además, y sobre todo, quiere conseguir los dos senadores nacionales, que es la presea más importante para el ituzaingueño.

El asunto es así. El gobernador de Corrientes pretende conseguir lo que no pasó nunca antes en la historia institucional de la provincia y, por lo tanto, nunca antes en la Unión Cívica Radical: que los dos senadores por la mayoría sean de ese partido, el suyo.

Desde el retorno de la democracia y hasta el proceso institucional que recomenzó en Corrientes en el año 2001, tras la última intervención federal, los senadores nacionales fueron siempre de distintos partidos, más allá de la supremacía aliancista, que desde 1983 hasta 1994 fue siempre favorable al Pacto Autonomista Liberal.

En 1994 opera la reforma de la Constitución Nacional y desde entonces las provincias aumentan su número de senadores: de dos se pasa a tres y se impone el sistema vigente en la actualidad: 6 años de mandato para los tres senadores que van al Congreso representando al estado provincial, siguiendo esta lógica: dos por la mayoría, es decir, quien gana la elección, y uno por la primera minoría o para la fuerza que hubiera salido segunda en la compulsa.

El Pacto se quedó con la totalidad de los cargos desde el año 1983 en adelante, con postulantes como Gabriel Feris, Ricardo Leconte, Juan R. Aguirre Lanari y José Antonio Romero Feris.

Ya para la década del 90 y con la reforma constitucional estrenada, el Pacto empezó a ceder lugares, aunque los partidos provinciales dieron pelea por algunos años más con las reelecciones de José Antonio Romero Feris e Isabel Viudez, por ejemplo, que primero entró por el autonomismo y después fue representante del Partido Nuevo. De hecho, Viudez fue la reemplazante de Raúl Rolando “Tato” Romero Feris, quien fue electo en 2003, pero no pudo asumir porque su pliego no pasó el tamiz de la comisión de Asuntos Constitucionales, a cargo por aquellos años de Cristina Fernández de Kirchner.

Lázaro Chiappe fue otro de los referentes provinciales en el Senado, representando al Partido Liberal. Después empezaron a aparecer referentes del Partido Justicialista, como los senadores Angel Pardo y Rubén Pruyas.

En el año 2003, además de Romero Feris, fueron electos Fabián Ríos y Anahí Sánchez, uno del PJ y la otra de la UCR.

El antecedente que el gobernador Valdés tiene más próximo en la historia que está mirando es del año 2009. Entonces la elección la ganó el Frente de Todos, sello electoral de la alianza oficialista comandada por el radicalismo que se quedó con Arturo, tras la pelea de los primos Arturo y Ricardo Colombi. En ese momento fueron electos Josefina Meabe de Mathó (del Partido Liberal), José María Roldán (de la UCR) y Eugenio Nito Artaza, radical de cuna, pero que ingresó al Congreso por la alianza Encuentro por Corrientes, para luego dar el salto hacía la creación de su propio partido y, finalmente, años después, aliarse al frente opositor en Corrientes, ligado al movimiento peronista.

En 2015, pese a la supremacía radical en la provincia de Corrientes, Carlos Mauricio “Camau” Espínola y Ana Claudia Almirón, ambos del PJ, se quedaron con las senadurías nacionales de la mayoría y Pedro Braillard Poccard (del Partido Popular, pero contado como senador PRO), con la banca de la minoría.

Es por eso que de ratificar el triunfo de ayer en las elecciones del 14 de noviembre, el radicalismo, por primera vez en su historia, tendría dos senadores nacionales por Corrientes en el mismo período, y Valdés -en su indiscutido rol de gran elector- colgaría una nueva cucarda en su vitrina de éxitos políticos. Éxitos, a priori, difíciles de igualar y superar y que sustentarían con mayor fuerza el esquema de proyección nacional sobre el que vienen trabajando en el radicalismo de cara a las elecciones de 2023, más allá del lugar que ocupe el gobernador en el armado electoral opositor.

La historia, como queda visto, es central en este presente y en el futuro inmediato de la alianza oficialista correntina. De eso habla Valdés y hacia allá se encamina. Que logre este último objetivo dependerá en gran parte del trabajo de la alianza ECO+Vamos Corrientes en las elecciones de noviembre.

La oposición, que ayer festejó una gran remontada después de la abrumadora derrota del 29 de agosto, tiene en sus manos, en todo caso, tomar nota de lo sucedido hasta aquí, hacer todo lo que haya que hacer y hacerlo bien, sin fallas. Aun así quizás no le alcance, pero no será el mismo punto de partida para las revanchas del año 2023. Las cartas, de uno y otro lado, ya tienen dos manos jugadas. Queda una y muy valiosa, antes de que termine el juego de este año.

Arrasó Valdés e hizo historia

Ganó Gustavo Valdés y se convirtió en el segundo gobernador reelecto de Corrientes, en el marco de una victoria histórica, puesto que arrasó en todo el territorio de la provincia con un porcentaje superior al 75%. Tal diferencia, de alrededor de 50 puntos porcentuales frente al candidato peronista Fabián Ríos, que cosechó el 24%, convirtió al mandatario en el hombre más votado que registre el devenir institucional de la provincia.
Semejante nivel de acompañamiento popular consolidó el liderazgo político interno de Valdés, que ahora se proyecta al país en clave de espaldarazo para sus correligionarios radicales que se juegan y mucho en las Paso de septiembre, de cara a las Generales de noviembre.

Ganó Valdés y lo hizo en el marco de un proceso limpio, que se mantuvo ajeno al epílogo violento que tuvo, vaya paradoja, una campaña de las más tranquilas que haya registrado la provincia desde que se organizó institucionalmente hace 200 años, en 1821.

Si alguien buscó una pesca abultada revolviendo las aguas con el tiro que recibió el diputado Miguel Arias, ese alguien debería replantearse sus estrategias. El resultado electoral deja en claro que la ciudadanía supo separar un hecho de extrema gravedad, repudiable sin cortapisas y que debe investigarse hasta las últimas consecuencias, de un acto político, democrático, cuya institucionalidad goza de una consolidación que no registra antecedentes en más de un siglo.

Pero más allá de la coyuntura de la jornada de cierre de campaña, ensombrecida por los episodios de Tapebicuá, el triunfo de Valdés tiene anclajes más profundos. El enorme apoyo conseguido viene de más lejos. Algunas de las claves podrían ser las siguientes:
La alianza ECO+Vamos Corrientes, el radicalismo correntino e incluso el propio Valdés supieron transmitir un modelo creíble, inmune a los efectos desgastantes de una estadía prolongada en el poder por parte de la alianza; inmune al aburguesamiento de sus funcionarios y a la lentitud de los procesos de cambio que demanda parte de la ciudadanía.

Valdés y el gobierno que lidera supo generar anticuerpos para los ataques externos, para las crisis imponderables, pero sobre todo para la protección interna, mecanismo que funcionó incluso contra sus propios errores, muchos de los cuales se cometieron por error o descuido en el último tiempo.

La reelección de Valdés es el resultado natural de haber encarado el proceso electoral en su mejor momento personal, avalado por una aceptación popular muy alta, y también en el mejor momento de su gestión, que se valoró, en contraposición de los excesos, por un manejo exitoso de los efectos devastadores, sanitarios y económicos, de la pandemia de coronavirus.

Ganó por sus acciones, más que por sus argumentos. Y porque se convirtió en la personalización de una fe en el futuro, suficiente para el 75% de los correntinos que ayer fueron a las urnas. El hospital de campaña, el asunto inicial de los respiradores, la construcción de la nueva cárcel, la gestión tecnológica y de los parques industriales e incluso la intervención en el interior, pero sobre todo en Capital, hablan por sí solos.

La reelección de Valdés viene de lejos, desde 2019. En las elecciones de medio tiempo plebiscitó su gestión y no solo capitalizó un triunfo histórico, ya entonces con una diferencia de más de 40 puntos, sino que además sumó a su favor la atomización de la oposición que sigue sin poder encontrar el rumbo.

Desde diciembre de 2019 Valdés gobernó con mayoría calificada en ambas cámaras de la Legislatura, incluso así no pudo conseguir la aprobación de normas clave, como el voto joven o la paridad de género. Esa negativa parlamentaria, que cualquiera pudo haber leído como debilidad, fue otra fortaleza, porque, por un lado, no forzó cambios abruptos para los que muchos no están aún preparados y, por el otro, se mostró como un gobernador republicano, respetuoso de la división de poderes y mesurado a la hora de hacer uso de esas mayorías legislativas.

Hábil negociador, Valdés superó a su mentor, Ricardo Colombi, con un trato sustentado en el diálogo y la cooperación, luego de haber construido para adentro un liderazgo fuerte, pero un liderazgo horizontal para afuera, lo que se materializó en el armado político aliancístico más nutrido desde que este modelo empezó a funcionar en el año 2001.

No las tuvo siempre fácil. Debió lidiar muchas veces con la interna radical (que es la interna más seria que enfrenta), pero antes que quebrar logró encapsular a los díscolos, muchos de los cuales, criados en las lógicas del colombismo, tuvieron que avenirse a las nuevas formas del ejercicio del poder.
Además, sin olvidar nunca aquel postulado de la “continuidad con cambios”, pudo sortear las críticas que reciben algunos miembros de su gabinete heredado, pero además, para afuera, construyó una relación personal e institucional seria con el presidente Alberto Fernández. Esto le permitió una convivencia que hace tiempo no se veía entre ambos estamentos del Estado (en tanto opositores), con los beneficios que eso acerca en planos de la administración y gestión. Y también en el plano político. Valdés nunca descuidó este plano y más allá de Fernández, se convirtió también en una referencia del Consejo Regional del Norte Grande, que es la llave diplomática para futuras realizaciones.

Valdés ganó la escena pública, mediática e incluso supo colonizar el nuevo territorio digital. Es uno de los que mejor entiende esa nueva lógica de comunicación y eso también fue un factor coadyuvante de la victoria de ayer. Consiguió su reelección y, en su condición de gran elector provincial, ayudó también a la reelección de Eduardo Tassano, quien en ese mismo acto quebró un maleficio histórico que impedía repetir a todos los intendentes capitalinos que lo intentaron.

El PJ aceptó la realidad, prometiendo no dejar las convicciones. Resta ahora saber si este mismo Frente de Todos que se reunificó atado al recurso del autoindulto, frizando sus errores y peleas internas, pasadas y presentes, podrá reponerse para los compromisos que vienen: las elecciones nacionales que, en perspectiva histórica, siempre les fueron más favorables.

Dados los resultados de 2019 y los de ayer, el caudal electoral de la oposición es un cimiento todavía lejano y movedizo.
El replanteo tal vez incluya un plan que supere la mera crítica, o el vacío pedido de oportunidades por el solo hecho de que el otro ya tuvo suficiente tiempo.

Tal vez el replanteo modifique el estado de resignación con el que el PJ fue a esta campaña, dejando al Gobierno más que una zona liberada para que consiga lo que logró ayer: la diferencia más abultada en una primera vuelta que recuerde la historia.

Quedan muchas dudas: varias cuestiones que la oposición provincial deberá resolver en nombre de la política, de la república y del libre juego de la democracia, si es que de verdad quiere ser una opción real de poder y no un mero relator enojado. Porque, aun siendo verdad que los otros hacen las cosas mal, eso solo no habilita a pensar que los propios lo hagan bien. Hay un mensaje a escuchar, salido ayer de las urnas.

Cosa de hombres

 

Más allá de lo que se dice, la política en Corrientes sigue siendo cosa de hombres. No hay declamación paritaria que valga ante la contundencia de los hechos. Y los hechos son estos: las principales fórmulas que competirán por la gobernación el próximo 29 de agosto estarán compuestas por hombres. Gustavo Valdés y Pedro Braillard Poccard por un lado, Fabián Ríos y Martín Barrionuevo por otro. Un abogado y un ingeniero a la cabeza, otro abogado y un contador como escoltas.

En la mayoría de las intendencias pasa lo mismo. La Capital es una muestra suficiente: allí el médico Eduardo Tassano irá por su reelección en el marco de un objetivo hasta ahora nunca alcanzado por nadie. Lo acompañará su colega Emilio Lanari. Se medirán contra el abogado y exdocente-sindicalista Gustavo Canteros que, de ser coequiper de Valdés, pasará a ser la principal posibilidad del PJ para rehacerse con el bastión perdido por Ríos en 2017. Al actual vicegobernador lo acompañará la médica pediatra Gladys Itati Abreo, y es tal vez la gran sorpresa del cierre de listas, un poco por la paridad sí expresada aquí, y otro poco porque este nombre no estaba en los planes iniciales, pese a la trayectoria y militancia de la mujer que ya fue funcionaria de Camau Espínola y de Fabián Ríos.

En las listas legislativas provinciales y municipales no hubo mayores novedades. La supremacía masculina no se rompe más allá de las buenas intenciones y de algunos pocos casos en que las mujeres están al frente de sus nóminas partidarias. Se trata, en general, de un acto que viola el principio de representatividad (de acuerdo con los datos demográficos vigentes), pero que reviste, al parecer, un valor inferior y que no incide en la toma de decisiones.

La paridad, por tanto, seguirá siendo tema de debate, pero en esta elección no será moneda cambio, de premio ni de castigo, por el simple hecho de que ninguno de los dos grandes protagonistas del bialiancismo correntino, que concentran 55 partidos en su interior, tuvo en cuenta ese argumento para presentarse ante un electorado que evidentemente concentra ese reclamo en ciertos sectores militantes, muy ruidosos y virtuales, pero que todavía no alcanzan a mover el amperímetro real ni a preocupar a los armadores de las estrategias electorales concretas.

En el plano de los derechos, no obstante, hay que decir que Corrientes se mantiene como la única provincia del NEA al margen de la paridad de género. Quedan pocas jurisdicciones sin obligar la igualdad en el país. Y si bien hay muchas propuestas para cambiar la legislación, siempre hay trabas que impiden su tratamiento y sanción. Y cuando no son trabas procedimentales, son las zancadillas políticas las que se llevan puesta la igualdad de género a la hora del armado y presentación de las listas.

La historia, en tanto, es lapidaria. Más que este presente. Desde la organización institucional de la provincia, ocurrida tras la sanción de la primera Constitución en 1821, solo han gobernado hombres: 51 varones en 59 mandatos, contados desde Juan José Fernández Blanco hasta Gustavo Adolfo Valdés.

Los interventores, que también fueron muchos, en su enorme mayoría fueron hombres. De hecho, la historia de Corrientes registra una sola mujer al mando: Claudia Bello, que fue interventora federal enviada por el presidente Carlos Menem y que fungió de regente desde el 14 de agosto de 1992 hasta el 3 de febrero de 1993: menos de seis meses. Una mujer en 433 años, desde 1588; una mujer en 200 años desde la Constitución de 1821, pero no elegida por la voluntad popular. Y de esto ya van a cumplirse 30 años.

El 29 de agosto, entonces, el pueblo de la provincia podrá optar entre dos modelos políticos definidos, entre dos perfiles de candidatos e incluso entre dos modos exitosos de gestionar la cosa pública, uno en la provincia y el otro en la municipalidad; entre dos fórmulas que privilegiaron el conocimiento técnico, la honestidad intelectual y la lealtad personal y política, pero no entre fórmulas paritarias. ¿Será la próxima?

Crisis y oxígeno

Será difícil olvidar lo del jueves. No solo fue una jornada larga y angustiante sino una de las más críticas desde que se declaró la pandemia en marzo de 2020. El sistema sanitario correntino está en situación de estrés, trabajando bajo presión, sin descanso, con médicos, terapistas y técnicos agotados, con números que no bajan y, por lo tanto, sin posibilidades próximas de una tregua. Y para colmo de males, con una falla en los equipos de provisión de oxígeno sobre el cual se montó una feroz campaña digna de la mejor trama de un relato apocalíptico.

Los datos de por sí son alarmantes: solo en la última semana, desde el domingo pasado hasta ayer, se registraron cerca de 5.500 nuevos casos de covid-19, lo que representa alrededor de un 10 por ciento del total de personas con coronavirus en 16 meses. De nuevo: valores de una semana sobre casi un año y medio de peste. Impresionante. Grave.

Grave porque en los últimos siete días, además, fallecieron casi 70 personas, lo que describe el incremento en el porcentaje de muertes cada 100 mil habitantes, que es el guarismo que más importa. O que debería importarnos.

Lo que sucedió el jueves en el hospital de campaña tuvo su aclaración el viernes. Fue el propio ministro de Salud, Ricardo Cardozo, quien esbozó una explicación un tanto demorada. Sirvió, sirve, pero tal vez no alcance, porque además del congelamiento de los caños que hizo bajar la presión de oxígeno en la sala más crítica del hospital, habló de una “mano negra” y de intereses de la política más “playita”, según su expresión, y esa sola mención acusatoria disparó el tema antes que aquietarlo. Un error de comunicación que en toda situación, pero sobre todo en pandemia, deviene en error político.

Si la idea es bajar los decibeles de la utilización política-mediática de los efectos negativos de la pandemia, en esos términos resulta cuanto menos contradictorio.
No obstante, la tranquilidad volvió a adueñarse del hospital y de las personas, como también del sacrificado equipo sanitario, pero quedó en el aire un germen inquietante, rayano con la peor de las conspiraciones políticas acrecentadas en épocas de campaña: la posibilidad del daño al gobierno, tal vez al gobernador, pero que toma de rehén, para ello, a las personas allí internadas y que hace mella en la preocupación de sus familiares, la mayoría de los cuales están lejos e incomunicados o, por lo menos, ajenos al acceso directo y rápido a una información confiable y precisa.

Parece un combo lo suficientemente peligroso como para que la Justicia se sacuda la modorra del aislamiento impuesto por la situación y haga lo que tiene que hacer tirando, en principio, del hilo que dejó enhebrado el ministro Cardozo.

Solo la Justicia, en todo caso, con profesionalismo y paciencia, podrá determinar el hecho y el color de la mano que lo causó, si es que hubo tal cosa, o en todo caso llevar tranquilidad o aportar sugerencias de previsión para reducir a cero la eventualidad de una falla futura que pueda entorpecer, como el jueves, la marcha normal de una maquinaria que trabaja sin descanso y con enormes niveles de tensión.

Pero la Justicia debe investigar no solo por lo que sugiere el gobierno, sino que debe hacerlo porque hay voces, opiniones expertas e interesadas, pero también, o sobre todo, porque en el medio está la vida o la muerte sobreviniente de la gente que padece los dolores del virus y el miedo de la zozobra ante el error o la maldad. Y porque la comunidad toda se merece que el Hospital de Campaña -que se erigió como un orgullo de la medicina local, como un manual de la articulación técnica y científica, y como el deber ser de la previsión de un gobierno-, no se convierta, por intereses o pataleos oscuros de la coyuntura política, en el hospital de las campañas, teatro de operaciones de una disputa muy menor en relación al valor de la salud personal y pública.

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Aun así habrá que estar preparado, pues la pandemia será el eje de los libretos proselitistas. Ya lo es y tal vez sea imposible que no lo fuera. La pandemia consiguió, de hecho, un reposicionamiento de la clase dirigente a nivel nacional y acuerdos para el corrimiento de las fechas electorales. Pero eso mismo, en el camino, envalentonó a unos y otros a un violento tanteo por el manejo-utilización del bien más preciado de estos días: las vacunas.

Corrientes entró más tarde y menos abruptamente a esa disputa, básicamente porque entramos de manera más natural a la época de definiciones. Pero empezaron los tironeos cuando el gobernador decidió llamar a elecciones para el 29 de agosto. La oposición, aún desarmada y atomizada, salió a cuestionar la forma de la convocatoria para ver si puede torcer el fondo, que no es otro que ganar tiempo para pertrecharse mejor y salir protegido a competirle a Gustavo Valdés, que hoy se encuentra varios pasos adelante en ese campo.

Son aprontes de una carrera que todavía tiene mucho que dirimir, en uno y otro bando. Y si bien Valdés está firme y suma avales, sigue en el hilado del premio mayor en Encuentro por Corrientes: el liderazgo total de la alianza.

En ese esquema pueden leerse varios movimientos. Cuando avisó que no lo van a condicionar, por ejemplo. O cuando puso algunos puntos sobre lo que él llamó el círculo rojo. O cuando lanzó su candidatura con el acompañamiento de 29 partidos (nunca antes visto en la historia institucional reciente de Corrientes) aunque sin el presidente de su propio espacio político, Ricardo Colombi.
Esta semana fue más allá. Salió a terciar en directo en el armado territorial provincial, mirando con un ojo Mercedes y con el otro Ituzaingó. Después dedicó jugosos espacios de su agenda para visitar o recibir a viejos adversarios de los viejos liderazgos partidarios.

En esta semana ardua, Valdés mostró su fortaleza: pero no solo en el terreno de la gestión, sino también en el pantanoso terreno de la política.

 

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En esa misma línea sorprendió -aun en su ambigüedad- la jugada de Carlos Mauricio Espínola, que el viernes de noche (siguiendo una lógica virtual y con la ayuda de Google y la ágil vehiculización de contenidos que ofrece WhatsApp), lanzó un globo de ensayo pensando en lo que viene, pero también poniendo en la balanza el peso específico de su liderazgo siempre valorado en las urnas, pero no siempre en el Partido Justicialista.

De hecho, con el spot que hizo público, deja traslucir una cierta lejanía con las estructuras partidarias. Dice que hizo una fuerte autocrítica y acto seguido lanzó un nuevo espacio amplio de cara al futuro: “Hacemos por Corrientes”. Ese nombre parece una eufonía de “Encuentro por Corrientes”, pero es en realidad un espacio destinado a construir a largo plazo, puesto que en el plazo inmediato resulta más un diseño para polarizar entre la oposición, lo que de ocurrir, podría fortalecer aún más las chances de Valdés de conseguir su reelección.

Es un globo de ensayo y recién se está inflando. Debe calibrar todavía su resistencia para transitar después el rumbo trazado, el de “la construcción de algo más grande, donde los resultados quizás no los veamos ahora”, según dicen cerca del ¿candidato? En un documento que acompaña su pieza audiovisual de lanzamiento, también pidió dejar de lado la grieta y “pensar solamente en Corrientes”. El tiempo dará su veredicto.

El PJ, mientras tanto, solo tiene algo seguro. Se llamará Frente de Todos, como se llamó la boleta aglutinante que ungió a Colombi en 2001.

Operativo de imagen, gestión y limpieza

Nota publicada en el diario El Litoral

Gustavo Valdés cerró la semana protagonizando la escena política local, regional y nacional por varios motivos. Fue noticia nacional porque es el gobernador con mejor imagen en el país. Venía haciendo podio hace varios meses, pero esta vez llegó a las porteñas letras de molde, porque hizo punta y corrió de ese sitial nada menos que al blindado jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.
El informe de CB Consultora Opinión Pública dice que el primer mandatario de Corrientes encabeza el ranking de gobernadores con mejor imagen de Argentina. Alcanzó el 71,4 % de aprobación durante mayo y desplazó a Rodríguez Larreta del primer lugar. Recuerda asimismo que Valdés dejó el cuarto lugar del ranking que había ocupado durante el mes de abril con el 67,1 % de aprobación, y que logró reducir las consideraciones negativas hacia su gestión: del 30 % de abril bajó al 27 % de mayo.

 

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Fue noticia regional porque se anticipó a sus pares del NEA y también al presidente Alberto Fernández en el anuncio y puesta en vigor de varias medidas de cierre y bloqueo para morigerar los efectos de la pandemia. Ya el martes anunció que cambiarían las fases y el miércoles confirmó el retroceso a fase 2 y 3 de varios municipios importantes, incluida la capital, apelando a cierres parciales, además de activar restricciones zonificadas a lo largo y ancho del territorio.
Pero no fue todo. Valdés se desmarcó incluso de Rodríguez Larreta, su socio en el esquema nacional opositor de Juntos por el Cambio, y cerró las escuelas de las localidades más afectadas con la idea de contribuir al despeje de la movilidad, que es el factor que determina la mayor cantidad de contagios.
En ese marco, además, decretó la prohibición de circulación entre las 00:00 y las 7:00 de la mañana, y la extensión de un asueto a la administración pública provincial. El objetivo: disminuir en un 50 por ciento la circulación en las ciudades correntinas con mayor cantidad de casos, como Capital, Goya, Mercedes y Paso de los Libres, entre muchas otras, cuyos números fueron evolucionando en la semana con un agravante clave: en algunas se detectó la circulación de la cepa Manaos. 
Estos próximos días serán clave para conocer si las restricciones decretadas por el Gobierno consiguen el efecto esperado, pues la provincia vivió hasta el miércoles en una suerte de normalidad solo alterada a la vista por la utilización de barbijos y protocolos sanitizantes más o menos flexibles en los espacios cerrados, clases presenciales en los niveles iniciales, primarios y secundarios, actividades deportivas, recreativas y religiosas, y una vida nocturna intensa, legal e ilegal, ajena a los llamados —insistentes y desesperados— a la responsabilidad social.

 

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Pero el gobernador Valdés también fue noticia en Corrientes. Lo fue porque el río suena. Y porque al no tener una oposición que estructure todavía un proyecto alternativo, atractivo para la opinión general y que, más allá de los diagnósticos y las chicanas, encarne una voz que dispute la agenda pública y capte la atención de las audiencias y del electorado, cualquier movimiento interno de la UCR y de la alianza ECO suenan como si fueran los crujidos del gobierno.
La interna radical está en movimiento, nadie lo niega. Pero es por algo que excede la candidatura a gobernador, validada ya afuera y adentro del espacio partidario, lo cual incluye a Ricardo Colombi, a quien no le quedó otra que levantar la mano de Valdés, rodeado por la evidencia de acompañamiento y consenso político.
(Dicen de hecho que la candidatura de Valdés en la provincia y de Tassano en Capital estaba resuelta de antemano, pese a las quejas privadas y públicas del exgobernador y presidente del partido. Y que esa salida radial, previa a la reunión del radicalismo en la que se oficializó la cabeza de fórmula, no fue más que un hábil intento por anticiparse a una jugada que lo excedió o que lo mantuvo al margen).
Pero más allá de esto o de aquello, lo que se disputa aquí, y que se disputará de aquí al futuro, será el manejo del partido y de la alianza, y en ese camino pueden quedar heridos o magullados. El doctor Raúl Martínez fue el primero, aunque no fue su primera vez.
El exlegislador y exfuncionario provincial, y hasta la semana pasada director del hospital de Goya, fue “invitado” a dejar su cargo luego de que saliera a blanquear sus intenciones de ser candidato a intendente de la segunda ciudad de la provincia. Hay más: el propio Martínez dijo que el ministro de Salud, Ricardo Cardozo, fue el encargado de pedirle la renuncia.
Dicen que el hecho generó picazones en el seno de la UCR, sobre todo después de que Ricardo Colombi saliera a pedir clemencia para el doctor, dejando expuesta la interna, que se hizo más notoria cuando algunos trolls de plumas y martillos salieran a decir que era falso lo que en realidad era verdad: que Colombi estaba enojado porque echaron al director de hospital que estaba, tal vez, apadrinando como candidato.
La noticia es así: el director del hospital de Goya, Raúl Martínez, confirmó que le solicitaron la renuncia por realizar “política y actos de proselitismo” en el momento en que esa ciudad registra un promedio mayor de 50 casos diarios de covid-19. Como reacción, el Comité provincial de la UCR pidió al Gobierno que revierta la medida.
Ese comité, presidido por Ricardo Colombi, emitió un comunicado en el que respaldó al médico y solicitó “que se deje sin efecto la apresurada decisión”. Ese comité trabaja también, al parecer, en la nominación sistemática de candidatos distintos a los que tienen avales del gobernador.
Lo concreto es que Martínez hacía proselitismo en el hospital y ese acto (además de correrlo de su función específica) configuró un exceso (político) que desafió una postura que ya cobró forma en el radicalismo y en el Gobierno: apoyar al actual secretario de Desarrollo Social, Mariano Hormachea, como candidato del partido y de la alianza para suceder a Ignacio Osella, quien, aun pudiendo hacerlo y con números para lograrlo, decidió no presentarse para un nuevo periodo en la intendencia.

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Todo esto no debiera ser más que ello. Pero es un poco más porque la interna se desarrolla en medio de una pandemia y la política tiende a confundirse con lo público. Pero, en el fondo, lo que está pasando tal vez sea lo mismo que pasó en 2013: lo que la relatoría del gobierno de entonces llamó el “operativo limpieza” que encabezó Colombi para poner en marcha lo que fue el primer gobierno reelegido de la historia de Corrientes. El primero en juntar sus cosas fue el subsecretario de Desarrollo Humano, que entonces no era otro que Raúl Martínez.
Son los hilos del destino: de aquel echado a este defendido Martínez pasaron cosas. Lo que no pasa ni cambia son esas formas de la política: el apego al más rústico pragmatismo sin cara ni corazón, y a la más conveniente amnesia temporal.
La jugada de Martínez puede leerse, en definitiva, hasta que se demuestre lo contrario, como una acción más de la ensordinada interna radical, publicada en cuotas, muy parecida a los movimientos dizque insuflados por Colombi en el seno de ECo y que dieron forma a los reclamos desafiantes de Pedro Cassani primero y de Gustavo Canteros después.
Cassani ya recogió el hilo, un poco por sugerencia de sus partidarios y otro poco de sus socios, mientras que Canteros parece dispuesto a seguir hasta las últimas consecuencias, hasta colocar su candidatura a intendente en alguna boleta.
La política es el arte de lo posible y todo puede pasar siempre. De hecho está pasando, aunque tal vez antes de tiempo, si es que alguien calculó otra cosa: Valdés está configurando su volumen y construyendo espacio a esa medida, ejecutando el mando que le dieron los propios y que le reconocen los ajenos.

La política de la rosca inmutable

Publicado en el diario El Litoral

La crónica política de los últimos meses podría sintetizarse así: Canteros, Cassani y Colombi desafiando a Valdés.

El vicegobernador Gustavo Canteros primero avisó, para no traicionar, y después lanzó su candidatura a intendente de Capital.

El titular de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani, no quiso ser menos. Ya en febrero informó su posición y luego lanzó su candidatura a gobernador. Incluso chicaneó: “¿Por qué Valdés no puede ser mi vice?”. No lo hizo más que en los medios, pero sonó fuerte, como sonaron fuerte las reacciones. Las más notorias se dieron en los anaqueles del Poder Judicial, donde justo por esos días el personal de maestranza pasaba el plumero sobre empolvados expedientes dormidos.

Días después Ricardo Colombi puso en duda la candidatura de Eduardo Tassano. Sin mirar a los ojos a Gustavo Valdés, recordó que no siempre la imagen se traduce en votos. Después azuzó la posibilidad de quiebres y pronosticó fracasos para quienes no escucharan al “Cherubichá”.

Si bien quejoso, también advirtió: “Nadie decidirá nada por mí, ni me van a jubilar”. De paso le tendió una mano a Canteros y otra a Cassani. Los alentó, pues al fin y al cabo nadie puede negarle la posibilidad de ser candidato a nadie, dijo. El hilo común a todos: la silla acomodada en el centro de la escena del programa “Final abierto”.

Antes habló el gobernador. Fue el primero y el que ordenó el debate. Confirmó a Tassano como candidato y dijo que al vice la o lo elegirá él según estas dos condiciones: que sea joven y con votos.

Después, como siempre, pasaron cosas.

La escalada verbal produjo hechos en la superficie y zancadillas brotadas desde los sótanos de la política y de la justicia. Una esquirla tardía de esas viejas detonaciones tal vez sea la viralización de los audios con el pedido de “reintegro” de la diputada nacional Estela Regidor a varios de sus empleados, para hacer “donaciones” en negro, so pena de truncarles el contrato. Es un escándalo de proporciones que, hay que decir también, no implica solo a la diputada radical. Veremos cómo sigue.

Demuestra esto, no obstante, que el carro viene acomodando melones a los tumbos, pero sin el peligro de una guerra declarada como la del 2005 entre los primos Arturo y Ricardo, y que dejó heridos en ristra y algunos muertos.

La terquedad de entonces mutó con el tiempo en el cálculo frío que no pierde de vista las opciones cruciales: ceder y gobernar, o romper y volver al frío gélido del llano. Es verdad que muchos están más abrigados que hace veinte años y que podrían pasar el invierno y la pandemia sin tiritar, pero no es lo mismo hacerlo al calor de las estufas de Salta y Mayo.

Fue en ese marco prepolítico electoral que ocurrió también la cumbre entre Ricardo Colombi y el gobernador Gustavo Valdés. Fue el viernes 30 de abril en Casa de Gobierno. Días después, el miércoles, Colombi dijo por radio que Valdés es el “candidato natural” y más tarde, el mismo miércoles, la UCR avaló las nominaciones de Valdés y Tassano. Fueron ungidos por el radicalismo y en Capital, pero el alcance fue más amplio: se leyó como el ungimiento de ECO a sus dos principales candidatos.

 

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Tal vez nunca se sepa qué pasó efectivamente en la reunión de Colombi con Valdés, porque incluso un ministro de peso dentro del gabinete, varios días antes, varios, firmó en un cuaderno, a modo de anticipo, que esa era la fórmula integral. Valdés-Tassano. Firma del ministro. 

Cassani, en tanto, emprendió un acelerado regreso, como en la parábola del hijo pródigo: volvió a mostrarse con el gobernador, recorre la provincia con él, y del desafío pasó al silencio.

Canteros siguió en las suyas. Fueron a tentarlo varias veces para que deponga su actitud, pero el dos veces vicegobernador parece dispuesto a dar pelea. Por ahora, dice que dentro de ECO, salvo que no lo dejen. Por lo pronto, el jueves lanzó su candidatura y lo hizo rodeado de dirigentes de 17 partidos, más allá de que después se dijo que dos de esos sellos estaban flojos de papeles.

Canteros no quebró, pero la interpretación política fue esa. Tal vez suceda, pero lo cierto es que aún no. Y no ocurre porque no hay ni fecha de elecciones, y si no hay fecha tampoco hay tiempos definidos para la conformación de alianzas. Y nada debe ser tan dramático, pues según preguntó Canteros, “si el radicalismo no consultó a nadie para lanzar a su candidato, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros, que somos 17?”.

 

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Más allá de todo, el peronismo espera. En el viejo partido de Perón hay sobrados especialistas en la cata de sangre, y dado que no hay señales de cosecha puertas adentro, balconean la interna de ECO hociqueando las mataduras ajenas. Algunos cancerberos, incluso, ya se dieron el lujo de abrir sus anchos portones al otrora compañero sindicalista Canteros. Como cachorros en busca de un amo, algunos ya lamieron sus manos. Incluso algunos otros se animaron a desenrollar viejas alfombras púrpuras, guardadas de otras épocas, de cuando la pelea en el PJ era por algo más que los egos de sus integrantes.

Por fuera de este esquema, hasta el momento, nada sugiere el nacimiento de una alternativa. El modelo bialiancista parece que volverá a perfilar la oferta electoral de este 2021.

 

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Esto recién comienza, y mientras dure, parece saludable el debate. Y ya que la oposición no puede estructurar una discusión que sea superadora de la chicana, o que sea superadora del diagnóstico para pasar a una propuesta que enamore al electorado correntino, al menos están los cruces internos ante tanta hegemonía sustentada en rededor de un hiperconsenso que parece revestir la figura de Valdés.

Su carrera fue vertiginosa, como la acumulación de sus logros políticos. Valdés entró al gobierno como delfín de Colombi y al cabo de cuatro años, pandemia de por medio, emergió como candidato natural a la reelección. ¿Será el tiempo ahora de un empoderamiento pleno, unipersonal? Puede ser. Semejante liderazgo solo fue puesto en discusión por el último capitulador, Ricardo Colombi, que después de zarandear la interna y de azuzar planes alternativos en varios frentes, se avino a la máxima de la superación del alumno.

¿Se avino? Por el momento, sí.

Cerró filas y salió a levantarle la mano. Tal vez esté convencido. Tal vez sea una jugada con altas dosis de pragmatismo de esas que Colombi ensaya a diario. O tal vez se esté curando en salud y esté reservándose para sí el poder de veto o de arbitraje, derecho que podría haber perdido ante la posibilidad de una contienda con fractura expuesta. ¿Qué hará? Aún no se sabe, pero no será la jubilación.

La sangre, una vez más, coaguló antes de llegar al río. Es el catalizador de la inteligencia que faltó en 2005. Y ese aprendizaje estriba en el diseño de una estrategia que piensa ya no en el próximo turno electoral, sino en las próximas dos generaciones, según dice el presidente de la UCR, que puede exhibir, más que gestión, eso sí, un éxito político-electoral que viene de otras dos generaciones.

 

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Todavía hay que confirmar candidaturas y votar. Pero a estas alturas parece difícil que peligre la reelección de Valdés, salvo algún error gravísimo o una implosión no calculada. El resto está por verse. Habría que mirar, en todo caso, la resolución de la interna más fuerte que tiene ahora el frente gobernante por la intendencia de Capital.

Tassano fue ungido por el radicalismo y allí hay un mensaje. No es aún, pero parece el candidato de la alianza. El asunto es que en menos de 24 horas Canteros le salió al cruce. Y dada la ausencia de mecanismos internos o de primarias provinciales que bien podrían arreglar esta situación, la cosa ahora se dirimirá en el plano de las negociaciones o del quiebre.

Si es así, las cosas pueden cambiar. No solo dividiendo el voto oficial, sino también partiendo la masa electoral capitalina, dando chances tal vez a algún otro sector que esté en condiciones de capitalizar a los descontentos y sumar a los desarreglados.

Lo que está claro, sí, es que el mundo cambió. La pandemia dio vueltas las estructuras, disolvió una cantidad impresionante de certezas, pero en Corrientes la rosca política sigue como era entonces. Esos cimientos siguen inmutables.