ISLA APIPÉ (Corrientes).- La Selección perdió el primer partido, así que había que volver a las fuentes. Y volver a las fuentes en un territorio fronterizo, insular y doblemente aislado por el agua y la política, era volver a un lugar de muchas alegrías y de gloria: al negocio de Carlos “Vila” Romero, un pequeño almacén que es también un santuario de San Expedito y donde los isleños vieron la final y el triunfo del equipo de Messi en la Copa América. El calor era rotundo. Antes y después de las 4 de la tarde, el sol caía como flechas sobre el techo del salón donde se dispuso un televisor de 50 pulgadas para ver el partido y los goles del Capitán y Enzo Fernández. No importó el rojo en el termómetro. Y valió la pena, porque se cumplió el vaticinio de Germán “Tití” Zarza, isleño correntino de Apipé Grande y ex jugador profesional. –Te dije que este equipo tenía carácter. Ahí está: ganamos y ahora esto nos da la chance de terminar primeros. Qué más pedir. Los gritos aquí tienen sonido y hondura propios. Se llaman sapucay y brotaron copiosos de estas gargantas correntinas en el límite Norte del territorio, donde también se defienden los colores celeste y blanco y se alienta a la selección. Fueron dos goles, pero los gritos exorcizaron una angustia más grande. Y al final todos lo dijeron: la cábala surtió su efecto. Fue una garantía ver el partido en lo de “Vila”, un hombre creyente y devoto de un santo que es patrono de las causas justas y urgentes; tal vez la causa de la Argentina de Messi, tal vez la causa que él mismo convirtió en milagro cuando el mártir católico, dice, hace mucho tiempo, salvó de la enfermedad a un hijo suyo que hace días cumplió 28 años.
Todo empezó temprano a la mañana. –Hoy tenemos que ganar, así que vamos a retomar la cábala. Todos a lo de “Vila” Romero –invitaba Sergio Rodríguez, un locutor y animador de la radio comunitaria de la isla, con un optimismo indisimulado. La isla es Apipé Grande. Un terreno vegetado enorme, como su nombre, pero poco poblado: según el censo de 2001, vivían aquí 899 personas. En 2010 eran 1049. Ahora son poco más de 1500 vecinos los que votan, por lo que la población rondaría las 5.000 personas, según cálculos de la Municipalidad de San Antonio, que desde 2017 es gobernada por una mujer: Candelaria Vargas, una dirigente peronista que consiguió su reelección en 2021. La Isla Apipé es la más grande de un conjunto de islas e islotes que forman un archipiélago fluvial de Argentina situado en el río Paraná, a la altura del departamento Ituzaingó, en la provincia de Corrientes. Tiene una superficie de 277 kilómetros cuadrados, lo que equivale a toda la Ciudad de Buenos Aires y a una parte importante de su área metropolitana. Este año San Antonio de Apipé cumplió 105 años de historia institucional, aunque sus antecedentes se remontan a la expedición española de Sebastián Gaboto de 1527-1528. Un mapa del expedicionario, publicado en 1544, señala el lugar como “el salto que aze el río”.
Las islas Apipé son argentinas, pero están completamente rodeadas por aguas pertenecientes al Paraguay, lo cual es motivo de litigio hace varios años
–Vamos a alentar que hoy ganamos con goles de Messi -insiste el locutor, que también es funcionario comunal. Sergio habla y pasa música, y de paso hace regalos. Con la gente que manda mensajes, sortea tragos espirituosos para la hora del partido. –Es que la otra vez probamos sorteando facturas para el mate. Claramente no funcionó. La radio es una casita de dos aguas ubicada bajo la sombra de árboles añosos en un predio de la comuna. FM Ypa´û Porá, se llama. Traducido al español significa nada menos que “espacio hermoso en el medio del agua”. –¿Vas al partido? -le pregunta de paso un vecino a un señor que hacía un mandado en moto. –¿Te dejarán ir? -apura y sonríe. –Por supuesto. Hoy nadie pide permiso –dijo el otro, y arrancó para su casa.
El calor se siente desde hace varios días. Y al sol, cuando está se lo siente, y cuando no se lo extraña. Es parte del paisaje y de la vida en la caliente frontera Norte de la Argentina. Se siente más, de hecho, en San Antonio de Apipé, pequeño, pintoresco y húmedo municipio correntino que balconea la represa de Yacyretá, pero que además es el último enclave nacional rodeado por ríos paraguayos mal distribuidos, pero escrutados al milímetro por los marinos paraguayos: vecinos de allí nomas, pero también guardianes celosos de esas aguas que brillan siempre. –Hoy es nuestro día. Hoy tenemos que ganar. Tenemos con qué. Tenemos un equipo con mucho carácter –dice Germán “Tití” Zarza, guía de ocasión, pero también ex jugador profesional de fútbol. “Tití”, o el “Negro”, como le decía el “Turco” Antonio Mohamed, fue uno de los compañeros en la etapa inicial de Javier Pastore en Huracán. Era un central aguerrido del Globo que supo jugar varias temporadas en el club, primero en el Nacional B y luego en Primera. –Me llevaba muy bien con Mohamed, pero yo siempre le agradezco la oportunidad que me dio Carlos Babington. El me hizo debutar en la Primera -dice el ahora corpulento muchacho de 37 años que volvió a su isla natal en el año 2011 para ayudar a su hermana Mariana en su carrera de concejal, cargo que después disputó y ganó él mismo en 2017. Desde el año pasado, este ex número 6 que dejó el fútbol profesional por una lesión de los ligamentos cruzados, es secretario general y de gobierno de la municipalidad de Apipé. También cría animales y en sus ratos libres, con su hermano, se dedica a poner música en algunos eventos. Es que las horas pueden ser largas en Apipé, y por eso las muchas actividades que va intercalando con la pasión de siempre: el fútbol.
–Ahora todavía juega y juega bien, a pesar de sus años y su peso –chicanea Anibal Romero, un hombre más bien bajo, de 54 años, que hacía mandados antes del partido, pero ya con su camiseta argentina. Dicen de él, de Aníbal, que es el mejor jugador de fútbol de la isla. Y cuando lo dicen, lo dicen en tiempo presente, pues sigue jugando en las ligas de veteranos. Y sigue jugando bien, dicen. Él no lo reconoce. Se pone nervioso y más bien cambia de tema. –Hoy ganamos 2 a 0. Tenemos buen equipo, aunque México es México –dice y luego agrega sin sobresaltos que el planteo táctico en el segundo tiempo del partido contra Arabia Saudita no le gustó. Ya después del partido, que vivió con la intensidad de un hincha alegre pero bordeando el imperio de los nervios, recuerda su pronóstico. –Te dije: 2 a 0. Anotá y miremos lo que hace Messi, disfrutemos de él. Ve la repetición y lanza un aullido al cielo: –¡No se te compara con nadie, Messi!
El clima de fiesta se apoderó de la isla. Había banderas flameando orgullosas en las casas, en los patrios, en los alambres donde habitualmente se cuelgan a secar las ropas. Las había en los negocios, en El Mago por ejemplo, un multirubro administrado por María y Carlos. Es el negocio más grande de la isla. Allí, además de lo necesario para el día a día, hay productos para la ocasión: maquillaje con los colores nacionales, banderas y banderines, vuvuzelas y hasta una copa del mundo. Cotillón para todos los bolsillos. Hay banderas en los edificios públicos (Prefectura, Comisaría, Registro Civil, en las tres escuelas primarias, en las dos secundarias y en el hospital) y una grande, la más grande de todas, en el puerto principal de San Antonio, a 1800 metros del Complejo Hidroeléctrico Yacyretá. Hoy es la bandera de la selección, pero es también, y sobre todo, la bandera de la patria, una forma de reivindicación, de orgullo y pertenencia ante lo que consideran es una injusticia: vivir en un territorio rodeado por un río que no les pertenece. Sucede que las islas Apipé constituyen enclaves argentinos, es decir, son tierras de jurisdicción nacional que están completamente rodeadas por aguas pertenecientes al Paraguay, lo cual es motivo de litigio hace varios años. Y de disputa casi a diario. Antes de la construcción de la represa de Yacyretá, el canal principal del río Paraná pasaba por el norte de la isla, por lo tanto estaba rodeada de aguas argentinas. Pero durante la realización de la obra, y en pleno gobierno militar en Argentina, ese canal que marcaba el límite de los países fue desplazado hacia el Sur. Tal situación persiste y es un problema de soberanía entre Argentina y Paraguay desde entonces, cuando el presidente de facto Reynaldo Bignone, mediante el Decreto 1585/82, aprobó la delimitación realizada por la Entidad Binacional Yacyretá. El nuevo límite se fijó entre la costa de la isla y la de Corrientes, dejándola en medio de aguas paraguayas. El conflicto está latente, pero escaló hace unos años durante un evento pesquero que tuvo lugar en la Isla Apipé, cuando la marina paraguaya intervino para suspenderlo. Este hecho despertó nuevamente el reclamo por parte de los lugareños, las autoridades municipales y el gobernador, Gustavo Valdés, para revisar la situación. El problema es grave y diario porque las islas no tienen comunicación vial con el resto de la provincia de Corrientes. Sólo se accede por lancha atravesando el río Paraná, ese río ajeno.
Juan Dacunda vive la situación con cierta amargura. Va cada vez que puede a la playa. Este sábado estaba allí, pescando sin suerte, y adelantó que no vería el partido. –El otro día lo ví y perdimos. Hizo bien en avisar. Ahora tendrá que buscar el tiempo para redimirse, le dirán después. Juan es docente e hijo de docentes. Fue incluso viceintendente de la localidad, y es el que aporta la mirada más crítica sobre la situación actual de los isleños –Las islas Apipé Chico y Grande son parte del departamento de Ituzaingó. Pero a diario los lugareños que tenemos que cruzar al continente argentino, por el Paraná, debemos solicitar un permiso a Migraciones, así como para volver. Debemos recorrer 18 kilómetros en lancha, porque no nos permiten cruzar de aquí hasta su puerto, que está a menos de dos kilómetros. La situación es difícil, pero hay otras peores. –Lo más grave es que viviendo donde vivimos, rodeados de este inmenso río, no tenemos agua potable. Consumimos agua que extraemos de las napas. Recién desde 2005 tenemos energía eléctrica, que todavía no llega a todos en isla. En las otras islas todavía se alumbran con candiles o paneles solares. La inflación se siente más que en todas partes, porque traer insumos hasta acá cuesta más. Solo ir y venir en lancha nos cuesta 2000 pesos. Y la pesca es una actividad prohibida para nosotros, pero no para los paraguayos que lo hacen de manera clandestina, incluso en épocas de veda. Falta agua y energía, aquí en Apipé, isla enclavada en la parte más ancha del río Paraná y la vecina más próxima de la central hidroeléctrica Yacyretá, que abastece el 22% de la demanda eléctrica argentina y representa el 45% del total de la energía hidroeléctrica producida en el país. Eso sí, el lugar es hermoso. De día brilla el sol en el río. De noche es Yacyretá: nombre guaraní que significa, justamente, “lugar donde brilla la luna”.
La tarde cayó lenta sobre la isla Apipé. El sol porfiaba dejando sus ráfagas de fuego hasta su último aliento. Fue un sábado caliente en él este pedazo de tierra que le pone un techo al mapa de la Argentina. El martes pasado, la Municipalidad abrió recién a las 9, para facilitar que los empleados puedan alentar a la selección. Hoy, mientras jugó la selección, ni el viento sopló en la isla, hasta que Messi la puso pegada al palo y dio inicio a un nuevo mundial para Argentina. –Ahora te digo otra cosa: Argentina va a salir campeón -dice envalentonado Anibal Romero, el mejor de todo con la pelota en San Antonio. Al final tuvo razón con el resultado, ojalá lo tenga también con el pronóstico. Ganó Argentina y la selección de Scaloni pudo revertir el golpazo del debut. Los apipeños creen que ahora empezó el mundial y que también aquí, en el límite más alto del mapa nacional, es posible soñar con la gloria y aplazar con ella lo que molesta, lo que urge, o lo que falta.