Alberto y Cristina, en la plaza de todos

La gente iba en peregrinación a un ritual como cualquier otro, pero sin santos. Desde el lunes había grupos de personas, jóvenes, adultos; familias enteras pasaban a pispear los preparativos de la fiesta. Se alegraban y cantaban mientras los obreros de la ciudad de Buenos Aires retiraban las rejas que los separaba, en la histórica plaza.

Algunos posponían actividades y disponían todo para poder asistir. Otros, como muchos correntinos, viajaron largas distancias para estar en ese solar de la democracia. En la de la unión de los argentinos. La cosa prometía renovar espíritus, como esas largas misas postergadas, y fueron miles los que fueron a ratificarlo. Miles los que dibujaron, desde todos los puntos del país, la nueva cartografía del poder nacional.

El martes, un sol inusualmente furioso desparramó sus rayos desde la mañana. Pero sus llamaradas punzantes no hicieron mella en la multitud que aguantó estoica el acto de jura, en un mediodía impiadoso. Más tarde, refrescados en el ánimo con música y mucho líquido -de distinto tipo, eso sí-, vieron caer el sol con la jura de ministros y el mensaje de sus líderes. Como los feligreses esperan y oyen a sus pastores.
Era una fiesta peronista, en la vieja plaza de Perón. De la juventud movilizada y de la que se iniciaba en la militancia aún sin ficha de afiliación. La plaza del movimiento obrero organizado y también la del marketing territorial de los movimientos sindicales y políticos con sus banderas, pancartas y globos.
La plaza de los cabecitas negras del siglo XXI: chicos y grandes que trataban de mitigar el calor refrescándose en la fuente de la Plaza de Mayo cual si fuera una pileta, en una especie de tributo a la gesta del 17 de octubre de 1945 que marcó la génesis del movimiento justicialista.
Desde los márgenes, a prudente distancia de las vaharadas asfixiantes que rebotaban desde el asfalto ante tanto cuerpo tostado en una densidad al borde de lo inseguro, fue también la plaza de las familias, de las madres con sus chicos pequeños, con sus niñas en brazos o en carritos, de padres solos también con sus hijos, de abuelas y abuelos con sus nietos, de novios y novias. De compañeras y compañeros.
Fue así que, como en la plaza no cabía nadie más, la multitud se fue corriendo pesada, como la lava por la ladera de un volcán. Se fue desplazando por las calles laterales de la Casa Rosada, por las diagonales Norte y Sur y por la Avenida de Mayo, Rivadavia e Yrigoyen.

Mientras crecía la tarde, crecía también el número de asistentes que buscaron alianza con unas pocas nubes para salir de sus casas. Las nubes frenaron el sol, apenas y por instantes, pero se declararon incapaces para morigerar el calor, que para colmo se mezclaba, en todas direcciones, con el humo de los puestos de comida: choripán, bondiola, milanesas, empanadas y hasta papas fritas. Agua, gaseosas, cerveza, vino. Eso y más, para refrescar y entonar la alegría, pero no para apagar el fuego de la muchedumbre reunida para hacer una catarsis colectiva. Para liberar un cúmulo de sentimientos apilados, en capas de distintos grosores y texturas, a lo largo de 4 años.
Era la plaza de la democracia. De la unión de todos los argentinos. La plaza que vendría a ser el corolario del llamado antigrieta que al mediodía pronunció el presidente Alberto Fernández. Era también la plaza de la vuelta: una fiesta popular que contó con la participación de numerosos artistas y sirvió, ya en la noche, de marco propicio para celebrar la asunción como presidente de Alberto y como vicepresidenta de Cristina Fernández de Kirchner.

El festival reunió a artistas de la talla de Lito Nebia, David Lebón, Iván Noble, Adriana Varela y bandas de estilos diversos como Eruca Sativa, Los Pericos, Mala Fama y Sudor Marika, la agrupación que hizo viral la cumbia “Si vos querés, Larreta también”, ariete publicitario de la campaña electoral del Frente de Todos en las pasadas elecciones porteñas. Pegadiza la letra, pero que no impidió la reelección de Horacio Rodríguez Larreta.
Ya cerca del crepúsculo, cuando Juanse, el ex líder de los Ratones Paranoicos, se lucía en el escenario, el flamante primer mandatario salió a la terraza de la Casa Rosada y saludó con los dedos en “V” ante la aclamación de la multitud.

En el cierre, los artistas que formaron parte de la grilla musical entonaron una versión ad hoc del Himno Nacional que interpretó en el piano Lito Vitale. Para cerrar, un gigantesco coro cantó “Argentina, Argentina, Argentina”.
Pasadas las 20, Alberto y Cristina Fernández salieron al tablado para hablarle a la multitud, y ese momento fue el broche de la celebración, el punto alto del encuentro que desempolvó el misal peronista.
Fue así que además de volver a ver y a hablarle a la multitud, la vicepresidenta Cristina Kirchner vivió su propia fiesta, con gusto a revancha. Y se permitió hablarle al propio Alberto, a quien pidió “confiar en el pueblo” porque “ellos no traicionan y son los más leales”.
“Presidente: quiero decirle que ha iniciado su gobierno con muy buenos augurios después del mensaje que le dio a su pueblo en la Asamblea Legislativa. Confíe en ellos. Lo único que piden es que los defiendan y los representen”.
“Los pueblos no son tontos. Conciben la lealtad con los dirigentes que sienten que los representan y los defienden. Esa voluntad, esa humildad y ese coraje tienen que tener un objetivo: el amor. Al que siempre nos ha movido. Por lo menos a nosotros en esta plaza. Mucho amor”, dijo, y estalló la multitud, una vez más.
“Tiene una tarea muy dura, Presidente” porque “le dejaron un país devastado, tierra arrasada”. “Sé que tiene la fuerza y la convicción para cambiar esta realidad tan fea que hoy están viviendo los argentinos”, afirmó, y despertó una última ovación de los miles de mujeres y hombres que colmaron la plaza y sus adyacencias.

Y allí fue el turno de Alberto Angel. Habló claro, como a la mañana ante los legisladores. Habló de la justicia y sus mafias, a las que pretende desarticular. De los servicios secretos y sus servicios públicos para neutralizar opositores. Pero también giró sobre sus emociones:
“Un día la vida me cruzó en el camino a Néstor Kirchner. Jamás pensé que mi vida iba a cambiar como cambió, que se me iban a abrir las puertas para ser protagonista junto con él de la más maravillosa tarea que fue poner de pie al país y levantar las banderas de la libertad y la democracia”.
“El día que me crucé con Néstor tuve una alegría adicional que le voy a agradecer a la vida eternamente: ese día me crucé con Cristina. En realidad, por la locura de la Argentina, alguna vez nos distanciamos y nos reencontramos sabiendo que no había diferencias centrales entre nosotros, que nos habíamos distanciado por formas, y esa distancia solo favoreció para que este espacio se divida y que volvieran a ganar los que siempre ponen obstáculos para que la Argentina se desarrolle, los mismos que aparecen en escena para endeudarnos, privilegiar a sus amigos, dejar con hambre a las familias”.

En ese momento, miles de los que estaban en la Plaza de Mayo empezaron a cantar contra Macri pero Fernández les pidió que pararan: “No, no, ya no, ya no, todo eso ya pasó. Eso ya pasó, en esta plaza estamos Cristina, yo, nosotros unidos para poner a la Argentina de pie. Al pasado reciente recordémoslo, tengamos memoria, nosotros sabemos que con nuestra división ellos se hacen fuertes, por eso nunca más vamos a dividirnos”.
“Nosotros somos un movimiento político que nació para ser solidario con el prójimo. Los que hoy la están pasando mal, no teman, serán los únicos privilegiados en la Argentina que hoy se inicia”.
Y para pulir un día que ya le salió redondo, como suele suceder con los que empiezan a transitar el camino de una gestión, alfombrada por expectativas y esperanzas, en el cierre del discurso Alberto Fernández tuvo un acto fallido y en vez de decir “mejores” pronunció “mujeres”: “Decían que no volvíamos más. Volvimos y vamos a ser mujeres”, dijo, provocando el último grito de corazón los movimientos de mujeres que sintieron una sinceridad profunda en ese trancazo del subconsciente.
“Demasiado bueno para ser cierto”, le dijo una chica a otra, ya en la desconcentración, por la calle Perú, donde presurosos los barrenderos de la ciudad trataban de disimular la mugre que brotó de ese regocijo político que ancla sus activos en la posibilidad de un futuro mejor.
“Ojalá lo pueda hacer”, respondió la otra.
Su voz, que sonó apenas entre el murmullo ensordecedor de la retirada, fue como una síntesis. Sonó como un clamor: el de millones de argentinos. Un ruego casi.

Con presencia correntina, juran Alberto y Cristina Fernández como presidente y vice

Cerca de mediodía de hoy asumirá Alberto Fernández como nuevo presidente de Argentina en el Congreso de la Nación. Recibirá los atributos de mando y luego dará su mensaje ante la Asamblea Legislativa, que seguirán desde el Parlamento mandatarios y dignatarios invitados, extranjeros y nacionales, entre los que estará el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés.

Se espera que la jura la sigan también miles de personas que desde ayer montaron guardia en la Plaza del Congreso y en la Plaza de Mayo, frente a Casa de Gobierno.

Según el protocolo previsto, tras prestar juramento, el presidente electo Alberto Fernández brindará su mensaje ante la Asamblea de diputados y senadores nacionales, y en ese marco explicará los principales aspectos del programa que instrumentará su gobierno, principalmente en materia política, económica y social.

El traspaso de mando -que genera enormes expectativas debido no sólo a su institucionalidad, sino también a los anuncios que puedan hacerse desde hoy en adelante, sobre todo para morigerar la situación de crisis que atraviesa el país-, moviliza a la militancia peronista en todas sus vertientes, pero también a un grueso sector no partidario que espera con esperanza que la situación mejore, más allá de la grieta.

En eso hace foco la cartelería montada en la calle y que sirve de torre para las pantallas de LED que transmitirán la jura: “Argentina unida” dicen los carteles, bajo el escudo nacional. Son entre dos y tres tótems de imagen y sonido por cuadra, y esa es la infraestructura que desde ayer estaba dispuesta para que la gente que planea manifestarse en la ciudad de Buenos Aires, pueda seguir las alternativas de la ceremonia de asunción, el mensaje ante la Asamblea y la jura de ministros, el festival de música y el mensaje a la plaza que planea dar el nuevo presidente.

Estas enormes pantallas están dispuestas frente al Congreso, frente a la Casa Rosada y en todo el trayecto que une ambos monumentos, a través de la histórica Avenida de Mayo.

Ayer por la tarde, militantes de movimientos sindicales y sociales empezaron a ganar los lugares más importantes de la plaza del Congreso.

Grupos de jóvenes, con banderas y pancartas, cantaban de manera incesante sus consignas. Algunos otros preparaban los bombos mientras se instalaban carpas de seguridad y sanitarias para atender a la muchedumbre que se espera asista hoy a la despedida de Mauricio Macri y la llegada de Alberto Fernández.

En la Plaza de Mayo el clima era distinto. Allí, en horas de la tarde, hasta la caída del sol, familias enteras paseaban, paraban, se sacaban fotos. Una familia correntina, con bandera de Paso de los Libres, también participaba de los preparativos. Más tarde se sumaron los jóvenes y también muchas personas adultas, sobre todo mujeres.

Un grupo de actores -voluntarios y voluntarias amateurs muchos de ellos, intervino en la tarde haciendo una performance con bailes y música, caracterizados todos, aunque sobresalían las mujeres que estaban allí representando a Eva Perón, nada menos. La música intercalaba con fragmentos de discursos varios de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Era ese momento, sin dudas, el de mayor expresividad en la plaza. La mayoría soltaba alaridos en clave de ovación, aunque también había transeúntes con cara de reprobación.

“Esta es la plaza peronista”, le dijo una mujer a otra, en un tono indistinto: podía ser una descripción de hecho, como también una queja. A su alrededor, la fiesta seguía en progreso, ajena a los humores personales.

Y la plaza, sin vallas, mostraba su mejor figura: su concepción de comunidad indistinta. También los edificios de la zona se veían lozanos en su conjunción arquitectónica sin los obstáculos montados hace unos años, por la costumbre de separar y por la de alejar el grito de las protestas.

Un par de pantallas enormes irrumpían asimismo frente al Cabildo, para transmitir las imágenes del acto protocolar, pero también del festival de música con cerca de 30 números que están confirmados para amenizar “la fiesta de la democracia”, según invitan algunos afiches.

A propósito de afiches y carteles, el ministerio de Desarrollo Social, ubicado por avenida 9 de Julio, no sólo exhibe la figura iluminada de la “Abanderada de los Humildes” sino que además permitió la colocación de una bandera con la leyenda “Bienvenidos Alberto y Cristina: todos unidos triunfaremos”.

Asunción presidencial
Según se informó ayer, la Asamblea Legislativa comenzará a las 11.15, presidida por la vicepresidenta saliente Gabriela Michetti. Se realizará la designación de los legisladores que integrarán las comisiones de interior y exterior, respectivamente, que serán las encargadas de recibir en la explanada del Palacio sobre la avenida Entre Ríos al presidente electo.

La ceremonia pasará luego a un cuarto intermedio para recibir a Alberto Fernández.

De acuerdo a lo previsto, el primero en llegar al Congreso a las 11.30 será Macri, luego a las 11.40 hará lo propio Cristina Kirchner y a las 11.45 arribará el presidente entrante.

Más tarde, Cristina Fernández y Alberto Fernández prestarán juramento ante la Asamblea Legislativa como vicepresidenta y presidente hasta el 10 de diciembre del 2023. El nuevo jefe del Ejecutivo recibirá entonces el bastón y la banda presidencial.

Y luego de dar su primer discurso como presidente ante la Asamblea Legislativa, Alberto Fernández se trasladará a la Casa Rosada para recibir a las delegaciones extranjeras, tras lo cual tomará juramento en horas por la tarde a los ministros de su gabinete nacional en el Salón Blanco.

Desde las 14, cómo se dijo, habrá un festival en la Plaza de Mayo donde habrá varios shows musicales. Cerca de las 19 Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner hablarán ante la multitud que se espera en la plaza.

No se pudo: ganó Alberto

Ganó Alberto Fernández en primera vuelta, pese a la remontada de Mauricio Macri después de la contundente derrota en las Primarias del 11 de agosto. Ganó Alberto Fernández y será el nuevo presidente de los argentinos a partir del 10 de diciembre. Este dato, que corona un estado de situación político y económico más bien difícil, confirma la fortaleza del sistema democrático nacional que, aún con sus falencias, emergió revitalizado como una herramienta válida para dirimir diferencias tan marcadas, tal cual demostraron los resultados.
Ganó Alberto Fernández y eso demanda, a partir de hoy, trabajar en una transición respetuosa y ordenada. Y no se trata de una frase hecha, sino que es un estado de cosas que se sustenta con datos:

1. La Argentina tiene casi 16 millones de pobres (Indec). La inflación llegará a fin de año por lo menos al 59%.
2. A fin de año la economía nacional registrará variaciones negativas profundas, una recesión que tienen muy pocos países en el mundo.
3. El contexto latinoamericano, además, no es el mejor: hay un hartazgo social con las elites políticas cuya manifestación más contundente se está dando en Chile.
4. La corrupción y la desigualdad social, que son males sin ideología, acechan a la Argentina desde hace mucho tiempo, con perjuicios que deben ser revertidos y para lo cual hay que hacer muchos esfuerzos.

Para todo esto se necesita de la política. La remontada de Macri lo demostró en ese plano. El Presidente decidió dejar la virtualidad, salió a la calle y recuperó, al borde del milagro, un enorme acompañamiento en las urnas.
Primero lo vio el peronismo. A sabiendas de sus lados flacos, el PJ buscó y logró una unión que fue salvadora. Se trata de una unión electoral que ahora deberá reformularse, sobre todo cuando pasen a ser una estructura de gobierno. El éxito de Fernández también dependerá de cómo se diriman esas cuitas internas. Y lo mismo pasará en Cambiemos. Macri puede querer ser el líder de la oposición, pero es verdad que cambió el escenario y surgieron otros jugadores. Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, el gran ganador de ayer en la Ciudad de Buenos Aires. También habrá que ver que hacen el radicalismo y el resto de los socios del PRO.
Es pronto para saberlo, pero son claves a tener en cuenta.
Ahora, ¿por qué ganó Alberto? Podríamos ensayar algunas explicaciones:
1. La promesa de un futuro mejor le ganó a la religión del “alivio”. La empatía con el dolor de la gente derrotó a la declamación desconectada del mundo real, de la pobreza enorme que carcomió los cimientos de miles de familias.
2. El voto bolsillo derrotó al voto clasista. Pudo más el castigo a la inflación no resuelta, al desempleo en aumento, a los salarios a la baja, a las tarifas dolarizadas y a la desigualdad que incuba pobres e indigentes, que los avances arraigados en supuestos valores morales y políticos, republicanos.
3. La consigna, que tanto molesta a algunos, le ganó al marketing y al egoísmo de otros. La promesa de cambiar, corrigiendo errores del pasado, fue más atractiva que la continuidad de un modelo agotado que excluye y hambrea en nombre de supuestos otros activos de difícil verificación en la Argentina de estos años.
4. El recuerdo de algunos años mejores pesó más que los incumplimientos electorales justificados en la pesada herencia y la falta de tiempo.
5. La unión del peronismo, la lectura de la hora política, la conformación por necesidad de un gobierno frentista (aunque sea entre facciones del peronismo), el renunciamiento de Cristina Fernández, la emergencia de una figura con peso propio, más progresista que los que engendró históricamente el PJ y el compromiso de cerrar la grieta que divide y debilita los tejidos sociales más básicos, fueron más atractivos para el 47% del electorado que la división a la que apeló Macri entre un nosotros y ellos.
6. Juntarse dio más resultado que el achique en el que cayó el gobierno de Cambiemos después de haber ganado en 2015, y tras haber creído en un portento solitario y en una sordera sostenida. Macri cayó en su propia trampa, o en la que le tendió su todopoderoso ministro Marcos Peña, que dijo siempre, para el que quería escucharlo, que “la demanda ordena la oferta”. La demanda ordenó la oferta. Con el resultado puesto, esto quiere decir que la gente estaba demandando una fórmula como la de los Fernández.

***

La esperanza de la gente de volver a un reparto más equilibrado de la alicaída riqueza nacional se impuso a una política económica restrictiva, aún sabiendo que en aquel modelo emerge como consecuencia la inviabilidad financiera, aunque preferible, tal vez, a la inviabilidad política, social e incluso moral de gobernar siempre para los que más pueden y tienen.
No obstante, la transición será difícil. El país que viene lo será. Porque los Fernández no deben equivocarse. El triunfo de hoy da derechos, pero en el mismo tamaño de las obligaciones. Ya no hay margen para volver al pasado y mucho menos para tomar como herramienta válida las que usó el peor kirchnerismo.
Ya no hay margen para la corrupción, para el prepoteo, para las persecuciones al que piensa distinto. No hay margen para la discriminación política, para el manejo por la billetera (que para ser justos, no es exclusivo del kirchnerismo). Ni siquiera hay margen para sobrar situaciones, porque está visto que el problema del dólar no pudo solucionarse, ni el de la inflación era cuestión de días. La economía está en terapia, pero no es del único enfermo en el país que viene.
Quedó demostrado, con estos resultados, que la política tiene una centralidad que algunos prefirieron no ver. Semejante desprecio aisló a Macri y los suyos. Sobre el final de su gobierno, lo obligó a hacer a las apuradas lo que siempre condenó: desde el cepo al dólar hasta la eliminación del IVA de los alimentos. Pasando por lo dicho: la salida del territorio virtual al territorio real, el de las grandes movilizaciones que, aunque tarde, terminaron fortaleciéndolo.
Las redes sociales, el control de daños alquilado a los medios de comunicación y el relato empalagado de un optimismo hueco, está visto, tuvo su baño de realidad. Nada de eso es posible si en algún lugar no hay política que lo sustente.
Por lo demás, el resultado de ayer parece haber condenado a las consultoras, que fallaron otra vez en masa, como en las elecciones de agosto. Es verdad que antes como ahora acertaron en la ubicación de los candidatos, pero fallaron en ristra en cuanto a las diferencias.
Tal situación no fue menor. Primero porque falló un servicio que se vende con un margen de error que claramente fue mucho más alto, pero sobre todo porque los números alinean percepciones. El desaguisado entre lo previsto y lo sucedido en agosto impactó de lleno en la economía y motivado o no, el movimiento del dólar no hizo más que empobrecer todavía más a las ya pobres arcas del país y al bolsillo de los argentinos.
Semejante error, el de agosto, intentó además hacer creer otras dos cosas:

1. Que cambió la matriz del voto argentino (que la gente podría votar por alguien que estancó y desbarrancó la economía)
2. Y que un gobierno, cualquiera sea (pero sobre todo el de Macri, exhibido con cucarda no peronista) podía llegar a una instancia de reelección después de haber practicado un ajuste impiadoso.
La realidad, al final, se impuso. Y la realidad de agosto no fue buena. Por eso mismo aquí hay un punto de partida para encarar el futuro: el del nuevo gobierno, pero sobre todo el del país.

Fernández-Fernández: la fórmula que rompe el escenario político nacional

La decisión de alta política con la que Cristina Fernández de Kirchner sacudió este sábado la modorra nacional (eso de correrse a un costado, de anunciar que será candidata a vice de Alberto Fernández y que competirá en las elecciones Primarias) parece darle la razón a Alejandro Grimson, autor de “¿Qué es el peronismo?”.
¿‏Por qué? Porque Grimson, un antropólogo e investigador de Clacso, dijo siempre, o viene diciendo en el último tiempo, que “el peronismo no deja de conmover la política argentina”.
¿Y qué es lo que pasó con la decisión de Cristina Fernández de Kirchner?
Eso justamente: conmovió el tablero político nacional; ya desdibujó varias otras candidaturas que ensuciaban el camino al acuerdo de un armado opositor; dejó en falsa escuadra la estrategia del “populismo-venezualismo” de Cambiemos; y puso en modo de recálculo a los operadores internacionales y los organismos de crédito.
Alberto Fernández puede encolumnar gobernadores, puede contener a otros referentes del peronismo de centro, federal, o como se llame; es además una figura educada de las que le gustan al establishment comunicacional-institucional de la Nación y encarna un antídoto para los fantasmas de la cesación de pagos y el aislamiento internacional.
Sergio Massa fue el primero en ver la luz al final del camino: “Me parece que hay una comprensión de que el escenario de la grieta es un escenario que lastima a la Argentina, y que la Argentina debe salir de la grieta. Creo que el enorme desafío que tenemos es construir una nueva mayoría y ganarle al gobierno”, afirmó hace instantes en radio Mitre, luego de que la ex presidenta anunciara su decisión a través de un video de Twitter.
Massa trazó así el objetivo: ganarle a Macri.
Ahora queda el trabajo. Queda el armado de un vehículo electoral competitivo mientras se generan los planes y proyectos para lo que viene: una Argentina con enormes carencias y dificultades. Queda además llegar a las Paso, después a octubre y tratar de que el país esté entero para encarar el proceso que comenzará el 10 de diciembre.
En la misma línea se leen las capitulaciones de Agustín Rossi y Felipe Solá. Se esperan más.
Por lo demás, ya se está viendo los pataleos de ahogado en los referentes más debocados e irresponsables del macrismo que, ante la falta de argumentos, azuzan el miedo. Fracasan también allí, en la reacción ante una jugada estratégica que pone fichas nuevas en el juego cuyo resultado se conocerá recién el mes de octubre.
¿Qué hay además, mientras tanto?
El chiquitaje de aquellos que recuerdan los días en los que Fernández y Fernández tenían visiones distintas de la política. Desconocen los odiadores de clase, que el “peronismo jamás será atrapado en una frase”, y que para explicarlo es necesario “escapar del análisis unidimensional para desplazarnos a un abordaje multidimensional”, como dice Grimson.
¿Por qué?
Porque “el peronismo nació y se configuró como un espejo invertido del antiperonismo”. Ambos corren a la par desde hace siete décadas.

(Análisis en desarrollo)

Sin elecciones

La Argentina, últimamente, no es noticia: eso es, para los argentinos, una gran noticia. Y nos sorprende: ya hace semanas, incluso meses que la Argentina no produce sorpresas, que todo se desarrolla en la dirección y al ritmo previsibles. En medio de crímenes diversos, que los medios relatan con regodeo y babita, se constata la obstinada degradación de las condiciones económicas y sociales, la obstinada acumulación de causas judiciales contra Cristina Fernández de Kirchner, sus socios y amigos y familia, la obstinada preparación de las elecciones que, desde marzo a noviembre, mantendrán al país ocupado o como si.

La forma de estas elecciones ya es un disparate y es, también, el síntoma más claro de un liderazgo roto. Los gobernadores provinciales que buscan su reelección desconfían de sus supuestos jefes nacionales y no quieren que les hagan perder votos, así que, para distanciarse, convocaron sus elecciones en fechas distintas de las presidenciales —y distintas entre sí—. Será un festival: desde el próximo domingo 10 de marzo hasta el domingo 16 de junio solo habrá tres fines de semana en que no se elegirá a algún gobernador. Son los que corresponden a tres feriados nacionales —el 24 de marzo, el 1 de mayo, el 25 de mayo— pero el Domingo de Resurrección sí habrá voto en San Luis.

Esa avalancha arrolladora de elecciones deberá conducir hacia el gran estallido final: el 11 de agosto se harán esas “primarias abiertas” cuya función real no entiende nadie, el 27 de octubre la primera vuelta de las presidenciales y las legislativas nacionales, y el 24 de noviembre, el balotaje que decidirá el próximo presidente o presidenta o presidento de la República Argentina. Será el Día de la Resignación, un gran momento del rechazo: elecciones que no van a decidir quién debe ser el presidente sino quien no debe serlo.

Hay dos candidatos excluyentes: Mauricio Macri, Cristina Fernández de Kirchner. Todas las encuestas muestran que más de la mitad de los argentinos no quiere votar a Macri. Y que más de la mitad —otros, los mismos— de los argentinos no quiere votar a Fernández. Más allá de odios particulares o prejuicios varios, no hay duda de que los dos se ganaron ese rechazo con cuidadosas gestiones de gobierno.

Tras ocho años de presidencia definida por la intolerancia y la soberbia, Fernández entregó un país con 29 por ciento de personas pobres, un déficit fiscal incontenible y un 125 por ciento de inflación en sus tres últimos años a un sucesor que hizo campaña diciendo que nada era más fácil que bajar la inflación, que no entendía por qué no lo habían hecho.

Que no entendía estaba claro. Ahora, tras tres años definidos por los errores y rectificaciones y más errores y menos rectificaciones, el gobierno del sucesor Mauricio Macri acumula una inflación de casi el 160 por ciento. En ese lapso la deuda externa aumentó más del 30 por ciento, el PBI bajó más del 15 por ciento, el precio de los servicios se triplicó y la cantidad de pobres creció en un 15 por ciento. La obsesión de sus publicistas es buscar alguna cifra positiva —y no la encuentran—.

En síntesis: está claro que los dos fracasaron tristemente en sus intentos de mejorar el país que recibieron de sus predecesores; que los dos lo empeoraron y empeoraron, sobre todo, las vidas de los que más apoyo necesitan. Y, sin embargo, las mismas encuestas también dicen que un tercio de los argentinos quiere votar por cada uno de ellos y que, por eso, su próximo presidente será Cristina Fernández o Mauricio Macri.

O, dicho de otra manera: si todo sigue su curso, los argentinos elegirán para gobernarlos a una persona que cuenta con el rechazo de más de la mitad, porque su otra opción despierta más rechazos todavía: el mal menor elevado a estrategia de Estado.

Los dos candidatos, por supuesto, juegan con esa situación. El mayor mérito que exhibe cada uno de ellos es no ser el otro. Las encuestas dicen que Macri tendría menos intención de voto que Fernández pero que, ya en la segunda vuelta, Fernández provocaría más rechazos y entonces él le ganaría. Macri necesita a Fernández para poder ser el mal menor. Es la misma política que usaron, durante años, Cristina y Néstor Kirchner: hacían todo lo posible por conservar a Macri como rival porque muchos los votaban a ellos para impedir que ganara él. Y ahora él hace lo mismo con ella, y la Argentina lleva más de una década entrampada en esta treta de pelea de barrio, en este barro inútil.

(Pero el precio que pagó Macri para recuperar a su enemiga útil fue muy alto: solo el fracaso de sus políticas económicas consigue mejorar la imagen de Fernández, que terminó su gobierno muy desprestigiada y, desde entonces, se siguió desprestigiando más y más con revelaciones sobre sus tan variadas corruptelas. Hay quienes se sorprenden de que los argentinos quieran que los gobierne una señora con tantas y tan fundamentadas causas criminales. Pero la corrupción despierta una indignación variable y funcional: es el reproche más vehemente cuando un sector social rechaza la política de un candidato o un gobernante, pero se olvida cuando esa política les parece deseable o encomiable).

Así está, ahora, la Argentina: entre dos variaciones del fracaso, dos pasados que luchan por no pasar del todo. No hay ninguna razón —ellos no la ofrecen— para creer que ahora van a hacer bien lo que ya hicieron tan mal, pero las tentativas de producir opciones nuevas no prosperan. Es cierto que, en su mayoría, las llevan adelante jóvenes viejos del “peronismo civilizado” —con perdón— como Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey, caudillos locales cuarentones guapetones bien trajeados que se parecen demasiado a una mezcla de los dos malos conocidos. Y que ahora, informados de su inviabilidad por las encuestas, están tratando de inventar algún otro candidato, como el ex ministro de Economía de Duhalde, Roberto Lavagna. No parece que vaya a despegar, no suscita entusiasmos ni tiene por qué.

Así que lo más probable es que se imponga el mal menor, que siempre es mal pero nunca menor. En las últimas décadas, la Argentina se ha especializado en innovar: busca incansable —y encuentra, solvente— formas nuevas de la degradación. Esta, la de un país que se resigna a reelegir a uno de dos fracasados porque no tiene la audacia o la imaginación o la consecuencia necesarias para buscar otras salidas, es una nueva cumbre: la promesa de otros cuatro años perdidos.

Quedan todavía unas semanas; quizás en ellas pase algo y la Argentina recupere su poder de sorpresa. No parece. Mientras tanto, la política del menos malo es la mejor forma de seguir fomentando el descrédito de la política, de confirmarla como un juego ajeno, inútil, casi innecesario —y abrir la puerta a vaya a saber qué apóstoles y espadachines—. Bolsonaros y trumpitos se restriegan las manos. Para contrarrestarlos deberían aparecer opciones nuevas: no personas sino proyectos, debates, la búsqueda común de una idea de país. Llevamos décadas sin hacerlo; ya no está claro que sepamos cómo.

El reino de “Colombí”

(Domingo 17 de agosto de 2014). El chascarrillo en clave de denuncia de Ricardo Colombi, que aprovechó la cadena nacional del jueves para hacer saber en el país que San Lorenzo “pagó” al árbitro para salir campeón de la Libertadores (y que algunos ni siquiera vieron, hasta que lo leyeron en El Litoral), no deja de ser un indicativo de los tiempos, siempre cambiantes en las playas del colombismo y, también, claro, del kirchnerismo.

La relación amor-odio de Ricardo y Kirchner primero y Cristina ahora, además de aportar capítulos a la novela donde se dirime el poder, comprometen futuro, desmienten anuncios, concretan extorsiones y multiplican todo tipo de entregas. También tiene beneficios que coexisten en una feroz trama de intereses.

El gobierno de la Nación era de lo peor hasta que se refinanciaron las deudas de la provincia. Ni hablar ahora que además de ciertos millones para obras viales, en Salta y Mayo recibirían otros tantos fajos para la construcción de viviendas. No es un dato menor, pues de ese modo Ricardo podría hacer trabajar a unos cuantos funcionarios, que además son sus amigos y que como tales vegetan en el Invico (donde hubo poco que hacer en los tres últimos lustros). Y también a los amigos de las empresas constructoras, pues según se anunció, la plata la manejarán las provincias. Más que bueno.

Tan generosos están en Balcarce 50 que Ricardo es capaz de devolverle gentilezas. Acostumbrado a viajar (generalmente por el interior) esta semana Colombi se convirtió poco menos que en una sombra presidencial. Fue a Paraguay con CFK el miércoles a devolver muebles del mariscal López y luego, al otro día, compartió con ella los anuncios del relanzamiento de un ambicioso plan federal de viviendas. Tanto tiempo junto a Ella hizo que El se interesara por ciertos pasatiempos de la señora.

Cristina no se cansa de batallar contra los medios hegemónicos y últimamente a Ricardo le anda dando vueltas la idea de que la culpa de todo lo tiene la prensa, que en Corrientes no es hegemónica pese a que sus dueños, podría decirse, toman café en el mismo bar.

Son los periodistas, al parecer, responsables de la inseguridad; de la falta de energía; del déficit habitacional; de la caída del techo en las escuelas; de la falta de agua en esas mismas escuelas; de que no se habiliten edificios inaugurados; del incumplimiento de los plazos de las obras, por caso en el aeropuerto; del estancamiento laboral; de que Coca Cola se tome una Pepsi antes de empezar a levantar la planta embotelladora que con tanta pompa se anunció para desarrollar en Perichón; y hasta de las lluvias que generaron las últimas inundaciones.

Práctica habitual en Colombi suele ser aquello de querer correr al periodismo con la vaina. “Tienen  que salir a recorrer la provincia. No todo está en las pocas manzanas que ustedes caminan”, suele prepotear.

Tampoco la provincia es la Capital y eso hay que concederle. Pero para los Colombi, desde que gobiernan, la ciudad nodriza es poco menos que un patio trasero.

No obstante esto, tal vez tenga razón el Ricardo de ahora y siempre: habría que ver el interior. Allí las cosas no pueden más de fenomenales.

En el Iberá, donde anida un potencial turístico internacional, quedan varados los turistas por el mal estado de los caminos. De Paso de la Patria se fueron el verano pasado por falta de luz: los turistas y también algunos comerciantes. En muchos otros lugares no pueden quedarse por falta de infraestructura, más allá del entusiasmo con el que se cuentan los miles y miles de autos y personas que pasan o pernoctan en ciertas ocasiones. En total, todo junto y al mismo tiempo, Corrientes solo puede alquilar unas 15 mil camas. Esa es su capacidad de alojamiento según el último informe de la Dirección de Turismo publicado en octubre de 2013, cuando todavía no era ministerio.

En San Miguel, poco más del 20% de los chicos que van a la primaria repiten de grado. En Empedrado, más del 15% repite en secundaria. Para aplaudir.

Sauce es una belleza. Según datos de 2012, más del 63% de los pibes cursa la secundaria con sobreedad. En Goya, donde perdió su candidato, sobran crisis institucionales y políticas. En Mercedes, casa natal de Ricardito, donde le dicen “Lalaca”, también perdió su candidato, y desde entonces amenaza con echar al intendente.

En Capital niega las pocas posibilidades de crecimiento que se ofrecen. Santa Catalina por ejemplo. Rara casualidad. En Capital también perdió su candidato.

Ni hablar del manejo de los fondos, por caso los de coparticipación, que ahora mantienen dividida la opinión política y ocupada a la Justicia, como si no tuviera trabajo más productivo que hacer.

Tal vez por ese horizonte que ofrece la provincia, haya tantos (más de 10 mil) estudiantes de abogacía y tan pocos (no llegan a 200) estudiantes de administración de empresas agropecuarias, que es donde se desarrolla el trabajo más fuerte de esta satrapía, cuando no se trata del Estado. De hecho, esta sigue siendo una provincia cerealera, forestal y ganadera, productora de servicios más que de bienes, que además, son sólo primarios.

Es para enfermarse. Por eso mismo, quizás, haya más médicos (6.200 aproximadamente) que enfermeros (4.700), pero pocos quieran ir a los hospitales por la miserabilidad de los salarios. Una malaria. No obstante -para seguir el hilo de esta inspiración-, la tendencia de la pobreza se mantuvo oscilante en los últimos años, desde 2011, pero duplicando la media nacional…

 

Cosas que matan

No hace mucho, El Litoral publicó un informe oficial, emanado de la propia dirección de Vialidad, que confirmaba que en el año 1983 había más rutas asfaltadas en la provincia que en la actualidad. “Corrientes cuenta hoy con más de 12 mil kilómetros de rutas provinciales, de las cuales sólo poco más del 6% se encuentra pavimentada. De hecho, más del 60% de la red es de tierra”, decía el informe. Tales datos brindaron un argumento sólido a las palabras del gobernador Colombi ofrecidas en la apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura provincial, en marzo pasado, donde manifestó su objetivo de revertir el “déficit de conectividad que tiene Corrientes”.

De todos modos, el reconocimiento de la situación por parte del mandatario, no lo enajena de responsabilidades, sobre todo teniendo en cuenta que la administración actual, aún con sus bemoles, viene gobernando Corrientes desde la crisis de 2001. Del 83 a la fecha pasaron 30 años. Los Colombi y en particular este, Ricardo, gobierna desde hace casi la mitad de ese tiempo.

Pero volviendo a la época del retorno democrático, hay más todavía. Desde 1980 y hasta el 2000, la tasa de crecimiento demográfico era el doble a la que se registró en 2010. En 1980, del total de población “nacida en Corrientes”, solo el 56,2% vivía en Corrientes. Ahora mejoró el asunto: vive en Corrientes el 66,4% de los que nacen, que son cada vez menos. Los números mejoran. Lo que no mejora al parecer es la vida. No aparecen las oportunidades que, por escasas, empujan al “exilio” a casi la mitad de los correntinos. “Tanta soledad, tanta falta, tanta lejanía/ Tanto no poder, tanta nada, tanta despedida”, diría Teresa Parodi.

¿De quién será la culpa de todo esto? Tal vez no haya culpables o los haya a raudales. El periodismo tendrá también sus culpas, por supuesto. La primera es no ver la cantidad de obras y gestiones que se hacen desde el Gobierno pese a que no impactan, a la vista de los medios, según cree Colombi, en los hechos que se narran a diario.

Sólo se ven las muertes y catástrofes y hechos de inseguridad, que son sólo una sensación, dicen.

Colombi sabe que no es así. En Corrientes se cometen en promedio, 25 mil delitos anuales, constantes desde 2006. Tal vez haya ido en aumento, por eso la Jefatura de Policía escondió sus estadísticas desde 2011 en adelante. De esos 25 mil delitos anuales, más de 15 mil, en promedio, son delitos a la propiedad. Una “sensación” que no se calma ni gritando en los actos frente a los cabos recién recibidos, ni con patrulleros y chalecos. Se calmará seguramente trabajando. Previniendo el delito, pero más aún, tratando de integrar a la sociedad que se muestra desde hace tiempo resquebrajada.

La manía escondedora, como en el Indec, o, cuanto menos, la de no llamar a las cosas por su nombre, tiene sus consecuencias.

Lo raro es que hasta en esto Colombi se queja de lo que él mismo hace. Tiene la costumbre, por ejemplo, de cambiar o confundir, jocosa pero sarcásticamente, el nombre de las personas. Lo toma como una especie de juego cuyo chiste consiste en quitarle al otro la dignidad de su propio nombre.

Su nueva “amiga” de estas horas, Cristina Fernández de Kirchner, tal vez sin conocer esta faceta del bueno de Ricardo, le dio de tomar de su propia medicina. El jueves, por cadena nacional, lo ninguneó pronunciando mal su apellido. Ahora sabe lo que sintieron Fabián Ríos y Camau Espínola cuando les pasó lo mismo. Una pena para “Colombí”, con tilde en la i. No le sale una: lo mal-trata la presidenta y los medios no ven las glorias de su gobierno.

 

http://www.ellitoral.com.ar/es/articulo/322938/El-reino-de-Colombi