Peste, política y posverdad

La verdad fue otra vez víctima de la posverdad, abonada por intenciones políticas que traccionan detrás de la pandemia. Y si bien no es nueva la costumbre de tomar el todo por la parte para documentar el parecer propio en desmedro del ajeno, los daños se proyectan mayores cuando está en juego la salud, la vida y, por tanto, el futuro.

¿Qué pasó? Pasó que un delegado de la Organización Mundial de la Salud, que aconseja sobre covid-19 en Europa, pidió a los países que “dejen de utilizar el bloqueo como método de control principal” para frenar el virus.

El pedido va en línea con la posición del organismo, que desde marzo advierte sobre los efectos negativos de los confinamientos masivos y prolongados y pide minimizarlos, con la aclaración de que estas medidas “son necesarias para suprimir rápidamente el virus”, pero que “deben tener una duración limitada” porque generan efectos socioeconómicos iguales o peores que la peste.

El tema es que las declaraciones del delegado, David Nabarro, volvieron a poner en debate la utilidad de las cuarentenas e hicieron tambalear la posición de la OMS. El cuadro se completó cuando intereses partidarios volvieron a tomar la parte por el todo, apalancados en esas declaraciones. Incluso el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, utilizó esas palabras para asegurar que la OMS le dio la razón y para pedirles a los gobernadores demócratas que “abran sus estados”.

Pero también en Argentina se sintió el efecto media-verdad, según escribió José Giménez, haciendo un racconto aclarativo para chequeado.com. A raíz de las declaraciones del delegado especial, en Argentina “La OMS” fue tendencia en Twitter. El argumento se utilizó además para cuestionar las medidas de aislamiento aplicadas desde marzo por Alberto Fernández y para respaldar las acciones que terminaron en una manifestación ciudadana el pasado 12 de octubre.

Las críticas, que no cabían en marzo, caben ahora por los resultados. La cuarentena es una medida extrema para frenar la propagación, pero acarrea costos altos. Se la tomó para ganar tiempo y de ese modo preparar el sistema de salud, pero desde el primer momento, más allá de ciertas actitudes triunfalistas tempranas, se dejó dicho que tales decisiones no acabarán con la epidemia.

En su chequeo, Giménez recordó que la OMS recomendó acciones para detener la propagación: ampliar el sistema; localizar los casos sospechosos; aumentar la capacidad de los test, y adaptar y equipar instalaciones destinadas a tratar y a aislar a los pacientes.

En la Argentina se avanzó bien en algunos ítems; poco y nada en otros. En Corrientes la cosa estuvo más pareja, con un alto nivel de cumplimiento de esas recomendaciones: se creó un sistema sanitario paralelo para atender, tratar y aislar pacientes, se informó una buena capacidad y número de testeo por habitante y hasta el último mes, al menos, la Provincia informó que tenía controlado el nexo de contagios. Y esto más allá de las múltiples versiones que circulan por el territorio de la virtualidad y que indican lo contrario, a caballo de algunos datos que surgen de usinas de distintos niveles de credibilidad e intencionalidad, con acceso a información confidencial, que echan raíces allí donde la oficialidad llega tarde o calla.

Esto ocurre aquí como en todas partes, porque a la salud y a la economía se les abalanzó la política que tensiona desde los atriles del proselitismo en puertas, con base de sustentación en otra recomendación que parece no tener una respuesta clara: la planificación de una transición gradual para salir de esta situación y reimpulsar la actividad anclada en la famosa “nueva normalidad”, que implica drásticos cambios culturales, además de contención sanitaria.

Es allí donde se inserta la más certera crítica contra el aislamiento, porque demostró no ser una solución sostenible. En ese sentido, Nora Bär escribió el viernes en La Nación que una de las primeras equivocaciones tal vez haya sido seguir la idea de “aplanar la curva”, en vez de “aplastarla”, estrategia que mostró su efectividad en Córdoba, por ejemplo, o en Corrientes misma, pero que fue insuficiente cuando volvió la movilidad.

Pero, además de esos aspectos técnicos, “hay dos factores cruciales que incidieron en los resultados actuales: la falta de un trabajo interdisciplinario sostenido entre médicos y científicos, incluso con los de campos no afines a la medicina; y la visión de que la pandemia es un hecho meramente biológico, dejando de lado aspectos sociológicos y culturales determinantes”.

Entonces, como vimos, usar la parte por el todo, además de ser engañoso, no es válido como opción, y menos en sistemas deteriorados como el de la Argentina, por caso también el de Corrientes, que debió montar en paralelo un nuevo sistema porque no existía ninguno en condiciones de soportar las exigencias de la pandemia.

El deterioro es una de las herencias de las que habla con cierta desvergüenza el peronismo bonaerense o nacional, que pocas veces acepta el tamaño de su responsabilidad que deviene de la cantidad de años en el gobierno; pero también es una herencia de la que no puede hablar el gobernador Gustavo Valdés, pues más bien es un lastre solapado que le vino del enquistado colombismo, como la pandemia, pero que emergió gracias a ella.

Acá, como en el país, y también como en todas partes, la cuarentena sirvió para preparar hospitales y para aletargar lo que está pasando ahora: las olas de contagios con números de muertos que empiezan a preocupar pero que hubieran sido peores sin la preparación previa necesaria. Lo dicen en el Gobierno de la Nación, pero también aquí en Corrientes, en ambas veredas de esa ancha avenida que a veces suele mostrarse como grieta. En ambos búnkers muestran, aunque en privado, que la gente murió menos en el comparativo marzo-agosto/2019-2020, incluso menos por afecciones respiratorias. Suena fuerte decirlo así, pero es sobre la base de esas evidencias que se tomaron medidas de acción pública. Debería ser siempre así, por lo demás.

Pero más allá de la carrera por la peor estadística -que parece motivar a algunos-, se trata aquí y ahora de construir sobre los objetivos comunes, de salvar vidas, de recuperar la economía; se trata, sobre todo, de la verdad como cimiento para edificar soluciones necesarias y urgentes, y sociedades duraderas que puedan convivir aun en sus diferencias.

Quiere decir esto que saber la verdad de la pobreza, por ejemplo, nos abre la posibilidad de abordarla adecuadamente, contenerla, morigerarla, erradicarla. Se trata de un ejercicio que puede hacerse con cualquier otra cosa: con la pandemia, con la economía, o con la corrupción. Los resultados podrían ser sorprendentes.

Quiere decir que hay que respetar el derecho al trabajo, a la circulación, a la opinión, a la queja política, pero siempre. No solo cuando me conviene. Hacer respetar la libertad de uno, pero también la del otro, que incluye respetar a un “todos” que, en épocas de pandemia, asienta en la salud de la población.

Tal situación, en todo caso, lleva a plantear la necesidad de la responsabilidad individual, sin que ello implique bajar los controles o relajarlos, porque en países como los nuestros -y en provincias como las nuestras- hay factores que exceden el voluntarismo y que determinan conductas.

Es muy fácil criticar la movilidad o la falta de cumplimiento de ciertas normas, sobre todo las que implican costos económicos, sin mostrar en el mismo acto los altísimos niveles de informalidad laboral-salarial, de desempleo, de pobreza estructural y el raquitismo cultural derivado de la falta de educación, que es transversal a los estratos sociales y rangos etarios.

Los resultados conductuales de hoy, demuestran una decadencia en aumento en cuanto a valores de forma y fondo, e incluso demuestran enormes niveles de prepotencia pública, a veces insuflada por malos ejemplos que bajan desde la oficialidad: un contrato social que se deteriora todavía más cuando el Gobierno parece encubrir más que disciplinar, o dar el ejemplo.

Allí surge la importancia de la coherencia y de la verdad, que utiliza el vehículo de los hechos, de las pruebas, que se comunica echando mano a la información disponible, lo cual es contrario a su ocultamiento, y que a su vez debe ser lo más democrática posible.

A la mentira se la conjura con datos, con pruebas, no acallando voces o creyendo que el Estado es el único vocero posible o el único contralor válido. Entre otras cosas, porque hay evidencias de sobra, aquí y en todas partes, de las maniobras de censura en la que terminan cayendo muchos gobiernos mientras maquillan en el plano discursivo una aparente custodia de la libertad de expresión, que no es privilegio de medios o periodistas, sino un músculo de la democracia.

Para que sean creíbles, en todo caso, estos valores deben sostenerse siempre, no cuando queda a mano de alguien porque ilustra su sesgo de pertenencia. Si eso pasa, no estamos más que actuando como aquellos a los que criticamos.

Adoptamos una suerte de “tribalismo moral”, al decir de Eduardo Levy Yevati, en el que hay un “nosotros” y un “ellos”, pero que se parecen. “Asumimos que la gente como uno comparte nuestra visión; si no la comparte, lo más probable es que no sea como uno, y por lo tanto, mejor no escucharla”. La conclusión de eso es una tribu compacta, cerrada. Cuando, además, tal situación está mediada por el odio, o por un cierto resentimiento, el otro se convierte en alguien al que hay que eliminar. Muy peligroso.

Lo que hace daño al periodismo

El periodismo es una tarea que siempre ha estado limitada: primero por los partidos políticos y después por el capital. Negar esto es tan absurdo como no admitir que la prensa libre sólo es posible en un régimen que procure, siquiera en apariencia, la competencia empresarial.

“El problema es cuando el oficio acaba vampirizado por tipos infames. Tipos empeñados en no distinguir entre la información y la opinión. Los mismos que se encaraman a sus púlpitos y pisotean aquello que Beuve-Méry, fundador de Le Monde, le dijo a Manu Leguineche: “La objetividad es imposible, pero hay una cosa sagrada: jugar limpio con el lector”.

“Martí Gómez, por cierto, ha afinado aún más esta reflexión: “La objetividad no existe, pero la subjetividad no se debe confundir nunca con la falsedad” (El oficio más hermoso del mundo, Clave Intelectual, 2016).

Sólo estos párrafos valen la nota, pero es muy valiosa en su integralidad esta pieza de Raúl Conde, publicada en el diario español El Mundo. Recomendada no sólo para estudiantes, sino también para colegas. #Periodismo. Leela aquí.

Hugo Pardo Kuklinsky: “El que se dedica a la política hoy tiene que aprender a construir poder desde lo digital”

El doctor en comunicación -argentino radicado en España-, Hugo Pardo Kuklinski, habló en el programa “Ciudad Invisible” de Radio UNNE, 99.7. Comentó acerca de conceptos claves en la era de la comunicación digital como la posverdad, la cultura digital y la utilización de las redes.

“En la`era de las redes sociales´ una posverdad se puede amplificar muy rápido. Se sabe que entre racionalidad y emociones en los seres humanos siempre predomina la emoción, y hacia allí van dirigidas esas mentiras estratégicas, en virtud a esto hacen su juego y se llegan a consolidar ideas o verdades irreales” señala Kuklinsky en esta nota de la que participé..

Leer más en: http://bit.ly/2qWrnAU

Escuchá la nota completa:

La posverdad marca el fin de una época

La sociedad del conocimiento culminó en ese logro inmenso que es la informática, pero inesperadamente las redes sociales se han convertido en un colosal vehículo instantáneo de falsedades y fabulaciones que refuerzan los elementos más conservadores y dogmáticos de lo que Gramsci llamaba el “sentido común vulgar”, siempre ávido de certezas.

Como solían decir los gauchos, anticipándose a Orwell: difundir una mentira es como echar agua sobre piso de tierra: nunca se la puede recoger toda.

Nota completa en:

http://www.lanacion.com.ar/1988503-la-posverdad-marca-el-fin-de-una-epoca

Nos equivocamos en todo

LA POSVERDAD siempre ha existido pero ahora tiene una palabra. La posverdad se da cuando un decir “se siente verdad” pero no hay dato, hecho, argumento que lo compruebe. “La posverdad  puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad” explica Rubén Amón en El País.

http://www.revistaanfibia.com/ensayo/nos-equivocamos-en-todo/

¿Qué es la “posverdad”?

 

“Todo lo que necesitas ahora es in iPhone”. “Y si no estás de acuerdo conmigo, me atacas a mí, no a mis ideas”. Nota altamente recomendable.

Una palabra para definir “el mundo al revés” de la política. En eso se ha convertido la “posverdad”. Fue la palabra del año, según el prestigioso diccionario de Oxford. Y ha sido utilizada para tratar de explicar el instinto y la sensación anti-establishment que catapultó a Donald Trump a la presidencia de EE.UU. e hizo ganar al Brexit -la opción para salirse de la Unión Europea- en Reino Unido.

 

Por qué tantos comparan el triunfo de Donald Trump con el Brexit. Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. Pero, ¿qué significa esta nueva definición del mundo para los académicos y científicos que se ganan la vida tratando de establecer hechos objetivos?

 

 

 

Nota completa en:

http://bbc.in/2jh4kMy

Lecciones para el periodismo tras las elecciones en Estados Unidos

La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2016 en Estados Unidos sorprendió a observadores y analistas de todo el mundo. Como varios medios señalaron, se trató de una campaña peleada y amarga, y el resultado fue inesperado debido a las pocas encuestas que lo predijeron.

Los periodistas que cubren la política estadounidense se enfrentan desde ahora a la tarea de explicar lo que se ha descrito como la mayor perturbación política de la historia moderna de los Estados Unidos. Para ello, puede que los medios de comunicación tengan que hacer una seria introspección.

A continuación compartimos cuatro lecciones para periodistas sobre el asombroso ascenso de Trump.

http://bit.ly/2fWFIHQ