¿Por qué gano Ricardo Colombi?

¿Por qué gano Ricardo Colombi?

¿Por qué ganó Ricardo Colombi?

(Lunes 16 de septiembre de 2013). Sólo si los datos de estas horas se confirman luego del escrutinio definitivo, se habrán confirmado también las tendencias previas. Y como las encuestas se convirtieron en votos ayer, puede decirse hoy que los ciudadanos de Corrientes se expidieron y decidieron la continuidad de Ricardo Colombi al frente del Gobierno de Corrientes. Ese dato constituye un hecho histórico, pues el mandatario mercedeño se convirtió en el primero en acceder por el voto popular a un segundo mandato consecutivo y uno de los pocos elegidos en sumar un tercer mandato desde que Corrientes se organizó institucionalmente.

Esta victoria obedece a un sinfín de razones, que trataremos de exponer en esta nota.

Horacio Ricardo Colombi, a sus 56 años, logró su reelección porque fue un buen gobernador que devino en buen candidato, casi por traslación.

Ganó porque la gente lo vio así: capaz de ser gobernador una vez más y pese a todas las deudas que los opositores pudieran endilgarle después de tantos años, suyos y de su primo, en el poder.

Ganó porque los ciudadanos vieron su fortaleza aún en condiciones de soledad política a nivel nacional. De hecho, esa fortaleza trocó en valentía para disputar contra el poder central, contra el sometimiento al que el kirchnerismo le tributa por sus triunfos políticos. Y esto pese a la sociedad que supo sostener con Néstor Kirchner y que forma parte de su pasado reciente.

Ganó porque pagó los sueldos en tiempo y forma y porque supo administrar los recursos del Estado pensando tal vez en la provincia, pero también en su propio pellejo. Dosificó tales recursos y llegó hasta este final en busca de su reelección con el apoyo del empleado, al que lo sostuvo con aumentos salariales progresivos y al que ahora lo benefició con la estabilidad.

También ganó por el temor. Por la posibilidad de que caigan todos los beneficios con el Gobierno. Empleados de las empresas proveedoras hicieron suyo el miedo de los dueños de perder el contrato actual. Y el trabajo es sagrado y multiplica, en este caso, los votos.

Colombi ganó porque, como un jugador de ajedrez, manejó siempre las piezas y los tiempos.

No hizo grandes obras, es cierto. Más bien hizo las suficientes para llegar con oxígeno a esta campaña. Reguló también los cortes de cintas y siempre estuvo en la consideración pública. De hecho siguió su propio axioma: “Cuando es época de elecciones, obras para arriba. Cuando no lo es, obras para abajo”. Así se expresó en una vieja entrevista con El Litoral.

Ganó también porque hizo buenas alianzas electorales, pese a que echó mano a lo peor del pragmatismo utilitario. Mostró un estómago de hierro y retomó las conversaciones con su primo Arturo, al que lo seguían algunos radicales; lo trajo consigo a Tato Romero Feris y usó la buena imagen de su esposa, Nora Nazar, para cosechar en las viñas del nuevismo; y puso en su lista por un lado a Pedro Braillard y por otro a Gustavo Canteros, agua y aceite en la gesta del 99 que además de ser histórica, atraviesa de contradicciones a la coalición entera. No importó.

Ricardo Colombi jugó con el enemigo externo, el kirchnerismo, y borró del horizonte local esas contradicciones del pasado. Jugó y ganó una batalla conceptual y cultural. Se dedicó a hablar de los valores del correntino, de sus luchas y llegó adonde quería: al corazón y al voto resultante.

Ganó porque supo elegir buenos candidatos para que lo secunden. Blindó las listas legislativas y obligó a los socios a sacrificarse por la causa. Miró estratégicamente y privilegió, como siempre, el contacto con la gente. Habló con ella de igual a igual, en su idioma y en su territorio.

Ganó porque supo usar los espacios y los medios. Porque supo comunicar su mensaje y su gestión, aún con los déficit que son muchos y estructurales, como los de vivienda y energía.

Ganó ayudado por el sistema electoral, por la sábana de papel, por la bolsita compradora, por el boleteo estratégico, por un acarreo eficaz y una fiscalización necesaria, aparatosa y costosa, restrictiva, pero útil.

Ganó porque estuvo bien asesorado, porque no se la creyó nunca y porque se granjeó el respeto de todos, aun de sus adversarios, por su enorme capacidad de trabajo que no empezó en agosto de 2013 con la campaña, sino en diciembre de 2005, cuando después de dejar a Arturo en el sillón de Ferré, se sintió echado del palacio. Entonces empezó su campaña. Volvió en 2009, por la puerta grande y cumpliendo una venganza intima. No se movió un ápice de ese norte y, habilitado por la ley, aspiró a la reelección que le fue arrebatada en su momento por las mezquindades de la política.

Perseveró y ahora acaricia las nuevas páginas blancas que le reserva la historia.

 

Por qué perdió Camau

En cambio, Camau Espínola perdió porque se apresuró. Se cegó en ser gobernador y apenas le alcanzaba para ser un buen intendente.

Perdió porque no pudo convencer a la gente de que su gestión era producto de un trabajo en equipo y no el resultado de cualquier administrador de billetera gorda.

Porque hizo pésimas alianzas electorales y porque como resultado armó listas indignas de un frente que pelea por el poder para ganarlo y sostenerlo.

Pagó caro, como cuentan de Esaú en el libro de Génesis, su hambruna de poder. La gobernación por lentejas. Así fue. Tarde es para arrepentirse.

Perdió porque así le fue con la batalla conceptual y cultural. Porque contrató profesionales para Hollywood, no para Corrientes. Porque hizo spot para los Oscar, no para que lo entiendan en el Iberá. Porque no supo llegar al correntino. De hecho ni al capitalino, para el que trabajó cuatro largos años.

Perdió porque arrastró la bronca antikirchnerista de una clase media y alta insultada en su ideología.

Porque no supo defenderse. Colombi atacó e hizo del ataque una forma de campaña. Acusó de cualquier cosa al kirchnerismo y al propio Espínola y este no logró desinstalar los agravios ni los rumores plantados por sus adversarios. Todavía resuenan, de hecho, aquellas suposiciones como la instalación de gente de villas porteñas en terrenos locales; aquello del supuesto estado de corrupción generalizado en la Comuna; un esquema de nepotismo exacerbado, según dicen; eso de que él es ella; o aquello de que Corrientes es y sería con más fuerza una escribanía de la Nación.

Perdió porque no pudo desactivar estas bombas de efecto ni demostrar que entiende la idiosincrasia del correntino. Porque estuvo mal asesorado.

Porque ocupó mal los espacios y los medios. Porque no supo comunicar su gestión, rica en obras como pocas. Porque no supo administrar  las acciones y los actos para crear las sensaciones de acompañamiento necesarias en una campaña.

Porque es suficiente con que Buenos Aires sea la capital como para que también sea centro de operaciones de una municipalidad a mil kilómetros de distancia.

Perdió porque la arrogancia porteña genera rechazo, y bronca la soberbia local de los que creen que han ganado todo y, las urnas lo demuestran, no han ganado nada.

Perdió porque no se gobierna por los medios ni para los medios sino para la gente. Una charla con un vecino es siempre más que una llamadita de tapa. Alguna vez lo entenderán.

Perdió porque la plata de la campaña hay que saber gastarla y aquí se gastó mal. Perdió porque se han cometido una serie larga de errores, de improvisaciones varias y porque jamás se pudo contener la interna que se desató al armar las alianzas, se agravó con los nombres de las listas y terminó de explotar con la derrota de las Paso.

Camau no perdió por kirchnerista, cosa que de hecho está en duda. Perdió por incauto y arrogante. Ojalá aprenda y pueda volver.

About the author: Eduardo Ledesma

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