Quédate conmigo

«Stand by Me» (Quédate conmigo) es una canción de 1961 interpretada por Ben E. King y compuesta por él mismo y por Jerry Leiber y Mike Stoller. La canción fue adaptada a partir de un tema gospel.
Durante la composición del tema, Ben E. King no tenía intención de grabarla, tal y como declaró en una entrevista para el documental Historia del Rock ‘n’ Roll.
Fue incluida en su tercer álbum en solitario, Don’t Play That Song!, publicado por Atlantic Records en 1962 y sería su segundo éxito en solitario, tras «Spanish Harlem»
«Stand By Me» ha entrado en los diez primeros puestos de las listas de Billboard en dos ocasiones: tras su publicación como sencillo en 1961 y en 1986, cuando coincidió con la publicación del tema en la película Cuenta conmigo y con el uso del tema para un anuncio de Levi´s Jeans.

«Stand by Me» ocupa el puesto 25 del listado de los 365 canciones del siglo compilado en 2001 por la Recording Industry Association of America (RIAA) y National Endowment for the Arts4​ y el puesto 121 de la lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, elaborada por la revista musical Rolling Stone. BMI nombró el tema como el cuarto tema más interpretado durante el siglo XX, con más de siete millones de interpretaciones.

John Lennon grabó su versión durante 1974 en los Estudios A&M y Record Plant East, Los Ángeles y Record Plant West, Nueva York para Rock ‘n’ Roll, sexto álbum de estudio del artista y la incluyó como segunda canción del disco, publicado en 1975.

Aquí la versión Playing for Change, proyecto musical multimedia y también una fundación, ambos creados por iniciativa de Mark Johnson con el objetivo de reunir, grabar y filmar músicos de diferentes culturas.

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Lula para principiantes

Los habitantes de un país suelen hablar de otro utilizando como referencia la propia historia. Así sucede a veces con los argentinos y Brasil. Aquí el secretario de Clacso ofrece otra mirada, más real y más compleja.

Por Pablo Gentili
Secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Publicado origialmente en Página 12

 

“Brasil no es para principiantes”, sostuvo con su poética despiadada Tom Jobim.

Entender este país exige una inmensa capacidad de imaginación sociológica. El Brasil de hoy conserva sus marcas históricas, la sociogénesis de un pasado que revive día tras día en la prepotencia de sus élites, en la persistencia de sus estructuras esclavistas y en un sistemático desprecio hacia la democracia y hacia los derechos de casi todos sus habitantes, transformados en extranjeros dentro de una nación sin patria.

La historia de Brasil ha sido modelada a golpes y engalanada por narrativas indulgentes que han pretendido explicar lo inexplicable. En definitiva, aunque todo funcione mal, Dios y la alegría son brasileños. ¿Qué más se puede pedir?

Un país cuya independencia fue proclamada por un príncipe, hijo del rey de Portugal, que se consagró emperador “constitucional” y defensor perpetuo del país. Una nación independiente que nació como imperio. Un imperio que permanece hasta hoy gobernado por sus dueños.

Así, la democracia ha sido una excepcionalidad en la historia brasileña. A falta de democracia política y social, Brasil inventó la “democracia racial”, una ficción doctrinaria que bien podría haber servido para construir el imaginario de una sociedad igualitaria, pero que se transformó en el mito que oculta un racismo institucional que transforma a millones de seres humanos en sujetos del desprecio y la exclusión. En la segunda nación con mayor población negra del planeta, la historia la escriben los blancos, el poder y la riqueza la acumulan los blancos, las oportunidades las secuestran siempre los blancos. Los blancos, esos que viven indiferentes ante la violencia y la segregación de los ciudadanos y las ciudadanas silenciados, invisibilizados, abandonados: pobres, negros, campesinos, indígenas, mujeres y niñas violentadas, violadas, seres humanos sin techo, sin tierra, sin nombre, sin derechos.

Brasil, un país continental, repleto de golpes. Y de mentiras. Cuando el régimen militar derrocó al presidente democrático João Goulart, en 1964, prometió restablecer el orden institucional en apenas un día. Permaneció en el poder 21 años. El primer editorial de diario O Globo, después del golpe, sentenciaba: “resurge la democracia”.

Y la democracia resurgió, pero dos décadas más tarde, sustentada en una ley del olvido y de la impunidad frente a los crímenes militares. Nadie sería juzgado. Nadie condenado. El poder se delegó en un presidente elegido de forma indirecta, sin el voto popular, que murió antes de asumir el cargo, transfiriendo así el mandato a un cacique inexpresivo y gris, con aspiraciones de poeta mediocre y heredero feudal de una de las regiones más miserables del país. La democracia quiso resurgir, pero no pudo.

Recién en 1989 se realizarían las primeras elecciones presidenciales desde 1960. Durante casi 30 años, Brasil había conseguido vivir al margen de la más diminuta e imperceptible democracia representativa. Sus élites, sin embargo, explicaban que el período de excepción dictatorial había constituido un verdadero “milagro”, y así comenzó a ser llamado el particular proceso por el que una nación que llegó a crecer más de 30% en apenas un año, pudo transformarse al mismo tiempo en una de las sociedades más injustas y desiguales del planeta.

La ruptura
La historia brasileña desde los años 90 es, más o menos, conocida. Fernando Collor derrotó a Lula con el apoyo solidario de la Red Globo. Collor fue destituido y asumió Itamar Franco, que no hizo casi nada, aunque era bonachón y solía fotografiarse cerca de muchachas sin ropa interior, lo que hizo pensar a muchos que se trataba de un buen presidente. A Itamar lo sucedió el príncipe de los sociólogos, Fernando Henrique Cardoso, que también derrotó a Lula y exigió que, quienes conocían su pasado, olvidaran todo lo que había escrito. En 1998, Lula volvió a ser derrotado por Fernando Henrique, que además de avanzar en un plan de privatizaciones, nunca revirtió y, en algunos casos, empeoró las ya deterioradas condiciones de vida de los más pobres. Durante sus dos mandatos, la pobreza creció o se mantuvo estable, alcanzando, en 2002, al 31,8% de la población. Ese año, Lula ganaría finalmente las elecciones presidenciales.

El ocaso del gobierno Cardoso significó el agotamiento o, por lo menos, el profundo deterioro de un modelo de acumulación y dominación que había imperado desde la transición democrática. A pesar de la crisis del régimen, las élites brasileñas confiaban en que Lula no significaría una amenaza a sus intereses corruptos y mezquinos. Razones tenían. El ex líder metalúrgico, había escrito una carta al pueblo brasileño en la que prometía no amenazar la riqueza y las propiedades de los más ricos, sino desarrollar un programa de inclusión social que sería beneficioso para el país. Si le creyeron porque no les quedaba otro remedio o porque confiaron en que, finalmente, lo habían derrotado, no podremos saberlo. Lo que sí sabemos es que el ex líder metalúrgico no mintió y desarrolló un inédito programa de reformas sociales cuyos resultados fueron excepcionales.

La pobreza bajó significativamente, reduciéndose en 12 años más del 73%. La llamada pobreza crónica pasó del casi el 10% al 1%. Todos los sectores sociales aumentaron sus niveles de ingreso. Los más ricos, por ejemplo, 23%. Pero los más pobres, 84%. Brasil dejó de ocupar el humillante mapa del hambre de la FAO, ampliando oportunidades y condiciones de bienestar hasta entonces inimaginables entre los sectores más pobres del país.

Pero los grandes indicadores sociales, educativos y económicos, en definitiva, el excelente desempeño de su gobierno, no fue lo que dotó a Lula de inmenso reconocimiento y aprobación. Lo que lo transformó en un verdadero mito, en una personalidad de culto y admiración por parte de los sectores populares, fue el carácter fundacional que adquirió su mandato. Los pobres pueden no codificar la sociología o la economía con los encriptados códigos teóricos de los intelectuales, pero no por eso son menos sutiles y perspicaces a la hora de comprender su propia realidad social.

En la segunda nación con mayor población negra del planeta, la historia la escriben los blancos, el poder y la riqueza la acumulan los blancos, las oportunidades las secuestran siempre los blancos.

Los pobres saben, por ejemplo, que el ingreso tiene que ver con sus capacidades y oportunidades de bienestar. Así, operacionalizan esta evidencia en indicadores muy concretos, por ejemplo, tener o no acceso a mayores y mejores niveles educativos, tener posibilidades de acceso al crédito que permite comprar una casa propia o algunos bienes de consumo básicos, tener energía eléctrica, cloacas, agua potable y, cuando exageran en sus aspiraciones de bienestar, poder viajar a visitar sus seres queridos en avión.

Todo esto, que constituye un inventario de derechos y oportunidades básicas en cualquier república moderna, nunca había estado al alcance de millones de brasileños y brasileñas. El gobierno de Lula, y posteriormente el de Dilma, ofrecieron, por primera vez, la oportunidad efectiva de sentirse ciudadanos y ciudadanas a un inmenso contingente de personas que habían sido despreciados, descartados y humillados por unas élites que fingían desconocer su existencia como sujetos de derechos o como simples seres humanos con necesidades elementales nunca satisfechas.

Lula vino a reparar esta injusticia histórica. Y lo hizo con una enorme capacidad de gestión y ejerciendo un fuerte liderazgo político, dentro y fuera del país.

La avasalladora fuerza de Lula tomó de sorpresa a unas élites indolentes e ignorantes que suponían que un obrero metalúrgico sin instrucción universitaria fracasaría en su afán de dirigir los destinos de la décima potencia económica del planeta.

En una década, Lula y Dilma, redujeron en 53% el déficit de acceso a la vivienda digna. Construyeron más de 1 millón 700 mil casas populares, universalizaron el acceso a la energía eléctrica (en un país con una inmensa desigualdad energética), aumentaron significativamente el porcentaje de domicilios con acceso a agua, duplicaron la matrícula universitaria, construyeron más universidades y escuelas técnicas que en toda la historia del país hasta el 2002. Todas estas políticas fueron el resultado de poner a los pobres en el centro del presupuesto nacional, beneficiaron especialmente a la población rural, a las mujeres, los jóvenes, las comunidades indígenas y la población negra.

Si quisiéramos entender Brasil con ojos argentinos, aunque con enormes diferencias y especificidades históricas, deberíamos pensar que Lula cumple un papel mucho más cercano al que Perón ejerció desde 1946, que al de Néstor Kirchner desde el 2003, ante la crisis del 2001. El presidente Kirchner tuvo un papel excepcional en fundar las bases de una república construida sobre los pilares de la igualdad, los derechos humanos y la justicia social. Lo hizo con una gran capacidad de gestión, gobernando un país en ruinas, pero teniendo como referencia un imaginario y una historia que pretendía ser recuperada o refundada.

Lula no. Lula es el fundador. El gran arquitecto democrático de un Brasil, que nunca existió.

La poderosa y contundente consigna de que “la patria es el otro”, es la emotiva síntesis de una década de realizaciones que hemos conquistado colectivamente. La síntesis que gana sentido y referencialidad en un pasado común y se encarna de manera viva en la necesidad de construir un nuevo presente. Es el pasado que se proyecta y se espeja en nuestros grandes líderes democráticos históricos (Yrigoyen, Perón, Evita, Cámpora, Alfonsín), así como en las víctimas de la dictadura y en nuestras heroicas madres y abuelas. Es el futuro posible, ante la existencia de un pasado real.

Más tarde
Brasil no tuvo ese pasado. Ni ningún otro comparable. Medio siglo más tarde que la Argentina, Brasil cumplió el mandato que muchas veces les ha cabido en América Latina a los gobiernos populares: ser las administraciones que instalan, construyen y defienden un orden republicano, modernizador y democrático, frente a la barbarie predatoria que imponen unas élites del atraso que siempre parecen tener nostalgia de la Edad Media.

Lula funda el Brasil republicano. Es el líder que no está dispuesto a aceptar que no haya espacio para todos y todas en un país de iguales. Y el que, sin tapujos ni remordimientos hipócritas, no tiene miedo de decir que aspira a que todos vivan mejor, que los pobres puedan comer bien, vivir bien, tener sus hijos en las universidades, ser propietarios de las casas en las que viven. Lula no aspira a ser un hippie con onda, predicando una crítica desenfocada a los bienes de consumo. Porque sabe que de ellos depende la posibilidad de hacer de la vida digna una oportunidad efectiva y no una falsa promesa.

¿Por qué el juez Moro encarcela a Lula sin otra prueba que su propia convicción? Porque ha sido la estrategia que el poder financiero (improductivo y predatorio), el gran monopolio comunicacional que es la Red Globo, y sectores políticos conservadores (entre ellos, el del ex presidente Fernando Henrique Cardoso) han encontrado para acabar con lo que creen ser un antecedente inaceptable para ese Brasil egoísta y mezquino cuyos privilegios siempre han preservado. No aceptan que Lula vuelva al poder. Creyeron que el golpe contra Dilma Rousseff lo hundiría. Se equivocaron. Ahora creen que, encarcelándolo, podrán silenciarlo. También se equivocan.

Quieren acabar con ese metalúrgico porfiado y persistente que parece no estar dispuesto nunca a rendirse y entregar las armas de la dignidad, la confianza en la política y la certeza en el valor de las movilizaciones populares. Pero también quieren acabar con todos los Lulas que están por venir. Quieren acabar con lo que consideran un virus fatal contra sus privilegios y su impunidad corrupta: la posibilidad de que muchos y muchas puedan pensar que, si alguna vez un metalúrgico sin escuela, nordestino y pobre, pudo gobernar el país, otros y otras como él podrán hacerlo.

Están encarcelando a Lula, encarcelan una idea. Aspiran a encarcelar el futuro. No podrán. No habrá espacio en las cárceles para esa multitud de hombres y mujeres libres, que seguirán luchando por la construcción de un futuro que les pertenece y nadie podrá robarles.

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Cómo se siente un tiro

De paseo por las letras, siempre es grato leerlo a Bruno Martínez.

Su libro “Cómo se siente un tiro”, fue una de las compañías a las que recurrí para esconderme del sol y de la lluvia. O para disfrutarlos.

Hay de todo en esas crónicas. Hay pasajes y paisajes. Hay sutilezas y frentazos. Hay lugares transitados ya por otros, pero también descubrimientos. Hay poesía y crudeza. Hay literatura.

Hay política, que es tal vez lo que uno -por motivaciones personales- más disfruta.

La sola crónica sobre el recorrido al y por el apiario de Danilo Polo Legal, “Hablemos de abejas”, para mí, justifica el libro, además de la que le da su título, claro.

Recomiendo este trabajo, editado el año pasado con crónicas sazonadas por el tiempo, reconociéndole el mérito de haber abierto una puerta enorme a los cronistas de la región. De haber proveído un espejo. Un objetivo. Una meta.

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Alias Grace

Alias Grace es una miniserie de seis episodios basada en la novela homónima de Margaret Atwood. Nos encontramos con el resultado de la fascinación de la autora por un caso real que sacudió, en el siglo XIX, a la sociedad del Alto Canadá: el asesinato en 1843 de Thomas Kinnear (Paul Gross) y su gobernanta Nancy Montgomery (Anna Paquin) por parte de Grace Marks (Sarah Gadon), una de las criadas de la casa.
Atwood coge el caso real y le introduce un coprotagonista: el Dr. Simon Jordan (Edward Holcroft), un alienista que es contratado por un comité metodista para entrevistar a Grace, estudiar su psique e intentar esclarecer los hechos cara a un posible perdón. Para ello aprovechará los momentos en los que ella está trabajando como sirvienta en la mansión del gobernador de la cárcel donde está presa.

Ver toda la crítica aquí:

Altamente recomendada.

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Los 100 mejores artículos sobre periodismo de 2017

Este es el resumen de los últimos 365 días en el ámbito del periodismo. Los 100 mejores artículos sobre periodismo de 2017 es un recopilatorio para que disfrutes. Fue publicado por miquelpellicer.com  y es una joya para ir leyendo de a poco.

Esta serie recopilatoria empezó con el resumen de 2015 y posteriormente de 2016. Este es el tercer artículo que realizó el editor para resumir lo mejor de cada año.

Los artículos seleccionados están en castellano e inglés y muestran una amplia concentración de ideas sobre el periodismo, las redes sociales y el marketing de contenidos:

Abajo la lista. Los textos se pueden leer en este link:

1. How The Washington Post is using newsletters and alerts to reach readers | Poynter

2. La gripe de los medios en las redes sociales | bez.es

3. The rise of the citizen journalist | Muck Rack

4. We broke the Panama Papers story. Here’s how to investigate Donald Trump | The Guardian

5. ¿Cuánto cobran los ‘influencers’ por sus redes sociales? | La Vanguardia

6. Live From the White House, It’s Trump TV | The New York Times

7. ¿Están asumiendo ya los medios que no podrán vivir sólo de la publicidad? | El Post Blanco

8. Local news: a survival guide for digital transformation | Global Editors Network

9. Los medios ante la transformación programática | Evoca

10. Hay algo peor que el poder de los medios | El Universal

11. Vivendi chief sees future in ‘horizontal’ convergence | Digital TV Europe

12. The Secret History of a Fleeting Pre-Internet Digital Media Channel | Motherboard

13. Contra la posverdad: 10 fórmulas para hacer frente a las noticias falsas | PDLI

14. Platforms and publishers: No sign of retreat | Columbia Journalism Review

15. Reed Hastings y la televisión según Netflix | Next Media

16. Premios SND: Best of Digital 2016 | MiquelPellicer.com

17. Así cubre el New York Times la era Trump | Trump Land Media

18. Grupos y medios de comunicación en España en 2017 | Enrique Bullido

19. La revolución de los raritos | Carmela Ríos

20. In Defense of Interactive Graphics | Vis4net

21. “Post-truth is pre-fascism”: a Holocaust historian on the Trump era | Vox

22. Los labs de medios en España: la innovación desde el área de la organización periodística | Cuadernos de Periodistas

23. Tap to advance: the rise and rise of the horizontal story | Online Journalism Blog

24. Ingagement: en busca del engagement interno | Cristina Aced

25. The Future of Free Speech, Trolls, Anonymity and Fake News Online | Pew Research Institute

26. Una stripper, 13 pavos y un extraño gato muerto | El Independiente

27. ‘Who shared it?’: How Americans decide what news to trust on social media | American Press Insititute

28. Los nuevos proyectos guerrilleros en el periodismo digital | El Mundo

29. What AJ+ Is Learning About News Bots | Mediashift

30. This is how The New York Times is using bots to create more one-to-one experiences with readers | Nieman Lab

31. ¿Cómo comunica Donald Trump? | Xavier Peytibi

32. The current move to subscription models is a revolutionary shift for journalism | Poynter

33. La investigación de Rolling Stone: ‘Un fracaso que era evitable’ | Ojo Público

34. Lecciones de periodismo que dejó Miguel Ángel Bastenier en 140 caracteres | Verne

35. New York Times y los Papeles de Panamá, Pulitzer 2017 | MiquelPellicer.com

36. Los medios que han ganado más premios Pulitzer | Ismael Nafría

37. Las 7 ideas para salvar al periodismo que propone Carlos Guyot, director de Next Idea Lab | Puro Periodismo

38. Periódicos como pistolas, palabras como balas | eldiario.es

39. The slow and steady rise of AI for news | Global Editors Network

40. Los retos del periodismo móvil | Next Media

41. The New York Times now has 13 million subscriptions to 50 email newsletters | Digiday

42. Lo que he aprendido sobre bots, chatbots y canales en Telegram | Planeta Chatbot

43. Las nuevas tácticas de las redacciones para conectarse con las audiencias | IJnet

44. La pregunta de Gideon Lichfield de Quartz para pensar en la audiencia: “¿Por qué carajo alguien leería esto?” | Puro Periodismo

45. La impunidad contra los periodistas toca techo | Univisión Noticias

46. WhatsApp Has A Viral Rumor Problem With Real Consequences | BuzzFeed News

47. Searching For Syria | UNHCR – ACNUR

48. The Players’ Tribune y la exigencia para el periodismo deportivo de replantear su relación con las fuentes | Periodismo Deportivo de Calidad

49. Katharine Viner: Son vitales los medios que valoran la calidad en vez de la viralidad | APM

50. Al-Jazeera: the Qatar broadcaster at centre of diplomatic crisis | The Guardian

51. Fake news: you ain’t seen nothing yet | The Economist

52. ¿Cómo ayudará la tecnología Blockchain a promover la innovación dentro de los medios de comunicación? | The Cointelegraph

53. Cómo crear un equipo de periodismo de datos: consejos prácticos para unir programadores y periodistas | Knight Center for Journalism in Americas

54. Attitudes to paying for online news | Reuters Institute

55. Dos años de 5W: la consolidación de un modelo | 5W

56. The David Carr Generation | The Atlantic

57. What content triggers a subscription | Innovation

58. Troops, Trolls and Troublemakers: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation | University of Oxford

59. La notificación push como estrategia informativa de la radio en el entorno digital | El Profesional de la Información

60. Beyond cats and Kardashians: can journalism satisfy audiences without dumbing down? | The Conversation

61. Cuatro experiencias de crowdfunding para medios digitales en América Latina | IJnet

62. Informes 2017: tendencias, innovación y comunicación | MiquelPellicer.com

63. Media Trendala: 30 tendencias de futuro en los medios de comunicación | El Prodigioso Volcán

64. Reflexiones de comunicación sobre el atentado de Barcelona | MiquelPellicer.com

65. Beyond 800 words: new digital story formats for news | BBC News Lab

66. The 140-character president | Columbia Journalism Review

67. Does social media threaten the illusion of news neutrality? | Engadget

68. The World’s Most Powerful Publishers Refuse to Admit What They Really Are | The Atlantic

69. How Diverse Are US Newsrooms? | Google Trends

70. ¿Cómo verificar en un mundo (digital) lleno de trampas? | 5W

71. News paywalls are bad for society, says BuzzFeed’s Jonah Peretti | Fast Company

72. Los peligros de los gigantes tecnológicos | The New York Times

73. The Future of Journalism: Funnel Vision | The Economist

74. Journalism needs a new business model and it’s based on trust | The Huffington Post

75. Eleven newsletters to subscribe to if you work in media | Columbia Journalism Review

76. Facebook, news publishers, and the ‘demand’ for video | Hackernoon

77. Frida Sofía o los peligros de la televisión en directo | The New York Times

79. The New TV | IAB

80. Las pautas de The New York Times sobre el uso de las redes sociales por parte de sus periodistas | Ismael Nafría

81. La newsletter es Alien: ¿Por qué este producto periodístico se adapta mejor que otros al nuevo ecosistema? | MIP-UMH

82. Inside the Financial Times’ Instagram strategy | Digiday

83. Siete redes sociales a las que hay que prestar atención | El Tipómetro

84. How Facebook rewards polarizing political ads | The Verge

85. Big data meets Big Brother as China moves to rate its citizens | Wired

86. What Russian Journalists Uncovered About Russian Election Meddling | The Atlantic

87. El futuro del periodismo es cíborg | Cuadernos de Periodismo

88. Cuesta un mundo identificar los bulos en las noticias | Periodismo Emprendedor en Iberoamérica

89. The Washington Post Is A Software Company Now | Fast Company

90. Por qué los medios deberían elaborar más formatos gamificados: 10 casos de éxito | MIP-UMH

91. Periodismo de marca: comunicación de riesgo frente a la incertidumbre | Nobbot

92. U.S. newsrooms are ‘largely unprepared’ to address misinformation online | Poynter

93. How news media brands in LatAm are finding new revenue streams | Innovation

94. The 10 new paradigms of communication in the digital age | José Luis Orihuela

95. How Russian trolls got into your Facebook feed | The Washington Post

96. How to cover local refugee communities: Strategies for newsrooms and reporters | American Press Institute

97. In a 30-minute interview, President Trump made 24 false or misleading claims | The Washington Post

98. What surprised me in journalism in 2017 — and what we can expect in 2018 (maybe) | Paul Bradshaw

99. Alba Mora: “AJ+ está donde está la audiencia” | Next Media

100. Un mensaje de nuestro nuevo director | The New York Times

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