Nueva victoria de ECO y de Valdés: la más abultada de la oposición en todo el país

Gustavo Valdés lo consiguió. El Gobernador obtuvo respaldo también en el tercer turno electoral y batió un nuevo récord: consiguió que el Frente ECO + Vamos Corrientes coloque dos senadores (radicales) y dos diputados nacionales en el Congreso, hecho que no encuentra antecedente en la historia reciente de la política local y que lo ratifica como gran elector provincial después de la performance con la que logró su reelección en el mes de agosto.

Más aún: consiguió arrebatarle 8 de las 15 comunas administradas por el PJ y sus aliados, lo que constituye otro hito electoral del oficialismo, pues además de quedarse con los tres turnos electorales (ganando la Gobernación, las Paso y las Legislativas) redujo a menos del 50% el poder territorial que ayer puso en juego el justicialismo. Se trata de un golpe durísimo para la oposición y, por la positiva, de un nivel de apoyo para Gustavo Valdés que será difícil de igualar para cualquiera que intente el desafío.

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El buen momento de Valdés, producto de varios aciertos en la gestión, sobre todo en el manejo de la pandemia, proyectan su figura al escenario nacional, vidriera en la que viene exhibido y de la que participa como armador de un nuevo esquema de poder dentro de la UCR, que a su vez se sirve de su figura, juventud y liderazgo político para intentar una reconstrucción de cara a un futuro inmediato y mediato.

No en vano, en plena campaña, Valdés fue a reforzar las candidaturas opositoras en Chaco, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe, incluso en La Pampa y Buenos Aires. Hoy mismo se encuentra allí, para analizar los números con los popes del viejo Cambiemos.

Pero de aquí en adelante, hay mucho en juego y mucho por decidir, sobre todo porque Valdés aún transita su primera gestión, debe preparar su segundo mandato y el calendario, al estar desfasado, lo pone en un aprieto: cumplir acabadamente su compromiso con los correntinos, o asumir un desafío mayor, nacional, con lo que ello implica tanto en la cuestión interna (radical, aliancista) como en lo institucional (cómo resolver una eventual vacancia en el gobierno provincial).

Valdés es un hombre joven, pero es también la garantía de una unidad que podría discutirse ante una posible ausencia del plano local, razón por la cual la tarea que tiene por delante es más bien compleja, producto de un crecimiento exponencial en torno a su valoración política. Ayer mismo, con el 59% de adhesión electoral, Corrientes fue el distrito donde la oposición nacional consiguió el techo más alto a nivel país.

Hay allí un enorme capital político, pero también una fortaleza que es variable y sensible a elementos que muchas veces no dependen solo de la voluntad personal. El tiempo dirá cómo y en qué medida Valdés utiliza esos activos.

Por lo pronto, los días que siguen serán seguramente de análisis y evaluación. Es que Valdés consiguió las tres elecciones que disputó, alcanzó su reelección con guarismos récord (ganó con el 77% de los votos y una abrumadora diferencia de 53 puntos porcentuales), las Primarias de septiembre (con un holgado 58,86 a 34,41%) y ayer logró dar vuelta la correlación de fuerzas en el Senado de la Nación (con un 58,98 a 36,53%), lo cual lo coloca en los primeros planos de la taquilla electoral de un país que reclama una renovación en los liderazgos.

Que además su figura se proyecte desde una provincia de la periferia, con ideas que tensionan la plataforma actual del federalismo fiscal y cultural, de desarrollo e inclusión, ilusiona a más de uno y pone en guardia a otros.

Sus pergaminos estriban en la gestión, y es eso lo que se tradujo en acompañamiento electoral en la elección de agosto y de septiembre. Ese efecto arrollador hundió aun más a la oposición en sus propios laberintos, que cedió espacios políticos, pero también se arrinconó en el territorio, lo que es en sí mismo un triunfo para Valdés y los suyos y una nueva derrota del peronismo que no encuentra el rumbo. Lo más parecido a eso se remonta a cuando Camau Espínola fue candidato a gobernador con expectativas reales.

Ayer el peronismo sufrió un nuevo impacto. De las 15 comunas que se disputaron, el oficialismo correntino consiguió imponerse en ocho: San Luis del Palmar, Herlitzka, Itatí, Loreto, Cruz de los Milagros, San Isidro, Santo Tomé y Saladas. El PJ retuvo Santa Lucía, Esquina, San Roque, Yofre, Mercedes y Paso de los Libres. Emiliano Fernández, del Frente Renovador, retuvo Virasoro. Muchas son comunas grandes e importantes. Sumadas a los tres municipios obtenidos en agosto, la oposición sostendrá el control sobre una decena de municipios, de un total de 74. De ese número, ECO gobernará 62. Ni más ni menos.

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Las claves del éxito estriban en la administración del gobierno, pero también en la gestión política. Sobre todo aquí. Valdés supo manejar los problemas reales y los provocados, y anular las amenazas que, dado el debilitamiento sostenido de la oposición, se encuentran en mayoría puertas adentro del radicalismo. Movió sus fichas adecuadamente y sopesando las oportunidades para neutralizar las potenciales zancadillas.

Para afuera estructuró un discurso convocante para los correntinos y ahora también estructura uno para el país. Lidera la voz opositora de los gobernadores del Norte Grande, espacio que debería retomar su marcha y seguir su plan de concreciones. Fue paralizado por las elecciones, pero ahora ya no hay razones para que siga de puertas cerradas.

Se propone objetivos y muchos de ellos son compartidos por la mayoría. Hace, en suma, lo que debe hacer. Y es eso, en definitiva, lo que ahora se espera. Despejado el calendario de compromisos electorales, controlados los efectos paralizantes de la pandemia, ahora es tiempo de hacer lo que hay que hacer. La lista de pendientes está, pese a todo, lleno de prioridades y de urgencias.

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Valdés gana y mira la historia

 

Con una afluencia de alrededor del 64% de los votantes habilitados y escrutado el 99,84% de los votos, el frente ECO+Vamos Corrientes se impuso ayer en las elecciones correntinas sobre el Frente de Todos, con una diferencia más que abultada de alrededor del 24%. Fue un holgado 58,80% a 34,45% en todo el territorio, aunque menor en relación con la abrumadora elección que consiguió el gobernador Gustavo Valdés hace 15 días, cuando logró su reelección con el 76,91% de los sufragios y una diferencia superior a los 53 puntos porcentuales.

El Gobierno de Corrientes se adjudicó la victoria alrededor de las 21, minutos antes de conocerse los resultados oficiales y antes de que Valdés viajara a Capital Federal para la foto del triunfo nacional de Juntos, en el marco de un breve y sencillo acto celebratorio en el que el propio Gobernador dijo que ganaron la elección con el acompañamiento de alrededor del 60% de los votos. Acto seguido sostuvo que “vamos a poner el alma y el corazón para defender a los correntinos”, al tiempo que pidió mayor compromiso y trabajo militante “para ampliar esta diferencia y tener dos senadores nacionales” en noviembre.

¿A qué se debe ese pedido del Gobernador? En principio, a que lo sucedido ayer debe confirmarse en en las elecciones generales del mes de noviembre, pero sobre todo a la historia.

Valdés quiere ganar la próxima elección, hacer el 3 a 0 en relación a los tres turnos electorales de Corrientes, torcer la regla que indica que las elecciones provinciales son radicales y las nacionales son peronistas. Pero además, y sobre todo, quiere conseguir los dos senadores nacionales, que es la presea más importante para el ituzaingueño.

El asunto es así. El gobernador de Corrientes pretende conseguir lo que no pasó nunca antes en la historia institucional de la provincia y, por lo tanto, nunca antes en la Unión Cívica Radical: que los dos senadores por la mayoría sean de ese partido, el suyo.

Desde el retorno de la democracia y hasta el proceso institucional que recomenzó en Corrientes en el año 2001, tras la última intervención federal, los senadores nacionales fueron siempre de distintos partidos, más allá de la supremacía aliancista, que desde 1983 hasta 1994 fue siempre favorable al Pacto Autonomista Liberal.

En 1994 opera la reforma de la Constitución Nacional y desde entonces las provincias aumentan su número de senadores: de dos se pasa a tres y se impone el sistema vigente en la actualidad: 6 años de mandato para los tres senadores que van al Congreso representando al estado provincial, siguiendo esta lógica: dos por la mayoría, es decir, quien gana la elección, y uno por la primera minoría o para la fuerza que hubiera salido segunda en la compulsa.

El Pacto se quedó con la totalidad de los cargos desde el año 1983 en adelante, con postulantes como Gabriel Feris, Ricardo Leconte, Juan R. Aguirre Lanari y José Antonio Romero Feris.

Ya para la década del 90 y con la reforma constitucional estrenada, el Pacto empezó a ceder lugares, aunque los partidos provinciales dieron pelea por algunos años más con las reelecciones de José Antonio Romero Feris e Isabel Viudez, por ejemplo, que primero entró por el autonomismo y después fue representante del Partido Nuevo. De hecho, Viudez fue la reemplazante de Raúl Rolando “Tato” Romero Feris, quien fue electo en 2003, pero no pudo asumir porque su pliego no pasó el tamiz de la comisión de Asuntos Constitucionales, a cargo por aquellos años de Cristina Fernández de Kirchner.

Lázaro Chiappe fue otro de los referentes provinciales en el Senado, representando al Partido Liberal. Después empezaron a aparecer referentes del Partido Justicialista, como los senadores Angel Pardo y Rubén Pruyas.

En el año 2003, además de Romero Feris, fueron electos Fabián Ríos y Anahí Sánchez, uno del PJ y la otra de la UCR.

El antecedente que el gobernador Valdés tiene más próximo en la historia que está mirando es del año 2009. Entonces la elección la ganó el Frente de Todos, sello electoral de la alianza oficialista comandada por el radicalismo que se quedó con Arturo, tras la pelea de los primos Arturo y Ricardo Colombi. En ese momento fueron electos Josefina Meabe de Mathó (del Partido Liberal), José María Roldán (de la UCR) y Eugenio Nito Artaza, radical de cuna, pero que ingresó al Congreso por la alianza Encuentro por Corrientes, para luego dar el salto hacía la creación de su propio partido y, finalmente, años después, aliarse al frente opositor en Corrientes, ligado al movimiento peronista.

En 2015, pese a la supremacía radical en la provincia de Corrientes, Carlos Mauricio “Camau” Espínola y Ana Claudia Almirón, ambos del PJ, se quedaron con las senadurías nacionales de la mayoría y Pedro Braillard Poccard (del Partido Popular, pero contado como senador PRO), con la banca de la minoría.

Es por eso que de ratificar el triunfo de ayer en las elecciones del 14 de noviembre, el radicalismo, por primera vez en su historia, tendría dos senadores nacionales por Corrientes en el mismo período, y Valdés -en su indiscutido rol de gran elector- colgaría una nueva cucarda en su vitrina de éxitos políticos. Éxitos, a priori, difíciles de igualar y superar y que sustentarían con mayor fuerza el esquema de proyección nacional sobre el que vienen trabajando en el radicalismo de cara a las elecciones de 2023, más allá del lugar que ocupe el gobernador en el armado electoral opositor.

La historia, como queda visto, es central en este presente y en el futuro inmediato de la alianza oficialista correntina. De eso habla Valdés y hacia allá se encamina. Que logre este último objetivo dependerá en gran parte del trabajo de la alianza ECO+Vamos Corrientes en las elecciones de noviembre.

La oposición, que ayer festejó una gran remontada después de la abrumadora derrota del 29 de agosto, tiene en sus manos, en todo caso, tomar nota de lo sucedido hasta aquí, hacer todo lo que haya que hacer y hacerlo bien, sin fallas. Aun así quizás no le alcance, pero no será el mismo punto de partida para las revanchas del año 2023. Las cartas, de uno y otro lado, ya tienen dos manos jugadas. Queda una y muy valiosa, antes de que termine el juego de este año.

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Arturo Colombi: “Desde antes de asumir enfrenté una crisis política generada por mi propio partido”

Arturo sucedió a Ricardo Colombi en el año 2005. Ese traspaso de mando fue el primero entre radicales que registra la historia de Corrientes. El único entre primos y mercedeños hasta el día de hoy, aunque también una posta contaminada por una sorda disputa por el manejo del poder. El radicalismo propuso a Arturo, pero después fue su principal opositor. Esa crisis, que se extendió por todo el mandato, obligó al gobernador a buscar nuevos aliados a cambio de una reforma constitucional que es uno de los grandes legados del arturismo. Por eso y más, “lamento que de mi gobierno quede la pelea”, dice hoy el ingeniero Arturo Alejandro Colombi en el marco de una entrevista importante y llena de nombres propios.
—Arturo, ¿cómo llega usted a ser gobernador de Corrientes?

—Es todo un proceso. En 2001, en la salida de la crisis de la provincia de Corrientes, el radicalismo propone un marco de alianzas con propuestas de renovación. Eso fue lo que, en su momento, la provincia elige. Era muy fuerte en ese momento el poder de “Tato” Romero Feris. Fue una primera vuelta donde nos acercamos a un punto y medio y después sí, en segunda vuelta pudimos ganar. Eso en 2001. Es un proceso nuevo y yo formé parte de ese grupo. Y es así que después llego en 2005 con el apoyo del Gobierno y ahí estuvo mi candidatura.

—¿Quiso ser o una coyuntura política ayudó a que acepte esa candidatura?

—Hubo una coyuntura. También te reconozco que uno quiere ser. Yo era ministro, así que lógicamente… En esa oportunidad, en 2005, el entonces gobernador, Ricardo Colombi, había ordenado que se sondee al senador Sergio Flinta, en primer lugar. Eso fue un periodo de tiempo corto y después se define por Carlos Vignolo, ministro de Educación. Hacen campaña y recorren la provincia durante cinco meses, hasta que las encuestas no daban. Yo estaba beneficiado, por supuesto, por el apellido. Pero también el Ministerio de Obras Públicas tuvo una acción muy importante en esa etapa. Tuve roles importantes en los acuerdos políticos, fui nexo con la Legislatura, así que ahí, en ese contexto, mi nombre caía bien en la alianza política que habíamos construido. Esa fue la circunstancia, además de la ayuda del Gobierno. En ese momento, Ricardo sale con más del 80% de imagen positiva, termina el mandato así, y sin posibilidades de reelección, favorece mi candidatura y elección.

—¿Y qué provincia encontró cuando asumió? Porque ahí, por lo bueno o por lo mano, fue una herencia ese gobierno, ¿no?

—Sí, sí… En primer lugar, me encontré con una crisis política antes de asumir. Es decir, tenía al radicalismo que me había apoyado, y a gran parte de las autoridades del partido, en contra. Habían realizado un acto en Saladas con todos los diputados, concejales, intendentes, presidentes y autoridades partidarias y el único que no estaba era yo, y era el gobernador electo. Fue el 8 de diciembre, antes de asumir.

—¿Y para qué fue esa reunión?

—La verdad, hasta el día de hoy, no se entiende porque (mi candidatura) era lo que el partido había votado, había apoyado y habíamos trabajado. Y claramente no podíamos estar ante la opinión pública diciendo que esto era una cuestión de figura y no de política o de proyecto.

—Había una crisis política y después ¿qué más? ¿O eso fue determinante para todo el resto?

—Yo tenía absoluta minoría en Diputados, en el Senado, y una crisis política. Ese fue el escenario donde teníamos que trabajar y proponer lo que pensábamos con la experiencia previa del gobierno de transición que fue muy dura. Así que esa circunstancia hizo que potenciemos la idea de un gobierno con proyectos, proactivo, y de convocatoria abierta a muchos sectores. O sea, esa situación me hizo mirar a todo el espectro político.

—¿Para generar nuevos consensos?

—Para generar otro escenario, pero la convocatoria no se hace sin nada. Vos tenés que convocar con un proyecto. Eso me clarificó y me dio un poco de luz para saber por dónde había que ir y así fue.

—¿Eso lo condicionó durante todo el gobierno? Porque la crisis no terminó.

—No. Pero después me reconocieron todas las políticas. Sin decirlo, tomaron las políticas…

—¿Y la economía cómo estaba?

—Estábamos en un proceso de normalización. Recordemos que en esos primeros cuatro años se terminaron de recuperar los bonos Cecacor. En esa etapa gobernaba ya (Néstor) Kirchner con viento a favor y la economía en crecimiento.

—Y ustedes en tándem.

—Exactamente. Recordemos la actuación de Eduardo Duhalde-Raúl Alfonsín, que permite gobernar ese proceso de crisis. Así que el radicalismo intervino, pero yo no estuve ahí, negociaba Ricardo, que era gobernador en ese momento. Pero la relación era muy buena, tanto con Duhalde como luego con Kirchner. Así que ese escenario era propicio para normalizaciones y el fortalecimiento de muchas cuestiones, más en el orden interno.

—Usted dice, “me reconocieron las políticas”. ¿Cuál cree que fue su obra más importante?

—Nosotros intentamos construir la idea de que teníamos que trabajar hacia el desarrollo. Hoy Gustavo (Valdés) vuelve a retomar eso, con otras palabras. Vuelve a convocar a los actores. Y yo creo que hay mucho por hacer allí. Vuelve a abrir el marco de alianza.

—Casi por la misma interna…

—Exactamente. Por eso hay que agregar mucha discusión de proyectos. Yo creo que a la política correntina le falta el análisis regional. Tenemos que ubicarnos en la región. Hay muchos temas que quedan pendientes ahí. Si hoy hablamos de pobreza y no miramos la región… ¿Qué vamos a hacer desde Corrientes? Hoy el NEA y el NOA, 9 provincias producen la pobreza en la Argentina, pero el poder central destina más fondos que la coparticipación de las provincias al Conurbano. Más fondos…

(…) Es decir, el desafío de Valdés será siempre buscar la apertura de las alianzas, pero con contenidos y mucha fuerza de proyectos. (…) Nosotros tuvimos programas muy importantes en cada una de las áreas. En Vialidad Provincial, por ejemplo, el último año de ministro hice un presupuesto a 10 años. También se rediseñaron los proyectos para hospitales de primeros auxilios, intermedios y de alta complejidad. Después, la idea de incorporar tecnología; el gobierno electrónico; darle importancia al medio ambiente. Firmamos el acuerdo con la fundación de Douglas Tompkins para la reinserción de especies.

—El Plan Iberá es de su época, ¿no?

—Ahí se firma el acuerdo y recuerdo a Sergio Sajarevich trabajando en ese tema. Y hoy vemos los beneficios y eso está muy bien. Ahí hubo continuidad. En Educación se informatizó todo el sistema y después hubo marcha atrás. Allí hay que volver. En una discusión, quién me va a decir que está bien volver para atrás un plan de informatización de un ministerio. No tiene explicación.

—También de su época es el aeropuerto, la costanera, y una cuestión de la que se habló, pero no se concreta: la radicación de papeleras. Porque, más allá de eso, es la falta de industrias y la industrialización en serio, ¿no?

—Bueno, ese es un tema pendiente en la Argentina. El peronismo y Kirchner tienen que explicar, alguna vez, por qué se opusieron a la industria del papel. ¿Cómo vamos a conseguir nosotros inversiones si le hicimos una causa nacional a los vecinos del Uruguay por una planta industrial que nosotros también queríamos? Y eso tiene que resolver la política. No puede ser que ellos sigan sin explicar eso. Todos nosotros anhelamos transitar el desarrollo y eso implica fábricas, industrializar nuestros productos primarios… Pero acá no van a venir pasteras hasta que se le dé seguridad, porque eso es un negocio de 40 años, es un ciclo muy largo. Entonces, no va a haber (radicación de industrias) si no hay estabilidad, mensajes claros, acuerdos políticos.

—Usted mencionó obras y mencionó gestiones y hay un hecho que fue muy anhelado y que no se dio en procesos anteriores y sí se dio en el medio de su gobierno: la reforma de la Constitución. ¿Cómo se gestó y qué significa hoy esa reforma?

—Surge cuando en el marco de la crisis política previa, automáticamente el día 11 de diciembre, después de asumir, busco construir mayorías en Diputados y Senadores. Tuvimos distintas conversaciones, aunque no creían ese escenario. No me creían.

—¿No lo creían capaz?

—Yo decía: “Necesito nuevos aliados porque la alianza que me trajo se volvió opositora, directamente, antes de asumir”. Y entonces surge. La oposición sabía que eso iba a impactar, pero también se analizó una herramienta que me permitiera gobernar los cuatro años. Entonces, ese escenario político, da la posibilidad de avanzar en reformas y esas fueron las circunstancias.

—¿Qué es lo que usted se planteaba con la reforma?

—Aquellos legisladores que ya eran críticos con Ricardo me plantearon (la reforma) y ahí pude establecer una mínima alianza en Diputados.

—¿En función de ese instrumento?

—En función de empezar a discutir ese instrumento. Fue así que en febrero de 2006 se declara ya allí la necesidad de la reforma. Pero fue algo que surge en función de la realidad política, porque había que encontrar alianzas y buscar herramientas.

—Usted era considerado un radical K, en la era de la transversalidad planteada por Kirchner…

—Nunca me sentí así.

—No, bueno, pero era considerado así por la sociedad. Después el apoyo a Cristina Kirchner y a Julio Cobos, que también apoyó mucho su candidatura a la reelección. Esa relación se corta después con la pelea con el campo, en 2008. ¿Cómo afectó esa cuestión a Corrientes, ese quiebre con el Gobierno de la Nación?

—Marzo de 2008. A partir de ahí no tuvimos más relación. Corrientes no estaba beneficiada en el reparto de la obra pública. Todo lo que se hacía era con recursos propios; tuvimos muy poco dinero nacional. Y después de ese inicio del gobierno de Cristina Kirchner ya no tuvimos conexión.

—¿Ningún grado de relación con ella en ese tiempo?

—No, muy poco.

—¿Evolucionaron o involucionaron los índices socioeconómicos durante su gobierno?

—Es muy difícil decir. En ese momento había crecimiento económico en la Argentina y nosotros seguíamos esa situación. Pero mi preocupación estaba también -no sé si recuerdan- en el fortalecimiento de las instituciones. Para mí eso era muy importante. En junio del año 2006, yo hago cumplir la “Ley de coparticipación a los municipios”, que era de la década del ´80. A partir de allí, los considerados municipios de segunda y tercera categoría, empezaron a tener presupuesto.

—Después la reforma incorpora los puntos porcentuales.

—Después de la reforma aumentamos la coparticipación y el gobierno que continúa Ricardo aumenta 4 puntos y se pasa de 15 a 19 puntos la coparticipación a los municipios. Eso es un primer paso y está muy bien. Pero tiene que venir acompañado de acciones que midan la prestación de los servicios, la calidad de esa prestación. Hay que dar otro paso porque ahí resolviste el presupuesto, pero después hay que ver la calidad de los servicios, hay que trabajar en eso.

—¿Cuál es la gestión que hizo y de la cual después se arrepintió?

—Bueno, con el diario del lunes uno… Hubiese hecho otros acuerdos. En 2007 encargué al ingeniero “Rudy” Fernández, (exintendente) de Virasoro la construcción de una lista conjunta con el partido, que era mi principal opositor. Se llegó a un acuerdo que lo presentamos a (Gerardo) Morales, que era el presidente de la UCR y que él después lo desarma porque Ricardo… Es decir, las intenciones de acordar políticamente y de pasar a otro escenario, estaba en nosotros. Y esa fue una muestra de que nosotros trabajamos para el consenso con el radicalismo.

—¿Qué cree que faltó?

Evidentemente faltó más. Ahí yo me adjudico, pues para 2009 no pudimos resolver una cuestión política que era la pelea por el poder. A mi me molestaba armar otro partido. Pero yo tenía que gobernar los cuatro años de todas maneras.

—Según usted, en dos o tres calificativos ¿su gobierno qué fue?

—Yo creo que fue en parte transición y en parte dejamos ideas muy claras de mirada de largo plazo.

—Hay algo que no se resolvió y es la pelea con el intendente de Capital, Carlos Vignolo. ¿Eso era un derivado o había factores específicos?

—No. Automáticamente él tuvo un alineamiento a lo que planteaba Ricardo. Yo recuerdo que ni bien asumimos tuvimos que dar una nómina completa de sueldos porque era la herencia que recibía. O sea que tuvimos esa deferencia para crear otro ámbito. Lo que tuvimos como respuesta fue una marcada oposición, errónea. Supongo que él debe estar reconsiderando el error también, porque nos hacían participar a él y a mí en una pelea que no era nuestra. Y los dos con responsabilidad de gobierno.

—¿Por qué cree que, en general (pasó con Ricardo y Nora Nazar, con usted y Vignolo, después Ricardo con Camau Espínola y con Fabián Ríos), hay siempre una tensión allí, con el intendente?

—No sé. Lo lógico es tirar juntos digamos, pero ni bien asume el intendente le dicen, “vos sos el próximo gobernador” y a partir de ahí empieza una acción política. Eso ve el gobernador y lógicamente que anula esa acción. Y sucedió con todos.

—Están muy cerca, ambos poderes.

—Pero lo más lindo es que se lo plantean y le dicen, “vos sos el próximo”.

—¿Se lo plantearon a Vignolo?

—A cualquier intendente que asuma. Y a partir de ahí, viene la pelea política.

—Por lo que usted me cuenta el apoyo del Gobierno es directamente proporcional a la aspiración o no del intendente a ser otra cosa, pensando más arriba.

—Y bueno, eso es lo que se planteó siempre. Por eso están los problemas y son errores muy graves.

—Se habló mucho de cuando tuvieron una reunión de transición, cuando Ricardo vuelve al gobierno. Hubo una reunión en Casa de Gobierno que duró mucho tiempo y fue secreta. Nunca se supo nada de esa reunión. ¿Qué pasó ahí?

—Era una reunión de transición y de entrega del poder. Recuerdo que había un listado que creo que hizo (Enrique) Vaz Torres, donde me pedían toda la biblioteca del ministerio (de Hacienda). Le dije que sí y ahí terminó la reunión porque venían y decían “dame todo esto”. Y ahí le recordé (a Ricardo) que la Tesorería tenía 7 millones cuando dejó el gobierno, no 100 como dijeron. Yo dejé con 8. “Mirá que quedó 7, no 100”, le dije a Ricardo.

—¿Usted cree que él tiene responsabilidad en las causas que usted tuvo que afrontar después en la Justicia?

—Sí, sí, él, Flinta, César Sotelo. Hoy los carteles de Gustavo (Valdés) son iguales a los míos. Los que hizo Ricardo después son iguales a los que yo tenía. Por eso tuve una causa. O sea, claramente hay una decisión, una petición. Ahora el tema fue apelado al Superior Tribunal y yo supongo que se arregla. Pero ahí se utilizó a la Justicia como parte de la pelea política. (…) La verdad dejan muy mal a la Justicia, porque todo esto funciona con órdenes políticas.

—¿Usted cree que la Justicia está manejada políticamente?

—En estos casos, sí. No sé si ustedes tienen información del juicio. Claramente quedaron demostradas allí muchas cosas, como una pericia trucha, armada. Por supuesto, está apelado al Superior. En este caso, se inhibió (Guillermo) Semhan porque dice que era mi amigo y él había actuado en el 2013 en esta causa. Yo no dije que era mi amigo, porque no es mi amigo, fue compañero de escuela. O sea, en 2013 actuó y ahora dice “no, no puedo actuar”. Así que mejor no hay que utilizar a la Justicia para resolver cuestiones políticas. No le sirve a nadie. Y por lo demás, hoy hay una campaña institucional de Valdés. Hoy está la campaña que dice gobernador…

—¿Lo dice por usar recursos del Estado para hacer proselitismo, una cosa así, en la cartelería de la calle?

—Y bueno, era la campaña institucional. Es decir, todas las campañas empiezan con algo institucional para ir después a la campaña específica. Todos tomaron los afiches de la campaña institucional que decía “Gobernador Arturo Colombi”. Hoy está en la calle la campaña de Valdés: Gobernador Gustavo Valdés. Esa campaña, la mía, tomaron para judicializarla.

—Todos los gobernadores que entrevistamos dicen que hay una utilización política de la Justicia, pero después ninguno asume es—o. ¿Usted manejó algún juez?

—No, no. Yo nunca hablé con un juez, salvo con el presidente, con (Eduardo) Farizano.

—El extinto presidente del Tribunal.

—El presidente del Superior Tribunal. Siempre que salía una terna de jueces yo recibía su opinión y después remitía los pliegos. El único contacto que tuve en los cuatro años de gobernador.

—¿Por qué no pudo lograr su reelección?

—Bueno… Porque la sociedad votó otra cosa. También porque Ricardo había conseguido todo el apoyo del gobierno nacional, de Kirchner, y eso fue muy fuerte. Todas las encuestas indicaban otra cosa, pero la campaña dio como resultado eso.

—Se partió primero en tres pedazos la torta electoral, fueron a una segunda vuelta y ahí…

—Ahí el peronismo vota con Ricardo.

—¿Qué pasó con su capital político? Mucha gente que estuvo con usted empezó a volver con Ricardo Colombi. Pero usted se mantuvo al margen de la disputa, al menos pública, ¿por qué?

—Evidentemente, no se dieron las condiciones para ello. Después… vos me estás haciendo acordar de muchas cuestiones que por ahí uno las deja de lado. Pero lo que yo lamento es que se hayan desarmado muchas políticas, muchas acciones nuestras.

—Pero ¿usted tiene ganas de volver? No tiene una inhibición vigente, ¿no?

—No, apelamos. Espero que por un afiche no me inhiban. Mirá: la actividad es la política. A mi me interesa resolver las cosas, las cuestiones. Cuando yo digo ahora, nuestro gobernador tiene que llevar la discusión al NEA y al NOA, es porque yo realmente lo pienso. No sé si estoy en lo cierto o no. Pero lo digo con honestidad de que hay una discusión regional que no se puede abandonar.

—¿Valdés lo llamó alguna vez?

—Hablamos. Yo me acerqué, apoyé y hablamos dos o tres veces.

—¿Qué recuerda de esa noche en la que entregó el poder?

—A mí me interesaba la normalidad institucional y nada más. Y cumplimos. Más allá de la pelea política, se cumplió con la Constitución.

—A usted lo tildan o lo tildaban de “monje negro, de armador, de estratega”. Es decir: funcionaba de una manera detrás de escena, pero después la vida política lo puso delante de la escena. ¿Dónde se siente más cómodo?

—En las dos. (Risas) No, no sé lo de “monje negro”. La idea de hacer acuerdos también es importante. Nosotros nacimos en la política cuando era indirecta la elección de los intendentes y gobernadores. Tuvimos esa gimnasia de acordar porque el sistema te imponía eso. Así salió Ricardo intendente.

—¿Disfrutó o padeció el poder?

—No. Problemas no tuve en ese sentido, porque tenía muy claras las cosas que tenía que hacer.

—¿Cómo fue su relación con la prensa?

—Yo entiendo que buena. Pero esa relación con la prensa también estaba tensionada por la crisis política. Porque ellos los acusaban a ustedes de… fueron cuatro años, que el presupuesto, que esto, que lo otro…

—¿Qué fue la Agencia Corrientes?

—Eso fue… No llegó a ser una agencia.

—Pero se llamaba así.

—Nosotros queríamos tener un sitio donde poder cargar contenidos de todos los temas y ser una fuente. Y contratamos a un diario digital para que cargue contenidos. Eso fue la agencia.

—La agencia tuvo un director que murió: Hernán González Moreno. Apareció suicidado a balazos un ratito antes del cierre de campaña de ballotage. González Moreno había denunciado a Ricardo Colombi por corrupción y después aparece muerto. Y Ricardo después dijo que le tiraron un muerto…

—No es un buen recuerdo. Dentro de todo, el trabajo que le habíamos pedido a Hernán lo había hecho: un diario digital. Era un diario de contenido. Y ese desenlace realmente lo lamento. Un muchacho joven que haya tomado esa determinación. Ese hecho hace pensar cuestiones políticas y yo entiendo que fue una cuestión personal.

—Pero instigado por fotografías, por mensajes mafiosos, según la causa.

—Eso yo no sé. La verdad.

—¿Traicionó a alguien?

—No. Políticamente, no. Al contrario.

—¿Se sintió traicionado por alguien?

—Yo no lo llamo traición. Yo creo que fue un error político que el propio partido que me propuso haya sido mi opositor.

—Pero ¿usted le asigna esa responsabilidad a todo su partido?

—Bueno, fue gran parte del partido. La conducción de ese momento hizo algo que fue innecesario. No había un solo motivo para que hagan eso.

—Claro… ¿Cuál sería la motivación para trancarle la puerta de ingreso a la Casa de Gobierno? ¿Usted ya lo sabe hoy?

—Fue una pelea por el poder.

—¿Qué cree que le dejó usted a sus hijos?

—Convicciones. Yo estoy convencido de que puse lo mejor de mí en la política. Así que es eso lo que les dejo.

—¿Se arrepiente de algo?

—Me arrepiento y lamento no haber solucionado esa crisis política que no servía para nada.

—¿Estaba en sus manos?

—Sí, lógico, yo era gobernador. Sí.

—¿Cómo quiere ser recordado?

—Como un gobernador que impulsó muchas políticas, generó el debate, trató a todos por igual. De esa manera.

 

“En la pelea por el poder Ricardo no
estuvo solo, tenía su mano de obra”

—¿Cree que su gobierno estuvo signado por la pelea con su primo?

—(Asiente con la cabeza) Aparte, no se discutían políticas.

—¿Era solo la pelea por el poder?

—Era la pelea.

—Desde dos días antes de la asunción, Ricardo Colombi ya le quería manejar el gobierno. Nunca se fue. ¿Era eso?

—Era él y todo el resto. No es que era solo él. La mano de obra era de varios.

—¿Quiénes eran esos varios?

—Sergio Flinta, Carlos Vignolo. Porque a Vignolo se lo midió como gobernador y después fue el primer soldado en contra. Una cosa insólita.

—Usted dijo alguna vez: “Me querían designar los ministros por radio”. ¿Por qué dijo eso?

—Y sí, porque sucedió.

—¿Con qué ministro?

—Fue con (David) Dos Santos, pero también “Toti” Dos Santos era mi amigo, entonces tomé el hecho y no dije el nombre. Pero claramente era así todos los días, cuando la responsabilidad era otra.

—¿Y la pelea se daba en todos los ámbitos? ¿Era política, institucional?

—Sí. Yo creo que pudimos sortear eso y gobernar los cuatro años. La Unión Cívica Radical nunca objetó ninguna política y todos los ministerios estaban con acciones concretas. Así que fue una pelea digamos interna, que no llegaba a la sociedad, llegaba simplemente a los que estaban ahí, a los funcionarios.

—La pelea después se llevó al ámbito electoral. Estamos en el año 2007, hubo tres elecciones seguidas y las tres las ganó usted. Una que tiene que ver con la Convención Constituyente. Después está una recordada elección que es la única que pierde Ricardo Colombi a manos de Vicente Picó, que fue su primer candidato a senador. En esa elección se rompe la alianza, Ricardo se va del Frente de Todos. Y bueno después la elección nacional. ¿Qué recuerda de todo ese proceso?

—Nosotros trabajábamos en otro sentido. Habíamos construido una lista y les ofrecíamos 50 y 50.

—Y tampoco eso aceptaban.

—Tuvieron que decir que sí, pero después la desarmaron y la armaron de otra manera. Lo que yo te puedo decir es que la idea de construir y de hacer política con contenidos, proyectos, eso empezaba a cobrar fuerza. Ese era nuestro andarivel, más con esos triunfos.

—¿Estuvo muy peleado o enojado mucho tiempo con su primo?

—No, yo no tengo ese sentimiento ni rencor. No soy rencoroso, no me sale, aunque quisiese. No, trato de darle vuelta a la cosa a ver cómo se soluciona.

—¿Están reconciliados?

—Sí. No hay problema.

—¿Pero se juntan como parientes?

—No, pero nos saludamos.

—¿Y como políticos?

—Hablamos muy poco.

—¿Se consultan?

—No. No. Muy poca es la relación.

 

“La UCR tiene que terminar con el negocio de
los sellos: en Corrientes no hay 55 partidos”

—Más allá de que era un vehículo para generar consensos políticos, la reforma de la Constitución del año 2007 incorpora muchos institutos. ¿Qué cree que es lo más importante de la reforma?

—Yo creería que el capítulo educativo. Y lo que se refiere al Iberá también es importante, donde se da mucho valor al parque provincial. Me hubiese gustado avanzar en reformas electorales. Yo entiendo que hoy están dadas las condiciones para que se avance en eso. Estamos en un escenario de pandemia y de cuarentena, prácticamente el Gobierno está solo. No hay oposición a los temas. Es un momento para plantear este tipo de cosas.

—Pero posterior a las elecciones, porque creo que ya no hay tiempo para esto…

—Pero por boleta única lo podés hacer. En la reforma nosotros hicimos boleta única de alianza. Es una cuestión de voluntad política y la Unión Cívica Radical tiene que dar ese paso: ser el partido que lo promueva.

—Ahí se le termina el negocio político a mucha gente. Es lo que dicen al menos.

—Bueno, pero ese no es el negocio del radicalismo.

—Pero tiene que contener de alguna manera a los socios, ¿no?

—Pero en Corrientes no hay 44 partidos. En Corrientes hay 6 partidos que hacen convenciones anuales. Entonces ¿por qué tenemos 44 boletas? (*)

—Por el negocio político.

—Bueno, hay que terminarlo. Yo digo que un acierto de Ricardo fue proponer a Valdés como renovación. Los correntinos apoyaron eso y se ve en los sondeos. Bueno: no hay que abandonar ese rol. Yo creo que éste es un tiempo propicio para profundizar ese escenario de renovación que él encarna. Entonces, eso que usted dice de “negocio político”, es una herramienta que se tiene que renovar.

¿Usted cree que estamos en condiciones de hacerlo?

Absolutamente. Tenemos tiempo porque eso es acuerdo político y se puede hacer tranquilamente. Seríamos la segunda provincia con boleta única (la otra es Santa Fe). Esos son actos de transparencia importantes.

(*) Nota del editor: esta entrevista se grabó antes del cierre de alianzas, por eso Colombi habla en esos términos en cuanto a la boleta única y por eso dice 44 partidos, que era la referencia anterior a los 55 que en total se inscribieron para las próximas elecciones.

 

Notas al margen

Arturo Colombi asumió el sábado 10 de diciembre de 2005. Juró en la Legislatura y después recibió los atributos en Casa de Gobierno. Fue la primera vez en la historia que dos radicales se sucedieron en la gobernación.

El lunes 1 de mayo de 2006 Arturo Colombi fue a la Legislatura a abrir el período ordinario de sesiones. No estuvo Ricardo Colombi. El protocolo apenas disimuló la discordia que ya carcomía a la UCR. En ese marco Arturo dijo que hay que avanzar con planes y proyectos, “porque hay más cuentas pendientes que laureles conseguidos”. Regía la transversalidad con el kirchnerismo.

En febrero de 2007 hubo elecciones y el 12 de marzo empezó a funcionar la Convención Constituyente. La declaración de la reforma estuvo lista un año antes, y fue el instrumento con el que Colombi conformó una nueva mayoría y esquemas de consenso para contrarrestar la interna radical. Su partido fue su principal opositor.

El lunes 30 de abril de 2007, en lo que fue la jornada de debate más larga de ese cuerpo, la Convención Constituyente, aprobó la reelección del gobernador. Arturo pudo estrenarla, pero no consiguió los votos para hacerla efectiva.

Para el martes 1 de mayo de 2007, el Gobierno anunció un triple aumento salarial para empleados del Estado. Colombi fue a la Legislatura y en su segundo mensaje esbozó algunas críticas sutiles a su partido, mientras llamaba a un nuevo consenso parlamentario.

El 10 de diciembre de 2007, Néstor Kirchner le cede los atributos presidenciales a su esposa, Cristina Fernández.

Tras la reforma de 2007, las Asambleas Legislativas dejaron de hacerse el 1 de mayo. Se extendió el tiempo de trabajo de los legisladores, que desde entonces sesionan de marzo a noviembre, con posibilidad de sesiones extraordinarias fuera de ese período.

El desarrollo fue el eje central del primer discurso de la nueva Constitución ocurrido el sábado 1 de marzo de 2008. El gobernador dijo que llegó la hora del crecimiento, pues “con la reforma terminó la transición”.

El 25 de febrero de 2009, en plena crisis política generada por la pelea con el campo y el voto no positivo de Julio Cobos, Presidencia de la Nación retiró los Granaderos de Yapeyú. El acto presidido por el gobernador, que contó con la presencia del vicepresidente Cobos, debió hacerse con niños vestidos de granaderos. La zancadilla política, en este tema institucional, generó un enorme revuelo político.

En su último mensaje, el domingo 1 de marzo de 2009, Arturo Colombi pidió diálogo pero al mismo tiempo fustigó el vacío legislativo. “No permitiremos una desestabilización política o sabotaje económico que busque la ruptura de la paz social”, dijo. Su mensaje fue el más duro de los 4 años, provocó enojos y el retiro de varios legisladores.

El jueves 10 de diciembre de 2009 entregó los atributos. Fue un acto histórico por varios motivos. Desde 1983 hasta ese momento, nunca se había visto esa normalidad institucional. Nunca antes, claro, las tres veces del apellido Colombi y nunca vista la tercera sucesión entre radicales, mercedeños además.

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Ricardo Colombi: “Mi aporte a la provincia es la estabilidad económica e institucional”

Ricardo Colombi, “Lalaca” para sus amigos, fue tres veces gobernador de Corrientes. Estuvo 12 años al frente del Ejecutivo y, por lo tanto, es el hombre que más tiempo ha gobernado la provincia. Asumió por primera vez en 2001, después de una feroz crisis política y social en Corrientes y que tendría una réplica nacional.

—Doctor Colombi: usted fue el quinto representante de la UCR en ser gobernador de Corrientes. En 2001 le devolvió al partido ese lugar después de 43 años -el último fue Piragine Niveyro-. Y además fue el primer mercedeño en acceder al sitial de Ferré con 44 años. ¿Qué recuerda de esos años?

—Creo que tenemos que ir un poco más atrás de 2001. Ya en mi época de estudiante secundario, desde la presidencia del Centro de Estudiantes, y mi paso por la facultad se fue trazando un camino que incluía la política. En el año ’87 yo fui candidato a intendente, concejal en la elección indirecta. Fui el candidato más votado, pero el número de concejales me impidió ser intendente. En el ’91, se dio a la inversa: fui el candidato menos votado, pero la mayoría de los concejales me permitió llegar a la Intendencia. Ahí estuve 8 años, aunque fui electo por 10. Renuncié para ser diputado nacional en el ’99. Pero ya en el año ’97, con un grupo de intendentes muy fuertes comenzamos a pergeñar la posibilidad de tener una fuerte presencia provincial. No se pudo dar en el ’97, se concretó en el 2001, en medio de una profunda crisis institucional, política, económica y financiera del país. Recuerdo que cuando en el ’91 llegué a la Intendencia, cuando fui electo -para sorpresa de muchos- y me senté al día siguiente en el sillón de intendente dije: “¿Qué hago yo sentado acá?” Y la misma pregunta me hice en el 2001 cuando fui electo gobernador. Pero bueno, comenzamos una tarea, teníamos conceptos básicos, fundamentales. Teníamos trazado un camino, aunque indudablemente no fue el mejor inicio porque asumíamos con un presidente, un modelo económico; y después sobrevino la crisis institucional, los 6 presidentes, 3 monedas… (Nota del editor: Colombi asumió con De la Rúa en el gobierno, pero este renunció el 20 de diciembre de 2001. Allí vinieron los 4 presidentes en 11 días: Puerta, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde, hasta que la situación se normalizó en mayo de 2003 con la jura de Néstor Kirchner. Las tres monedas eran: el peso, y los bonos Lecop y Cecacor). Y Corrientes tenía, sobre todo la Capital, una fuerte ascendencia de gobiernos anteriores y no fue fácil. Pero creo que el acompañamiento silencioso de la ciudadanía en su conjunto, que apostaba a un cambio, lo sostuvo.

—Estuvo 12 años completos en el gobierno. Se convirtió en récord total de permanencia en el gobierno, desbancando incluso al propio Ferré que estuvo 10 años, 3 meses y 14 días. ¿Qué piensa de este racconto?

—Tal vez, íntimamente, sea importante para uno. Pero yo creo que lo más importante es poner en valor las ideas. Los años están bien, pero ¿para qué? Si estuvimos tres periodos es porque la gente confió en nosotros. Yo siempre digo que en la alianza que armamos, que es una alianza social y política, somos iguales. Establecimos conceptos muy básicos de la política. Yo me acuerdo que en 2001 cuando llegué acá, ser gobernador parecía que era ser dueño de la vida y de los bienes de los correntinos, y no es así. A mí me molestaba que cuando yo iba a un quiosco, negocio o a una casa de comida a comprar algo, me daban el lugar. Yo tenía que hacer la fila como cualquier ciudadano. Y si iba a un espectáculo tenía que pagar la entrada, porque así me enseñaron mis padres, porque así me eduqué y así hicimos política en el interior. Entonces, a la gente le costó acostumbrarse. Me acuerdo que yo viví los tres primeros meses de mi primera gestión en el Hotel San Martín. Y había un mozo ahí que era técnico de fútbol y un día le digo: “Acompañame, que vos sabés dónde hay una casa de deportes, porque me quiero comprar un zapato, un pantalón y una media para ir a jugar al fútbol”. Vos no sabés lo que fue eso. Cruzamos la plaza, en la esquina había una casa de deportes, y era como que la gente estaba sorprendida de que yo andaba con el mozo del hotel, comprando equipo deportivo. Pero así somos y yo no he cambiado, ni voy a cambiar. Entonces, vos me vas a escuchar preservar la base de lo que es Encuentro por Corrientes o lo que es nuestra formación política: no alejarse de la gente, estar con la gente.

—De todas maneras, esto que logró es importante. Fueron 12 años de gobierno, unos tantos más en el poder, ya más de 20. Usted mismo hizo un racconto: casi 40 años ligado a la administración de la cosa pública, desde cuando inició en Mercedes. Y en este momento, en el año 2021, está planteando un proyecto político para otros 20 años y es inevitable mirar la historia y compararlo, por ejemplo, con Juan Ramón Vidal, que manejó, de cerca o de lejos, la vida política e institucional de la provincia de Corrientes por 60 años. ¿Cuál es la importancia que le adjudica a la historia en todo este trayecto político?

—La historia es importante. Y de todo eso que ocurrió en su momento, extraer las cosas buenas, tratar de adaptarlas a los tiempos que estamos viviendo y tratar de tener los menores errores posibles. Somos seres humanos y nos equivocamos como cualquiera. Pero esta proyección de 20 años que vos decís, tiene que ver con una visión a largo plazo. En el 2001, quién iba a pensar que Corrientes comenzaría en algún momento a ser una provincia industrial, por ejemplo. Bueno, hoy los parques industriales son una realidad. Que íbamos a tener gas natural, con industrias: hoy lo tenemos. O que íbamos a recuperar una herramienta financiera para el desarrollo del sector privado como el Banco de la Provincia, que estuvo quebrado, que estuvo por desaparecer. Hoy es el banco público más importante del país. Quién iba a pensar que íbamos a tener un fondo de desarrollo rural, en el cual el impuesto que viene del campo está totalmente volcado al sector en proyectos energéticos, viales, escuelas, internet, fondos de producción. Hoy la generación de energía, la madera, la exportación. Es decir, Corrientes está en el camino correcto, pero de que falta, falta; y de que hay que corregir cosas, hay que corregir. Pero la base es esta y el desafío son estos 20 años para seguir creciendo.

—¿Usted cree que todo este recorrido lo pone ya en la historia de Corrientes?

—A mí no me queda bien responder. Yo soy un ciudadano común, sencillo. La historia juzgará. Yo solo estoy aportando un granito de arena para que las generaciones que vienen tengan las mismas posibilidades y mejor calidad de vida. (…) A eso apostamos: que los jóvenes puedan tener una mejor calidad de vida, mejores posibilidades de crecimiento y desarrollo que sus padres no tuvieron. Pero esas cosas no se ven en el momento, se ven en el tiempo.

—¿En el 2001 ya tenía ganas de ser gobernador o fue una coyuntura?

—No, no, no. Yo no hago nada alocado y que no esté planificado. Esta es una idea que veníamos trabajando años antes. En el ’97 no lo pudimos armar, pero sí lo hicimos en el 2001. Es decir que ya había en mente una idea, un proyecto de llegar a ser gobernador de la provincia de Corrientes.

—¿Y en esa planificación estaba ya en su cabeza todo lo que logró después?

—Muchas cosas sí: el tema del Banco, los centros de formación y educación. El tema del fondo de desarrollo rural. Tenía pensado el programa cultural, deportivo. Tenía ideas fundamentales y las otras, por supuesto, iban surgiendo sobre la marcha del gobierno. Pero lo más importante de todo esto fue el equilibrio fiscal, porque así lo hicimos como intendente. Entonces ¿qué hice?: traje todo el equipo económico que yo tuve en el Municipio. Corrientes necesitaba entrar en ese equilibrio fiscal. Cuando dejé el Municipio en el ’99, tenía un millón de dólares en caja. Después, la Intervención nos liquidó eso. Teníamos además la idea clara de que no podíamos gastar más de lo que ingresaba y fue duro eso, porque la gente de la provincia estaba acostumbrada a endeudarse a crédito. Fue duro y soportamos momentos difíciles, porque había una población que quería un cambio. Creo que, 20 años después, darle estabilidad económica, no tener más crisis institucionales, no tener más intervenciones federales, creo que la base está.

—A usted siempre se le reconoció ser el padre de la estabilidad política y la paz social. Un hecho inédito en años. De hecho, dicen de usted que es un administrador duro, austero, pero a la vez honesto, contrapuesto a la idea que estaba instalada en ese momento que era “roba, pero hace”.

—A mí me pasó con algunos empresarios que me criticaban y me decían: “Prefiero lo anterior y no lo que estamos viviendo ahora”. “Bueno, pero yo no soy esa persona”, les decía.

—Se dice además que fue un conductor severo, pero eficiente antes que paternal y corrupto. ¿Es así esto?

—Yo creo que sí, porque sino no hubiese estado donde estoy. Y no hubiese tenido hoy que ya no estoy en la primera línea, un porcentaje de adhesión -no quiero dar números porque no quiero tener problemas- muy importante en la comunidad. Entonces, yo creo que es así. Lo percibo, lo siento. Yo recorro la provincia. Cuando era gobernador viajaba solo, sin ningún tipo de seguridad. Lo hice siempre, lo sigo haciendo ahora. Hablo con todos y bueno, creo que es así.

—¿Utilizaría estos mismos términos o cómo se definiría usted?

—Mirá, yo soy una persona muy reservada, muy hacia adentro, y no voy a estar expresando esas cosas públicamente. Por eso te digo que esa valoración, desde el punto de vista objetivo la tiene que hacer la sociedad.

—También está lo otro. Fue denunciado por corrupción. Hay gente que habla de incumplimientos políticos. De que usted hace una utilización regular de la mentira y el miedo como insumo de su necesidad política.

—Bueno, eso te tendría que contestar quien te dijo eso.

—¿Y usted qué piensa?

—No es así, lo que pasa es que de vivos estamos cansados. Y muchos pensaron… Haciendo un poquito de historia, recordemos que hubo un exdirigente que me dio plazo hasta el 30 de marzo…

—¿Quién fue?

—No, no viene bien recordar el nombre, pero dijo: “Le vamos a enseñar al naranjerito de Paiubre y al pescador del río Uruguay, cuántos pares son tres botas”. Pero se equivocaron porque nosotros sabemos de naranjas, cuántos pares son tres botas, y tenemos conceptos muy sólidos en nuestra formación. Primero, familiar: yo todo lo que soy se lo debo a mis padres. A mi papá que no pudo verme porque se murió muy joven, en el ’90. Yo llegué a la intendencia en el ’91. Y después a mi mamá, que trabajaba desde las 7 de la mañana hasta las 10.30 de la noche para que sus hijos –mi hermana y yo– seamos alguien en la vida. Después lo que aprendí con mis maestros y lo que aprendí en la calle. Entonces, venir del interior y venir a esta ciudad que estaba acostumbrada y modulada de una forma tal por la injerencia del poder. Podemos hablar de muchas cosas, pero el río Corriente divide en dos a la provincia. Nosotros no sentíamos el impacto que sentía la Capital por efecto del calor del poder, ni teníamos que rendirle pleitesía las 24 horas del día a quienes nos representaban. Nosotros rompimos un montón de moldes. Por supuesto que somos seres humanos y tenemos errores, aciertos, virtudes y defectos, pero tenemos claro lo que debemos hacer.

—A propósito de los aciertos, se dice que usted es un cuadro político integral y que es el arquitecto de la estabilidad y de este poder que continúa en la provincia desde el 2001. ¿Con eso cómo se lleva?

—Mirá, nosotros armamos esto en el año ’97 porque veíamos que para evitar la crisis institucional nos teníamos que juntar. Si abajo lo hacíamos, en los municipios, por qué no lo podíamos hacer un poquitito más arriba. Y en 2001, cuando nos juntamos fuerzas políticas por ahí antagónicas, lo hicimos convencidos de que era el único camino. Y después cuando más adelante, en 2005, se fueron agregando partidos que antes eran nuestros rivales, también los sumamos convencidos. Y hoy la matriz política de Corrientes, independientemente de quién gobierne, es esta. Quien quiera salir de esta matriz no va a tener éxito, fracasaría quién quiera estar por fuera de este acuerdo de 28 o 30 partidos políticos, en otro lado impensable. En Corrientes la gente entendió. Entonces, la matriz política es esta y de ella no podemos salir.

—Así como hay una de cal, hay otra de arena. Y las críticas que se le hacen tienen que ver con sus modos: muchas veces brusco; a veces violento. Se lo tilda de machista, de que tiene conceptos arcaicos, de que es incapaz de avalar nuevos derechos, de que usted frenó la paridad de género y la incorporación de los jóvenes a la política. De que trabó los cambios de las normas electorales. ¿Qué piensa de todo esto?

—Mirá, yo soy un tipo muy sincero, franco y directo, por eso por ahí no se encaja cuando se quiere tener un doble discurso. Conmigo es sí o es no. O es blanco o negro, no hay término medio. Porque así me formé y creo que así me fue bien en la vida, por qué tengo que cambiar. ¿Es un defecto? Puede ser. Y, por ahí, cuando las cosas se dicen de frente, duelen. Pero yo no tengo otra forma y así me fue en la vida. Con respecto a todo lo otro, yo tengo ejemplos sobrados de que no es así. Además ¿cuántos legisladores somos? Cuarenta.

—Pero usted no es uno cualquiera.

—No, pero yo soy uno de 40.

—Está bien, pero no se saque la responsabilidad.

—Yo soy uno de 40. Así que tenés que preguntarle a los otros 39. Y muchos de esos 39 tienen una idea en privado que no se animan a decir en público. Y con respecto al tema del voto joven, yo no estoy en contra. Yo quiero que sea obligatorio y así como tienen derechos, que tengan obligaciones.

—Pero la crítica con respecto al género está centrada en que usted podía decidir directamente, por ejemplo, en su Gabinete, o cuando se conformaban los tribunales, pero no lo hizo.

—Y yo te diría que la Justicia tiene el 80% de mujeres.

—Pero no en los lugares de decisión.

—Pero es el momento, no tiene que ver con la filosofía. Te digo más, si tiene que haber diez mujeres encabezando las listas, yo no tengo problema. Para mí la cuestión de la paridad por ley no va. Para mí es natural, si tiene que haber que haya. Por qué vamos a limitar uno, uno y uno.

—Pero usted sabe por qué es. Porque la política está hecha en función de…

—Bueno, pero es como te decía que hace 20 años esto era impensado, lo de los parques industriales, esto, lo otro. Todo esto se va haciendo naturalmente y se está dando así.

—¿Por qué siempre se llevó mal con los intendentes de Capital?

—No es que me llevé mal. Es que eran de la oposición y teníamos que ganar en la Capital. Es muy claro. Además, no estaban bien administrados. Entonces, teníamos que tratar de encaminar la cuestión. Nosotros también queríamos ganar el municipio.

—¿Era una cuestión política?

—Era una cuestión política sí, pero no me llevé mal.

—¿Y siempre va a ser así, la Capital con el Gobierno?

—No, porque ahora están muy bien, trabajando.

—¿Usted cree que ahora están bien, trabajando, porque se dio naturalmente o porque está garantizado que la aspiración del Intendente no es competir con el Gobierno?

—¡Ah, no sé! Yo no estoy en el esquema. Preguntale a los que van a quedar después del 10 de diciembre.

—Pero, ¿usted qué cree?

—Vos preguntale a los otros, después yo te contesto.

 

—Usted fue siempre un gran elector. Lo fue en 2005 y en 2017 y, por lo tanto, fue el elector de los últimos 20 años en Corrientes. Perdió una sola elección en 2007…

—En el 2007, nosotros perdimos por 4.500 votos contra todos. Y ¿sabés por qué perdimos? Porque dos intendentes que dijeron que nos iban a acompañar, el día de las elecciones se dieron vuelta. Y otra diferencia que teníamos era el nombre. Nosotros íbamos con un nombre nuevo a las elecciones y del otro lado estaba instalado un nombre exitoso de la alianza que ya venía y que era el Frente de Todos. Entonces, eso llevó a la confusión a la gente.

—¿Y en el caso de los intendentes que se dieron vuelta, fue una ingenuidad política o una deslealtad?

—Deslealtad. No fue ingenuidad política, porque conocemos muy bien el paño.

—Usted es cualquier cosa, menos ingenuo.

—Claro, menos ingenuo. Pero ya está, ya pasó. Inclusive después hicimos alianzas con esos intendentes que en su momento habían equivocado el camino.

—¿Con qué provincia se encontró cuando asumió en 2001?

—Era una provincia con una crisis social y política muy profunda donde la grieta estaba muy a la vista y había que ser muy racional, inteligente y cauto para encontrar el camino y comenzar a unir a todos los sectores. Por eso hicimos la alianza. Primero, hicimos una convocatoria social: a todos los actores que hacen al desarrollo y la vida diaria de la provincia. Pero ahí pegadito estaba la unión política: somos esto y tenemos esto. Con el tiempo eso se fue entrelazando y reestableciendo la confianza. Después, en el tiempo, partidos que estaban de este otro lado, entendieron, vinieron y confluimos en una unión mucho más grande. No fue fácil porque la ciudadanía de esta ciudad mayoritariamente estaba acostumbrada a un modelo diferente.

—Al Pacto digamos.

—Al Pacto. El Pacto fue una herramienta electoral poderosísima. ¿Y cuándo comienza a caer? Cuando los dirigentes se empezaron a alejar de la gente. Yo quiero que eso no nos pase a nosotros. Estoy luchando para que esas cosas no nos pasen a nosotros.

—¿Y ve que está pasando?

—Sí, está pasando. Nos está pasando eso de los 20 años de aburguesamiento que vos decís. Por eso tenemos que retroalimentarnos, tenemos que recrearnos, tenemos que repotenciarnos permanentemente. Porque nos está pasando y lo estamos viendo.

—¿En qué acertó y en qué cree que se equivocó en su primer gobierno?

—Creo que el acierto fundamental fue la conformación de la alianza, porque sabíamos que íbamos a tener crisis institucionales. Lo que nosotros armamos creo que fue muy importante en ese momento. Y, tal vez, nos cerramos en eso exclusivamente para no perder la confianza mayoritaria del pueblo. Tal vez si hubiésemos orientado un poquito más la acción hacia la reconciliación -que te decía- hacia otros sectores para profundizar el rompimiento de la grieta con más tiempo… Pero no podíamos, era lo uno o era lo otro.

—¿Qué índices evolucionaron y cuáles involucionaron en ese gobierno? Porque hay como una matriz en la provincia que es transversal a todos estos gobiernos de los últimos 20 años y que tiene que ver con la pobreza, la desnutrición, la mortalidad infantil. Incluso, hay valores educativos muy malos.

—Mirá, en el tema de la desnutrición nosotros teníamos estudios y análisis de que prácticamente, no es que había desaparecido, pero estaba en sus valores más bajos. El problema fue cultural. Perdimos mucho en lo educativo. Hoy en día, gran parte de la crisis que tenemos es cultural, es familiar, es social. (…) Hay generaciones de chicos que no vieron a sus padres trabajar y el deterioro de la educación se profundizó, a partir de 1996, con la transferencia de las escuelas que se hizo sin el presupuesto adecuado en el tiempo.

Cuando llegamos al gobierno tuvimos un plan de los mil días, que era un plan alimentario que consistía en darles los alimentos necesarios a la madre, en todo su proceso de embarazo hasta que el chico llegaba a los 3 años. Por problemas educativos y culturales fracasó, y no lo pudimos lograr porque no les gustaba la papilla; porque no la sabían preparar. Es decir, tenemos un deterioro cultural muy grave que se ve en todos los niveles y ese es el principal problema que tenemos como sociedad, como país. Entonces, yo creo que el tema familiar, si no reconstruimos el tejido social, los grados de violencia de género, de abuso y de todas esas cosas, agravado por la crisis educativa, es un combo muy difícil de solucionar. Pero hay que hacerlo.

—¿Cómo conceptualizaría usted su primer gobierno?

—Te voy a decir esto: (al final de mi mandato) yo fui electo en una lista de diputados que sacó el 75%. Quiere decir que tan mal no nos fue, ¿no? Metimos los 3 diputados nacionales y fui tercero. Para que te des cuenta de que a mí no me importa el lugar. Yo siendo gobernador podría haber ido en primer lugar y fui tercero. Porque cuando yo estoy convencido del proyecto no me interesa el lugar, ni la banca, ni nada. Yo voy por el proyecto. Fui tercero y sacamos el 75% de los votos.

—¿No es un acto de soberbia también eso?

—No, es confianza, es seguridad. Si es un acto de soberbia, voy primero. Yo gobernador voy primero.

—No, no sé. Lo pongo en duda.

—Aaaa bueee… Vos sos como “la gata flora”. No pue, no es así.

 

“En 2001 algunos dirigentes me dieron un plazo de tres meses: hasta el 30 de marzo de 2002”

—En 2001 usted armó una base social y política para oponerse al régimen anterior. Pero me dijo que le pusieron plazo y ¿lo quisieron derrocar?

—Sí, me dieron plazo hasta el 30 de marzo de 2002. (Nota del editor: Fue el plazo de gobierno que le dio el remanente del viejo Pacto a Colombi. Eran dirigentes que no tuvieron participación en el primer “Frente de Todos”. Los “más opositores” eran liberales).

—¿Y qué pasó?

—¿A qué fecha estamos hoy?

—¿Por qué cree que se equivocaron?

—Estamos a 16 de junio de 2021.

—¿Era pura bravuconada política?

—No. En realidad estaban acostumbrados a un modelo, a un sistema de llevar todo por delante y creyendo que, porque eran fulanos de tal, podían hacerlo. Y no sabían que adentro (del gobierno) había gente diferente, con formación y valores diferentes.

—En ese marco, ¿qué fue la “Gestapo correntina” de la que habló en su momento Josefina Meabe de Mathó? (*)

—Ah, pregúntenle a ella. Ni idea, ni sabía que dijo eso. (Hace gestos y luego se ríe) Y no creo que diga porque ella fue parte (de la alianza) hasta el año 2017, 2015. Medio difícil que pueda hablar alguien que fue parte de todo esto y desde hace muchos años. Desde el 2000 que fue parte.

—Bueno, pero usted sabe que eso no impide a algunos hablar igual.

—Y bueno, pero entonces no tiene sentido, no tiene sustento.

(*) Nota del editor: La “Gestapo correntina” fue un dispositivo de espionaje montado para generar escuchas ilegales con un aparato que intervenía celulares y grababa conversaciones. Algunas se pasaron por radio. Los espiados acusaron a Colombi.

“El esquema de alianzas vino a quedarse por mucho tiempo en Corrientes”

—Si usted fuera un caudillo ¿cuál es la connotación que le daría a esa palabra? ¿Líder o mandamás?

—No, no me puedo encapsular en ese concepto porque no entiendo así el manejo de la política. Yo no estoy formado así. Soy una persona que me adapto a las circunstancias, pero tengo claro cuáles son mis objetivos y sé lo que voy a defender y pelear para no perder el rumbo. (…) Pero sí te voy a decir que, hoy, por ejemplo, un déficit que tenemos es la representación comunal. En muchos lugares estamos teniendo un déficit en la calidad y preparación de los representantes, pues no está acorde con lo que está haciendo la provincia.

Otro problema que se viene dando desde hace un buen tiempo y que eso para mí está mal porque va en detrimento de la política, tiene que ver con las sucesiones que se dan de esposo a esposa, a hijos, a hermanos. Es como si son dueños de la vida y de los bienes de los ciudadanos de las ciudades. Tenemos una cierta cantidad de ciudades en las que el traspaso de mando se da del esposo a la esposa, al hijo, a la hermana. Eso va en contra de la política. Esas cosas tenemos que cambiar. Yo estoy en contra de eso.

—Bueno, pero usted lo puso a su primo también, si vamos al caso.

—No, pero eso no tiene nada que ver, porque es otra cuestión. No era nada periódico, era una sola vez y nada más.

—De todos modos es una conducta…

—Es una conducta que está impuesta. Pero lo más grave es la falta de preparación.

—Hay cierta academia que ya empezó a estudiar sus gobiernos y dice que usted melló en el sistema político y en sus prácticas, primero como salvador y después como remedo de aquellos males que vino que curar. Y ponen ahí como ejemplo, la permanencia en el poder y el derivado de esa permanencia: el aburguesamiento de las élites políticas que enlentecen los cambios.

—Contra eso tenemos que luchar. Por eso yo te digo que tenemos que retroalimentarnos. Vos escuchaste mis críticas y mis posiciones de que estamos aburguesados, de que creemos que las elecciones están ganadas y no es así. Tenemos que retroalimentarnos permanentemente. Y esto es proyectar una provincia a 20 años. Por eso el esquema de alianza en Corrientes vino a quedarse por mucho tiempo. Quien quiera salir de ese marco no tiene futuro. Si nosotros pensamos que podemos dejar de lado a todos y convertirnos en exclusivos, únicos referentes de la política, no existiríamos al otro día.

Y voy a terminar con una frase para que se interprete lo que significa esto. Cuando lo trajimos a “Pepe” Mujica a la Feria del Libro, le dije: “Presidente, ¿cómo hizo usted para conducir Uruguay desde el punto de vista económico, teniendo en cuenta su filosofía de vida, su filosofía política y todo lo que usted vivió? Me dijo: “Mirá mi hijo: la ideología no te da de comer, y yo tenía que dar de comer a mi pueblo. Yo tenía posiciones particulares sobre el aborto, sobre esto… pero eso no tenía que ser un problema del pueblo. Entonces, en materia económica, mi pensamiento era mío. Pero yo tenía 4 o 5 millones de habitantes y tenía que velar por ellos”.

Eso es lo que tenemos que hacer. Eso es lo que tenemos que entender definitivamente. Yo puedo llegar arriba, como puede llegar Juan, José, Pablo. Pero no llega él, llega en nombre del millón y medio de correntinos y tiene que gobernar para todos. Y en ese sentido tiene que tener esa visión global y abarcativa de tratar de comprender, entender y llevar adelante la gestión con todos ellos.

 

Continuará…

 

Notas al margen

Ricardo Colombi juró el lunes 10 de diciembre de 2001, pero ante la imposibilidad de lograr quórum en la Asamblea Legislativa, lo hizo ante un Superior Tribunal de Justicia ad-hoc. Prometió, junto con su compañero Eduardo Galantini, construir un Estado ajeno a la actual “madeja de privilegios”. Recibió los atributos de mando del último interventor federal, Oscar Aguad, quien para entonces era el sucesor de Ramón Mestre.

El martes 11 de diciembre hizo jurar a sus ministros. Tambien asumió Nora Nazar como intendenta de Capital, acto al que asisitió el Gobernador.

El 19 de diciembre el presidente De la Rúa declaró el estado de sitio por 30 días, dada la situación de crisis económica, las manifestaciones y saqueos. El 20, y tras una enorme rebelión popular, renunció. Fue el momento de los cinco presidentes en 11 días, pues tras la caída de De la Rúa asumió por unas horas Ramón Puerta, para dar paso a Adolfo Rodríguez Saá, quien estuvo una semana. Se fue y asumió Eduardo Camaño hasta que en enero juró Eduardo Duhalde.

El miércoles 1 de mayo de 2002, ante la Asamblea Legislativa, Ricardo Colombi dio su primer discurso. Llevaba cuatro meses en el poder y no pudo hacer balances, pero prometió diálogo y una férrea práctica de austeridad. Abrió una ronda de diálogo con organizaciones civiles.

La Asamblea del 2003 se realizó en el Teatro Vera, pero en el marco de turbulencias políticas internas por la adhesión de la provincia al rescate de los bonos Cecacor. Por esa acción la ministra de Producción, Estela Robaina, amagó con su renuncia. En su mensaje, en tanto, el gobernador anunció una reforma de la Constitución que no logró concretar.

El 25 de mayo de 2003 asumió como presidente de la Nación, Néstor Carlos Kirchner, con quien Colombi haría grandes acuerdos políticos.

El sábado 1 de mayo de 2004 fue hasta la Legislatura y ante la expectativa de los empleados del Estado de recibir un aumento salarial, Colombi ató esa posibilidad a la sanción de normas clave para la estabilidad económica de la provincia. También allí desarticuló una serie de versiones sobre la venta de empresas estatales. “No las privatizaremos”, dijo.

En su último mensaje, el domingo 1 de mayo de 2005, Colombi criticó a los legisladores por haber frustrado la reforma de la Constitución. “Era un imperativo del Acuerdo de Gobernabilidad que firmaron varios de los legisladores aquí presentes”, dijo. Aseguró que su gestión fue una bisagra y llamó a todos a profundizar el modelo.

Días antes de dejar el poder ya se empezaron a ver las grietas con su primo Arturo, electo gobernador para el período 2005-2009. Pretendía que el comité radical tuviera injerencia en el gobierno.

El sábado 10 de diciembre de 2005 le entregó los atributos a su primo Arturo Alejandro Colombi.

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Pedro Braillard Poccard: “Pese que las cosas no terminaron bien, valoro demasiado el honor que la sociedad me concedió al elegirme gobernador”

Cuando se grabó esta entrevista, no sabía que por tercera vez en su vida sería candidato a vicegobernador de Corrientes, ahora como compañero de fórmula de Gustavo Valdés. En 2009 juró como vice de Ricardo Colombi. Su bautismo de fuego, en tanto, iba a ser en 1997, pero entonces una tragedia hizo que de segundo pasara a ser el candidato principal y luego gobernador constitucional de la provincia. La historia posterior es conocida y hoy aquí volveremos a repasarla, pero con el propio Pedro Braillard Poccard, dirigente largamente resarcido después de las muchas tristezas del 99, dolores que postergaron incluso esta charla necesaria.

—La historia dice que la muerte de Rubén Darío Casco, ocurrida el 18 de septiembre de 1997, lo obligó a presentarse como candidato a gobernador por el Partido Nuevo, formando dupla con Víctor Hugo Maidana. ¿Cómo es eso según usted?

—Yo lo que recuerdo es que se hizo un pequeño intento para reformar la Constitución, pero no prosperó. El entonces gobernador (Tato Romero Feris) medía muy bien, tenía un alto nivel de aceptación y yo era ministro de Salud. Ingresé al gobierno propuesto por el Partido Liberal. Cuando no se pudo y no había reelección, se hizo una encuesta y las dos figuras que mejor medían eran Rubén Darío Casco y yo. Entonces, ahí se conformó la fórmula. Rubén Darío, en ese momento, era intendente de la Capital, pero además era amigo de Tato. Era una gran persona. Yo tengo el mejor recuerdo de él. Esa mañana estuvimos en Monte Caseros, habíamos ido con el gobernador a ver unas obras. Yo me vuelvo por un problema de salud de un familiar mío. Teníamos que ir con Rubén Darío hasta Paso de los Libres. Entonces quedamos y le digo: “Mirá, mañana nos encontramos”, porque estábamos haciendo campaña juntos. Bueno y cuando llego a Corrientes, me entero de la triste noticia del accidente de Rubén Darío, que terminó con su vida. Ahí se precipitan las cosas, y la estrategia que decide el partido en ese momento es correr la fórmula y completarla. Estábamos en plena campaña.

—¿Y cómo fue para usted ese cambio?

—Fue muy fuerte porque estaba haciendo campaña para vice y de golpe, soy proyectado a hacer campaña como candidato a gobernador. Había una mezcla de gran entusiasmo popular con una gran tristeza, porque Rubén Darío era una persona muy querida. Era una campaña con entusiasmo, pero triste a la vez. No es muy común eso.

—Después van a elecciones y la ganan en la primera vuelta.

—En ese momento recordemos que teníamos balotaje estricto: la mitad más uno. Recién con la reforma de 2007 se pone el balotaje a la usanza argentina que es 45% más uno. Yo llegué a…

—Porque ustedes sacaron 48 o 49%.

—Saqué el 49% y quien venía detrás de mí (Carlos Tomasella, del Pacto, con el 19,7%) decidió ir a la segunda vuelta. Era su derecho. Fuimos a la segunda vuelta y ahí sacamos un porcentaje cercano a 72.

—Fue de 70,3% contra 29,7%.

—Lo que pasa es que, con el sistema de renovación de la Legislatura, en el que el Senado se renueva por tercios y la Cámara de Diputados por mitades, ese triunfo nuestro no se vio reflejado en la presencia legislativa. Seguíamos teniendo una amplia minoría todavía en ambas Cámaras, que después se vio reflejado en muchas cosas.

—El 10 de diciembre de 1997, con 43 años, usted asumió como gobernador de la Provincia. ¿Qué experiencia le deja todo eso casi 25 años después?

—Primero que, más allá de que las cosas no terminaron bien, yo valoro demasiado el honor que la sociedad correntina me concedió de haber sido gobernador constitucional de la Provincia. Esa es un poco la máxima aspiración que tenemos todos políticos que como nosotros hace política local. Ha sido un honor muy grande para mí.

—La pregunta es ¿quiso ser gobernador?

—La verdad es que yo quería ser gobernador, pero no en esas circunstancias. Es decir, yo creo que esa fórmula que surge en el 97 fue la más natural. Yo siempre he hablado de las candidaturas naturales. Era natural, Rubén Darío, un hombre que medía muy bien, tenía el afecto de gran parte de la sociedad correntina y contaba con la confianza del presidente del partido de ese momento. Y yo medía bien, había sido un buen ministro de Salud. Entonces, era una fórmula muy bien armada. Pero ocurre la tragedia, una de esas cosas que uno ni se imagina que va a pasar. Ni siquiera hay tiempo para la reflexión, ocurre y nada más.

—¿Qué provincia encontró cuando asumió?

—Bueno, la provincia estaba muy endeudada. Una deuda que venía de mucho tiempo. No se olvide de que ya hubo un intento de hacer una reestructuración de la deuda, un empréstito de 105 millones de dólares que se iba a hacer con bancos argentinos y norteamericanos, pero fracasó por conflictos locales. Entonces, yo por eso lo planteé de entrada -en la Legislatura- que el compromiso más grande que teníamos era la refinanciación de la deuda. Sin refinanciación de la deuda no había posibilidades de salir adelante. Yo sabía que era cuestión de tiempo. El primer año nomás -si mal no recuerdo- me vencen 230 millones de dólares de ese momento, todo calzado con garantía de coparticipación que, obviamente, no era deuda mía. (…) Eso fue así, y después surge la deuda con garantía de coparticipación federal. Es como que a mí me tengan embargado el 100% del sueldo, para que se entienda. Entonces, ese dinero no entraba en la provincia, directamente era retenido. Imagínese eso en una provincia en la que -como en la mayoría de las provincias argentinas- el 80-85% de los recursos proviene de la coparticipación.

—¿Y los índices?…

—Al punto tal que yo tengo que recurrir a un crédito. Porque uno se hace cargo al 10 de diciembre y ¿qué tiene que pagar? Sueldo y aguinaldo. Entonces, no había recursos. Esa caída de empréstito fue muy fuerte para las finanzas provinciales. Entonces, yo hablo con un amigo que era presidente del Partido Liberal, Carlos Flores Durán, él gestiona y conseguimos un crédito del Scottish Bank Quilmes, que nos permite afrontar los primeros compromisos salariales y arrancar bien el gobierno. De ahí en más, comenzamos con la refinanciación de la deuda.

—¿Y la situación cómo era? Es decir, hay una cuestión electoral favorable, pero los índices no eran buenos…

—Bueno, la provincia tiene dos grandes problemas: en el 98 tuvimos una de las mayores inundaciones de la historia. Eso arranca en enero del 98 con la corriente de El Niño y llegamos a tener el 65% del territorio bajo agua. No era la inundación clásica del río que crece, sino de los ríos que estaban en alto nivel, sumado a una lluvia excepcional. Corrientes, que es una provincia llena de humedales, ríos y arroyos interiores, desbordó todo. Yo he sobrevolado muchas veces la provincia en ese tiempo y usted no veía el horizonte, era todo agua: 65% del territorio bajo agua. Imagine lo que eso significó para la estructura productiva, por ejemplo. Ese fue un problema adicional al de la deuda y el otro problema fue que Brasil devalúa. Este es un dato que muchas veces no se tiene en cuenta. Brasil, país con el que teníamos el acuerdo del Mercosur, devalúa de golpe su moneda y entonces, por ejemplo, el arroz que se vendía a Brasil a 28 centavos de dólar pasa a valer 8, de la noche a la mañana. Imagínese cómo impacta eso.

—Un cóctel explosivo, digamos.

—Y todavía no tenía, estaba empezando bien, ya desde hacía algunos años, la industria forestal, que es la gran posibilidad industrial de la provincia. Estaba ya en marcha y nosotros inauguramos la fábrica que está en Virasoro. Estaba muy avanzada la fábrica que está en Esquina, pero todavía estaba empezando eso. El turismo todavía no era lo que es. Por ejemplo, Carlos Pellegrini estaba con los primeros tres o cuatro emprendimientos de alojamiento y hoy es un panorama totalmente diferente, y así sucesivamente. Es decir, la estructura productiva de la provincia era todavía muy endeble, que es lo que pasa en la mayoría de las provincias argentinas y en el orden nacional también: el Estado es el componente central. Y ojo que yo soy defensor de la libre empresa de toda mi vida. Pero el Estado es el que brinda el componente para la estabilidad. Todo sistema político y económico necesita de un equilibrio determinado y el garante de ese equilibrio es el Estado, con las garantías que ofrece en las provincias con el tema salarial, que es fundamental; con el buen funcionamiento de los servicios; etc. Imagínese usted, con esta situación sanitarias que estamos viviendo, qué hubiese pasado en una provincia como la nuestra si el Estado no hubiese tomado la conducción de la pandemia.

—A toda esa cuestión económica, de la matriz productiva, los desastres naturales, se le sumó la inestabilidad política.

—No. Había un conflicto político que básicamente empieza dentro de los partidos provinciales. Esa es la verdad de las cosas. Ahí tenemos todos una cuota de responsabilidad y yo, sin duda, tengo la mía y me hago cargo.

—El Partido Autonomista, el Partido Liberal, el Partido Nuevo…

—Los partidos provinciales. El Partido Nuevo es hijo de aquellos partidos, si bien amplió mucho más su base. El Partido Nuevo tenía una base muy amplia al principio. Había gente no solamente de origen liberal y autonomista. Pero sí, la crisis empieza allí. Esto después desemboca en la intervención federal. Con la intervención federal viene todo un nuevo esquema partidario en la provincia con un radicalismo muy fortalecido; el peronismo, al principio, dividido, pero después unificado, y los partidos provinciales de los cuales quedan los partidos originales -digamos así-, después el Partido Nuevo y otros que decidimos fundar, como el Partido Popular en el año 2002.

—Si tuviera que elegir su obra de gobierno más importante, ¿cuál fue?

—En primer lugar, conseguimos la transferencia a la provincia de las ganancias de Salto Grande. Es decir, Corrientes cobra regalías por Yacyretá y por Salto Grande. Nosotros logramos que se les transfiera a las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones las ganancias de Salto Grande, en un fondo que beneficia a Monte Caseros y zonas de influencia, que es buen dinero que ingresa todos los meses. Hice una gran incursión en fortalecer la industria forestal. En ese contexto, logré dos cuestiones que para mí fueron muy importantes. Hice muy buena relación con varios embajadores. El embajador de Finlandia fue uno de ellos, a quien traje a Corrientes. Y de ahí se mandaron, primero una misión de dos funcionarios, dos subsecretarios, el de Producción y el de Planeamiento, que fueron a Finlandia. Fue una misión de 4 profesionales para formarse en manejo de fuego que es uno de los temas clave en la forestación. Mandamos también a Chile un grupo de más o menos 20 profesionales a especializarse en manejo de fuego y ellos luego venían a instruir acá a otros profesionales. Lo de Finlandia fue muy importante. Hice una gran amistad también, en su momento, con el Embajador de la República Popular China, que me había armado todo un esquema de visita a China con posibilidades de negocios para la provincia. Bueno, todo eso quedó sin efecto. El embajador me dijo: “Mire que le he armado una gira espectacular”, y le dije: “Embajador, el conflicto político no me permite salir de la provincia”. Una lástima porque Corrientes se hubiera adelantado, ya que hoy el mercado chino es un gran comprador nuestro de un montón de cosas. Nos hubiésemos adelantado varios años. Y así sucesivamente hay varias cosas que se pueden exhibir en menos de un año y medio de gobierno.

—¿Cuál fue la gestión que hizo y de la que después se arrepintió?

—De lo que se hizo no me arrepiento de nada, porque creo que todo lo que se logró, por ejemplo, todas las obras -en eso debo reconocer al entonces presidente Carlos Menem que apoyó mucho a la provincia-; las obras de reconstrucción. Acá se cayeron puentes, se rompieron rutas y la obra de reconstrucción fue muy buena. Lo mismo que un crédito de 26 millones de dólares a través del Bise, que se volcó totalmente a la reconstrucción del sector productivo. No tengo nada de lo que me haya arrepentido de lo que se haya hecho.

—¿Y lo que pudiendo hacer no hizo?

—Y bueno, trabajamos mucho en lo que era la instalación de una fábrica de papel en la provincia. Había dos o tres proyectos dando vueltas. En esa época es cuando se hace la enorme forestación de la zona de Santo Tomé. Empresas chilenas compran tierras y plantan 60.000 hectáreas de pino en dos o tres años. Era interesante ver las técnicas europeas de plantación que tenían. Eso apuntaba a la instalación de una fábrica que hasta hoy Corrientes no pudo lograr. Atraer esa inversión, pero bueno eso requiere de muchos años de continuidad. Es decir, el conflicto político terminó complicando mucho las cosas.

—El Vasco Schaerer fue su ministro más cuestionado.

—Sí, fue cuestionado. Pero yo voy a decir una sola cosa porque tampoco me gusta… No sé cuál es el término… De las causas penales, no hay ninguna de la gestión de él como ministro. Lo que también habla de mi gobierno.

—¿Por qué usted cree que no logró la refinanciación que le hubiese permitido seguir adelante con su mandato?

—Todo estaba relacionado con el conflicto político. Mire, el otro día cuando estuvimos los presidentes de partidos en el lanzamiento de la campaña de la reelección del gobernador Valdés, yo comenté un episodio que me tocó en los años en que estuve un poco fuera de toda función. Me entrevistó una tesista norteamericana, que estaba haciendo una tesis de posgrado. Me hizo una larga entrevista y me preguntó: “¿Cuál fue su principal problema?”. El conflicto político, respondí. Creo que estábamos todavía en época de intervención federal. No es casual que esta provincia haya tenido dos intervenciones federales y de dos signos políticos diferentes (en menos de una década). El gran mérito del espacio político que viene desde el 2001 en adelante, es haber logrado la paz social.

—Y la estabilidad política.

—La estabilidad política es la consecuencia inmediata de la paz social. O la estabilidad política es lo que posibilita la paz social, como usted lo quiera poner.

—Doctor, estamos en el 19 de junio de 1999. La Cámara de Diputados lo suspende en sus funciones y lo somete a juicio político. Si bien salvaguarda su persona, lo acusan de falta de conducción, lo que llevó a delegar el mando del gobierno en el jefe de su partido. El 2 de julio suspenden también al vicegobernador Maidana, que estaba en ejercicio. A Maidana se le hacen otras demandas, como abuso de autoridad y bicefalia de poder, así como privilegiar intereses partidarios a los de la provincia. Y el 3 de diciembre del 99, con el voto de los dos tercios del Senado, lo destituyen a usted y a Maidana por mal desempeño. ¿Qué le genera todo esto?

—Son experiencias que obviamente uno hubiese deseado no haberlas vivido, pero bueno, es parte de la vida. Cuando finalmente se produce mi destitución en el mes de diciembre -yo estuve 6 meses suspendido- me quedaban dos caminos: retirarme y dedicarme a otra cosa. He incursionado en la vida en otras cosas y no me fue mal. Pero la política es lo mío, toda mi vida está ordenada en torno a la política, hasta la cátedra que tengo en la facultad es Derecho Político. Yo me formé para esto, así como hay profesionales que se forman para otra cosa. Y así decidimos empezar de nuevo. Y digo decidimos, porque fue con un grupo de amigos que me acompañaron en los momentos difíciles a los que valoro y aprecio mucho. (En esto hubo) un componente fundamental, que es dejar atrás todo tipo de rencor o de enojo, y eso se logra con un ejercicio mental muy sencillo: “Yo también tuve mi parte de responsabilidad”. Entonces, uno empieza de nuevo y se pone a consideración de la sociedad y la sociedad es la que tiene la última palabra.

—¿Y cuál fue su responsabilidad?

—Yo creo que por el hecho de los cargos que ocupé, pude haber hecho más. Si bien siempre intenté. Pero evidentemente no se logró el objetivo de pacificar los ánimos.

—¿Qué fue el 99 para usted?

—El 99 fue un quiebre porque los partidos provinciales, que eran los triunfadores de elecciones desde el 83 en adelante, no lo fueron más. No lo fuimos más. Formamos diferentes alianzas, pero el protagonismo pasó a otros. Fue un momento importante en la vida de la provincia.

—¿Fue un error también? ¿Ahí se evidencia un error político, o de cálculo?

—¿Sabe qué es lo que pasa? Cuando los ánimos están tan caldeados, no hay margen para pensar muchas veces, y es un error. Debiera haber un momento de enfriar la cabeza, evaluar y pensar qué puede pasar. Yo por lo menos tengo la enorme tranquilidad de que cuando hubo protesta contra mi gobierno, respeté la protesta. No molesté a nadie. No tuve ningún episodio violento. Las cosas que ocurrieron fueron después de que yo estaba destituido. Pero en todo este proceso histórico todos tenemos una cuota aparte. Entonces yo dije, yo vuelvo a la política. Estuve prácticamente 6 años afuera. Pero en realidad vuelvo cuando decidimos fundar el Partido Popular y después queda a consideración de la gente. Y la verdad es que digo con satisfacción que ocupé cuatro cargos electivos desde ahí en adelante: fui diputado provincial; fui convencional constituyente, vicegobernador de la Provincia y senador nacional. (Ahora nuevamente es candidato a vicegobernador en fórmula con el gobernador en ejercicio, Gustavo Valdés). Y en el 2013 me tocó un papel importante como candidato a intendente de la Capital en uno de los distritos más difíciles de la provincia en ese momento (fue derrotado por Fabián Ríos).

—Usted de todas maneras dijo algo en declaraciones a lo largo del tiempo: que el 99 fue un golpe institucional. Pero, además, que faltó informar a la gente sobre la verdadera situación de la provincia y que eso hubiese generado…

—Sí, no sé. Se intentó informar. Lo que pasa es que, y en esto quiero ser muy claro: yo no he intentado informar para echar culpas. Yo intentaba informar para decir este es el camino que necesitamos. Eso también por ahí es un problema que está presente en muchos momentos de la historia argentina. La crisis de 2001-2002, que tiene un origen económico, empieza desde el vamos con un esquema de convertibilidad que estaba agotado y quien asume la presidencia no explicó a lo mejor debidamente que era un esquema agotado de hacía dos o tres años. Eso pasa muchas veces en la sociedad argentina.

—¿Por qué calló tanto tiempo este tema?

—Yo le cuento una cosa: a mí me costó mucho tiempo volver a leer mis archivos y cosas, porque fue una cuestión muy fuerte. Aparte yo necesitaba también, la sociedad necesitaba su propio juicio con respecto a mi. No se olvide que no fueron fáciles las cosas. Y bueno, la gente vio que yo salí del gobierno habiendo sido gobernador, ministro y tenía mucho menos de lo que tenía cuando empecé y que vivo de mi trabajo. Eso también es importante, pero la sociedad tenía que hacer su propio juicio. Ojo que eso puede significar que me digan: no, no te renovamos el crédito. En parte, un sector de la sociedad me lo ha renovado. Por eso, mi máximo orgullo es que ando por la calle con total tranquilidad, la gente me saluda o no, pero hay un sector de la sociedad que sabe que yo nunca me quedé con lo que no me corresponde y eso es algo que yo cuido y valoro mucho. Había que dar tiempo, por eso al principio yo me llamé a silencio. Hay que dejar que la gente haga su propia elaboración.

—¿En qué cree que se equivocó?

—No sé. Yo siempre dije que no es cuestión de… porque con el diario del día siguiente todos somos… No sé, la verdad es que eso tiene que juzgar la sociedad.

—¿Y si usted tuviera que definir su gestión de gobierno, con qué calificativo lo definiría?

—Yo hice el intento. Yo le hablé a la gente con la verdad e hice todo el intento que había que hacer en un contexto muy difícil.

—Usted dijo que a sus hijos le deja el apellido. ¿Y a la comunidad?

—No sé, eso tiene que juzgar la gente. Yo la satisfacción que tengo todavía es que habiendo pasado años en función ejecutiva, todavía me encuentro con mucha gente que me dice: “Usted me dio una mano con tal tema, en tal otro…”. Yo siempre traté de hacer tres cosas cuando estuve en función pública: atender a la gente, lo que es un problema, porque a veces no da una solución y se genera un enojo. Pero también da muchas soluciones y además escucha. La gente necesita que se la escuche. Yo siempre digo que cuando uno escucha a la gente ya le está solucionando en algo su problema. Segundo, la cuestión ética que ya la dijimos. Y tercero, difundir las ideas en las que creo.

—¿Cómo quiere ser recordado?

—Como un ciudadano decente que ocupó algunos cargos públicos.

 

“El poder para mí fue una carga, porque había un problema político no resuelto”

 

—¿Cómo ejerció el poder usted? ¿Con gusto o con padecimiento?

—Cuando uno sabe que tiene un problema grande por delante, es muy relativo lo que puede hacer. Es decir, para mí siempre fue una carga porque yo sabía que había un problema que no estaba resuelto.

—¿Qué le pasa cuando escucha o escuchaba que decían que Tato gobernaba por usted?

—Sin duda que no era bueno y no era agradable de ninguna manera. Pero yo tenía la tranquilidad de que hacía todo el esfuerzo que podía. Es decir, toda la tarea de intentar renegociar la deuda -que era el tema central- la hice yo.

—¿Tato se metía mucho?

—No, en ese tema no. Esa tarea la hice yo y la hizo una persona con quien al principio no fue fácil la relación y que después fue muy buena. Creo que fue en su momento una gran funcionaria: la ministra de Hacienda, Zunilda Míguez, ya fallecida. (…) Lamentablemente, eran dos cosas, conseguir la oferta y conseguir la aprobación legislativa. Los bancos decían: “Tráigame primero la aprobación legislativa, porque sabemos que ustedes tienen conflictos”. Era un tema muy complicado. Estructurar una refinanciación de deuda no es una cuestión sencilla ni menor.

—Usted dijo que trabajó el tema del rencor. ¿No tiene rencor con nadie?

—No, así es.

—¿Y con Tato Romero Feris?

—Con Tato tampoco.

—¿Y tiene relación con él?

—Lo veo muy poco. Esa es la verdad.

—¿No hablan tampoco?

—He hablado algunas veces con él y si se dieran las cosas, me agradaría mucho conversar. Pero no se da. Si bien estamos compartiendo ahora el mismo espacio político, en algunos lugares nosotros respaldamos a algunos intendentes que son del Partido Nuevo, pero no se dan las cosas.

—¿Cómo manejó la violencia, con las protestas, por ejemplo?

—Yo la respeté porque sabía que había una causa. Más allá de que podían haber existido intereses políticos había una causa central que era una demora en el cronograma salarial. No fue la primera vez desde el 83 en adelante, pero eso dejémoslo ahí.

—¿Cómo fue su relación con los gremios?

—Yo siempre respeté al gremialismo. Si bien es cierto que quienes pidieron mi juicio político fueron sectores gremiales docentes, no fueron todos los gremios. Yo los respeté como liberal que soy porque entiendo que son un factor de equilibrio en las relaciones laborales que existen en la sociedad.

—¿Y su relación con la Iglesia?

—Buena. Yo siempre he tratado de tener la mejor relación.

—¿Y qué rol tuvo monseñor Domingo Salvador Castagna en el 99?

—Eso habría que preguntarle a él.

—¿Cómo está usted con él?

—Yo, bien, muy bien. Teníamos mucho dialogo en ese tiempo y, es más, ofreció el ámbito de discusión en la Iglesia. Él lo dijo en ese momento: “Ustedes son los que se tienen que poner de acuerdo”. Y tenía razón. Mantuvimos siempre una excelente relación. Es cierto sí también que hubo algunos importantes representantes de la Iglesia que tuvieron mucho protagonismo en ese tiempo, como el padre (Jorge) Scaramellini.

 

“En su momento pude haber decepcionado a algún sector, pero nunca traicioné a nadie”

 

—¿Cómo se lleva con la crítica?

—Bien. Soy ser humano, pero la recibo y la escucho.

—¿Pero en algún momento le resultó difícil recibir críticas?

—Obvio, a nadie le gusta. Con las únicas críticas que respondo son las que incursionan con lo que es mi vida en la ética y la transparencia porque eso no es patrimonio mío, es patrimonio de mis hijos y es patrimonio de mis padres. Cuando me vaya de este mundo no creo que les deje un gran patrimonio, pero quiero dejarles un nombre y una trayectoria.

—¿Cuál fue su relación con la prensa?

—Creo que nadie puede decir que yo ejercí presión o algo. Nadie. O si no invito a que me digan por si pasó desapercibido. Yo he sido un gran respetuoso de la libertad de prensa.

—¿Por qué los gobernantes tienen inclinación por el pensamiento único?

—No creo que sea así. Eso tiene ver más que con la condición de gobernante, con la modalidad de cada uno. Pero la pluralidad es la base de la democracia. Hay una frase de uno de los politólogos más grandes del mundo, Giovanni Sartoti: “La democracia es el equilibrio permanente”. Usted no tiene equilibrio entre opiniones unánimes. Y el que no entiende eso es porque no comprende las reglas básicas de la democracia.

—¿Siente que traicionó a alguien?

—No. Me queda la carga emocional de que en su momento pude haber decepcionado a algún sector, pero nunca traicioné a nadie.

—¿Y se sintió traicionado por alguien?

—No, eso no.

 

Notas al margen

* El jueves 18 de septiembre de 1997, a 17 días de las elecciones del 5 de octubre, murió a los 41 años Rubén Darío Casco, cerca de Monte Caseros. Se declara duelo provincial. Era intendente de Capital. A Casco lo sucedió Agustín Jorge Collantes en la intendencia y Braillard Poccard en la cabeza de la lista del Panu.
* El domingo 21 de septiembre se proclama la nueva fórmula. “No estoy feliz, asumo con honor reemplazar a un hombre irremplazable”, dijo Braillard. Víctor Maidana sería su vice. Era fiscal de Estado.
* El miércoles 10 de diciembre de 1997 juró cómo gobernador. Aseguró la continuidad de la filosofía del gobierno anterior.

* El viernes 1 de mayo de 1998 ante la Asamblea Legislativa, Braillard habló de un déficit de 80 millones de pesos, y de la readecuación de tareas para ayudar a los damnificados de las inundaciones. Los daños no se terminan de cuantificar, dijo, pues hubo afectación de mucha infraestructura. Habló de las ayudas y de las gestiones con organismos de crédito para socorrer a los damnificados. “Las aguas no bajan con los discursos, criticó, al tiempo que pidió acompañamiento a los legisladores.

* El sábado 1 de mayo de 1999 llamó a respetar el diálogo y el disenso. Admitió el dolor que sufre el cuerpo social correntino, y en ese marco exhortó a superar los problemas entre todos para resolver la cuestión financiera. Habló de una ayuda extra de Nación para pagar los sueldos y descartó una intervención federal. Una semana antes, 15 mil personas salieron a las calles a reclamar por el pago de sus salarios, con apoyo expreso de la iglesia. Fue su último mensaje ante la Asamblea Legislativa.

* El miércoles 12 de mayo de 1999, tres gremios docentes pidieron el juicio político contra el gobernador. Las protestas ganaron las calles y el puente General Belgrano.

* El 7 de junio de 1999 se instaló la llamada “Plaza de la Dignidad”

* El sábado 19 de junio de 1999 fue suspendido el gobernador. También se inició el trámite para intervenir el municipio a cargo de “Tato” Romero Feris. Maidana quedó al frente del ejecutivo.

* El viernes 3 de diciembre de 1999 destituyeron a Braillard y a Maidana. Jorge Abib fue el voto clave.

* El viernes 10 de diciembre asumió Fernando de la Rúa com presidente de la Nación.

* El lunes 13 de diciembre, Carlos Tomasella es elegido vicepresidente del senado. Hugo Perié no lo reconoce y sigue al frente del llamado “Gobierno de Coalición”. El puente se convirtió en un polvorín.

* El miércoles 15 de diciembre De la Rúa decretó la intervención que luego fue refrendada por el Congreso. El jueves 16 nombró interventor a Ramón Mestre. El viernes 17 se produjo la feroz represión en el puente.

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Raúl Rolando “Tato” Romero Feris: “Me equivoqué en confrontar tanto, pero en aquel momento fue una necesidad”

Esta entrevista esperó mucho tiempo, hasta que sucedió el 31 de mayo en una oficina de la avenida 3 de Abril. Escuchar a “Tato” fue y es una necesidad periodística, entre otras cosas, porque es preciso comprender la historia reciente de Corrientes. Con esa idea se concebió este ciclo y con ese espíritu hoy editamos esta charla, como un aporte para el trabajo que otros puedan hacer después, o como un punto de partida para desentrañar los muchos procesos que vivió la provincia desde el inicio mismo de la década del 90 hasta el año 2001. He aquí el corazón de la entrevista con Raúl Rolando Romero Feris, el jefe nuevista, el último caudillo de a caballo, botas y sombrero de corcho.

 

—¿Cómo llega a ser gobernador?

—Creo que fue una gestión de intendente bastante exitosa. Está mal que yo lo diga, pero creo que fueron las razones por las cuales me ofrecieron la posibilidad de ser candidato. Casi me exigieron la situación de ser candidato.

—Pero conociéndolo, me parece que también hubo una decisión.

—Sí, por supuesto que hubo una decisión. Pero debo decirte que yo ya no quería seguir en el tema político porque en verdad se abandonan las cosas particulares. Pero fue una exigencia… no puedo decir forzada. Fue un pedido del Pacto en su momento. Porque vos sabés que el Pacto venía un poco barranca abajo.

—¿Cómo encontró la provincia cuando asumió el poder?

—Mirá, cuando asume el poder “Pocho” (Romero Feris, su hermano mayor), en el año 83, después del gobierno de (Juan Alberto) Pita, yo te diría que la provincia estaba ordenada. Después de (Ricardo Guillermo) Leconte entró en una situación institucional complicadísima, así que tuve una provincia muy desordenada. Política, institucional y económicamente. Una provincia que había malvendido su banco y algunas dependencias del Estado.

—¿Cómo definiría su gobierno?

—Estuvo la imposibilidad de una reelección en aquel momento, porque no pudimos reformar la Constitución, aunque lo buscamos. Yo ya tenía algunos conflictos con el Pacto y ya había nacido el Partido Nuevo. Yo creo que hubo una expresión de la gente en el voto. Ahí hubo una valorización. Es como que se estableció del 1 al 10 el valor de un gobierno, y yo creo que la gente en eso se expresó cuando hubo un 70% de voto favorable. Fue una expresión no al que venía, sino al que se iba. Con eso creo que te respondo… Pero hicimos un gobierno que construyó 24.000 viviendas en 4 años; 5 o 6 hospitales, entre ellos, el Pediátrico, el Instituto de Cardiología; 30 escuelas en todo el interior de la provincia. Electrificamos zonas rurales. Marcó, de alguna manera, una forma de gestionar el gobierno provincial.

—¿Cuál cree que fue su mayor acierto y en todo caso su mayor equivocación?

—Creo que fue la Salud Pública, donde pudimos generar una administración centralizada, pero una atención descentralizada. Nosotros a los hospitales del interior le dimos muchísimo. Se operaba en los hospitales; había cirugía, no había derivaciones a la Capital. La construcción del Hospital Pediátrico creo que marcó una etapa de reconocimiento a la Salud Pública, fundamentalmente en los niños. La construcción de viviendas creo que fue otro acierto. Y si tengo que analizar desaciertos, te diría que fuimos muy confrontativos y eso… Pero fuimos confrontativos para generar cambios que por ahí las cúpulas políticas y empresarias no lo entendieron.

—¿Evolucionaron o involucionaron los índices socioeconómicos más importantes después de su gobierno?

—Evolucionaron. La mortalidad infantil, por ejemplo.

—¿Cómo fue su relación con los intendentes?

—Yo privilegié mucho el trabajo de los intendentes porque es una manera de descentralizar actividades que por ahí no tiene por qué manejarlas el gobierno. Tuve muy buena relación con los intendentes, como fue el caso de Ricardo Colombi, de Mercedes.

—¿Y por qué cree que históricamente fue difícil la relación del gobernador con el intendente de Capital?

—Yo creo que por ahí se generan a lo mejor situaciones de celos…

—¿Celos? ¿por qué?

—Me río y te reís… Sí, claro. Porque el intendente puede hacer mejores cosas que el gobernador. O viceversa.

—Usted me dijo alguna vez que cuando asumió como gobernador, no quería ser uno más.

—Bajo ningún concepto. Yo quería marcar diferencias que me parecía que era lo que correspondía desde el punto de vista político. Pero debo reconocer algo, tal vez yo fui muy inocente en el manejo político porque me ungieron candidato a gobernador. Fui gobernador, pero me pusieron la Legislatura con gente que yo no podía manejar. Es decir, me controlaron desde la Legislatura o pretendieron controlarme y ahí vino el conflicto.

—Lejos del conflicto, muy parecido a lo que amagó a pasar acá…

—Sí. Pero yo creo que a nivel provincial en este aspecto Gustavo Valdés fue más inteligente que Colombi. Porque Colombi yo creo que lo puso para que dure 4 años y después que deje, como diciendo “cuidame el sillón que ya vuelvo”.

—Pero eso no pasó.

—No pasó.

—Entonces, en 1996 se crea el Partido Nuevo. ¿Qué fue o qué es el Panu?

—El Partido Nuevo nace porque no hubo entendimiento con el Partido Autonomista. Porque en su momento la propuesta que yo había hecho era armar un frente de tres partidos: liberales, autonomistas, más los que quisieran sumarse y el Panu. Con lo cual, en vez de ser un 50 y 50, hubiera sido un 33% para cada partido. Esto no se entendió en la mecánica y primó más el concepto de sacarme del medio que el de poder seguir estando en el gobierno. Y esto es lo que hizo que perdiera el Pacto. Nos tumbaron a nosotros. Vino el golpe del 99, institucional y, a partir de ahí, el Pacto desapareció. Ahí se terminó el Pacto.

—¿Fue positivo crear el Partido Nuevo?

—Yo creo que fue positivo, se diversificó un poco el escenario político. Y creo que nosotros podíamos seguir gobernando si no hubiera sido por el 99. El 99 ocurre, precisamente, porque me querían sacar del medio y ahí hubo acuerdo entre peronistas, radicales, autonomistas y liberales.

—El candidato a gobernador del 97 era Rubén Darío Casco. Pero muere en septiembre, en plena campaña electoral. Ahí sube la fórmula y queda Pedro Braillard. ¿Usted cree que con Casco hubiera sido distinto?

Absolutamente distinto. Primero, porque lo conocían mucho más a Casco. Aparte era un muchacho que dentro de su manera de ser tenía personalidad y mucha fuerza. Es decir, creo que nunca le hubiera pasado lo que le pasó a Pedro. Yo creo que en el caso de Pedro hubo debilidad en el accionar en cuanto a… Nosotros sabíamos cómo empezó a formarse la plaza. La plaza se formó con dos colectivos que llegaron de Buenos Aires con gente del Grupo Tacuara y del Grupo Quebracho. Se juntaron ahí y ese fue el inicio. Empezó toda una campaña muy dura y difícil. Empezaron a retacear el dinero de la coparticipación a las provincias. Braillard no pudo pagar los sueldos durante dos meses y ahí vino todo el problema. Pero no tuvo el valor, no tuvo la… (Pedro) se ponía la Constitución bajo el brazo y decía: “Acá no puede haber represión”. Y el jefe de Policía nos había advertido que llegaron grupos extraños de afuera de la provincia con la intención de armar la plaza y así fue. No cuestiono a la gente que fue. Ojo. Pero yo he tenido llamados después de muchísima gente diciéndome: “Estoy arrepentido de haber participado en la plaza”.

—Pero más allá de la incitación, en algún momento hubo cosas muy genuinas ahí. La provincia estaba mal.

—Sí, la provincia estaba mal. Coincido. Yo pagué los sueldos hasta el 10 de diciembre que me fui. Después se pagó hasta enero y febrero, y después ya vino el problema de la coparticipación.

—Desde el punto de vista político ese quiebre, ese 99, esa implosión del Pacto, el golpe de Estado que usted dice, desde el punto de vista cronológico…

—¿Vos no coincidís conmigo en que fue un golpe de Estado?

—No, eso lo dice usted.

—Quiero aclararlo, porque si no parece que estamos inventando una leyenda y no es así. El golpe fue institucional. Incluso, antes, pidieron algunas cosas que se concedieron. Después pidieron la renuncia de ministros. Y yo defendí mi gabinete siempre porque me parece que quienes estaban en ese momento en el gabinete eran personas probadas, que había probado en mi gobierno y que seguían en este. Fue un golpe de Estado, institucional, porque vos sabés que obligaron a punta de pistola a algunos legisladores a ingresar a la Legislatura, por lo menos para dar quorum. Hubo mucha plata de por medio, no desde el Gobierno, sino desde la oposición hacia legisladores. Y presiones familiares, incluso, a algunos legisladores. Esto lo tenemos probado, igual que la elección del 2001 que fue robada también.

—¿Colombi es la consecuencia de la crisis del 99 o de qué?

—De Ramón Mestre (interventor federal).

—¿Por qué?

—Porque Mestre viene a la provincia decidido a terminar conmigo y el Partido Nuevo, después de la Coalición. La Coalición que fue desastrosa. La Coalición recibió dinero y tampoco pagó los sueldos. El dinero desapareció, 90 millones de pesos-dólares en aquel momento. No pagaron los sueldos, se tuvieron que ir. Vino Mestre decidido a terminar con el Partido Nuevo. Se hace la elección 2001. Yo estaba detenido en la Gendarmería. Esa elección la gané en primera vuelta, sobradamente.

—Preso, incluso.

—Preso. Fue realmente toda una odisea ganar una elección en esas condiciones. La segunda vuelta la dieron vuelta y si vos mirás los padrones, votó casi el 90% de la ciudadanía, cosa que nunca en la historia se dio.

—¿Cree que amañaron esa elección?

—Sí, sí. Es más, nosotros denunciamos esto y denunciamos con elementos probatorios. Pero en aquel momento, el Superior Tribunal estaba armado por Mestre. La Junta Electoral era el Superior Tribunal, o sea que nosotros sabíamos que íbamos al fracaso.

—¿Y después Ricardo Colombi se convirtió en la personalización de la persecución o él también pensaba cosas de usted y accionaba en consecuencia?

—Mirá, Colombi fue “amigo”. El fue uno de los intendentes más favorecidos durante mi gestión como gobernador. Yo creo que empezó bien y después lo fueron llenando. Creo que después lo fueron cargando, se dejó cargar o le gustó que lo carguen de cosas. Y entró a manejar la Justicia. Vos recordarás que después del 99, por televisión, se amenazaba a los jueces. Había un programa muy pagado por el Estado, en la época de la Coalición, que inducía a los jueces prácticamente a renunciar. En ese momento, hubo un alineamiento judicial. A mí me pusieron un juez puntualmente para mis causas, cosa que no se debe hacer. Eso es ilegal, pero lo hicieron. Historias que no quiero repetir porque están muy gastadas. Para mí el broche de oro de todo esto es el fallo de la Corte Interamericana. El fallo de la Corte Interamericana termina con esto.

—Bueno, pero la diferencia con Colombi era fuerte. ¿Se llegaron a odiar en algún momento?

—No, yo no odio a nadie. El odio está fuera de mi manera de pensar y de sentir. Si yo odiara, después de todo lo que pasé, hubiera salido con una ametralladora a matar a unos cuantos.

—Pero hubo un largo tiempo de muchas diferencias con Colombi.

—Primero hubo un acuerdo porque trabajamos, nosotros acompañamos electoralmente en algún momento. (Pero) Colombi maneja mucho la mentira en la política, no sé en la vida particular, no lo conozco. Pero en política no es confiable. Y lo mejor que puede haber en la política es la confianza. Si no hablamos claramente y no decimos las cosas como corresponde, creo que es un camino errado.

—Se habló en algún momento de que usted planteó un esquema de amnistía a cambio de la reelección de Colombi.

—No. Es más, te voy a decir algo y voy a usar la frase que usé en aquel momento. Cuando Colombi fue candidato en el 2001, Mestre se ve que miró las encuestas y se dio cuenta de cómo venía la mano, entonces mandó un emisario a decirme que “si yo levantaba mi candidatura, al otro día estaba en libertad”. Y le dije así, perdón al público: “Decile a Mestre que se vaya a la puta que lo parió”.

—¿Considera que ya se terminó la persecución hacia usted?

—No. Aún no y realmente no entiendo. Yo considero que todavía hay persecución. Y yo lo único que pido y que pretendo es participar en el libre juego de la democracia que es aceptar la voluntad popular. Yo no estoy pidiendo que me pongan en la Municipalidad o que me pongan en la Gobernación. Estoy diciendo que dejen que la gente me vote si me quiere y si no me quiere, que no me vote. Me estoy queriendo someter de nuevo. Y hasta este momento, a pesar del fallo de la Corte, la Justicia Federal no me dio la derecha. Y yo estoy fuera del padrón desde 2005 y tengo rehabilitada mi actividad civil, mi actividad empresaria, todo rehabilitado y no me rehabilitan políticamente cuando eso me corresponde.

—¿La Justicia está manejada por la política?

—Totalmente. Fundamentalmente, la Justicia Penal desde el Superior Tribunal. Creo que tenemos el peor Superior Tribunal de toda la historia de Corrientes. Gente sin capacidad, con mucho rencor, con mucho odio.

—Si usted dice que la política maneja la Justicia, ¿usted también manejó a los jueces?

—No.

—¿Cómo fue su relación con la Iglesia?

—Buenísima.

—¿Con monseñor Castagna?

—Con Castagna… A ver, yo creo que él fue parte de este proceso del 99. Yo creo que a Castagna lo cargaron mucho. Yo hablé con él antes del 99, antes del golpe, le expliqué cuál era la razón. Y yo sé que él fue actor de esto. Nunca más hablé con él.

—¿Es verdad que en su gobierno había listas negras de periodistas?

—No, jamás. Nunca, al contrario, yo podía estar mal con los medios, pero no podía estar mal con los periodistas. Siempre tuve buena relación con el periodismo. La prueba está en que yo voy a cualquier lugar del interior y las radios a mí me reciben, me llaman.

—Usted tenía medios y programas en su gobierno. Fue muy famoso el “Noti Tato”.

—El “Noti Tato”, que tanto criticaron, y hoy… ¡por Dios! Al otro día que yo me fui del gobierno, por supuesto, ya no tuve lugar en Canal 13. Me pedían el cheque antes para tener un aviso, etc., etc. Yo no tengo pelos en la lengua para decir lo que pienso porque, gracias a Dios, nadie me puede reprochar nada. Tengo la tranquilidad de conciencia de haber actuado como corresponde.

—¿Le hicieron alguna vez el “Diario de Yrigoyen”?

—No. Perdón, hay que ser muy boludo para que te hagan el “Diario de Yrigoyen”.

—¿Por qué cree que los gobernantes, en general, tienen cierta inclinación hacia el pensamiento único?

—No sé. Yo creo que depende de la impronta y de la personalidad de cada uno. Algunos que se creen emperadores y otros que son conscientes de que son gobernadores y que duran 4 años, y que llegado el momento la gente los premia o los castiga.

—¿Cómo se lleva con la crítica?

—No me gusta la crítica. No me gusta como a cualquiera, no me gusta. Pero si es razonable, hay que aceptarla.

—¿Cómo es el correntino?

—El correntino es un tipo aguerrido. Yo me considero un tipo aguerrido. Mirá que ha tenido que soportar cosas esta provincia. La pobreza que tenemos hoy en Corrientes. Bueno, hablemos del norte: del Chaco, Formosa, Misiones. Y el correntino se las banca.

—¿Y por qué cree que históricamente esta es una región pobre y no podemos abandonar esa condición?

—Porque yo creo que no se ha peleado suficientemente por la provincia. Por eso cuando te digo que yo traté de ser un gobernador diferente, peleé cosas. Si hubiéramos tenido una continuidad hubiera estado el segundo puente, como estuvo el puente Santo Tomé-São Borja. El complejo multimodal de cargas entre Chaco y Corrientes. Hubiéramos tenido funcionando el corredor bioceánico. La fábrica de Toyota acá, en vez de estar en Buenos Aires. Se hubiera construido el gran hospital que soñamos para Corrientes, amén del Hospital Pediátrico, amén del Instituto de Cardiología. A Corrientes hoy no le alcanzan los hospitales que tiene.

—¿Qué no haría de volver a gobernar?

—Capaz que no confrontar tanto. Pero la confrontación en aquel momento fue una necesidad.

—¿En qué se equivocó?

—En confiar demasiado. Confié demasiado, sobre todo en las cúpulas políticas.

—¿Traicionó a alguien?

—No, nunca.

—¿Se sintió traicionado por alguien?

—Sí, varias veces.

—¿Qué es la política para usted?

—Actitud de servicio.

—¿Le dio amigos?

—Sí, muchos amigos.

—¿Y enemigos?

—Los de siempre: las cúpulas.

—¿Cumplió sus expectativas o le faltó tiempo?

—Me faltó tiempo. Es decir, nosotros teníamos un plan de gobierno mucho más ambicioso, por supuesto, pero estoy satisfecho con las cosas que pudimos hacer.

—¿Qué cree que le dejó a sus hijos?

—Les dejé espíritu de lucha, integridad moral. Mucha integridad moral porque vieron lo que pasamos, y siempre confiaron en el padre. Les dejo una escuela de trabajo.

—¿Y a la comunidad?

—El amor que siento por la comunidad, por la gente. Yo verdaderamente tengo sentimientos hacia la gente. Me duele el dolor de la gente.

—¿Se arrepiente de algo?

—Yo en mi actividad privada siempre actué con absoluta responsabilidad. No tengo muchas cosas de qué arrepentirme. Nunca fallé a nadie. Nunca traicioné a nadie. No sé, tal vez si me pongo a pensar un poco más detalladamente y me das un poco más de tiempo, me puedo acordar (risas).

—¿Cómo quiere ser recordado, “Tato”?

—Como creo que me están recordando hoy. Yo puedo salir a la calle con vos e ir a pasear por Junín y encuentro afecto en la gente. Siempre encuentro afecto en la gente.

 

LA CRISIS POLÍTICA Y SOCIAL MÁS GRANDE DESDE 1983
“El ’99 fue un golpe de Estado orquestado por las cúpulas políticas porque nosotros pateamos muchos tableros”

—¿Qué fue el 99?

—Fue un golpe de Estado.

—¿De quién?

—De las cúpulas políticas hacia un gobierno constitucional y elegido.

—¿De qué cúpulas políticas?

—Radicales, peronistas, liberales, autonomistas. Ahí participaron, tal vez no como instituciones sino con los representantes legislativos que tenían.

—¿Querían echar del gobierno a Pedro Braillard o a usted?

—A mí, obviamente.

—¿Por qué?

—Porque Pedro Braillard venía del Partido Nuevo. En realidad, él venía del Partido Liberal. Vino al Partido Nuevo y después armó la propia. Pero bueno, el tema era sacarme a mí del esquema de gobierno.

—¿Por qué?

—Porque no les gustaba mi manera de gobernar. Era lógico.

—Pero usted era intendente.

—Sí, era intendente. Pero tenía la fuerza del Partido Nuevo, que era arrolladora desde el punto de vista político.

—En realidad lo que decían era que usted gobernaba desde la Intendencia.

—No. Yo gobernaba el Municipio y, por supuesto, a quien me tocó elegir como candidato a gobernador, juntamente con el partido, aconsejábamos como es lógico. Participábamos en reuniones donde se resolvían temas que eran de fondo, importantes. Pero en realidad, el 99 fue un golpe de Estado, perfectamente orquestado, trabajado previamente con una prensa muy volcada en contra. ¿Sabés qué pasa? Nosotros pateamos muchos tableros. Terminamos con muchos negocios: en la construcción, en Vialidad, en Lotería, en Invico. Las viviendas del Invico se repartían en los comités políticos. Esto no me lo puede negar nadie y te lo estoy diciendo en contra de aquellos con los que yo participaba como miembro de un partido político que era el autonomismo. Se repartían en los comités las viviendas y los cupos de construcción de viviendas no se licitaban. Los cupos de construcción de viviendas se entregaban: vos hacés 300, vos hacés 200, vos hacés 500. Eran 4 o 5 constructores que manejaban. Y nosotros abrimos la jugada y licitamos.

—Era una cartelización, digamos.

—Fue una cartelización. Contra eso luchamos y estos fueron los motivos por los cuales dijeron: “Nooo, a este tipo hay que liquidarlo. Si dejamos que sigan votando, va a seguir ganando”. Ganamos con el 73% cuando yo terminé mi gobierno. Yo gané la Capital con el 73%, cuando terminé la gobernación. Yo creo que eso fue un plebiscito electoral hacia un gobierno que a la gente le pareció que andaba bien.

—¿Se siente responsable de algo?

—No. Yo no gesté el 99. El 99, yo me voy a morir diciéndolo, fue un armado, un entramado político, utilizando de alguna manera a la gente que en ese momento no estaba cobrando sueldo ya durante dos meses en el gobierno de Pedro Braillard. Yo esto reconozco, entiendo que fue duro para la gente. Un momento de crisis muy pero muy grave porque ya se manifestó la crisis del 2001. Así que yo creo que se aprovechó una circunstancia complicada y en vez de colaborar para buscar una ayuda para la provincia, se buscó por el contrario profundizar los problemas y generar más problemas.

 

“A “Moto” Chiappe le hicieron la cama; le hizo la cama su propio partido”

Tato ¿qué pasó con Lázaro Chiappe? ¿Por qué renunció?
(Suspiro) Lázaro Chiappe, tengo el mejor de los conceptos de “Moto” Chiappe y seguimos siendo amigos. Yo creo que, en su momento, tal vez lo estoy diciendo por primera vez públicamente: a “Moto” le hicieron la cama. Le hizo la cama su propio partido.
“Moto” era un hombre que venía de la vicegobernación tomando poder dentro del Partido Liberal. Era un hombre razonable con el que se podía dialogar con absoluta tranquilidad. Y cuando yo modifico la Ley Previsional de la Provincia, eliminamos la Ley de Priviliegios. Es decir, en aquel momento un senador o un diputado podía jubilarse, terminado su mandato, pero podía ser reelecto después y cobraba la jubilación y la dieta. Eso se terminó. Eso en su momento generó un poco de enojo en el Partido Liberal y en “Moto” inclusive. Entonces, “Moto” amenaza con la renuncia.
Yo sabía por gente amiga dentro del Partido Liberal que le iban a aceptar la renuncia. Yo creo que nunca pensó que lo iban a desplazar. Pero la intención era desplazarlo para poner a “Pipi” Díaz Colodrero de presidente del Senado y como era presidente del Senado, quedarse a cargo de la vicegobernación. Y ahí empezó el problema: “Moto” se fue por eso; renunció y le aceptaron la renuncia. Se va y queda “Pipí”. (Nota del editor: Lázaro Alberto Chiappe renunció el 25 de marzo de 1995. Tras él se fue el Partido Liberal del gobierno. Fue el principio de la ruptura del Pacto, del que Romero Feris se fue en 1996 para fundar el Partido Nuevo).
Yo creo que eso está claro, ahí empezó el ’99. Es decir que lo desplazaron a “Moto” para tomar el lugar de “Moto”, porque con “Moto” teníamos un buen diálogo, había buen trato, nunca obstruyó, nunca generaba conflictos. Era un hombre que se manejaba prudentemente.
Ahí está una la clave. ¿Por qué se rompió el Pacto? ¿Y por qué dice que ahí empezó el ’99?
El Pacto no se rompe. El Pacto siguió, tanto siguió que fueron mis opositores más encarnizados en el final de mi gobierno. El Pacto, en realidad, no se rompe. Yo me voy del Pacto y formo el Partido Nuevo. Primero fue porque el Pacto se transformó en opositor, tanto autonomistas como liberales. Hay episodios y anécdotas que estaríamos todo el día hablando: pedidos de coimas y cosas raras que yo las denuncié en su momento, y que me costó el odio de las cúpulas. En realidad, mi enfrentamiento no fue con los partidos, fue con las cúpulas. Las cúpulas son las que no admitían, bajo ningún concepto, que alguien manejara el gobierno. El Pacto quería manejar el gobierno, pero cuando te digo manejar era: quería manejar el Invico; Lotería; Vialidad; querían constituir directorios afines para seguir con los manejos.
Y usted rompió esa lógica del Pacto.
No es que rompo la lógica, rompo una estructura que estaba enquistada en el poder y que usufructuaba el poder.

 

Notas al margen

El domingo 1 de mayo de 1994, en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa brinda un mensaje optimista, pero crítico con los legisladores que no asistieron. De hecho, dio el discurso, pero no inició la Asamblea por ausencia de legisladores peronistas y radicales. Allí habló de “producir el milagro de creer en nosotros mismos. Juntos lo lograremos”. Allí también se defendió: “Llaman autoritarismo a la acción”. Por lo tanto, “no se me pida que vaya despacio”, pidió.

El lunes 1 de mayo de 1995, en su segunda Asamblea, ya sin Chiappe a su lado, dijo: “Basta de privilegios odiosos”. En paralelo hizo reclamos a la Nación por la economía. En el plano político pidió “que se sumen a este modo de hacer por Corrientes”.

En la Asamblea del miércoles 1 de mayo de 1996 llamó a conciliar y pidió leyes necesarias. Habló de la construcción de escuelas, del récord de producción de arroz, de Corrientes como primera provincia forestal. Anunció las obras del Hospital Pediátrico y criticó la ausencia de los legisladores del Pacto, que ya no eran parte del gobierno. Luis María Díaz Colodrero abrió la reunión, pero se retiró luego del recinto.

La última Asamblea no ocurrió el jueves 1 de mayo de 1997 como debía. Fue, en realidad, un inédito mensaje sin Asamblea que se hizo en el Salón Amarillo de Casa de Gobierno. Sucedió que las autoridades no convocaron a los legisladores e impidieron el acceso del gobernador al recinto de sesiones. Fue un entente del Pacto con parte del justicialismo. En este contexto se recordó que fue presentado un petitorio para la reforma constitucional con 150.000 firmas, para habilitar la reelección. Romero Feris dijo, no obstante, que “el cambio es irreversible, pese a que las mayorías circunstanciales no me permiten hacerlo”. “Pero lideraré el cambio desde el puesto que el pueblo me confíe”.

Ya en la despedida, el martes 9 de diciembre de 1997 se inauguró el puente Santo Tomé-São Borja. Un día después Tato da su mensaje final: “Hemos hecho una auténtica revolución en paz. Conservo la conducción política y he de liderar la profundización del cambio”, anunció.

“Hemos derrotado todo lo que había que derrotar: la adversidad, los poderes confabulados, la inacción, los intereses creados, el clientelismo político, la indiferencia de los escépticos y el egoísmo de los perversos”, dijo para finalizar.

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Cosa de hombres

 

Más allá de lo que se dice, la política en Corrientes sigue siendo cosa de hombres. No hay declamación paritaria que valga ante la contundencia de los hechos. Y los hechos son estos: las principales fórmulas que competirán por la gobernación el próximo 29 de agosto estarán compuestas por hombres. Gustavo Valdés y Pedro Braillard Poccard por un lado, Fabián Ríos y Martín Barrionuevo por otro. Un abogado y un ingeniero a la cabeza, otro abogado y un contador como escoltas.

En la mayoría de las intendencias pasa lo mismo. La Capital es una muestra suficiente: allí el médico Eduardo Tassano irá por su reelección en el marco de un objetivo hasta ahora nunca alcanzado por nadie. Lo acompañará su colega Emilio Lanari. Se medirán contra el abogado y exdocente-sindicalista Gustavo Canteros que, de ser coequiper de Valdés, pasará a ser la principal posibilidad del PJ para rehacerse con el bastión perdido por Ríos en 2017. Al actual vicegobernador lo acompañará la médica pediatra Gladys Itati Abreo, y es tal vez la gran sorpresa del cierre de listas, un poco por la paridad sí expresada aquí, y otro poco porque este nombre no estaba en los planes iniciales, pese a la trayectoria y militancia de la mujer que ya fue funcionaria de Camau Espínola y de Fabián Ríos.

En las listas legislativas provinciales y municipales no hubo mayores novedades. La supremacía masculina no se rompe más allá de las buenas intenciones y de algunos pocos casos en que las mujeres están al frente de sus nóminas partidarias. Se trata, en general, de un acto que viola el principio de representatividad (de acuerdo con los datos demográficos vigentes), pero que reviste, al parecer, un valor inferior y que no incide en la toma de decisiones.

La paridad, por tanto, seguirá siendo tema de debate, pero en esta elección no será moneda cambio, de premio ni de castigo, por el simple hecho de que ninguno de los dos grandes protagonistas del bialiancismo correntino, que concentran 55 partidos en su interior, tuvo en cuenta ese argumento para presentarse ante un electorado que evidentemente concentra ese reclamo en ciertos sectores militantes, muy ruidosos y virtuales, pero que todavía no alcanzan a mover el amperímetro real ni a preocupar a los armadores de las estrategias electorales concretas.

En el plano de los derechos, no obstante, hay que decir que Corrientes se mantiene como la única provincia del NEA al margen de la paridad de género. Quedan pocas jurisdicciones sin obligar la igualdad en el país. Y si bien hay muchas propuestas para cambiar la legislación, siempre hay trabas que impiden su tratamiento y sanción. Y cuando no son trabas procedimentales, son las zancadillas políticas las que se llevan puesta la igualdad de género a la hora del armado y presentación de las listas.

La historia, en tanto, es lapidaria. Más que este presente. Desde la organización institucional de la provincia, ocurrida tras la sanción de la primera Constitución en 1821, solo han gobernado hombres: 51 varones en 59 mandatos, contados desde Juan José Fernández Blanco hasta Gustavo Adolfo Valdés.

Los interventores, que también fueron muchos, en su enorme mayoría fueron hombres. De hecho, la historia de Corrientes registra una sola mujer al mando: Claudia Bello, que fue interventora federal enviada por el presidente Carlos Menem y que fungió de regente desde el 14 de agosto de 1992 hasta el 3 de febrero de 1993: menos de seis meses. Una mujer en 433 años, desde 1588; una mujer en 200 años desde la Constitución de 1821, pero no elegida por la voluntad popular. Y de esto ya van a cumplirse 30 años.

El 29 de agosto, entonces, el pueblo de la provincia podrá optar entre dos modelos políticos definidos, entre dos perfiles de candidatos e incluso entre dos modos exitosos de gestionar la cosa pública, uno en la provincia y el otro en la municipalidad; entre dos fórmulas que privilegiaron el conocimiento técnico, la honestidad intelectual y la lealtad personal y política, pero no entre fórmulas paritarias. ¿Será la próxima?

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“Pocho” Romero Feris: “Si aplicáramos el principio de no matar al que no te rinde pleitesía, andaríamos mejor”

Aquí, una conversación que forma parte del ciclo “Gobernadores de la democracia” con el que el diario El Litoral intentará dejar testimonio de los protagonistas y su tiempo, en vísperas de una nueva elección general en la que el pueblo de la provincia deberá elegir a su próximo gobernador, en el contexto extraordinario de la pandemia. Estas charlas se editarán cada domingo hasta el día de las elecciones previstas para el 29 de agosto.

 

Eran las 8.30 del martes 11 de mayo. Estaba fresco. Un viejo colaborador de la familia nos abrió las puertas de la casona que balconea la costanera y nos permitió el ingreso para disponer los equipos de audio y video con los que grabaríamos esta entrevista, y de ese modo concretar una charla demorada con el exgobernador. Era, en efecto, una conversación mil veces pautada y otra mil veces postergada, pero que en el atraso dio forma a una idea mejor: la de esta sucesión de entrevistas con los “Gobernadores de la democracia” que hoy presentamos en formato gráfico.

Ya desde su grabación para la entrega audiovisual, el ciclo empezó por el principio y siguió una línea cronológica, desde 1983 hasta 2021. Pero al recorrido que suponíamos lineal le pasaron cosas: fue un ir y venir por recovecos de sucesos inolvidables y otros olvidados, y por los atajos de viejas tensiones que se sienten aún, en tiempo presente.

Acomodados los equipos y el mobiliario, se encendieron las luces y allí estaba, listo para un repaso de gestión el mandatario que llegó al sillón de Ferré el 10 de diciembre de 1983, con el retorno mismo de la democracia después de la larga noche de la dictadura. Allí estaba pues, el doctor José Antonio Romero Feris. Pocho. El último patriarca autonomista.

“La verdad es que hace rato teníamos pendiente esta charla que se da hoy”, recuerda. Sonríe. Se acomoda y se dispone a dar un paseo por los recuerdos, por aquellos días buenos y malos que sucedieron hace ya casi 40 años.
—Pocho, ¿cómo se convirtió en gobernador?

—Fui gobernador porque me votaron 100 mil personas. (Risas). Pero comencé a los 14 años. A los 18 gané mi primera elección interna y a los 22 ya fui elector a gobernador. Fui diputado provincial a los 24.

—¿En ese momento eran todos récord estos datos de la edad, no?

—En ese momento era el legislador más joven de América, decían. Después fui presidente de la Cámara de Diputados, a los 25.

—¿A los cuántos años se convierte en gobernador?

—A los 42. (Nota del editor: Pocho Romero Feris es el hombre más joven en jurar como gobernador al menos desde el retorno de la democracia en 1983. Y es el segundo más joven desde la vigencia de la Ley Sáenz Peña (1912), pues Raúl Benito Castillo asumió la primera magistratura en 1952, a los 40 años).

—¿Cómo?

—Al final, en el año 82, en el Hotel de Turismo, se firma un acuerdo. Y ese día, me ofrecen la candidatura. Entre tanto, había sido embajador en Costa Rica.

Había dos generaciones de diferencia entre el profesor Mancini, que era el presidente del otro sector, y mi persona. La cuestión es que nos sentamos a dialogar y cerramos en uno de los salones del Hotel de Turismo, la firma del acuerdo. Me eligen presidente del partido, candidato a gobernador y el profesor Omar Mancini fue mi candidato a vicegobernador. Entonces, los liberales plantearon el Pacto Autonomista-Liberal que el que ganaba llevaba el gobernador y el que perdía, el vice. El primero que me informó de esto, pero como versión, fue don Gabriel Feris.

—Es así como se conforma la fórmula…

—Se conforma la fórmula liberal Leconte-García Enciso y la nuestra Romero Feris-Mancini. Vamos a la elección. Ellos aceptan. Mejor dicho: nosotros aceptamos la propuesta liberal y se eligen formalmente los candidatos ese día. Por la tarde, me habla el doctor Leconte, con quien yo tengo una excelente relación, y me plantea que quería tomar un café acá en este lugar. Yo le digo: “Voy a tu casa porque me queda a tres cuadras de la casa del partido”. Allí hablamos. Yo no compartía eso de negociar los senadores. El PL planteaba que el que perdía las elecciones a gobernador se convertiría en senador. Se lo dije: “Yo juego a matar o morir, o soy gobernador o no soy nada, y colaboro con vos en todo esto”. La cuestión es que vamos a la elección y votaron 360 mil personas. El autonomismo sacó 100 mil votos; el liberalismo 50 mil. Pero entre el autonomismo y el liberalismo estaba el justicialismo que sacó más de 70 mil votos, con don Julio Romero, que ya había sido gobernador 10 años antes, y después se ubicó el doctor Armando Romero, que más tarde fue rector de la Universidad, que fue medio que el primer “alfonsinista”. Quinta quedó la Democracia Progresista, con Pablo Navajas Artaza. Luego el MID, con el doctor Walter Posse, que era de Goya, etcétera. La cuestión es que nosotros obtenemos la cantidad de electores necesarios. Sacamos 8 diputados provinciales; los amigos liberales 6 diputados, con lo cual teníamos 14, la mitad más uno para la Cámara, y tuvimos la mayoría.

—¿Cuál era la situación socio-económica de la provincia de Corrientes en 1983?

—Era difícil, porque empezábamos una etapa nueva. No teníamos Ley de Coparticipación. Íbamos a compartir los ministros…

—Con el liberalismo, con la gente del Pacto…

—Exacto. (Nota del editor: El Pacto Autonomista Liberal funcionó así desde 1961: el partido que ganaba la primera elección después de cada interrupción democrática era el partido que proponía el gobernador, pero el resto de los cargos se repartían equitativamente. Si el gobernador era de A, el vice era de B. Lo mismo pasaba con los ministros. Pero había más: si el gobernador era de A, el ministro de Hacienda era de B, para ejercer una especie de control interno en cuanto a los recursos). Pero más allá de eso, teníamos una buena relación con el presidente.

—Con Alfonsín.

—Con el doctor Raúl Alfonsín, a quien yo conocí cuando fui embajador y después nos veíamos en Buenos Aires, cada 20 o 30 días. (Nota del editor: Romero Feris fue embajador de Costa Rica a los 35 años. Por este puesto recibió muchas críticas, porque se le enrostraba haber sido funcionario de la última y feroz dictadura argentina).

—¿Esa buena relación tiene que ver con la forma de zanjar la cuestión de no tener coparticipación, por ejemplo? ¿Alfonsín cómo se portó con Corrientes respecto a este tema?

—Con gran generosidad. (…) En 1985 gané las elecciones de medio término y salgo a gestionar recursos. Bueno, la cuestión es que yo voy al otro día y a las 9 de la mañana estaba ya en la Secretaría de Hacienda. Me felicita Mario Brodersohn, secretario del ministro Juan Vital Sourrouille, y le digo: “No quiero que me felicites Mario, yo quiero hablar de mi presupuesto. Quiero pedir un incremento muy prudente”. Bueno, la cuestión es que me dice: “No puedo”. Pegué un golpecito a la mesa y me fui. Me trae de vuelta. Le digo: “Mirá Mario, te voy a decir tres cosas: primero voy a renunciar a la Gobernación”. “¿Cómo, si ganaste ayer?”, me dice. “Sí, pero no quiero pedir limosna”, le digo. “Segundo: voy a hacer una conferencia de prensa para decir por qué me voy. Y tercero: voy a hablar con el Presidente”. Lo veo a don Raúl y el Presidente me dice: “Pero qué prudente que ha sido usted. Yo en su lugar hubiera pedido el doble”. La cuestión es que me propone ahí hacer otra reunión. Y ahí don Raúl blanquea el tema y dice: “Mario, ¿qué pasa con Pocho? Yo en su lugar le hubiera pedido el doble”. Y Mario, que es más rápido que Fangio, dice: “Señor, no se preocupe. Yo tengo una gran amistad con Pocho. Mañana nos juntamos a las 10 y resolvemos”.

Entonces yo le dije con toda franqueza: “Mirá Mario, que somos amigos no hay ninguna duda, pero yo te digo simplemente esto: yo voy a estar ahí, no sé cuál es mi agenda, pero voy a estar ahí porque está mi provincia en juego”. Vamos a Olivos y ahí don Raúl llama a Brodersohn, y me pide “el último favor”: esperar dos minutos. Y con la mayor fineza me dice: “Si me excedo en el tiempo que le solicito y usted se va, yo no me ofendo”. Me quedo parado. “Mario, ya hablamos claro”, le escucho decir al Presidente. Entonces Mario me dice, “Pocho, tenés razón”. Nos damos la mano. Y don Raúl dice: “Voy a bendecir este encuentro” y puso su mano sobre las nuestras.

Cuando voy al auto, mis funcionarios me dicen: “¿Pero Pocho, habrás firmado algo?”. Nooo, sería muy maleducado con un Presidente que se portó así. Yo no puedo hacer esas cosas. Tengo que aceptar lo que él me dijo, creer en su palabra. La cuestión es que me cumplió hasta el último centavo. Yo comento este hecho, porque creo que la palabra valía mucho. Don Raúl tuvo un gran gesto.

—¿Problemas económicos entonces los tuvo o no?

—No. Los tuvimos porque yo pedí una suma que no me permitía moverme mucho, pero por lo menos, comprendiendo el momento que se estaba viviendo, yo creo que tenía que colaborar también.

—¿Y eso le alcanzó para sostener el Estado y para hacer obras?

—Para pagar y para hacer obras.

—¿Cómo era su relación con los trabajadores?

—La verdad es que muy buena. Por primera vez hicimos un Plan de Estabilidad y una Escuela de la Administración Pública.

—Y con respecto a las obras, en su gobierno se hizo, tal vez, el más recordado plan de viviendas desde el retorno de la democracia. ¿Cómo hizo eso, con esa cantidad de dinero que no le permitía moverse mucho?

—Porque teníamos un gran presidente en el Instituto. Yo creo que el mérito no es mío, sino que el gran hacedor de eso fue el ingeniero Salomón Méndez, con quien hablé hace tres o cuatro días y estuvimos recordando que Corrientes era muy respetada en eso, pues se hicieron casi 20 mil viviendas. Pero el mérito era de él que iba a trabajar a las cinco y pico de la mañana. Y también se hicieron las escuelas Leloir, Figuerero…

—¿Cuando se terminó su gobierno, evolucionaron qué índices e involucionaron qué otros índices? ¿Qué balance hizo?

—Yo creo que en general hubo una actitud positiva. A veces, quizás recurríamos a cuestiones muy tirantes, porque no nos alcanzaba el dinero. Pero con la gente anduvimos bien. No se echó a una sola persona. Cambiamos ministros, pero no funcionarios de la administración. Fijate vos que hicimos el Instituto de Previsión Social, y dimos el 82% y 85% móvil y automático para jubilados y pensionados, e integramos el Instituto.

—¿Cómo definiría su gobierno, entonces, después de tantos años?

Como uno que tuvo un gran equipo, que trabajó con seriedad, intensamente. El signo de nuestro gobierno fue ser un gobierno desarrollista.

—¿Y cuáles considera que son los hitos de su gobierno?

—El respeto al adversario. La incorporación de personas de distinto signo político.

—¿Y la obra más importante?

—En lo material, el Instituto de Cardiología. ¿Y sabés una cosa Eduardo? Fue un hecho positivo, una política de Estado, porque ningún gobierno le puso los pies encima, lo siguieron agrandando. Y ahí trabajó muchísimo la fundación. No por elogiar a Marly, pero Marly (Brisco, su esposa) fue la que inició esto y convocó a gente representativa para que trabajara en la fundación. Se hizo grande. La fundación cumplió un rol fundamental y los gobiernos siguieron construyendo lo que se podía.

—¿Y en lo no material?

—La venida de Juan Pablo II. Con eso se me prescribieron todos los pecados, no solamente hasta hoy, sino hasta el fin de mi vida. (Risas)

—Fue el 9 de abril de 1987…

—Acordate que es santo hoy. Sí. El día de la lluvia.

—Exactamente, con una lluvia torrencial, Juan Pablo II visitó Corrientes en un viaje que no estaba en agenda, además. Vino gracias a su diplomacia.

—A mi insistencia ante el nuncio apostólico, monseñor (Ubaldo) Calabresi.

—¿Quién fue su mayor o mejor adversario estando en el gobierno?

—Yo no me quejo de los adversarios. Me pegaron bastante, por ejemplo, con el tema del Cardiológico.

—¿Desde el punto de vista político le hicieron problemas por el Cardiológico?

—Por ejemplo, mi amigo Ángel Pardo, y algún otro que hubo, dijo: “Pocho está loco, quiere traer Hollywood a Corrientes”.

—¿Hollywood?

—Fue el “Gordo” quien votó en contra en la Legislatura cuando yo mandé el proyecto. Pero después tuvo en cuenta uno de los motivos por los cuales yo decidí hacerlo. Porque yo les pedí tres días a estos amigos y recurrí a ingresos brutos y dije vamos a meterle. Porque lo único que se hacía en Corrientes en aquel entonces era electrocardiograma. Con un infarto o morías acá o en el avión sanitario. Y el “Gordo” tuvo un infarto a una cuadra y pico de ahí.

—¿Ángel Pardo?

—Ángel. Y lo atiende (el doctor Jorge) Badaracco y Ángel se convierte en el principal aportante para la fundación.

—El doctor Badaracco fue uno de los grandes directores del Instituto de Cardiología ¿no?

—Sí, el doctor Badaracco fue un señor.

—¿Cómo fue su relación con su sucesor, el gobernador Ricardo Leconte? ¿No hubo problemas ahí? Porque el Pacto siempre…

—Hubo un problema cuando le pidieron la renuncia al ministro de Hacienda, que era (el contador Mariano) Cadenas.

—Pero era un problema de espacios políticos, no de relación de transición.

—No, era un problema político anterior, porque dijeron que se había hecho medio hincha nuestro (pese a que era un ministro liberal). Era un gran ministro.

—¿Usted con qué intendentes interactuó en el Municipio de Capital? Porque en ese entonces los mandatos eran de dos años.

—El primero fue el doctor Raúl Papini y después el doctor Armando Galvaliz.

—Si tuviera que definir cómo fue su relación con el Presidente de la Nación, en ese momento.

—Brillante.

—¿Y qué piensa hoy de sus colegas que lo sucedieron?

—Merecen mi reconocimiento, independientemente de las diferencias. Por eso, te decía hoy, al comienzo, el tema del diálogo… Tuvimos algunas discrepancias con algunos, pero yo quiero rescatar lo bueno que hicieron todos y dejar de lado lo malo o, mejor dicho, con lo que yo no coincido.

—¿Con quién, por ejemplo, no coincidió en algún momento?

—Yo preferiría Eduardo, como son tantas las cosas y no podemos utilizar tanto tiempo, reconocer que todos tuvieron sus aciertos y sus errores, como yo también.

—¿Y usted, en qué se equivocó?

—Puede ser en varias cosas. Yo no voy a dar nombres, pero tuve que haber pedido a lo mejor algunas renuncias que no pedí. A lo mejor por cobarde, o no sé si cobarde… Yo tenía 42 años cuando llegué al gobierno. Y como no tenía la plena prueba de lo que pensaba, tres o cuatro renuncias que tenía que haber pedido no las pedí, pensando en la familia, pensando en lo que pasó. Pero creo que, en general, el Gobierno estuvo integrado por gente de primera. Yo me pude haber equivocado en muchas cosas. Y yo siempre digo que me equivoqué porque hay algunos políticos que hablan como si nunca cometieron un error. Y yo me acuerdo que el final del primer mensaje decía simplemente esto: lo único que yo prometía era trabajar y lo único que pretendía al fin del mandato era tener el respeto de mis conciudadanos a los que deseaba servir.

—Usted fue en su momento defensor del Colegio Electoral.

—Y sigo siendo defensor de ese sistema.

—¿Por qué?

—Creo que es la vía por la cual se obtienen resultados producto del diálogo, de la negociación, del acuerdo, del consenso, porque somos muy individualistas los políticos argentinos. Y yo también cometo errores y digo que nosotros pensamos que somos los mejores. Hay algunos a los que jamás los escuché decir: “Yo me equivoqué en tal cosa”.

—¿Pero eso no es un poco darle de nuevo a la élite política potestades y sacarle esa potestad al pueblo con su voto directo?

—No, porque el pueblo vota y es una conjunción de gente que va y viene. Es la única manera de evitar la confrontación.

—Pero si vamos al caso, al sistema indirecto más avanzado, pongamos el sistema electoral norteamericano, también se le escapan cosas…

—Bueno, pero Trump fue un caso específico.

—Pero se le escapa al sistema.

—Yo te voy a decir un principio del Derecho: caso fortuito o fuerza mayor. Caso que no ha podido preverse o que previsto, no se ha podido evitar. Ese ha sido Trump.

—¿Los partidos sirven aún como instrumento político?

—Los partidos, después de la Reforma del 94, en la que se le dio estado constitucional, yo creo que en lugar de mejorar han empeorado.

—Empeorado.

—Sin dudas, yo creo que valen más hoy los liderazgos.

—¿La política le dio amigos o enemigos?

—Yo digo que me dio amigos y adversarios, enemigos no. Es más, si aplicáramos ese principio de no matar al que no te rinde pleitesía, andaríamos mucho mejor.

—¿El poder lo confundió en algún momento?

—Sí, yo creo que me pudo haber confundido. Pero no me hizo perder la visión, porque yo cumplí con lo que habíamos establecido, que era la alternancia. Los muchachos querían reformar la Constitución, pero yo les dije que no, por dos motivos: porque yo creo que el que está en el poder tiene ventaja, y en segundo lugar porque yo tenía un compromiso firmado que decía que después de un autonomista, venía un liberal. La alternancia.

—¿Alguna vez sintió la soledad del poder?

—Sí.

—¿Qué es?

—La soledad del poder es una cosa muy dura. Hay cosas que la puede hacer solamente el que está conduciendo y esa es la soledad del poder. A veces, tenés que hacer cosas que a lo mejor no te satisfagan del todo y que te ponen en una situación complicada, pero tenés que hacerlo.

—¿Qué no haría de volver a tener la ocasión de gobernar?

—Y depende de cómo se den las circunstancias en el momento y cuáles son los hechos que se producen. Cuáles son las decisiones que tenés que tomar. Yo pienso que lo peor que puede hacer un gobernante -yo eso no haría- es decir estoy ocupado, no puedo atenderlo. No tener contacto con la realidad. Porque el funcionario tiene que tener un contacto permanente para saber cómo son las cosas.

Un día me dice alguien: “Es que vos vas siempre por la misma calle”. Entonces, supuestamente, yo siempre encontraba bien las cosas. Y un día, creo que Carlos Alonso -que era director de Comercio y ahora hace periodismo- me dice: “Tomaste otra calle y encontraste unos cuantos problemas allí y llamaste la atención a quien correspondía”. Creo que las cosas más importantes se hicieron así.

—¿Cómo quiere ser recordado Pocho?

—Como una persona que trabajó con espíritu constructivo y que tuvo en cuenta a todos los sectores. Porque en el Gobierno había gente de todos los partidos. O como dije en el final, en el último capítulo de mi primer mensaje. Lo que yo prometía era trabajar y lo único que decía al final es que pretendía que al concluir mi mandato tuviera el respeto de mis conciudadanos. Eso lo logré, gracias a Dios. No sé si me quieren, no me quieren, me votan, no me votan; pero tengo el respeto de la gente acá y donde me muevo.

 

“El Pacto se rompió por una tontería que al final no sirvió para nada”

—¿Qué fue el Pacto Autonomista Liberal?

—Yo pienso que fue una herramienta importante, aunque al comienzo no la hayamos integrado. El motivo por el cual se conforma es porque el gobernador Fernando Piragine Niveyro quería hacer la reforma de la Constitución. (Nota del editor: Piragine planteaba la reforma y la reelección, pero antes que eso, incumplió acuerdos sellados con el autonomismo). Así que, no por el amor sino por el espanto, como dicen, nos unimos azules y colorados en el 61. Imagínate.

—¿Usted considera que el Pacto Autonomista Liberal fue el vehículo electoral tan o más exitoso al día de hoy que Encuentro por Corrientes o el Frente de Todos?

—Fueron dos partidos que cumplimos siempre con lo que habíamos dicho.

—Lo tenían por escrito.

—Claro. Yo, por ejemplo, con mi vicegobernador (liberal) tuve una magnífica relación. Nunca tuve un problema con (José María) García Enciso. Ahora, reconozco que hubo cuestiones y el Pacto se rompe por una cuestión unilateral. El autonomismo no tuvo nada que ver cuando el doctor (Nicolás “Totí”) Garay le dice al doctor (Ismael “Cacho”) Cortinas: “Hemos decidido romper el Pacto por parte del Partido Liberal, unilateralmente”. No sé si fue por una senaduría o por una tontería, que al final no sirvió para nada.

(Nota del editor: el final del Pacto es el corolario de un largo proceso que incluye peleas políticas entre los socios, peleas entre los hermanos Pocho y Tato Romero Feris, las ambiciones políticas del Partido Justicialista, de la UCR, la sociedad de Tato Romero Feris con el presidente Carlos Menen y la creación posterior del Partido Nuevo)


RELACIÓN PRENSA-PODER

“La prensa es indispensable para el sistema democrático”

“El secreto de la fuente y la eliminación de la figura del desacato del Código Penal fueron proyectos míos”.
—¿Cómo fue su relación con los medios y periodistas, siendo usted además, en aquel tiempo, parte del directorio del diario más importante de la provincia, el diario El Litoral?

—Yo tomé una decisión: dejar toda la empresa en libertad y dedicarme totalmente a mi tarea para la cual el pueblo me eligió. Y no me quejo de El Litoral, pero te tengo que decir que hubo varios periodistas que me criticaron. Lo cual me parece bien.

—¿Desde el diario El Litoral?

—No. El Litoral, ni bien ni mal, ahí. (Risas). Pero por ejemplo, sabés qué periodista me trató con mucho respeto siempre, en radio, Tito Meizner; Daniel Caram; y el amigo que falleció, el “Colorado” Martínez Vidal.

—¿Y con el que peor se llevó?

—Era un ex del Litoral. El que tenía un “diarito” o que era diario, El Independiente. Pero no me llevé mal. Él me trató mal, yo lo traté bien. (Se refiere a Baltasar Rodríguez Moreira). Fijate vos que vino a hablar conmigo, y tuvo el auspicio de Lotería.

—¿Es difícil, desde el poder, aceptar la crítica de la prensa?

—Yo acepté siempre, aunque me dolía un poco. Por ejemplo, en Época había un hombre que escribía muy bien, pero me criticaba siempre. (Se refiere a Hugo Zelada, exjefe de Redacción). Terminamos siendo amigos. Encima mi sanción fue que tuviera que leer mi libro.

—Pero, ¿qué le producía, lo enojaba, le daba bronca?

—Nooo. Yo me enojaba cuando no tenía plata para pagar las cosas o cuando no tenía coparticipación.

—Hay gente que le tiene miedo a la prensa. ¿Usted le tuvo miedo alguna vez a la prensa?

—No, porque yo creo que la tarea que cumple la prensa es fundamental e indispensable para el sistema democrático, para el sistema republicano, sobre todo. Fíjate que me tocó después como senador ser presidente en la comisión de Libertad de Expresión, donde sancionamos dos proyectos que vos conocés: que el periodista no tuviera que dar a conocer la fuente de información y la eliminación de la figura del desacato del Código Penal. Estos fueron proyectos míos.

—¿A quién respetó por condición intelectual, técnica o política desde la prensa?

—Te hablaría de Carlos Gelmi y de varios otros. De Época, Zelada, que firmaba los artículos y que me caía bastante bien a pesar de que me criticaba duramente siempre.

—¿Le hicieron alguna vez el diario de Yrigoyen?

—No, porque yo ya sabía cómo era la mano.

Notas al margen

* Pocho Romero Feris juró el 11 de diciembre de 1983. El 10 asistió a la toma de posesión del presidente Raúl Ricardo Alfonsín.

* En su mensaje de asunción planteó una serie de ejes a trabajar pensando en el futuro y en la democracia como sistema. Habló de la necesidad de generar empleo para evitar el autoexilio de la población que en esa época, por falta de oportunidades, registraba tasas altísimas.

* El 1 de mayo de 1984, ante la Asamblea Legislativa, reiteró sus ejes de gestión, y habló de la reconciliación nacional, a dos años de la Guerra de Malvinas.

* En 1985 su planteo fue por un verdadero federalismo. También habló de la inflación, a la que calificó de “inmoral”.

* En 1986, en el marco de una gran inundación en el Sur provincial y a casi un año del lanzamiento del Plan Austral en Argentina, Pocho reiteró sus reclamos de atención a la Nación. “No busqué mi elección para convertirme en un mero pagador de sueldos. Busco la grandeza de mi provincia”, dijo ante la Asamblea Legislativa.

* En mayo del año 87 Romero Feris rindió cuentas ante los legisladores. Hizo un balance de los servicios prestados y luego salió de la Legislatura, tras brindar su último discurso, en andas de sus correligionarios, cosa que se repetiría en diciembre, cuando abandonó la Casa de Gobierno.

* El 10 de diciembre de 1987 brindó un balance de gestión por radio y televisión. El 11 entregó los atributos de mando al doctor Ricardo Leconte.

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Operativo de imagen, gestión y limpieza

Nota publicada en el diario El Litoral

Gustavo Valdés cerró la semana protagonizando la escena política local, regional y nacional por varios motivos. Fue noticia nacional porque es el gobernador con mejor imagen en el país. Venía haciendo podio hace varios meses, pero esta vez llegó a las porteñas letras de molde, porque hizo punta y corrió de ese sitial nada menos que al blindado jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.
El informe de CB Consultora Opinión Pública dice que el primer mandatario de Corrientes encabeza el ranking de gobernadores con mejor imagen de Argentina. Alcanzó el 71,4 % de aprobación durante mayo y desplazó a Rodríguez Larreta del primer lugar. Recuerda asimismo que Valdés dejó el cuarto lugar del ranking que había ocupado durante el mes de abril con el 67,1 % de aprobación, y que logró reducir las consideraciones negativas hacia su gestión: del 30 % de abril bajó al 27 % de mayo.

 

***

Fue noticia regional porque se anticipó a sus pares del NEA y también al presidente Alberto Fernández en el anuncio y puesta en vigor de varias medidas de cierre y bloqueo para morigerar los efectos de la pandemia. Ya el martes anunció que cambiarían las fases y el miércoles confirmó el retroceso a fase 2 y 3 de varios municipios importantes, incluida la capital, apelando a cierres parciales, además de activar restricciones zonificadas a lo largo y ancho del territorio.
Pero no fue todo. Valdés se desmarcó incluso de Rodríguez Larreta, su socio en el esquema nacional opositor de Juntos por el Cambio, y cerró las escuelas de las localidades más afectadas con la idea de contribuir al despeje de la movilidad, que es el factor que determina la mayor cantidad de contagios.
En ese marco, además, decretó la prohibición de circulación entre las 00:00 y las 7:00 de la mañana, y la extensión de un asueto a la administración pública provincial. El objetivo: disminuir en un 50 por ciento la circulación en las ciudades correntinas con mayor cantidad de casos, como Capital, Goya, Mercedes y Paso de los Libres, entre muchas otras, cuyos números fueron evolucionando en la semana con un agravante clave: en algunas se detectó la circulación de la cepa Manaos. 
Estos próximos días serán clave para conocer si las restricciones decretadas por el Gobierno consiguen el efecto esperado, pues la provincia vivió hasta el miércoles en una suerte de normalidad solo alterada a la vista por la utilización de barbijos y protocolos sanitizantes más o menos flexibles en los espacios cerrados, clases presenciales en los niveles iniciales, primarios y secundarios, actividades deportivas, recreativas y religiosas, y una vida nocturna intensa, legal e ilegal, ajena a los llamados —insistentes y desesperados— a la responsabilidad social.

 

***

Pero el gobernador Valdés también fue noticia en Corrientes. Lo fue porque el río suena. Y porque al no tener una oposición que estructure todavía un proyecto alternativo, atractivo para la opinión general y que, más allá de los diagnósticos y las chicanas, encarne una voz que dispute la agenda pública y capte la atención de las audiencias y del electorado, cualquier movimiento interno de la UCR y de la alianza ECO suenan como si fueran los crujidos del gobierno.
La interna radical está en movimiento, nadie lo niega. Pero es por algo que excede la candidatura a gobernador, validada ya afuera y adentro del espacio partidario, lo cual incluye a Ricardo Colombi, a quien no le quedó otra que levantar la mano de Valdés, rodeado por la evidencia de acompañamiento y consenso político.
(Dicen de hecho que la candidatura de Valdés en la provincia y de Tassano en Capital estaba resuelta de antemano, pese a las quejas privadas y públicas del exgobernador y presidente del partido. Y que esa salida radial, previa a la reunión del radicalismo en la que se oficializó la cabeza de fórmula, no fue más que un hábil intento por anticiparse a una jugada que lo excedió o que lo mantuvo al margen).
Pero más allá de esto o de aquello, lo que se disputa aquí, y que se disputará de aquí al futuro, será el manejo del partido y de la alianza, y en ese camino pueden quedar heridos o magullados. El doctor Raúl Martínez fue el primero, aunque no fue su primera vez.
El exlegislador y exfuncionario provincial, y hasta la semana pasada director del hospital de Goya, fue “invitado” a dejar su cargo luego de que saliera a blanquear sus intenciones de ser candidato a intendente de la segunda ciudad de la provincia. Hay más: el propio Martínez dijo que el ministro de Salud, Ricardo Cardozo, fue el encargado de pedirle la renuncia.
Dicen que el hecho generó picazones en el seno de la UCR, sobre todo después de que Ricardo Colombi saliera a pedir clemencia para el doctor, dejando expuesta la interna, que se hizo más notoria cuando algunos trolls de plumas y martillos salieran a decir que era falso lo que en realidad era verdad: que Colombi estaba enojado porque echaron al director de hospital que estaba, tal vez, apadrinando como candidato.
La noticia es así: el director del hospital de Goya, Raúl Martínez, confirmó que le solicitaron la renuncia por realizar “política y actos de proselitismo” en el momento en que esa ciudad registra un promedio mayor de 50 casos diarios de covid-19. Como reacción, el Comité provincial de la UCR pidió al Gobierno que revierta la medida.
Ese comité, presidido por Ricardo Colombi, emitió un comunicado en el que respaldó al médico y solicitó “que se deje sin efecto la apresurada decisión”. Ese comité trabaja también, al parecer, en la nominación sistemática de candidatos distintos a los que tienen avales del gobernador.
Lo concreto es que Martínez hacía proselitismo en el hospital y ese acto (además de correrlo de su función específica) configuró un exceso (político) que desafió una postura que ya cobró forma en el radicalismo y en el Gobierno: apoyar al actual secretario de Desarrollo Social, Mariano Hormachea, como candidato del partido y de la alianza para suceder a Ignacio Osella, quien, aun pudiendo hacerlo y con números para lograrlo, decidió no presentarse para un nuevo periodo en la intendencia.

***

Todo esto no debiera ser más que ello. Pero es un poco más porque la interna se desarrolla en medio de una pandemia y la política tiende a confundirse con lo público. Pero, en el fondo, lo que está pasando tal vez sea lo mismo que pasó en 2013: lo que la relatoría del gobierno de entonces llamó el “operativo limpieza” que encabezó Colombi para poner en marcha lo que fue el primer gobierno reelegido de la historia de Corrientes. El primero en juntar sus cosas fue el subsecretario de Desarrollo Humano, que entonces no era otro que Raúl Martínez.
Son los hilos del destino: de aquel echado a este defendido Martínez pasaron cosas. Lo que no pasa ni cambia son esas formas de la política: el apego al más rústico pragmatismo sin cara ni corazón, y a la más conveniente amnesia temporal.
La jugada de Martínez puede leerse, en definitiva, hasta que se demuestre lo contrario, como una acción más de la ensordinada interna radical, publicada en cuotas, muy parecida a los movimientos dizque insuflados por Colombi en el seno de ECo y que dieron forma a los reclamos desafiantes de Pedro Cassani primero y de Gustavo Canteros después.
Cassani ya recogió el hilo, un poco por sugerencia de sus partidarios y otro poco de sus socios, mientras que Canteros parece dispuesto a seguir hasta las últimas consecuencias, hasta colocar su candidatura a intendente en alguna boleta.
La política es el arte de lo posible y todo puede pasar siempre. De hecho está pasando, aunque tal vez antes de tiempo, si es que alguien calculó otra cosa: Valdés está configurando su volumen y construyendo espacio a esa medida, ejecutando el mando que le dieron los propios y que le reconocen los ajenos.

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La política de la rosca inmutable

Publicado en el diario El Litoral

La crónica política de los últimos meses podría sintetizarse así: Canteros, Cassani y Colombi desafiando a Valdés.

El vicegobernador Gustavo Canteros primero avisó, para no traicionar, y después lanzó su candidatura a intendente de Capital.

El titular de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani, no quiso ser menos. Ya en febrero informó su posición y luego lanzó su candidatura a gobernador. Incluso chicaneó: “¿Por qué Valdés no puede ser mi vice?”. No lo hizo más que en los medios, pero sonó fuerte, como sonaron fuerte las reacciones. Las más notorias se dieron en los anaqueles del Poder Judicial, donde justo por esos días el personal de maestranza pasaba el plumero sobre empolvados expedientes dormidos.

Días después Ricardo Colombi puso en duda la candidatura de Eduardo Tassano. Sin mirar a los ojos a Gustavo Valdés, recordó que no siempre la imagen se traduce en votos. Después azuzó la posibilidad de quiebres y pronosticó fracasos para quienes no escucharan al “Cherubichá”.

Si bien quejoso, también advirtió: “Nadie decidirá nada por mí, ni me van a jubilar”. De paso le tendió una mano a Canteros y otra a Cassani. Los alentó, pues al fin y al cabo nadie puede negarle la posibilidad de ser candidato a nadie, dijo. El hilo común a todos: la silla acomodada en el centro de la escena del programa “Final abierto”.

Antes habló el gobernador. Fue el primero y el que ordenó el debate. Confirmó a Tassano como candidato y dijo que al vice la o lo elegirá él según estas dos condiciones: que sea joven y con votos.

Después, como siempre, pasaron cosas.

La escalada verbal produjo hechos en la superficie y zancadillas brotadas desde los sótanos de la política y de la justicia. Una esquirla tardía de esas viejas detonaciones tal vez sea la viralización de los audios con el pedido de “reintegro” de la diputada nacional Estela Regidor a varios de sus empleados, para hacer “donaciones” en negro, so pena de truncarles el contrato. Es un escándalo de proporciones que, hay que decir también, no implica solo a la diputada radical. Veremos cómo sigue.

Demuestra esto, no obstante, que el carro viene acomodando melones a los tumbos, pero sin el peligro de una guerra declarada como la del 2005 entre los primos Arturo y Ricardo, y que dejó heridos en ristra y algunos muertos.

La terquedad de entonces mutó con el tiempo en el cálculo frío que no pierde de vista las opciones cruciales: ceder y gobernar, o romper y volver al frío gélido del llano. Es verdad que muchos están más abrigados que hace veinte años y que podrían pasar el invierno y la pandemia sin tiritar, pero no es lo mismo hacerlo al calor de las estufas de Salta y Mayo.

Fue en ese marco prepolítico electoral que ocurrió también la cumbre entre Ricardo Colombi y el gobernador Gustavo Valdés. Fue el viernes 30 de abril en Casa de Gobierno. Días después, el miércoles, Colombi dijo por radio que Valdés es el “candidato natural” y más tarde, el mismo miércoles, la UCR avaló las nominaciones de Valdés y Tassano. Fueron ungidos por el radicalismo y en Capital, pero el alcance fue más amplio: se leyó como el ungimiento de ECO a sus dos principales candidatos.

 

***

Tal vez nunca se sepa qué pasó efectivamente en la reunión de Colombi con Valdés, porque incluso un ministro de peso dentro del gabinete, varios días antes, varios, firmó en un cuaderno, a modo de anticipo, que esa era la fórmula integral. Valdés-Tassano. Firma del ministro. 

Cassani, en tanto, emprendió un acelerado regreso, como en la parábola del hijo pródigo: volvió a mostrarse con el gobernador, recorre la provincia con él, y del desafío pasó al silencio.

Canteros siguió en las suyas. Fueron a tentarlo varias veces para que deponga su actitud, pero el dos veces vicegobernador parece dispuesto a dar pelea. Por ahora, dice que dentro de ECO, salvo que no lo dejen. Por lo pronto, el jueves lanzó su candidatura y lo hizo rodeado de dirigentes de 17 partidos, más allá de que después se dijo que dos de esos sellos estaban flojos de papeles.

Canteros no quebró, pero la interpretación política fue esa. Tal vez suceda, pero lo cierto es que aún no. Y no ocurre porque no hay ni fecha de elecciones, y si no hay fecha tampoco hay tiempos definidos para la conformación de alianzas. Y nada debe ser tan dramático, pues según preguntó Canteros, “si el radicalismo no consultó a nadie para lanzar a su candidato, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros, que somos 17?”.

 

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Más allá de todo, el peronismo espera. En el viejo partido de Perón hay sobrados especialistas en la cata de sangre, y dado que no hay señales de cosecha puertas adentro, balconean la interna de ECO hociqueando las mataduras ajenas. Algunos cancerberos, incluso, ya se dieron el lujo de abrir sus anchos portones al otrora compañero sindicalista Canteros. Como cachorros en busca de un amo, algunos ya lamieron sus manos. Incluso algunos otros se animaron a desenrollar viejas alfombras púrpuras, guardadas de otras épocas, de cuando la pelea en el PJ era por algo más que los egos de sus integrantes.

Por fuera de este esquema, hasta el momento, nada sugiere el nacimiento de una alternativa. El modelo bialiancista parece que volverá a perfilar la oferta electoral de este 2021.

 

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Esto recién comienza, y mientras dure, parece saludable el debate. Y ya que la oposición no puede estructurar una discusión que sea superadora de la chicana, o que sea superadora del diagnóstico para pasar a una propuesta que enamore al electorado correntino, al menos están los cruces internos ante tanta hegemonía sustentada en rededor de un hiperconsenso que parece revestir la figura de Valdés.

Su carrera fue vertiginosa, como la acumulación de sus logros políticos. Valdés entró al gobierno como delfín de Colombi y al cabo de cuatro años, pandemia de por medio, emergió como candidato natural a la reelección. ¿Será el tiempo ahora de un empoderamiento pleno, unipersonal? Puede ser. Semejante liderazgo solo fue puesto en discusión por el último capitulador, Ricardo Colombi, que después de zarandear la interna y de azuzar planes alternativos en varios frentes, se avino a la máxima de la superación del alumno.

¿Se avino? Por el momento, sí.

Cerró filas y salió a levantarle la mano. Tal vez esté convencido. Tal vez sea una jugada con altas dosis de pragmatismo de esas que Colombi ensaya a diario. O tal vez se esté curando en salud y esté reservándose para sí el poder de veto o de arbitraje, derecho que podría haber perdido ante la posibilidad de una contienda con fractura expuesta. ¿Qué hará? Aún no se sabe, pero no será la jubilación.

La sangre, una vez más, coaguló antes de llegar al río. Es el catalizador de la inteligencia que faltó en 2005. Y ese aprendizaje estriba en el diseño de una estrategia que piensa ya no en el próximo turno electoral, sino en las próximas dos generaciones, según dice el presidente de la UCR, que puede exhibir, más que gestión, eso sí, un éxito político-electoral que viene de otras dos generaciones.

 

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Todavía hay que confirmar candidaturas y votar. Pero a estas alturas parece difícil que peligre la reelección de Valdés, salvo algún error gravísimo o una implosión no calculada. El resto está por verse. Habría que mirar, en todo caso, la resolución de la interna más fuerte que tiene ahora el frente gobernante por la intendencia de Capital.

Tassano fue ungido por el radicalismo y allí hay un mensaje. No es aún, pero parece el candidato de la alianza. El asunto es que en menos de 24 horas Canteros le salió al cruce. Y dada la ausencia de mecanismos internos o de primarias provinciales que bien podrían arreglar esta situación, la cosa ahora se dirimirá en el plano de las negociaciones o del quiebre.

Si es así, las cosas pueden cambiar. No solo dividiendo el voto oficial, sino también partiendo la masa electoral capitalina, dando chances tal vez a algún otro sector que esté en condiciones de capitalizar a los descontentos y sumar a los desarreglados.

Lo que está claro, sí, es que el mundo cambió. La pandemia dio vueltas las estructuras, disolvió una cantidad impresionante de certezas, pero en Corrientes la rosca política sigue como era entonces. Esos cimientos siguen inmutables.

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