El chamamé suena mejor sin playback

A un cierre grandioso, no sólo por la soberbia actuación de Soledad, sino además por el recitado cooperativo de los grandes nombres del género, abrochó la exitosa convocatoria de plata de la Fiesta Nacional del Chamamé, que emprendió, ambiciosa, el camino del oro.
Mucho más no puede agregarse a lo que diariamente se dijo del festejo, de su éxito de convocatoria con más de 100 mil personas en las 10 lunas de puesta, registro que coloca al evento por encima de los nombres, de la pelea por los espacios de taquilla y de atención mediática.
Se trata de un objetivo cumplido y con creces, sobre la base de la comunión dada por la organización (con el consiguiente respaldo político y financiero), los artistas y la gente que aplaude. He allí el sustento que hace grande al festejo, que nació apenas como una peña y que fue creciendo cuando algunos visionarios entendieron que a la raíz había que ponerle también algunas hojas.
El balance es positivo, claro, a la luz de los resultados, aunque poco se sepa de lo mucho que invierte el Estado en sostener esta fiesta, cosa que hace sobre todo a la transparencia, pues nadie en su sano juicio podría criticar este aporte a la cultura que es tal vez el que más ha redituado en el último tiempo. Se pueden ver y palpar los beneficios de esta decisión.
Es ejemplificador el crecimiento de la Fiesta Nacional del Chamamé, aun cuando se trata de una convocatoria específica, monotemática.
Es eso lo que llama: una forma de ser hecha música, canto y danza. Ni más ni menos.

***

La exquisitez de los cultores virtuosos hace que año a año se exploren nuevas posibilidades estéticas. La presencia de los jóvenes, arriba y abajo del escenario, asegura a su vez el futuro de este encuentro casi religioso.
No obstante, queda tal vez en el espacio de las deudas, algo que podría resumirse en la necesidad de cultivar el respeto.
Respeto sobre todo a la gente, al público, muchos de los cuales aun pagando sus entradas, hubo días en los que tuvieron que conformarse con una pantalla gigante en las afueras del anfiteatro o, en todo caso, retomar cabizbajos rumbo a sus casas.
Respeto a los que sí pudieron entrar y se tuvieron que volver por cuestiones de espacio y de programación, que por los menos en dos ocasiones estiraron la presencia de un número central manteniendo a la gente apiñada irresponsablemente dentro del Cocomarola.
No pasó nada porque la fiesta parece tener su propio ángel, y porque el pueblo chamamecero sabe mesurarse en este tipo de contratiempos.
Por lo menos en tres ocasiones a lo largo de los 10 días de movimiento activo, la organización decidió meter más gente que la permitida dentro de las viejas instalaciones del anfiteatro sin, por ejemplo, la suficiente cantidad de sanitarios.
Sólo este dato sustenta la demanda de respeto por el espectáculo, por las correspondientes previsiones. Por los anuncios de readecuación de este escenario que desde hace varios años viene quedando chico. Respeto por la palabra empeñada ya hace tiempo cuando se concursó incluso para remozar al Cocomarola.
Respeto por los artistas, muchos músicos correntinos que hacen chamamé desde antes de las luces y el buen sonido; pero también consideración por aquellos que con respeto vienen a tocar lo que no es de ellos pero luego lo hacen propio.
Es profundamente emocionante ver cómo artistas de las más distintas latitudes, pero sobre todo los hermanos de Brasil y Paraguay llegan a la fiesta con sus alforjas llenas de trabajo a conciencia y admiración a este ñande reko (nuestro modo de ser). Preparan sus instrumentos, su ropa e incluso el repertorio, muchas veces inédito, para la ocasión de tocar en la “Capital mundial del chamamé”.
Francia tributó a Corrientes y a su sonido. Alemania, Israel y Japón también lo hicieron. Cuba supo mandar sus representantes. Ahora vino Venezuela mientras se anuncia Bolivia. Evidencia ecuménica de una música que hace rato dejó de ser sólo litoraleña para compartir, con sus influencias, una identidad americana con fuerza suficiente como para proyectarse a la orbe.
Desafortunadamente también hay muchos que, lejos de estas consideraciones, aprovechan los timbres del poder para hacer algunas changas. Se juntan para ir tras un expediente o de los cheques que se reparten en los fondos del escenario, guitarra en mano o acordeones al pecho; dicen barbaridades arriba del escenario o, lo que es peor, agitan tanto humo que se intoxican de sobreactuación al punto del descaro que implica, para ese público que los ovaciona, entretenerlos con pistas grabadas. Playback que le dicen.

***

Es razonable, a veces, la queja de los propios por la avanzada de los ajenos, sustentada en la realidad inobjetable que implica ver festivales multigénero a lo largo y ancho del país, con apenas uno que otro grupo chamamecero. Pero el rezongo tendría todavía más valor si entre todos, el público chamamecero que se exacerba en el enero correntino y alza la voz en clave de crítica, y los propios trabajadores de esta música, rápidos para la queja, pueden responder qué hacen el resto del año, desde hace muchos años, para estar en esas marquesinas. Qué tipo de apoyo necesitan, en todo caso.
Sería al menos injusto creer o pensar que esta actualidad de la fiesta es posible proyectar siguiendo lineamientos más pensados para Mburucuyá que para Corrientes. Al César lo que es del César y Dios lo que es de Dios. Esta Fiesta Nacional del Chamamé creció así, generosa con sus invitaciones, a músicos pero también a artistas de los más variados que tras conocer esta puesta en escena, tan auténtica como propia, se han convertido en embajadores.
Párrafo aparte merecen los chicos de los distintos grupos de baile que pasaron por el Sosa Cordero. Mención especial para el Ballet Folklórico Nacional, pero, sobre todo, para el Ballet Oficial de la Fiesta que logró lo que pocos en su rubro: un ruego de bis tras un vitoreo apoteótico de pie. Merecido reconocimiento genuino para artistas que sólo días antes de comenzar con este servicio, reclamaban por un mínimo aporte, pues siempre bailaron profesionalmente, pero por amor al arte.
Podría decirse, para cerrar, que esta es una de las visiones posibles de la fiesta de plata que terminó hace una semana. Encuentro que también puede mencionar como acierto el reconocimiento a los pioneros, aquellos que pensaron este camino que parece estar su mejor momento, acomodado para la expansión.
La gestión de Cultura Nación para mostrarlo al país y al mundo por la TV Pública hizo el resto: un aporte necesario, negado hace años por cuestiones de mezquindad política.
Hoy Corrientes y su gente pueden exhibir su fiesta y sentirse orgullosos sabiendo, entre otras cosas, que los días de menor concurrencia, con 7 u 8 mil personas, constituyen el equivalente a un Cosquín repleto que, dicho sea de paso, hace tiempo que no se ve.
La base está. Es grande y sólida. Hay cosas por mejorar y otras tantas por sostener. Que el chamamé sea una política de Estado es una de ellas. Y de aquí hasta el infinito debe estar por encima del gusto personal del actual Gobernador. Es algo que, para empezar sólo por casa, tal vez podrían pensar los históricos personeros del carnaval.

0 Shares