Cleopatra Barrios: “El Gauchito Gil es un fenómeno poliédrico, social, cultural y simbólico en apropiación constante”

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 32 de #ELPregunta, hablé con Cleopatra Barrios. Doctora en Comunicación, magíster en Semiótica Discursiva y licenciada en Comunicación Social, es investigadora adjunta del CONICET y dirige el Instituto de Investigaciones en Comunicación Social de la Facultad de Humanidades de la UNNE.

Su trabajo aborda la religiosidad popular, el fenómeno del Gauchito Gil, las culturas visuales y audiovisuales y la construcción de identidades en el NEA. 

En este episodio hablamos del Gauchito Gil como fenómeno cultural y visual, de las identidades populares del litoral, del arte y la devoción como lenguajes sociales, de los desafíos actuales de la investigación en comunicación y del rol de las universidades públicas en contextos de crisis. Una charla sobre la fuerza simbólica de las imágenes, la memoria regional y la potencia estética de la fe popular.

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Vamos a entrar a uno de tus temas, el Gauchito Gil. ¿Cómo se estudia? ¿Como fenómeno social, cultural, estético?

Es un fenómeno poliédrico, podríamos decir. Tiene muchas caras, y esas caras se sobreimprimen. Hay que estudiarlo desde todos esos lugares: es socio religioso, cultural, político, estético, turístico, patrimonial.
Además, tiene la particularidad de ser un fenómeno en desplazamiento permanente, que ha traspasado las fronteras de Corrientes. Es un fenómeno territorial en dos aspectos: uno geográfico —una leyenda del siglo XIX que empieza a visibilizarse en el XX como devoción rural en Mercedes— y otro simbólico, que lo saca del espacio socio religioso para convertirlo en fenómeno político, cultural y estético.
Creo que el corazón de este fenómeno está en la apropiación constante. Esa agencia humana distingue a las prácticas culturales populares.

¿Y cuando hablás de un desplazamiento político del Gauchito Gil?

Primero hay una leyenda, una memoria oral retomada por la música popular: el padre Julián Zini, la poetisa Luisa Pains. Ellos recopilan esa memoria y la llevan al folklore, al escenario.
Esa interrelación del padre Zini como párroco en Mercedes y su tarea de evangelización con el chamamé acercó la posición de la Iglesia al Gauchito.

Ahí hay una potencia para entender el fenómeno. Pero también lo político desde lo más simbólico: es una especie de Robin Hood, que le roba al rico para darle al pobre. Esa síntesis es profundamente política. 

Y esa figura del rebelde como lugar posible de emancipación popular fue tomada por distintos sectores, incluso movimientos sexo-genéricos identitarios, que encuentran en el Gauchito un símbolo. Uno no habría imaginado hace años que una figura del siglo XIX sería apropiada por fenómenos contemporáneos. Y llevado, por ejemplo, al carnaval, como sucedió este año.

¿Cómo surge tu interés por estudiar la religiosidad popular? ¿Qué hay en esas imágenes que te resultan tan potentes?

Tiene que ver con lo estético. Cuando todavía no conocía el fenómeno en Mercedes, observaba los altares ruteros, la figura del Gauchito que ingresaba a los altares familiares.

Me acerqué en un momento de gran visibilidad mediática, hacia 2008. Mis compañeros reporteros gráficos mostraban fascinación por las imágenes que se producían allí.

Ahí hice el pasaje del periodismo a la investigación. Cuando llego, digo: “Esto tenemos que estudiarlo”. Había algo en el modo en que se constituye el ritual masivo de Mercedes: fieles que performan al propio Gauchito y atraen las cámaras. Una teatralización muy fuerte, que produce atracción del fotoperiodismo, el documentalismo, la ficción.

Eso me llamó la atención: la relación entre lo oral y lo visual. Hoy incluso hay instalaciones y experiencias performáticas, como lo teatral del carnaval.

¿Qué es lo que fascina tanto? ¿Por qué ese y no otro?

Tenemos en Corrientes dos grandes movimientos sociorreligiosos: la Virgen de Itatí, con peregrinaciones multitudinarias y fuerte apropiación popular, aunque con formato institucional; y el Gauchito Gil, que surge al margen de la Iglesia, con una apropiación popular de base.

Esa devoción va hibridando rituales vinculados a los difuntos, la comida, la bebida, el baile, la música, la danza. Es una condensación sociocultural que excede lo religioso.

Y a medida que la industria cultural empieza a retroalimentar el fenómeno, se produce una repetición y estetización de la imagen, pero también una complejización: intervienen periodismo, arte, cultura, política. Hacia 2010 se volvió un fenómeno gigantesco, inmanejable incluso para una ciudad como Mercedes.

¿Y el 8 de enero qué es?

Es una fiesta indescriptible. No puedo explicarte en palabras lo que sucede. Fascina para bien o para mal, porque también incomoda.
Es una celebración que no se da en el centro, sino en el borde de la ciudad, un espacio que fue creciendo. Es masiva, popular, implica relación corporal y agencia de los actores sociales.

La regulación estatal implica un gran esfuerzo de negociación. Ese borde generó disputas y tensiones, pero sigue siendo el lugar central. Aunque hoy la devoción está expandida por todo el país, los fieles quieren llegar a Mercedes para cumplir con el Gaucho.

Y sí, uno toca bocina al pasar, aunque no pare. Es una implicación mínima, pero muestra respeto.

¿Ya conocés el nuevo santuario?

Sí. No fui a la inauguración, pero estuve antes, siguiendo todo el proceso desde la demolición, las muertes, el levantamiento popular. Ese espacio de tensión explotó, y a partir de ahí seguí cómo fue la construcción y las visiones que se daban.

No sabemos qué va a suceder, pero es una obra monumental que claramente va a producir un cambio. 

Uno de los primeros grandes cambios fue la construcción de la Ruta Nacional 123 en los ’70, que expandió la devoción. Los camioneros, los taxistas, esa accesibilidad generó circulación nacional e internacional.

En Mercedes hay una nostalgia por aquella devoción rural de mitad del siglo pasado, que hoy parece imposible recuperar.

Distintas posiciones: quienes lo veneran en casa, quienes van a la tumba.

Y este nuevo santuario seguramente lo potencie aún más, aunque con una fuerte intervención estatal.

¿Cómo se estudia un fenómeno así desde la academia, sin perder el pulso popular?

​​​​​​​Con respeto, con humildad y con compromiso. Uno no puede acercarse a estos temas desde una mirada distante o colonizadora del saber.

Yo siempre digo que el pueblo sabe. Lo que hacemos desde la universidad o la investigación es poner en diálogo esos saberes, construir puentes.

El conocimiento popular tiene una potencia que a veces la ciencia no ve, porque lo que se legitima como “verdadero” es lo académico. Pero si uno escucha con atención, hay mucha teoría en la práctica popular.

Eso me marcó muchísimo en mi camino como investigadora y también en mi tarea docente: escuchar, aprender del territorio, devolver algo. No ir solo a sacar información.

¿Qué lugar ocupa hoy la investigación social en este contexto de desfinanciamiento y desprestigio de la ciencia?

Es un momento muy difícil. Pero también es un momento donde se pone a prueba el compromiso de cada uno.

Hay una tendencia a subestimar las ciencias sociales, como si fueran un lujo, cuando en realidad son las que nos permiten entendernos como sociedad.
Sin ellas, no hay política pública posible, no hay memoria, no hay identidad.

Yo siento que el desafío es seguir trabajando desde donde se pueda: con menos recursos, pero con más convicción.

Y también hacer visible lo que hacemos, comunicarlo, compartirlo, porque la ciencia no puede quedarse encerrada. La investigación tiene sentido cuando vuelve al pueblo, cuando se traduce en algo que sirva a la comunidad.

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“Los discursos de odio son eso, no hay que disfrazarlos de libertad de expresión”

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

Licenciada en Comunicación Social y directora de Tres Discursos Comunicación, Anyelén es consultora especializada en capacitación y asesoramiento en comunicación política. Diplomada en Discurso y Lenguaje Político, cursa la Maestría en Comunicación Política en la Universidad Austral. Coordinó programas nacionales como el Parlamento Juvenil del Mercosur y el Plan Lectura, y dirigió la Unidad de Comunicación Institucional del Ministerio de Salud del Chaco durante la pandemia.

En este episodio hablamos del nuevo lenguaje político que emergió con Javier Milei, la comunicación agresiva y sus efectos, las campañas en Chaco y Corrientes, las estrategias digitales, las diferencias entre dirigentes provinciales y las tendencias que marcarán la comunicación política de los próximos años. Una charla sobre cómo se construye poder con palabras, pantallas y estrategia.

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Si vos te tenés que presentar, ¿quién sos?

Soy cruceña, primero. De La Cruz, nacida en La Cruz, estudié allí hasta la secundaria. Soy hija de Marisa y de Luis, hermana de Matías y de Juan Cruz. Y el título que más me gusta decir es tía y madrina de Faustina, la hija de Matías. Después soy periodista, licenciada y todo lo que voy viendo.

¿Y ser cruceña te define en algo?

Me encanta ser cruceña. Creo que me gusta recordar siempre de dónde vengo, todas las cosas que pasé en La Cruz. Fue un lugar donde soñé muchas de las cosas que hoy estoy viviendo. Por eso para mí es tan importante y con orgullo siempre digo que soy del interior de Corrientes. Hace poco tuve la posibilidad de trabajar allí con un proyecto y un desafío muy importante, tanto en lo profesional como en lo personal.

En Argentina, en 2023, irrumpió un estilo de comunicación muy agresivo como el de Javier Milei. ¿Esto cambió la manera de entender la comunicación política?

Sin dudas. Creo que todo lo que irrumpió en 2023 vino a quemarnos un poco todos los libros. Nuestra carrera es muy teórica y conceptual, pero al ejercer la profesión los desafíos son continuos. Nos obligó a repensar el rol del consultor, del periodista y también de los ciudadanos. Tenemos que elegir qué modelo de comunicación queremos expandir. La comunicación es fundamental por el compromiso que tiene con la ciudadanía, y ahí está nuestra responsabilidad: amplificar o bloquear los discursos de odio.

¿Se puede todavía elegir?

Creo que sí. Es nuestra responsabilidad y compromiso, primero como ciudadanos y luego como profesionales. Sabemos que ese no es el mejor camino para comunicar ni acciones de gobierno ni de campaña ni en ningún ámbito.

¿La violencia discursiva se mete también en la política pública?

La violencia es violencia en todos los aspectos. Los discursos de odio no hay que disfrazarlos de libertad de expresión. El odio es odio. En lo discursivo hay un tono muy agresivo con el que tenemos que lidiar.

¿Y hay remedio para eso?

Yo creo que sí, pero porque soy optimista. Me parece que no es el camino, porque hasta erosiona la democracia.

En estos años hubo imitadores del presidente. ¿Por qué creés que pasó eso?

Si un dirigente utiliza la violencia como modo de comunicarse, de alguna manera está legitimando que la gente también se exprese así. Con el tiempo vamos a poder estudiar qué factores hicieron que esa situación se revierta, como vimos en Corrientes y luego en Buenos Aires, donde hubo un hartazgo social: un “basta”. Acompañamos políticas públicas, pero no eran los resultados esperados, entonces el electorado pegó un volantazo.

El presidente presentó el presupuesto con un tono distinto. ¿Qué lectura hacés?

El modo de comunicar fue totalmente distinto. Sin embargo, sigue sin usar un tono de mea culpa o de reconocimiento de errores. Lo noté más en un tono electoralista que de gestión. Pareció un candidato, no el presidente.

¿Creés que los demás candidatos van a revisar sus campañas?

Creo que sí, y espero que sí. Puede ser una primera bajada de línea importante. Me parece que los candidatos van a seguir el tono que expresó su líder.

¿Hay lugar para una tercera vía, como la de Provincias Unidas?

Me parece muy interesante. Primero por el coraje y el propósito de decir “no vamos en la línea del gobierno ni queremos volver al pasado”. El contexto es adecuado para el nacimiento de esa alternativa.

¿Qué te pareció la campaña en Corrientes?

Tuvo muchos condimentos. La mayoría de los candidatos optó por una campaña híbrida, combinando territorio y redes. Hubo innovación digital, con candidatos jóvenes y equipos jóvenes. También momentos más ásperos, pero creo que respondían a estrategias definidas.

Incluso hubo candidatos que usaron inteligencia artificial. ¿Cómo lo ves?

Pasa mucho. Es difícil congeniar estilos. A veces el candidato no comprende del todo qué es un reel o un carrusel, y ahí está el desafío de los equipos: proponer con claridad y explicar el propósito. No se trata de “hacer un TikTok porque se usa”, sino de definir a quién le hablamos y para qué.

¿Cómo se trabaja hoy la comunicación política en la región?

Depende del cliente. La comunicación debe adaptarse al contexto. Las demandas en La Cruz no son las mismas que en Capital o en Resistencia. Hay todavía un trabajo de docencia que me gusta mucho, porque siempre se aprende del intercambio con el cliente y su equipo.

¿Qué diferencias ves entre Chaco y Corrientes?

La idiosincrasia y la manera de hacer política son muy distintas. En Chaco hay más confianza en el consultor, se delega más. En Corrientes todavía cuesta un poco entender el rol del asesor. Contratar a un consultor es un acto de confianza y eso lleva un proceso.

En cuanto al territorio digital, ¿alcanza por sí solo?

No, pero es fundamental. Ya dejó de ser opcional. Por suerte se superó la idea de que “lo maneje el sobrino”. Pero también hay que entender que los likes no son votos. Un contenido viral ayuda, pero no es suficiente.

¿Hay tendencias digitales que llegaron para quedarse?

Sí. Tenemos que prepararnos en inteligencia artificial, que ya está en uso y va a seguir creciendo. También debemos pensar contenidos cortos, sintéticos y atractivos, porque hoy la atención es escasa.

¿Cómo está formado tu equipo?

Somos pocas personas. Tres Discursos nació hace dos años y medio. Ofrecemos asesorías y capacitaciones personalizadas. En campañas trabajo como estratega y consultora, y también colaboro con una consultora amiga de Misiones. Damos capacitaciones en comunicación política, de gobierno, electoral, de crisis, etc.

¿Hacen encuestas?

No, las tercerizamos. Cuando necesito datos, trabajo con otros consultores.

La consultoría era un ámbito muy masculinizado. ¿Cómo lo vivís?

Es un desafío y una oportunidad. Participé de un programa de mentorías para mujeres consultoras con colegas de toda Latinoamérica. La política sigue siendo masculinizada, pero hay cada vez más espacios para mujeres, y no solo en áreas “sensibles”. Trabajo con diputadas en lugares de decisión. Además, entre nosotras nos apoyamos, nos capacitamos y nos damos trabajo. También formo parte de ASACOP, lo que amplía el espectro de vínculos y aprendizajes.

¿Por qué la política? ¿Qué te gusta de ella?

Desde siempre me gustó, pero sé que no quiero ser política. Me gusta el detrás de escena. Descubrí la comunicación política en la carrera, con Roberto Satina, leyendo a Mario Riorda, que hoy es mi director de tesis. Me fascinó poder fusionar la comunicación con la política.

¿Te aportó o te quitó hacer consultoría en tu propio pueblo?

Me aportó muchísimo, aunque fue un nervio extra. Pero fue una experiencia muy valiosa.

Si tuvieras que darle consejos a un candidato que empieza, ¿qué le dirías?

Que apueste a la autenticidad. La ciudadanía distingue cuando alguien es genuino y cuando está impostando. Antes se usaba “disfrazarse” para la campaña; hoy eso no funciona. Autenticidad, innovación y capacitación: esas serían mis recomendaciones.

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Andrés Rabossi: “Hoy la gente ya no quiere un superhéroe en política, prefiere que sea vulnerable”

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 30 de Eduardo Ledesma Pregunta hablamos con el consultor y asesor político Andrés Rabossi. Con más de 25 años de experiencia en el diseño, conducción y evaluación de campañas electorales en distintos niveles del sistema político argentino. Es Psicólogo Social, Coach Ontológico, Máster en Comunicación Política y Especialista en Opinión Pública. Dirige Consultora Nordeste y ha participado en más de 140 campañas en todo el país, asesorando a gobernadores, intendentes, legisladores, funcionarios y empresas.

Autor de Votamos como animales (2020), El nuevo liderazgo político en tiempos de desconfianza (2024) y el reciente Manual de campañas electorales provinciales y municipales (2025), es también creador del método META, un enfoque profesional aplicado a la planificación y ejecución de campañas.

En este episodio hablamos sobre las encuestas y la opinión pública, la coyuntura política en Corrientes, los errores más comunes de los candidatos, el impacto de la inteligencia artificial en la estrategia electoral, las fake news, el liderazgo contemporáneo y los riesgos que enfrenta hoy la democracia argentina.

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Más allá de todo lo que leí, si vos te tenés que presentar, ¿quién es Andrés Rabossi?

Primero te voy a decir quién no es Andrés Rabossi. No soy gurú, no adivino el futuro, no hago esoterismo, y lo digo con todo respeto. Y si tengo que definir quién soy, soy una persona privilegiada, porque cuando me levanto todos los días no digo “uy, tengo que ir a trabajar”, sino que tengo pasión por lo que hago.

Cuando cierro la jornada, siento que fue un día de muchísimo aprendizaje. No soy opinólogo, no soy analista político, no opino de café. En diez años jamás hice una publicación dando una opinión propia sobre política. Sí puedo dar una opinión sobre River o la música, pero no sobre política. Soy especialista en opinión pública. Me dedico a escuchar lo que dice la gente, interpretarla y aprender todos los días.

Entonces, ¿qué es ser encuestador hoy? ¿Qué te dice la gente? ¿Qué está pensando?

Ser encuestador en estos tiempos es bastante complicado. Lo asimilo mucho al que pronostica el tiempo. Medimos el humor social, lo que piensa la gente hoy. En Corrientes tenemos una ventaja sobre otros consultores: no tenemos una foto, tenemos la película. Hace al menos diez años, seis veces al año hacemos estudios de opinión pública, por eso podemos ver el devenir.
Una encuesta es una foto del momento, pero nosotros podemos ver la evolución. Por eso hablo del método: una encuesta es parte del diagnóstico. Es como un GPS: puedo saber a dónde quiero llegar, pero si no tengo claro el punto de partida, será difícil encontrar el camino.

¿Y qué estás viendo del sistema político?

La gente tiene cierta confusión. Nunca fui político, pero por mi exposición me rotulan así. Una encuesta que hicimos muestra que el 96% de las personas, cuando llega a una reunión donde se habla de política, se va hacia otro grupo. Solo 4 de cada 100 se quedan a debatir. Pero si la charla es sobre la luz, los impuestos o los salarios, sí se quedan. Eso también es política. Los estudios muestran hartazgo. La gente está harta de la política partidaria y de los políticos. Lo que más molesta es ver discusiones en televisión sobre temas que no están en la agenda de la gente. Hay una distancia total entre la agenda política y la agenda ciudadana.

Sin embargo, decís que defendés la política.

Sí, porque no conozco otra forma de alcanzar soluciones a los problemas que no sea a través de la política. Soy crítico, pero porque quiero una mejor política, una nueva política. Hoy conviven la vieja y la nueva política. Hay quienes plantean otros modos, formas e ideas.

Incluso vos mencionas la elección de la Provincia de Buenos Aires, donde muchos encuestadores fallaron. Vos fuiste blanco de críticas por tus pronósticos en Corrientes. ¿Cómo te llevás con eso?

A esta altura no me preocupa. No tengo necesidad de exposición. Yo decía que la elección se iba a definir en primera vuelta, y así fue. Hice cinco encuestas en el año y en todas las tendencias eran claras: un candidato con más de 45 puntos y 25 o 30 puntos de diferencia. Eso es irreversible. No tengo intencionalidad política, no hago operaciones de prensa.
El problema es que aparecieron las encuestas militantes, y eso genera desconfianza. Hay colegas que trabajan desde Buenos Aires que te miran por arriba, pero yo salgo a hacer encuestas, hablo con la gente. Y eso te da comprensión, te da contexto, algo que el número solo no explica.

Y la elección de Corrientes, ¿qué mostró sobre los liderazgos locales?

Fue una elección muy territorial, igual que la de Buenos Aires. Se revalorizó el liderazgo de base, el liderazgo territorial.  Yo siempre planteo que las sociedades cambian, los electores cambian, la política debe cambiar. Pero lo que sigue teniendo vigencia es la cercanía. La cercanía es la llave tanto para el premio como para el castigo. Si no vas nunca, no esperes que te acompañen cuando lo necesites.

También se habló de “campaña sucia”. ¿Dónde está la frontera entre una campaña negativa y una campaña sucia? 

Una campaña negativa puede ser legítima si se basa en hechos ciertos: antecedentes, promesas incumplidas, cosas que existieron. Pero lo que vimos ahora en Corrientes fue inédito: ataques personales, amenazas, cuestiones privadas.
El anonimato de las redes amplifica eso. No creo que regularlo sea la solución, porque cuando se regula, se hace por intereses. Pero sí debería haber un freno en cada equipo de campaña.
Antes había códigos, había caballerosidad, los candidatos se saludaban, había debate. Eso se perdió. Y quien más recurre a campañas sucias demuestra debilidad.

Para cerrar, ¿qué características debe tener hoy el líder político que estamos buscando?

El año pasado medí cuáles eran los atributos del candidato ideal. No existe el candidato perfecto, pero sí hay rasgos que la gente busca.
Hace diez años querían un superhéroe. Hoy prefieren una persona vulnerable, que muestre humanidad. La autenticidad es un valor central. Ya no importa tanto la oratoria ni el carisma. La gente quiere que le hables como un vecino. La vecindad, la paridad, la cercanía son esenciales.

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José Victor Piñeiro: “El chamamé es una embajada itinerante que tenemos la responsabilidad de sostener”

El trío Tajy -al que pertenece José Victor- inicia una gira por Europa con el repertorio de Raíz Chamamé. Para financiarla organizan un concierto especial en Corrientes este domingo. “Es autogestiva, un esfuerzo grande pero también una alegría enorme, porque creemos que nos va a abrir puertas para seguir viajando”, señaló.

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 29 de #ELPregunta, hablé con José Victor Piñeiro, un amigo admirado. Guitarrista, compositor y docente correntino, es Licenciado en Música por la Universidad Nacional de Misiones y Profesor Superior egresado del Instituto “C. H. De Biasi”. Investigador del chamamé y autor del libro Guitarra Pueblera (Eudene), integra las cátedras de Música del Litoral en la UNaM y de Chamamé en la UNNE. 

Forma parte del trío chamamecero Tajy, con el que grabó discos, realizó giras por Latinoamérica y prepara su gira europea Raíz Chamamé, que saldrá en días más. Además, es el trío-autor de la cortina musical “Preguntas”, que desde hace años engalana este ciclo, en su versión audiovisual. 

En este episodio hablamos de su formación académica, la creación de Tajy, su investigación sobre el chamamé de Nino Ramírez, la preparación de la gira por Europa y los desafíos de enseñar y difundir un género que es patrimonio cultural vivo del litoral. Una charla donde la guitarra se vuelve raíz y puente entre tradición e innovación.

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¿Quién es José Víctor Piñeiro?

¿Qué pregunta es esa, no? Nada, creo que soy un pibe criado ahí en Laguna Brava, muy familiero, que encontró como si fuera un refugio en la música y después decidí tomar a la música como una manera de vivir, de ver el mundo y de relacionarme también con el mundo. Y bueno, sigo siendo esa misma persona, hoy ya con mi propia familia y encarando mis proyectos. Así que creo que así, simple, sencillo.

¿Por qué la guitarra? ¿Por qué te decidiste por ese instrumento?

Yo empecé a tocar música por obligación, digamos, por insistencia de mi madre que nos mandó a todos los hermanos -somos cuatro- a estudiar en el aula de música de Marcelo Muti, un gran docente de Corrientes. Recuerdo que en la primera clase él nos mostró la guitarra y el bajo. Me gustó la guitarra, pero yo no tenía demasiada idea de nada, no vengo de una familia musical.
Mis viejos sí eran muy melómanos: papá tenía discos de Rudi y Nini Flores, Mateo Villalba, seguía a Mario del Tránsito Cocomarola. Mamá escuchaba a los Beatles, The Carpenters… Esa música siempre circuló en casa.

Yo agarré la guitarra como cualquier adolescente que va porque un padre le dice que tiene que hacer una actividad. Durante años toqué guitarra eléctrica, sobre todo rock nacional. Recién a los 19 o 20 años me pasé a la guitarra criolla, de nylon, con los dedos, y ahí me metí de lleno en el chamamé, un mundo que siempre me apasionó.

¿Y qué papel tuvo el Instituto de Música en tu formación?

Yo ingreso al Instituto de Música después de terminar la secundaria, hice el curso nivelador y luego el profesorado. El Instituto tuvo mucho que ver porque recuerdo el primer día: subí al quinto piso en ascensor y escuchaba clarinete, saxofón, violín… No podía creerlo, me resultaba maravilloso. Fue una gran fuente de incentivo.

Marcelo Muti me había transmitido ya la pasión por la música, y en el Instituto descubrí un mundo mucho más plural: la música clásica, la tímbrica orquestal, la sistematización académica. Fue una parte muy importante de mi formación.

Desde el periodismo solemos hablar de “estilo” en la escritura. En música, ¿cómo se construye tu estilo?

Es interesante. Hay gente que parece que siempre tocó bien, como Rodrigo Galarza, que se nos fue hace poco. Yo no me considero talentoso: creo que mi sonido se fue construyendo, buscándolo. Siempre me gustó componer, hacer algo propio. Nunca fui de dedicarme a sacar a la perfección temas ajenos, no porque no lo quiera, sino porque no me sale.

Creo que mi estilo surge de eso: de hacer lo mío, de cómo acompaño, de cómo me acerqué al chamamé con mis herramientas y vivencias.

Vos sos docente, investigador, además de músico. ¿Qué aporta la academia al chamamé?

Para mí la academia genera una “masa crítica” muy valiosa. Un lugar donde se cruzan docentes, estudiantes, músicos. Eso enriquece el ecosistema musical. Aporta categorías de análisis, bibliografía, discusiones.

En mi caso, cuando entré al Instituto esperaba que me enseñaran chamamé… y me encontré con un vacío. Hay profesores que saben mucho, pero no estaba sistematizado. La academia propicia que desde el alumnado se adviertan esos vacíos y se generen nuevos aportes.De todas formas, no creo que el conocimiento académico esté por encima del popular. Son distintos, circulan de manera diferente, pero se complementan.

Hablemos de Tajy. Después de más de diez años juntos, ¿cómo ves la evolución del grupo?

Creo que seguimos teniendo la chispa del primer día. Hay evolución, claro, en el sonido, en lo profesional, en lo grupal. Estamos por hacer una gira por Europa, algo que soñamos hace tiempo. Y lo que más nos ayuda es que la gente recibió nuestro sonido de manera sincera, orgánica. Ese afecto es un gran combustible.

¿Qué significó el disco Raíz Chamamé?

Fue un desafío muy lindo. Decidimos abordar un repertorio más tradicional, ligado al baile del chamamé, con polcas, valseados, rasguidos dobles. Quisimos ver qué pasaba si nos poníamos a dialogar con esas piezas desde nuestro lenguaje actual. Y nos sacó otra energía: otros gestos técnicos, otras emociones, otra corporalidad.

Es un disco que nos gusta mucho, quizás el más parejo tímbricamente de todos los que hicimos hasta ahora. Y también fue una manera de volver a las raíces, a lo que escuchábamos de chicos, a las versiones más antiguas que nos marcaban.

Y ahora llevan ese sonido al público europeo…

Sí, sentimos que es lo más acorde para esta gira. El violín y el acordeón dialogan muy bien con las músicas folclóricas de Centro Europa: la polca, la música gitana, la música campesina. Entonces hay un puente natural entre el chamamé y esas tradiciones.
Y para nosotros no deja de ser también una embajada itinerante del chamamé, que hoy es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Eso es algo que no podemos dejar de mencionar: hay una responsabilidad de sostener ese reconocimiento, de mostrarlo en escenarios del mundo y de explicar de dónde viene. Es llevar nuestra raíz a otros lugares, y también dejar que esa raíz se siga transformando con cada encuentro.

¿Cómo se financia la gira?

Es autogestiva. Tenemos algunos sponsors privados, buscamos apoyo estatal. Vamos a hacer un concierto de despedida el 5 de octubre en La Felipa Verde, y un cierre de gira el 8 de noviembre en el Teatro Vera. Son maneras de financiar el viaje y de cargar las valijas de afecto de nuestra gente.

Y también lo vemos como una inversión a futuro: no es fácil organizar una gira de este tipo, pero creemos que nos va a abrir puertas para seguir viajando, volver a Europa o a otros lugares. El chamamé despierta interés en distintos públicos y queremos estar ahí para representarlo. Así que estamos trabajando mucho en la logística, en los ensayos, en la difusión. Es un esfuerzo grande, pero también una alegría enorme.

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Adrián Di Giacomo: “El capuchino Iberá es una especie clave en Corrientes para estudiar los procesos evolutivos”

“La restauración ecológica de Iberá es un ejemplo único en el mundo”, afirma Adrián Di Giacomo, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Conicet. El científico repasa su hallazgo, que tuvo impacto mundial, y los desafíos de conservar la biodiversidad en los Esteros del Iberá.

Por Eduardo Ledesma 

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 28 de Eduardo Ledesma Pregunta, charlamos con Adrián Di Giacomo. Nuestro invitado es biólogo, doctor en Ciencias Biológicas (UBA), investigador del Conicet y director del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) en Corrientes. Es uno de los referentes más destacados en conservación de la biodiversidad en Argentina y Latinoamérica. Su descubrimiento del Capuchino Iberá, comparado con los pinzones de Darwin, tuvo repercusión mundial. Publicó en las revistas “Science” y “Nature”, y lidera proyectos clave en los Esteros del Iberá, como la reintroducción del yaguareté.
En este episodio hablamos del hallazgo de una nueva especie que marcó la ciencia global, la urgencia de proteger los pastizales, el impacto de la restauración ecológica en Iberá y los desafíos de la conservación en Argentina y el mundo.

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Si vos te tenés que presentar, ¿qué le decís a la gente?

Yo me pienso como un trabajador de la ciencia y de la conservación de la naturaleza. Y con un espíritu de ornitólogo, de hombre que está mirando y escuchando a las aves. En este momento soy director del Cecoal, el Centro de Ecología Aplicada, uno de los institutos de investigación de mayor trascendencia en la región.

¿Qué significa ocupar ese lugar en este momento para la ciencia?

Es un momento muy especial. Primero, es un honor poder trabajar en un instituto como el Cecoal. Es una de las primeras unidades ejecutoras del Conicet en el Norte del país, creada en la década del setenta. Tenemos cincuenta años. Y es un gran desafío. Justo me tocó asumir a fines de 2023, con todos los cambios en la política científica, trabajando siempre con el mismo presupuesto desde hace varios años. Sin embargo, hay que reconocer que la gente sigue trabajando con la misma motivación de siempre. Se sigue a pulmón, pero se sigue.

¿Cuáles son las principales líneas de trabajo del Cecoal y cómo se vinculan con tu trayectoria?

El Cecoal fue creado para estudiar los impactos ambientales de las represas en los grandes ríos. Con el tiempo amplió su mirada y hoy abarca casi todos los ecosistemas: mamíferos, aves, plantas, reptiles, bosques, calidad de agua. También tenemos un área de paleontología, con yacimientos como el de Toropí. Es un panorama muy amplio.

¿Cómo se sostiene todo eso con presupuestos tan limitados?

Con el mismo de hace dos o tres años, atravesados por la inflación. La investigación se sostiene con subsidios competitivos que ganan los grupos de trabajo. En Cecoal hay especialistas de nivel mundial que logran acceder a esos fondos, y eso permite continuar. Pero falta financiamiento del Estado nacional para funcionamiento: vehículos, lanchas, laboratorios. Eso se sostiene con subsidios y también con servicios que el instituto brinda, como análisis específicos que no se hacen en otros lugares.

Vos sos el padre del Capuchino Iberá. ¿Qué es y qué importancia tiene para el ambiente en nuestra zona?

De chiquito siempre me fascinaron las aves y esto de descubrir una especie nueva no es un objetivo que alguien se puede plantear, es más bien fortuito. Exploramos una región que estaba poco explorada por los naturalistas y los ornitólogos y empezamos a ver que habían individuos distintos de las otras especies. Las primeras observaciones datan del 2001 en la zona de Galarza. Tras años de estudios, en la parte norte de Iberá (San Miguel, Concepción), relevamos mucha información y pudimos determinar que se trataba de otra especie. Hoy sabemos que en esta zona hay nueve especies de capuchinos: es el lugar del mundo con más diversidad de capuchinos. Es un área clave para la conservación y también para estudiar procesos evolutivos rápidos, como los famosos pinzones de Darwin.

¿Qué impacto tuvo ese hallazgo?

Eso abre caminos, pero sobre todo genera nuevas preguntas. La mayoría de los capuchinos vive en pastizales naturales, y esos ambientes están en riesgo. Son aves migratorias que sufren la pérdida de hábitats por incendios y transformaciones productivas. Estudiarlas nos ayuda a entender cómo proteger no solo a una especie, sino a todo un ecosistema.

¿Cómo influye la reintroducción del yaguareté en estos procesos?

Estamos estudiando cómo la presencia del yaguareté modifica el ecosistema. Tenemos evidencia de que con la presencia del yaguareté disminuyen las poblaciones de carpinchos, se modifica la vegetación y se vuelve más parecida a la ideal que necesitan los pájaros de pastizal. Es como si se volviera atrás en el tiempo, como era hace 100 años. 

Un poco más equilibrado. 

Mucho más equilibrado. Es fascinante porque pudimos aprovechar esto como un experimento natural. Es una oportunidad única: un experimento natural para observar cómo se equilibra el ambiente y los científicos tenemos pocas oportunidades para estar frente a una oportunidad de estas características. 

¿Estamos en un momento de emergencia ambiental?

En conservación no hay tiempo que perder. En los últimos cincuenta años el mundo perdió un tercio de las aves silvestres. En el caso de las aves de pastizal, dos tercios. Eso implica que estamos degradando recursos clave para el futuro. Tenemos que proteger lo que queda, generar áreas protegidas y lograr una producción mucho más sostenible.

¿Qué es la Alianza del Pastizal?

Es una iniciativa que impulsamos hace casi veinte años desde Aves Argentinas. Busca acompañar a productores que quieren mantener sus pastizales productivos y al mismo tiempo conservar la biodiversidad. La mayoría de las aves amenazadas no está solo en áreas protegidas, sino en campos productivos. Por eso es clave trabajar con productores y con nuevas generaciones que tienen mayor conciencia ambiental.

¿Qué políticas públicas son necesarias ya?

Ordenamientos territoriales a escala regional. Conocer nuestra biodiversidad y planificar el desarrollo en función de ella. La ley de bosques fue una buena iniciativa, aunque su aplicación varió según provincias. Necesitamos más diálogo interdisciplinario entre biólogos, ingenieros agrónomos, productores y dirigentes políticos.

Si pensamos en los próximos 20 años, ¿cuál es el gran desafío de la conservación?

Yo digo en broma que quiero que en mi gestión no se extinga ninguna especie. Argentina todavía es privilegiada en biodiversidad: tenemos selvas, glaciares, alta montaña, pastizales. La base es muy buena, pero debemos fortalecer acciones de conservación y ordenamiento territorial. La esperanza está también en las nuevas generaciones, que hoy valoran mucho más la naturaleza. Los chicos hoy tienen más conciencia pero tenemos que continuar con las charlas, con el aprendizaje como camino. Estamos en un terreno ideal porque hay interés y conciencia. 

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Coqui Ortiz: “El chamamé está sumergido en un mapa cultural muy grande, tiene influencias de múltiples regiones y géneros”

En el episodio 27 de Eduardo Ledesma Pregunta, Coqui Ortiz aseguró que su padre, un correntino de la zona de Itá Ibaté, le heredó su influencia musical. “El correntino lleva Corrientes adonde vaya”, aseguró. 

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

En el episodio 27 de Eduardo Ledesma Pregunta hablamos con Coqui Ortiz. Guitarrista, compositor y cantor nacido en el Chaco, es una de las voces más singulares de la música litoraleña contemporánea. Su obra fusiona formas tradicionales como décimas, coplas, chamamé, rasguido doble y milongón, con influencias de la trova latinoamericana, el candombe y la canción popular. Desde el año 2000 recorre escenarios del país y del exterior, compartiendo con referentes como Liliana Herrero, Luis Salinas, Jorge Fandermole, Carlos Aguirre y Teresa Parodi. 

En este episodio hablamos de los orígenes de un músico chaqueñero inquieto, su vínculo con la poesía, la identidad del chamamé, el cruce entre tradición y modernidad, y su mirada sobre el futuro de la música del litoral.

Una charla donde la palabra se vuelve canto y la memoria, raíz viva a propósito de que este 19 de septiembre celebramos el Día Nacional de Chamamé en memoria del gran Mario del Tránsito Cocomarola, en el día de su fallecimiento. 

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Coqui, esta es la séptima temporada, desde la primera más o menos que te estamos buscando.

Ah, mirá vos. Pero me vas a hacer fama de difícil.

No, por favor. Si vos te tuvieras que presentar, ¿qué le decís a la gente?

Yo siempre digo, como vengo de la época de hace treinta y pico de años atrás, cuando arranqué a tocar la guitarra y a la vez, en el mismo momento que uno aprende a tocar y quiere empezar a salir a tocar, a buscar escenarios. Eso para mí fue de la mano. Uno mismo tiene que ir haciendo, tratando de provocar los escenarios propios y de a poco nos vamos metiendo también en ese camino, que ahora se llama también gestión cultural.

Yo, como vengo de la vieja escuela. De la de Bagual Fuentes, que nos decía “agitadores culturales”. Entonces yo creo que un poco va todo de la mano: el agitador cultural y la música. Y lo hacemos para tejer puentes, para encontrarnos. La música, la canción, es un vehículo maravilloso para eso. Y, bueno, toda la vida hice las dos cosas a la par. Entonces, un poco músico, autor, compositor y un poco productor, agitador también.

Y ya que hacés ese recorrido, al Coqui de niño, ¿qué le pasaba? Porque vos naciste en el interior, pero rápidamente viniste a Resistencia, y solés decir que esa casa fue como tu primera escuela musical, ¿no? ¿Qué había ahí?

Primero hay un dato importante: mi viejo nació y se crió y vivió hasta los 34 años en Itá Ibaté.

Corrientes.

Sí, claro. O sea que ahí mismo ya tenés lo que bien sabe cualquier correntino: que a dónde va, lleva su cultura y hace una sede de Corrientes en cualquier barrio dónde vaya.

Por supuesto que aparte de la casa de mis abuelos, seguía estando en Itá Ibaté y veníamos todo el tiempo con mis tías que estaban acá en Corrientes. Así que ahí hay un lazo muy fuerte con eso. Y mi vieja misionera, y abuelos también paraguayos y brasileros…

Una mezcla, perfecta.

Una mezcla, sí, sí, sí. En mi casa, yo hasta la adolescencia no toqué la guitarra. Lo mío era todo el tiempo jugar al fútbol, era lo que más me gustaba, y hasta hoy. La guitarra me jodió, tuve que abandonar mi carrera deportiva. Pero sí, demasiado me gustaba jugar al fútbol.

¿Y cómo jugabas?

No, no, eso tenés que preguntar a otro. He tenido tardes en las que me destaqué y otras para el olvido. 

En mi casa, yo al ser el menor de los cuatro hermanos. Mis hermanos estudiaron pero sobre todo mi hermano mayor, era un gran agitador también, militante cultural y llevaba a los amigos a la casa. Entonces eran esas casas donde todo el tiempo pasaba gente, asado, truco, guitarra. Y uno, bueno, yo siendo chico, me deslumbraba también con eso. Con eso, parece que amanecés con una guitarra en las manos, ¿querés imitar eso que estás viendo que pasa ahí.

Hay una maduración en tu obra. ¿De dónde vos creés que es eso? ¿Es talento, es raíz, es estudio, qué es?

Al principio, como te digo, entre los 14 años hasta salir del secundario, me crié en ese ambiente totalmente del barrio y de los amigos de mi hermano, hasta que me encontré con algunos que sí ya se dedicaban a tocar en la noche, a acompañar gente, a cantar, y me fui metiendo de a poco en ese mundo.
Y ahí también hay algo y es que un poco yo aprendía de todo, me gustaba todo. Y yo creo que también mis mayores ya eran maestros que andaban dando vueltas, veían en mí también el entusiasmo por aprender.

Dijiste traje la guitarra para ilustrar. Esas primeras cosas que te deslumbraron, ¿qué eran?

Más allá de aprender a tocar la guitarra con el cancionero popular que todos conocemos —Río de los Pájaros o los chamamés de Julián Zini, de esa época de Imaguaré, que era muy fuerte también—, algo más tradicional y mezclado con el canto popular uruguayo y la trova latinoamericana. Todo eso yo consumía en mi casa y le echaba mano cuando podía a lo que podía aprender.

Antes de los 20 años, al salir del secundario, empecé a ir a lo de Cayé Gauna, un gran guitarrista y compositor. Él me pasaba fragmentos de canciones, como “Recostado en tu río caminando siestas en tus ojos morenos voy cruzando el puente…”. Esa obra era de Cayé  con Marta Aquiles, una enorme poeta.
En esa época también estaban Carlitos Lezcano, el Topo Zubieta y otros, con quienes fuimos reconstruyendo la historia. Había una cadencia muy particular, que llamaba a la calma y a escuchar la poesía.

Vos ahora estás sacando un disco nuevo, ¿qué vínculo tiene con todo ese legado?

En septiembre salió mi quinto disco, un homenaje a esa generación. No a todos, pero sí a aquellos con los que tuve contacto estrecho. Me siento parte de ese legado: rescatar canciones y reconocer lo que hacían en esa época, que te marca.

¿Vos te considerás un trovador?

Sí, claro. Pero creo que en todos los casos había mucha mezcla: canción latinoamericana, rasgos característicos del chamamé y de otros géneros.

¿Y en qué punto estás hoy?

Me siento más nordestino, fronterizo. Respeto y admiro profundamente a los cultores del chamamé. Con Facundo Rodríguez y Julio Ramírez hicimos el disco Chamamé Sentido, dedicado puramente al género.

Pero yo veo al litoral como un mapa cultural más grande, con influencias del milongón, del candombe, de ritmos afro. Para mí todo eso está fusionado.

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Patricio Sabadini: “No me veo hoy como candidato, pero tengo un proyecto de provincia en mente”

El fiscal federal de Resistencia repasó su trayectoria y los desafíos de investigar causas de alto impacto. Habló de criminalidad económica, juicios por la verdad y el impacto de la inteligencia artificial en el derecho. También dijo: “Me costaría dejar el Ministerio Público Fiscal, pero la política me entusiasma”.

Por Eduardo Ledesma Pregunta 

Versión gráfica: Belén Da Costa 

En el episodio 26 de Eduardo Ledesma Pregunta, hablé con Patricio Sabadini. Abogado con sólida formación en Derecho Penal y estudios de posgrado en España, Alemania y Brasil, es actualmente Fiscal Federal en Resistencia. Su perfil combina experiencia práctica en la función pública con una destacada trayectoria académica e investigadora en criminalidad económica, corrupción, derechos humanos, terrorismo y justicia penal internacional.

En este episodio habla del rol de un fiscal federal, del reclamo social por más justicia, los juicios por la verdad en derechos humanos, de la criminalidad económica, del impacto de la inteligencia artificial en el derecho y de política. Una conversación profunda sobre justicia, memoria y futuro.

Más allá del currículum, ¿quién es Patricio Sabadini?

Soy hijo de una madre muy laburante, que se recibió de abogada de grande y me dio como herencia la posibilidad de estudiar en la Universidad de la Cuenca del Plata, donde hoy también soy docente. Siempre intenté proponerme metas; algunas se cumplieron, otras no, pero eso no conspiró contra el avance. Quizás lo pendiente es disfrutar más el paisaje, y eso ya es objeto de terapia.

Para entrar en la coyuntura, ¿cuál es el trabajo de un fiscal federal?

El fiscal representa los intereses de la generalidad en un proceso penal. En el fuero federal la competencia es más acotada que en el provincial: delitos complejos, criminalidad organizada, narcotráfico, lavado de dinero, secuestros extorsivos, cuestiones tributarias. Es un fuero de excepción.

¿Cómo percibe la sociedad al sistema judicial y cómo impacta en su trabajo?

La percepción es muy negativa. Es un desafío para nosotros porque formamos parte del sistema. En un sistema donde representamos a la generalidad, estamos a contramano de lo que la sociedad espera de nosotros. Si la ciudadanía pudiera elegir cada tanto a fiscales o jueces, probablemente habría otra mirada. Lo cierto es que hay frustración porque no damos respuestas. Eso no significa que la elección directa sea la solución, pero el desafío está ahí.

¿Y dentro del mundo del derecho se discute esto?

Sí, ancestralmente. Lo ideal sería una relación más íntima entre la academia y la función judicial. Una buena formación académica reduce el margen de arbitrariedad en las decisiones. En definitiva, gestionamos el dolor social: decisiones que involucran la libertad de las personas.

En la calle se percibe frustración frente a lo que se llama “puerta giratoria”. ¿Qué responde a ese reclamo?

Después del ataque a las Torres Gemelas, Occidente adoptó un derecho penal simbólico: aumento desproporcionado de penas. Pero la realidad a través de los índices demostró que no es la solución. El derecho penal siempre llega tarde: cuando la copa se rompió, no la restaura. No previene el delito y las penas no asustan a nadie. El delincuente no consulta el código antes de cometerlo. Es necesario un abordaje mucho más integral.

Participaste en juicios vinculados a los derechos humanos, como el de la masacre de Napalpí. ¿Qué significó ese juicio por la verdad?

Lo central fue poner claro sobre oscuro lo que ocurrió. Son juicios por la verdad que buscan reparación histórica, en este caso a comunidades originarias. Sin memoria, no hay futuro. Es una brújula para saber hacia dónde queremos ir.

¿Por qué es relevante seguir con juicios por la verdad en contextos de negacionismo?

Esa es una pregunta más política que jurídica. Los juicios por la verdad por ahí chocan mucho con los desafíos de hoy en un sistema de justicia que está colapsado. Por eso yo creo que es doble mérito: llegar a la verdad y al mismo tiempo intentar responder a los desafíos actuales con recursos limitados. Porque sin replantearse el pasado el camino es al abismo.

¿Y qué pasa con la criminalidad en el ámbito empresarial y la cuestión jurídica? Me da la sensación de que muchas veces no son considerados delincuentes como sí sucede más fácilmente con sectores populares, por ejemplo, con los motochorros. 

Es una muy buena pregunta porque eso tiene que ver más con la dañosidad social del delito. El delito convencional del robo o un homicidio en ocasión de robo, por ejemplo, impacta más en la sociedad porque es mucho más transparente. Sin embargo, aunque no parezca, los delitos de lavado de dinero que no tienen un impacto estrepitoso en la sociedad -salvo algunas excepciones- es más gravoso.

En estos casos, hay mayor dañosidad social que en los delitos convencionales porque estamos hablando del robo de un dinero que no es destinado, por ejemplo, a escuelas, hospitales, patrulleros, etc. Además, es dinero que podría servir para trazar políticas como prevención primaria del delito para esos sectores sociales. 

Claro, es dinero que falta para resolver eso otro. 

Claro. Sin disminuir el impacto que puede ocurrir en la criminalidad callejera, sobre todo en las víctimas y su círculo cercano. Pero el daño de estos delitos es mucho mayor. Y depende de nosotros demostrar cuánto es el impacto de la criminalidad no convencional.

En la región, ¿qué delitos predominan?

Argentina sigue siendo un país de paso para el narcotráfico, con una lógica económica global. Sin disminuir el perjuicio que las esquirlas pueden dejar en la sociedad o en la criminalidad estos hechos. Casi siempre tiene que ver con los cárteles por una determinada zona no en términos de menudeo, como el caso de Rosario. También, hay investigaciones de lavado vinculadas a delitos funcionales o de corrupción. No siempre son casos espectaculares, pero tienen impacto real. 

Uno de los casos más resonantes que te tocó abordar fue el de un pastor que decía convertir pesos en dólares. ¿Este es un caso testigo o hay casos así parecidos y que no tienen por ahí la trascendencia mediática porque en este hubo condimentos como la visita del Presidente y que era un pastor reconocido?

Mucho no puedo decir de este caso pero sí, no es la primera vez que me toca algo con ingredientes mágicos. En principio, la visita del Presidente es indiferente a esto porque acá analizamos otra cuestión. En particular, tengo respeto por las religiones, pero cuando una cuestión de fe se transforma en una justificación de bienes o dinero, ya entra en el ámbito penal. Imagínese si cualquiera pudiera alegar milagros para justificar patrimonio: sería un colapso del sistema. Yo como fiscal tengo que basarme en la ciencia. Y me tocará preguntarle a la persona involucrada: “Acá tiene 100 mil pesos y quiero que me los convierta en dólares”. Si los convierte en dólares yo personalmente voy a pedir perdón a la iglesia por todo el mundo ante esta situación. Si él me demuestra que puede hacerlo por una cuestión de fe, estaré atento a eso, porque imagínese el impacto global que tendría.

La fiscalía de Resistencia lleva adelante causas de alto impacto que involucran a personas con poder político y económico. ¿Cómo convivís con esas reacciones y, en paralelo, con la posibilidad de que tu nombre suene como candidato político en el futuro?

Investigar causas de alto impacto genera reacciones fuertes, sobre todo porque suelen involucrar a personas con visibilidad o poder. En mi caso nunca tuve una custodia permanente; sí atravesé situaciones puntuales en las que se reforzó mi seguridad, pero fueron mínimas. Trato de no vivir con paranoia y de seguir con mi vida normalmente, aunque siempre tomando recaudos.

Lo que me produce ansiedad no es el riesgo en sí, sino la pasión por el trabajo. Me gusta lo que hago en el Ministerio Público Fiscal, y me costaría dejarlo. Pero también me interesa la política, no sólo en términos teóricos sino como práctica de transformación social. Creo que la política atraviesa una etapa inédita, de transición, donde se derrumbaron los manuales tradicionales y se replantea incluso el contrato social.

En ese escenario, si bien no me veo hoy como alguien a quien llamarían de inmediato, no descarto una iniciativa personal en el futuro. Tengo un proyecto de provincia y de sociedad en mente, con agentes nuevos y con la idea de replantear estructuras. No es algo para mañana, pero sí algo que me entusiasma porque amo mi provincia y sé que hay mucho por hacer. Las soluciones, tanto en justicia como en política, siempre son colectivas. Y si la política logra renovarse hacia adentro, tal vez llegue el momento de dar ese paso.

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Lettizia Alcaraz: “En el rugby, el desafío mayor no es sólo deportivo: es dirigencial; faltamos nosotras”

La exjugadora de Las Yaguaretés, nos detalla el rol de la profesionalización, la docencia y el liderazgo en el deporte. “Mi pasión es trabajar para el deporte y las organizaciones, lo haría en cualquier deporte”, señaló. 

Por Eduardo Ledesma

Versión gráfica: Belén Da Costa

En este episodio de Eduardo Ledesma Pregunta hablé con Lettizia Alcaraz, exjugadora de la Selección Argentina de Rugby Femenino (2005–2016), hoy Manager de Rugby Femenino de la Unión Argentina de Rugby (UAR), cargo que ocupa desde 2019. Es educadora acreditada por World Rugby, docente universitaria y entrenadora, lleva más de dos décadas trabajando en la formación, inclusión y desarrollo del rugby femenino en Argentina y la región. Con experiencia en torneos sudamericanos, Panamericanos y el Circuito Mundial de Seven, fue también relevista de la antorcha olímpica y voluntaria en eventos deportivos internacionales. Desde la URNE hasta la UAR, lideró proyectos que abrieron camino a muchas jugadoras en un deporte históricamente asociado al universo masculino.

En este episodio hablamos de los valores del deporte, el recorrido del rugby femenino en Argentina, la formación de nuevas generaciones, la discusión sobre la profesionalización, el rol de la docencia y el liderazgo como herramienta para transformar instituciones y personas.  Una charla sobre gestión, inclusión y pasión por el rugby.

Más allá del currículum, si tuvieras que presentarte: ¿quién sos?

Como me conocen todos: Leti, la profe. O “la que jugaba al fútbol” también. Antes del rugby, el fútbol fue mi deporte madre: lo jugué desde que tengo noción, desde los seis años. Después se anexaron otras cosas. Siempre el deporte. Yo vengo de un pueblo alejado de la capital, de Alvear, lejos, lejos. El deporte era un medio para salir, para participar de otros eventos, para “salir del pueblo”. No íbamos muy lejos: La Cruz, Santo Tomé, Yapeyú. Pero era un medio de salida para los chicos. Hoy, sumado a todo eso, sí: muchas experiencias.

Sos referencia nacional en rugby femenino. ¿Cómo fueron tus comienzos en un ámbito históricamente asociado a lo masculino?

Yo lo tomé como un deporte más. Nunca se me pasó por la cabeza la barrera cultural, quizá porque desde el principio tuve el apoyo de mi familia y lo naturalicé. Cuando salís de ese ámbito te dicen “son deportes masculinos”, y ahí te ponés a pensar. Yo ya jugaba al fútbol y conocían mi manejo del pie. El profesor de la cátedra de rugby del Instituto de Educación Física me invitó a ser parte del equipo. Un año entero me persiguió (yo decía: “si al fútbol ya me matan, en rugby con contacto…”). Me dijo “tenemos un viajecito a Buenos Aires a un torneo, ¿querés ir?”. Se alinearon mis planetas, dije que sí. Dos semanas antes me fui a entrenar. Me costaba la transición (en fútbol es “paso y voy”, acá no). Miedo al contacto no tenía. Mi primer torneo fue en 2005 en Buenos Aires; eran pocos torneos, tres al año.

¿Acá se jugaba? ¿Y hoy hay liga?

No se jugaba mucho. Entrenábamos y jugábamos con chicas de Chaco (Hindú, después C60; hoy Regatas). Veinte años después, hoy hay liga en Resistencia, Chaco. En Corrientes nosotros no tenemos.

Se habla de “los valores del rugby”. ¿Cuáles ves y si cambian entre masculino y femenino?

Los valores están: compañerismo, liderazgo, humildad, respeto. En la selección buscamos nuestra identidad de nombre. Hay algo que la mujer tiene y la destaca: esa garra, lo aguerrido; cuando te dicen “no”, vas igual. Desafíamos el “no” al rugby y al fútbol. El desafío mayor hoy no es sólo deportivo: es dirigencial. Son los dirigentes quienes toman decisiones. Falta que estemos nosotras ahí.

¿Cuál es tu tarea como manager de rugby femenino en la UAR?

El trabajo del manager es incansable y de pura gestión. Desde sacar un pasaje, logística, alimentación, que haya materiales, que la lista del entrenador sea aprobada por el Consejo Directivo, todo. Los detalles que te imagines.

Fuiste jugadora 11 años. ¿Qué aplicaste luego como manager y hoy como formadora?

La comunicación. Para trabajar a nivel internacional tenés que aprender a comunicar (no es sólo el idioma): es la relación con personas. Vas a necesitar de ellas y ellas de vos. Respeto en todos los roles. A veces el que te pinta la cancha te puede salvar un torneo. No es sólo hablar con el presidente: es tener buena comunicación con quienes están en el día a día.

¿Qué es “buena comunicación”? ¿Y tu liderazgo, cómo lo ejercés?

Es cómo decís las cosas. A veces toca dar órdenes y otras recibirlas: trato de no repetir las malas formas cuando me toca darlas. En liderazgo, yo deposito primero la confianza: “confío en vos”, porque si no, no podemos trabajar. Es trabajo en equipo, con buena onda, tiempos y respeto de los roles. También aprendés a identificar quién sirve para qué. Si delegué y no pudo, retiro la confianza sin drama, pero dando la posibilidad de decir “no llego”.

¿Cómo te acreditaste como educadora World Rugby y cómo fue la beca internacional 2018?

Fueron años intensos de trabajo y de “hacerte visible”. Mi pasión es trabajar para el deporte y las organizaciones, lo haría en cualquier deporte. Viajé difundiendo rugby femenino, llevando proyectos a escuelas (rugby sin contacto en escuelas públicas). La beca (éramos dos de América, una chilena y yo) te permite especializarte en gestión y acceder a formaciones. Es clave para cargos directivos, donde casi no hay mujeres.

Formación en la región: ¿dónde estamos y en qué crecer?

Después de la pandemia, en Corrientes no está desarrollado; las chicas de Corrientes hoy juegan en Resistencia. Sobre profesionalización: va a llevar tiempo, como en el fútbol femenino. Hoy muchas jugadoras pagan traslado, equipo, todo. Con equipos de trabajo podés solventar (rifas, arroz con pollo, cobrar entradas), pero hay costos personales (unos botines) que son difíciles. Falta dirigencia que entienda la realidad del femenino: por eso tenemos que estar adentro.

¿Qué cambió desde que empezaste?

Muchísima difusión y competencia: torneos locales por unión, regionales, internacionales; mayores y juveniles; selecciones. Hoy hay referentes donde mirarse. Antes mirábamos varones y poco conocimiento.

¿Se puede enseñar rugby en escuelas sin cancha ni despliegue completo?

100% sí. Lo hice en la Escuela Illia (Laguna Seca) desde 2018. Las nenas hacían de manera natural cosas que vemos en seven. El potencial es enorme. El problema: ¿a dónde las llevo después si no hay club? Cuando estaba en San Patricio, sí: las invitaba y teníamos juveniles y mayores.

¿Qué les decís a niñas y jóvenes que ven dificultades pero quieren practicar?

Que miren lo que el deporte genera: habilidades motrices enormes (correr, frenar, evadir, rolar, manejo con pie y manos). Se divierten. En la escuela tengo equipos de fútbol también: quieren ir todos los días. Si les das algo divertido, aprenden más rápido.

Sos especialista en gestión deportiva y estructuras organizacionales. ¿Qué es “optimizar” en clubes e instituciones?

Es lo que ves trabajando en muchas instituciones: falencias, caídas y cómo solucionarlas. Roles y funciones claras. Manuales ayudan, pero sobre todo definir responsabilidades. En clubes chicos dos personas hacen el trabajo de cuatro. Si todos son responsables, nadie es responsable. Hay que marcar responsables de cada cosa: eso ordena. Nuestra gran falencia es la desorganización (en chicas y grandes). La organización vence al tiempo.

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Ricardo Torres: “En la Unne, hace 26 años que enseñamos a médicos del mundo cómo se adquieren habilidades para la cirugía laparoscópica”

Uno de los cirujanos más destacados de la Argentina y América Latina nos contó cómo fue realizar la primera colecistectomía laparoscópica en el país. “Recuerdo la fecha exacta y las emociones cuando dimos de alta a la paciente”, dijo.

Por Eduardo Ledesma – Versión gráfica: Belén Da Costa

En este episodio de Eduardo Ledesma Pregunta, charlé con el doctor Ricardo Torres, uno de los cirujanos más destacados de la Argentina y América Latina. Pionero en cirugía laparoscópica, formó a más de 7 mil médicos en la región, creó centros de entrenamiento en varios países y en 2023 recibió el Premio Konex en Ciencia y Tecnología.

En este episodio habla de los inicios de la cirugía mínimamente invasiva, de la formación de nuevas generaciones de médicos, del vínculo entre técnica y sensibilidad en el quirófano, de la salud pública y del compromiso de hacer medicina de excelencia desde Corrientes hacia el mundo.

Una charla sobre ciencia, docencia y humanidad en la práctica médica.

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Usted fue uno de los primeros en realizar una colecistectomía laparoscópica en el país, cuando esa técnica era prácticamente desconocida. Entonces, ¿de qué se trata esa cirugía y qué se siente estar en un lugar no transitado antes? 

Ese fue un acontecimiento único, por eso sé la fecha exacta: fue el 13 de junio de 1991. Veníamos buscando en ese momento junto a mi gran amigo y socio, el doctor Orban y al doctor Beltrán el caso ideal, o sea, el caso fácil. Ese caso fácil, por inexperiencia, por ser la primera y demás, nos llevó casi tres horas de tiempo. Hoy esa misma cirugía lleva 15 minutos en las manos de cualquier cirujano laparoscopista, así que con esto te imaginarás que fue un acontecimiento muy especial. Lo tuvimos que hacer con mucho cuidado, con inexperiencia. Era un procedimiento que nos habíamos capacitado, pero que en todo el mundo era muy nuevo. Y cuando resultó exitoso, la verdad que fue una satisfacción de tal magnitud que hoy todavía me acuerdo el día, la hora y cómo lo festejamos a posteriori de que la enferma se fue de alta.

¿Y en qué consiste básicamente la técnica?

Hasta esa fecha, para sacar la vesícula o para abordar cualquier órgano intraabdominal, hacía falta hacer una incisión. Una incisión es hacer un tajo, abrir el abdomen, ir con las manos y si hay que sacar la vesícula, se saca la vesícula. Esto fue un cambio radical en la manera de operar en todo el mundo, porque en vez de abrir el abdomen, se hacía agujeros a través de un tubito que tiene un punzón. Ese punzón perfora la pared del abdomen, luego saca el punzón y se pone una óptica dentro y uno empieza a ver todo el abdomen en una pantalla de televisión. Y a través de esos agujeros se hacen las maniobras quirúrgicas para extraer el órgano. Eso trajo aparejado un cambio excepcional, primero en la manera de operar, que antes operábamos con las manos, tocando y mirando directamente, y ahora lo empezábamos a hacer como lo hacen los que juegan los videojuegos electrónicos. Lo hacíamos desde afuera con unos palitos y mirando un televisor. Y acá nos teníamos que imaginar la profundidad de campo y todo. O sea, una manera nueva de operar. Pero esa manera nueva tuvo un despegue tan extraordinario a favor del paciente, que realmente revolucionó la cirugía. A partir de la cirugía laparoscópica, las grandes operaciones se transforman en el posoperatorio, en una recuperación rapidísima, a veces de 24 horas. Estamos en condiciones de sacar gran parte de un estómago y que el paciente al día siguiente se vaya de alta, caminando y solamente con agujeritos en el abdomen

A mí me impresionó un poco el número de 7.000 cirujanos bajo entrenamiento suyo, pero más allá del número, ¿qué ve en los médicos jóvenes que todavía lo entusiasma hoy?

Primero empecemos con ese número de 7.000. El hecho de haber visto las ventajas que tenía esta cirugía y ante la experiencia personal de nuestro grupo, que tuvimos que aprender solos, tuvimos que aprender quizás hasta por el camino del error y el acierto. Nos costaba mucho implantar un método que era francamente beneficioso para el paciente, pero que era difícil de aprender. No había dónde, ni había cómo, ni quién enseñe. Y así fue entonces que este grupo, que estaba incluido el doctor Orban, llevamos a la Facultad de Medicina la idea de hacer un centro de entrenamiento en ese tipo de operaciones. Y para entrenar a esas personas teníamos que crear simuladores, no lo podíamos hacer en seres humanos. Entonces creamos elementos con vísceras de animales, con reproducción de órganos en silástica, etcétera, etcétera. Armamos este centro de entrenamiento que cumple este año 26 años de vida ininterrumpida. Durante la pandemia lo hicimos online, pero fue la única diferencia. Pero hace 26 años que estamos enseñando cómo se adquieren las habilidades de esta técnica, que es totalmente diferente a la anterior.

Antes de entrar al ser humano, aún con la experiencia adquirida.

Exacto. Lo que pasa es que hay un nivel básico y después vienen distintos profesionales a perfeccionar un determinado tipo de operación. Entonces en este centro actualmente, dada la gran tecnología que tiene, se puede tomar un curso de cirugía laparoscópica de colon, por ejemplo. Entonces viene un cirujano que sabe hacer vesícula, pero que todavía le falta hacer la patología intestinal. Entonces toma ese curso. Y así como eso hay de todo. Hay cirugía de la obesidad, hay cirugía ginecológica, urológica, pediátrica, de paredes. Tenemos alrededor de 17 cursos especializados en distintas áreas. 

Ese laboratorio está acá.

Acá, pertenece a la Facultad de Medicina de la UNNE y es reconocido internacionalmente por sus características. Es realmente impactante.

Usted es médico, cirujano, docente, investigador. Entonces la pregunta más humana es cómo cómo se administra el ego en una carrera de tanto impacto y dónde usted se refugia cuando eso pesa.

El ego es el principal enemigo de cualquier médico porque todos son conscientes que nosotros manejamos vidas humanas. El juicio que tenemos que tener o del juicio que aplicamos con nuestros pacientes son los resultados. Así que yo diría que no nos podemos dejar manejar por el ego, por más que yo esté muy reconocido porque me hayas invitado a un programa tan prestigioso como el tuyo, tengo que manejar ese ego de tal manera de que el paciente sea lo principal. Si uno quiere ser médico, el paciente es lo único que importa, lo demás es totalmente secundario. Y los reconocimientos habitualmente vienen sin que uno lo busque. Cuando uno está en la búsqueda de ellos, parece que no se los encuentra, y cuando uno hace lo que le gusta y lo que cree que es mejor para su paciente, las cosas vienen solas, incluso más de lo que uno esperaba. Así que yo aconsejaría que cualquiera que quiera hacer medicina se olvide del ego, porque lo principal es el paciente, no uno.

Doctor, ¿qué pasa con la salud pública y cómo se sostienen equipos como este laboratorio o este centro de entrenamiento en una universidad pública donde siempre faltan cosas no? Y donde además incide mucho el contexto. 

En realidad, siempre falta algo. Eso creo que es la regla de la vida y por más que parezca que está todo perfecto, uno siempre quiere más. Eso es bueno porque permite evolucionar, permite gestionar para ir mejorando. En términos generales, la salud pública en la Argentina es muy buena. Yo he recorrido toda Latinoamérica por razones profesionales, y les puedo asegurar que Argentina está en el top de la atención médica pública. Por supuesto, pueden faltar cosas, pero, por ejemplo, en el Hospital Escuela de la Ciudad de Corrientes se hace cualquier tipo de cirugía mínima invasiva de las más elevadas y complejas que hay en el mundo. Y eso se ha conseguido, no del día a la mañana, se ha conseguido con un grupo de trabajo que va no presionando, sino convenciendo a las autoridades de salud pública de que todo es en beneficio de la población, de que tiene costo beneficio, porque parece que la tecnología fuera cara y resulta que cuando uno la analiza termina siendo barata porque ahorra complicaciones, ahorrarías de internación, gastos en remedios, etcétera, etcétera. Con un grupo de trabajo que tenga el convencimiento, la fuerza y la llegada política para para ir consiguiendo cosas se puede. Lo mismo se repite en las grandes ciudades, Córdoba, Santa Fe, ni hablar de Buenos Aires. Con las universidades pasa exactamente lo mismo. 


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Elecciones en Corrientes | Juan Pablo Valdés: “Es un proyecto colectivo, municipalista y con apoyo territorial; no es solo mi hermano”

El intendente de Ituzaingó y hermano del gobernador defiende su candidatura como un proyecto avalado por los jefes comunales; plantea continuidad con impronta propia, exige deudas a la Nación y asegura que su desafío será superar la gestión de Gustavo Valdés.

Para La Nación

Juan Pablo Valdés es el candidato oficialista en la disputa por la gobernación de Corrientes. Intendente de Ituzaingó y hermano del actual mandatario, Gustavo Valdés, se presenta como la cara de una nueva generación, aunque sostiene que su desafío será “superarlo, porque transformó la provincia”. El postulante habló con LA NACION en las oficinas del Comité Central de la UCR, en la antesala de las elecciones del próximo domingo.

Afuera llueve. Adentro, miembros de la juventud arman centenares de paquetes para iniciar el reparto de boletas. Valdés rechaza las críticas de nepotismo al señalar que su postulación no es una herencia familiar, sino producto del respaldo de los intendentes, con quienes asegura haber tejido una relación en los últimos años. “Es un proyecto colectivo, municipalista, con apoyo territorial. No es sólo mi hermano”, afirmó.

Con la misma vehemencia sostuvo que Corrientes reclamará lo que le corresponde: regalías de Yacyretá y Salto Grande, deudas previsionales. Aseguró que la relación con Javier Milei “será la que se dé”, pero que la gestión provincial no se negocia. Y advirtió sobre la contradicción entre la política de ajuste y la necesidad de infraestructura para exportar: “Nos piden competitividad, y para eso, de mínima necesitamos rutas”.

De ganar este domingo, Juan Pablo Valdés presidirá a partir de diciembre el séptimo gobierno radical consecutivo desde 2001. El lunes cumplió 42 años, por lo que de acceder al gobierno, será el gobernador más joven desde el retorno de la democracia y el segundo más joven de la historia provincial.

– ¿Por qué decidió ser candidato?

 Porque venía teniendo la experiencia de gestión en Ituzaingó y cuando uno hace bien las cosas puede transformar y cambiar la realidad de la localidad que uno quiere. Con esa misma fuerza, si los correntinos me dan la oportunidad, voy a poner empeño en seguir trabajando en este proyecto que ha sido exitoso y que hay que continuar. Eso me lleva a salir de mi zona de confort y apostar a que con mi energía, juventud y experiencia pueda formar un nuevo equipo para continuar en este camino y darle una impronta nueva con ideas frescas y juventud.

– ¿Su candidatura es un proyecto propio o es la continuidad del mandato de su hermano Gustavo?

– Es un proyecto colectivo, muy municipalista, conformado más que nada con el apoyo de los intendentes, con una mirada provincial. Obviamente, también con una mirada de cercanía con Gustavo, porque en estos siete años y medio lo acompañé mucho. Siempre fue un ejemplo para mí, el hermano con el que me crié y tuve la suerte de poder acompañarlo en el desafío de ser gobernador. Aprendí mucho. Y este proyecto claramente va a tener una impronta propia: la que yo le di a la municipalidad viniendo desde el sector privado.

– Ante la crítica de nepotismo, de que su hermano lo eligió, la mayoría de los intendentes de provincia se hacen cargo de su candidatura.

– Creo que es producto del trabajo de estos casi cuatro años donde estuvimos codo a codo en momentos difíciles con los intendentes. Aprendimos a conocernos, a apoyarnos en situaciones donde el consejo muchas veces fue necesario. Ese trabajo ha llevado a que ellos también sientan que este era el camino. Me conocían, recorrí sus municipios, escuché sus problemáticas. No es sólo mi hermano: tengo el respaldo de los intendentes y una gestión que mostrar en la Municipalidad de Ituzaingó.

Juan Pablo Valdés en un tramo de la entrevista con LA NACION

– Gustavo Valdés dijo que si usted llega a ser gobernador, él será un colaborador permanente. ¿Qué implica esa relación en la práctica?

– Una fuente de consulta. Se trata de una persona que ha gobernado y que ha tenido hasta el momento uno de los mejores gobiernos de la historia. Yo tengo la energía, el ímpetu que tenemos los jóvenes para trabajar sobre los desafíos, pero además cuento con una persona que ya tiene experiencia y me aportará su parecer. Creo que Gustavo es un gran trabajador en equipo y va a estar para apoyar y para colaborar. Yo también voy a consultar con él porque me parece el camino correcto.

– La crítica más sostenida de la oposición y de algún sector radical, es que su postulación responde más al apellido que al perfil y que eso debilita la institucionalidad. ¿Qué responde?

– Lo dicen ellos. Y lo que pasa con algunos sectores del radicalismo, ahora en la oposición, es que se portaron muy mal ya en el gobierno de Arturo Colombi. Ellos creen que esto va a ser lo mismo y no va a ser así. Entendemos que somos un equipo que trabajamos por Corrientes y vamos a trabajar todo el tiempo en conjunto. No veo que haya debilitamiento institucional, sobre todo porque también hay un gran respaldo de los intendentes y este 31 de agosto tendrá también el respaldo de la gente.

– Hubo denuncias cruzadas de campaña sucia en redes. Usted mismo fue blanco permanente. ¿Cómo lo enfrentó?

– Esa es una pésima manera de hacer política y que en este tiempo alejó a mucha gente que tenía oportunidades, ganas de transformar y de cambiar, pero que no soporta este tipo de artimañas que tiene la vieja política. Hay momentos que son muy duros. No por lo que a mí me parezca, sino por lo que le puede llegar a los chicos, a mis hijos. No me perturba la campaña pero sí molesta que no tienen en cuenta que los ataques trascienden la crítica a un proyecto, son todos ataques personales que no construyen nada en la sociedad más que odio y dudas.

– En medio de tanta discusión agresiva usted intentó bajarle el tono a su campaña. ¿Cree que la sociedad entiende ese gesto?

– Creo que lo que está buscando la sociedad son proyectos acertados con propuestas más cercanas. El vecino está cansado de ese que grita, que insulta, que pega. Entonces obviamente prefiere muchas veces mirar un programa de chimento que escuchar cuál es la propuesta o qué es lo que tienen para decir los políticos. Es lo que nosotros tenemos que trabajar dentro de esta nueva generación política: escuchar y proponer.

Juan Pablo Valdés dice que durante la campaña tuvo que soportar ataques personales

– ¿Cuáles son las propuestas concretas que le está presentando a la sociedad?

– Te las puedo resumir en cuatro puntos: la administración responsable de las finanzas públicas; un plan de desarrollo de infraestructura para toda la provincia; un plan de industrialización en los parques industriales para generar oportunidades y puestos de trabajo a través de inversiones concretas de puertos, caminos y electrificación; y la modernización de la provincia, la digitalización entera del gobierno y que la interacción entre el ciudadano y la provincia sea más digital que presencial.

– ¿Y cómo planea hacerlo?

 Con una gran alianza entre el sector público, privado y las universidades, trabajando un plan de desarrollo concreto. Por ejemplo, nosotros en Ituzaingó tenemos un parque industrial que está generando puestos de trabajo. Tenemos un puerto que nos va a generar una conexión al mundo, pero necesitamos el recurso humano. Esa senda de crecimiento necesita más educación, más salud, más viviendas y darle valor agregado a toda la materia prima que tenemos.

– ¿Plantea más Estado?

– Tanto Estado como sea necesario.

– Yacyretá está en Ituzaingó, pero se paga aquí una tarifa eléctrica de las más altas del país. ¿Cómo propone para revertir esa situación?

 Vamos a ir con una propuesta clara para comprar directamente la electricidad. Al fin y al cabo, si uno mira, tenemos hoy entre el 20% y el 25% de generación de energía limpia del país a través de biomasa, de la represa de Yacyretá y de la represa de Salto Grande. Somos los principales productores de energía limpia de Argentina. Entonces, no puede ser que lo que significa futuro y progreso para muchos, para nosotros que somos los productores, no signifique lo mismo.

– El gobierno de Gustavo Valdés se sostiene sobre tres ejes. De esos objetivos, ¿cuáles ya se alcanzaron y cuáles siguen pendientes?

 La industrialización es lo principal. Tenemos que generar las condiciones para que todos esos parques industriales que se han creado hasta ahora, se llenen de empresas. Tenemos que salir a contarle a la Argentina y al mundo las condiciones que tenemos en materia prima: forestación, arroz, ganadería, yerba mate, nuez pecán, tabaco, horticultura, turismo. Hoy con cuatro plantas de asfalto podemos empezar a soñar que los correntinos podemos volver a tener la capacidad de hacer rutas para garantizar el traslado de nuestra producción, pero también la conectividad entre las ciudades. Y tenemos que apuntar a mejorar el eje de la energía.

– ¿Cuáles son los resultados que espera obtener en educación, salud y seguridad?

 En materia de salud tenemos que trabajar en telemedicina con la aplicación de inteligencia artificial para lograr los mejores diagnósticos. Eso nos dará la posibilidad de tener especialistas disponibles en el interior. En educación, vamos a continuar con el plan de entrega de computadoras en el nivel secundario para que todos los jóvenes tengan una oportunidad y empezar a trabajar una modificación en la currícula. Además, pretendo duplicar los institutos de formación docente y terciarios. En seguridad, tenemos que continuar apostando al equipamiento, a darle una mejor formación a nuestras fuerzas, a trabajar con más comisarías y también a tener más efectivos.

El radicalismo gobierna Corrientes en forma ininterrumpida desde 2001. Juan Pablo Valdés pretende continuar esa línea política

– ¿Cuáles son las deudas que podría exigir Corrientes al Estado nacional?

– Exigimos que nos paguen la deuda previsional, las regalías de Yacyretá y Salto Grande. No entendemos por qué, cuando Corrientes le ha dado tanto a la Nación, de repente vemos que a Misiones le pagan un precio, a Entre Ríos otro y a los que menos nos pagan es a nosotros. Esos reclamos no los vamos a abandonar. Me parece muy bien que el Estado nacional haga y deshaga lo que le parece con sus recursos, pero queremos que así como nosotros cumplimos y estamos al día, que el Estado nacional también cumpla con nosotros y nos dé lo que nos corresponde.

– ¿Le preocupa la migración de jóvenes de Corrientes? ¿Qué política específica impulsaría para tratar de retenerlos?

 Básicamente educación y trabajo. Siempre convoco a los jóvenes porque quiero que nos quedemos y que hagamos un esfuerzo para que el mejor futuro esté acá, en Corrientes. Vamos a trabajar en la formación y trabajar el doble de fuerte para que las mejores oportunidades estén disponibles aquí y que se puedan quedar.

– Uno de los ejes opositores de esta campaña tiene que ver con una demanda de mayor transparencia. ¿Cree que son válidas esas críticas o es proselitismo?

 Creo que es campaña. Si me preguntás por qué, te recuerdo que llevamos siete años y medio de gobierno y ahora, en el último mes, se acordaron de la transparencia. Y los que critican son los que eran parte de este gobierno. Entonces, ¿hay que trabajar en transparentar? Sí, por supuesto. También hay que modernizar el Estado. Pero también en ese punto están los que piden boleta única, pero no votan ficha limpia. Si uno quiere una cosa, son las dos cosas que van de la mano. Yo creo en un Estado que sea más transparente, que tenga la información disponible. ¿Tenemos que avanzar? Sí, por supuesto, pero no se trata sólo de transparentar el gasto público. Se trata de mostrar al gobierno digitalizado y con una información disponible y accesible para todos.

– ¿Avanzaría en una reestructuración del Estado, que incluya el sistema político y electoral?

 Tenemos que avanzar. Es lo que nos demanda la sociedad. Nosotros tenemos que ir, tener una mirada clara y que modernizar. Claramente.

Valdés toma para su agenda la demanda de mayor transparencia en la gestión del Estado

– Si resulta electo, ¿cuál cree que es la principal deuda o desafío que va a heredar?– El principal desafío que voy a heredar es superar a la vara de Gustavo, que trabajó para dejar una provincia ordenada, saneada, que desarrolló la salud como ninguna otra gestión, o la educación, con más de 170 escuelas nuevas. Abrió comisarías, entregó viviendas. Eso es realmente un gran desafío que tenemos por delante: el de estar a la altura y sostener este rumbo. Gustavo nos deja una base sólida. Ahora nosotros tenemos que trabajar para lograr finalmente ese anhelo de tener una provincia industrializada, que sea de vanguardia, de las más importantes en la región.

– Gustavo Valdés tuvo tensiones con Milei por la distribución de recursos. ¿Su postura será similar o más conciliadora?

 Siempre vamos a defender los intereses de los correntinos y de la provincia. La Nación puede hacer con sus recursos lo que ellos crean que es necesario. Ellos tienen y manejan la macroeconomía. Puede haber tensión porque nuestros productores están siendo afectados. Lo que es nuestro, es nuestro: es dinero de los correntinos. Pudo haber habido alguna provincia que haya hecho un despilfarro, pero nosotros tenemos equilibrio fiscal, impuestos bajos y al día, salud, educación y seguridad pública. Sólo necesitamos los recursos que son específicos de Corrientes. No nos quiere mandar ATN, no nos quiere mandar ayuda, está perfecto. No va a ser la primera vez que discriminan a Corrientes, pero nosotros vamos a exigir lo que es nuestro. Siempre.

– ¿Y cómo se imagina la relación con Milei?

 En este momento hay que mirar a Corrientes. La relación que tengamos con Milei va a ser la relación que se dé. Yo tengo que trabajar con los correntinos para solucionar los problemas que tiene mi provincia, me guste, me trate bien o me trate mal. La relación se irá dando como se tenga que dar, pero la gestión no la voy a negociar. Lo importante no es si Milei me quiere o no me quiere, si me odia o no me odia. Que él haga lo que quiera, y yo haré lo que tenga que hacer por los correntinos.

– En un contexto donde el Gobierno nacional promueve reducción de obra pública, ¿cómo sostener las obras de infraestructura?

 No coincido con su postura, porque de repente veo un gobierno que necesita que nosotros exportemos, que trabajemos y busca que compitamos, ¿no?

– ¿Ve una contradicción ahí?

– Claro, porque cómo vamos a producir más sin rutas? Vamos a suponer que yo diga “che, yo voy a arreglar mi ruta provincial, las nacionales no me importan”, entonces no me importa la exportación de arroz, de ganado, de yerba, de té. Hay obras públicas que tienen que rever, va a tener que ver qué hacer con las rutas, porque si no, toda la producción del Norte no va a poder salir.

– ¿Y creé que va replantear esa postura?

 No lo sé, pero va a llegar un momento en que será una cuestión de necesidad. Si no ¿cómo seguimos creciendo? Creo que la infraestructura, al menos la vial, es clave. Y después hay una gran realidad, que se cobran impuestos donde el Estado tiene sus responsabilidades. Tiene la educación universitaria, pero no quiere gastar en educación universitaria. Tiene la salud, pero no quiere gastar en la salud. Cobra los impuestos de combustible, pero no gasta en vivienda ni en caminos. Hay contradicciones.

– Ricardo Colombi cuestionó su experiencia y su educación. ¿Cómo responde a esas críticas?

 Le mando un saludo enorme, espero que esté bien.

– ¿Por qué lo tienen que votar a usted?

 Porque represento la continuidad de un modelo de gestión exitoso. Somos un espacio con juventud, ganas y energía que propone un equipo con experiencia y un plan de gobierno que otros no tienen. Proponemos ir al futuro, no volver al pasado. Proponemos un modelo que es correntino, que busca la defensa de la provincia. Un modelo que no mira a Buenos Aires y que no negocia sus intereses. Quiero ser gobernador para trasladar la experiencia que viví en Ituzaingó. Pido que me den la oportunidad porque somos una nueva generación de políticos para transformar la provincia.

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