La sociedad del conocimiento culminó en ese logro inmenso que es la informática, pero inesperadamente las redes sociales se han convertido en un colosal vehículo instantáneo de falsedades y fabulaciones que refuerzan los elementos más conservadores y dogmáticos de lo que Gramsci llamaba el “sentido común vulgar”, siempre ávido de certezas.
Como solían decir los gauchos, anticipándose a Orwell: difundir una mentira es como echar agua sobre piso de tierra: nunca se la puede recoger toda.
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