Raúl Rolando “Tato” Romero Feris: “Me equivoqué en confrontar tanto, pero en aquel momento fue una necesidad”

Esta entrevista esperó mucho tiempo, hasta que sucedió el 31 de mayo en una oficina de la avenida 3 de Abril. Escuchar a “Tato” fue y es una necesidad periodística, entre otras cosas, porque es preciso comprender la historia reciente de Corrientes. Con esa idea se concebió este ciclo y con ese espíritu hoy editamos esta charla, como un aporte para el trabajo que otros puedan hacer después, o como un punto de partida para desentrañar los muchos procesos que vivió la provincia desde el inicio mismo de la década del 90 hasta el año 2001. He aquí el corazón de la entrevista con Raúl Rolando Romero Feris, el jefe nuevista, el último caudillo de a caballo, botas y sombrero de corcho.

 

—¿Cómo llega a ser gobernador?

—Creo que fue una gestión de intendente bastante exitosa. Está mal que yo lo diga, pero creo que fueron las razones por las cuales me ofrecieron la posibilidad de ser candidato. Casi me exigieron la situación de ser candidato.

—Pero conociéndolo, me parece que también hubo una decisión.

—Sí, por supuesto que hubo una decisión. Pero debo decirte que yo ya no quería seguir en el tema político porque en verdad se abandonan las cosas particulares. Pero fue una exigencia… no puedo decir forzada. Fue un pedido del Pacto en su momento. Porque vos sabés que el Pacto venía un poco barranca abajo.

—¿Cómo encontró la provincia cuando asumió el poder?

—Mirá, cuando asume el poder “Pocho” (Romero Feris, su hermano mayor), en el año 83, después del gobierno de (Juan Alberto) Pita, yo te diría que la provincia estaba ordenada. Después de (Ricardo Guillermo) Leconte entró en una situación institucional complicadísima, así que tuve una provincia muy desordenada. Política, institucional y económicamente. Una provincia que había malvendido su banco y algunas dependencias del Estado.

—¿Cómo definiría su gobierno?

—Estuvo la imposibilidad de una reelección en aquel momento, porque no pudimos reformar la Constitución, aunque lo buscamos. Yo ya tenía algunos conflictos con el Pacto y ya había nacido el Partido Nuevo. Yo creo que hubo una expresión de la gente en el voto. Ahí hubo una valorización. Es como que se estableció del 1 al 10 el valor de un gobierno, y yo creo que la gente en eso se expresó cuando hubo un 70% de voto favorable. Fue una expresión no al que venía, sino al que se iba. Con eso creo que te respondo… Pero hicimos un gobierno que construyó 24.000 viviendas en 4 años; 5 o 6 hospitales, entre ellos, el Pediátrico, el Instituto de Cardiología; 30 escuelas en todo el interior de la provincia. Electrificamos zonas rurales. Marcó, de alguna manera, una forma de gestionar el gobierno provincial.

—¿Cuál cree que fue su mayor acierto y en todo caso su mayor equivocación?

—Creo que fue la Salud Pública, donde pudimos generar una administración centralizada, pero una atención descentralizada. Nosotros a los hospitales del interior le dimos muchísimo. Se operaba en los hospitales; había cirugía, no había derivaciones a la Capital. La construcción del Hospital Pediátrico creo que marcó una etapa de reconocimiento a la Salud Pública, fundamentalmente en los niños. La construcción de viviendas creo que fue otro acierto. Y si tengo que analizar desaciertos, te diría que fuimos muy confrontativos y eso… Pero fuimos confrontativos para generar cambios que por ahí las cúpulas políticas y empresarias no lo entendieron.

—¿Evolucionaron o involucionaron los índices socioeconómicos más importantes después de su gobierno?

—Evolucionaron. La mortalidad infantil, por ejemplo.

—¿Cómo fue su relación con los intendentes?

—Yo privilegié mucho el trabajo de los intendentes porque es una manera de descentralizar actividades que por ahí no tiene por qué manejarlas el gobierno. Tuve muy buena relación con los intendentes, como fue el caso de Ricardo Colombi, de Mercedes.

—¿Y por qué cree que históricamente fue difícil la relación del gobernador con el intendente de Capital?

—Yo creo que por ahí se generan a lo mejor situaciones de celos…

—¿Celos? ¿por qué?

—Me río y te reís… Sí, claro. Porque el intendente puede hacer mejores cosas que el gobernador. O viceversa.

—Usted me dijo alguna vez que cuando asumió como gobernador, no quería ser uno más.

—Bajo ningún concepto. Yo quería marcar diferencias que me parecía que era lo que correspondía desde el punto de vista político. Pero debo reconocer algo, tal vez yo fui muy inocente en el manejo político porque me ungieron candidato a gobernador. Fui gobernador, pero me pusieron la Legislatura con gente que yo no podía manejar. Es decir, me controlaron desde la Legislatura o pretendieron controlarme y ahí vino el conflicto.

—Lejos del conflicto, muy parecido a lo que amagó a pasar acá…

—Sí. Pero yo creo que a nivel provincial en este aspecto Gustavo Valdés fue más inteligente que Colombi. Porque Colombi yo creo que lo puso para que dure 4 años y después que deje, como diciendo “cuidame el sillón que ya vuelvo”.

—Pero eso no pasó.

—No pasó.

—Entonces, en 1996 se crea el Partido Nuevo. ¿Qué fue o qué es el Panu?

—El Partido Nuevo nace porque no hubo entendimiento con el Partido Autonomista. Porque en su momento la propuesta que yo había hecho era armar un frente de tres partidos: liberales, autonomistas, más los que quisieran sumarse y el Panu. Con lo cual, en vez de ser un 50 y 50, hubiera sido un 33% para cada partido. Esto no se entendió en la mecánica y primó más el concepto de sacarme del medio que el de poder seguir estando en el gobierno. Y esto es lo que hizo que perdiera el Pacto. Nos tumbaron a nosotros. Vino el golpe del 99, institucional y, a partir de ahí, el Pacto desapareció. Ahí se terminó el Pacto.

—¿Fue positivo crear el Partido Nuevo?

—Yo creo que fue positivo, se diversificó un poco el escenario político. Y creo que nosotros podíamos seguir gobernando si no hubiera sido por el 99. El 99 ocurre, precisamente, porque me querían sacar del medio y ahí hubo acuerdo entre peronistas, radicales, autonomistas y liberales.

—El candidato a gobernador del 97 era Rubén Darío Casco. Pero muere en septiembre, en plena campaña electoral. Ahí sube la fórmula y queda Pedro Braillard. ¿Usted cree que con Casco hubiera sido distinto?

Absolutamente distinto. Primero, porque lo conocían mucho más a Casco. Aparte era un muchacho que dentro de su manera de ser tenía personalidad y mucha fuerza. Es decir, creo que nunca le hubiera pasado lo que le pasó a Pedro. Yo creo que en el caso de Pedro hubo debilidad en el accionar en cuanto a… Nosotros sabíamos cómo empezó a formarse la plaza. La plaza se formó con dos colectivos que llegaron de Buenos Aires con gente del Grupo Tacuara y del Grupo Quebracho. Se juntaron ahí y ese fue el inicio. Empezó toda una campaña muy dura y difícil. Empezaron a retacear el dinero de la coparticipación a las provincias. Braillard no pudo pagar los sueldos durante dos meses y ahí vino todo el problema. Pero no tuvo el valor, no tuvo la… (Pedro) se ponía la Constitución bajo el brazo y decía: “Acá no puede haber represión”. Y el jefe de Policía nos había advertido que llegaron grupos extraños de afuera de la provincia con la intención de armar la plaza y así fue. No cuestiono a la gente que fue. Ojo. Pero yo he tenido llamados después de muchísima gente diciéndome: “Estoy arrepentido de haber participado en la plaza”.

—Pero más allá de la incitación, en algún momento hubo cosas muy genuinas ahí. La provincia estaba mal.

—Sí, la provincia estaba mal. Coincido. Yo pagué los sueldos hasta el 10 de diciembre que me fui. Después se pagó hasta enero y febrero, y después ya vino el problema de la coparticipación.

—Desde el punto de vista político ese quiebre, ese 99, esa implosión del Pacto, el golpe de Estado que usted dice, desde el punto de vista cronológico…

—¿Vos no coincidís conmigo en que fue un golpe de Estado?

—No, eso lo dice usted.

—Quiero aclararlo, porque si no parece que estamos inventando una leyenda y no es así. El golpe fue institucional. Incluso, antes, pidieron algunas cosas que se concedieron. Después pidieron la renuncia de ministros. Y yo defendí mi gabinete siempre porque me parece que quienes estaban en ese momento en el gabinete eran personas probadas, que había probado en mi gobierno y que seguían en este. Fue un golpe de Estado, institucional, porque vos sabés que obligaron a punta de pistola a algunos legisladores a ingresar a la Legislatura, por lo menos para dar quorum. Hubo mucha plata de por medio, no desde el Gobierno, sino desde la oposición hacia legisladores. Y presiones familiares, incluso, a algunos legisladores. Esto lo tenemos probado, igual que la elección del 2001 que fue robada también.

—¿Colombi es la consecuencia de la crisis del 99 o de qué?

—De Ramón Mestre (interventor federal).

—¿Por qué?

—Porque Mestre viene a la provincia decidido a terminar conmigo y el Partido Nuevo, después de la Coalición. La Coalición que fue desastrosa. La Coalición recibió dinero y tampoco pagó los sueldos. El dinero desapareció, 90 millones de pesos-dólares en aquel momento. No pagaron los sueldos, se tuvieron que ir. Vino Mestre decidido a terminar con el Partido Nuevo. Se hace la elección 2001. Yo estaba detenido en la Gendarmería. Esa elección la gané en primera vuelta, sobradamente.

—Preso, incluso.

—Preso. Fue realmente toda una odisea ganar una elección en esas condiciones. La segunda vuelta la dieron vuelta y si vos mirás los padrones, votó casi el 90% de la ciudadanía, cosa que nunca en la historia se dio.

—¿Cree que amañaron esa elección?

—Sí, sí. Es más, nosotros denunciamos esto y denunciamos con elementos probatorios. Pero en aquel momento, el Superior Tribunal estaba armado por Mestre. La Junta Electoral era el Superior Tribunal, o sea que nosotros sabíamos que íbamos al fracaso.

—¿Y después Ricardo Colombi se convirtió en la personalización de la persecución o él también pensaba cosas de usted y accionaba en consecuencia?

—Mirá, Colombi fue “amigo”. El fue uno de los intendentes más favorecidos durante mi gestión como gobernador. Yo creo que empezó bien y después lo fueron llenando. Creo que después lo fueron cargando, se dejó cargar o le gustó que lo carguen de cosas. Y entró a manejar la Justicia. Vos recordarás que después del 99, por televisión, se amenazaba a los jueces. Había un programa muy pagado por el Estado, en la época de la Coalición, que inducía a los jueces prácticamente a renunciar. En ese momento, hubo un alineamiento judicial. A mí me pusieron un juez puntualmente para mis causas, cosa que no se debe hacer. Eso es ilegal, pero lo hicieron. Historias que no quiero repetir porque están muy gastadas. Para mí el broche de oro de todo esto es el fallo de la Corte Interamericana. El fallo de la Corte Interamericana termina con esto.

—Bueno, pero la diferencia con Colombi era fuerte. ¿Se llegaron a odiar en algún momento?

—No, yo no odio a nadie. El odio está fuera de mi manera de pensar y de sentir. Si yo odiara, después de todo lo que pasé, hubiera salido con una ametralladora a matar a unos cuantos.

—Pero hubo un largo tiempo de muchas diferencias con Colombi.

—Primero hubo un acuerdo porque trabajamos, nosotros acompañamos electoralmente en algún momento. (Pero) Colombi maneja mucho la mentira en la política, no sé en la vida particular, no lo conozco. Pero en política no es confiable. Y lo mejor que puede haber en la política es la confianza. Si no hablamos claramente y no decimos las cosas como corresponde, creo que es un camino errado.

—Se habló en algún momento de que usted planteó un esquema de amnistía a cambio de la reelección de Colombi.

—No. Es más, te voy a decir algo y voy a usar la frase que usé en aquel momento. Cuando Colombi fue candidato en el 2001, Mestre se ve que miró las encuestas y se dio cuenta de cómo venía la mano, entonces mandó un emisario a decirme que “si yo levantaba mi candidatura, al otro día estaba en libertad”. Y le dije así, perdón al público: “Decile a Mestre que se vaya a la puta que lo parió”.

—¿Considera que ya se terminó la persecución hacia usted?

—No. Aún no y realmente no entiendo. Yo considero que todavía hay persecución. Y yo lo único que pido y que pretendo es participar en el libre juego de la democracia que es aceptar la voluntad popular. Yo no estoy pidiendo que me pongan en la Municipalidad o que me pongan en la Gobernación. Estoy diciendo que dejen que la gente me vote si me quiere y si no me quiere, que no me vote. Me estoy queriendo someter de nuevo. Y hasta este momento, a pesar del fallo de la Corte, la Justicia Federal no me dio la derecha. Y yo estoy fuera del padrón desde 2005 y tengo rehabilitada mi actividad civil, mi actividad empresaria, todo rehabilitado y no me rehabilitan políticamente cuando eso me corresponde.

—¿La Justicia está manejada por la política?

—Totalmente. Fundamentalmente, la Justicia Penal desde el Superior Tribunal. Creo que tenemos el peor Superior Tribunal de toda la historia de Corrientes. Gente sin capacidad, con mucho rencor, con mucho odio.

—Si usted dice que la política maneja la Justicia, ¿usted también manejó a los jueces?

—No.

—¿Cómo fue su relación con la Iglesia?

—Buenísima.

—¿Con monseñor Castagna?

—Con Castagna… A ver, yo creo que él fue parte de este proceso del 99. Yo creo que a Castagna lo cargaron mucho. Yo hablé con él antes del 99, antes del golpe, le expliqué cuál era la razón. Y yo sé que él fue actor de esto. Nunca más hablé con él.

—¿Es verdad que en su gobierno había listas negras de periodistas?

—No, jamás. Nunca, al contrario, yo podía estar mal con los medios, pero no podía estar mal con los periodistas. Siempre tuve buena relación con el periodismo. La prueba está en que yo voy a cualquier lugar del interior y las radios a mí me reciben, me llaman.

—Usted tenía medios y programas en su gobierno. Fue muy famoso el “Noti Tato”.

—El “Noti Tato”, que tanto criticaron, y hoy… ¡por Dios! Al otro día que yo me fui del gobierno, por supuesto, ya no tuve lugar en Canal 13. Me pedían el cheque antes para tener un aviso, etc., etc. Yo no tengo pelos en la lengua para decir lo que pienso porque, gracias a Dios, nadie me puede reprochar nada. Tengo la tranquilidad de conciencia de haber actuado como corresponde.

—¿Le hicieron alguna vez el “Diario de Yrigoyen”?

—No. Perdón, hay que ser muy boludo para que te hagan el “Diario de Yrigoyen”.

—¿Por qué cree que los gobernantes, en general, tienen cierta inclinación hacia el pensamiento único?

—No sé. Yo creo que depende de la impronta y de la personalidad de cada uno. Algunos que se creen emperadores y otros que son conscientes de que son gobernadores y que duran 4 años, y que llegado el momento la gente los premia o los castiga.

—¿Cómo se lleva con la crítica?

—No me gusta la crítica. No me gusta como a cualquiera, no me gusta. Pero si es razonable, hay que aceptarla.

—¿Cómo es el correntino?

—El correntino es un tipo aguerrido. Yo me considero un tipo aguerrido. Mirá que ha tenido que soportar cosas esta provincia. La pobreza que tenemos hoy en Corrientes. Bueno, hablemos del norte: del Chaco, Formosa, Misiones. Y el correntino se las banca.

—¿Y por qué cree que históricamente esta es una región pobre y no podemos abandonar esa condición?

—Porque yo creo que no se ha peleado suficientemente por la provincia. Por eso cuando te digo que yo traté de ser un gobernador diferente, peleé cosas. Si hubiéramos tenido una continuidad hubiera estado el segundo puente, como estuvo el puente Santo Tomé-São Borja. El complejo multimodal de cargas entre Chaco y Corrientes. Hubiéramos tenido funcionando el corredor bioceánico. La fábrica de Toyota acá, en vez de estar en Buenos Aires. Se hubiera construido el gran hospital que soñamos para Corrientes, amén del Hospital Pediátrico, amén del Instituto de Cardiología. A Corrientes hoy no le alcanzan los hospitales que tiene.

—¿Qué no haría de volver a gobernar?

—Capaz que no confrontar tanto. Pero la confrontación en aquel momento fue una necesidad.

—¿En qué se equivocó?

—En confiar demasiado. Confié demasiado, sobre todo en las cúpulas políticas.

—¿Traicionó a alguien?

—No, nunca.

—¿Se sintió traicionado por alguien?

—Sí, varias veces.

—¿Qué es la política para usted?

—Actitud de servicio.

—¿Le dio amigos?

—Sí, muchos amigos.

—¿Y enemigos?

—Los de siempre: las cúpulas.

—¿Cumplió sus expectativas o le faltó tiempo?

—Me faltó tiempo. Es decir, nosotros teníamos un plan de gobierno mucho más ambicioso, por supuesto, pero estoy satisfecho con las cosas que pudimos hacer.

—¿Qué cree que le dejó a sus hijos?

—Les dejé espíritu de lucha, integridad moral. Mucha integridad moral porque vieron lo que pasamos, y siempre confiaron en el padre. Les dejo una escuela de trabajo.

—¿Y a la comunidad?

—El amor que siento por la comunidad, por la gente. Yo verdaderamente tengo sentimientos hacia la gente. Me duele el dolor de la gente.

—¿Se arrepiente de algo?

—Yo en mi actividad privada siempre actué con absoluta responsabilidad. No tengo muchas cosas de qué arrepentirme. Nunca fallé a nadie. Nunca traicioné a nadie. No sé, tal vez si me pongo a pensar un poco más detalladamente y me das un poco más de tiempo, me puedo acordar (risas).

—¿Cómo quiere ser recordado, “Tato”?

—Como creo que me están recordando hoy. Yo puedo salir a la calle con vos e ir a pasear por Junín y encuentro afecto en la gente. Siempre encuentro afecto en la gente.

 

LA CRISIS POLÍTICA Y SOCIAL MÁS GRANDE DESDE 1983
“El ’99 fue un golpe de Estado orquestado por las cúpulas políticas porque nosotros pateamos muchos tableros”

—¿Qué fue el 99?

—Fue un golpe de Estado.

—¿De quién?

—De las cúpulas políticas hacia un gobierno constitucional y elegido.

—¿De qué cúpulas políticas?

—Radicales, peronistas, liberales, autonomistas. Ahí participaron, tal vez no como instituciones sino con los representantes legislativos que tenían.

—¿Querían echar del gobierno a Pedro Braillard o a usted?

—A mí, obviamente.

—¿Por qué?

—Porque Pedro Braillard venía del Partido Nuevo. En realidad, él venía del Partido Liberal. Vino al Partido Nuevo y después armó la propia. Pero bueno, el tema era sacarme a mí del esquema de gobierno.

—¿Por qué?

—Porque no les gustaba mi manera de gobernar. Era lógico.

—Pero usted era intendente.

—Sí, era intendente. Pero tenía la fuerza del Partido Nuevo, que era arrolladora desde el punto de vista político.

—En realidad lo que decían era que usted gobernaba desde la Intendencia.

—No. Yo gobernaba el Municipio y, por supuesto, a quien me tocó elegir como candidato a gobernador, juntamente con el partido, aconsejábamos como es lógico. Participábamos en reuniones donde se resolvían temas que eran de fondo, importantes. Pero en realidad, el 99 fue un golpe de Estado, perfectamente orquestado, trabajado previamente con una prensa muy volcada en contra. ¿Sabés qué pasa? Nosotros pateamos muchos tableros. Terminamos con muchos negocios: en la construcción, en Vialidad, en Lotería, en Invico. Las viviendas del Invico se repartían en los comités políticos. Esto no me lo puede negar nadie y te lo estoy diciendo en contra de aquellos con los que yo participaba como miembro de un partido político que era el autonomismo. Se repartían en los comités las viviendas y los cupos de construcción de viviendas no se licitaban. Los cupos de construcción de viviendas se entregaban: vos hacés 300, vos hacés 200, vos hacés 500. Eran 4 o 5 constructores que manejaban. Y nosotros abrimos la jugada y licitamos.

—Era una cartelización, digamos.

—Fue una cartelización. Contra eso luchamos y estos fueron los motivos por los cuales dijeron: “Nooo, a este tipo hay que liquidarlo. Si dejamos que sigan votando, va a seguir ganando”. Ganamos con el 73% cuando yo terminé mi gobierno. Yo gané la Capital con el 73%, cuando terminé la gobernación. Yo creo que eso fue un plebiscito electoral hacia un gobierno que a la gente le pareció que andaba bien.

—¿Se siente responsable de algo?

—No. Yo no gesté el 99. El 99, yo me voy a morir diciéndolo, fue un armado, un entramado político, utilizando de alguna manera a la gente que en ese momento no estaba cobrando sueldo ya durante dos meses en el gobierno de Pedro Braillard. Yo esto reconozco, entiendo que fue duro para la gente. Un momento de crisis muy pero muy grave porque ya se manifestó la crisis del 2001. Así que yo creo que se aprovechó una circunstancia complicada y en vez de colaborar para buscar una ayuda para la provincia, se buscó por el contrario profundizar los problemas y generar más problemas.

 

“A “Moto” Chiappe le hicieron la cama; le hizo la cama su propio partido”

Tato ¿qué pasó con Lázaro Chiappe? ¿Por qué renunció?
(Suspiro) Lázaro Chiappe, tengo el mejor de los conceptos de “Moto” Chiappe y seguimos siendo amigos. Yo creo que, en su momento, tal vez lo estoy diciendo por primera vez públicamente: a “Moto” le hicieron la cama. Le hizo la cama su propio partido.
“Moto” era un hombre que venía de la vicegobernación tomando poder dentro del Partido Liberal. Era un hombre razonable con el que se podía dialogar con absoluta tranquilidad. Y cuando yo modifico la Ley Previsional de la Provincia, eliminamos la Ley de Priviliegios. Es decir, en aquel momento un senador o un diputado podía jubilarse, terminado su mandato, pero podía ser reelecto después y cobraba la jubilación y la dieta. Eso se terminó. Eso en su momento generó un poco de enojo en el Partido Liberal y en “Moto” inclusive. Entonces, “Moto” amenaza con la renuncia.
Yo sabía por gente amiga dentro del Partido Liberal que le iban a aceptar la renuncia. Yo creo que nunca pensó que lo iban a desplazar. Pero la intención era desplazarlo para poner a “Pipi” Díaz Colodrero de presidente del Senado y como era presidente del Senado, quedarse a cargo de la vicegobernación. Y ahí empezó el problema: “Moto” se fue por eso; renunció y le aceptaron la renuncia. Se va y queda “Pipí”. (Nota del editor: Lázaro Alberto Chiappe renunció el 25 de marzo de 1995. Tras él se fue el Partido Liberal del gobierno. Fue el principio de la ruptura del Pacto, del que Romero Feris se fue en 1996 para fundar el Partido Nuevo).
Yo creo que eso está claro, ahí empezó el ’99. Es decir que lo desplazaron a “Moto” para tomar el lugar de “Moto”, porque con “Moto” teníamos un buen diálogo, había buen trato, nunca obstruyó, nunca generaba conflictos. Era un hombre que se manejaba prudentemente.
Ahí está una la clave. ¿Por qué se rompió el Pacto? ¿Y por qué dice que ahí empezó el ’99?
El Pacto no se rompe. El Pacto siguió, tanto siguió que fueron mis opositores más encarnizados en el final de mi gobierno. El Pacto, en realidad, no se rompe. Yo me voy del Pacto y formo el Partido Nuevo. Primero fue porque el Pacto se transformó en opositor, tanto autonomistas como liberales. Hay episodios y anécdotas que estaríamos todo el día hablando: pedidos de coimas y cosas raras que yo las denuncié en su momento, y que me costó el odio de las cúpulas. En realidad, mi enfrentamiento no fue con los partidos, fue con las cúpulas. Las cúpulas son las que no admitían, bajo ningún concepto, que alguien manejara el gobierno. El Pacto quería manejar el gobierno, pero cuando te digo manejar era: quería manejar el Invico; Lotería; Vialidad; querían constituir directorios afines para seguir con los manejos.
Y usted rompió esa lógica del Pacto.
No es que rompo la lógica, rompo una estructura que estaba enquistada en el poder y que usufructuaba el poder.

 

Notas al margen

El domingo 1 de mayo de 1994, en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa brinda un mensaje optimista, pero crítico con los legisladores que no asistieron. De hecho, dio el discurso, pero no inició la Asamblea por ausencia de legisladores peronistas y radicales. Allí habló de “producir el milagro de creer en nosotros mismos. Juntos lo lograremos”. Allí también se defendió: “Llaman autoritarismo a la acción”. Por lo tanto, “no se me pida que vaya despacio”, pidió.

El lunes 1 de mayo de 1995, en su segunda Asamblea, ya sin Chiappe a su lado, dijo: “Basta de privilegios odiosos”. En paralelo hizo reclamos a la Nación por la economía. En el plano político pidió “que se sumen a este modo de hacer por Corrientes”.

En la Asamblea del miércoles 1 de mayo de 1996 llamó a conciliar y pidió leyes necesarias. Habló de la construcción de escuelas, del récord de producción de arroz, de Corrientes como primera provincia forestal. Anunció las obras del Hospital Pediátrico y criticó la ausencia de los legisladores del Pacto, que ya no eran parte del gobierno. Luis María Díaz Colodrero abrió la reunión, pero se retiró luego del recinto.

La última Asamblea no ocurrió el jueves 1 de mayo de 1997 como debía. Fue, en realidad, un inédito mensaje sin Asamblea que se hizo en el Salón Amarillo de Casa de Gobierno. Sucedió que las autoridades no convocaron a los legisladores e impidieron el acceso del gobernador al recinto de sesiones. Fue un entente del Pacto con parte del justicialismo. En este contexto se recordó que fue presentado un petitorio para la reforma constitucional con 150.000 firmas, para habilitar la reelección. Romero Feris dijo, no obstante, que “el cambio es irreversible, pese a que las mayorías circunstanciales no me permiten hacerlo”. “Pero lideraré el cambio desde el puesto que el pueblo me confíe”.

Ya en la despedida, el martes 9 de diciembre de 1997 se inauguró el puente Santo Tomé-São Borja. Un día después Tato da su mensaje final: “Hemos hecho una auténtica revolución en paz. Conservo la conducción política y he de liderar la profundización del cambio”, anunció.

“Hemos derrotado todo lo que había que derrotar: la adversidad, los poderes confabulados, la inacción, los intereses creados, el clientelismo político, la indiferencia de los escépticos y el egoísmo de los perversos”, dijo para finalizar.

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Del cordero al guiso, la dieta del poder

 

(Domingo 15 de mayo de 2016) El recuerdo señorial de la oficina de la Intendencia desaparece ante la evidencia del despojo. El palacio que refaccionó “Tato” Romero Feris para gobernar con mayor comodidad (algunos dicen que no sólo la ciudad) y que conservaron los interventores, y después los intendentes Nora Nazar, Carlos Vignolo y Camau Espínola -ya con ligeros cambios-, mutó ahora a poco menos que un depósito.

La gran oficina en forma de “L” pintada de bordó y blanco que ocupa Fabián Roberto Ríos, dejó de ser un despacho. El escritorio de mando apila algunos obsequios recibidos, premios a entregar, banderines de la ciudad, papeles y vaya a saber cuántos olvidos. Un sillón de madera, primo hermano del estilo barroco español, pensado para el mandamás capitalino, descansa en soledad como un desocupado recostado sobre una pared. Detrás preside un cuadro de San Martín.

El living en el que se conversó gran parte de la política capitalina en las últimas dos décadas, compuesto por una mesa ratona y cuatro cuerpos de sofás de simil cuero rojo, se encuentran hoy menos que tirados, a un costado, a punto de tapar con polvo el recuerdo de sus viejas glorias.

El espacio que sobra lo ocupan una veintena de tótems alineados como soldados robóticos, listos para prestar el servicio de las consultas y recargas de las futuras tarjetas Sube con las que funcionaría el sistema de transporte público.

En el ambiente hay olor a humo. Fabián Ríos gobierna hoy en medio de cajas, máquinas multifunción, papeles, unos pocos libros y muchas carpetas con planillas apiladas en una mesa ovalada medio enclenque que siente el paso de los años, la ausencia de un carpintero y el peso de los brazos del Jefe comunal. Se mueve cada vez que el hombre se apoya.

Hay un televisor de Led justo enfrente de donde se sienta el ingeniero. No hay computadoras. Un simple vistazo bastaría para concluir que la oficina de la Intendencia es una zona de obra, como la que en este momento ocurre afuera, en la fachada, que por años fue poco menos que un sustrato para el capricho vegetal pariente de la desidia.

Una mirada más profunda desmiente la observación. Ríos es el líder de su propio gobierno digital. Ordena desde su iPad, aparato que está integrado a su iPhone y, todavía más, a su iWatch.

Envía mails-órdenes desde su tableta; controla el flujo informativo desde su teléfono; habla con la gente por ese mismo aparato y por un handy sigue las novedades de la gestión. Cuando lo opera parece un capataz visando el trabajo de un obrador del tamaño de una ciudad grande como Corrientes, que por si fuera poco está en proceso de crecimiento acelerado y a veces desordenado.

Ríos postea en Facebook, escribe en Twitter y revisa todo, a cada rato, desde su reloj. Un ejecutivo de estos tiempos que se ubica en las antípodas del Gobernador, que recién está en vías (lejanas) de abandonar las cavernas de la comunicación.

A la hora de la entrevista preside la mesa, en la cima de una montaña de papel, un libro de Roberto Chevalier: “Psicogénesis, psicología y psicoterapia”. Es un libro del año 1983, ajado, amarillento.

-No me digas que estás leyendo psicología…

-No, no… -dice y se ríe.

-¿No estarás queriendo interpretar la psique de Ricardo Colombi…?

-No, no, para nada. Además para eso haría falta una biblioteca.

 

***

Son las 15.25 del miércoles 11 de mayo. El Intendente trabaja con unos funcionarios y aprovecha el letargo siestero, el día gris y el fresco para recibir a un grupo de periodistas de El Litoral. Tiene listo un mate que él mismo ceba y no convida; un anotador de papel auspiciado por la Municipalidad de Corrientes que recuerda todo el tiempo que “lo nuestro es hacer”; una lapicera roller y un cenicero blanco, diminuto, que acepta las cenizas de los Marlboros con los que intenta relajarse.

A juzgar por el olor penetrante de la oficina, fuma seguido. La entrevista se extenderá por al menos 90 minutos. Fumará sólo un cigarrillo en ese tiempo. Lo prende justo cuando tiene que responder cuestiones políticas. Se retrae, piensa, calcula el riesgo y lanza, desdramatiza:

-¿Cómo es tu relación con Colombi?

-Mala. Y no quiero que sea buena sino equilibrada e institucional.

-¿Por qué creés que discrimina a Capital?

– No lo hace. Le importa demasiado Capital.

-Pero pasa siempre esto de las peleas. Se pueden enumerar…

-Está naturalizado que el Gobernador y el Intendente de Capital deben matarse.

-¿Por qué le molesta tanto que Nora Nazar presida la comisión de Poderes del Senado?

-No le pregunté.

-¿Es por el nombramiento de jueces?

-Mirá. A la senadora Nora Nazar le dije una regla de oro para mí: yo no me voy a sentar en la perra vida en una mesa de negociación política en la que se esté por hablar de la libertad de un hombre o una mujer.

-¿Y entonces?

-Si alguien tejió que ese lunes se habló de la cuestión de Tato y el Poder Judicial está totalmente equivocado.

 

***

Fabián Ríos reacciona cuando es llevado contra las cuerdas de la realidad: la prisión de Tato Romero Feris, que como siempre danza al son electoral; la feroz interna del PJ, que por feroz y por interna es casi una costumbre de vitalidad del partido de Perón; la deteriorada relación con el Gobierno provincial, que apela al torniquete financiero para disciplinar; las cuestiones lindantes a la reforma electoral en marcha y al sórdido avance de un proyecto reeleccionista que no se conjura, movido por el interés de perpetuidad de los padres y el vuelo bajo de los herederos. Todas cuestiones que se hablan desde hace tiempo pero que recobraron inusual vigor en el mundillo de la política luego del guiso carrero que Fabián Ríos cocinó para Ricardo Colombi la noche del lunes 2 de mayo.

El Intendente dijo que un mediador poco común acercó a las partes. Que hubo primero una llamada, después una conversación y un primer encuentro con don “Lalaca” que tuvo lugar el sábado 30 de abril. Hablaron unos minutos cuando caía el sol en la casa del mediador. No dijo quién fue. A los efectos de este relato puede decirse que fue el señor H. R. También doctor como Horacio Ricardo, pero otro.

-Quedamos en juntarnos el 3 de mayo, pero con el compromiso inicial de frenar las retenciones desde el lunes- aclara.

La comida se adelantó del 3 al 2 de mayo por cuestiones de agenda de uno de los comensales, que también, dicen, se destaca como chef. En total fueron 6 los que disfrutaron el menú en la residencia de Ríos: además del anfitrión estuvo Colombi, Sergio Flinta y Carlos Vignolo en un rincón; Rubén Pruyas y Nancy Sand en el otro, flanqueando al dueño de casa.

Entre bocado y bocado se fueron aclarando algunas cosas. Las consecuencias se sabrán con el tiempo, pero algunas, las que pueden reconocerse, ya salieron a la luz: hay una tregua en la pelea Provincia-Municipio y conversaciones varias.

-Dicen que se habló de la reforma electoral y de la Constitución…

-No se habló más que de cuestiones institucionales.

-Si se plantea la re-re, ¿qué harían ustedes?

-Si hay una necesidad de reforma, re-re, extensión de mandatos o lo que fuera, lo tendrá que plantear el oficialismo. Nosotros como oposición estamos obligados a debatir.

-Después del guiso, desde el punto de vista temporal, se encarceló a Tato Romero Feris.

-Sí.

-Legisladores del PJ emitieron un comunicado. ¿Vos qué pensás?

-Que hay un sector del Poder Judicial que actúa políticamente.

-Pero ahí al menos hay actores necesarios en dos partes…

-Y sí. Hay alguien que ordena y alguien que acata. Es una costumbre asumida como normal.

-¿Lo ves a Colombi dando esas órdenes?

-Yo no puedo citar quién es el que hace el ejercicio. Ahora, de que ocurre, ocurre. Podemos citar varios ejemplos.

 

***

Fabián Ríos hace una pausa y un racconto. Enumera una serie de situaciones en que la Justicia actuó y luego volvió sobre sus pasos. Justo en épocas electorales, casi como ahora, y siempre contra opositores. Mencionó el procesamiento de Camau Espínola, el de otro funcionario municipal, la prisión del secretario privado de un gobernador y la detención del propio Tato. Todas cuestiones que tienen puntos en común: parte de una misma Justicia y actores de un mismo gobierno.

No habla, pero con la mirada parece decir “saquen ustedes sus conclusiones”.

Parece mucho, pero la política es así muchas veces. Descarnada. Violenta. Da muchas vueltas en poco tiempo. Los políticos entienden el juego y lo juegan, y esa experiencia los convierte en teruterus perfectos: zancudos progenies de los andarríos que ponen sus huevos aquí y gritan allá para despistar a los predadores, mientras se alimentan en las riberas cenagosas o arenosas, por caso de la política.

 

***

La comida está presente en la historia institucional reciente de Corrientes. En sus primeras épocas Ricardo Colombi agasajaba a sus invitados con corderos asados ¡tan ricos! que consiguió una gobernabilidad ¡tan longeva!, al punto de destronar al mismísimo Pedro Ferré en la permanencia en el poder (aun teniendo un mandato menos que aquel gobernador de otros tiempos que donó su nombre a una silla con poderes magnéticos).

La mesa vuelve a servirse ahora. El menú parece más austero, pero por lo que se ve, muy rico en calorías. La receta es sencilla:

Cebolla. Morrón. Aceite (rehogo). Carne molida. Chorizo colorado (rehogo). Salsa de tomate. Sal y pimienta. Agua. Tubérculos a elección (papa, batata, mandioca). Condimentos a gusto. Fideos ídem.

-Pero que sea de fideos cinta de los gruesos… -ordenó Colombi cuando se despidió de la casa del señor H. R.

-Bueno, dale -dijo Ríos.

Era lo de menos después de haber logrado el cese momentáneo de una sangría coparticipable millonaria.

El lunes ese se reunieron a cenar: comieron y bebieron y hablaron. Fumaron y volvieron a hablar, satisfechos por el menú calórico y barato que no tiene el glamour del cordero asado, pero al parecer sí los mismos efectos en el entendimiento humano.

Fue tal vez una metáfora del ahorro en que ha caído la dieta de la política producto de la escalada de precios que no puede bajar y los ajustes que hace crecer Mauricio Macri. Ni los dos hombres más poderosos de la cuadra más poderosa de la provincia escapan a los efectos del desquicio inflacionario. En eso es democrática la economía.

 

http://www.ellitoral.com.ar/413613/Del-cordero-al-guiso-la-dieta-del-poder

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El poder y la política del torniquete

Romper acuerdos en Corrientes tiene sus consecuencias, y más si tu socio es del poder o aspira a serlo. Por el contrario, celebrar entendimientos es un acto tan curativo y pacificador que es capaz de juntar sin problemas el agua y el aceite, cosa que hasta hoy la química no pudo. Vigilando todo, cierto poder corporativo, inamovible, que es capaz de bajar pulgares recibiendo instrucciones por teléfono, desoyendo lo que han estudiado al sólo efecto de mullir con su genuflexión el sillón de los que mandan.
Para decirlo de otro modo. En los últimos 15 días, la política nacional y la correntina, que vienen alineando planetas, han roto y celebrado acuerdos. Las consecuencias fueron múltiples y de toda caladura, con heridos de toda laya. Tanto ha pasado, que algunos protagonistas de este juego sintieron escozor y hasta un poco de vértigo.
Aún hoy, poco se sabe de la raíz del descontento, pero lo cierto es que después del asado con postre vigilante en la casona de la calle Mendoza, el gobernador Ricardo Colombi y su ex par, Raúl Rolando Romero Feris, parecen caminar veredas opuestas.
Sucede que en poco más de un mes se ha pasado de un polo a otro sin escalas: de la posibilidad de teñir de naranja el gabinete radical, a la compra de más pintura verde, de esa semifosforescente con la que vienen coloreadas hasta los remedios de gentileza. Se pasó de la eventual firma de un indulto y de la consecuente rehabilitación política de Tato (que hoy ni siquiera integra el padrón electoral), a la confirmación de varias sentencias que dejan al otrora hombre fuerte del nuevismo casi casi con los dos pies dentro de la cárcel. Uno nunca lo sacó.
Aquí el primer interrogante, puesto que es difícil determinar -a juzgar por la historia judicial de una provincia como esta-, si los fallos del Superior Tribunal que dejan a Romero Feris en el limen del calabozo, obedecen a una cuestión estrictamente técnica, presionada por las partes litigantes, o si responde a un mandato aleccionador por el vaivén que vienen demostrando los votos nuevistas en la Legislatura, contados en la teoría como socios y que en virtud de ello (y del raleo de la UCR y sus aliados) resultan cruciales para cualquier aspiración del Gobierno.
Ricardo Colombi -vaya novedad- necesita los avales parlamentarios del Panu, pero últimamente no los tiene. Sin querer queriendo, entonces, el torniquete judicial se cerró sobre el pescuezo de su líder, más allá de los méritos, sobrados y probados, que hizo el hombre de las botas y el sobrero de corcho para padecer la situación que padece. Fuentes judiciales juran y perjuran que esto no es así.
Sostienen que la movida del Superior Tribunal de Justicia, primero ratificando la unificación de tres causas de Tato Romero Feris (que lo mantendrían 7 años y medio en estado de reclusión, pagando además un resarcimiento de más de 8 millones de pesos) y luego confirmando una sentencia por peculado contra él y Lucy Ortega, se ajusta a cuestiones estrictamente técnicas. “A nosotros nadie nos llamó”, dijo una fuente judicial.
Pues entonces es la “oportunidad”, ya que después de tantos años de freezer, surge cierta celeridad que parece revestida con enduidos de la política, aunque nunca pueda probarse, y en este punto nadie puede alegar torpeza de ingenuidad. Menos aún si se tiene en cuenta que tales expedientes contienen la inhabilitación perpetua de Romero Feris para hacer lo que más desea: reinventarse y conseguir el jubileo moral a través del voto popular. Justo lo que vociferó al levantar los platos de la mesa en la que convidó costilla y chorizo a Ricardo Colombi.
Sumado a ello, el oficialismo gobernante tomó las riendas de la Legislatura y rectificó, en 24 horas, el parate de la semana anterior fogoneado por un sector del peronismo que quiso imponer condiciones políticas y de poder, planteando en el mismo acto una suerte de desestabilización que el Gobierno no estuvo dispuesto a soportar.
Resignó los votos nuevistas, pero los canjeó por los de un pedazo de PJ y colocó a Tamandaré Ramírez Forte en la Secretaría de Comisiones de la Cámara baja, bloqueando con esa designación las aspiraciones de Rodolfo Martínez Llano de disponer de ese espacio (crucial por el manejo de información reservada de todo del proceso legislativo) para dejárselo a un depositario de su riñón partidario: Fabio Soto. Un día después, el Senado sancionó el Código Procesal Penal, con acompañamientos mayoritarios y las abstenciones de dos senadoras de apellido: Nora Nazar de Romero Feris y Carolina Martínez Llano.
Mientras todo esto ocurría, el diputado peronista Hugo Vallejos, desconocido por su propio bloque, y el mismísimo Ramírez Forte, festejaron el triunfo de su designación denunciando aprietes y el “resurgimiento de métodos extorsivos, al estilo clarinista”. Ligaron de ese modo a un sector de la prensa local a las prácticas con las que Héctor Magneto, CEO de Clarín, quiere someter al Gobierno nacional, según denuncia el kirchnerismo.
Hubo otros festejos, más privados, cuando el Senado sancionó el Código Procesal, puesto que el avance de este proyecto, largamente debatido, molestaba a cierto sector que era tenido en cuenta hasta que “derrapó”, según dijeron varios estrategas. Entonces llego la reprimenda: la sanción del código y a otra cosa. A llorar a la cruz mayor. La ultima palabra ahora la tiene Diputados.

Las señales
Pero las aguas no se mueven en una sola bahía. La semana que pasó, habilitó un proceso de reconversión política que sólo hace algunos meses parecía imposible. Ricardo Colombi, en Casa de Gobierno, recibió en su calidad de funcionario nacional a Carlos Mauricio Espínola, actual secretario de Deportes. Firmaron acuerdos, se sacaron fotos y hasta sonrieron. Dejaron atrás el pasado (lleno de porquerías que ambos se han tirado durante la campaña electoral que terminó en septiembre de 2013) y se dispusieron a mirar el futuro. En esa mesa del Salón Amarillo donde ocurrió el acto, se encontraron -observó alguien-, los dueños del 95% de los votos correntinos.
Casualidad o no, ambos dirigentes pusieron en marcha un plan que va más allá de los acuerdos de gestión, pues por encima de lo que pueda decirse formalmente, no puede soslayarse que la foto de Camau con Lalaca ocurrió días después de que el Superior Tribunal de Justicia, nada menos, exhortara a un juzgado a clausurar la instrucción de la causa del derrumbe del edificio de la calle San Martín, en el que murieron 8 obreros, desprocesando en el mismo acto al ex medallista olímpico y a varios de sus amigos funcionarios.
Algunos de ellos acompañaron al ex intendente al despacho de Colombi, donde después de la firma de los convenios platicaron de política. Trascendió por los medios que se habló de “articular” (vaya palabra) acciones en beneficio de los municipios, y buscar los caminos para encontrar canales de diálogo.
Lejos de todo esto aparece el actual intendente y titular del Partido Justicialista, Fabián Ríos, que tiene literalmente cuentas pendientes con Colombi y debe resolver asuntos internos con Espínola.
Ríos, lejos de la movida y asfixiado en su economía. Tato, solo y a pasos de las rejas. Los molestos, molestados y apretado el que aprieta. El hilván de la política que no cambia de objetivo: la domesticación del otro, por obediencia o compulsión.

El conflicto
Así las cosas, el devenir político de Corrientes advierte una certeza: nada es más sanguinario que uno de sus miembros amenazado en su gobernabilidad, en su libertad, en su patrimonio o en su poder. Se dispone a la refriega, pero abandona el juicio, como un perro cuando come.
Es trágicamente triste ver, en este contexto, la pelea de los peces gordos, porque se disputan lo propio, pero también la tajada de los ajenos por su irrefrenable conducta desmesurada, acaparadora. Víctima de esto, en las últimas dos semanas, fue (al menos) la institucionalidad.
Cayeron dos sesiones en la Legislatura; se expusieron los desencuentros, producto de acuerdos atados con alambre que empezaron a crujir; hubo reposicionamientos parlamentarios y mayorías ficticias que alentadas por diversos operativos, intentaron montar realidades paralelas; surgieron afirmaciones rápidamente desmentidas; pases de factura, denuncias varias y varias caídas de martillo. Todo lo peor de lo de siempre. Señores de las sombras que salen de día y se encandilan, quedando a tiro de escopeta, como las liebres y conejos; rápidos siempre, pero propensos a la parálisis por la luz.
Más o menos con los mismos actores, pero claramente sin cambios en las prácticas, la oficialidad vernácula abrió el escaparate que resguarda los sucesos de los ‘90, sin medir que esa acción revitaliza a los que eran y ya no son, a los que son pero no eran y a los que permanecen agazapados en sus rencores para practicar la venganza.
Reactualiza lo más dañino de las corporaciones siempre listas para arrodillarse ante el poder aún dilapidando curriculum en ese albur.
En síntesis, más de lo mismo: corrupción revocada con acuerdos que se descascaran por imperio de las traiciones, siempre a mano en los despachos palaciegos.

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