Diálogo mudo y a oscuras

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“Lo que no puedas ganar, empátalo.
Lo que no puedas empatar, enrédalo”.
25 de enero/ Los hijos de los días/ Eduardo Galeano

Desde hace tiempo, por no decir desde siempre, Corrientes asiste a una cadena de berrinches en clave de reproche político que mayoritariamente deja la culpa en la vereda del otro. Es ajeno el problema, la ignorancia, el error, la chiquilinada, el nervio.
Todos los sectores e incluso las personas, sobre todo las más connotadas, se sienten en condiciones de reclamar. Exigen las organizaciones, las iglesias, los gobiernos, los funcionarios e incluso la prensa.
En el idioma de la diplomacia se pide por el diálogo. Es ya un cliché de la política nacional: la de Balcarce 50, la de Salta y 25 de Mayo y también la de Salta y Mendoza, pero poco y nada se hace para conseguirlo. Se habla mucho, pero subordinado a las condiciones del monólogo.
Esta situación, entre otras de igual tenor y amplios niveles de hipocresía, lleva a la gente al hartazgo. Se cansan también los periodistas de mandar a decir eso del diálogo que bien saben que es puro verso, sin rima siquiera. Los demás, los que lo invocan siempre, parecen llevarse de maravillas con ese estado permanente de soliloquio falaz.

Allá
En concreto: ¿es creíble el Gobierno de la Nación cuando habla de diálogo y cierra las puertas de cualquier intercambio con los ajenos e incluso con los propios? El gobernador Scioli anda sabiendo de estas cosas.
¿Es democrático bajar línea casi en tono castrense, sin el derecho mínimo de tragar saliva? Hay una larga lista de anticlericales postrados ante el anillo de Francisco, creyentes de la repentina conversión presidencial.
¿Es “gorila” el disenso por el sólo hecho de plantear una mirada distinta? Esta respuesta queda a criterio de los compañeros.
El diálogo, aseguran los que saben, es un arte que hace mejores a los líderes.
¿Será que eso es posible en un Gobierno donde no está permitida otra charla más que la que mantiene la señora con su alter ego?
Sobran ejemplos para inferir que lo que podría verse como una plática puertas adentro de la Casa Rosada, no es más que una postura de obediencia debida.

Más acá
En Corrientes no pasa distinto. Pero aquí, a las dificultades comunicativas con el mundo exterior se suman las carencias que produce una deficiente interrelación política. Se creó entonces un gobierno defensivo: de los correligionarios más ambiciosos, de los socios que pierden la paciencia esperando el turno que no les llegará y de los adversarios que brotaron por estos pagos y en Buenos Aires. Ser la única provincia radical del país tiene sus costos (históricos), pero también sus beneficios (coyunturales).
Poder marcar el contraste es una ganancia, aunque más no sea desde el punto de vista del relato, ring dialéctico donde hoy se dirimen los diferendos.
De hecho, el devenir de estos días rememora pasajes de los gloriosos tiempos conservadores, que lideraron los destinos provinciales casi siempre, desde cuando la patria quiso ser nación. Una cita de la investigadora María del Mar Solis Carnicer es clara al respecto:
“En el discurso del vidalismo de esos años aparece claramente el enfrentamiento que se quiso hacer entre nación y provincia, contrastando sus realidades. De acuerdo a la óptica vidalista, la nación estaba desquiciada por la tiranía, mientras que Corrientes, gobernada por conservadores, era un ejemplo de progreso y desarrollo”.
Es una descripción política de los años del yrigoyenismo. Mandaba la UCR en casi todo el país. En Corrientes, el Vidal del Partido Autonomista, no sólo era amo y señor: era también uno de los máximos detractores regionales de don Hipólito.
Podría decirse siguiendo esa lógica transversal, que abona por igual el orgullo de autosuficiencia pero también un aislamiento sin sentido, y que pone a Corrientes necesariamente en la vereda opuesta a la del resto del país, que esta conceptualización de hace un siglo, bien puede leerse, fuera de su contexto, como una declaración de ayer, dicha por algún ministro desbocado, que los hay en el firmamento colombista.
En ese marco, ¿puede este Gobierno pedir gestos de civilidad cuando actúa atendiendo no más que la sabiduría del rebenque? ¿Está en condiciones de responder con su lomo lo que dice su boca? ¿Puede exigir intercambio de ideas cortando en el mismo acto todas las vías posibles de relación? Más se parece a una patota mercantil de la razón: si no la tiene la compra.

La otra cuadra
Capital tampoco es la excepción. Es el territorio donde se define gran parte de la contienda y es también la cuna del postulante que con alguna seriedad y muchos billetes prestados osa disputarle el poder al hombre fuerte de la provincia desde hace más de una década.
Esto, que en sí mismo es un mérito, termina subsumiéndose en la soberbia de los que se creen todopoderosos y ganadores, aun sin haber ganado, y que forman parte de una claque a sueldo que está para contraprestar aplausos más que pensamiento crítico.
También en la ciudad se sacraliza el diálogo, pero sólo en las condiciones que la ciudad quiere. Se detesta la vieja política, pero aplicando los mismos métodos. Se aborrece el pasado, hasta que se asocian con él. Se habla del otro en el discurso, pero en los hechos se aplican los números de la mayoría sin que importen los argumentos. Se sueña un lugar de ensueños para todos y todas, pero se actúa en función de la propia ambición, al mando de una realidad creada a medida.
Lo lamentable es que más allá de todo, tarde y temprano, la culpa será de la prensa, fundamental en su rol de estafeta, pero traidora en su rol de analista. Y no es una queja. Es parte de los riesgos que corre el periodismo al sinergiarse con el poder, cualquiera sea su origen y condición.

La puja
Resulta saludable, en todo caso, que la agenda de estos días (llena de cortes de luz y amenazas y deudas que aparecen como zancadillas a la estela de un fantasma) se muestre desnuda a la vista de todos. Todo el mundo ve cómo se diputan las poltronas en una provincia donde escasean las sillas, no sólo las mesas y lo que suele ponerse arriba en horas de la siesta y de la noche.
¿Será que no hay otra forma de confrontar electoralmente?
La fuerza, dicen, es el enemigo de las ideas. ¿Será este el caso?
Muchos partidos que conforman el menú electoral correntino ya muestran heridas y heridos, y ni siquiera abandonan la etapa de los escarceos internos. De hecho, todavía ni empieza la campaña “fuerte”, la que en su momento se llevó a Casco y hace unos años a González Moreno.
Esto es lo que vuelve mezquinos a los dirigentes, lo que los aleja de una realidad que se mide claramente en otros términos, no siempre en la timba hedonista de las encuestas.
Vivir en sociedad implica organizarse políticamente. Las partes, que son muchas, conforman el todo que se refleja a sí mismo. De ahí que es necesario asumir compromisos, primero personales y después colectivos, para mejorar entre todos. Si hay otro camino, no hay más que exponerlo. Los correntinos sabemos qué nos pasa cuando nos desconocemos entre nosotros. ¿Sabemos?

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About the author: Eduardo Ledesma

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