El mejor oficio del mundo

“El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad.”
Gabriel García Márquez

 

 

El periodismo es el mejor oficio del mundo. Lo dijo García Márquez y muchos compañeros en la profesión así lo creen, aún en las peores épocas. Aún en días como los actuales en que la indecencia pelea con la coherencia una definición en clave de sinónimo; en que la militancia disputa con la independencia nuevas formas de periodismo, como si fuera posible en esos términos; en momentos en que la descalificación desplaza a los argumentos y el mínimo reconocimiento de terceros es más bien una gestión interesada en busca de silencios o voces direccionadas.

Sucede ahora mismo. El Día del Periodista aparece como una celebración apoteótica de la hipocresía, primero porque siempre hay poco para festejar y segundo porque el mar de egos que inunda las costas de la corporación (para usar un término ciertamente vigente) nos hace malos anfitriones. Y al no ser capaces de encauzar y sostener el más mínimo respeto por un colectivo social como el periodístico, cedemos gratuitamente nuestros espacios. Entonces surgen los otros, los cientos de amos de ocasión que compran simpatías y compromisos con un par de chipacitos. Cinismo puro.

Cada 7 de junio recordamos a Moreno con una misa en la escuela que lleva su nombre y después, o antes, cenamos en el gremio. El resto de la semana nos hacemos del tiempo que no tenemos. La agenda nunca es más revisada para poder estar en la mayor cantidad de atracones de favor donde hay que escuchar incluso al depreciado porque se usa, es costumbre.

¿Alguien recuerda convite como el de los periodistas pero con enfermeros, bomberos, docentes, porteros, mecánicos o carpinteros?

Tal vez no sean “tan importantes” como los periodistas.

Lo cierto es que nosotros, dueños de la efímera verdad del momento, del día o de la historia, hasta que alguien la revise, no somos capaces de cuestionar en los hechos el por qué de los favores. Sí la veracidad de cualquier versión ciudadana que interrumpa el descanso del statu quo. Brindamos al abrigo del señorío pero le contamos las costillas a sus víctimas.

Nos olvidamos, en días como los de hoy, que la mayoría de nuestros celebrantes luchan el año entero para imponernos su verdad callando, a nosotros o a colegas.

No recordamos que algunos otros viven del diseño de los más variados métodos de censura, o de presiones de todo tipo, principalmente económicas, para hacer decir lo que conviene, antes de lo que se debe.

Días como los de hoy sientan las bases de un jubileo en el que muchos caemos, para luego, sumidos en una especie de insomnio conveniente, repitamos los discursos sin siquiera recurrir a una partitura. Recitamos de memoria, a veces sin necesidad, cierta melodía dominante (término si los hay), históricamente pretendida en tanto única.

No obstante, un día como el de hoy, tal vez sirva en el fondo también para algo. Puede que para debatir; para hacer las cuentas y tratar de ver si nuestros números pesan más en la columna del debe o en la del haber.

Es decir: ¿Sirve, un día como el de hoy, para preguntarnos por qué es mejor trabajar para un gobierno que para un medio? ¿Es posible que la obviedad de la razón del dinero se imponga, sin más, a las razones de la profesión? ¿Es posible que transitemos un cambio de formato, donde el escritorio sea suficiente verdad para trocarlo por la crónica desde el lugar de los hechos? ¿Es admisible que el periodismo de la gacetilla reemplace a uno de creación? ¿Podemos acceder a que el dato oficial niegue la más mínima investigación? ¿Somos capaces de permitir que la alienación programada desde los sectores encumbrados, del origen que fueran, sea suficiente calmante para el fuego de la preparación, de la superación permanente? ¿Es posible que después de desnudar todas estas falencias nos creamos elegidos?

El vale todo de estos días habilita primeros planos a triunfos fugaces y lo niega a cualquier crítica. De hecho, esto de la crítica nos convierte hoy, sin escalas, en estatales o corporativos, plato que se come sazonado con escraches de todo tipo, y embestidas de una violencia que desnuda el ADN de otros tiempos.

La discapacidad de la hora se ensaña con el oído más que con la boca. Escuchamos poco y, cual niño incontinente, nos decimos encima, todo el tiempo. Reproducimos discursos unidireccionales que en estas zonas andan teniendo dos propaladoras, y nos olvidamos de sus razones. No las cuestionamos. Quemamos, por tanto, la raíz de cualquier análisis.

En cambio, asumiendo cierta complicidad ignorante, muchos periodistas y medios nos adjudicamos un arbitraje ante el público al que le permitimos cualquier exceso. Ni siquiera nos hacemos cargo de decirlo con voz propia. Usamos a la gente (que también se dice encima) para abonar un discurso estigmatizante, discriminador, que convierte a la víctima en victimario de un sistema viciado, excluyente.

Cuando esto pasa, periodista y periodismo han dejado de mediar para convertirse en serviles re-productores de sentidos que no controlan.

“Es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional”, agrega García Márquez.

Tal vez, finalmente, sirva un día como el de hoy para reconocernos en el circo. ¿Nos veremos haciendo piruetas que además, por si fuera poco, otros copian, con tal de que la gente nos lea, nos siga, nos crea?

¿La vanidad que nos envuelve nos permitirá alguna vez hacer algún tipo de autocrítica seria, para que además de leernos, la gente nos tenga algo de compasión?

Ya no se trata de que nos sigan como a profetas. Se trata de que seamos dignos de recuperar nuestra propia dignidad, ultrajada por tanta hipocresía y servilismo idiota, producto de nuestro analfabetismo en el tratamiento de cuestiones clave de la cosa pública y de nuestra sumisión dolorosamente prostituta ante cualquier tipo de poder.

Por estas, y otras cosas, el periodismo seguirá siendo el mejor oficio del mundo. Porque permite, al menos, poder decirlo. Ojalá permita discutirlo.

Felicidades.

Carlos Gelmi: “El periodismo está confundido, tergiversado, ya no es lo que era”

 

 

 

 

Con Gustavo Lescano y Sebastián Bravo. Hace un tiempo fue protagonista de un episodio que lo alejó temporalmente de la Redacción. Su salud le impuso un paréntesis que se resiste a cumplir porque le cuesta, como le costaría a cualquiera quedarse en su casa a ver televisión después de haber entregado 55 años de su vida a una profesión en la que se generan los contenidos de los que habla la televisión.

Carlos Alberto Gelmi, el decano de El Litoral, a su vez medio decano de la región, accedió a esta entrevista para hablar, en las vísperas del Día del Periodista, que se conmemora el 7, de la actualidad de la profesión. Una charla sin tapujos donde la crudeza del contexto del oficio se ofrece a borbotones. Un punto de vista tras medio siglo de trayectoria.

¿Cuál sería su definición de periodismo y de periodista?

Se repite todos los años a esta altura del partido, y pese a todo el tiempo en que uno está en esta temática no se puede llegar nunca a ninguna conclusión. Primero, porque cada uno va a tener una definición porque depende de cómo le fue en la feria. Y segundo porque es indefinible.

¿Pero qué es ser periodista?

Si hace 55 años me hubieran preguntado habría dicho la misma respuesta que ahora, es decir, por lo menos mostraría coherencia: diría no sé. Nadie me puede discutir porque eso es una cosa totalmente privativa de mi criterio, de mi forma de pensar que seguramente va a disentir de cada uno de los que me están escuchando que están queriendo interpretar mi pensamiento y nadie me va a poder discutir.

Eso es como la mamá: mi mamá es la más linda del mundo y la más buena. Eso es periodismo. Ahora, qué es ser periodista, eso es mucho mas difícil de definir, porque periodista puede ser cualquier persona que trabaja en un periódico o diario. Eso es ser periodista. Ahora, ¿se desempeña bien como periodista? Ahí está el asunto. Hay muchísima gente que no tiene la oportunidad de desempeñarse en un medio y sin embargo es buen periodista y no lo sabe.

Entonces, ¿hay una forma de hacer periodismo que puede ser distinta de la del periodista?

¡Sí! Sí, esa persona humilde, anónima, valiosa, los hacedores sociales, esos personajes que trabajan en los barrios y que a veces nosotros le negamos protagonismo, que están olvidados, a los que llamás por teléfono para preguntarle sobre los problemas de su barrio y te hacen una descripción increíble que nadie lo puede hacer tan bien como él, como ella. Esa persona es un periodista porque lo ha captado, lo ha vivido, lo ha interpretado. Es capaz de traducirlo y de interpretarlo. Y sobre todo transmitirlo, hacerlo entender.

En ese marco, ¿usted cree que hay categorías de periodistas, o está primero el periodista y después el medio y sus categorías?

Sí, al final, en el fondo, pero cada vez menos. Es la calidad que está oculta, que está tan desvalorizada, que se nota muy poco. Es decir, ahora por ejemplo, qué es lo que más se cotiza por imperio de la televisión: la imagen. Es muy difícil encontrar que triunfe en la televisión una chica que no sea bonita. Es más fácil que triunfe una mediocre pero que sea bonita. O un muchacho con buena pinta. Se privilegia la imagen sobre la personalidad, sobre la calidad. Pero la calidad al final se impone.

Igual, aflige un poco que a 55 años de trayectoria no tenga una definición de la profesión. Es decir, ¿a qué se debe esa negativa, ese no sé en cuanto a la definición?

Porque no creo que haya una persona que pueda decir “este es periodista”, es muy difícil. Por lo menos yo no la tengo, es como una vocación, es como cuando te dicen: hace 55 años que estás haciendo periodismo, entonces esa fue la vocación de tu vida. Y yo no sé si fue la vocación de mi vida. Lo único que sé es que siempre me gustó leer, escribir. Pero a mí, hace 55 años, me llegó un momento crucial: tenía que trabajar para comer. La opción en ese momento se dio en una redacción, en el diario La Provincia, que fue antecesor de este diario. Y bueno, entré y nunca más salí, se convirtió en mi vocación, se me metió el veneno en las venas y no pude salir. Pero qué habría pasado si en vez de meterme en la jaula de una redacción me hubiera metido detrás de un mostrador de una tienda. Hoy hubiera sido vendedor de telas, de zapatos. No hay una vocación original, una vocación nueva.

¿Fue casualidad o causalidad, finalmente?

Pudo haber sido las dos cosas. Yo hice mucha fuerza porque me gustaba, y no hice ningún esfuerzo para salir de esta tortura porque vos viste que los periodistas tenemos una característica también, siempre estamos protestando: que para qué me metí; que si puedo salir de esto me voy a meter en otra cosa. Si yo pudiera cambiar de profesión cambio, pero siempre vamos por lo mismo. Y así nos pasamos la vida. Es uno de los presupuestos esenciales del periodista: protestar y protestar, pero siempre aferrado a lo mismo.

Bueno, pero ahí está un concepto: la necesidad de protestar, la profesión es eso…

Sí, por supuesto.

Tratar de cambiar algo…

Sí, así como criticar, nosotros no estamos para aplaudir, no vamos a poner hacer una nota elogiosa para un médico que hizo una operación, salvo que esa operación sea excepcional, porque sino, ¿para qué está el médico? Nosotros estamos y siempre nos quejamos.

¿Es una protesta por la falta de reconocimiento, por trabajar hasta los días en que todo el mundo descansa?

Sí, pero también tenemos que tener en cuenta los privilegios que tenemos y que muchas veces nos echan en cara y nosotros lo dejamos pasar y miramos para el techo haciéndonos los distraídos. Nosotros tenemos muchos privilegios, por el solo hecho de ser periodistas; tenemos acceso a muchos lugares que otros no tienen, reuniones por ejemplo, donde va gente importante.

No me estoy refiriendo solamente a un ágape especial, cosa por la cual somos muy criticados y con mucha razón, porque tenemos una fama tremenda de ser grandes consumidores de sándwiches y otros bocaditos gratuitos.

¿Y cómo ve la profesión hoy?

Totalmente confundida, tergiversada, ha dejado de ser la profesión que era. No estoy haciendo la comparación en cuanto a su calidad, sino a los límites de su actividad. Está metida en cosas en que no tiene que estar metida y está ajena de cosas en las cuales debería estar metida.

Está tremendamente politizada y ha llevado a esa guerra de canibalismo entre el Gobierno y las empresas Clarín y La Nación. No sé quién tiene la razón, tal vez los dos tengan un poco cada uno, pero seguramente sean más las culpas. Así que eso que lo arreglen entre ellos pero sin mezclar a la gente.

Ni siquiera le echo la culpa a ambos sectores, sino a nuestros colegas que se dejan utilizar, que son personas inteligentes pero son lamentablemente aprovechadores de una circunstancia en las que buscan un beneficio muy especial, por lo menos circunstancial.

¿Cree que esa pelea Clarín-Gobierno se los llevó puestos a los periodistas?

Sí. A muchos se los llevó y otros se dejaron llevar. Pero no sé, ni me atrevo a pensar los costos. Cada uno tendrá su costo estampado en el orillo. Inclusive es fácil dar nombre: cuánto debe cobrar Víctor Hugo Morales para hacer esa campaña que está haciendo. Pero hay otros, como Mariano Grondona. Todos los cuestionamientos o todos los halagos que podés decir de Grondona tienen vigencia siempre. No cambió ayer ni va a cambiar mañana, no. Pero hay otros que cambian de ayer para hoy y según cómo viene. Si alguien del gobierno le hace un guiño no tiene problemas de cambiarlo. Como dijeron alguna vez: “Bueno, yo tengo mis principios, pero si no les gusta lo podemos cambiar”.

Usted fue en su momento editor de Clarín. ¿Qué siente hoy con este conflicto?

Eran tiempos totalmente diferentes. Esto es como decir la selección nacional con Messi, o la selección nacional con Labruna. Son diferentes.

¿Hoy proliferan más las operaciones de prensa o bien se puede notar más por la mayor cantidad de medios que hay?

Sí, hoy se nota mucho más porque ahora se mueve más dinero. En mi época (lo digo tocando de oído, porque de una de las cosas que me jacto es de que nunca me mezclé con la basura), se movía mucho dinero, pero ahora se mueve muchísimo más. En aquella época era, digamos, dinero barato: beneficiarte con un viaje, incluirte en una comitiva que viajaba a un determinado lugar, unas vacaciones pagas. Ahora es una cosa de fábula. Toda una familia empleada… Además, con un descaro sin rubor. Antes si se decía “fulano trabaja para tal partido, para tal gobierno”, uno no salía a la calle. Ahora se jactan, llevan una cucarda en el pecho.

Pese a esta descripción tan desalentadora, ¿cómo hacemos para preservar al periodismo?

Es que no hubo cuestionamiento. Nosotros vivimos pidiendo a los partidos políticos que hagan una autocrítica. ¿Y nosotros cuándo hicimos eso? Por qué tenemos que llegar a esta pelea de que un medio sea hoy de fulano y mañana es de otro, pero resulta que en los papeles aparece un tercero siendo el dueño. Acá hay medios que no sabemos de quiénes son.

¿Y esta pelea Clarín-Gobierno? No es una forma de autocrítica, de cuestionar al periodismo?

No, porque ellos no se cuestionan.

Pero la pelea deja al descubierto todo esto que estamos hablando y en definitiva la gente puede llegar a sacar sus conclusiones…

Sí, por supuesto que sí. Yo por ejemplo trabajé 16 o 17 años en Clarín, pero jamás supe que había acciones metidas en la TV; y hoy resulta que tiene 210 estaciones de cable, inmobiliarias, pilas de cosas. Si a vos te dicen “esto es El Litoral”, vinculás todo lo que así se llama; pero si se llama Pirulo no lo vinculás. Al final, todo parece que es para cambiar el collar pero es el mismo perro. Porque quieren destruir el monopolio de Clarín y La Nación para hacer el monopolio del Gobierno. Qué garantías tengo de que no será así.

En medio de esta disputa, ¿el periodista que hoy comienza tiene mejores perspectivas de encauzar su profesión?

No, siempre va a ser igual. Acá hay una relación empresa-empleado y así será, igual. Esa discusión sobre de “no hay libertad de prensa, sino de empresa”, siempre va a existir. Además, se puede plantear como propiedad privada.

Y los periodistas ¿tienen propiedad sobre algo?

No. Tienen los derechos que marca la ley sobre su estabilidad de empleo y nada más.

¿Y sobre su creación intelectual?

Bueno, sobre eso sí. Pero dónde la publicás. Si yo empresa te digo “no, esto no va”, por más que vaya con tu firma…

Entonces cómo hace el medio, ante este escenario, para generar cierta confianza con la gente, ¿falta autocrítica solamente o también decir cuáles son los intereses que te mueven?

Y, cumplir sus enunciados fijados como misión desde su fundación como medio, su rol social. Sin embargo, nadie controla que se cumplan esos objetivos fundacionales. Hay un descontrol absoluto. Hay diarios que podrían considerarse clandestinos y se venden en el kiosco de la esquina. La gran falla, por ejemplo, es que no tienen editor responsable.

¿Cuál sería, entonces, la principal motivación o misión del periodista?

Tenemos que ser sinceros: la principal es ganar el sueldo, sino no trabajarías de periodista. Hay una realidad cruda, que sangra a borbotones y es que mucha gente está dejando el periodismo por la función pública. Porque en la función pública trabaja mucho menos y gana mucho más. Y allí nadie le pide que rinda cuentas sobre su forma de pensar y cada dos años hay elecciones y cambia la forma de pensar.

¿Qué está planteando: un medio despersonalizado, que demuestre cuál es el atril desde el que habla y haga un pacto con el lector sin camuflar ideología, posicionamiento político?

Todo lo que digamos sobre eso, es inútil. Lo que pasa es que nosotros, los periodistas, creemos que los lectores son tontos, que los engrupimos, que lo que decimos ellos creen. Pero en la mayoría de las veces, el lector nos engrupe. Lo que pasa es que los periodistas somos como los artistas, somos vanidosos, egoístas, orgullosos. Que te feliciten nadie rechaza, lo malo es que te la creas, que te engrupas. Y el lector no es tonto, de ninguna manera.

¿Usted cree que el medio es el mensaje?

Sí, yo creo que es así.

Y si tuviera que empezar de nuevo ¿qué haría?

Y por ahí me empleo en una tienda. (Hay una escapatoria: haría lo mismo pero mejor).

 

Versión local

¿Cómo ve el periodismo de Corrientes hoy?

Que como mensaje no existe. Mientras siga vigente la situación económica general, y ahí involucro fundamentalmente el sustento económico del empresario periodístico, va a seguir siendo así. No se puede vivir pendiente de los humores de los funcionarios. Es diferente en Buenos Aires, donde hay fortaleza económica. Acá no tenemos absolutamente nada dónde rebuscarse. Al contrario, te castigan. Además, en ese sustento económico no sólo está el dinero que entra sino también está en una columna principal el dinero que debés.

Entonces, ¿somos presa del discurso único?

Exacto.

¿Cómo se resiste?

El día que descubramos eso, somos Clarín o La Nación.

 

La era digital

¿Qué suma o qué resta Internet en el periodismo?

Internet es lo mejor que hay. Hay esos cuestionarios en que se pregunta cuál es el hecho más importante de la historia. Y dicen el descubrimiento de la penicilina, el trasplante de corazón, la llegada del Hombre a la Luna, el descubrimiento de América. No, es Internet, no hay nada superior.

Y en el periodismo también, es el que más se beneficia por la inmediatez, pero es una partecita. Es una máquina de fabricar novedades. De la historia que viví yo, es una evolución de novela.

Y en el caso del periodismo, ¿hay una mayor variedad o una unificación más amplia? ¿Democratiza el mensaje o es una propaladora del discurso único?

Y eso lo tenemos que ver sobre la marcha. A ver si no es el Gran Hermano.

Eduardo Zacarías: “Sos creíble: fue lo mejor que me dijeron alguna vez”

Dice que la atención no es justamente una de sus virtudes. Tal vez por eso olvidó responder algunas preguntas. De todas maneras, quien se muestra hoy a través del cuestionario Proust, todos lo saben, vive de preguntar, no de lo otro. Hoy andaremos el mundo de Eduardo Zacarías, reconocido conductor y periodista correntino, amante de la vida, de su familia y de sus hijos, de los buenos platos y la mejor música; desde hace años la cara del noticiero de Cablevisión.

Cuál es tu principal cualidad espiritual?
La sencillez.
¿Qué parte de tu físico te gusta?
El esternón.
¿Cuál es tu sueño dorado?
Cantar afinando.
¿Cuál es tu mayor triunfo?
Ser padre.
¿Quién quisieras ser?
El que hacía los efectos de los radioteatros.
¿Cuál es tu color preferido?
El rojo.
¿La flor que más te gusta?
La flor de lapacho.
¿El pájaro que prefieres?
El loro barranquero.
¿Cuáles son tus escritores de cabecera?
Eduardo Galeano, García Márquez, Julio Verne.
¿Tus músicos predilectos?
Mc Cartney, P. Collins, L. Gieco y algunos chamamaceros.
¿Qué amas de la vida?
Los hijos y la celebración de la vida.
¿Tus personajes históricos?
San Martín y Belgrano
¿Y el hecho histórico que más te impresiona?
El rechazo a las invasiones inglesas.
¿Hay un proverbio que te gusta recordar?
“La vida es lo que pasa mientras hacés otra cosa, que no se te pase”, de Lennon.
¿Dónde te gustaría vivir con su familia?
Cerca del mar.
¿Por cuáles errores tenés mayor indulgencia?
Por los que se cometen por ignorancia.
¿Cuáles son tus héroes de novela?
Edmond Dantés (“El Conde de Montecristo”), Aureliano Buen Día, Sancho Panza.
¿Quién es tu personaje histórico favorito?
José de San Martín
¿Tus héroes en el cine?
Eliott Ness, Wazouzky (Monsters Inc), los de Clint Eastwood, Marty Mc Fly (Volver al futuro).
¿Tus héroes de la vida real?
Los bomberos, los voluntarios de la Cruz Roja, los enfermeros.
¿Qué cualidad prefieres en el hombre?
El del buen asador.
¿Qué cualidad prefieres en la mujer?
La sensualidad… en un buen plato.
¿Cuál es tu virtud favorita?
Saber escuchar.
¿Tu ocupación favorita?
La ceremonia de escuchar música
¿Qué personaje hubieras querido ser?
Felipe, para ser amigo de Mafalda.
¿Cuál es el rasgo principal de tu carácter?
Ser distraído.
¿Tu película favorita?
El Golpe, El Padrino.
¿Cuál es tu libro favorito?
“El mundo ha vivido equivocado”, de Fontanarrosa.
¿Cuál es el libro que menos te ha gustado?
“El libro de las zonceras”, de Aníbal Fernández (sólo leí diez páginas).
¿Cuál es el nombre que más te gusta?
Menina, el de mi perra.
¿Cuál es el personaje más malo de la historia?
Adolf Hitler.
¿Cuál es la noticia más emocionante que has escuchado?
“Vas a ser papá”.
¿De qué te arrepentís?
De no haberme capacitado más.
¿Cuál es tu más íntimo secreto?
Es tan secreto…
¿Cuál es tu mayor virtud?
La honestidad
¿Cuál es tu mayor defecto?
Ser rencoroso (no me mandes al diván)…
¿Qué es lo que más aprecias en tus amigos?
Lo que trae regocijo a los ojos y al alma.
¿Cuál sería tu definición de belleza?
Difícil de definir.
¿Y de inteligencia?
Lo que hace que uno abra los ojos más grandes, y que preste más atención.
¿Tu definición de amor?
Ese bichito que pica y que…
¿Y la de éxito?
Cuando te llaman personas que nunca te llamaron.
¿Qué sitio del mundo quisieras conocer?
Liverpool, The cavern, Penny lane.
¿En qué época y lugar te hubiese gustado vivir?
En la antigüedad, en el palacio de algún César, en Roma.
¿Qué es lo mejor que hiciste para ayudar a alguien?
Enseñar a caminar a mis hijos.
¿Cuál es el mejor regalo que te han dado?
El primer Wincofón.
¿Cuál sería el mejor regalo que podrías dar a alguien?
Mis ganas, mi amor, mi tiempo.
¿Qué es lo mejor que te han dicho?
“Sos creíble”.
¿Qué es lo mejor que le dijiste a alguien?
Gracias.

Luis Moulin: “Celebro los pequeños triunfos cotidianos de ir en contra del ego”

Es músico, cantautor y productor multimedia. Tiene 36 años y está casado con Belén Belcastro. Tiene dos hijos: Abril de 11 años y Bautista de 8. Durante 25 años fue vocalista de Los Alonsitos.
Ahora es socio creativo de El Molino, productora de contenidos para radio y TV. Es conductor de “Algo en común”, programa de entrevistas que se emite actualmente en el 5TV. Es productor y conductor del programa “En buenas manos”, de Radio Sudamericana, que va de lunes a viernes de 12,30 a 14. Actualmente, además, está desarrollando un repertorio y show de regreso a la música y escenarios en su nuevo rol de solista. Hoy, Luis Moulin responde las preguntas de El Litoral.
¿Cuál es tu principal cualidad espiritual?
¡La Fe! Como condición primaria básica fundamental.
¿Qué parte de tu físico considera la mejor?
Los ojos quizás, de los cuales no poseo mérito alguno.
¿Cuál es tu sueño dorado?
Mi sueño es crecer junto a Belén y mis hijos, llenos de amor, alegría y salud.
¿Cuál es tu mayor triunfo?
Celebro los pequeños triunfos cotidianos de ir en contra del ego y poder ser en y con mi prójimo.
¿Quién quisieras ser?
Un gesto, una palabra oportuna, una llama cálida y generosa, un buen sentimiento, el sabor de un amigo, ser a partir de lo que voy dejando al andar.
¿Cuál es tu color preferido?
Me llena el corazón el celeste cielo que muere azul de noche.
¿La flor que más te gusta?
El irupé.
¿Tu pájaro preferido?
Una garza en vuelo.
¿Tus escritores de cabecera?
Con un gusto bastante ecléctico puedo pasar de Julián Zini a Wayne Dyer, de Horacio Quiroga a Deepak Chopra, de Jorge Amado a Eckhart Tolle. ¿Podrán ellos convivir juntos?
¿Cuáles son tus músicos predilectos?
También viene de mboyeré la cosa: Raúl Barboza, Avelino Flores, Tilo Escobar, Sting, Pedro Aznar, Salvador Miqueri, Joan Manuel Serrat, todos para un cierre de Mburucuyá.
¿A cuáles personajes históricos admirás más?
Me maravillo con el Cristo hombre, y por estas pampas nuestro correntino San Martín, dos cojonudos tremendos.
¿Cuál es el hecho histórico que más te impresiona?
Jesús con la revolución del amor y su mensaje.
¿Hay un proverbio que te guste especialmente?
Dos: “Haz lo grande mientras todavía sea pequeño”; “La gracia de Dios no te lleva donde su gracia no te proteja”.
¿Dónde te gustaría vivir con tu familia?
¡En Corrientes sin dudas! Lo más cerca posible de sus paisajes.
¿Quiénes son tus héroes favoritos en el cine?
¡Indiana Jones!
¿En la vida real?
Los que sin bombos ni platillos rebosan de ganas de vivir, los que vencen sus miedos, los que sin necesidad de decirlo te muestran que todo es posible y se conectan naturalmente con la vida. Nombres: Zachary Halfon, Julián Zini, Nené Castresana.
¿Qué cualidad prefieres en el hombre?
Su capacidad de aprender y la nobleza de amar.
¿Qué cualidad prefieres en la mujer?
¡Ese sentido extra que tienen que las conecta con los sentimientos y el amor incondicional en banda ancha!
¿Cuál es tu virtud favorita?
La nobleza.
¿Tu ocupación favorita?
Cualquier actividad creativa. La escritura y la composición.
¿Qué personaje hubieras querido ser?
Andrés Guacurarí.
¿Cuál es el rasgo principal de tu carácter?
El respeto y el aprendizaje.
¿Tu película favorita?
Cinema Paradiso, ¡música e imagen en plena comunión!
¿Cuál es tu libro favorito?
El profeta, de K. Gibran.
¿Cuál es el momento de tu vida que más recordás?
El nacimiento de mis hijos.
¿Qué es lo mejor que hiciste en tu vida?
Ser agradecido por todo.
¿Cuál es tu más íntimo secreto?
Jajaja. Otro día te lo cuento, total muere acá ¿no?
¿Cuál es el animal con el que te identificás?
El caballo, lo veo como noble y con mucha fuerza (ojo, también soy caballo para jugar al fútbol, noble también, jaja).
¿Cuál es tu mayor defecto de personalidad?
En mis ganas de ver todo maravilloso por ahí me paso de optimista a mágico.
¿Qué es lo que más aprecias en tus amigos?
La fidelidad del vínculo y los consejos que te sacan de la comodidad.
¿Cuál sería tu definición de inteligencia?
Es el modo que tenemos de aprender y trascender. Ensayo y error en el juego de la vida.
¿Cuál sería tu definición de amor?
Primer y último aliento de vida, motor de los siglos y esperanza de existir.
¿Tu definición de éxito?
¡Que no le hagan bigotes a la foto de tu lápida! Que le enciendan una vela, recen y ofrenden una flor en tu memoria.
¿Cómo te definirías?
¡Un tipo con unas ganas de ser mejor tremendamente incontenibles y contagiosas! ¡Un optimista del gol!
¿Qué sitio del mundo quisieras conocer?
Cuando era niño quería entrar a la radio de mi abuelo a ver donde vivían los hombrecitos que tan bien hablan desde adentro. Hoy quisiera conocer ese pequeño lugar del mundo que todavía nadie ha pisado.
¿Qué es lo mejor que te han dicho?
Yo pensé que morirías siendo un pelotudo importante, pero qué bien te veo hoy, ¡se nota que tenés huevos! Jajaja ¡ojalá se mantenga la tendencia!
¿Qué es lo mejor que le dijiste a alguien?
Perdoname.

Javier Darío Restrepo, periodismo y pasión

El periodismo es, para el escritor e intelectual colombiano Javier Darío Restrepo, una verdadera pasión: algo que arde en el alma y en la mente de la persona que sólo encuentra sosiego en la búsqueda de la verdad y en su comunicación.

En esta obra que compila respuestas a preguntas formuladas por jóvenes profesionales o estudiantes de comunicación social de todo el continente latinoamericano, Restrepo analiza tanto la responsabilidad o la credibilidad del periodista como el sensacionalismo, la seriedad de las fuentes de información, las presiones de la política y de la publicidad. Pero hay un acento particular puesto en la reflexión sobre la ética profesional, reflexión que surge de su pensamiento y de su rigurosa formación académica, como también de la experiencia personal: lo que convierte a este libro en un testimonio y en un legado de singular valía.

Es una fuente de consulta permanente. Aunque a veces agobia un poco ese deber ser que, comparado con nuestras realidades -en el NEA, en Argentina, en el continente-, está a años luz de distancia. Vale la pena el intento, de todas maneras.

Periodismo de calidad: debates y desafíos

Sobre este libro, esto escribió Javier Darío Restrepo, maestro de periodistas, de la Fundación para el Nuevo Periodismo.

Ética y calidad periodística son gemelos, nacidos en la misma cuna. Siempre que uno encuentra un buen trabajo periodístico descubre que allí se entrelazan en una unidad indisoluble, la ética y la técnica. No sucede lo mismo con otros productos industriales, cuya calidad es medible con la ayuda de estándares internacionales y de los mecanismos de evaluación que utilizan los expertos en mercadeo.

En la calidad periodística intervienen intangibles de difícil cuantificación que se relacionan más con las actitudes que con las habilidades, aunque éstas hacen parte de los exigentes requerimientos de la actitud de servicio eficaz y de la responsabilidad para con la sociedad.

Por eso, cuando se habla de ética es forzoso que se esté aludiendo a la calidad y viceversa. Los periodistas argentinos que mantuvieron en los tres años anteriores una activa reflexión de los asuntos éticos de la profesión, no han tenido que cambiar de registro para concentrarse ahora en el tema de la calidad periodística. Ética y calidad son dos temas que se exigen mutuamente hasta el punto de que el uno podría quedar incompleto sin el otro.

Y si se piensa que la fuerza o debilidad de la democracia en nuestros países tienen una relación directa con la calidad del periodismo, es forzoso entender que la calidad, animada por la ética profesional, adquiere la categoría de necesidad urgente e inaplazable.