Colombi, el espía espiado

 

Una versión desusada de Ricardo Colombi fue el jueves a radio Mitre Corrientes, al programa de María Mercedes Vázquez. Versión descontracturada, jocosa, con ínfulas de espía. Un Colombi disfrazado de vigilante. De lobo solitario. De elemento activo de algún servicio de inteligencia, o algo por el estilo, que se reporta a sí mismo.
Esa versión risueña de Colombi, más parecido a un actor de reparto divorciado de su oficio, exageró su sorpresa por la vista que ofrecen los ventanales de la emisora ubicada en la esquina de las calles La Rioja e Yrigoyen (en diagonal al edificio del diario El Litoral), e interpretó una suerte de fruición sobre el espionaje, aunque su personaje (malo) no pudo esconder al menos dos de sus obsesiones verdaderas: el control y el diario El Litoral.

—¿Qué tal Ricardo Colombi? ¿Cómo te va?— empezó María Mercedes.
—Bien. ¿Cómo te sentís en tu nueva casa?
—Bien. ¿Te gusta?
—Sí, porque se observa todo desde acá. Se controla bien (…) Realmente muy lindo lugar…
—¿Te gusta?
—Me gusta. Muy buena imagen. Se observa todo y se controla todo desde acá. Más que Barreiro…
—(Risas). Empezó…
—Se controla más que Barreiro desde acá— insistió, y de ese modo dio cuenta de la situación que se hizo pública en la semana.
¿Cuál? La que sostiene que el espía Hugo Rolando Barreiro declaró ante el juez Alejo Ramos Padilla que la organización de espionaje ilegal, inorgánica de la Agencia Federal de Inteligencia, hizo “trabajos” para el senador Carlos Mauricio Espínola. Según trascendió, el espía/arrepentido le dijo al magistrado que las operaciones se realizaron contra el ex gobernador Ricardo Colombi, y contra el actual gobernador, Gustavo Valdés. Barreiro relató además que participó de una reunión con D’Alessio y Espínola en la que el grupo del falso abogado le vendió teléfonos israelíes al senador. Se supone que no eran para hablar con Santiago Lange.
“Camau” desmintió todo: dijo que no espía a nadie y que con “Santi” habla por WhatsApp desde el celular de siempre, pero parece que sí se reunió con D’Alessio. No quería decirle que “no” quería sus servicios por teléfono.
Valdés, en tanto, dijo que no tiene nada que esconder.
Y Colombi hace chistes, sin inmutarse demasiado.
—Escuchá— ordena la conductora, tratando de retomar el hilo de la entrevista, pero Colombi tenía otros planes.
—¿Qué es lo que está enfrente?— preguntó el ex intendente de Mercedes.
—¿Usted se siente observado? Es el diario El Litoral— acotan Juan Manuel Laprovitta y Horacio Ramírez Verdaguer.
—Ah, pero observás bien, quien entra, quien sale.
—Todo (se ve desde acá).
—Quien escribe, quien no escribe. Los editoriales. Cómo hacen…
—Todo.
—Qué dicen, qué no dicen. La verdad, se controla todo. Mirá vos, no conocía— le dijo a sus interlocutores, y se rió, golpeando el palmar de su extremidad superior derecha contra el dorsal de su extremidad izquierda. El popular “peté por la mano”, uno de sus recurrentes fetiches.

***
Después, más de lo mismo. Cuando Vázquez logró encauzar la entrevista, sólo enganchó la versión “normal” de Colombi.
¿Cuál es?
El Colombi que habla de escuchas y operaciones de inteligencia ilegales como algo natural de la política. El que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. El que habla de las aspiraciones radicales y exige compartir el poder con Mauricio Macri…
¿Como acá en Corrientes?
Por supuesto. O alguien pone en duda que el radicalismo comparte el gobierno con sus socios.
¿En serio?
Por supuesto. Trabajo en equipo. La escudería perfecta en la que el ex chacarerito del paiubre es el piloto y el resto (partidos -sellos de goma- y dirigentes) los que cambian las cubiertas.
¿Eso dijo Colombi?
Por supuesto que no. Eso dicen sus socios, pero en secreto, porque no se animan a decírselo en la cara.
***

Lo que sí dijo Colombi en radio Mitre es que quiere reformar el Código Electoral provincial. Sostuvo que es “necesario”. (Y nunca es tarde cuando la dicha es buena: vio la urgencia ahora que es legislador, pues no tuvo tiempo de verla en sus 12 años de gobierno).
Hay más. El Colombi “estadista” habla de reformar todo, menos la discrecionalidad de llamar a elecciones. El Colombi “legislador” quiere nuevo código para que la provincia tenga control sobre los padrones, sobre los circuitos electorales y sobre las boletas. Llegó la hora de las boletas únicas, señaló. El Colombi “magistrado” quiere una justicia electoral ad hoc. Algo así como el control sobre quién puede votar y sobre quién puede y no puede ser candidato. ¡Qué bueno es! Un estadista que parece espía y que piensa en el control.
El Colombi “normal”, además, aplaudió la decisión del gobernador del Chaco, Domingo Peppo, de suspender las elecciones Primarias provinciales. No debe haber internas, dijo. Todo debe resolverse en las generales. No vaya a ser que la institucionalidad y las condiciones de cierta igualdad (sobre todo con quien maneja los recursos del Estado) le socaven el poder. En fin. No hay plata para las internas, así que mejor el dedo. Y mejor si es su dedo. (Aunque no lo expresó, tal vez por pudor).
También pidió acompañamiento, porque desde el Gobierno no se puede hacer más, reconoció Colombi, en términos generales. Es la hora de mejorar, hora de cambios profundos, agregó. Esta ya era la otra versión de Colombi: la negadora. La que no recuerda que él y los suyos gobiernan desde 2001.
Habló de ECO, aunque no de la contradicción que implica hablar maravillas del alineamiento Nación-Provincia-Municipio y alejarse del gobierno enclenque de Mauricio Macri desdoblando las elecciones. Habló del ECO en el que ya no hay lugar para Cambiemos.
Habló también, a regañadientes, de la crisis del PJ. Pero no se metió en la interna: sólo comparó:
—Nosotros siempre estuvimos con la boleta 3, en las buenas y en las malas— dijo.
Por supuesto que olvidó que la UCR estuvo intervenida y que hubo problemas con esa boleta en el medio término del arturismo, cuando él y su primo Arturo Alejandro sumieron al partido y a la provincia en un baile institucional como producto de sus irresueltos problemas de medidas parentales. Un detalle. A quién puede importarle.
Igual, cualquiera podría coincidir en algo con el ex diputado nacional que otrora pidió extender la intervención de Corrientes, algo que también suele olvidar. Se puede coincidir en que “siempre (ante) la ineficacia de alguien, la culpa la tiene otro”. Así le dijo a María Mercedes, y él sabe de lo que habla, pues se pasó todos estos años endilgándole a otros las culpas que no eran de nadie más.
De hecho, allí mismo dio una muestra de ese veneno. Cuando le preguntaron por la pobreza, dijo que bueno, estemmm, la pobreza, los índices, las metodologías, estemmm, sarasa, y quemmm, lo que pasa es quemmm los medios, pobreza, sarasa, pobreza. Punto. Clarísimo.
Y para finalizar lo mejor: la cara oculta de la luna. Otra vez el espionaje. El control. Los celos. El dibujo de sí mismo.
—¿Tenés mejor relación con la prensa ahora?
—Y… después de que vos saliste de la otra radio (LT7), sí.
—¿Qué te pareció la mudanza?
—Año nuevo, casa nueva, dicen.
—Bueno, fue mucho tiempo…
—Bueno, pero yo ya te dije ayer el tema de la luz.
—¿Qué es lo de la luz?
—Nooo. (Risas. Golpe palmar derecho sobre el dorsal izquierdo).
—Gracias, Ricardo Colombi.
—Bueno. Pero realmente muy buena visión, eh. Espectacular se ve.
—Capaz se alquila oficinas por acá (si tanto le gusta)…
—No, no, porque ustedes me van a controlar mucho.
—¿Y ya está bastante controlado?
—Me van a agarrar con los teléfonos esos…
—(Risas)
—Pero de ahí se ve bien —insiste—: quién entra y quién sale, ¿no?
—¿Del diario El Litoral?
—No sé de quién es el diario ese, no conozco, pero… estemmm…
—Ese diario es de Carlos Romero Feris.
—¡Ah!, ¿de él es? Me estoy enterando de que queda acá enfrente (manotazo nervioso sobre la mesa). Pero se ve bien.
—Bueno, vamos a despedirlo porque ya empezó con la pavada. Gracias, Ricardo Colombi.
—Bueno, mucha suerte, que tengas éxito y que te quedes por mucho tiempo acá, porque los alquileres salen caro.
—(Risas)
—Los alquileres de las casas salen caro, te actualizan cada 90 días, te indexan.
—Bueno, pero ahora va a salir más barato el alquiler de la otra (casa/radio) porque no estoy yo.
—¡Ah, no!, pero está el gurú… Cierto.
—¿Gurú?
—Sí.
—¿El que está en mi horario?
—No, no. Yo te digo el pecado, pero no el pecador. Averigüen ustedes.
—Bueno, gracias.
—Gracias, suerte, y que se repita la invitación. Para el chipá ya tienen ahí. Como para quince días tienen— dijo y se fue, siendo una caricatura de sí, escuchando El vagabundo, de Alberto Cortéz, que había muerto ese día.
Se fue como siempre que se fue: chiquito, haciendo notar su despecho porque los gurúes ya no susurran en su oído. Hablando del control que tal vez ya no tenga y por eso proyecta esa necesidad. Haciendo notar la dádiva. El chipá, como los sueldos. Pero no todo está perdido: si el Indec encuestara allí donde Colombi deja chipacitos, tal vez haya menos pobres. Ojalá. Así aliviana la pesada herencia con la que carga Valdés.