Política, economía y elecciones

Hoy hablamos con Daniel Collinet acerca de la economía, del plan oficial de control de precios, o de alivio, que tiene mucho de kirchnerismo y de electoral. También hablamos de las implicancias en la provincia. Esta es una de las columnas que semanalmente tengo (los días lunes) en el programa “No está todo dicho”, dado el año electoral y las necesidades básicas insatisfechas de desenmarañar la complejidad extrema del sistema y los procesos políticos correntinos.
Gracias Daniel por el espacio, que espero sirva para que entre todos nos ayudemos a pensar lo que nos pasa y por qué nos pasa.

Mirá el video aquí:‼️?

EDUARDO LEDESMA 22/04

Política, economía y su influencias en las próximas elecciones. Eduardo Ledesma y todo su análisis en NETD TV

Posted by No Esta Todo Dicho on Tuesday, April 23, 2019

 

La oportunidad de Valdés

 

INFOGRAFIA: AUGUSTO VILAR / DIARIO EL LITORAL. FUENTE: ELABORACION PROPIA SOBRE LA BASE DE DATOS DEL INDEC Y DEL OBSERVATORIO DE LA UCA

Corrientes es la ciudad/provincia más pobre del país. Sin atenuantes. Lo dijo el Indec en su último informe y el dato impactó de lleno en el Gobierno que, hasta entonces, hasta la formulación estadística de esa realidad, corría solo una apacible carrera hacia las elecciones del 2 de junio, o rumbo a la hegemonía, o, si miramos bien, hacia la antesala de la suma del poder público.

Nadie en la administración provincial, lícitamente, esperaba que el mayor de los reveses desde que Gustavo Valdés es el inquilino de la casona de Salta y 25 de Mayo, llegara desde el propio Gobierno nacional. Del fuego amigo. Del planeta mayor en la alineación cósmica que nos iba a sacar del ostracismo, o de la “postración”, para usar un término que usó el propio Gobernador.

Fue duro, y se notó en las reacciones.

Fue duro que nos digan que uno de cada dos correntinos es pobre. Y que uno y medio de cada diez no alcanza siquiera a comer seguido. Porque aquí hay un dato: más de 150 mil correntinos son indigentes. Son los que están en el precipicio. Los que bailan en la sombra, diría alguien, con puñal poético.

Pero más allá de la dureza de esta situación, la verdad es que nadie de buena voluntad puede/debe sorprenderse. Los hipócritas, que los hay en ristra, obvio que lo harán. Pues como dice el doctor Fernando Abelenda, “la nuestra es una sociedad que se nutre de contradicciones: por un lado reivindica los valores cristianos y, por otro, exhibe niveles de injusticia social y de pobreza indignantes”. Amén.

Veamos:
El dato de la pobreza, que empeoró en el segundo semestre de 2018, ni es entera responsabilidad de Valdés ni es una novedad exótica. La estructura de la pobreza de Corrientes es dura, larga, vieja. Si hay responsabilidades allí, hay que buscarlas al menos desde principios del siglo pasado. Por eso mismo hay oportunidades. Muchas. Porque a Valdés no se le pide la derrota del flagelo (ojalá pueda hacerlo), sino que ponga el barco en esa dirección. Que atienda la materialidad de la carencia, pero también, y sobre todo, lo inmaterial de la falta, el arco institucional por ejemplo, para dotar a la gente de condiciones de dignidad hace tiempo perdidas por falta de horizontes.

Valdés tiene la oportunidad de mejorar las cosas, que no es lo mismo que maquillar un índice y mentir o mentirse. Constituiría ello, de hacerlo, una variante doble entre la negación y la mutación en el otro, en lo que hasta hace 5 minutos se criticaba. Porque hacer un propio índice de pobreza para mejorar los guarismos (como sugirió el ministro de Hacienda, Marcelo Rivas Piasentini), no es otra cosa que lo que hizo a comienzos de 2007, en la Nación, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

Y criticar la forma de medición del Indec no sólo es muy parecido a lo que hacía el kirchnerismo, sino que es, además, impactar de lleno tal vez en una de las pocas acciones que Mauricio Macri hizo bien desde que es presidente: dotar de solvencia técnica y confiabilidad política y simbólica a los números nacionales del Instituto de Estadísticas.

Valdés tiene la oportunidad de evitar convertirse en lo que criticó, porque tiene en sus manos la concreción de una cantidad de proyectos que podrían generar trabajo de calidad que impactarán de verdad en los índices. Es la forma de salir. No lo son, él lo sabe, ni el plus ni el “plus-cito”, como dijo. Dibujar un guarismo nuevo, condescendiente, no será más que el muro que algunos dictadores construyeron, décadas atrás, para tapar la vista hacia los pobres.

Valdés tiene una oportunidad. Dejar de negar. Cambiar para siempre el negacionismo de sus antecesores.

Tiene la oportunidad de hacer, que es una oportunidad reservada para pocos. Oportunidad que muchos desaprovechan, además, y no es sólo un juego de palabras. Es la necesidad de conferir acción política al discurso político.

Valdés tiene la oportunidad de salir de la zona de su confort, que vendría a ser el trabajo por y para los empleados públicos, y encarar con paso firme y rápido lo que pregona: una proyección de desarrollo que incluya también a la poca/mucha población que no depende directamente del Estado en Corrientes. Porque pobres también, y sobre todo, hay en este segmento.

Los empleados públicos, para decirlo abiertamente, no son los únicos que viven en Corrientes. Y tampoco son los únicos pobres.

Más aún: si el Gobierno publicita con pompas e insistencia la universalidad de su plan alimentario escolar, no es porque le guste el derroche de dinero que no hay, sino porque sabe que los chicos lo necesitan. Necesitan comer, primero, para saciar el hambre, y luego alimentarse para poder estudiar. Así de lejos queda nuestra línea de largada.

Valdés tiene la oportunidad de reconocer incluso que los sueldos que se pagan, por más que se paguen religiosamente, son sueldos de pobreza. Y además se pagan en negro. Porque al reconocer esa situación, de nuevo, se puede mejorar.
De hecho, cualquiera que mire los cronogramas de pago sabe que los primeros tramos del Gobierno están por debajo de la línea de pobreza. La cosa es más grave si miramos los sueldos de Capital. Solo los funcionarios cobran por encima de esa línea en el Municipio. Y esos también son empleados del Estado. Esos y los de los restantes 73 distritos.

Valdés tiene la oportunidad de zanjar las supuestas diferencias estadísticas entre la ciudad y el campo. Primero porque en las ciudades vive la mayor parte de la población provincial y segundo porque, o no se conoce la realidad o se está mirando otra provincia: pero en el campo correntino la pobreza no solo está, sino que es un integrante más de las familias desde los tiempos de la creación.

Valdés tiene la oportunidad -y eso sí es para aplaudir, porque ya lo mencionó públicamente el viernes- de sanear la situación de las estadísticas locales.

Desde que murió Telva Gallesio, en 2013, la Dirección de Estadísticas de Corrientes fue una bola sin manija. Muchos de los profesionales de esa repartición trataban de hacer lo que podían, sin objetivos ni rumbo. Hace tiempo que tienen problemas salariales y, por si fuera poco, recién antes de irse echado por Valdés, el ex ministro Vaz Torres produjo el nombramiento de un director que, por lo que se ve, aún no le encuentra el agujero al mate.

Las estadísticas provinciales que importan están publicadas sólo hasta 2014, desde entonces casi no sabemos nada de Corrientes, y lo que sabemos lo sabemos por la Nación.

Pues bien: Valdés tiene la oportunidad de sanear la Dirección de Estadísticas, limpiar los rastros de cualquier interna política si es que la hay, y retomar la elaboración profesional de datos por al menos tres razones:

a. Porque hay gente capacitada para hacerlo y porque esos datos ya eran profesionales. Basta con darles objetivos y reeditar los mejores procesos de producción de ese valioso conocimiento cifrado, estadístico.
b. Porque su gobierno -el de Valdés, pero también cualquier otro- necesita instrumentos de navegación para tomar decisiones, lo que además demuestra lo importante que es tener un yacimiento de información pública confiable y permanente, sin bombas de activación remota.
c. Y porque también el ciudadano necesita saber dónde está parado para tomar sus propias decisiones. Es una base necesaria, primera, si en verdad queremos que el sector privado también colabore con el desarrollo provincial.

En fin. Valdés tiene la oportunidad de hacer un buen gobierno. Y todavía está a tiempo, aun por encima de las cuestiones económicas del país que impactan directamente en el ritmo de su plan de acción. (Era allí, en todo caso. En el fracaso económico había y hay un flanco enorme para asestar la crítica a Macri, no en las estadísticas).

Valdés tiene la oportunidad de hacer un gran gobierno, para lo cual necesita, de movida, el acompañamiento de todos los sectores políticos y sociales. Condición necesaria de Valdés si quiere un gobierno abierto, y del resto, si la intención es no quedarse sólo en la crítica.

La oposición, que en Corrientes es poco menos que el peso de su propio nombre, debería tomar nota de su responsabilidad, que no es hacer leña del árbol caído, porque también debe pagar, eventualmente, su cuota parte de este estado de cosas.

La oposición, más que hacer gráficos comparativos y compungirse y arroparse con los disfraces de la campaña electoral, debería ayudar a encontrar la salida, a generar mecanismos de control, que está visto que son indispensables más allá de la coyuntura. Entre otras cosas para evitar los excesos.

Así, y ahora que despertó de su luna de miel con este dato doliente de la realidad, el Gobernador tiene la oportunidad de sacarse las últimas ataduras políticas/partidarias y poner en fila a su equipo de gobierno. De expulsar a los soñolientos y seguir con los ya despabilados o con los no aburguesados después de tantos años de quietud.

Es aquí y ahora, antes de entrar en tiempo de descuento.

Esta es su oportunidad.

Es una cruzada, sí. Pero no está solo. Lo acompañarán los sectores más ricos y la clase media todavía no pobre de pobreza absoluta, porque ambos sectores quieren estar mejor. Y resistirán: de eso no hay dudas.

Tampoco hay dudas en el acompañamiento de los pobres, porque los pobres lisos y llanos, además de ser muchos, harán todo lo que esté a su alcance para ayudarse a sí mismos a salir del infierno. Sólo necesitan que se les tire una soga. Y que quede claro: no trabajarán por ser radicales ni por ser valdesistas. Sencillamente lo harán porque los pobres no tienen tantas oportunidades, y perder una es mucho más que eso. Mucho más.

Sin elecciones

La Argentina, últimamente, no es noticia: eso es, para los argentinos, una gran noticia. Y nos sorprende: ya hace semanas, incluso meses que la Argentina no produce sorpresas, que todo se desarrolla en la dirección y al ritmo previsibles. En medio de crímenes diversos, que los medios relatan con regodeo y babita, se constata la obstinada degradación de las condiciones económicas y sociales, la obstinada acumulación de causas judiciales contra Cristina Fernández de Kirchner, sus socios y amigos y familia, la obstinada preparación de las elecciones que, desde marzo a noviembre, mantendrán al país ocupado o como si.

La forma de estas elecciones ya es un disparate y es, también, el síntoma más claro de un liderazgo roto. Los gobernadores provinciales que buscan su reelección desconfían de sus supuestos jefes nacionales y no quieren que les hagan perder votos, así que, para distanciarse, convocaron sus elecciones en fechas distintas de las presidenciales —y distintas entre sí—. Será un festival: desde el próximo domingo 10 de marzo hasta el domingo 16 de junio solo habrá tres fines de semana en que no se elegirá a algún gobernador. Son los que corresponden a tres feriados nacionales —el 24 de marzo, el 1 de mayo, el 25 de mayo— pero el Domingo de Resurrección sí habrá voto en San Luis.

Esa avalancha arrolladora de elecciones deberá conducir hacia el gran estallido final: el 11 de agosto se harán esas “primarias abiertas” cuya función real no entiende nadie, el 27 de octubre la primera vuelta de las presidenciales y las legislativas nacionales, y el 24 de noviembre, el balotaje que decidirá el próximo presidente o presidenta o presidento de la República Argentina. Será el Día de la Resignación, un gran momento del rechazo: elecciones que no van a decidir quién debe ser el presidente sino quien no debe serlo.

Hay dos candidatos excluyentes: Mauricio Macri, Cristina Fernández de Kirchner. Todas las encuestas muestran que más de la mitad de los argentinos no quiere votar a Macri. Y que más de la mitad —otros, los mismos— de los argentinos no quiere votar a Fernández. Más allá de odios particulares o prejuicios varios, no hay duda de que los dos se ganaron ese rechazo con cuidadosas gestiones de gobierno.

Tras ocho años de presidencia definida por la intolerancia y la soberbia, Fernández entregó un país con 29 por ciento de personas pobres, un déficit fiscal incontenible y un 125 por ciento de inflación en sus tres últimos años a un sucesor que hizo campaña diciendo que nada era más fácil que bajar la inflación, que no entendía por qué no lo habían hecho.

Que no entendía estaba claro. Ahora, tras tres años definidos por los errores y rectificaciones y más errores y menos rectificaciones, el gobierno del sucesor Mauricio Macri acumula una inflación de casi el 160 por ciento. En ese lapso la deuda externa aumentó más del 30 por ciento, el PBI bajó más del 15 por ciento, el precio de los servicios se triplicó y la cantidad de pobres creció en un 15 por ciento. La obsesión de sus publicistas es buscar alguna cifra positiva —y no la encuentran—.

En síntesis: está claro que los dos fracasaron tristemente en sus intentos de mejorar el país que recibieron de sus predecesores; que los dos lo empeoraron y empeoraron, sobre todo, las vidas de los que más apoyo necesitan. Y, sin embargo, las mismas encuestas también dicen que un tercio de los argentinos quiere votar por cada uno de ellos y que, por eso, su próximo presidente será Cristina Fernández o Mauricio Macri.

O, dicho de otra manera: si todo sigue su curso, los argentinos elegirán para gobernarlos a una persona que cuenta con el rechazo de más de la mitad, porque su otra opción despierta más rechazos todavía: el mal menor elevado a estrategia de Estado.

Los dos candidatos, por supuesto, juegan con esa situación. El mayor mérito que exhibe cada uno de ellos es no ser el otro. Las encuestas dicen que Macri tendría menos intención de voto que Fernández pero que, ya en la segunda vuelta, Fernández provocaría más rechazos y entonces él le ganaría. Macri necesita a Fernández para poder ser el mal menor. Es la misma política que usaron, durante años, Cristina y Néstor Kirchner: hacían todo lo posible por conservar a Macri como rival porque muchos los votaban a ellos para impedir que ganara él. Y ahora él hace lo mismo con ella, y la Argentina lleva más de una década entrampada en esta treta de pelea de barrio, en este barro inútil.

(Pero el precio que pagó Macri para recuperar a su enemiga útil fue muy alto: solo el fracaso de sus políticas económicas consigue mejorar la imagen de Fernández, que terminó su gobierno muy desprestigiada y, desde entonces, se siguió desprestigiando más y más con revelaciones sobre sus tan variadas corruptelas. Hay quienes se sorprenden de que los argentinos quieran que los gobierne una señora con tantas y tan fundamentadas causas criminales. Pero la corrupción despierta una indignación variable y funcional: es el reproche más vehemente cuando un sector social rechaza la política de un candidato o un gobernante, pero se olvida cuando esa política les parece deseable o encomiable).

Así está, ahora, la Argentina: entre dos variaciones del fracaso, dos pasados que luchan por no pasar del todo. No hay ninguna razón —ellos no la ofrecen— para creer que ahora van a hacer bien lo que ya hicieron tan mal, pero las tentativas de producir opciones nuevas no prosperan. Es cierto que, en su mayoría, las llevan adelante jóvenes viejos del “peronismo civilizado” —con perdón— como Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey, caudillos locales cuarentones guapetones bien trajeados que se parecen demasiado a una mezcla de los dos malos conocidos. Y que ahora, informados de su inviabilidad por las encuestas, están tratando de inventar algún otro candidato, como el ex ministro de Economía de Duhalde, Roberto Lavagna. No parece que vaya a despegar, no suscita entusiasmos ni tiene por qué.

Así que lo más probable es que se imponga el mal menor, que siempre es mal pero nunca menor. En las últimas décadas, la Argentina se ha especializado en innovar: busca incansable —y encuentra, solvente— formas nuevas de la degradación. Esta, la de un país que se resigna a reelegir a uno de dos fracasados porque no tiene la audacia o la imaginación o la consecuencia necesarias para buscar otras salidas, es una nueva cumbre: la promesa de otros cuatro años perdidos.

Quedan todavía unas semanas; quizás en ellas pase algo y la Argentina recupere su poder de sorpresa. No parece. Mientras tanto, la política del menos malo es la mejor forma de seguir fomentando el descrédito de la política, de confirmarla como un juego ajeno, inútil, casi innecesario —y abrir la puerta a vaya a saber qué apóstoles y espadachines—. Bolsonaros y trumpitos se restriegan las manos. Para contrarrestarlos deberían aparecer opciones nuevas: no personas sino proyectos, debates, la búsqueda común de una idea de país. Llevamos décadas sin hacerlo; ya no está claro que sepamos cómo.

Las espinas de Rozas

El senador Angel Rozas, ex gobernador de la provincia del Chaco, aportó esta semana un acto cipayesco, mezquino, enajenado de la realidad que vive el país y sobre todo la región que lo vio nacer y que gobernó largamente. ¿Qué hizo? Mal usó sus redes sociales para vender como un logro que el radicalismo -partido que lo cobija-, consiguió torcerle el brazo al Gobierno que él y otros integran, para frenar una medida polémica: el pago retroactivo de sobrecostos de la tarifa de gas que debían hacer los usuarios para compensar, por la devaluación, a las empresas prestatarias.
La medida, a todas luces discutible y polémica, perjudicaba directamente a los usuarios que tienen el servicio del gas natural, prestación esencial no solo para las familias sino también para las pymes y grandes empresas. En términos políticos, perjudicaba mayormente a Buenos Aires, un electorado que nadie está en condiciones de dejar de contener.
Pues bien: el radicalismo, según Rozas, lo hizo. ¿Qué hizo? Dejó en evidencia una medida inconsulta y problemática para la aprobación del presupuesto nacional, que por si fuera poco agrava la situación económica de los argentinos que tienen gas natural y, ahora también, de los que no lo tienen.
Escribió Rozas en Twitter: “Lo logramos, el radicalismo consiguió frenar la suba retroactiva del gas. El Estado se hará cargo del monto extra”. 
Pero, ¿en qué nos afecta a nosotros? En mucho.
Como consecuencia de esa jugada del radicalismo, no solo socializamos pasivos privados (producidos por una feroz depreciación monetaria, echando mano a una norma de la Argentina menemista dolarizada) sino que pagamos la sangría de un servicio que nos excluye a todo el NEA, como el gas natural. También asistimos a una nueva entrega en favor de las grandes metrópolis. Cedemos recursos que son de todos, que nos cuestan conseguir y que no alcanzan. Si el Estado paga, esa plata sale de una caja para meterse en otra, asunto que podría terminar en menos obras públicas, menos servicios, menos trabajo, peores salarios y en la postergación, una vez más, de las reparaciones que nos deben. No solo a Corrientes sino a la región.
¿Qué más? Asistimos a la miserabilidad de un senador de la Nación como Angel Rozas que desoye las voces de sus montes para dejarse seducir por el griterío porteño que reproducen los medios. Lo vemos hacer política de la menor estatura con la crisis y el consecuente ajuste al que recurrió el gobierno de Mauricio Macri, que, vaya ironía, el mismo Rozas integra como socio.
(Pobre Macri, además de pánico debe tener espasmos seguido. Tener de socios a Rozas, Aída Ayala o a su comprovinciana ilustre Elisa Carrió debe ser bastante pesado. Le cambian la agenda, le salpican algunos asuntos reñidos con la ley, le marcan la cancha, le digitan funcionarios y también le dibujan límites en su autoridad. Lo raro es que nadie se escandaliza. Cualquier Dady Brieva que se extralimite como Carrió recibe el mote de destituyente. Ella, en cambio, sigue siendo la fiscal moral de la Nación. Cosas que pasan).
También debe ser pesado para el Presidente tener en su “mejor gabinete de los últimos 50 años” a funcionarios como Javier Iguacel, el ex titular de Vialidad Nacional, a quien el fuego amigo apoda cariñosamente “Buzz Lightyear”, por el personaje animado de Toy Story al que dicen que se parece.
¿Quién es Iguacel? Un muchacho que culpa de todo al kirchnerismo. El mismo que sin sonrojarse, contrató a la Escuela de Arte de la actriz Cecilia Maresca para mejorar su oratoria. El mismo que, por ese “coucheo” le hizo gastar 25 mil pesos mensuales por varios meses a Vialidad. Es decir al Estado. Es decir…
Iguacel es el mismo al que se le cayeron dos puentes en Corrientes pese a que cinco minutos antes le habían hecho un informe diciendo que todo estaba regio. (Corrientes sigue sin esos puentes en Itatí, sobre el Iribú Cuá, y en Esquina, sobre el arroyo Guazú. Y una familia misionera sigue llorando a su muerto, víctima de la desgracia de tener que pasar por una provincia pobre, postergada y sin infraestructura de calidad, que no pudo frenar el vehículo de Rogelio Schering, quien murió al caer al agua cuando la camioneta que conducía terminó en el río porque nadie puedo prevenirlo).
Su última escena fue el escándalo por la resolución que transfería a los usuarios de gas la deuda que las petroleras les reclaman a las distribuidoras por la calefacción dolarizada del último invierno. Y como recibió cascotes desde todos los cuadrantes, ¿a que no saben a quién culpó? Exacto: al kirchnerismo. “La mayoría de las quejas por el aumento de gas son de militantes kirchneristas”, dijo en la antikirchnerista radio Mitre.
Pues resulta que sus socios le mostraron que su barbaridad no corre. Que no se trata sólo del kirchnerismo. De hecho, al parecer, las medidas de Iguacel no escurren ni dentro del Gobierno, según dicen, porque el ex CEO petrolero (su ex empresa sería una de las beneficiarias de la resolución trunca) es afecto a puentear sus mandos superiores. Hasta ahora lo banca el Presidente, pero debió callarse la boca y guardarse después de intentar deslegitimar el reclamo social por el asfixiante ajuste y la inflación descontrolada, tildándola de reclamo político. Como si las acciones de su cartera no lo fueran en todas sus formas. En fin…
Por suerte está Carrió, que salió a bancarlo. “Está perfecto (que el Gobierno haya frenado la medida). Era un horror, pero no creo que haya sido una idea de Iguacel”, sostuvo la legisladora días pasados. Menudo favor: Lilita Carrió está diciendo que el bueno de Iguacel puenteó a su superior, el ministro Nicolás Dujovne, que no avisó a nadie, que puso en jaque el acuerdo político por el presupuesto y generó una nueva crisis social-política-económica sosteniendo una idea que no es suya. Genial.

Una matriz histórica

Si no fuera tan trágico todo, Rozas daría para la risa en una serie interminable de “memes”. Pero es trágico, aunque no exclusivo del legislador. Sucede que el chaqueño no está solo en la conceptualización unitaria de este país. La cosa, en lo hondo, va más allá de la entrega de Rozas y de los gobernadores y de los dirigentes radicales, que como alternativa a la embarrada del Gobierno (que exhibe cada vez con mayor frescura su ineptitud) hacen pagar a todos por lo que solo algunos tienen.
El comportamiento de Rozas se verifica a lo largo de la historia con muchos legisladores que cuando llegan a Buenos Aires y disfrutan de los atributos del cargo, son capaces de vender las joyas de la abuela con tal de contentar al patrón -generalmente el presidente o algún líder opositor- y preservar sus privilegios.
No hace falta dar nombres (serían menos las excepciones, claro) pero incluso Corrientes ha dado muestras sobradas de genuflexión política. Y si bien cada tanto se habla del tema, los diputados y senadores no fueron capaces, al menos hasta ahora, de regionalizar sus fuerzas y reclamos y potenciarlos con la suma de sus votos.
Solo por mencionar un ejemplo, el del gas natural, hay que recordar que el primer proyecto presentado en el Congreso para que Corrientes y la zona tengan ese servicio, data de 1960. Lo presentó Augusto Conte (h). Es decir: hace casi 60 años duerme el sueño de los justos.
Y ni hablemos de los gobernadores, muchos de los cuales siguen el mismo mecanismo de entrega ante Nación. Ejemplos también abundan. Y, por el contrario, como escasean los que en verdad disputan los intereses que legítimamente les pertenecen a las provincias, la mayoría se sirve del marketing para disimularlo.
Lo que hay es pura actuación política. Puro acting. En Corrientes pasó hasta hace poco: un socio que después dejó de serlo y que ladraba como el perro a la luna. El asunto es que antes había cedido unos cuantos derechos.
Eso mismo llevó a varios intelectuales a analizar el comportamiento, y como la discusión centro-periferia en este país viene casi como una yapa desde la Revolución de Mayo, podría decirse que está demostrado que el centro no siempre tiene toda la culpa. 
Creer que Buenos Aires, el Gobierno de la Nación, Mauricio o Cristina (o Néstor, o los cinco, o Menem, o Alfonsín, y de allí al principio de los tiempos) son los únicos responsables de nuestros males es correr de la escena a los actores locales, como Rozas y tantos más. Y al correrlos se les concede un salvoconducto que no deberían tener por la traición que hacen de sus votos. Por la traición a su electorado. Por rifar sus causas más nobles.
Rozas, mientras tanto, festeja ser radical y frenar al Gobierno. En el Chaco, su provincia (como en muchas otras, incluida Corrientes) hay más gente en las casas de crédito que en los supermercados. Y cuando no, están en los hospitales, comisarías o en los divanes, tratando de mitigar tanta angustia.
Angel, mientras tanto, tuitea. Antes de festejar eso del gas, festejó en clave medieval por otro servicio: por el agua potable que está llegando en el ocaso del año 2018, a ciertos lugares de su provincia postergada. “Seguimos avanzando para que en #Chaco, más de 16 mil personas del Impenetrable tengan agua potable. #UnMejorLugarDondeVivir cc @frigeriorogelio”.
Arrobar al ministro del Interior Rogelio Frigerio no es casual, por supuesto. Ese acto de alcahuetería es una prueba más de la sumisión a la que se entregan algunos, sujetos por el peso de la decadencia, el desprecio por el otro y las mezquindades personales y protopolíticas.

La educación de pobres y ricos, canallas y desclasados

CARTA ABIERTA A LA GOBERNADORA MARIA EUGENIA VIDAL

Hola, María Eugenia. ¿Cómo le va, Gobernadora? Espero que bien. Iba a presentarme, pero creo que no vale la pena, ni que a usted vaya a importarle. Sí creo que resultaría útil y, por lo tanto, me gustaría hacerle llegar una historia que sucedió aquí en Corrientes, provincia lejana a la Buenos Aires que usted gobierna. Una de tantas.

Escuché y leí lo que dijo sobre las universidades públicas. Eso de que no fue justo llenar la provincia de universidades “cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina llega hoy a la universidad”. Eso es falso, ¿sabe?, además de canallezco.

Escuché, también, eso que dijo sobre las licencias de los docentes y sobre algo tan importante en este momento: que no será candidata a la Presidencia.

Qué bueno que lo diga, María Eugenia: tener una presidenta que piense lo que usted piensa sería, al menos, un retroceso. Porque no nos gustaría tener una presidenta que todavía no sabe que esto es Argentina y no el jardín de Noruega, Canadá o Suecia, donde se vive ciertamente mejor. O Finlandia, Singapur o Japón donde están los mejores niveles educativos. El punto de partida mayoritario, aquí, queda un tanto más lejos.

Qué bueno, de todos modos, que esté pensando en la plata de los docentes: en lo que deberían cobrar, María Eugenia. Usted fue votada para pensar en cómo gestionar el financiamiento de la educación pública, porque usted está en un gobierno, ¿sabe?, no en una empresa. Porque podemos estar de acuerdo en lo malo de los abusos y del costo de las licencias extendidas, María Eugenia, pero parece un tanto peligroso, además de demagógico -en ese contexto, claro-, ir a decir ante señoras y señores del Rotary Club que usted piensa que están mal algunos derechos que los trabajadores argentinos han conseguido a lo largo de muchos años de lucha. Las licencias, por mencionar una.

No se preguntó, en todo este tiempo, ¿por qué hay muchos maestros enfermos? ¿Por qué no pueden o no quieren dar clases? ¿Por qué necesitamos tantos reemplazos? O, en todo caso, ¿qué hizo usted para cambiar la matriz del problema que no sea la eliminación de derechos o recortes en el financiamiento?

En fin, María Eugenia. Igual, aquí estamos por otra cosa.

Déjeme contarle una historia que conozco: la de un muchacho pobre que se hizo universitario. Le va a encantar, a usted que es una leona, mamá corazón…    

Nació en un pueblo que tenía menos de 10 mil habitantes a finales de la década del 70. En un pueblo chico de Corrientes, o sea, en el interior del interior, donde la igualdad de oportunidades, María Eugenia, no encuentra caminos asfaltados para entrar.

Su padre -el del muchacho-, trabajaba en una fábrica que cerró durante el menemismo. Su madre, ama de casa.

Sumada la miseria de ambos, no llegaba para hacer ni siquiera una pequeña gran miseria.

Con los años -dice el muchacho-, el padre le contó que en la época de Alfonsín conservaba al menos unas monedas que le permitían tener la cabeza despabilada. ¿Sabe por qué? Porque tenían que hacer malabares para gambetearle a la inflación. ¿Le suena?

Con Menem ya no hubo ni eso: ni monedas. El padre tuvo que poner todo su empeño en un oficio que tenía y sabía, porque había estudiado en una de esas misiones monotécnicas con las que el Estado, desde el primer peronismo, trataba de ayudar a la gente de las zonas alejadas o rurales como las nuestras.

El padre, pobre, cuenta el muchacho, hombreaba maderas que labraba en un taller al aire libre, resguardado del sol por la fronda de un naranjo, casi como un artesano, porque se imaginará, María Eugenia, lo que era para esa gente tener una máquina. Y si la tenía, lo que era pagar la energía. Bueno, no se aflija: es más o menos como ahora.

No alcanzaba la plata, claro, por eso el muchacho tuvo que salir a trabajar: tenía apenas 12 años. Vendía quiniela y diarios. Era canillita de El Litoral (como muchos lo fueron para pagarse sus estudios). Y estudiaba. Eso sí. Mucho estudiaba, María Eugenia, porque, ¿sabe qué?, el muchacho tuvo un momento de lucidez, y supo desde entonces que no quería para él eso que le estaba pasando a su familia.

Estudió y trabajó de chico, le hicieron bullying (que entonces no sabía que se llamaba así); algunos docentes lo ayudaban y otros le hacían zancadillas (siempre hubo esas cosas, ¿no?). Pero como el muchacho no se resignaba a que las cosas fueran así y no tenía fuerzas para cambiarlas, viajó a otro pueblo, haciendo dedo, cada semana (todos los lunes y viernes) para seguir estudiando. Los fines de semana volvía a su casa y salía a trabajar para poder costear la comida en el internado de una escuela pública, técnica, que hasta recibía especies como forma de pago. Comprenderá que el muchacho no tenía para bancarse una pensión. Pero el Estado estuvo otra vez allí. Y alguna gente, como la mayoría en Corrientes: gente que sabe dar la mano. ¿Entiende María Eugenia?

El muchacho siguió estudiando, se graduó con honores, fue abanderado, y entonces decidió que seguiría en la universidad. Sabía, por supuesto, que primero tenía que conseguir trabajo, porque no había nada que pudiera sacar de su casa, donde su madre ama de casa y su padre changarín, todavía tenían que alimentar otras 6 bocas. ¿Me sigue?

Pues el muchacho llegó a la Capital, como tantos correntinos del interior. Tuvo un trabajo que le permitió vivir: primero en un cuarto que le prestó un cura caritativo y después en una pensión y después en un departamentito que compartía con otros correntinos y chaqueños, estudiantes todos, pobres también.

Vino la crisis del 99 y tras cartón la de 2001. El Lecop nacional, el Patacón de ustedes, María Eugenia, y el Cecacor nuestro, que valía menos que papel higiénico. Comían salteado, María Eugenia, pero seguían estudiando.

“Teníamos pequeñas alegrías que nos permitían seguir” -me contó el muchacho-: el amor, la amistad, y algo que es casi una obligación entre los pobres: la solidaridad.

Gracias a la universidad pública, Gobernadora, el muchacho pudo salir del infierno. En este caso fue gracias a la Universidad Nacional del Nordeste, que tiene su sede en la Capital, porque Corrientes no tuvo la suerte de que le siembren universidades, ¿sabe?, cosa que evitaría la migración que nos desangra y nos vacía. Gracias a la Unne pudo seguir estudiando y trabajando. Le costó, pero pudo seguir, formar una familia, tener hijos, y hasta proyectar un futuro un tanto mejor para ellos, para sus hijos. No terminó la carrera en tiempo y forma, no, pero después de 14 años volvió, sacó materias y se lió con la tesis. Sigue intentando. Y allí sigue estando la universidad: pública y gratuita.

Sabe qué, María Eugenia: me dicen que el muchacho le mezquina los juguetes a los hijos, pero que gasta la fortuna que no tiene en libros. ¿Se imagina por qué, no?

El muchacho, gracias a la universidad pública, conoció amigos, amigos que le presentaron otros amigos que a su vez le presentaron a otros y fue haciendo una carrera. Le permite vivir, bien a veces: le permite saber que la comida, al menos, no es un problema. ¿Sabe qué?: hasta de vacaciones va. Y sueña con que algún día llevará a sus padres -que no saben lo que es eso-, tal vez a Asunción, que queda cerca. O al Brasil, más distante, pero a la vez más cerca y más barato que Mar del Plata. ¿Se imagina? Sus padres -los padres del muchacho- ¡de vacaciones! De ir, señora, por fin conocerán el mar.

***

El muchacho, María, es primera generación de universitarios en su familia de 7 hermanos. Y decidió quedarse. Porque señora, como usted sabrá bien, uno de cada tres correntinos se va: de su casa, su tierra, de su familia. Se va a Buenos Aires, por ejemplo, porque aquí escasea el trabajo. Aún hoy las oportunidades escasean, María Eugenia, y los sueños andan de a pie, ¿sabe?, y caminan lento, porque la cosa no mejora y cuesta más cada día. A los pobres por pobres, pero también le cuesta a nuestros mejores talentos, y aún a los más pudientes, para quienes esta provincia no tiene las redes de contención suficientes. Ni las necesarias tiene.

No quiero aburrirla, pero deje que le cuente algo: el muchacho trabajaba y estudiaba, y le costaba mucho el inglés. Pero ¿sabe qué?: gracias a la universidad pública pudo hacerlo una y otra vez. Y aprobó. Y gracias a la universidad pública leyó a Arlt, Walsh, Borges, García Márquez y Cortázar; a Hemingway, Capote, Wolf y Dostoievski; a Kafka y a Macedonio. Leyó a Ulrico Schmidl: ¡con eso le digo todo!

Gracias a la universidad pública, un día leyó a Piglia, y este le contó a través de uno de sus personajes que también a Arlt le costaba el inglés, por lo que, para leer literatura de afuera, “ilustrada”, el “maldito” leía traducciones. ¡Qué le parece!

Gracias a la universidad pública, me dijo el muchacho, puede discrepar con usted, María Eugenia. Tal vez no le importe, pero para este muchacho, que haya universidad pública en Corrientes no es una “prioridad equivocada”. Ojalá siembren más universidades en toda la provincia, porque como las carreras están mayoritariamente concentradas en Capital y en Resistencia, se abusan los inmobiliarios. Cuesta mucho alquilar una casa pequeña, un departamento o una pensión. Y ¿sabe qué?: en Corrientes hay cerca de 50 mil universitarios. Este año se inscribieron 21.865. ¿Sabe cuántos alumnos había hace 50 años?: había sólo 1.409. Ahora egresan anualmente cerca de 3.000 profesionales.

La Unne, además, da trabajo a 4.898 docentes y a 1.869 no-docentes. Casi sin presupuesto, en tanto, se las amañaron para crear gabinetes de investigación, con todo lo que eso significa. Pero hay más: unos 7.100 alumnos y alumnas estudian en las universidades privadas.

¿Se imagina lo que es eso para nosotros, María Eugenia, una provincia que aún hoy tiene el 40 por ciento de su población en la pobreza y el 10 por ciento más en la indigencia? Uno de cada dos, María…

La universidad pública le dio a ese muchacho una oportunidad. Se las da a miles de argentinos. De hecho, en Corrientes y Chaco estudian personas de muchas provincias. En las caras de esa gente se nota cuándo desayunaron y cuándo no, María Eugenia, pero van. Tenemos el mate, que sirve para la mañana, la siesta, la tarde y la noche. Para engañar al estómago y espantar al sueño. Si pueden comprar yerba, habrá para seguir soñando, pero despiertos. Para creer que es posible un mañana mejor.

Tal vez algunos tarden largos años y otros no se reciban nunca, pero ya no serán los mismos.

El muchacho que le cuento, María Eugenia, no fue el mismo después de leer el primer apunte fotocopiado. No fue el mismo después de leer a Tomás Eloy, Caparrós, Guerriero, Licitra, Cabezón Cámara o a Alarcón. No fue el mismo después de Lope de Vega: mire que lo que digo. De García Lorca. O de Godoy Cruz, que además daba clases en la facultad a la que iba. ¿Se imagina un pobre con esos libros? Conocer de Velázquez, saber de Rubens, Da Vinci, Picasso, Van Gogh, Goya, Monet o Manet…

Me contó una vez que sus cuadros preferidos son los románticos y heroicos. Le gusta mucho “La balsa…” de Géricault; “La libertad conduce…” de Delacroix; o Marat pintado por David. Si no fuera por la universidad pública, ese pobre muchacho, o muchacho pobre, no sabría de la Bauhaus, ni de Kandinski, ni de Pollock.

Me contó que una vez viajó a Cachi, Salta, donde estuvo estos días el Presidente. ¿Y sabe qué? Allí, en esa altura rocosa donde el diablo perdió el poncho, vio un par de niños collas con sus computadoras proveídas por el Estado. Estaban estudiando mientras cuidaban sus cabras.

¿Se figura lo que es eso, María Eugenia, para “los caídos” en la educación pública? Si no se hace la idea, sepa que mucha gente antes que usted, María Eugenia, no sólo lo imaginó, sino que lo llevó a la práctica, e hizo de Argentina un país distinto a los demás, donde la educación a secas, y más aún, la educación superior, es una cosa para pocos, como sugiere su pensamiento elitista, un tanto desclasado, que parece querer arrebatarle a los pobres tal vez la única puerta de salida que le ofrece el Estado cuando no llega tarde.

¿Sabe qué pasa cuando el Estado llega tarde, Gobernadora? Traslada a esos pobres en ambulancias o patrulleros a poblar terapias o calabozos.

La educación pública, la universidad, María Eugenia, en Corrientes provee como pocas cosas un aspiracional histórico: la movilidad social de los que no tienen dinero, pero sí tesón e inteligencia y eso que usted dice, citando a Einstein, que es la fuerza más grande del universo: la voluntad.

La historia de este muchacho que le cuento, María Eugenia, se repite por miles en Corrientes, como en toda la Argentina. Casi le diría que en esas historias se condensa el modelo meritocrático del que habla Cambiemos, ¿o eso es puro verso, eso también, María?

Bueno: no me haga caso. Pero, ¿me creería si le digo que aquí hasta los ricos estudian en la universidad pública? Es más, de allí salieron muchos de los dirigentes que integran Cambiemos, ¿sabe? Más aún: de ahí salieron muchos de los votos con los que Macri ganó el país y usted la provincia, María Eugenia. De la universidad pública salieron nuestros gobernadores, ¿sabe?, socios políticos suyos además, y una gran cantidad de funcionarios que cuando eran chicos, señora, eran pobres. Son los nombres propios de la movilidad social ascendente.

En fin. No quiero molestarla más. Usted ya tiene bastante poniéndose botas de goma y jeans y tapados de leona para ir de safari a las zonas carentes de Buenos Aires. Si viniera de safari a Corrientes, María, vería que de esos caseríos marginales salen pibes que van a la universidad, que trabajan y estudian y casi no comen y casi no duermen. Y pibas que, además de todo eso, en algunos casos tienen que criar también a sus chiquitos. Ideal para las selfies que tanto le gustan, señora.

***

P/D: Gobernadora. Me dijeron que sus lecturas favoritas son las novelas de Hosseini, y que le gusta mucho Jeffrey Archer y también Sidney Sheldon.

La lectura del muchacho que le cuento, María, es una especie de biblioteca mínima para las carreras de Comunicación, porque, me olvidé de decirle: siempre soñó con ser periodista, y viajar, conocer gente y lugares, tratar de señalar sandeces, custodiar valores -como los de la educación, por ejemplo-, y eventualmente alguna vez entrevistar a un presidente. ¿Qué le parece? ¿Nada mal, no? Nada mal para el hijo de un carpintero y una ama de casa. Para un muchacho nacido en el interior del interior, en un pueblo pobre de una provincia pobre insertada en una de las regiones más pobres de la Argentina.

Hay mucha voluntad ahí, María Eugenia, pero no sólo eso: también allí estuvo siempre la educación pública. Y gente que supo tender la mano.

Que le vaya bien, Gobernadora. Reciba nuestros pobres saludos desde Corrientes.

Tassano y la culpa de los ansiosos

Para el intendente Eduardo Tassano, la culpa de todo, por poco, la tenemos nosotros, los ciudadanos. Por pedirle que gobierne. Que su gestión arranque de una vez. Que haga algún que otro pavimento o bacheo. Que gestione. Que asista a los vecinos en sus necesidades. Que no maltrate a los empleados. Ni a los funcionarios (puesto que hay quienes no aguantan y se van). Que remita los informes que se le piden. Que proyecte y que de una vez se haga cargo del cargo, que también viene con obligaciones. Como el durazno con pelusa.

El domingo pasado, por televisión, el intendente Eduardo Tassano gastó cerca de 30 minutos de valioso aire para justificarse ante la audiencia. No hay plata. Todo es un desastre. Y la culpa es de otro. Del otro. Del anterior.

Se quejó de la herencia recibida. De 350 millones de pesos en deudas. De un rojo mensual de 20 que se redujo a 14 millones de pesos y que, según dejó entrever, maniata su plan de acción. De deudas escondidas por el estropicio que produjo Fabián Ríos, según denunció. De una superpoblación de agentes comunales mal distribuidos que se consumen más del 70% de los recursos. Cargos políticos, según le gusta decir.

Justificó la ineptitud de algunos de sus funcionarios. Dijo, sonriente, que se debe a la juventud, y a una supuesta falta de experiencia. Pero como Macri, sugirió que tiene el mejor equipo de los últimos años. “Muy técnico”. “Estoy muy conforme”. Pidió tiempo. Están precalentando.

Dijo que lo que la gente llama “falta de gestión” es en realidad ansiedad (de la gente, claro). Que el plan hídrico es un éxito. Que los estacioneros de la Axion de España y 3 de Abril le cargaron gratis el tanque de su vehículo porque rebosaban de alegría. Tenían motivos: había escupido un loro y la esquina, famosa por sus lagunas, esta vez no se inundó. Esa vez fue la de la tarde-noche del 3 y 4 de mayo: llovió 32 milímetros.   

Un tanto contrariado por esa ansiedad de la gente que reclama, después de haberlo votado, hizo una serie de observaciones inquietantes:

-¿Quién dijo que la Municipalidad tiene que hacer obras? -preguntó.

-Ese es un concepto instalado -dijo, y agregó-: El éxito de la gestión está en la planificación, en dejar una ciudad para el futuro. Saber hacia dónde vamos.

Tal vez tenga razón. Si el éxito está allí, podemos planificar y no ejecutar, total no haría falta…

Después dijo que se hace asesorar por el ministro Carlos Vignolo y que con él están revisando el plan de obras que dejó el ex intendente. Un tanto raro, puesto que Vignolo tal vez haya sido el jefe comunal capitalino más intrascendente de por lo menos las últimas dos décadas, producto, hay que decir también, de la feroz disputa entre los primos Colombi: Arturo y Ricardo.

Que Vignolo haya dejado un plan, quiere decir que tenía un plan. Algo es algo, al menos para la historia.

Pero vamos a lo que importa ahora. El presente y el futuro. Al pasado hay que soltarlo. Estudiarlo, sí, para no volver a cometerlo, y avanzar una vez aprendido cuáles fueron nuestros errores. El problema es, como decía Marcel Proust, que “a veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas”.

La clase política ensaya decisivamente este estado de cosas. Ni mira el pasado y poco le importa el futuro, más que el futuro cercano que incluya, eventualmente, una reelección o un ascenso en la pródiga escala gubernamental. Cierto es también que en muchos casos ni siquiera importa eso. Hay administradores del erario comunal-provincial que se contentan con llenar sus bolsillos a costa de los programas de desarrollo, del bienestar de la gente, haciendo negocios con o contra el Estado. Lejos están de tener una mirada superadora, comunitaria, democrática. No les importa. Un pueblo interesado, culto, podría ser un peligro, así que mejor así como estamos…   

Pero volvamos a Tassano. La culpa de todo no la tienen los ciudadanos. Es más: la culpa no siempre es del otro. Gobernar es su obligación, que para eso se lo votó. Tuvo un largo tiempo de preparación y todavía está reponiendo gabinete. Ya va siendo hora de salir a la cancha.

Es cierto que lleva pocos meses en ejercicio, pero con los planetas alineados y con un Estado provincial que vela por los capitalinos, cosa que no hizo su jefe político, Ricardo Colombi, y que tampoco hizo Arturo Colombi, cuando era su jefe político. Que le pregunte sino a su otro jefe político, Carlos Vignolo.

Vignolo padeció la mezquindad de Arturo, que no hizo más que seguir la lógica de Ricardo, que hizo padecer su mezquindad asfixiando a Nora Nazar, a Camau Espínola y a Fabián Ríos.

Lo malo de todo eso es que las facturas mayores no son políticas, sino sociales. Nora, Vignolo, Camau o Fabián tienen resueltas sus vidas. Pero los vecinos de la Capital todavía se inundan, todavía rompen sus autos en las calles deterioradas, todavía caminan sobre barriales eternos, demandan por servicios y por obras de infraestructura básica que les mejore al menos un poco la calidad de vida.

Esta es la parte de la historia que no deben olvidar los que creen que sólo el kirchnerismo es la razón de nuestros problemas. Aquí, en Corrientes, también cuentan los 16 años de gobiernos enfrentados a la Capital. Y todos fueron radicales. 

Es un dato de la realidad que hemos vivido y que debemos cambiar, abandonando nuestra inocencia en el debate político, o nuestra malicia, o nuestro cinismo, o la grieta reductora que hace ver el mundo de modo binario. Necesitamos pensarnos de nuevo, pero con grandeza, sin mentiras.

Que los vecinos reclamen acción, entonces, tiene relación con cierto hartazgo, pero también con una expectativa que crearon el propio Tassano, el propio Colombi, el propio Macri.

Pues ahora que cumplan: que muestren que la alineación Nación-Provincia-Municipios de verdad existe. Que no fue sólo una expresión de deseos de alta cotización en las lides electorales. La ansiedad no nació de un repollo, si es que la hay. Debería saberlo ya el doctor Tassano.

Los vecinos tienen necesidades. Tienen derecho a vivir mejor y a no volver a ser estafados. Los empleados tienen derechos, no sólo los funcionarios.

Los empleados son trabajadores que no se merecen ser menospreciados por su militancia política. Tassano despidió a cientos de agentes que venían de la gestión anterior porque eran empleados políticos, dice, y repite. Llamativo, porque Tassano también es un empleado. Y político. Llegó a intendente ostentando condición de tal. Y gracias al trabajo de muchos militantes políticos: radicales, o del PRO, o de los tantísimos partidos de la alianza ECO+Cambiemos.

Decir que los empleados de la gestión anterior son políticos, y agregar con ello una sazón hedionda, es escupir para arriba. Porque la política es la herramienta. Siempre. Y además porque los empleados que supuestamente sobran fueron reemplazos en muchos casos por otros empleados, algunos (bastantes) de los cuales son parientes directos de los jerarcas de la nueva administración. Nepotismo puro y duro.

¿Opusieron antecedentes, o rindieron estos sus aptitudes para entrar a la esfera pública, o son sólo militantes que han sido premiados por su esfuerzo electoral? ¿Cuál sería la diferencia para que los otros empleados sean políticos y estos no?

Si es por achicar o eficientizar el gasto -materia loable y necesaria para equilibrar las cuentas-, podrían hacer el esfuerzo de buscar otros argumentos.

Hay más. Si Fabián Ríos “no pagó nada”, como dijo Tassano el domingo, por televisión, en el programa “Equipo de Noticias” que conduce Carlos Simón por Canal 13, ¿por qué no lo denuncia? ¿Qué espera?

-Los últimos meses no pagaba nada, así era fácil -se quejó Tassano, casi chillando.

Decirlo por la tele, pero no justificar la denuncia ni elevar planteo a la justicia, también es fácil. ¿O no?  

¿Si el Municipio es inviable, tiene un rojo mensual millonario, por qué avanzó primero con una jugosa actualización salarial de los funcionarios? Dice que están revisando las cuentas y renegociando contratos a la baja. Y que ahora paga menos de teléfono. Empezó el saneamiento. Es un alivio. ¿Alcanzará?

Ahora, ¿hasta cuándo hay que financiar la inexperiencia de los funcionarios? Si tiene, como Macri, el mejor equipo de los últimos años, como dijo alguien por ahí, ¿por qué no pone a los titulares?

Al Estado no se lo desfalca sólo con una burocracia corrupta y ladrona. También se lo desfalca con una burocracia ineficiente y cara.

Tal vez haya mucha ansiedad y el doctor Tassano esté en lo cierto. Tal vez haya demasiada expectativa puesta en él, en su gestión, y tal vez allí esté el error. Ojalá que no, porque falta mucho para que termine lo que empezó hace 5 meses.

También hubo un error cuando salieron, literalmente, a abrir el paraguas antes de que llueva. Salieron a festejar que la ciudad no se anegó con 32 milímetros de lluvia y resulta que con 40 fue un caos. Y la estación de servicio que le regaló un tanque de nafta una semana antes, ahora volvió a inundarse.

¿Le mandarán la factura? ¿Racapacitará el doctor Tassano y pagará su combustible? ¿Si está dispuesto a aceptar que le llenen el tanque gratis, estaría dispuesto a aceptar otro favor o dádiva en cosas más importantes?

Hay quien dijo que los errores de comunicación se pagan caro, a la larga o a la corta. Allí, a mi entender, hay otro error: festejar que una esquina no se inundó con 32 milímetros de una lluvia perezosa no es un error de comunicación. Comunicar eso es un error político. Como creer que sanear esa esquina (céntrica, para variar, donde circula y trabaja mucha gente, pero donde no vive casi nadie) es sanear toda la ciudad. ¿Y los barrios? ¿Y los barrios de los márgenes? ¿Y las calles de tierra? ¿Y las zanjas? ¿Y los pastos? ¿Y la basura?

Por último. ¿Quién dijo que la Municipalidad tiene que hacer obras?, preguntó el domingo Tassano. El éxito de la gestión está en la planificación, en dejar una ciudad para el futuro, argumentó. Tiene razón, sobre todo en esto último.

Ahora, si no es mucha molestia, estaría bueno saber cuál es la ciudad que pretende dejar el doctor corazón. ¿Cuál es la ciudad que perfila la gestión que encabeza? Porque, al momento, sólo conocemos la ciudad que está pensando remozar y ampliar la Nación y los planes que tiene el gobierno de Gustavo Valdés, planes que si se concretan, romperán, para beneficio de los capitalinos, la lógica de sus antecesores inmediatos.

También hay algunas iniciativas privadas, pero ¿y la Municipalidad?

Con respecto a las obras podemos discutir, largo y tendido. Porque no fue eso lo que Tassano dijo en campaña. En campaña habló de obras y de servicios y de planes ambiciosos.

Ya en la campaña de 2009 fue bastante ambicioso. Prometía mil cuadras de asfalto. La gente no creyó. Ni Vignolo, que entonces era intendente y adversario, creía posible esa barbaridad, y salía en cuanto medio tenía a su alcance a ridiculizarlo. Lo bautizaron Pinocho.

¿Qué pasó en este tiempo? Tassano quería hacer asfalto en pleno gobierno de Cristina Kirchner y ahora que tiene a su socio Mauricio Macri en la presidencia ¿sólo quiere hacer maquetas? ¿De verdad piensa lo que piensa o es una manera de justificar las dificultades que ve por delante en medio de la crisis que atravesamos?

Además, pensándolo bien, si la ciudad sólo necesita un planificador, ¿para qué votamos un intendente, vice, concejales? ¿Para qué la ciudadanía, con sus impuestos, está pagando un organigrama comunal enorme? ¿No sería más barato y eficiente pagar los honorarios de consultoría de Tony Puig, que estos días anduvo por Esquina y que tiene probado que sabe de ciudades?  

¿Qué pensará el doctor Emilio Lanari de todo esto? ¿Qué hubiese pasado si él encabezaba la fórmula y resultaba electo intendente?

Contrafáctico. Lamentablemente.

Fin. Ojalá estas líneas, con el tiempo, sean sólo un emergente del inconformismo, como advierten los pasantes de trolls de la Comuna, que se andan reproduciendo. Ojalá arranque la gestión y descalce las críticas. Estas y las que puedan surgir. Ojalá sea antes de que de verdad cunda la ansiedad y exteriorice sus tensiones.

Nación, Provincia ¿y Municipio?

Y¿Arranca o no arranca? No se trata de una publicidad de bujías: se trata de la marcha institucional de la Municipalidad de Corrientes. ¿Comenzó en diciembre o sigue en los prolegómenos? Es una pregunta que surge no sólo de un requerimiento periodístico ante tanta quietud, sino de una sensación de vacío que tiende a generalizarse entre los propios vecinos.
Tal vez haya un problema de base. Las elecciones comunales del 4 de junio de 2017 que catapultaron al doctor Eduardo Tassano, ocurrieron demasiado tiempo antes del traspaso de mando que se concretó el 10 de diciembre. En el medio habría de realizarse, además, la otra gran elección: la que consagró a Gustavo Valdés como sucesor de Ricardo Colombi.
Ante tal circunstancia, Tassano no tuvo opciones. Comenzó y terminó el 2017 haciendo campaña. Prometía y prometía, porque corría desde atrás en todas las encuestas.
Mientras prometía, un dilatado temporal de lluvia inundó gran parte de la provincia y casi que ahoga a la Capital. Le vino como anillo al dedo: aprovechó cada milímetro de agua caída para machacar sobre supuestas falencias de la gestión de Fabián Ríos, que luchaba por seguir.
El agua fue una bendición para Tassano. O su cruz. Porque ganó las elecciones, pero ese éxito debía pagarse inmediatamente con cuotas altísimas de participación en la campaña de Valdés. Había que poner su imagen y prestigio al servicio de la madre de las batallas. ¿Cómo lo hizo? Siguió prometiendo.
Ganó Valdés. Asumieron ambos. Y cansados de repetir las bondades de la alineación Nación-Provincia-Municipios, fueron puestos a la tarea de gobernar.
La Nación parece muy interesada en la provincia. Desde Mauricio Macri para abajo, siguen viendo a Corrientes como un atajo para el proyecto reeleccionista del Presidente. Con poco se puede mostrar mucho, y ello sustenta las palabras del líder de Cambiemos: la del Taragüí como uno de los motores del desarrollo regional.
El Gobierno provincial también se muestra encaminado en ese sentido. Desde Gustavo Valdés para abajo, hablan de proyectos concretos, de obras. Muchas de ellas se harán en Capital, lo que constituye un cambio sustancial en relación con los 16 años de colombismo. Se proyecta sobre la ciudad para recuperarla, embellecerla y ampliarla.
La única administración de la tríada política ideal que no entra en eje es la Municipalidad de Corrientes. Como que no encuentra su lugar.
Después de tantas promesas, Tassano o los suyos parecen paralizados, desbordados. Y en vez de empezar por las respuestas, empezaron por ensayar excusas, tocando fibras sensibles como el trabajo y el salario resultante.
En el amanecer de la gestión ya hubo problemas con los empleados. Se denunciaron casos de maltrato y abuso de autoridad, inconvenientes con la obra social y un escenario incierto para un gran número de trabajadores que temen posibles cesantías.
A muchos se les cortaron los recesos. Se le cuestionaron los uniformes que venían de la época anterior. En paralelo se realizó un censo. Control, control y más control. ¿Está mal? Quizás no. ¿Sirvió para algo todo ese desgaste? Todavía está por verse. En la Comuna dicen que sí, que sirvió, y señalan una larga lista de bondades.
“Hay que conocer el personal para mejorar las prestaciones”, sostiene el Intendente. Tiene razón. Pero en el medio ocurrió lo de los maltratos.
Fueron especialmente hostigados algunos empleados identificados con la gestión anterior: se los acusa de no trabajar. De ñoquis. Pero a la vez, hubo un festival de nombramientos de entrecasa. Nepotismo, que le dicen.
Se prometió un plus. Se prometió ampliarlo. Pero ya se le bajó el pulgar a la “dádiva”.
Tassano prometió un plus desdoblado de mil pesos en dos cuotas de 500: se pagó en enero y febrero. Pero ahora su exégeta comunicacional, “Cuqui” Calvano, descartó toda posibilidad de seguir pagándolo durante el año, como se había deslizado en las campañas. “No está prevista la posibilidad de prolongar el plus durante el año; no es algo que tengamos en consideración”, dijo. Punto.
Sigue “Cuqui”: “Tenemos una situación financiera complicada. Hay un déficit importante y con eso es muy difícil”, dijo hace unos días por radio.
Es la cantinela que viene desde la campaña electoral, que se intensificó durante la transición y que ahora, desde diciembre a esta parte, parece ser la tabla de salvación de una gestión en ciernes: culpar al otro, defenestrar el pasado, quejarse de la falta de recursos y en el mismo acto, esconder la quietud, cierta desidia y el déficit de servicios. 

***

Puede que no haya recursos. Puede que Ríos haya desfalcado: pues entonces que lo denuncien en la Justicia, no en los medios.
Pero, ¿no era que la alineación se constituiría en la solución a todos los problemas de postergación de Corrientes? ¿Qué hace tanto tiempo Tassano en Buenos Aires, en todo caso? ¿No le hacen caso? ¿No le dan respuestas? ¿Qué es lo que gestiona? Por ahora, sólo se lo ve de claque.

***

Despejados los primeros nubarrones con los trabajadores, llegó la primera tormenta fuerte, una tormenta de verdad que puso a prueba “la gran promesa”. La ciudad volvió a anegarse, con lo que quedó al desnudo el punto que sustentó toda la campaña de ECO+Cambiemos en Capital: el plan hídrico.
Mientras llovía y se inundaba, para ir a lo primero, la Municipalidad tardó una eternidad en dar respuestas. Y lo hizo después con ayuda de la Provincia. No está mal, pero hay quien dice, cerca de Valdés, que el gobernador tuvo que zamarrear a más de uno para que despabilen y salgan a ayudar.
Tras cartón, Nación y Provincia, hace unos pocos días, hablaron del plan hídrico. Del plan provincial que está en ejecución, y del plan local que están en veremos.
El ministro Jorge Vara, después de intercambiar con tonos adustos con el ingeniero Luis Tassano, subsecretario de Obras Hídricas de la Municipalidad, corrió el velo al asunto: el plan hídrico municipal todavía está en etapa de diseño. “Estamos concluyendo el proyecto”, dijo ante el intendente Tassano, ante el gobernador Valdés y ante el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña. Tras eso,  el jefe comunal se llamó a silencio.
¿Qué fue entonces lo que presentó el médico cardiólogo en campaña? Una promesa.

***

Planificar la ciudad, o trabajar en grandes obras -sería necio no admitirlo-, no se logra de un día para el otro. Tampoco podría hacerlo sólo la Municipalidad: eso lo sabe cualquiera. Cualquiera. Por eso siempre es conveniente medir las palabras en la campaña.
Tassano hizo caso omiso, o lo que pudo. Y operó en campaña regido por el teorema favorito de Colombi. El teorema de Baglini, que dice: “El grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”.
Quizás prometió más de la cuenta. Quizás estuvo obligado. Quizás pensó que no llegaría. Pero hace rato que está en el gobierno, y da la sensación, sólo mirando la agenda de la semana que acaba de terminar, que las gestiones y obras que están sosteniendo a Tassano son las que el Gobierno está diseñando y ejecutando en Capital.
¿Y eso qué tiene de malo? A priori nada, pero revela que de la tríada electoral exitosa, Nación y Provincia están en plan de trabajo; y que la Comuna es por ahora sólo una circunstancia geográfica de proyectos políticos mucho más grandes.
Los vecinos, muchos de ellos, ya empezaron a hacer notar sus quejas.
Quizás llegó el momento de que el intendente empiece a trabajar de verdad en su gestión. Que entienda que en Buenos Aires no están todas las respuestas. Eso es lo que advierten incluso sus socios políticos, que no tendrán mayores problemas en dejar de serlo si es que lo que trama cerca de Balcarce 50 es algo más que una obra o servicio.

***

-¿Y? ¿Arranca o no arranca? -pregunta el locutor.
-Siempre arranca -se responde.
Ojalá que éste también sea el caso.

¿Comenzó el gobierno de Valdés?

 

Cómo deberá medirse el éxito de la gestión de Gustavo Valdés? ¿Sólo con prudencia administrativa, con orden interno, paz social, gobernabilidad y anuncios, como hasta ahora? ¿Contando la cantidad de visitas de funcionarios nacionales, incluido las del Presidente, que se han convertido casi en una olimpiada en la época de Ricardo Colombi?.
¿Se lo medirá por sus gestos y actitudes, que vienen dando señales de cambio en sólo dos meses de mando, o se lo medirá por concreciones, que aún no aparecen, y que son en todo el mundo las variables más aceptadas de aptitud, eficiencia y crecimiento colectivo?
A juzgar por lo que dice el Gobernador, sería por esto último.
Por ahora son como bosquejos. Son planes. Esquemas. Proyectos. Ideas sueltas con pretensión de materialidad, pero nada más. Dejan ver, eso sí, una especie de horizonte, un objetivo, una meta más allá de la permanencia en el poder, que también talla en el amasijo.
Valdés habla de la autovía urbana de la Capital, que debería empezar a ejecutarse el mes próximo. Habla de poder continuarla: de la circunvalación Capital, para que la autovía sea efectivamente urbana y la Ruta 12, desde Riachuelo a Perichón, o más adelante, tenga una senda alternativa que descomprima la carga vehicular diaria que circula por la zona.
Habla de una autovía segura, hasta Empedrado o Saladas, y desde Capital, al Norte, hasta por lo menos Paso de la Patria, o Itatí.
Habla de un segundo puerto nuevo, en la zona de El Sombrero. De reacondicionar el puerto de Capital e incluso echar mano a la escuela de formación de mecánicos, técnicos y navegantes.
De habilitar lo antes posible el puerto de Itá Ibate.
Habla, por supuesto, del segundo puente, que está en vías de licitación. Con plazos increíbles, no porque no sean los plazos, sino por los aplazos consuetudinarios que sufrió esta obra largamente anhelada por los correntinos y chaqueños.
Valdés habla de una Capital mimetizada con las ciudades que la circundan. De iluminación de rutas. De caminos seguros. De transporte integrado.
Habla de extender la avenida Independencia hasta la zona del barrio Laguna Brava.
Habla de recuperar la Terminal de Ómnibus, reacondicionando el lugar que hoy ocupa, generando un nuevo ingreso por donde antes pasaba el tren. Se aferra al lugar, pese a que alguno de sus ministros sugirió reubicarla a Santa Catalina o donde hoy funciona el Mercado Central, en cercanías de la rotonda.
Habla de un aeropuerto, de defensas y obras costaneras en Ituzaingó y Apipé, y de otros aportes que debería derramarse de la Entidad Binacional Yacyretá.
Habla de la recuperación de puentes y rutas, de la construcción de rutas nuevas. De los planes de saneamiento y del plan hídrico: el provincial que recitó con solvencia el viernes el ministro de Producción, Jorge Vara, y el de la ciudad, que está en proceso, pero que, al parecer, será posible gracias a varios-muchos aportes técnicos y económicos del Gobierno provincial.
Según Vara, y respecto al plan hídrico de Capital, “estamos concluyendo el proyecto”.
– “Si bien hay medidas que se han tomado en consonancia con el mismo, es muy grande la intervención que se requiere y los mecanismos son variados. De todos modos, lo más claro es que tenemos que mejorar los ductos de desagüe, porque la Capital tiene las condiciones naturales para que escurra hacia el río Paraná. Es decir: tenemos que trabajar en los conductos de escurrimiento. Es un trabajo costoso y muy importante, por lo que vamos a necesitar un periodo de tiempo para definir en su totalidad el proyecto”.
Hay allí una novedad, porque el viernes, justamente, durante la visita del Jefe de Gabinete, Marcos Peña, que se publicitó como para anunciar el plan hídrico de la ciudad, la cosa cambió en el aire. Se habló del plan hídrico, pero provincial. Un plan que ya fue anunciado y que ya está en obra, en muchos de sus puntos.
Se mencionó el plan de la ciudad, que, en palabras de Vara, aún está en evaluación.
Queda claro no obstante que la provincia se hizo cargo del combo, y para colmo, el intendente Eduardo Tassano guardó silencio. ¿Qué pasó allí? La pregunta es tan inquietante como otra, aunque menos grave, que tiene que ver con Peña:
¿A qué vino el Jefe de Gabinete? Más aún: ¿A qué vino Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios?
Lombardi ni habló. Y Peña, primero en conferencia y después, tras un recorrido que hizo por el Instituto de Cardiología, no repitió más que las frases de la campaña: adelante, juntos, cambio, codo a codo, trabajo en equipo, Nación-Provincia-Municipio.
Es verdad que hubo una reunión en casa de Gobierno y también un almuerzo en un hotel boutique de la ciudad. Casi seguro que allí está respuesta de la visita del Jefe de Gabinete. Casi seguro que existe una razón lo suficientemente importante como para mover una nave de la flota oficial para un paseo de 4 o 5 horas por Corrientes.
Casi seguro que en esos encuentros están las claves de lo que vendrá: el viaje del gobernador Valdés con el presidente Mauricio Macri a México, la visita de Valdés a la asamblea legislativa nacional que hará variar el protocolo provincial, después de muchos años. Y tal vez los anuncios que se harán el 1 de marzo ante la propia asamblea, cuando tenga que trazar el plan de acción anual del Gobierno de Corrientes que, después de 16 años, no será el plan de Ricardo Colombi.
¿Por qué no sería el plan de Colombi? Porque no lo es.
Un solo detalle confirma el perfil de este segmento de obras que pretende poner en marcha y eventualmente inaugurar Valdés: la mayoría involucran a la Capital, departamento sistemáticamente postergado por el ex gobernador.
Pero más allá de ello, otro asunto sustenta el modelo Valdés: muchas de las obras, planes y financiamiento que pretende lograr el Gobierno para poder anudar sus objetivos devienen de un posicionamiento distinto en relación con Yacyretá. Es el gran perfil esbozado por el Gobernador: hacer que la Entidad Binacional corresponda a Corrientes como no lo hizo todo este tiempo, por distintas razones. La mayoría de ellas políticas.
Según altas fuentes de Casa de Gobierno, ya hay algunos avances en cuanto al reclamo que hizo Valdés cuando asumió: conseguir dividendos, en especie y en efectivo, en concepto de regalías. Se trata, en rigor, de una vía de financiamiento genuina que, de conseguirse, constituiría una línea alternativa a la histórica: esa que incluye ir a postrarse ante el mandamás de turno sin que importen razones ni derechos.

Valdés apunta al bolsillo de Macri

 

Ocurrió hace una semana. El domingo pasado, y después de 16 años, Gustavo Valdés ponía fin a la lista de los Colombi en la grilla de mandatarios, y recibía los atributos del mando convertido minutos antes en el gobernador propietario número 59 desde que Corrientes se organizó institucionalmente en 1821.
Fue un hecho importante, sin dudas, pero no el único. Porque más allá de los protocolos, Valdés produjo otros hechos de trascendencia que pudieron resultar imperceptibles, pero que marcan un camino nuevo, distinto, mejor asfaltado que el de la confrontación que usó, como el kirchnerismo en la Nación, el colombismo en Corrientes.
Valdés ingresó el domingo a Casa de Gobierno haciéndose cargo de problemas pesados, que además eran sistemática y oficialmente ignorados.
– “Hoy hablaba de un tema que era central: el combate de la pobreza. (…) Nosotros tenemos que combatir la pobreza, esa pobreza estructural que durante mucho tiempo se quiso esconder debajo de la alfombra (…) Sabemos que la única manera de solucionar los problemas es reconociéndolos. Y sí, tenemos pobreza; por eso los correntinos tenemos que trabajar el doble, todos los días y todos juntos para que la pobreza se erradique de Corrientes y de Argentina”.
En ese sencillo, pero emotivo acto, Valdés asumió su gobierno, que es el de Corrientes, una provincia con índices sociales dolientes, infames. Reconoció el problema, y marcó de ese modo un punto de partida para tratar de morigerarlo y eventualmente solucionarlo. No se escudó en los índices ni en los sistemas de medición, como hizo su antecesor siguiendo lógicas que supuestamente decía combatir.
Pero hay más. Valdés lanzó, hace una semana, un llamamiento importante, tal vez el más inteligente de los últimos 16 años. Pero también riesgoso. Ubicó detrás suyo a la provincia y llamó al millón de correntinos a unirse en un reclamo superador, contenedor, hacia un “enemigo” externo, en este caso el Estado Nacional, que históricamente fue hostil y mezquino, y muchas veces también dañino con los intereses provinciales.
Los modos de Valdés son menos graves y no anticipan una guerra, pero sí los ubican en posición de tener que discutirle a la Nación una especie de reparación histórica, de endilgarle su voracidad y de desafiarle a cumplir con la ley y la Constitución.
En términos políticos, lo que pretende Valdés es algo que no conoce antecedentes inmediatos: la plata, pero también la gloria. Que Nación repare con recursos largos años de indiferencia, pero al mismo tiempo, que ello no implique un quiebre del gastado eslogan de la alineación Nación-Provincia-Municipios.
Lo que pretende Valdés, es que la relación entre las dos casas rosadas, la de Balcarce 50 y la de Salta y 25 de Mayo, encuentren un camino distinto al de la sumisión o el sometimiento. Que la relación sea el fruto de un consentimiento de partes en la que ninguna renuncie a algo que no esté pautado en términos de justicia y de entendimiento republicano.

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Parece candoroso. Parece más un reclamo de Colombi al kirchnerismo (en las épocas en las que no eran socios). Pero no. Y allí radica otra sutileza. Valdés tiene noticias del kirchnerismo, pero también fue tomando nota de las acciones que el macrismo hace o deja de hacer en función de las necesidades que tienen las provincias. Lo que está sucediendo ahora mismo con el tratamiento de la ley de reforma o ajuste previsional, según sea quien mire, enciende luces de alerta. Y una cosa es defender el proyecto, y otra cosa es comer vidrio.
Valdés plantea una reparación histórica, dinero o especies, pero a alguien que no se caracteriza por la generosidad. A alguien que puede ser tan insensible como para generar ahorro con la plata de los jubilados. He allí el desafío más grande del Gobernador: reclamar lo que es de todos, y tratar de conseguirlo, sin romper puertas ni ventanas ni puentes. ¿Podrá?
Podría decirse que se propuso una meta difícil.
– “Nosotros los correntinos no tenemos pobreza estructuralmente económica, nosotros tenemos recursos naturales y somos ricos, pero no nos reconocen desde Buenos Aires como tiene que ser. Fíjense, yo provengo de una ciudad que es Ituzaingó, era chiquito, y se instaló una oportunidad enorme que fue la represa de Yacyretá, la cual nos entrega a los correntinos tan sólo el 1% de lo que produce y la Constitución del 94 nos dice que los recursos naturales son de las provincias. Por eso como política de Estado tenemos que reclamar lo que es de los correntinos”.

Valdés plantea una reparación histórica, dinero o especies, pero a alguien que no se caracteriza por la generosidad. A alguien que puede ser tan insensible como para generar ahorro con la plata de los jubilados. He allí el desafío más grande del Gobernador: reclamar lo que es de todos, y tratar de conseguirlo, sin romper puertas ni ventanas ni puentes.

Allí hay otra clave. Lo que propone Valdés no tendrá la fuerza que necesita si la ciudadanía no lo avala, no acompaña, no se encolumna.
– “Lo mismo nos pasó con Salto Grande -siguió el Gobernador-, y eso tiene que ser vital para nosotros. Y no hablo de nuestra alianza gobernante, hablo de todos los sectores sociales y políticos que tenemos que tener esta visión para poder desarrollarnos. Somos una provincia supuestamente pobre, pero somos una de las más ricas en recursos naturales”.
Somos la primera potencia forestal y nosotros tenemos que lograr industrializar nuestra madera. Eso son nuestros desafíos y esos son los desafíos que tenemos que hacerlos juntos”.
La Legislatura tomó nota y acompañó con voto unánime el proyecto de ley para provincializar los recursos de Yacyretá. Responde a un proyecto similar que tiene estado parlamentario en el Congreso Nacional y que fue presentado en su momento por el entonces diputado Valdés.
De eso, además, habló el Gobernador con el ministro Juan José Aranguren el miércoles pasado. También se lo comentó al presidente Macri.
– “A nosotros por ahí nos criticaban cuando decíamos que teníamos que alinear Nación, Provincia y Municipios. Tal vez el término alinear sea un término erróneo, pero nosotros decíamos que alinear democráticamente, porque todas las provincias constitucionalmente fuimos concebidas para tener autonomía e igualdad, por eso queríamos nosotros volver a integrarnos al concierto de las provincias para tomar las decisiones y así lo hicimos, ahí estuvimos, férreamente defendiendo lo que es de los correntinos con este pacto fiscal, que seguramente vamos a tener que trabajar y mucho para lograrlo”.
Todo eso dijo Valdés el domingo pasado. También habló de la modernización. Se quejó de la discriminación nacional, otra vez, pero recordó que “la gran avanzada del mundo implica tener conectividad, y nosotros tenemos que modernizarnos y ese es un desafío enorme que tenemos que brindar y hacerlo juntos”. Juntos.
¿Le alcanza a Valdés con sólo pedirlo? ¿La oposición política entendió, en menos de una semana, que Valdés no es Colombi? ¿Los correntinos que no votaron por el abogado capitalino-ituzaingueño, y que en números constantes desde hace 8 años constituyen el 45 por ciento de la población, están dispuestos a acompañarlo bajo la bandera de la unidad, que es un activo en baja en este momento del país?.
Sobran preguntas y escasean respuestas. Por lo pronto el Gobernador parece dispuesto a avanzar con decisión aún si enfrente está el Presidente. Pero reclama acompañamiento. Gente en su rincón.
Porque mientras diseña lo que aspira que sea el perfil de su gobierno, debe atender cuestiones menos sublimes y más acuciantes: el reclamo de varios intendentes (muchos de la alianza ECO+Cambiemos, pero también y sobre todo de la oposición), que sin un auxilio de la Provincia difícilmente puedan pagar sueldos y aguinaldos. Una amenaza que podría empañar la primera Navidad del heredero no ya de Colombi, sino de una forma de hacer gobierno con poco más que la garantía de los salarios. No es poco.
Valdés lo sabe, y dicen cerca de él que, que tras analizar caso por caso, en los próximos días dará una respuesta a los jefes territoriales.
Mirando el reloj están los más complicados: Eduardo Tassano de Capital; e Ignacio Osella de Goya.