Volver al pasado

Muchos manuales de consultoría política sostienen una tesis dominante y comprobada de que las campañas electorales e incluso las permanentes son mucho más retrospectivas que prospectivas. Priman los argumentos relacionados con el pasado del que se sacan tajadas positivas y negativas, según la conveniencia del momento.
Esta aseveración de corte teórico encuentra en el país ejemplos confirmatorios a raudales. Pero no es todo: los movimientos políticos de Corrientes elevan a la categoría de teorema esas aproximaciones que aportó la Comunicación Política a lo largo de los años.
La referencia al pasado está muy presente en la Argentina: en el peronismo que recuerda a sus muertos, Perón y Néstor, y olvida estratégicamente a sus vivos: los 5 presidentes de aquella semana trágica de 2001 y a Cristina Fernández de Kirchner, que respira bajo mullidas alfombras de expedientes judiciales.
Y también está en el radicalismo que ensalza a Alem, Illia, Balbín y Afonsín pero ningunea a De la Rúa, su fracaso y sus consecuencias derivadas.
En ese contexto, el clima de proselitismo espeso en el que está entrando esta nación, al parecer atonta al Gobierno de Mauricio Macri que no ceja en su amontonamiento de errores, los que podrían condicionar su medio término y con él toda su proyección de futuro. Sus buenas intenciones, debe saberlo el Presidente, no conmueven el corazón del peronismo que se recicla oliendo, persiguiendo y bebiendo la sangre de los débiles.
Pero más allá de la política, tampoco esos buenos deseos llenan la olla ni apaciguan la angustia de las clases excluidas y trabajadoras, que sienten en la espalda el peso del ajuste, en los bolsillos la inflación y en toda su carne los despidos propios, de amigos o familiares. La vuelta a lo peor del cirujeo que perfiló la última crisis terminal de la Argentina.

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Y Corrientes, que ahora marcha al ritmo del disco nacional, no está ajena a esa triste melodía. Y aún así, el tópico es el pasado. Es la materia que han elegido los estrategas del Gobierno de Ricardo Colombi para salir a barrer las aspiraciones del candidato peronista con el que -como pasó en 2013-, el radicalismo y sus aliados menores saldrán a confirmar la grieta electoral-política y a tratar de sobreponerse al obstáculo de esa polarización.
Para el colombismo y su troupe de “aspirantes”, Camau Espínola es el pasado: el kirchnerismo, los bolsos de López, las obras de De Vido y la billetera de Báez; la prepotencia de Cristina, la indiferencia organizada y sistemática del Estado o, recientemente, la farsa de Milani, el general represor con el que el cristinismo sostuvo su política de Derechos Humanos. El castillo de naipes de ese cuento acaba de implosionar.
Para el peronismo fabián-camausista, en tanto, que por un rato entendió que había que buscar al enemigo afuera, el pasado está corporizado en Macri: en el neoliberalismo, en los ajustes, en las mentiras sistemáticas, en las fallas políticas que abrevan en la fuente de los imberbes (o de los imbéciles) y en los datos que le reflejan sus propias planillas de Exxel: en poco más de un año de Gobierno, Macri y otros 50 funcionarios suyos ya están imputados por hechos de corrupción.

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(¿Está claro? que) no es lo mismo tirar bolsos llenos de dinero a un convento, traer o sacar plata en aviones, o enriquecer a tu familia completa, que perdonarle a tu papá, desde el Estado, unos 70 mil millones de pesos, mientras por otro lado le sacas “20 pesos” a los 7 millones de jubilados por en “error de cálculo”. Que no es lo mismo tener a un represor montando escena como guardia de los desaparecidos, que un aduanero que reivindique a los represores. ¡Qué cosa! ¡Tán distintos, tan iguales!
La retrospección, queda demostrado, es un camino peligroso. Lo es en la Nación y lo es también en Corrientes. Sobre todo porque los que disputan el control del Gobierno en todos sus niveles tienen más pasado que futuro y un presente de quietud y mentira.
Debería tener cuidado el Gobierno de Corrientes cuando habla del pasado, porque sacando cuentas, si el kirchnerismo es pasado, el colombismo ya lleva en el poder más que los Kirchner y sus crías. Y eso sin hablar de aquellas épocas en las que compartían escenarios y hasta afiches electorales.
La oposición peronista, por su parte, tiene en su carga genética parte de lo poco bueno y lo mucho malo que le pasó a este país. Cuando estuvo porque estuvo y cuando no, porque hizo lo posible y lo imposible para volver haciendo zancadillas y repartiendo codazos.
El peronismo, que es alérgico al llano, debería en algún momento hacer su mea culpa. Un paneo basta para ver entre sus filas la condensación de promesas sustentadas en el curriculum de algunos de sus miembros, pero también el prontuario de lo más nefasto de la historia reciente del país, y también de Corrientes: dirigentes extraviados, sin votos y dañinos que han hecho del travestismo político su forma de vida. Y que devienen hoy -porque los han dejado- en generales plenipotenciarios que se aprovechan del desprecio interno en el que transcurre el PJ correntino detrás de la retórica del consenso.

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El panorama no es el mejor. El país se debatirá este año entre dos formas de pasado: entre el que encarna el kirchnerismo-peronismo y el que encarna el macrismo-menemismo-aliancismo. Dos formas de gobierno: el del call center atendido por pasantes o el del látigo de los barones y baronesas. Por el momento al menos no hay posibilidad de síntesis.
El gobierno de Corrientes se desmarca: está aprendiendo a usar su call center, trolls y demás servidores humanos de propagandas varias, pero siempre respondiendo a la matriz de otro tiempo, analógica y ciertamente autoritaria: la de un líder que manda y del resto que se encolumna. Cualquiera que encarne un desafío a ese andamiaje no tiene otro destino más que el de la morgue de los burócratas ambiciosos.
Es difícil, en ese contexto, que unos y otros hablen de las bondades de la democracia que no practican ni entre ellos. El radicalismo primero y el PJ la última semana, dieron muestras de gambeta electoral que atiende a múltiples razones, todas ellas ponderables, pero que socavan el sistema, minimizan la participación ciudadana y terminan reduciendo la política a las lógicas primitivas de mando que se heredó de la revolución francesa: el gobierno de elegidos.
Y después está el discurso que se estructura en esa urdimbre funcional. Un referente de ECO+Cambiemos dijo la semana pasada que Espínola no puede ganar porque ya perdió en 2013. En el mismo acto y en la misma radio, ese mismo senador-candidato ponderaba la candidatura de Tassano, que paradójicamente también ya perdió, en 2009.
En paralelo, un referente del PJ-FPV dijo que si llega al poder pujará para evitar que los funcionarios se enquisten en el poder. Daría por terminado, prometió, con aquellos que no conocen otro trabajo más que cobrar del Estado desde que se fue la dictadura.
Se refería al cargo de gobernador y esa prohibición ya está en la Constitución, pero lo que plantea el muchacho es un régimen al estilo norteamericano: dos períodos y a la casa.
Se trata de un acto de voluntarismo puro si se tiene en cuenta que en el mismo sector que él lidera, para estas mismas elecciones, postularán a candidatos que tratarán de encontrar una hendija judicial para burlar las trabas de continuidad que hoy mismo tienen  la Constitución y las cartas orgánicas. Lo que se dice cinismo puro.
Ni hablar de las promesas. El colombismo hará hincapié en las promesas incumplidas de sus oponentes y, por el contrario, tratará de cortar todas las cintas posibles antes de las elecciones. La autovía de la Capital se inscribe en ese esquema. La obra la anunció CFK con Camau, pero la inaugurará -se cree- Macri con Ricardo.
De otro lado la zona de promesas es grande: viviendas, caminos, energía, trabajo. La Coca Cola que no viene no se sabe si por las condiciones fiscales del país o por las condiciones jurídicas de la provincia. Lo concreto es que no llega.
Así es difícil la cosa. Tan difícil como la tiene el presidente. Según el Macrimetro (una iniciativa civil, colaborativa y apartidaria que tiene por objetivo verificar el cumplimiento de las promesas de campaña del presidente), Mauricio hizo en campaña 265 promesas. Lleva en el cargo 435 días. Cumplió 10, incumplió 4, 27 están en progreso y 224 promesas están pendientes.

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Ojalá una iniciativa como esta se ponga en marcha en Corrientes, entre otras cosas, para evitar que las barbaridades que se dicen tengan un mínimo control que escape a la protección de los medios, muchas veces demasiado cercanos a la lógica del discurso único que con dinero público se convierte en hegemónico.
Alguien debería ponerle un coto a la paparruchada de defender el Iberá hasta el 10 y entregarlo el 11 de diciembre; o la berretada de la emancipación con la que se trata de encubrir la mas absoluta dependencia. Pasó con el kirchnerismo. Pasa hoy con el macrismo. En fin, es peligroso hablar de pasado, más aún del pasado reciente que muestra más continuidades que cambios.

Nada es para siempre

 

 

 

 

“El futuro va a ser el que quieran los argentinos, nada es para siempre”.
Cristina Fernández de Kirchner
Presidenta de la Nación

Siempre Cristina Fernández estuvo un paso adelante. Fue presidenta por eso, y por eso mismo reelecta con 54 por ciento de los votos, algo que ni con la segunda vuelta puedo perforar Mauricio Macri, el nuevo presidente de los argentinos.

Cristina supo leer al electorado argentino, al que no obstante perdió en el camino, cuando extravió la brújula de la acción, de la construcción de su sucesor y cuando, agobiada por el calor del poder, perdió también la mesura y la prudencia se transformó en cadenas cargadas de soberbia que propició el hartazgo.

Ganó Mauricio Macri y con él nace una nueva Argentina: un país que debe sincerarse y reconstruirse después de 12 años de kirchnerismo, que aún con sus errores, tiene en ristra una larga lista de aciertos que, al decir de la propia Presidenta, “han empoderardo al pueblo”.

Macri llega ahora producto de sus méritos, pero también del cansancio. Es producto de una masa votante agobiada por el griterío, el manoseo y la mentira, más que por las cuestiones que pueden ponderarse desde el punto de vista de la gestión o de la acción de Gobierno.

Macri derrotó a un Scioli que, enredado en las dos puntas incompatibles de ser él mismo o ser el vocero del “proyecto”, tuvo salvavidas de plomo desde el primer momento; soldados que minaron su camino y referentes kirchneristas que lo incendiaron en público, sin el más mínimo reparo. Cargó en su lomo responsabilidades de su propia insolvencia, pero también otras que habría que buscar puertas adentro de la casona de Balcarce 50.

 

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Corrientes, en tanto, ratificó su año de pertenencia peronista en el nivel nacional. Votó a Scioli en las Paso, en las generales y ayer. Pero ganó Macri.

Es justo decir también que los mismos electores vienen acompañando al oficialismo radical cuando se dirimen cuestiones internas, locales. Ayer votó por el gobernador de Buenos Aires rompiendo un régimen histórico en el mismo acto: aquel que sostiene que los correntinos siempre acompañaron candidaturas presidenciales ganadoras.

Pero el dato, además, se compone de otro detalle que no es menor: la elección de ayer dejó a Ricardo Colombi como el único gobernador del NEA en perder la elección. Chaco, Misiones y Formosa, provincias peronistas desde hace mucho, ratificaron al candidato de esos respectivos gobiernos.

No pasó así en Corrientes. Aquí ayer volvió a ganar Scioli, como en todas las elecciones nacionales anteriores, aunque el voto en bloque del peronismo local empezó a deshilacharse, producto entre otras cosas de la feroz interna entre Fabián Ríos y Camau Espínola, la falta de compromiso, de fondos, y el repliegue en esta tercera parte de la campaña. Ganó Scioli, pero festejó Macri.

Capital, últimamente esquiva al PJ y a su variante frentista -pese a las gestiones más que aceptables de Espínola y Ríos (sobre todo en comparación con la de Carlos Vignolo, por ejemplo)-, trocó el triunfo sciolista a nivel provincial para entregar su apoyo al actual Jefe de Gobierno porteño, lo que complica el futuro de los referentes peronistas que de no revertir semejante situación, tienen más cerca el llano que el gobierno de Corrientes que, dicen, es el objetivo general.

La elección de Colombi

Ricardo Colombi, asimismo, hacedor del frente y auto-sindicado como responsable de la victoria, en realidad debe cargar en sus espaldas una feroz derrota como la de octubre y una performance más bien discreta en los comicios de ayer que, por tratarse de un balotaje, por razones obvias polariza los guarismos con ganancia para todos.

Fue, siguiendo esta misma lógica, beneficiario de un repunte como también responsable de una nueva gran pérdida: la de ser el único gobernador de la región en no poder colocar arriba en los escrutinios a su candidato, el líder del PRO y a quien el radicalismo intentará usar de catapulta para llegar al poder al que no pueden acceder con nombres y proyectos propios.

Es decir: Cambiemos, en Corrientes, hizo una mejor elección ayer producto del balotaje, de la desaparición de las opciones, no de una estrategia de infalibilidad electoral como intenta vender el Gobierno de Corrientes en virtud de la necesidad de acomodar sus calchas con el macrismo, colectivo al que se subió más tarde que temprano y por más conveniencias que convencimiento.

 

Amnesia

Olvidando como prefieren en Salta y Mayo sus viejas sociedades con el kirchnerismo, dicen ahora que Macri es la tabla de salvación para los correntinos. Ojalá que lo sea, pero para el beneficio del millón de correntinos, no para abrir una claraboya por donde colar la institucionalización del feudo en el que se ha convertido Corrientes desde hace más de una década.

Puede que sea cierto que el Gobierno Nacional muchas veces actúa mal con gobernadores que no se dejan arrastrar de las narices o seducidos por la billetera; pero puede que sea cierto también que en estos tres lustros en los que gobierna el radicalismo, hubo tiempo suficiente para que Corrientes haga algo más que quejarse de los otros y empiece por asumir sus propias culpas. Que empiece por reconocer que tal vez haga falta una oxigenación, la misma que increíblemente reclamaban, en nombre de la república, para la Argentina.

Ricardo Colombi debe comportarse, también dentro de los límites provinciales, como pide que otros se comporten afuera. Mandó a criticar a Scioli porque usó un helicóptero oficial para venir a Corrientes en clave de campaña, y resulta que usó el avión sanitario para hacer de claque de Macri en Jujuy.

Actitudes como esta empobrecen su calidad democrática, tanto o más que las actitudes de Cristina Fernández que ayer, por la vía de Daniel Scioli, fue corregida dolorosamente, dejando al proyecto en los umbrales de una victoria y, por tanto, en la vidriera de una derrota.

Un país nuevo comienza ahora y se espera también por una provincia nueva, que se empape de los aires de cambio de los que tanto se ha hablado en los últimos días para renacer al trabajo, a la seguridad, al mejoramiento de los caminos, de la energía, de las viviendas, y de los parámetros educativos y sanitarios.

Las urnas hablaron y dejaron mensajes varios en el país como en la provincia, tanto para el oficialismo como para la oposición.

Cristina Fernández mostró ayer el sendero. Al mediodía, cuando fue a votar, dijo, en un acto de brutal lucidez, que “nada es para siempre”. A la tarde, millones de argentinos lo ratificaron, mandando a guardar el plan de continuidad. Algunos otros deberían tomar nota.

El reino de “Colombí”

(Domingo 17 de agosto de 2014). El chascarrillo en clave de denuncia de Ricardo Colombi, que aprovechó la cadena nacional del jueves para hacer saber en el país que San Lorenzo “pagó” al árbitro para salir campeón de la Libertadores (y que algunos ni siquiera vieron, hasta que lo leyeron en El Litoral), no deja de ser un indicativo de los tiempos, siempre cambiantes en las playas del colombismo y, también, claro, del kirchnerismo.

La relación amor-odio de Ricardo y Kirchner primero y Cristina ahora, además de aportar capítulos a la novela donde se dirime el poder, comprometen futuro, desmienten anuncios, concretan extorsiones y multiplican todo tipo de entregas. También tiene beneficios que coexisten en una feroz trama de intereses.

El gobierno de la Nación era de lo peor hasta que se refinanciaron las deudas de la provincia. Ni hablar ahora que además de ciertos millones para obras viales, en Salta y Mayo recibirían otros tantos fajos para la construcción de viviendas. No es un dato menor, pues de ese modo Ricardo podría hacer trabajar a unos cuantos funcionarios, que además son sus amigos y que como tales vegetan en el Invico (donde hubo poco que hacer en los tres últimos lustros). Y también a los amigos de las empresas constructoras, pues según se anunció, la plata la manejarán las provincias. Más que bueno.

Tan generosos están en Balcarce 50 que Ricardo es capaz de devolverle gentilezas. Acostumbrado a viajar (generalmente por el interior) esta semana Colombi se convirtió poco menos que en una sombra presidencial. Fue a Paraguay con CFK el miércoles a devolver muebles del mariscal López y luego, al otro día, compartió con ella los anuncios del relanzamiento de un ambicioso plan federal de viviendas. Tanto tiempo junto a Ella hizo que El se interesara por ciertos pasatiempos de la señora.

Cristina no se cansa de batallar contra los medios hegemónicos y últimamente a Ricardo le anda dando vueltas la idea de que la culpa de todo lo tiene la prensa, que en Corrientes no es hegemónica pese a que sus dueños, podría decirse, toman café en el mismo bar.

Son los periodistas, al parecer, responsables de la inseguridad; de la falta de energía; del déficit habitacional; de la caída del techo en las escuelas; de la falta de agua en esas mismas escuelas; de que no se habiliten edificios inaugurados; del incumplimiento de los plazos de las obras, por caso en el aeropuerto; del estancamiento laboral; de que Coca Cola se tome una Pepsi antes de empezar a levantar la planta embotelladora que con tanta pompa se anunció para desarrollar en Perichón; y hasta de las lluvias que generaron las últimas inundaciones.

Práctica habitual en Colombi suele ser aquello de querer correr al periodismo con la vaina. “Tienen  que salir a recorrer la provincia. No todo está en las pocas manzanas que ustedes caminan”, suele prepotear.

Tampoco la provincia es la Capital y eso hay que concederle. Pero para los Colombi, desde que gobiernan, la ciudad nodriza es poco menos que un patio trasero.

No obstante esto, tal vez tenga razón el Ricardo de ahora y siempre: habría que ver el interior. Allí las cosas no pueden más de fenomenales.

En el Iberá, donde anida un potencial turístico internacional, quedan varados los turistas por el mal estado de los caminos. De Paso de la Patria se fueron el verano pasado por falta de luz: los turistas y también algunos comerciantes. En muchos otros lugares no pueden quedarse por falta de infraestructura, más allá del entusiasmo con el que se cuentan los miles y miles de autos y personas que pasan o pernoctan en ciertas ocasiones. En total, todo junto y al mismo tiempo, Corrientes solo puede alquilar unas 15 mil camas. Esa es su capacidad de alojamiento según el último informe de la Dirección de Turismo publicado en octubre de 2013, cuando todavía no era ministerio.

En San Miguel, poco más del 20% de los chicos que van a la primaria repiten de grado. En Empedrado, más del 15% repite en secundaria. Para aplaudir.

Sauce es una belleza. Según datos de 2012, más del 63% de los pibes cursa la secundaria con sobreedad. En Goya, donde perdió su candidato, sobran crisis institucionales y políticas. En Mercedes, casa natal de Ricardito, donde le dicen “Lalaca”, también perdió su candidato, y desde entonces amenaza con echar al intendente.

En Capital niega las pocas posibilidades de crecimiento que se ofrecen. Santa Catalina por ejemplo. Rara casualidad. En Capital también perdió su candidato.

Ni hablar del manejo de los fondos, por caso los de coparticipación, que ahora mantienen dividida la opinión política y ocupada a la Justicia, como si no tuviera trabajo más productivo que hacer.

Tal vez por ese horizonte que ofrece la provincia, haya tantos (más de 10 mil) estudiantes de abogacía y tan pocos (no llegan a 200) estudiantes de administración de empresas agropecuarias, que es donde se desarrolla el trabajo más fuerte de esta satrapía, cuando no se trata del Estado. De hecho, esta sigue siendo una provincia cerealera, forestal y ganadera, productora de servicios más que de bienes, que además, son sólo primarios.

Es para enfermarse. Por eso mismo, quizás, haya más médicos (6.200 aproximadamente) que enfermeros (4.700), pero pocos quieran ir a los hospitales por la miserabilidad de los salarios. Una malaria. No obstante -para seguir el hilo de esta inspiración-, la tendencia de la pobreza se mantuvo oscilante en los últimos años, desde 2011, pero duplicando la media nacional…

 

Cosas que matan

No hace mucho, El Litoral publicó un informe oficial, emanado de la propia dirección de Vialidad, que confirmaba que en el año 1983 había más rutas asfaltadas en la provincia que en la actualidad. “Corrientes cuenta hoy con más de 12 mil kilómetros de rutas provinciales, de las cuales sólo poco más del 6% se encuentra pavimentada. De hecho, más del 60% de la red es de tierra”, decía el informe. Tales datos brindaron un argumento sólido a las palabras del gobernador Colombi ofrecidas en la apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura provincial, en marzo pasado, donde manifestó su objetivo de revertir el “déficit de conectividad que tiene Corrientes”.

De todos modos, el reconocimiento de la situación por parte del mandatario, no lo enajena de responsabilidades, sobre todo teniendo en cuenta que la administración actual, aún con sus bemoles, viene gobernando Corrientes desde la crisis de 2001. Del 83 a la fecha pasaron 30 años. Los Colombi y en particular este, Ricardo, gobierna desde hace casi la mitad de ese tiempo.

Pero volviendo a la época del retorno democrático, hay más todavía. Desde 1980 y hasta el 2000, la tasa de crecimiento demográfico era el doble a la que se registró en 2010. En 1980, del total de población “nacida en Corrientes”, solo el 56,2% vivía en Corrientes. Ahora mejoró el asunto: vive en Corrientes el 66,4% de los que nacen, que son cada vez menos. Los números mejoran. Lo que no mejora al parecer es la vida. No aparecen las oportunidades que, por escasas, empujan al “exilio” a casi la mitad de los correntinos. “Tanta soledad, tanta falta, tanta lejanía/ Tanto no poder, tanta nada, tanta despedida”, diría Teresa Parodi.

¿De quién será la culpa de todo esto? Tal vez no haya culpables o los haya a raudales. El periodismo tendrá también sus culpas, por supuesto. La primera es no ver la cantidad de obras y gestiones que se hacen desde el Gobierno pese a que no impactan, a la vista de los medios, según cree Colombi, en los hechos que se narran a diario.

Sólo se ven las muertes y catástrofes y hechos de inseguridad, que son sólo una sensación, dicen.

Colombi sabe que no es así. En Corrientes se cometen en promedio, 25 mil delitos anuales, constantes desde 2006. Tal vez haya ido en aumento, por eso la Jefatura de Policía escondió sus estadísticas desde 2011 en adelante. De esos 25 mil delitos anuales, más de 15 mil, en promedio, son delitos a la propiedad. Una “sensación” que no se calma ni gritando en los actos frente a los cabos recién recibidos, ni con patrulleros y chalecos. Se calmará seguramente trabajando. Previniendo el delito, pero más aún, tratando de integrar a la sociedad que se muestra desde hace tiempo resquebrajada.

La manía escondedora, como en el Indec, o, cuanto menos, la de no llamar a las cosas por su nombre, tiene sus consecuencias.

Lo raro es que hasta en esto Colombi se queja de lo que él mismo hace. Tiene la costumbre, por ejemplo, de cambiar o confundir, jocosa pero sarcásticamente, el nombre de las personas. Lo toma como una especie de juego cuyo chiste consiste en quitarle al otro la dignidad de su propio nombre.

Su nueva “amiga” de estas horas, Cristina Fernández de Kirchner, tal vez sin conocer esta faceta del bueno de Ricardo, le dio de tomar de su propia medicina. El jueves, por cadena nacional, lo ninguneó pronunciando mal su apellido. Ahora sabe lo que sintieron Fabián Ríos y Camau Espínola cuando les pasó lo mismo. Una pena para “Colombí”, con tilde en la i. No le sale una: lo mal-trata la presidenta y los medios no ven las glorias de su gobierno.

 

http://www.ellitoral.com.ar/es/articulo/322938/El-reino-de-Colombi