Para hacerse escuchar, la campana debe sonar

 

“A los médicos, la intolerancia, la incertidumbre y el narcisismo nos hace vivir los aciertos como producto de nuestra capacidad, olvidando el azar, y responsabilizando de los errores a algún otro o al azar, olvidando o negando nuestra incapacidad.”
Alberto Agrest. Médico académico.

 

La muerte de Agustina Cristaldo, la nena de 3 años que el lunes ingresó al Hospital Pediátrico en busca de atención médica y ayer fue sepultada, cuanto menos actualizó el debate sobre las condiciones del sistema público de salud, la responsabilidad de los gobiernos encargados de su organización y gestión y sobre la pericia de los médicos y asistentes que son la cara visible de ese sistema.

Entendidos en la materia hablan de la necesidad de reorganizar el esquema de atención; de hacer funcionar la descentralización que se pretendió con la implementación de las salas y centros de salud y, por lo tanto, de contar y contener al material humano encargado de aplicar las políticas sanitarias definidas, se cree, como políticas de Estado.

Las limitaciones presupuestarias jaquean siempre ese deber ser. De ello hablan los gobiernos para justificar su intransigencia ante el reclamo de los gremios, y de ello también hablan los gremios para justificar sus paros. Pero una realidad se da de bruces con esta cuestión: los profesionales preparados en Corrientes hoy ejercen en otras provincias, incluso más pobres que esta, aunque cueste creerlo. Entonces, ¿no hay dinero, voluntad, o lo que escasea es la inteligencia para administrarlo?.

No hace mucho, por caso, el Pediátrico fue un hospital de referencia en el país, capacitado para atender a pacientes que demandaban prestaciones de alta complejidad. ¿Que pasó ahora con esta niña? Dicen que la Justicia se encargará de revisar el caso. Pero mientras tanto, ¿quién se encarga de lo otro, de reorganizar el sistema, de equipar los hospitales, de capacitar médicos y rentarlos de acuerdo a sus responsabilidades?.

Los gremios del sector vienen desarrollando medidas de fuerza por estas y otras cuestiones. Advirtieron en más de una oportunidad que este (la muerte) podría ser el resultado. Ahora que está la muerte sus responsables aclararon rapidito que el Pediátrico no estuvo de paro. ¿Cómo es entonces? ¿Hay o no hay precariedad laboral?

En el Juan Pablo II, como sucedió ya en otros hospitales, sus directivos primero salieron a proteger la prestación de sus médicos, después a colaborar con la justicia por el esclarecimiento del caso de Agustina y en las últimas horas a quejarse por la falta de médicos, de enfermeros pediátricos y de otros asuntos que no siempre están en la agenda de charla con los responsables políticos del Ministerio de Salud. Si de eso hablan, alguien no entiende o no hay respuestas.

En paralelo, médicos con jerarquía dentro de la institución, no tuvieron mejor idea que recurrir a las estadísticas. “Atendemos a más de 250 mil niños por año”, aseguró ayer un doctor en contacto con la prensa. O pretendió con ello revivir el recuerdo de viejas glorias o, lo que sería peor, intentó justificar la muerte por una cifra.

Pero fueron más allá todavía. Este y otros profesionales salieron a cuestionar la tarea de la prensa, como queriendo matar al cartero. Resulta que para estos doctores, y también para algunos chupamedias de profesión, integrantes de una claque de pseudo comunicadores de moralina, la prensa informó sobre el caso de manera parcializada. Reflejó el dolor de la familia y no la rotura de unos vidrios, la bronca amenazante de los padres y no la voz oficial.

Tal vez tengan razón. En cuestiones como esta, la prensa suele defender al más débil, dándole voz al que no tiene, no al que la oculta. Pero además, deben saber los doctores -y los serviles-, que una campana se escucha si la hacen sonar. Es muy difícil para la prensa acceder al campanario, es decir, defender una posición que no conoce.

Ni el director del hospital (salvo en una mini conferencia de prensa), ni las autoridades del Ministerio de Salud, ni la fiscal de la causa, ni el jefe de los fiscales respondieron requisitorias periodísticas tras el escándalo. Este diario los buscó infructuosamente. Ese vacío lo llenó una familia desbordada de dolor por la muerte de una niña y por el (mal) trato humano de los médicos y enfermeros.

La crítica elíptica, no obstante, activó los teléfonos. Ayer, cual corporación, los médicos quisieron explicar sus verdades, casi como el dueño del chancho pateado que cuenta el refrán. Hasta hubo una reunión interna en el hospital. Raro, teniendo en cuenta “un caso” en 250 mil al año.

La prensa también comete errores, graves algunos. Pero no es error de la prensa no acceder a la información por una negación de quienes detentan circunstancialmente el poder de administrarla. Y mal que les pese a algunos, periodismo se hará siempre. Y será del bueno si horada las posiciones soberbias de los grupos dominantes, cualquiera sea su origen.