Crisis y oxígeno

Será difícil olvidar lo del jueves. No solo fue una jornada larga y angustiante sino una de las más críticas desde que se declaró la pandemia en marzo de 2020. El sistema sanitario correntino está en situación de estrés, trabajando bajo presión, sin descanso, con médicos, terapistas y técnicos agotados, con números que no bajan y, por lo tanto, sin posibilidades próximas de una tregua. Y para colmo de males, con una falla en los equipos de provisión de oxígeno sobre el cual se montó una feroz campaña digna de la mejor trama de un relato apocalíptico.

Los datos de por sí son alarmantes: solo en la última semana, desde el domingo pasado hasta ayer, se registraron cerca de 5.500 nuevos casos de covid-19, lo que representa alrededor de un 10 por ciento del total de personas con coronavirus en 16 meses. De nuevo: valores de una semana sobre casi un año y medio de peste. Impresionante. Grave.

Grave porque en los últimos siete días, además, fallecieron casi 70 personas, lo que describe el incremento en el porcentaje de muertes cada 100 mil habitantes, que es el guarismo que más importa. O que debería importarnos.

Lo que sucedió el jueves en el hospital de campaña tuvo su aclaración el viernes. Fue el propio ministro de Salud, Ricardo Cardozo, quien esbozó una explicación un tanto demorada. Sirvió, sirve, pero tal vez no alcance, porque además del congelamiento de los caños que hizo bajar la presión de oxígeno en la sala más crítica del hospital, habló de una “mano negra” y de intereses de la política más “playita”, según su expresión, y esa sola mención acusatoria disparó el tema antes que aquietarlo. Un error de comunicación que en toda situación, pero sobre todo en pandemia, deviene en error político.

Si la idea es bajar los decibeles de la utilización política-mediática de los efectos negativos de la pandemia, en esos términos resulta cuanto menos contradictorio.
No obstante, la tranquilidad volvió a adueñarse del hospital y de las personas, como también del sacrificado equipo sanitario, pero quedó en el aire un germen inquietante, rayano con la peor de las conspiraciones políticas acrecentadas en épocas de campaña: la posibilidad del daño al gobierno, tal vez al gobernador, pero que toma de rehén, para ello, a las personas allí internadas y que hace mella en la preocupación de sus familiares, la mayoría de los cuales están lejos e incomunicados o, por lo menos, ajenos al acceso directo y rápido a una información confiable y precisa.

Parece un combo lo suficientemente peligroso como para que la Justicia se sacuda la modorra del aislamiento impuesto por la situación y haga lo que tiene que hacer tirando, en principio, del hilo que dejó enhebrado el ministro Cardozo.

Solo la Justicia, en todo caso, con profesionalismo y paciencia, podrá determinar el hecho y el color de la mano que lo causó, si es que hubo tal cosa, o en todo caso llevar tranquilidad o aportar sugerencias de previsión para reducir a cero la eventualidad de una falla futura que pueda entorpecer, como el jueves, la marcha normal de una maquinaria que trabaja sin descanso y con enormes niveles de tensión.

Pero la Justicia debe investigar no solo por lo que sugiere el gobierno, sino que debe hacerlo porque hay voces, opiniones expertas e interesadas, pero también, o sobre todo, porque en el medio está la vida o la muerte sobreviniente de la gente que padece los dolores del virus y el miedo de la zozobra ante el error o la maldad. Y porque la comunidad toda se merece que el Hospital de Campaña -que se erigió como un orgullo de la medicina local, como un manual de la articulación técnica y científica, y como el deber ser de la previsión de un gobierno-, no se convierta, por intereses o pataleos oscuros de la coyuntura política, en el hospital de las campañas, teatro de operaciones de una disputa muy menor en relación al valor de la salud personal y pública.

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Aun así habrá que estar preparado, pues la pandemia será el eje de los libretos proselitistas. Ya lo es y tal vez sea imposible que no lo fuera. La pandemia consiguió, de hecho, un reposicionamiento de la clase dirigente a nivel nacional y acuerdos para el corrimiento de las fechas electorales. Pero eso mismo, en el camino, envalentonó a unos y otros a un violento tanteo por el manejo-utilización del bien más preciado de estos días: las vacunas.

Corrientes entró más tarde y menos abruptamente a esa disputa, básicamente porque entramos de manera más natural a la época de definiciones. Pero empezaron los tironeos cuando el gobernador decidió llamar a elecciones para el 29 de agosto. La oposición, aún desarmada y atomizada, salió a cuestionar la forma de la convocatoria para ver si puede torcer el fondo, que no es otro que ganar tiempo para pertrecharse mejor y salir protegido a competirle a Gustavo Valdés, que hoy se encuentra varios pasos adelante en ese campo.

Son aprontes de una carrera que todavía tiene mucho que dirimir, en uno y otro bando. Y si bien Valdés está firme y suma avales, sigue en el hilado del premio mayor en Encuentro por Corrientes: el liderazgo total de la alianza.

En ese esquema pueden leerse varios movimientos. Cuando avisó que no lo van a condicionar, por ejemplo. O cuando puso algunos puntos sobre lo que él llamó el círculo rojo. O cuando lanzó su candidatura con el acompañamiento de 29 partidos (nunca antes visto en la historia institucional reciente de Corrientes) aunque sin el presidente de su propio espacio político, Ricardo Colombi.
Esta semana fue más allá. Salió a terciar en directo en el armado territorial provincial, mirando con un ojo Mercedes y con el otro Ituzaingó. Después dedicó jugosos espacios de su agenda para visitar o recibir a viejos adversarios de los viejos liderazgos partidarios.

En esta semana ardua, Valdés mostró su fortaleza: pero no solo en el terreno de la gestión, sino también en el pantanoso terreno de la política.

 

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En esa misma línea sorprendió -aun en su ambigüedad- la jugada de Carlos Mauricio Espínola, que el viernes de noche (siguiendo una lógica virtual y con la ayuda de Google y la ágil vehiculización de contenidos que ofrece WhatsApp), lanzó un globo de ensayo pensando en lo que viene, pero también poniendo en la balanza el peso específico de su liderazgo siempre valorado en las urnas, pero no siempre en el Partido Justicialista.

De hecho, con el spot que hizo público, deja traslucir una cierta lejanía con las estructuras partidarias. Dice que hizo una fuerte autocrítica y acto seguido lanzó un nuevo espacio amplio de cara al futuro: “Hacemos por Corrientes”. Ese nombre parece una eufonía de “Encuentro por Corrientes”, pero es en realidad un espacio destinado a construir a largo plazo, puesto que en el plazo inmediato resulta más un diseño para polarizar entre la oposición, lo que de ocurrir, podría fortalecer aún más las chances de Valdés de conseguir su reelección.

Es un globo de ensayo y recién se está inflando. Debe calibrar todavía su resistencia para transitar después el rumbo trazado, el de “la construcción de algo más grande, donde los resultados quizás no los veamos ahora”, según dicen cerca del ¿candidato? En un documento que acompaña su pieza audiovisual de lanzamiento, también pidió dejar de lado la grieta y “pensar solamente en Corrientes”. El tiempo dará su veredicto.

El PJ, mientras tanto, solo tiene algo seguro. Se llamará Frente de Todos, como se llamó la boleta aglutinante que ungió a Colombi en 2001.