Carlos Gelmi: “El periodismo está confundido, tergiversado, ya no es lo que era”

 

 

 

 

Con Gustavo Lescano y Sebastián Bravo. Hace un tiempo fue protagonista de un episodio que lo alejó temporalmente de la Redacción. Su salud le impuso un paréntesis que se resiste a cumplir porque le cuesta, como le costaría a cualquiera quedarse en su casa a ver televisión después de haber entregado 55 años de su vida a una profesión en la que se generan los contenidos de los que habla la televisión.

Carlos Alberto Gelmi, el decano de El Litoral, a su vez medio decano de la región, accedió a esta entrevista para hablar, en las vísperas del Día del Periodista, que se conmemora el 7, de la actualidad de la profesión. Una charla sin tapujos donde la crudeza del contexto del oficio se ofrece a borbotones. Un punto de vista tras medio siglo de trayectoria.

¿Cuál sería su definición de periodismo y de periodista?

Se repite todos los años a esta altura del partido, y pese a todo el tiempo en que uno está en esta temática no se puede llegar nunca a ninguna conclusión. Primero, porque cada uno va a tener una definición porque depende de cómo le fue en la feria. Y segundo porque es indefinible.

¿Pero qué es ser periodista?

Si hace 55 años me hubieran preguntado habría dicho la misma respuesta que ahora, es decir, por lo menos mostraría coherencia: diría no sé. Nadie me puede discutir porque eso es una cosa totalmente privativa de mi criterio, de mi forma de pensar que seguramente va a disentir de cada uno de los que me están escuchando que están queriendo interpretar mi pensamiento y nadie me va a poder discutir.

Eso es como la mamá: mi mamá es la más linda del mundo y la más buena. Eso es periodismo. Ahora, qué es ser periodista, eso es mucho mas difícil de definir, porque periodista puede ser cualquier persona que trabaja en un periódico o diario. Eso es ser periodista. Ahora, ¿se desempeña bien como periodista? Ahí está el asunto. Hay muchísima gente que no tiene la oportunidad de desempeñarse en un medio y sin embargo es buen periodista y no lo sabe.

Entonces, ¿hay una forma de hacer periodismo que puede ser distinta de la del periodista?

¡Sí! Sí, esa persona humilde, anónima, valiosa, los hacedores sociales, esos personajes que trabajan en los barrios y que a veces nosotros le negamos protagonismo, que están olvidados, a los que llamás por teléfono para preguntarle sobre los problemas de su barrio y te hacen una descripción increíble que nadie lo puede hacer tan bien como él, como ella. Esa persona es un periodista porque lo ha captado, lo ha vivido, lo ha interpretado. Es capaz de traducirlo y de interpretarlo. Y sobre todo transmitirlo, hacerlo entender.

En ese marco, ¿usted cree que hay categorías de periodistas, o está primero el periodista y después el medio y sus categorías?

Sí, al final, en el fondo, pero cada vez menos. Es la calidad que está oculta, que está tan desvalorizada, que se nota muy poco. Es decir, ahora por ejemplo, qué es lo que más se cotiza por imperio de la televisión: la imagen. Es muy difícil encontrar que triunfe en la televisión una chica que no sea bonita. Es más fácil que triunfe una mediocre pero que sea bonita. O un muchacho con buena pinta. Se privilegia la imagen sobre la personalidad, sobre la calidad. Pero la calidad al final se impone.

Igual, aflige un poco que a 55 años de trayectoria no tenga una definición de la profesión. Es decir, ¿a qué se debe esa negativa, ese no sé en cuanto a la definición?

Porque no creo que haya una persona que pueda decir “este es periodista”, es muy difícil. Por lo menos yo no la tengo, es como una vocación, es como cuando te dicen: hace 55 años que estás haciendo periodismo, entonces esa fue la vocación de tu vida. Y yo no sé si fue la vocación de mi vida. Lo único que sé es que siempre me gustó leer, escribir. Pero a mí, hace 55 años, me llegó un momento crucial: tenía que trabajar para comer. La opción en ese momento se dio en una redacción, en el diario La Provincia, que fue antecesor de este diario. Y bueno, entré y nunca más salí, se convirtió en mi vocación, se me metió el veneno en las venas y no pude salir. Pero qué habría pasado si en vez de meterme en la jaula de una redacción me hubiera metido detrás de un mostrador de una tienda. Hoy hubiera sido vendedor de telas, de zapatos. No hay una vocación original, una vocación nueva.

¿Fue casualidad o causalidad, finalmente?

Pudo haber sido las dos cosas. Yo hice mucha fuerza porque me gustaba, y no hice ningún esfuerzo para salir de esta tortura porque vos viste que los periodistas tenemos una característica también, siempre estamos protestando: que para qué me metí; que si puedo salir de esto me voy a meter en otra cosa. Si yo pudiera cambiar de profesión cambio, pero siempre vamos por lo mismo. Y así nos pasamos la vida. Es uno de los presupuestos esenciales del periodista: protestar y protestar, pero siempre aferrado a lo mismo.

Bueno, pero ahí está un concepto: la necesidad de protestar, la profesión es eso…

Sí, por supuesto.

Tratar de cambiar algo…

Sí, así como criticar, nosotros no estamos para aplaudir, no vamos a poner hacer una nota elogiosa para un médico que hizo una operación, salvo que esa operación sea excepcional, porque sino, ¿para qué está el médico? Nosotros estamos y siempre nos quejamos.

¿Es una protesta por la falta de reconocimiento, por trabajar hasta los días en que todo el mundo descansa?

Sí, pero también tenemos que tener en cuenta los privilegios que tenemos y que muchas veces nos echan en cara y nosotros lo dejamos pasar y miramos para el techo haciéndonos los distraídos. Nosotros tenemos muchos privilegios, por el solo hecho de ser periodistas; tenemos acceso a muchos lugares que otros no tienen, reuniones por ejemplo, donde va gente importante.

No me estoy refiriendo solamente a un ágape especial, cosa por la cual somos muy criticados y con mucha razón, porque tenemos una fama tremenda de ser grandes consumidores de sándwiches y otros bocaditos gratuitos.

¿Y cómo ve la profesión hoy?

Totalmente confundida, tergiversada, ha dejado de ser la profesión que era. No estoy haciendo la comparación en cuanto a su calidad, sino a los límites de su actividad. Está metida en cosas en que no tiene que estar metida y está ajena de cosas en las cuales debería estar metida.

Está tremendamente politizada y ha llevado a esa guerra de canibalismo entre el Gobierno y las empresas Clarín y La Nación. No sé quién tiene la razón, tal vez los dos tengan un poco cada uno, pero seguramente sean más las culpas. Así que eso que lo arreglen entre ellos pero sin mezclar a la gente.

Ni siquiera le echo la culpa a ambos sectores, sino a nuestros colegas que se dejan utilizar, que son personas inteligentes pero son lamentablemente aprovechadores de una circunstancia en las que buscan un beneficio muy especial, por lo menos circunstancial.

¿Cree que esa pelea Clarín-Gobierno se los llevó puestos a los periodistas?

Sí. A muchos se los llevó y otros se dejaron llevar. Pero no sé, ni me atrevo a pensar los costos. Cada uno tendrá su costo estampado en el orillo. Inclusive es fácil dar nombre: cuánto debe cobrar Víctor Hugo Morales para hacer esa campaña que está haciendo. Pero hay otros, como Mariano Grondona. Todos los cuestionamientos o todos los halagos que podés decir de Grondona tienen vigencia siempre. No cambió ayer ni va a cambiar mañana, no. Pero hay otros que cambian de ayer para hoy y según cómo viene. Si alguien del gobierno le hace un guiño no tiene problemas de cambiarlo. Como dijeron alguna vez: “Bueno, yo tengo mis principios, pero si no les gusta lo podemos cambiar”.

Usted fue en su momento editor de Clarín. ¿Qué siente hoy con este conflicto?

Eran tiempos totalmente diferentes. Esto es como decir la selección nacional con Messi, o la selección nacional con Labruna. Son diferentes.

¿Hoy proliferan más las operaciones de prensa o bien se puede notar más por la mayor cantidad de medios que hay?

Sí, hoy se nota mucho más porque ahora se mueve más dinero. En mi época (lo digo tocando de oído, porque de una de las cosas que me jacto es de que nunca me mezclé con la basura), se movía mucho dinero, pero ahora se mueve muchísimo más. En aquella época era, digamos, dinero barato: beneficiarte con un viaje, incluirte en una comitiva que viajaba a un determinado lugar, unas vacaciones pagas. Ahora es una cosa de fábula. Toda una familia empleada… Además, con un descaro sin rubor. Antes si se decía “fulano trabaja para tal partido, para tal gobierno”, uno no salía a la calle. Ahora se jactan, llevan una cucarda en el pecho.

Pese a esta descripción tan desalentadora, ¿cómo hacemos para preservar al periodismo?

Es que no hubo cuestionamiento. Nosotros vivimos pidiendo a los partidos políticos que hagan una autocrítica. ¿Y nosotros cuándo hicimos eso? Por qué tenemos que llegar a esta pelea de que un medio sea hoy de fulano y mañana es de otro, pero resulta que en los papeles aparece un tercero siendo el dueño. Acá hay medios que no sabemos de quiénes son.

¿Y esta pelea Clarín-Gobierno? No es una forma de autocrítica, de cuestionar al periodismo?

No, porque ellos no se cuestionan.

Pero la pelea deja al descubierto todo esto que estamos hablando y en definitiva la gente puede llegar a sacar sus conclusiones…

Sí, por supuesto que sí. Yo por ejemplo trabajé 16 o 17 años en Clarín, pero jamás supe que había acciones metidas en la TV; y hoy resulta que tiene 210 estaciones de cable, inmobiliarias, pilas de cosas. Si a vos te dicen “esto es El Litoral”, vinculás todo lo que así se llama; pero si se llama Pirulo no lo vinculás. Al final, todo parece que es para cambiar el collar pero es el mismo perro. Porque quieren destruir el monopolio de Clarín y La Nación para hacer el monopolio del Gobierno. Qué garantías tengo de que no será así.

En medio de esta disputa, ¿el periodista que hoy comienza tiene mejores perspectivas de encauzar su profesión?

No, siempre va a ser igual. Acá hay una relación empresa-empleado y así será, igual. Esa discusión sobre de “no hay libertad de prensa, sino de empresa”, siempre va a existir. Además, se puede plantear como propiedad privada.

Y los periodistas ¿tienen propiedad sobre algo?

No. Tienen los derechos que marca la ley sobre su estabilidad de empleo y nada más.

¿Y sobre su creación intelectual?

Bueno, sobre eso sí. Pero dónde la publicás. Si yo empresa te digo “no, esto no va”, por más que vaya con tu firma…

Entonces cómo hace el medio, ante este escenario, para generar cierta confianza con la gente, ¿falta autocrítica solamente o también decir cuáles son los intereses que te mueven?

Y, cumplir sus enunciados fijados como misión desde su fundación como medio, su rol social. Sin embargo, nadie controla que se cumplan esos objetivos fundacionales. Hay un descontrol absoluto. Hay diarios que podrían considerarse clandestinos y se venden en el kiosco de la esquina. La gran falla, por ejemplo, es que no tienen editor responsable.

¿Cuál sería, entonces, la principal motivación o misión del periodista?

Tenemos que ser sinceros: la principal es ganar el sueldo, sino no trabajarías de periodista. Hay una realidad cruda, que sangra a borbotones y es que mucha gente está dejando el periodismo por la función pública. Porque en la función pública trabaja mucho menos y gana mucho más. Y allí nadie le pide que rinda cuentas sobre su forma de pensar y cada dos años hay elecciones y cambia la forma de pensar.

¿Qué está planteando: un medio despersonalizado, que demuestre cuál es el atril desde el que habla y haga un pacto con el lector sin camuflar ideología, posicionamiento político?

Todo lo que digamos sobre eso, es inútil. Lo que pasa es que nosotros, los periodistas, creemos que los lectores son tontos, que los engrupimos, que lo que decimos ellos creen. Pero en la mayoría de las veces, el lector nos engrupe. Lo que pasa es que los periodistas somos como los artistas, somos vanidosos, egoístas, orgullosos. Que te feliciten nadie rechaza, lo malo es que te la creas, que te engrupas. Y el lector no es tonto, de ninguna manera.

¿Usted cree que el medio es el mensaje?

Sí, yo creo que es así.

Y si tuviera que empezar de nuevo ¿qué haría?

Y por ahí me empleo en una tienda. (Hay una escapatoria: haría lo mismo pero mejor).

 

Versión local

¿Cómo ve el periodismo de Corrientes hoy?

Que como mensaje no existe. Mientras siga vigente la situación económica general, y ahí involucro fundamentalmente el sustento económico del empresario periodístico, va a seguir siendo así. No se puede vivir pendiente de los humores de los funcionarios. Es diferente en Buenos Aires, donde hay fortaleza económica. Acá no tenemos absolutamente nada dónde rebuscarse. Al contrario, te castigan. Además, en ese sustento económico no sólo está el dinero que entra sino también está en una columna principal el dinero que debés.

Entonces, ¿somos presa del discurso único?

Exacto.

¿Cómo se resiste?

El día que descubramos eso, somos Clarín o La Nación.

 

La era digital

¿Qué suma o qué resta Internet en el periodismo?

Internet es lo mejor que hay. Hay esos cuestionarios en que se pregunta cuál es el hecho más importante de la historia. Y dicen el descubrimiento de la penicilina, el trasplante de corazón, la llegada del Hombre a la Luna, el descubrimiento de América. No, es Internet, no hay nada superior.

Y en el periodismo también, es el que más se beneficia por la inmediatez, pero es una partecita. Es una máquina de fabricar novedades. De la historia que viví yo, es una evolución de novela.

Y en el caso del periodismo, ¿hay una mayor variedad o una unificación más amplia? ¿Democratiza el mensaje o es una propaladora del discurso único?

Y eso lo tenemos que ver sobre la marcha. A ver si no es el Gran Hermano.