Valdés: recuento de daños y proyección a largo plazo

Gustavo Valdés no habló de la herencia. No puede hacerlo por una larga lista de circunstancias políticas, que se sintetizan en una oración de ocho palabras: recibió el gobierno de su mentor, Ricardo Colombi. Pero sí hizo algo digno de esperanzas: reconoció cada uno de los problemas que estancaron a la provincia durante los últimos 20 años y que se negaron sistemáticamente en los últimos 16. El cambio tal vez empiece por ahí, y más allá de las expectativas que tenga cada uno, ese punto de partida predispone a la provincia a transitar el merecido, postergado y reclamado camino de la reconstrucción, del desarrollo, la modernización y la inclusión social.
Fueron esos, de hecho, los ejes del discurso con el que el Gobernador, ayer a la noche, dejó inaugurado el período ordinario de sesiones de la Legislatura.
Gustavo Valdés fue recibido después de las 19 en las remozadas instalaciones del Palacio de las Leyes (todavía con olor a pintura) y desde las 19.20 hasta las 20.27 recorrió las 24 páginas del cuadernillo de su discurso, el primero de su gobierno, plazo fijo en el que depositó el éxito o fracaso de su gestión. No sólo de este año. Porque fue un discurso largamente aspiracional, que no verá frutos en 365 días. No lo creería ni el más optimista. Pero sí marca un rumbo y metas. Veremos.

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Para empezar, selló el carácter de esta etapa que comienza: “Corrientes somos todos”, dijo, e instituyó ese slogan como la identificación de su gestión, que tiene además la intención de una convocatoria amplia, abierta, que incluya principalmente a las mujeres y a los más vulnerables, y a los vecinos de todas las direcciones. Mencionó especialmente a la Capital. Un detalle, pero no tanto. Es una gran diferencia en relación a los últimos años llenos de diferencias entre el Gobierno y el principal distrito provincial. Hay más.
Este largo “todos” incluye “a los que están y a los que se fueron”, dijo Valdés. Incluye a los que se fueron porque no tenían razones para quedarse. Ni trabajo. Ni futuro. Hubo aplausos. Muchos.
Gustavo Adolfo Valdés reiteró los ejes de su gestión trazados en diciembre, cuando asumió: desarrollo, modernización e inclusión social. Habló de aumentar el producto bruto y mejorar la distribución de la riqueza. De más energía para las empresas. De empleos de calidad bien remunerados. Habló de la falta de energía, sí, y también de escasez de rutas, caminos rurales, de puentes para la producción.
De la necesidad de recursos humanos capacitados. De la salud de la gente y del ambiente. Del agua potable, de la necesidad de cloacas. De viviendas saneadas para prevenir enfermedades.
Definió la modernización conceptualizando por comparación: “El mundo está creando inteligencia artificial y nosotros todavía luchamos contra la deserción escolar”, dijo. Fue una daga. Muchos en la sala tragaron saliva. “Modernización no es comprar computadoras. Es cambiar nuestras cabezas y pensar de otra manera”, insistió.
La inclusión social y la lucha contra las desigualdades -reiteró- será uno de los pilares sobre los cuales descansará su gestión. El punto de partida es difícil, “pero asumimos el problema y nos proponemos tratar de solucionarlos”, prometió. Asumir el problema, otra gran diferencia con sus antecesores.
Su visión será humanista, adelantó, pero con bagaje doctrinario para marcar el rumbo del gobierno. Su inspiración: los héroes, desde San Martín para abajo, hasta los comprovincianos que todos los días “trabajan para hacer grande a Corrientes”.
Mencionó a Ricardo Colombi. No podía obviarlo. El ex gobernador miraba retraído desde su banca de senador. En ese momento Valdés habló de un legado. De paz social. De las inversiones. Del Banco de Corrientes saneado. De una provincia desendeudada. De equilibrio fiscal. De los jubilados. Del 82% móvil y de una directriz: “No vamos a transferir nuestra caja de jubilaciones a la Nación. Es de los correntinos y seguirá siendo de los correntinos”, bramó, y le respondieron con vítores.
Habló de una relación madura con los municipios, con todos ellos, sin que importe el partido político de cada administración. Si concreta ese anuncio en los hechos, el nuevo Gobernador habrá marcado otra diferencia con el pasado inmediato.
Habló de industrializar la madera y abrió la puerta, de par en par, a la radicación de una papelera. Mencionó incluso la posibilidad de construir viviendas con este material. Trabajo para los correntinos. “Porque si no lo hacemos nosotros, otros lo van a hacer, arrebatándonos los empleos que necesita nuestra gente”, argumentó.
Mencionó la ganadería y su exportación. El arroz. Los cítricos, la horticultura, la yerba, el té, la miel. Pidió crecer y mejorar.
Se extendió hablando de turismo, del Iberá, de la expansión del aeropuerto Piragine Niveyro y del traspaso a la jurisdicción provincial de otras cinco pistas. Pidió articular conocimiento con los reservorios como la Universidad del Nordeste. Ponderó el conocimiento.
Habló de energías renovables, de represas, y apostó por Garabí. Se detuvo luego en Yacyretá y Garabí: “Corrientes merece una reparación histórica en materia energética y la estamos reclamando. Tenemos derecho a exigir las obras que no se hicieron durante décadas. Porque sí se hicieron en Misiones y se discriminó a Corrientes”, remarcó. Aplausos.
Valdés dijo que concibe su gestión asumiendo desde el Estado el impulso para el desarrollo, la regulación de la vida pública y la generación de oportunidades. “Creemos en la gestión colaborativa y horizontal. No queremos compartimentos estancos”, dijo, y luego remató: “Hacer una gran obra necesita planificación, recursos, gestión, interacción con la sociedad. Eso no lo hace un ministerio, lo hace un gobierno”.
Fue un claro mensaje, pero para la interna del gabinete. Mensaje para quienes usan los recursos del Estado para hacer marketing personal. En fin. Siguió.

Habló de obras. De equipamiento para municipios. De un plan de transporte y de otro para el tratamiento de residuos. De atacar las adicciones.
Pidió la Ley de Educación y el Código Procesal Penal.
Habló de viviendas. De regulación dominial. De un banco de tierras. Del Fondo de Desarrollo Rural. Del plan hídrico. De los productos hechos en Corrientes. De salarios. De la violencia de género. De la seguridad. Del narcotráfico. De la educación. De salud. De cultura.
Habló de la pobreza. De la mortalidad infantil. “Nuestro desafío para los próximos 4 años es bajar la mortalidad infantil a un dígito”, dijo, y le respondieron con aplausos. Hoy Corrientes es la segunda peor en este punto, después de Formosa. Durante el colombismo fue la peor de todo el país.

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Una hora y siete minutos después de empezar, el gobernador Gustavo Valdés terminó su discurso. Pidió el acompañamiento de todos, “para cumplir nuestro destino”, según dijo.
Hay un punto de partida. Parece claro. Parece estar encaminado a dar respuestas a un orden de prioridades urgentes para el despegue provincial. Ojalá no muera antes de nacer por problemas políticos internos. O por mezquindades externas. Ojalá la oposición asuma responsablemente su rol. Que controle, al igual que la Justicia. Hay un millón cien mil correntinos, según Valdés, que estarán mirando. En una mano sostendrán los premios y en la otra los castigos.

About the author: Eduardo Ledesma

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