Soplan vientos de cambio

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Ganaron Alberto y Cristina Fernández. Perdió Mauricio Macri. Pesó, con preponderancia, más allá de otros valores no cuantitativos, el rumbo económico desesperante para la mayoría de los argentinos. La crisis que no pueden superar las clases bajas y medias, en el país y en la provincia, donde se sienten aún más las carencias por encima del esfuerzo provincial para paliar sus efectos.
Primó la marcha de la economía, el voto bolsillo. Pero está lejos de ser un cheque en blanco. La ciudadanía, en el amplio territorio nacional, emitió su voto para anticipar tal vez lo que hará en octubre: frenar esta marcha que excluye y divide, porque la promesa de suturar la grieta y combatir la pobreza no dejó nunca de ser una aspiración que la realidad se encargó de desmentir, de manera sistemática.
Ganó Alberto el simulacro de elección en el que terminó convertida la elección primaria, pero dejó una serie de datos que pueden evaluarse puertas adentro de la provincia, que es lo que haremos en esta nota:

Corrientes, aún con la formidable performance electoral de Gustavo Valdés en el mes de junio, hace apenas dos meses, no pudo revertir la tendencia “histórica” del voto peronista nacional de Corrientes. El posible cambio de escenario traerá consigo, más allá de las pertenencias partidarias, los necesarios recálculos políticos, internos y externos, como derivado directo del resultado de ayer.
Llegará el tiempo de revisar las estrategias, que siempre fueron ganadoras en las veredas del oficialismo gobernante en Corrientes, pero que ayer no lograron torcer el rumbo general. De revisar los discursos, sobre todo los más violentos, surgidos, algunos, de la impotencia que genera una derrota. De la impunidad, otros.
Es momento, por tanto, de poner por encima los valores democráticos. Y democracia es respetar al otro, aunque el otro encarne mi disgusto electoral en determinada coyuntura.
Macri ya dio vuelta una Primaria adversa en 2015. Falta mucho. Y todo puede pasar. Pero ese todo no incluye cualquier cosa a cualquier precio. El desatino de los ganadores o perdedores, de acá a octubre o a diciembre, puede ser muy perjudicial si no tiene en cuenta que el resultado de tal o cual decisión impactará en las personas, en la gente, en la ciudadanía. E impactará más en los que menos tienen.
Ganó Alberto y perdió Macri. Pero nadie ganó ni perdió aún. Los que sí perdieron, en efecto, fueron los encuestadores, de nuevo. Quedó en evidencia su coartada de hacer competitivo a alguien que no lo fue. Acertaron sí en un punto: en el segmento de la polarización absoluta. Alberto y Mauricio se repartieron el 80 por ciento de los electores. El 80 por ciento. Nada menos.

¿Qué pasó en Corrientes?
Lo que pasó en Corrientes es una suposición. Al cierre de esta edición, escrutado más del 89 por ciento de las mesas del país, Corrientes permanecía fuera de sistema. Llamativo, además de lamentable y vergonzoso.
Dicho esto, en Corrientes pasó lo de siempre: que todas las elecciones son distintas.
Arriesguémonos pues, a falta de datos:

El ejemplo de la singularidad de cada elección es lo que pasó con el PJ. Fue vapuleado en las provinciales de junio por sus errores en ristra y ahora recuperó espacio electoral, garantizando en el mismo acto la candidatura de José Aragón, caballo de comisario que cobró su lealtad hacia Cristina Kirchner. Lealtad que, hay que decir, se manifestó sin tapujos cuando muchos, hoy aliados, eran acérrimos opositores, arrepentidos del kirchnerismo en su versión corrupta. Ganó por la diferencia de recursos. Por el escaso volumen de algunos o el abultado prontuario de otros candidatos de la interna. Pero ganó por Alberto Fernández. Por Cristina Fernández. Por la boleta larga. Eso debe quedar debidamente documentado.
No obstante, la oportunidad que se le presenta ahora al PJ tiene que ver con la posibilidad de constituirse en contrapeso para la hegemonía que administra -por aciertos propios y yerros ajenos- el gobierno de Corrientes. La esperanza de poder ordenarse y generar un espacio con expectativas, sólo es posible si ganan los Fernández en octubre, primero, y si es que encuentran un sendero de unidad después. Los Fernández hicieron la huella. Está en los dirigentes correntinos demostrar que están a la altura de algo más grande que sus intereses personales o de grupo.
Las divisiones permanentes, aun siendo el partido más votado de los últimos tiempos, aleja sistemáticamente al PJ del poder real en la provincia, más allá del aporte que se hace, siempre y por factores más bien externos, a los procesos nacionales.
Tal vez ahora, con este envión, puedan juntar los pedazos de las disputas fraticidas y encarar un proceso proactivo de reconstrucción, que entre otras cosas destierre las malas prácticas históricas. La amenaza más grande que el peronismo debe despejar tiene que ver con no reincidir en errores del pasado. No hacer lo mismo que en el tercer kirchnerismo. No discriminar más a los que piensan distinto, sean estos personas o provincias.

***

En el oficialismo hubo ganadores y perdedores. Los números (extraoficiales) dicen que su interna la ganó Jorge Vara. Los balances políticos dicen que ganó Ingrid Jetter. Se discute, ante la ausencia de datos oficiales (justo de la provincia mimada del macrismo) si perdió o no el radicalismo, algo que no acostumbra. Parece que perdió en la provincia. Lo de la Capital estaba por verse, pero parece que también. Lo que estaba claro anoche, para algunos, era que perdió Ricardo Colombi, al que lo castigaron por segregar cuando debía unir. Dicen…
Su propia interna la ganó Jorge Vara porque fue/es un buen candidato. Aquilata una muy buena gestión en el Ministerio de la Producción. Pudo sobreponerse a muchas adversidades, incluso más difíciles que las de ayer. Contra todos los pronósticos, en sus inicios consiguió ganarse la confianza del sector productivo, aun de aquellos que descreían de su capacidad general y sospechaban que sólo su sector (el del arroz) iba a ser beneficiado por su administración.
Vara terminó siendo, tal vez, el mejor ministro del colombismo. El mejor ministro de un mal gobierno, que pagó sueldos pero empeoró en casi todos los demás índices. Ayer fue víctima de un error de cálculo. Ganó, pero el sabor era agrio en su boca.
Ingrid Jetter, en paralelo, pudo meterse en la discusión por fuerza y capacidad de trabajo propias, pese a los destratos que tuvo que soportar. Quizás también porque, de todos los candidatos, es la que menos esfuerzo debe hacer para identificarse con la política del presidente Macri, y eso es un activo para mucha gente, sobre todo para el votante no peronista correntino.
Asimismo tiene a su favor, más allá de los altibajos históricos, estructurales, una fuerte identificación de su imagen con la autovía urbana de Corrientes, obra largamente anhelada y que, en ejecución a ritmo sostenido, se convirtió casi casi en un símbolo que será más que eso de cara a octubre. Eso esperamos todos. Ahora más que nunca. Pues si las máquinas que trabajan en la autovía ralentizan sus movimientos, indicará algo más que falta de combustible.
Ingrid Jetter habría hecho una elección contundente, dicen los que saben y pudieron ver los números, porque recibió apoyos varios, de los propios pero también de muchos socios más distantes que empiezan a sentir la fatiga de tener que soportar a los que no asumen que sus roles, por estas horas, tienen que ver con el reposo en la sombra.
Pese al escenario con evidentes vientos de cambio, todavía queda margen de maniobra en uno y otro sector. Porque lo de ayer, como se dijo largamente, no fue definitivo, aunque encienda muchas luces de alerta. Lo de ayer hizo sonreír a unos y dibujó gestos adustos en otros, pero como se trata de política, no achicó en ninguno las posibilidades de generar puentes. Y puentes harán falta si los resultados de las Primarias se confirman en octubre.
Lo de ayer fue un reparo que tomó la mayoría de la ciudadanía al emitir su voto. Un reparo en busca de equilibrio. La necesidad de repartir el poder.
En Corrientes gobierna Valdés, y lo hace bien según se expresó la ciudadanía en junio. Ahora estimó necesario hacer saber que en octubre, tal vez, votará una especie de contralor nacional.
Quedará para el análisis por qué cayó la performance oficialista. Por qué dividió su voto. Quedará también para los próximos días el sopeso de la interna que crece conforme se acerca 2021. Y más allá de la corrección política, lo que no es secreto para nadie es que será la interna radical la que dirimirá gran parte del futuro de Corrientes. Un poco en octubre. Otro tanto en dos años.

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About the author: Eduardo Ledesma

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