Foto de Eitan Abramovich AFP

La corriente hipócrita

El pasado miércoles 8 de agosto, 38 de los 72 senadores nacionales frenaron, al menos por este año, el tratamiento del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE): la legalización del aborto. ¿Qué hicieron los senadores correntinos? Siguieron la lógica mayoritaria-negativa. Fue la misma postura que asumieron los diputados en la votación de la Cámara baja, aunque aquella vez la iniciativa logró la media sanción.
En Diputados, 4 de los 7 votaron en contra. En el Senado, 2 de los 3.
Podríamos decir, en general, sin atender la naturaleza de la representatividad, que un 60% de los legisladores correntinos votó en contra de la ley y un 40% a favor. Tanto los que representan al pueblo como los que lo hacen en nombre de la provincia, en mayoría, se negaron a la legalización del aborto.
¿Será ese el reflejo de lo que piensa la sociedad? ¿Son mayoría los que quieren que nada cambie? ¿O en realidad los diputados y senadores hicieron cálculos -de uno y otro lado- pensando en cuestiones menos morales y altruistas, como la angurria por engrosar las matemáticas de su egoísmo para usarlas en tiempos electorales? No lo sabemos, pero lo veremos, más pronto que tarde.
Podríamos decir también que entre los “Pro-Vida/Anti-derechos, Hipócritas, Clericales, etc.” -según la calificación agrietada y de color verde en la que nos movimos todos estos meses de discusión-, 5 de los 6 votos lo aportaron hombres, casi todos mayores de 50 años: Julián Dindart, Jorge Romero, Oscar Macías, Pedro Braillard y Camau Espínola. También está una mujer: Estela Regidor, más joven, pero al parecer cómoda en el canon que rige la vida actualmente.
Entre los “Pro-Aborto/Anti-Vida, Genocidas, Asesinos, Feminazis, etc.” -según la nomenclatura de los teñidos con el color celeste-, se cuentan 3 mujeres y un hombre. Una del PRO, Sofía Brambilla, y 3 peronistas-kirchneristas: Aracely Ferreyra, Pitín Aragón y Ana Almirón. La mayoría menores de 50 años.

¿Hay allí un dato? ¿Los que están en contra, hombres mayores de 50 años, blancos, católicos, heterosexuales, representan una matriz conservadora? Si no es así, ¿qué representan? ¿A quién? O, mejor dicho: ¿qué pasa, según ellos, con la parte de las mujeres que necesitan y reclaman contención del Estado para cuidarse, informarse o en todo caso no morirse si de todos modos tienen que tomar la decisión de abortar? ¿No creerán lo que dicen, incluso algunas mujeres, que con la legalización, el aborto se convertirá en el nuevo deporte nacional? ¿O sí? Esperemos que no.
Muchas son las preguntas y pocas las respuestas cuando no son chicanas o mentiras. Porque no abundan las propuestas que de verdad busquen una solución al problema, difícil si los hay, y que quedó demostrado que divide a la sociedad toda. Fracturándola.
No obstante, ellos, los legisladores, ensayaron sus respuestas. Y en cada una de estas dos sesiones especiales dieron una muestra pequeña de la transversalidad de la discusión. También hicieron papelones, o esgrimieron argumentos por debajo de la altura que demandó y demanda un debate de estas características. Lo de comparar a las mujeres con perras preñadas sirve de muestra. Alcanza y sobra. Aunque no puede olvidarse aquello del diputado que se copió una opinión a favor del aborto para él votar en contra: Regidor y Macías. Una radical y un peronista. Parejitos. Después estuvo Dindart el poeta. Romero, el que ni se mosqueó: prefirió el silencio, cobarde o prudente, según el cristal que se use para la mira. Calló, pero votó en contra. Aragón fue el relator de un documento del Colectivo de Mujeres Correntinas y poco más. Y Ferreyra defendió su postura militante, sin sobreactuaciones, pero también sin brillo.

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Pero ¿en el Senado qué pasó? Corrientes tiene tres representantes: Ana Almirón, Pedro Braillard Poccard y Camau Espínola.
Almirón fue una de las primeras en hablar. Para comenzar admitió que estaba en contra de la legalización del aborto, pero que al informarse cambió de opinión. “Hace 3 años estaba en contra, pero pude dejar de lado mis convicciones religiosas y personales”, dijo. También aclaró que el debate no era sobre el comienzo de la vida: “Estamos hablando de salud pública”.
Dijo que hoy vivimos el tiempo de las mujeres en el mundo: que están empoderadas, que nos exigen esta ley para que puedan decidir sobre su cuerpo, porque quieren elegir cuándo ser madre, cómo, sin morir en el anonimato de la clandestinidad.
Después entró el nudo de su alocución. Recordó que Corrientes se declaró Pro-Vida en 2011 por un decreto de Ricardo Colombi. Una provincia pro-vida pero que los primeros días de julio no pudo salvar a una chica de Perugorría de 27 años que murió por desangrado en Goya; ni pudo hacer nada el 27 de julio con otra chica de 31 años que murió tras una infección por un legrado en Capital. Dos casos sólo en el último mes, recalcó.
“Esta es la salud que tenemos en mi provincia, una provincia pro-vida en la que las mujeres siguen muriendo por aborto clandestino. Si en el último mes tenemos dos casos, no me quiero imaginar todos los casos que nos ocultan”, dijo luego.
Recordó las polémicas declaraciones del director de Hospitales Públicos, Alfredo Revidatti, cuando cuestionó la Educación Sexual Integral y los anticonceptivos. Revidatti sigue siendo funcionario.
También cuestionó a Dindart por haber dicho que las niñas abusadas se “embarazaban porque tenían un rédito económico”. Dindart sigue de diputado, pero en sus tiempos libres se dedica a la literatura.
Recordó además que Corrientes no adhirió al protocolo para la atención integral de las personas con el derecho a la interrupción legal del embarazo que publicó el Ministerio de Salud de la Nación en 2015. Y hasta se acordó de Colombi que vetó la ley de electrodependientes. “¿Qué vida estamos cuidando entonces?”, preguntó.
“Esta ley no obliga a nadie a abortar, sólo le da la oportunidad a quien lo necesite y lo tenga en forma segura. Con esta ley no van a haber más o menos abortos. Lo que van a hacer son menos chicas muertas”, dijo.
Hasta allí todo bien, sólo que después puso en jaque su actuación por esa adicción que tienen los políticos por el atajo. Almirón no fue la única (recién está aprendiendo en comparación con otros), pero mintió argumentando, cuando dijo que en Corrientes la tasa de mortalidad materna cuadruplica la nacional.
“En 2016, último año con información disponible, Corrientes tuvo una tasa por encima del promedio nacional, aunque no cuatro veces superior”, corroboró el sitio Chequeado.com. De acuerdo con los datos oficiales, en 2016 (último disponible), en la Argentina se produjeron 245 muertes de mujeres embarazadas. Esto representa una tasa de 3,4 muertes maternas por cada 10 mil nacidos vivos. En Corrientes, esa tasa fue de 4 muertes cada 10 mil nacidos vivos. Es decir, una tasa por encima del promedio nacional, aunque no el cuádruple, como mencionó la senadora. La fuente de las cifras es la Dirección de Estadísticas e Información en Salud del Ministerio de Salud de la Nación.
Este guarismo ubicó a Corrientes, en 2016, entre las siete provincias con mayor tasa de mortalidad materna del país. Más arriba sólo están Formosa, Catamarca, San Luis, Salta, La Rioja y Chaco, en ese orden. Hasta allí el chequeo.
Es decir: Corrientes tiene muy malos datos como para encima salir a exagerarlos. No hacía falta. Y si somos pro-vida y queremos salvar las dos vidas, etc., podríamos empezar por algo: tal vez por mejorar los índices de mortalidad infantil (muertes de bebés cada mil nacidos vivos), indicador en el que Corrientes es campeón desde hace años. Durante el colombismo fue la peor del país.

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Más tarde intervino Pedro Braillard Poccard. Hizo una descripción biológica de la concepción y después una serie de consideraciones políticas-ideológicas.
Comentó que escuchó a un biólogo respetable que, con el rigor de su ciencia y claridad de conceptos, lo puso en duda, pero que no alcanzó a convencerlo. Por lo tanto, “ante cualquier duda, me inclino a favor de la vida”, dijo.
“El concepto de vida humana es una convención arbitraria, decía el biólogo”, dijo, pero en ese sentido ancló su postura en contra: desde la concepción hay un ser humano. “Y apoyo la vida que está empezando”.
Luego reconoció que “los abortos clandestinos y los embarazos no deseados son una realidad que existe” en adolescentes y niñas, por lo que pidió que del debate “salgan soluciones”.
“Los que estamos acá queremos expresar lo que pensamos, asumiendo una responsabilidad ante nuestra sociedad”, dijo, y repudió los insultos hacia alguno de sus pares. (Uno de ellos llegó a decir que se la pasó, los días previos, atajando crucifijos).
Habló luego de cuestiones de constitucionalidad, de que los médicos no merecen el trato que les daba el proyecto, de la objeción de conciencia, del daño al sistema público si se echara a médicos valiosos por no practicar abortos.
Después entró a lo hondo: “Me pidieron que no vote por mis convicciones. Pero estamos acá por nuestras convicciones. Por pensar, sentir. Por nuestras trayectorias”, dijo.
Agregó que tuvo “el honor de ser 4 años ministro de Salud de mi provincia y entonces me permito opinar. Creo que tenemos un largo camino por recorrer en materia de políticas de salud, de prevención y de educación para la salud y de hablar del tema. De discutir y de explicar de qué se trata todo esto de los embarazos no deseados, de las enfermedades de transmisión sexual. Los chicos deben saber”.
“Estamos preocupados por un problema, pero tenemos puntos de vista diferentes. Unos piensan que el IVE es la solución y otros pensamos que no es la salida. Sentémonos a ver cuál es la mejor forma de hacerlo”.
Después, palabras más, palabras menos, dijo: yo voto por mis convicciones, por mi trayectoria. No soy hipócrita ni retrógrado. “No quiero que me juzguen porque yo no juzgo a nadie”.
El senador votó en contra, por sus convicciones, según dijo, aunque reconoció estar en duda. Pero ante la duda no se abstuvo. Votó en favor de un embrión y en contra de ampliar el derecho de una mujer que quiere optar, planificar, no morir.
Dijo que el haber sido ministro de Salud le permite opinar sobre lo que hay que hacer. La pregunta es ¿qué hizo? Y si hizo algo ¿qué impacto tuvo? ¿Sobre qué cimientos planteó su gestión sanitaria, si los indicadores correntinos en la materia son históricamente malos, tirando a peores?
Y ya que habló de trayectorias, habría que ver cuál de todas, porque tiene muchas y algunas muy buenas. Pero más allá de que al senador no le guste que lo tilden de hipócrita, de arcaico y esas cosas que se escucharon en el debate, habría que buscar en todo caso algún otro calificativo para conceptualizar a alguien que desde una banca dice -hoy- que hay que sentarse a ver qué hacer, cuando su legajo político tiene más de 30 años.
La hoja profesional de Braillard Poccard dice que fue ministro de Salud de un gobierno cuestionado; que fue funcionario de un ex gobernador que es el único preso por corrupción en Corrientes. Él mismo fue gobernador. ¿Qué hizo por este tema cuando lo fue, antes de ser echado?
Hoy pide educar, pero por la crisis que se inició en su gobierno, los estudiantes correntinos pasaron de año por decreto, con las escuelas cerradas y los maestros en carpas o cortando rutas. ¿Cuál era su convicción en ese entonces? ¿Por qué estuvo bajo el influjo de un corrupto procesado, enjuiciado y condenado? ¿Si se equivocó entonces, no puede pasar eso mismo ahora?
¿Qué hizo como legislador provincial cuando se rehabilitó por medio del voto popular? ¿Qué propuso? ¿Qué hizo o propuso cuando fue vicegobernador de Colombi, un gobernador que por “pro-vida” no permitió la educación sexual que sigue sin darse en las escuelas correntinas? ¿Qué hizo para garantizar la provisión de anticonceptivos?
¿Qué cambió ahora para creer que se van a hacer las cosas que faltan? ¿En verdad Braillard Poccard no siente ninguna responsabilidad política después de tanta trayectoria y convicción?
Ahora hay que educar, dice, y en Corrientes se armó un revuelo porque una maestra escribió “bienvenides” en un pizarrón. Una palabra que mereció una censura trucha por parte de la oficialidad local.

¿En serio podemos encarar un proceso educativo en salud sexual y reproductiva con un Ministerio de Educación que mandó un memorando a los colegios para que los docentes no usen lenguaje inclusivo? ¿Con un Ministerio que mandó una resolución interna redactada con errores ortográficos, sin consulta de expertos ni de bibliografía, refritando fragmentos de una nota de Clarín, para luego borrar fuentes y enrevesar lo dicho por un lingüista consultado por el diario?
Se ve que prende rápido el “Modelo Macías: copio y tergiverso” en estos sembradíos de la vida. Si eso no es hipocresía, ¿qué es? ¿Cinismo? ¿Algo peor tal vez?

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La cosa no terminó allí. O sí. Porque el tercer senador provincial votó en contra, pero en silencio, integrando el lote de senadores que prefirió jugar a la escondidas. Se trata de Carlos Mauricio Espínola.
Camau no habló. De hecho, apenas se lo vio en la sesión, arrellanado en su poltrona. Tal vez no tuvo tiempo ni de plagiar, como su compinche el diputado Macías. O tal vez su espanto ante un momento trascendental de la historia política del país y del continente, tenga que ver con un rapto de lucidez: no podía ir al Senado a recitar su verso marketinero de la fe, el optimismo, los brazos en alto, como el remedo paródico de su otrora mentor Daniel Scioli.
Perdió una oportunidad histórica, al menos de expresarse, porque casi no se escucha su voz en el Congreso. Y otra más elevada: perdió una oportunidad de explicar por qué votó en contra de una ampliación de derechos, o de explicar en todo caso qué son las dos vidas para él. De explicar por qué votó en contra de las muchas correntinas que se mueren por pobres, o en todo caso de decir en qué sustenta su pretensión de salvar vidas, su proyecto para mejorar los índices o los sistemas de salud, cuando mientras tanto, una y a veces las dos vidas se terminan yendo igual, por falta de educación, de prevención, de contención, de empatía. Por falta de soberanía. Por falta de Estado. Por imperio de la clandestinidad, donde mandan el perejil, la aguja de tejer y la percha. ¿Qué pensará de todo esto el senador medallista olímpico?
Ya en el plano estrictamente político, Camau Espínola perdió la oportunidad de explicar por qué votó como votó, sin que ese voto lo convierta en más de lo mismo. Dicho de otro modo: ¿en carácter de qué los correntinos tendrían que asentir, si es que intenta por tercera vez, que en caso de ganar sería un gobernador del cambio, del progreso? En las campañas anteriores se llenó la boca hablando del atraso, al que él ahora aporta.
Camau Espínola, con su voto en contra, silencioso, se perdió la oportunidad de explicar qué intereses defiende. Qué cálculos hace. ¿Piensa en alguien más que en él? ¿Será verdad que actúa por olfato? ¿Será verdad que es muy católico, casi místico? ¿Lo hace por convicción religiosa o de otra índole? ¿Será que cree que los sectores conservadores que siempre le negaron el acompañamiento lo harán ahora porque ayudó a trabar esta ley?
En esa matemática egoísta, ¿cuál sería el cálculo que deben hacer las chicas que militaron su causa y que ahora se sienten defraudadas? Y, finalmente, ¿qué lo diferencia, por caso, de Ricardo Colombi? ¿Será que hay diferencia?
Por lo que se ve, está claro que sólo los distingue la edad y la barba rala del patrón del Paiubre.

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Mientras tanto, ¿qué pasó en Argentina? Mucho para el futuro.
Para el presente, que las cosas sigan como hasta ahora: con unos 345.627 abortos por año que se van a seguir haciendo, según calculó el Ministerio de Salud de la Nación, a un costo de $11.500 cada uno. Si se aprobaba la ley, la reducción presupuestaria iba a ser del 83%, pues la práctica de aborto seguro saldría no más de $1.900 cada uno. Tal vez no tenga nada que ver, pero vale el dato económico sobre todo para la gente que se preocupa mucho cuando se gastan sus impuestos en planes sociales o nuevos derechos para los menos favorecidos.
Tal vez cayó en la cuenta, y por eso mismo el gobierno de Mauricio Macri esté pensando en eliminar los jugosos “planes sociales” que se distribuyen para sostener al clero.
¿Y en Corrientes? Un sector seguirá militando. Tal vez lo hagan los dos colores.
Lo que es seguro es que las chicas seguirán acompañándose, tal vez más informadas. Y que los abortos seguirán practicándose en tugurios o en clínicas privadas. Allí, católicas y no católicas, conservadoras y progresistas, radicales y peronistas o las chicas del PRO, salvarán su honor y esconderán su goce de manera segura por unos miles de pesos. Las más pobres rifarán la satisfacción de abstraerse por un momento de su malaria estructural, en la ruleta de una curandera o, llegado el caso de la mala suerte, en una sala de terapia de un hospital público.
El resto -de seguir así-, nos convertiremos en personajes de un cuento de José Gabriel Ceballos: “Homenaje al doctor”, al que un crítico le inventó un final influido por el contexto de esta discusión. Dice así:
“Historias durísimas contadas en clave de humor, como aquella del sepelio del médico del pueblo, personajón de alta alcurnia y respeto, en que el cortejo fúnebre es liderado por las prostitutas del mítico burdel pueblerino, agradecidas todas por los numerosos abortos que el muerto les había practicado durante años”, y que habría cobrado en especie.

About the author: Eduardo Ledesma

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