Ganó Valdés

Ganó Valdés, sin ser candidato. Más del 70% del electorado correntino fue ayer a las urnas, y de ese total, más del 60% le extendió un crédito amplísimo al gobernador Gustavo Valdés, que al margen de sus responsabilidades y la mesura que debiera imponerle la investidura totalizadora que ostenta, puede saborear como propio el contundente mensaje de las urnas: plebiscitó su gestión y logró la mayor diferencia en votos entre un primero y un segundo que recuerde el frente que lidera. Y que recuerde la historia política reciente de la provincia.
Valdés y los suyos lograron una diferencia de más de 40 puntos, ganaron en municipios importantes en manos de la oposición y con esas credenciales, a partir del 10 de diciembre, tendrán -él y los suyos- no sólo mayoría sino dos tercios en ambas cámaras legislativas. En ambas. Y si los resultados se consolidan sin modificar la tendencia que había al cierre de esta edición, podría incluso ser más holgada en Diputados.
—¿Por qué pasó esto, de este modo? 
—Porque Valdés, pese a la fragmentación de la oposición que le dejó el camino casi libre, se puso al frente de una campaña que tuvo también sus dificultades, tanto internas como externas, y apostó su capital político sin especular.
Valdés encabezó la campaña y salió a recorrer la provincia, sin mucho para mostrar como resultado de la alineación Nación-Provincia-Municipio, más allá del esfuerzo discursivo que hace para tributarle a Mauricio Macri alguna ayuda en el magro camino electoral que viene registrando Cambiemos.
Hasta ayer, a lo largo de las once elecciones concretadas en el país, Cambiemos sólo ganó en una. Ganó en Corrientes con Valdés. 
Incluso, el Gobernador sostuvo los pilares de la campaña con su propia imagen, para de ese modo contrarrestar los eventuales efectos negativos de candidaturas impuestas por la alianza, pero reñidas con la marquesina de estos tiempos, en términos de marketing, pero también políticos. Conceptuales.
Salió a caminar la provincia y el resultado se midió ayer. Ratificados los resultados, estos dirán que Gustavo Valdés puso su gestión en consideración popular y logró más votos que cuando accedió al sillón de Ferré. En 2017 se convirtió en Gobernador con el 54,05% de votos. Ayer consiguió más del 60% y una diferencia de más de 40 puntos porcentuales con el segundo: el Frente para la Victoria.
Un verdadero respaldo contante y sonante que cotizará en las mayorías calificadas que la alianza tendrá en ambas cámaras, y en varios concejos municipales. En las mayorías que tendrá, por caso, en Capital, donde de nuevo la figura y la acción de Valdés fueron determinantes.
—¿Para qué sirve tanto poder? 
—Le sirve a Valdés para marcar directrices, para hacerse cargo de su propia herencia y tomar decisiones en ese sentido. Le sirve tal vez para ponerse en dirección al 2021, porque puede exhibir esta elección como una votación genuina en torno de su figura y su proyección política. En torno a su idea desarrollista que genera muchas, necesarias y entendibles expectativas.
La sociedad se expresó y lo hizo de manera mayoritaria en favor de una figura, una postura y un discurso. Le dio la llave a Gustavo Valdés para convertir ese proyecto en acción.
En apariencia, nada tiene en contra el primer mandatario para poder llevar adelante su tarea. No hay escollo en superficie que dificulte el plan que viene bosquejando. No le impactaron, en las urnas, las condiciones desfavorables de pobreza que lastiman a la provincia, ni la falta de trabajo, ni de infraestructura. No caló en Corrientes la mala fortuna de Cambiemos, producto de una mala gestión que termina siendo peor en términos económicos. No influyó en el voto, en el de ayer, ni la inflación ni el precio impagable de las tarifas.
—¿Por qué nada de esto impactó en Corrientes? 
—No impactó porque la gente hizo un voto doméstico. Acompañó a su oficialismo más próximo, priorizando los atributos positivos de Valdés y de la estructura que lidera. Priorizó la previsibilidad del gobierno, y castigó a la oposición que exhibió sus peores formas, sus pequeñeces. Aún en la derrota, así de contundente como la de ayer, la mayoría de la minoría salió a buscar afuera las culpas que están adentro. Mucha crítica y nada de autocrítica, aunque haya mucho material para la crítica.
Ante semejante desaguisado, la mayoría electoral de Corrientes ayer prefirió un esquema de orden. Una calma. Una tranquilidad. Una paz que se exhibe como la principal fortaleza del gobierno, desde que se inauguró con Ricardo Colombi en 2001 y que se materializa en con el pago en tiempo y forma de los salarios.
Lo que no se le extendió a Valdés, y tendrá que procurárselo solo, son las imprescindibles dosis de autoequilibrio. Dosis de humildad que serán vitales para administrar propositivamente el mandato de las urnas y los anhelos de la gente que ayer votó una cosa, pero podría votar otra más adelante.
Ganó Valdés, lejos, ratificando no sólo el rumbo, sino sumando más votos que en 2017, lo cual implica de por sí una responsabilidad, porque los contrapesos son resorte exclusivo del gobierno, de su gobierno, ante el repliegue de la oposición.
La llamada de atención que llega con este respaldo formidable tiene que ver con el manejo de las balanzas republicanas. 
Ganó Valdés, y ahora queda para el análisis el detalle de los números, y en ese detalle los contrafácticos: cuánto más hubiese sacado la alianza si los candidatos hubiesen sido otros; o cuánto menos si la boleta de ECO iba unida a la de Cambiemos. O viceversa. O cómo hubiese sido si la oposición iba toda junta.
Lo cierto es que ganó Gustavo Valdés y fortaleció la hegemonía del gobierno, lo que les acerca -a él y los suyos- nuevas y más responsabilidades.
Una de ellas, la más importante, es convertir en hecho los discursos, y ordenar a sus funcionarios que dejen de hablar como si la cosa hubiese empezado ayer. 
Hay respaldo, pero también condiciones ideales que deben ser respondidas de la misma manera. Ya no hay lugar para la queja ni la excusa. Tendrán dos tercios en el Senado y en Diputados. No se recuerda semejante nivel de apoyo para un gobierno en la historia reciente de Corrientes. Por lo tanto, será responsabilidad de la propia coalición de gobierno permitir el debate y no caer en el facilismo de la escribanía parlamentaria, que tanto se ha criticado.
Dado este escenario, además, el Gobernador tendrá la herramienta que necesita para llevar adelante su agenda del desarrollo y de la modernización. Uno de estos temas es, o debe ser, la reforma del sistema electoral. La paridad de género, el voto joven y el sistema de boletas. La boleta única, por caso, no sólo aportaría a la ecología. También limpiaría los yuyos de la política del aparato, que gasta dinero que no hay en cosas como la maraña de papeles que se vieron ayer en los cuartos oscuros. Maraña que además dificultó el escrutinio, otro punto bajo en la elección de ayer donde sólo hubo tres categorías que contar.
Que en los cuartos oscuros haya más de 40 boletas y que sólo uno de los sectores se quede con el 60% de los votos, habla a las claras de que el sistema, si bien le sirve a la política de la rosca, no representa las visiones de provincia que existen hoy en Corrientes. En Corrientes hay una visión de provincia que es mayoritaria y otra que no logra acomodarse. No hay 40 proyectos distintos que se justifiquen en 40 papeletas.
Habrá que buscar, en todo caso, otro mecanismo para que los sectores y sectorcitos de la política vernácula se cuenten las costillas. No puede seguir siendo a costa de la ciudadanía y de su sistema electoral general.
Quedará también para más adelante el detalle de los cortes de boletas. Los apoyos y los rechazos, pero que son cuestiones menores en relación con el triunfo logrado por Valdés, el mayor en la historia de Encuentro por Corrientes.
Ni Ricardo Colombi estuvo para empañar la noche de Gustavo Valdés. Se corrió a un costado. Desde lejos vio el triunfo y consolidación del Gobernador, dicen que desde Mercedes.

About the author: Eduardo Ledesma

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