Del gobierno de la política al gobierno de las urnas

El Gobierno cierra un año que se desarrolló en la llanura de sus propias acciones, pero que fue incansable en la gestión de la política. El tono electoral, siempre presente, adelantó una disputa que en los próximos meses dirimirá nada menos que la continuidad o el cambio de rumbo.
Ricardo Colombi y el gobierno que él comanda terminaron el año cansados de su propio desgaste, pero tienen aliento para seguir andando, sin prisa aunque también sin pausa. Por mínimo, no deja de ser un mérito. Sucede que ni el más trabajador de la política (casos no abundan, además) puede dejar de reconocer el incansable peregrinar del Gobernador, que no es de ahora, y que sin embargo, repitió religiosamente todo el 2012 que se va.
Anduvo todo el año, como siempre, recorriendo la provincia. Tomó contacto con la gente -sin intermediarios- como le gusta. Habló de política con propios y ajenos; con intendentes radicales y de los otros. Con más de uno, incluso, hasta jugó al fútbol apostando obras al resultado.
Sin embargo, pese al trajín, no ensayó cambios sustanciales en el gabinete más que los que surgieron de sumar las piezas que hacían falta, por lo que tuvo que recurrir, siempre que fue imperioso, a los golpes de efecto para disimular el tranco cansino en el que a veces cayeron sus colaboradores, cuya grilla, a estas alturas, puede repetirse casi de memoria.
Mirando el recorrido, alguno podría preguntar por qué tanto peregrinar: si es por alguna devoción; por el simple gusto de andar o, eventualmente, por algún interés que no se sacia en Capital.
Los resultados electorales, una de las variables objetivas para medir semejante disquisición, parecen darle a Colombi la razón.
Ahora abre nuevamente esa puerta y se muestra dispuesto, una vez más, a echar mano a su suerte, aunque niegue que su senda esté atada a lo que nadie duda y que no es más que la realidad de su candidatura.
En eso lo encuentra este fin de año. Tiempo de un balance que poco tiene de distintivo.
Como en los anteriores, el gobierno que conduce Horacio Ricardo cerró el año 2012 con apurones: con los gremios que amagan con las huelgas; con una Legislatura adversa (a su gusto, mezquina) que volvió a negarle créditos para infraestructura; sin mayores obras habilitadas y con el espectro de la energía escasa que agobia más que el calor, casi siempre.
Colombi cierra el año, además, con cuestionamientos hacia la Justicia que supo conseguir a lo largo de los años y con una campaña que no parece tener muchas ganas de respetar códigos ni tiempo.
Según dicen, al Gobernador no le place hablar de elecciones inoportunamente, aunque sus acciones se vean obsesionadas con las urnas. Dicen que le gusta menos todavía que lo fuercen a hilvanar conjeturas proselitistas cuando otro lo ha madrugado en la iniciativa.
El asunto es que las cosas se adelantaron y sin querer queriendo se le apareció un candidato que tiene todas las intenciones y una buena madrina para intentar al menos dejarlo con las ganas de su revancha: aquella que surgiría de hacer uso, por primera vez, de la reelección que su primo Arturo le negó pensando en su propio pellejo, pero que luego no pudo usufructuar por el castigo de las urnas.
Le guste o no, últimamente, todo indica que Ricardo Colombi será el candidato del Gobierno y que armará la alianza Encuentro por Corrientes a su gusto y paladar. Que puede tener contrincantes donde hoy hay socios y que disputará con el Intendente de Capital, en serio, el sillón de Ferré, pese a que aquél tampoco se defina, no se sabe si por miedo o por conducta estratégica.
Por lo demás, tal vez mucho de lo que hizo el Gobierno en 2012 no esté en esta nota. Tampoco este escrito tiene la pretensión de rigurosidad que demanda el almanaque, que tendrá sus días buenos y otros no tanto. O quizás estas líneas sean tan respetuosas de la rigurosidad que hay poco para mencionar de este año que termina sin la proyección imprescindible hacia el año que comienza y que, para Corrientes, podría significar un antes y un después.
Es que este año definirá el destino político del mediano plazo. Puede que siga Ricardo, haciendo historia y acercándose a las hazañas de Ferré; puede que un golpe de timón, igualmente histórico, deposite en Salta y Mayo al peronismo en su versión K, que espera agazapado retomar el legado que Julio Romero dejó al partir. O puede que aparezca, por esas cosas mágicas de la política, un espacio superador que hoy siquiera tiene quién seriamente lo impulse.
Vaya si es importante este 2013. Definirá el verdadero peso de los rejuntes políticos; del asfalto urbano disfrazado de gestión o de los sueldos en tiempo y forma que se venden como realizaciones, cuando son una obligación.
Tal vez no sea mucho, pero es una base para cuando la política decida dejar de atender sólo los intereses del palacio y vuelva la mirada, al menos por piedad, hacia la plaza que todavía espera.

About the author: Eduardo Ledesma

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