Colombi fijó un rumbo: queda adelante

“Corto en palabras/
hay gente que piensa que soy huraño”.
“Neike chamigo”

Chamamé de Zini y Sheridan.
Citado ayer por el Gobernador.

En su discurso, Ricardo Colombi hizo lo de siempre. Bordeó los asuntos urgentes, visó los temas importantes y, para cuidar las formas, convocó una vez más a todos los sectores a que aporten ideas para formular y sostener políticas de estado. Mencionó el consenso y subrayó el diálogo, pese a su escasa credibilidad en tales asuntos.
Minó su perorata de consignas más acordes a un ámbito comiteril que otro asambleario, de carácter protocolar y provincial. Apeló a la épica de la superación en la adversidad, lo mismo que del kirchnerismo se critica como relato. Enumeró algunas acciones, hizo un par de reconocimientos, admitió unas pocas falencias y echó mano, finalmente, a la muletilla de la correntinidad en clave de chamamé para arrancar aplausos de la platea, que esta vez estuvo raleada.

“Por eso digo/
para salvarse/
hay que juntarse y
arremangarse.
¡Neike, chamigo!”, recitó.
***

Pocas veces un discurso inaugural de Colombi fue tan desnutrido. Pocas veces, puede ser también, una vaciedad pronunciada en código de arenga dejó tanto al descubierto: la endeblez de los cimientos sobre los cuales el Gobierno construye su propia imagen y se proyecta hacia el futuro, ignorando su pasado que ya supera holgadamente la década.
Colombi habló de la estabilidad política y económica que genera su administración y de la proximidad con la gente, que además de ser un valor que no puede cuestionarse y mucho menos discutírsele al mandatario, ofrece posibilidades de equilibrio de cara al poder.
Sucede que el Gobernador, según dijo, es un receptor de señalamientos sociales. Tantas cosas le cuenta la gente al hombre que, al parecer, empezaron a llegar quejas por la burocracia que impide, traba, limita y desalienta a los emprendedores que el Estado dice querer ayudar. Burocracia que además crece y crece al calor de los fondos del erario.
No obstante esto, Colombi apeló a lo que viene sosteniendo con solvencia: la épica por lo hecho y por lo que vendrá en el futuro.
“Sabemos hacia dónde vamos”, reiteró mil veces. “Vamos para adelante”. Vamos hacia allá “con el acompañamiento de la gente” que, por lo que dejó entrever, tiene preferencias. Lo banca a él pero manifiesta cierto hartazgo de los ciclos políticos cuando se refiere a la Nación. Sobredosis de autoindulgencia.
Dijo además Horacio Ricardo que aborrece las “visiones excluyentes”, pero no ahondó en cuanto a las relaciones políticas que lo desmienten. Fabián Ríos tiene mucho para decir al respecto.
Habló de la inflación pero en el mismo renglón -cosa que tal vez tenga que ver con sus relaciones recompuestas con la Nación-, reconoció que el país avanzó desde la feroz crisis de 2001 y que “ese avance hay que cuidar entre todos”. (Sus funcionarios deberían tener mucho cuidado ahora, pues decir algo en contrario sería, al menos, desautorizarlo).
Se autohalagó por lo que llamó “una buena gestión pública” y aclaró que quiere para el futuro una “provincia productiva, con empleo de calidad y movilidad social ascendente. Sino, para qué demonios estamos en la política”, se preguntó.
La profundidad de la cuestión interpela a más de uno, y desde todos los tiempos. En el auditorio sólo hubo reconfiguración de mohines.
La producción de maderas, la cría de vacas y el cultivo de arroz debe industrializarse, pidió, aunque para ello haga falta infraestructura y mejorar los servicios que son de baja calidad. La energía por ejemplo. O los caminos. Reconoció en ese marco que tenemos problemas. Déficit habitacional, de energía, de conectividad, entre otros tantos, por lo cual llamó a todos los sectores a conformar una comisión: un consejo de políticas públicas, para llevar a la práctica la lista de buenos deseos contenida en el Pacto Correntino de Crecimiento.
Fue tal vez lo más concreto. Habrá que ver si sucede.

About the author: Eduardo Ledesma

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