Luis Moulin: “Celebro los pequeños triunfos cotidianos de ir en contra del ego”

Es músico, cantautor y productor multimedia. Tiene 36 años y está casado con Belén Belcastro. Tiene dos hijos: Abril de 11 años y Bautista de 8. Durante 25 años fue vocalista de Los Alonsitos.
Ahora es socio creativo de El Molino, productora de contenidos para radio y TV. Es conductor de “Algo en común”, programa de entrevistas que se emite actualmente en el 5TV. Es productor y conductor del programa “En buenas manos”, de Radio Sudamericana, que va de lunes a viernes de 12,30 a 14. Actualmente, además, está desarrollando un repertorio y show de regreso a la música y escenarios en su nuevo rol de solista. Hoy, Luis Moulin responde las preguntas de El Litoral.
¿Cuál es tu principal cualidad espiritual?
¡La Fe! Como condición primaria básica fundamental.
¿Qué parte de tu físico considera la mejor?
Los ojos quizás, de los cuales no poseo mérito alguno.
¿Cuál es tu sueño dorado?
Mi sueño es crecer junto a Belén y mis hijos, llenos de amor, alegría y salud.
¿Cuál es tu mayor triunfo?
Celebro los pequeños triunfos cotidianos de ir en contra del ego y poder ser en y con mi prójimo.
¿Quién quisieras ser?
Un gesto, una palabra oportuna, una llama cálida y generosa, un buen sentimiento, el sabor de un amigo, ser a partir de lo que voy dejando al andar.
¿Cuál es tu color preferido?
Me llena el corazón el celeste cielo que muere azul de noche.
¿La flor que más te gusta?
El irupé.
¿Tu pájaro preferido?
Una garza en vuelo.
¿Tus escritores de cabecera?
Con un gusto bastante ecléctico puedo pasar de Julián Zini a Wayne Dyer, de Horacio Quiroga a Deepak Chopra, de Jorge Amado a Eckhart Tolle. ¿Podrán ellos convivir juntos?
¿Cuáles son tus músicos predilectos?
También viene de mboyeré la cosa: Raúl Barboza, Avelino Flores, Tilo Escobar, Sting, Pedro Aznar, Salvador Miqueri, Joan Manuel Serrat, todos para un cierre de Mburucuyá.
¿A cuáles personajes históricos admirás más?
Me maravillo con el Cristo hombre, y por estas pampas nuestro correntino San Martín, dos cojonudos tremendos.
¿Cuál es el hecho histórico que más te impresiona?
Jesús con la revolución del amor y su mensaje.
¿Hay un proverbio que te guste especialmente?
Dos: “Haz lo grande mientras todavía sea pequeño”; “La gracia de Dios no te lleva donde su gracia no te proteja”.
¿Dónde te gustaría vivir con tu familia?
¡En Corrientes sin dudas! Lo más cerca posible de sus paisajes.
¿Quiénes son tus héroes favoritos en el cine?
¡Indiana Jones!
¿En la vida real?
Los que sin bombos ni platillos rebosan de ganas de vivir, los que vencen sus miedos, los que sin necesidad de decirlo te muestran que todo es posible y se conectan naturalmente con la vida. Nombres: Zachary Halfon, Julián Zini, Nené Castresana.
¿Qué cualidad prefieres en el hombre?
Su capacidad de aprender y la nobleza de amar.
¿Qué cualidad prefieres en la mujer?
¡Ese sentido extra que tienen que las conecta con los sentimientos y el amor incondicional en banda ancha!
¿Cuál es tu virtud favorita?
La nobleza.
¿Tu ocupación favorita?
Cualquier actividad creativa. La escritura y la composición.
¿Qué personaje hubieras querido ser?
Andrés Guacurarí.
¿Cuál es el rasgo principal de tu carácter?
El respeto y el aprendizaje.
¿Tu película favorita?
Cinema Paradiso, ¡música e imagen en plena comunión!
¿Cuál es tu libro favorito?
El profeta, de K. Gibran.
¿Cuál es el momento de tu vida que más recordás?
El nacimiento de mis hijos.
¿Qué es lo mejor que hiciste en tu vida?
Ser agradecido por todo.
¿Cuál es tu más íntimo secreto?
Jajaja. Otro día te lo cuento, total muere acá ¿no?
¿Cuál es el animal con el que te identificás?
El caballo, lo veo como noble y con mucha fuerza (ojo, también soy caballo para jugar al fútbol, noble también, jaja).
¿Cuál es tu mayor defecto de personalidad?
En mis ganas de ver todo maravilloso por ahí me paso de optimista a mágico.
¿Qué es lo que más aprecias en tus amigos?
La fidelidad del vínculo y los consejos que te sacan de la comodidad.
¿Cuál sería tu definición de inteligencia?
Es el modo que tenemos de aprender y trascender. Ensayo y error en el juego de la vida.
¿Cuál sería tu definición de amor?
Primer y último aliento de vida, motor de los siglos y esperanza de existir.
¿Tu definición de éxito?
¡Que no le hagan bigotes a la foto de tu lápida! Que le enciendan una vela, recen y ofrenden una flor en tu memoria.
¿Cómo te definirías?
¡Un tipo con unas ganas de ser mejor tremendamente incontenibles y contagiosas! ¡Un optimista del gol!
¿Qué sitio del mundo quisieras conocer?
Cuando era niño quería entrar a la radio de mi abuelo a ver donde vivían los hombrecitos que tan bien hablan desde adentro. Hoy quisiera conocer ese pequeño lugar del mundo que todavía nadie ha pisado.
¿Qué es lo mejor que te han dicho?
Yo pensé que morirías siendo un pelotudo importante, pero qué bien te veo hoy, ¡se nota que tenés huevos! Jajaja ¡ojalá se mantenga la tendencia!
¿Qué es lo mejor que le dijiste a alguien?
Perdoname.

Conmovedor adiós a Miguel Fleitas

 

 

Esta nota intenta ser una exequia. Con palabras, que es una forma difícil de comunicar en un diario cuando las mismas escasean. Las imágenes aportan su valor incalculable, pero esta vez las cámaras están de luto. Y vaya si lo están, que ayer no hubo flashes para despedir a Miguel. No hizo falta. En el lenguaje de los símbolos el sol suplió a los rayos blancos, y lágrimas celestiales en forma de lluvia revelaron la mejor instantánea, la que el fotógrafo que se ha ido buscó siempre, en la paz de su naturaleza o en el fragor de sus luchas, que eran las ajenas.

Esta nota intenta decir que ayer a las 13 culminó la vigilia y que los restos de Miguel Antonio Fleitas ya descansan en su tierra. Quiere decir que fue incesante el paso de acongojados, conocidos, colegas, amigos, familiares. Que el llanto fue un modo de voz y el silencio el mejor homenaje.

El fotoperiodista del diario La República (su última casa), abandonó para siempre esta ciudad en la que supo desplegar su virtuosismo y ganarse amigos en cada click. Su partida hacia Villafañe, un pueblito hundido en las entrañas de Formosa, se produjo en caravana.

Desde la casa velatoria de la calle La Rioja partió rumbo a su morada final, envuelto en aplausos, tras pasar por “su” diario y la Casa del Periodista, pero sólo después de que el cielo lo haya despedido.

Es que exactamente a las 13, hora prevista para el adiós, una lluvia calma regó el lugar de la ofrenda. Duró lo que un suspiro, precediendo a un sol pleno que acompañó el viaje que hicieron sus padres, hermanos, y un puñado de colegas. El mismo viaje que Miguel ni Anabela, su novia, pudieron concluir hace hoy una semana, para comunicar la nueva del casamiento.

Miguel se ha ido para volver, o mejor, para quedarse. Nadie lo olvidará. Nadie lo olvida.

Su estadía en estos lares, llena de entrañable amistad, deja ahora un profundo dolor y un vacío sólo comparable al peor de los abismos. Así lo sintieron sus colegas, sus amigos, su familia. La gente que lo quiso y la que apenas lo conoció. De alguna u otra forma, todos estuvieron, como tal vez quiso, como tal vez nunca imaginó: a su alrededor.

Miguel logró una despedida unánime, sentida y solemne, porque aunque suene destemplado, no deja de ser un gesto grato que hasta el propio Gobernador de la Provincia asista a despedirlo. Arturo Colombi y su esposa, la ministra Viginia Almará, llegaron hasta el lugar de las honras para dejar sus condolencias a los deudos. He allí una muestra de lo que supo imantar este muchacho al que la humildad no le cabe en un concepto.

Adiós Miguel. Que descanses en paz. El periodismo te ha perdido, quizás para refrescar una vieja enseñanza. Es que a veces no sólo bastan el qué, quién, cómo, dónde y cuándo. En muchas ocasiones, al ir un tanto más lejos, avanzamos hasta el “porqué”. Hoy, necesariamente, Miguel, con tu partida, debemos preguntarnos también “para qué”.

La historia de María Luisa, una enfermera de la isla

 

 

Todos los días, desde hace ya treinta años, se levanta a las 5 de la mañana. Prepara y toma unos amargos con “Otto”, su esposo. Se muestra un poco más despreocupada ahora que los chicos crecieron y son autosuficientes. Depende del tiempo, ordeña la lechera que pasta sin prisa por la isla, limpia un poco, arregla su casa, ayuda a sus hijos o se entretiene con su nieta mientras se prepara para cruzar con su primogénito, o a veces sola, el brazo del Paraná que la aparta del mapa capitalino. Desembarca en suelo firme con tiempo y muchas dudas, pues como el servicio de transporte es irregular, de cuando en cuando no tiene más remedio que andar de a pie los seis kilómetros de tierra arenosa que la separan de su trabajo. Y se prohibió llegar tarde.

Nació a mediados del siglo pasado cerca del Hospital Psiquiátrico, por la calle Vélez Sarfield, en esta capital. Por sus venas corre una mezcla de sangre italiana y española. Viven seis de sus siete hermanos. Tiene 53 años bien llevados, cuatro hijos y una nieta. Y es un ejemplo aunque le parezca mucho.

Se dedicó a sus hijos y lo sigue haciendo, pero ahora comparte su amor maternal inconmensurable con los chicos y grandes que, necesitados, se acercan hasta la Sala de Atención Primaria ‘Dr. Mauricio Open’ donde presta sus servicios de enfermera desde el año 2000. Es por eso, por su amor y su entrega, que María Luisa García de Stern recibirá en días más el título de ‘Vecino Benefactor’ que otorga el Concejo Deliberante correntino. Porque desde 1997, año en que empezó a trabajar en el Puesto Sanitario El Perichón, y hasta hoy, no ha faltado un solo día. Jamás llegó tarde a su trabajo, pese a que primero el río y después varios kilómetros de tierra, se levantan como una barrera infranqueable para cualquier mortal que no tenga su temple.

El frío, el viento, el sol, la lluvia; ni siquiera la correntada furiosa del Paraná que pasa a sus pies, la hicieron rever su compromiso. A ella le gusta ayudar. ‘Tengo la obligación de hacer el bien sin mirar a quién’, dice, tras salir del asombro. Es que Luisa no sabía, hasta que este medio la visitó, que alguien había redactado un proyecto para declararla vecina entre las vecinas de la ciudad; mucho menos que la iniciativa ya tomó estado parlamentario en el Concejo, y que podría ser aprobada no bien el parlamento comunal retome sus actividades después de la feria administrativa.

DOÑA LUISA ESTABA FUERA DE CASA. Estaba en la ciudad con Horacio, su hijo menor, haciendo algunas compras. Por estos días el inflexible horario de trabajo no es problema. La enfermera está de feria, y aprovecha el tiempo para hacer sus cosas, aunque confiesa que no le gusta mucho la idea de abandonar su lugar, la Isla Mesa que compraron hace más de 70 años los padres de su marido, los Stern, alemanes de raza laboriosa.

Desciende la rampa del conocido Puerto El Alemán, cargando ella misma una pesada bolsa de maíz que alimentará a sus patos y gallinas. Mira expectante las cámaras fotográficas que la persiguen, pero pronto baja la guardia. Sonríe por la noticia del título honorífico. ‘El doctor Esteban Ibáñez (subsecretario de Salud de la Municipalidad) me dijo el otro día que tenía una sorpresa para mi, pero nunca sospeché que era una cosa de éstas’, dice como pensando en voz alta. Después hace silencio y aguarda en el muelle la llegada de ‘La Negrito’, ‘La Tomasa’, ‘La Antonito’ o de ‘Augusto’, algunas de las canoas familiares que están prestas a zarpar cuando alguien desde la tierra se hace ver o grita algún nombre, generalmente el de José, hijo mayor de Luisa, estudiante de Licenciatura en Sistemas de la Unne que por ahora prefiere estar cerca de casa, ayudando en lo que haga falta, dando una mano a los pescadores, ofreciendo sus servicios de guía o de taxi náutico, o alquilando los cascos a los más aventureros.

Esta vez José prefirió quedarse. Otto comandó ‘El Guáscara’ (una canoa prestada) hasta la costa del Perichón para regresar a casa a Luisa y esta vez, también a dos cronistas.

Ya más cómoda, entre los suyos, Luisa sorbió un mate. Saludó a sus hijos y tomó en brazos a Luisana Abril, su nieta de seis meses que es la luz de la familia. Sentada casi en la punta de una mesa larga, la que descansa ahora es Sofía. Tiene 25 años y estudios en Criminalística que canjeó por ver crecer a su hija, en la isla, el único lugar posible, pensado, querido…

PERO LUISA TENÍA OTRAS OBLIGACIONES. Caminó por su terreno hablando ahora distendida, respondiendo intimidades que tal vez nunca pensó hacerlas públicas. Tenía 24 años cuando conoció a quien hoy es su marido. Otto Stern trabajaba en el acopio de pescado y así se relacionó con don García, padre de Luisa, un español que aceptó el noviazgo ‘a la antigua’ que duró un año.

En 1974 la enfermera de alma se cruzó a la ínsula para quedarse. Nacieron José, Sofía, otra niña, Miriam, que heredó como todos, en los ojos, el color de la vegetación que abraza las 90 hectáreas del arrecife. Hoy, la niña que alguna vez compitió por un reinado tiene 23 años. Estudia Veterinaria en la Unne y al igual que su madre, muchas veces sola debió arreglárselas con los remos para cruzar el canal de agua y partir caminando hasta donde algún colectivo, para llegarse hasta su facultad.

Horacio, el menor, estaba en camino cuando Luisa y Otto decidieron formalizar su matrimonio. Se casaron en Santa Ana de los Guácaras hace poco más de 20 años. Relucían las alianzas cuando aquel niño llegó al mundo. Hoy estudia Ciencias Económicas en Resistencia, y como tiene una tía en la ciudad, evita cruzar todos los días el río. Lo hace dos o tres veces por semana, o cuando haga falta.

Los cuatro la hacen sentir orgullosa. Luisa habla de sus hijos con un dejo de satisfacción. Reconoce que ‘se pelean como cualquiera’, y que las nenas ‘son muy celosas de los varones’. Igualmente se la ve contenta cuando dice que Otto ‘es un paciente disciplinado, que no se toma una aspirina sin consultar’.

EL SOL DEL MEDIODIA SE MEZCLABA CON UNA BRISA DEL NORTE, y la historia de Luisa se iba reconstruyendo. Alguna vez quebró la tierra y abonó su entraña. Sus manos pescaron el sustento, domesticaron a remo el insondable río y acariciaron luego, con sutileza, la piel clara de sus vástagos. Pero también es peluquera… A eso se dedicaba antes de curar.

Luisa pesca como cualquier isleño, labra la tierra como algunos, corta el pelo con buen pulso y cura como nadie, pues ella es el antídoto. ¿Qué reclamarle entonces a esta mujer que trabajó toda su vida y no conforme, esperó que sus hijos crezcan para estudiar y seguir trabajando?.

Sin que nadie se lo pida, colaboró ad honorem, por dos años, en el puesto sanitario del barrio Perichón como ayudante de enfermería autodidacta. Alguien le dijo, con el tiempo, que podía recibirse de enfermera si es que en verdad esa era su vocación. Lo planteó en familia y emprendió la empresa. En 1992, a los 41 años, María Luisa García recibía su título de enfermera otorgado por la Asociación de Trabajadores de la Sanidad de Corrientes. En 1997 empezó a cobrar por su trabajo en el Perichón, hasta que en 2000 ingresó al SAPS que está pegado al Control Policial Nº 4, por Ruta 12 frente al ingreso a Santa Ana.

Desde que efectivizó su condición de trabajadora y a partir de que cobró por ello, Luisa no ha faltado nunca. Ahora la pasa mejor, pues sus canoas tienen motores que la hacen prescindir del remo. Antes, ‘tenía que salir remando, y como a veces no había plata para la nafta, no podía irse en la camioneta que tenemos. Y si no conseguía tomar el colectivo, caminaba de ida y de vuelta los seis kilómetros que hay desde el Perichón hasta la Sala’ cuenta Horacio en la despedida, sin que lo escuche su madre para evitarse un llamado de atención…

UNA HISTORIA COMPARTIDA. Toda la familia está ligada de alguna manera a la salud y a la solidaridad. Al escuchar un grito, los Stren no tienen reparo de la hora ni de las condiciones del tiempo, y salen cuantas veces sea necesario a ayudar a algún accidentado o a trasladar a una parturienta. Esa es su forma de vida. Trabajan y estudian, pese a no tener luz eléctrica y un montón de otras comodidades, y ayudan. ‘Hacer el bien sin mirar a quién’, repite Luisa.

‘No debes hacer lo que no te gusta que te hagan. Por eso yo trato bien a todos y trato de darles lo mejor de mí. Por eso no falto nunca. La gente viene a vos con un problema y tenés que solucionarlo, si está dentro de tus posibilidades’. Es así de simple para esta mujer que sabe perfectamente de lo que habla pero tal vez no lo dimensiona.

Igualmente Luis está en otra cosa, en cuestiones trascendentes: que sus hijos estudien o trabajen según su elección, y que no les falte nada. Cuida de su marido y honra su trabajo. Gana 380 pesos mensuales pero es lo de menos. Ella quiere ayudar. Por eso no pide nada, aunque bromea diciendo que debe cambiar su chaqueta, vieja por el uso pero impecable, tal vez un poco arrugada…

No le interesa la política pero confesó, para después arrepentirse de lo dicho, que votó a Raúl Romero Feris y en la última a Ricardo Colombi. “Pero más allá del nombre -aclara-, confío y espero que las cosas mejoren”. Sucede que pese a que es su trabajo y lo desarrolla con la más profunda entrega, cualquiera advierte que le hace mal ver a los chicos desnutridos o con otra enfermedad acelerada por la pobreza. De todas maneras Luisa prefiere siempre el lado bueno. Y al hablar de su labor opta por contar sonriendo que es “compincha de todos, y más de los chicos. Mi habilidad es amansarlos”, grafica, con un dejo de satisfacción.

“El Guáscara” se prepara para emprender el regreso. Entonces el cronista mira sus anotaciones, las revisa. Un dato faltaba precisar: cómo hizo Luisa para faltar nunca y llegar tarde jamás a su trabajo. Ella no sabe cómo responder porque la humildad de su ser no le deja entender que lo suyo es una proeza. Igualmente ensaya una explicación: “Nunca tuve una enfermedad grave, y las otras me las aguanto. Hasta ahora no tuve motivos para no ir. Además, hasta mi madre fue oportuna: murió un sábado. La enterramos el domingo y el lunes pude ir a trabajar. En la sala no me dejaron, y entonces tuve que volver”…

 

“Hay que seguir trabajando”

De la desconfianza María Luisa pasó a la sorpresa. Ya más distendida, sonrió. Luego, escuetamente dijo: “De todas maneras hay que seguir trabajando”.

Sin dudas le interesa el título honorífico que recibirá del Concejo Deliberante, pero no la cambiará en mucho. Seguirá levantándose temprano, seguirá atendiendo a sus hijos, a su marido y su nieta, incluso si por esas cosas de la vida se le resiste el premio, cosa improbable.

Según dijo, llegado ese día, el del premio, se lo dedicará a sus hijos, a su familia. Y no volvió a hablar del asunto. Es que Luisa es así. No dialoga mucho, o se reserva y dice lo suficiente, evitando hablar de ella misma. Es una correntina de pura sepa. No muy alta, morocha, trabajadora, pero con unos ojos claros, verdes, que la hacen hermosa, aun hoy, con el tiempo y el trabajo que acarrea encima.

Los que la conocen, no tienen más que palabras halagadoras para ella:

– “Buscamos a la señora García”, dijo el cronista de esta nota al llegar a la Sala Dr. Mauricio Open.

– “Luisa está de feria, así que debe estar trabajando en la isla”, respondió Epifania, de guardia en la salita. “Si van para allá mandale saludos de mi parte, de Epi, decile”, completó con una sonrisa quién sabe ser su compañera de trabajo.

Más allá de la anécdota, claro queda una cosa: es imposible separar la vida de Luisa de la palabra “trabajo”.

Coincidió con ello Mercedes, su concuñada. “Ahora no es nada. Antes era mucho más difícil y sacrificada la vida de ella. Trabajar en la casa, criar a los chicos, llevarlos a la escuela”. Siempre trabajo, siempre sacrificio. “Rasgos de vida extraordinarios” como dice el proyecto de Ibáñez. Nada más acertado…

 

Ciudadana ilustre

La movida para que el Concejo Deliberante capitalino analice el proyecto que contiene la declaración de “Vecino Benefactor” para María Luisa García, empezó el 1 de julio pasado. El doctor Esteban Ibáñez, subsecretario de Salud de la Municipalidad, que venía enterado de la gesta de su enfermera, se documentó y redactó un proyecto que más que eso “es un gusto, una necesidad para mi”, según contó.

Una semana después, la nota oficial, un recorte de prensa y la foja de servicio de la enfermera, ingresaron a la presidencia del Concejo. El 8 de julio, por afuera del orden del día preparado para la sesión de ese jueves, el proyecto tomó estado parlamentario y pasó a la comisión de Cultura.

Antes de cumplirse ese trámite, el presidente del cuerpo, Aurelio Díaz, hizo leer el expediente. En el mismo se expone el “caso de la Sra. María Luisa García, enfermera del Saps Dr. Mariano Open, con siete años de servicios sin registrar faltas, retrasos ni sanciones. Todo lo contrario: una admirable vocación y dedicación a su trabajo”.

“La mencionada enfermera vive en la Isla Mesa, y todos los días cruza el brazo del río Paraná que la separa del Perichón, en su canoa, remando ella misma, y luego camina más de 5 kilómetros para llegar a su lugar de trabajo”.

“En la isla tiene todo tipo de hortalizas y frutales que ella misma cultiva, y brindó desde su humilde posición económica una formación extraordinaria a sus hijos, logrando que dos de ellos estén cursando carreras universitarias de alta exigencia”.

“Creo, señor presidente -dice la solicitud-, que estamos en presencia de una persona de rasgos de vida extraordinarias, lo que motiva mi solicitud de que se la declare “Ciudadana Ilustre” de nuestra ciudad”.

“Si así fuera, estaría el Concejo Deliberante reconociendo a una humilde trabajadora de la Salud Municipal que además de cumplir con su trabajo con una hoja de servicio impecable, logró superar las barreras sociales y económicas y logró posicionar a sus hijos en una situación educativa mucho mejor para enfrentar la vida”.

Tras la lectura de estos párrafos, el proyecto fue girado a la comisión de Cultura, aunque con título cambiado. Lo que se analizará, según se advirtió en esa sesión del parlamento, es la posibilidad de otorgarle el título de “Vecino Benefactor” y no el de “Ciudadano Ilustre”, seguramente por los requisitos formales que demanda la ordenanza que regula la entrega de estos reconocimientos.

“Sea cual fuera el título, María Luisa García ya es una ciudadana ilustre, de moral y ética insobornable”, sintetizó el doctor Ibáñez al ser consultado por este medio sobre la motivación de esta digna iniciativa.