Pasado

“A intervalos regulares -los ciudadanos- tienen derecho a introducir una papeleta en la urna, a elegir para que rija sus vidas, a una persona perteneciente a la casta de los jefes. Después se supone que tienen que volver a sus casas y dedicarse a sus cosas, consumir, ver televisión, preparar la comida, y sobre todo, no molestar”.

El pasado es un problema. Duele si fue malo; se lo recuerda con nostalgia si fue bueno; angustia en el presente si no hay forma de superarlo y casi siempre termina idealizado, razón por la cual la gente suele dejarse llevar por una máxima de dudoso sustento que sostiene que todo pasado fue mejor.
Es tan jodido el pasado que demanda, siempre, que se lo conozca. No hacerlo implica el castigo de volver a encontrarlo, y no siempre la que aparece en segundas nupcias es la mejor versión de aquel pasado al que ninguneamos con indiferencia en el presente. Tanto es así que el filósofo George Santayana tuvo que ponerlo por escrito: “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”.
Por tanto, la memoria cotiza en alza. Es que sólo los pueblos que tienen memoria son capaces de la evolución. Y todo esto viene a cuento del tiempo electoral que se transita para decidir, en septiembre, el destino próximo de Corrientes, que se debate hoy entre más de lo mismo y lo nuevo de muy poco.
Pero la cosa no termina allí. La complejidad del proceso electoral que está en marcha está dada por el lugar que viene ocupando el pasado en el presente. Ese pasado al que gran parte de la ciudadanía echó a patadas en el ‘99 y lo confinó al ostracismo, para recordarlo en su justa medida, porque lo consideró nocivo para el ideal de construcción social de aquellos tiempos. No fue el arrebato de un afiebrado. Fue un sentir colectivo.
Ese pasado, el de los desmanejos, el de la cárcel, el de los hilos y el de los títeres, el que cimentó la Plaza de la Dignidad, nada menos, se reparte hoy el privilegio de ser un pretendido socio exigente, el demandante de un autoproclamado progresismo que al parecer no está a la altura de los tiempos o no sabe cómo estarlo.
De hecho, constituye una frustración no haber podido superar la instancia de la inhumación completa de todo vestigio de aquel pasado triste y doliente de niños sin clases, maestros sin sueldos y el resto sin futuro. Es un fracaso de la dirigencia que se erigió en continuidad, salir ahora a mendigar el acompañamiento de las vetustas estructuras “conservadoras” (quienes lo dicen no son revolucionarios, hay que aclararlo por las dudas, porque sino parece que Corrientes está lleno de Che Guevaras proscriptos) para ver si se puede rapiñar la gobernación: los últimos 4 años o los primeros, depende de si se está en Salta y 25 de Mayo o en 25 de Mayo y Mendoza.

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La actualidad política correntina muestra hoy:
1) La indignidad del Partido Liberal, que asaltado por unos pocos y voraces dirigentes, ligó el sello celeste al kirchnerismo al que siempre combatieron y con el que tienen poco en común, por caso la ambición de poder.
2) A lo peor de una parte de la dirigencia del PJ que derrumbó cenotafios políticos para encaramarse bajo el calor de la candidatura de Camau Espínola y tratar de ganar sin votos y una vez con bastón y banda, sitiarle la gestión al candidato más taquillero que supo conseguir el justicialismo, vaya paradoja, desde afuera de sus límites.
3) Exhibe como reivindicación la inutilidad de los enjuiciados y desapoderados, de aquellos que asumieron con pasividad convertirse en el hazmerreír de los patrones de los ‘90.
4) Expone a la luz de todos el más oscuro de los acuerdos. Sellado con sangre de hermanos y de primos hermanos, los correntinos debemos aceptar la reconciliación y el entendimiento, mas no reclamar por el tiempo perdido, décadas tiradas a la basura por las miserias de alguno que otro clan.
Lo peor del caso es que no es una exclusividad correntina. “Una teoría casi oficial, más extendida en Estados Unidos que en Europa, asegura que la democracia es un sistema en el que las personas son espectadores, pero no actores directos. A intervalos regulares, tienen derecho a introducir una papeleta en la urna, a elegir, para que rija sus vidas, a una persona perteneciente a la casta de los jefes. Después se supone que tienen que volver a sus casas y dedicarse a sus cosas, consumir, ver televisión, preparar la comida, y sobre todo, no molestar”. Lo dice un tal Noam Chomsky. Nosotros peleamos por tener el derecho de pensarlo, al menos.
5) Evidencia la desesperación de los que gobiernan, que para ganar están dispuestos a venderle el alma al diablo o a revivir hasta a los muertos, haciéndose encima de los manuales en los que abrevó su filosofía. Y en eso de revivir a los muertos, hoy resulta que los muertos son los más vivos. De golpe pasaron de ser cadáveres políticos a la chica más linda del baile.

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Un gran maestro del periodismo correntino solía decir, hace unos años, que entre los caudillos contemporáneos de Corrientes la única diferencia era la barba. Tenía razón. Y la tiene si aún la sostiene. La única diferencia entre los líderes viejos y los actuales se asienta en la estética, por eso tal vez desde hace tiempo ya no importan ni la ideología ni la trayectoria en el sostenimiento de ciertos valores. El pragmatismo venció a la idea.
De allí para abajo poco importa, aún aquello que hace no más de un año proclamaba como importante la dirigencia política y social de Corrientes. En septiembre de 2012 El Litoral buscó opiniones políticas entre los líderes correntinos. La conclusión de aquel trabajo se asentaba en la necesidad de desterrar “el nepotismo dinástico”, “la prebenda pública” y los males de las “corporaciones”, “generadoras de poderes absolutos en ciertos integrantes de su grupo, que conforman, no es casual, el Estado mismo: algunos como políticos, otros como jueces, otros como académicos y el resto, desde sus lugares, como sustento, justificación y reproductores del sistema”.
“La falta de dirigentes con volumen político y contenido técnico, el desinterés por lo público y la falta de controles en general (…) constituyen lo más dañino de la evolución (decía el informe), que no puede desprenderse del todo de las peores prácticas políticas que llevaron a la provincia a conocer el abismo en reiteradas ocasiones”.
Se reclamaba, también, “poner el Estado al servicio de la gente y fortalecer las bases para que los nuevos actores, emergentes sociales que hay y muchos, puedan garantizarse la representación de sus intereses”.
“En este concierto actual y aun con sus esfuerzos (concluía el trabajo), es difícil advertir en los partidos un espacio de formación que engendre y haga parir, en cantidades suficientes, dirigentes de peso, con sustento político, contenido técnico y solvencia moral para encarar los desafíos que van más allá, hoy, de una administración prolija y andariega, o de otra que cimenta su futuro con fondos de otras cuentas”.
Como verán, nimiedades comparado con conocer alguna propuesta o con saber quién será el vice de “Lalaca” o “Camau”, que aparece en góndola como la clave para descubrir antes de tiempo si el 15 de septiembre próximo se va a ahondar o en todo caso hundir el modelo.
Hasta en eso comparten matriz. Las dos cosas refieren a las profundidades abisales de la política.

About the author: Eduardo Ledesma

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