La fe de la imposición

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Argentina volvió a correr el arco de sus propios derechos merced a un trabajo arduo en el que estuvieron involucrados, además de organismos sociales, la dirigencia política en su conjunto.
El Congreso Nacional, así, más allá de las disidencias propias del sistema democrático, volvió a ponerse en sintonía con viejos reclamos civiles, ampliando bases de inclusión con votos unánimes o mayoritarios. (1)
Se trata de las leyes de muerte digna y de identidad de género, que sumadas a las de matrimonio igualitario y otras de similar tenor, convirtieron al país en vanguardia a nivel mundial en el amparo de este tipo de nuevos derechos inclusivos, aunque, sobre todo, de un fuerte sinceramiento.
Pero la semana pasada fue también pródiga en discusiones por la decisión del Gobierno de la Nación que, en coordinación con el Inadi, planteó la necesidad de enseñar en las escuelas, aún en los niveles iniciales, que existen en la realidad actual familias constituidas que pueden ya no reflejar los viejos modelos de padre y madre sino también, familias con dos madres o, a la inversa, con dos padres. (2)
Muchos fueron los comentarios sobre el tema, a favor y en contra de la iniciativa. Siempre ocurre cuando lo que se debate roza alguno de los hilos de la urdimbre establecida: la de las creencias e incluso la de las ideologías.
En esencia no está mal. Lo que puede cuestionarse, tal vez, es la tendencia de mucha gente a la imposición de su fe en nombre de la fe.
Sectores progresistas de la comunidad no solo están de acuerdo con esta y otras iniciativas sino que en algunos casos hasta son impulsores de las mismas.
Lo contrario ocurre con sectores más bien mesurados que resisten la sanción y posterior cumplimiento de normas que relativizan ciertos mandatos transmitidos de generación en generación casualmente desde el poder. Resisten, pero además pretenden incidir fuertemente en decisiones de la política y, en consecuencia, del Estado.
El hecho futuro de la enseñanza de las nuevas formas de familia, avaladas por el Ministerio de Educación y el Inadi, chocó en Corrientes con los fundamentos de su realidad.
Desde el gobierno local hablan de la dificultad que encierra transmitir estos conocimientos a niños tan pequeños. Reconocen incluso que otras leyes, como la de educación sexual, cuestan enseñar por la escasa formación de algunos docentes.
Más allá de la queja, hay en esa declaración una suerte de comodidad al atar ese obstáculo al statu quo y a cuestiones supuestamente exógenas: presiones de instituciones como las iglesias, que se oponen enérgicamente a enseñar lo que consideran, sin medias tintas, una especie de degeneramiento de la humanidad. (3)
Pero por encima de la opinión que pueda forjarse cada individuo, conforme su propia historia, lo que no deja de hacer ruido es la resignación de algunos funcionarios: se entregan sin dar batalla a los nuevos desafíos de la hora; denuncian abiertamente presiones institucionales y en el mismo acto, bajan los decibeles de las acciones del Estado por temor a campañas opositoras que puedan surgir desde los púlpitos. Esa es la fe de la imposición.
La religión cumple un rol y debe seguir siendo albacea de valores. Puede incluso imponer a sus feligreses las normas que mejor cuadren a su sostenimiento. Lo que se le reclama, en todo caso, es dejar hacer. Algo mucho más complejo que la simplificación del autoritarismo o la intolerancia con la que se responde a lo que no se conoce.
El Estado provincial se ha manifestado abiertamente en la misma línea que la Iglesia Católica en muchos de los temas candentes que generan intercambios últimamente. (4) El Gobierno de la Nación, en cambio, cumple sostenidamente una bitácora de nuevos derechos, pese a que la Presidenta y otros tantos funcionarios, incluso los legisladores del partido de gobierno, declinan su acompañamiento cuando la conciencia es la que manda.
Por eso la mira está puesta en otro lado. Está en la necesidad de reconocer al otro, al distinto, en sincerar realidades.
Duele revisar archivos enteros y encontrar que gobiernos y otras tantas entidades, milenarias algunas, se resignan a creer que “pobres hubo siempre” para no hacer nada que los saque de esa situación. Pues con ese criterio bien puede decirse que siempre hubo lo que la ley de hoy reconoce.
Puede decirse, en todo caso, que subyace en esto una negación y una dosis concentrada de hipocresía que lejos de ayudar, carcome los cimientos que se pretenden cuidar.
Tachar de conservadora a una comunidad para luego tirarse a muerto -al decir de Roberto Arlt- no es más que una proyección de la propia incapacidad. Las personas son libres de tener sus creencias, pero la parte no puede tenerse por la totalidad y menos desde el Estado, porque podría estar evadiéndose de las necesidades de las minorías.
¿Quién podría negar valores como la vida, la paz, la solidaridad, la compasión o el perdón? Entonces, lógico sería reconocer que el afecto que madura en el corazón bueno de un niño o niña, no importa si es de mamá, papá, o de los dos; o de mamá y mamá o, tal vez, de papá y papá.
Ejemplos sobran para todo. Incluso para hacer notar las desviaciones de muchos individuos criados en senos familiares constituidos como mandan las escrituras.
La gente que vive en un barrio privado acepta las normas que rigen en ese ejido para después compartir los ordenamientos generales. Eso no se cuestiona. Sí sería controvertible que las normas del barrio quieran imponerse en el resto de la ciudad.
Los derechos de hoy no son los del centenario y no serán los mismos dentro de 100 años. Cambia, como la vida, porque evoluciona. No pensarlo de ese modo, vacía los dogmas a los que muchos se aferran, porque la realidad termina superándolos.
La vida, por tanto, tal vez sea un punto de acuerdo. La vida en todas sus formas.
¿Quién puede estar en contra de ella? Ahora, negarse hoy a la posibilidad del aborto, por ejemplo, ¿no contradice el silencio sobre los 30 mil asesinatos de los años de plomo? ¿Acaso una vida vale más que otra? (5 y 6)
Estuvo bueno poder preguntar. Está bueno poder debatir. Estaría bueno que se escuche a todos.

REFERENCIAS
1. Ley de muerte digna. Se aprobó en Diputados el 30 de noviembre de 2011. El Senado lo convirtió en ley por unanimidad el miércoles pasado. Lo mismo pasó con la ley de identidad de género.
2. Agencia Oficial Telam. http://www.telam.com.ar/nota/24348/
3. Diario El Litoral. http://bit.ly/JrC1T4
4. Diario El Litoral. http://bit.ly/KzkYy6
5. Diario Página 12. http://bit.ly/IYugm5
6. Diario El Mundo (España). http://mun.do/JMF2x9

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About the author: Eduardo Ledesma

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