Dengue: otra provincia se suma a Misiones y Salta para vacunar a personas de entre 20 y 40 años

Corrientes compró 200.000 dosis para aplicarlas en la zona norte del distrito, donde hay más casos.

Por Eduardo Ledesma

Para La Nación

CORRIENTES.- El gobierno de esta provincia lanzó hoy la Campaña provincial de vacunación contra el dengue y adelantó que se realizará por etapas. El distrito es el cuarto de la región noreste con más casos informados y por tal razón comenzará a inocular a jóvenes de entre 20 y 40 años. Se convertirá así en la tercera jurisdicción de la Argentina –junto con Misiones y Salta– en vacunar a la comunidad, con recursos propios.

La aplicación comenzará el miércoles próximo y se dará primero en la región norte de la provincia, según señaló el gobernador Gustavo Valdés (UCR).

El mandatario encabezó esta mañana el acto de lanzamiento de la campaña con una conferencia de prensa en la que destacó que esta capital, además de los municipios de Virasoro, Santo Tomé, Ituzaingó, San Luis, e Itatí serán las localidades en las que empezará la inoculación. “Es la zona donde en este momento tenemos más incidencia” de casos, señaló.

“Salimos a adquirir una vacuna [Qdenga] que no estaba en el mercado hasta fin de año”. Dijo que trataron directamente con el laboratorio [Takeda]y que fue muy difícil conseguir las dosis, pese al éxito final de las negociaciones, explicó. Valdés destacó además que en total fueron adquiridas 200.000 para esta etapa.

“En principio serán para esas personas (de 20 a 40 años) que no tengan obra social y sean de bajos recursos. “Tomamos la decisión de proteger a la población”, dijo, e insistió en que la vacuna no es obligatoria. “Será para las personas de entre 20 y 40 años como un puntapié inicial”, añadió.

Sobre cómo sacar el turno para vacunarse contra el dengue, el subsecretario de Tecnologías e Información de Corrientes, Federico Ojeda, explicó que la ciudadanía deberá ingresar a vacunacion.corrientes.gob.ar. La inscripción solicita datos personales y contacto para verificar el turno a través de WhatsApp.

Luego de explicar el procedimiento de turnos, Valdés insistió en que se trata de una campaña por etapas. “Esto no quiere decir que no vamos a abarcar otras ciudades y edades. Este es el primer paso que daremos con estas 200.000 dosis adquiridas”, remarcó. También dijo, para dejar en claro, que “la vacuna fue comprada con recursos nuestros. Esto es plata de Corrientes para los correntinos”, insistió y explicó que podrá ser aplicada en personas que no hayan tenido la enfermedad en los últimos seis meses.

Valdés también destacó que si bien con la llegada del frío descenderán los casos, “esto es un programa para prevenir el brote dentro de seis meses”. “Nos estamos preparando para la temporada estival que viene”, resaltó.

“El escenario es clarísimo. Nos pasó el cambio climático y la tropicalización de nuestro clima”, afirmó por su parte el ministro de salud de Corrientes, Ricardo Cardozo. “La ubicación estratégica que tiene Corrientes con Brasil y Paraguay nos ubica en un punto álgido”, aportó. Dijo además que la provincia está fabricando 40.000 frascos de repelente.

Argumentos epidemiológicos de la vacunación

“El brote se ha ido incrementando a lo largo de los años en toda América. También avanzó la letalidad y hoy la Argentina sumó notablemente la letalidad”, explicó la directora de Epidemiología de Corrientes, Angelina Bobadilla. Según indicó, previamente en 2022, la enfermedad tenía su ciclo en el mes de marzo. “Hoy estamos en abril y estamos en pleno brote”, argumentó.

Bobadilla destacó que el brote está asociado al serotipo DEN-2. “Es el de mayor gravedad”, confirmó. “El riesgo de que tengamos cuatro serotipos circulando además aumenta el riesgo de la enfermedad”, destacó.

De acuerdo con los datos del Ministerio de Salud de la Nación, aportados en el Boletín Epidemiológico Nacional N°698, consultado por LA NACIÓN, en el país se diagnosticaron 215.885 casos de dengue en lo que va del año y hasta la última semana de marzo. Eso significa, ya en el primer trimestre del año, un 54% más infecciones que las 140.416 reconocidas por Argentina para los 12 meses de 2023.

El año pasado, por primera vez, en el norte del país hubo provincias en las que no se interrumpió durante el invierno la aparición de casos autóctonos de dengue (personas que contrajeron la infección donde viven, trabajan o hacen sus actividades habituales).

Al tener en cuenta la cantidad de casos notificados (incluye consultas con signos de sospecha por confirmar o descartar), la cifra asciende todavía más: a 340.529 para las primeras 13 semanas del año (hasta el 30 del mes pasado). En el mismo período, fallecieron 151 personas por la enfermedad, según se informó.

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La resurrección de Gabino

 

Sépanlo, y, sí lo saben, no lo olviden:
Los correntinos fueron a buscarlas,
y, si no las trajeron,
fue porque se dejaron alma y arma
allá en el mar del Sur.
J. J. Folguerá

 

Por Eduardo Ledesma
@EOLedesma

 

Gabino Ruiz Díaz cayó en Malvinas, en pelea frontal, con su mirada ensartada en los ojos de un inglés. Era una mañana de pavor que se consumía lenta al tronar de la artillería y del fuego aéreo. Unas cinco horas duró ese infierno. Fue el corolario de una larga noche de combate encarnizado. Al promediar la refriega, él trató de cubrir a sus compañeros que buscaban recuperar una línea de tiro, pero la cosa pasó a mayores y se definió cuerpo a cuerpo. No dudó. Fusil en mano salió del pozo y en la corrida descubrió su pecho al enemigo. Allí mismo conoció a la muerte que lo levantó al galope. Eran las praderas de Darwin. Hacía el frío áspero de los finales de mayo en las islas del Sur. Soplaban vientos de guerra.

***

La última vez que cenó con él, lo agasajó con un estofado de pollo y fideos verdes de espinaca. Fue el menú preferido de ambos desde cuando ella lo engendraba y tuvo repetidos antojos de ese plato que él agradecía cada vez que lo probaba.

Al otro día lo despidió con pocas palabras y abrazos rotundos, con dos besos y una larga mirada. Lo vio irse lento en ancas de un tordillo negro sin nombre por el camino apenas trazado que continúa así, ahuellado a duras penas y en eterna porfía con los tacuarales que se crían abundantes y cierran pasos. 

Él se fue por donde vino aquel llamado: un caminito verde de pasto y amarillo de los arenales que abundan en los interiores de Corrientes; entrañas de lagunas y palmares, chacras y corrales que perfilan un ejido que ya entonces se llamaba Colonia Pando, 30 kilómetros adentro de la cabecera del departamento San Roque.

Cuando ella lo perdió de vista, a media mañana de aquel 10 de marzo de 1982, una punzada en el pecho le sugirió que tal vez sería la última vez que ese adolescente morocho le mostraría su espigada silueta a caballo. Subió después a un camión que lo dejó en la Estación San Roque y de allí salió para Mercedes, hasta que el 16 de abril abordó el tren que lo dejó en el Sur. Orden: Caleta Olivia. Contraorden: Río Turbio. Destino final: Malvinas.​

***

Gabino completó el servicio militar y fue dado de baja. Volvió. Recorría zonas de La Elisa, Rosado Grande y Colonia Pando cuando el telegrama pospuso los planes que tenía para fortalecer la chacra de su padre y enhebrar su futuro con los hilos de eso que llaman progreso. 

Él tenía 19 años y hasta quizás una novia, pero no podía sostener sus certezas porque estaba yendo a la guerra. “A pegar fierro con fierro contra los ingleses”, alcanzó a decirle a su madre, en dramático guaraní. Ella tenía 42, una casa grande para cobijar a su familia numerosa, un campito y algunos animales. Tenía todo, en la medida justa de sus necesidades, pero también el presentimiento agudo de que estaba perdiendo para siempre al tercero de sus ocho hijos.

Tuvieron que pasar 38 años, una guerra en Malvinas y varias otras contiendas en los territorios difusos de la política nacional y extranjera; batallas interminables contra la burocracia de todas partes y feroces combates corazón adentro para que esa mujer y ese muchacho volvieran a estar juntos. Ella como Elma Pelozo, madre malvinera que posibilitó en primera instancia la identificación de los cuerpos de los caídos y enterrados en el Cementerio de Darwin; y él como Gabino Ruiz Díaz, el primero de los 123 conscriptos argentinos en ponerle nombre propio a esas placas negras de granito, famosas en el mundo por arrullar con verba marcial lo que algunos, sin tapujos, llamaron abandono: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.

Su cruz sigue blanca, blanquísima, soportando erguida el viento y el frío. Sigue blanca, como las otras 240 del cementerio. A su pie la baldosa fue cambiaba. Ahora nombra al Gabino de San Roque, numerario del Grupo 2, Sección Exploraciones, del Regimiento de Infantería 12 de Mercedes “General Arenales”, caído en Darwin el 28 de mayo de 1982. La piedra fría le devolvió su nombre a ese soldado curtido en la siesta caliente del campo correntino, que murió adolescente en Malvinas y fue inhumado por un oficial inglés, con dignidad religiosa y militar, pero en el anonimato. 

 

***

Elma Pelozo nació en Rosado Grande, segunda sección San Roque, un Día del Maestro: el 11 de septiembre de 1939. Se casó a los 17 y consiguió de ese modo la única llave que había en Corrientes, en la década del 50 del siglo pasado, para evadir el férreo control materno y obtener la venia paterna para alejarse de los cercos levantados por la familia.
A Elma siempre le gustó el baile. Cuando lo recuerda, se le escapan sonrisas continuas y dispara miradas cómplices. El baile fue para esa mujer otra forma de emancipación íntima. A sus 82 años, tiene el carácter alegre de una anciana que supo domar los muchos desboques de su destino. Y aceptar también sus muchas pérdidas.
Le gustaba el baile y aún le gusta la música. La suya suena en clave de chamamé. Escucha radio, en general una o dos estaciones de amplitud modulada que todavía tienen audiciones diarias de ritmos litoraleños y extendidos bailables los fines de semana. Como está postrada -producto de una diabetes que se cobró la fortaleza de sus piernas-, armó su agenda en función de algunos informativos y de esos programas musicales que escucha con atención en varios sectores de su casa, adonde se desplaza en su silla de ruedas. Incluso a la noche, antes de dormir, es de la radio -y no de la tele- la última voz que susurra cerca de su oído.


Antes había dos perros en su casa: Capitán y Teniente. Teniente murió y quedó sólo Capitán, hasta que llegó Rocco. Ambos son negros. Ofician de guardianes del lugar y de una docena de gallinas y algunos gallos que sacan pecho en ese patio amplio y fresco bajo la fronda de las moras y de un enorme ceibo.
Bajo esa sombra estamos, rodeados de plantas y arropados por el perfume de las flores. Es la soleada mañana del 4 de marzo de 2022 y hace un calor que asfixia. La resolana pica como el humo que aún persiste en vastas zonas de la provincia, jaqueada por los fuegos que desde principios de año consumieron más del 12 por ciento del territorio. Son cerca de las 11 y estamos a pocos metros de un descampado en el que dos años antes, exactamente, un helicóptero del Ejército aterrizó para buscar a Elma y llevarla hasta Malvinas. Fue, hasta ahora, el viaje más importante de su vida.
“Mamá Elma” la llaman sus hijos y también los que no lo son, por caso muchos ex combatientes que le tributan cariño a diario. Y de su larga descendencia -fueron cinco varones y tres mujeres- siete son los que viven: dos en Buenos Aires, cuatro cerca de ella en Colonia Pando y una en San Roque pueblo. Gabino descansa en las pedregosas y heladas tierras de la isla Soledad, a pocos kilómetros de donde lo alcanzó la ráfaga mortal de los tiradores del Batallón de Paracaidistas Reales al servicio de su majestad, la reina Isabel.
A los 19, Elma dio a luz a su primera hija: Antonia. Cuando lo mataron, Gabino también tenía 19. Desde entonces Gabino es “Cambacito”, el hijo héroe. Era un joven trigueño, flaco, alto, alegre, de sapucay nítido y muy trabajador, que además cuidaba de su abuela materna, Lucía Nemesia Aguilar, con quien vivía.
—Era un muchacho contento —dice Elma—. Cabezudo, pero al que nunca le agarró el mal humor.
Gabino nació el 27 de junio de 1962 y murió el 28 de mayo de 1982, a un mes de cumplir 20, a 17 días del final de la guerra, en el primer gran enfrentamiento terrestre de Malvinas: la batalla de Ganso Verde, o de Pradera de Ganso, que ocurrió entre el 27 y 29 de mayo. Murió cuando el Ejército británico conquistó el istmo de Darwin imponiéndose sobre una fuerza argentina de 600 hombres allí apostados, muchos de los cuales eran apenas conscriptos mal pertrechados. Gabino fue uno de los tantos muertos de ese enfrentamiento.

***

Salvo la Fuerza Aérea, que desplegó oficiales, el grueso de las tropas destinadas a Malvinas eran conscriptos, es decir, jóvenes afectados al servicio militar obligatorio: más de 12.500 chicos de entre 18 y 20 años de edad, en general de las clases 1962 y 1963.

***

Elma fue dos veces a Malvinas. Su primer viaje ocurrió en 1997, a 15 años del conflicto, en el marco de una visita organizada por la Cruz Roja. Fue con un grupo de madres, hermanos y hermanas de los caídos. Fueron a rezar frente a las cruces blancas clavadas en esas lomadas sin sombra. Ella se arrodilló y oró. 

—Yo le decía a mi Cambacito: ando caminando hijo por acá, por donde caminaron tus piecitos. Vine por vos, a visitarte, pero yo no sé dónde está tu cuerpito. Así le dije la primera vez.

Elma llevó entonces una placa de bronce que le obsequió el intendente de San Roque, Domingo Muniagurria, ya fallecido. Caminó por el camposanto hasta que sintió que su corazón corría al trote y sin permiso. Individualizó una cruz y allí hizo poner la placa.

—Yo caminé con el bronce y lo puse en una cruz donde había una latita. Esa sepultura está a tres de la de Gabino. ¿Podés creer?

Lo supo mucho después, el 5 de marzo del año 2020, a dos semanas de que Argentina entrara en confinamiento por la pandemia de Coronavirus y a 38 años de la guerra, cuando Elma regresó a Malvinas. Esta vez para llorar su pena ante los restos de su hijo. 

—Gabino, ya llegamos —dice que dijo cuando traspasó la tranquera del “Argentine Cemetery” y recibió como primer saludo la venia de dos soldados británicos. 

Después pidió ir primero hasta la parcela de Gabino. Ya no podía caminar, pues los años y la diabetes avanzaron hasta la amputación de sus piernas. Fue operada en 2014, y por eso no fue de la partida cuando los familiares de los soldados identificados viajaron a las islas entre 2018 y 2019. 

Pero ahora estaba allí, por obra y gracia de mucha gente. Todos y cada uno se fundieron en esa persona que empujó la silla de ruedas hasta esa porción de tierra en donde varias promesas se cumplieron. Y varios dolores sanaron.

Fue esa mañana limpia cuando Elma descubrió que la placa de 1997 estaba apenas más allá. Sintió otra vez el sobresalto. Oró y lloró por eso, por el reencuentro, pero también por ese lazo maternal invisible e ininflamable al fuego destructor de las balas. Incorruptible al sinsentido de la guerra. 

 

***

En Malvinas murieron 649 soldados argentinos. De ese total, Corrientes perdió 53 en combate y muchos más después de la rendición, presos de un trauma que persigue a todos los que allí lucharon. A todos ellos.

***

El 5 de marzo de 2020, cuando Elma volvió a las islas, lo hizo con su nuera Liliana Hernández y su hijastra Lucy González. Y, entre otros, con Julio Aro, ex combatiente y responsable junto con el ex oficial británico Geoffrey Cardozo, del proyecto humanitario que permitió -al día de hoy- la identificación de 119 de los 123 soldados enterrados sin nombre

Una larga cadena solidaria financió esa segunda visita, que a su vez hizo posible ese momento solemne en el que una madre, 38 años después, se inclina ante su hijo ofrendado a la patria. Ese día le dejó unas flores de tela, blancas y azules, y un rosario de madera.

Elma se merecía volver. Fue, ni más ni menos, la primera madre que aceptó donar una gota de sangre para iniciar el proceso humanitario que llevaron adelante el Equipo Argentino de Antropología Forense, profesionales británicos y de la Cruz Roja. Y gracias a eso, Gabino fue, de entre los ex combatientes de Malvinas enterrados como NN, el primero en ser reidentificado.

—¿Qué le pasó en ese momento?

—¿Y qué me va a pasar? Por un lado una alegría por el viaje, pero siempre con dolor, porque una madre, cuando le pasan estas cosas, tiene una herida que no se cicatriza nunca. Yo me levanto siempre con esa herida por ese hijo que me falta. Tengo su foto frente a mi cama, me siento y lo veo a él. Esa herida no cicatriza nunca ni se va a cicatrizar hasta el último día de mi vida, porque es un hijo, un pedazo de mi vida.

***

Los últimos hallazgos de la Cruz Roja y de los forenses argentinos y británicos se conocieron en septiembre de 2021. Individualizaron a cuatro gendarmes enterrados en una fosa común. Allí yacía otro correntino: el saladeño Marciano Verón. En la fosa estaban sus compañeros de  helicóptero que el 30 de mayo de 1982 cumplían su primera misión. Antes de llegar a su objetivo, la aeronave fue derribada por un misil y atacada en simultáneo por un avión Sea Harrier. Todos los tripulantes perdieron la vida.

***

Julio Rodolfo Aro es un ex combatiente de Mercedes, Buenos Aires, afincado en Mar del Plata. Es el presidente de la Fundación “No me olvides”, conformada en 2009 por veteranos de guerra, madres de los soldados caídos y algunos civiles. Julio es el impulsor del proceso de identificación de los caídos en Malvinas. Fue quien habló y convenció a Elma para que abriera ese círculo virtuoso que está a punto de cerrarse. Y quien movió cielo y tierra para que ella regresara a Malvinas.

 

Geoffrey Cardozo es un ex capitán del Ejército británico de la división Logística. No participó de la guerra. Llegó un día después de la rendición, el 15 de junio de 1982, con 32 años, para ayudar a sus camaradas, hasta que recibió la orden de realizar la búsqueda e inhumación de los soldados argentinos cuyos cuerpos quedaron esparcidos por las islas al final del conflicto bélico. 

Levantó en Darwin, a 88 kilómetros de Puerto Argentino, en un terreno donado por un lugareño, un cementerio con 237 tumbas, 123 de las cuales quedaron sin identificar.

—Esperamos que el gobierno argentino tomara la iniciativa para hacerlo, pero eso no sucedió —recordó hace algunos años. 

Terminado el trabajo, en enero de 1983, hizo un informe muy detallado que le demandó cinco semanas. La ceremonia de sepelio, con honores y elogios fúnebres, ocurrió el 19 de febrero de 1983. 

***

—Esas tumbas me impiden el sueño —le confesó Julio Aro a Cardozo la primera vez que se vieron, en 2008. 

Estaban en Londres. Él, José Raschia y José Luis Capurro, también veteranos, fueron invitados a Gran Bretaña para reunirse con ex combatientes ingleses de gran experiencia en estrés post traumático. Allí se cruzaron con el ex capitán Geoffrey Cardozo, que oficiaba de traductor. Aro le contó sobre esas tumbas sin nombre que vio en su viaje de ese año a Malvinas y así fue que el día que partían de regreso, el militar inglés les entregó un sobre de papel madera con aquellos informes que había hecho en 1983. Era su bitácora de campaña. Había tres copias. Recuperó una del archivo y se las entregó a los argentinos. Convencido, también les dijo: 

—Ustedes sabrán qué hacer con esto.

Un día, una vez concluido el trabajo de traducción en Mar del Plata, estudiando los folios del informe, José Raschia dio con un dato clave: en las listas caratuladas como “identificación militar” figuraba un número de documento argentino: 16.404.614. Pertenecía a un cuerpo encontrado en Darwin. Estaba grabado en una chapita circular, rota, que colgaba de un hilo de algodón encerado, y que resistió el paso del tiempo y el frío severo del olvido. 

Les tomó tiempo llegar hasta el otro extremo de ese hilo prendido al DNI de Gabino, que él mismo escribió acicateado por el destino, pensando en el futuro, en la necesidad de un reencuentro con los suyos. Les tomó tiempo, pero lo lograron. Esa otra punta estaba en Colonia Pando.

Julio Aro viajó a Corrientes. La primera vez llegó preguntando a la casa de los Ruiz Díaz, pero sin recorrer un kilómetro demás. Elma lo recibió con los brazos y el corazón abiertos. Hablaron mucho, hasta que la mujer oyó la pregunta.

—¿Querrías saber dónde está Gabino?

Sin pensarlo demasiado, le dio su respuesta:

—Lo buscaría hasta el fin de mis días.

Fue así como Elma Pelozo se convirtió en la primera madre que aceptó donar su sangre para dar inicio a la causa de la identificación de los soldados de Malvinas. Con ella nació el Plan Proyecto Humanitario.

 

***

A 40 años de Malvinas el proyecto sigue. Quedan siete cuerpos por identificar, pero los números pueden variar en el futuro. Depende de dos factores: de la aparición de los familiares directos de esos caídos y de la excavación de una fosa común, que está pendiente. El número de tumbas en Malvinas también está abierto, porque obedece a la voluntad de los familiares. Algunos pretenden individualizar los cuerpos y otros, como ya sucedió, prefieren que sus héroes sigan dónde, cómo y con quién fueron enterrados en 1982. A Elma Pelozo también se le dio a elegir. Ella decidió que los restos de Gabino quedaran en Malvinas, al lado de sus compañeros.  

Él no está usurpando tierra dijo, sin titubeos.

***

Gabino fue encontrado a pocos metros de su puesto: una línea defensiva de la ladera Norte del Cerro Darwin. La noche anterior perdieron a su jefe de grupo, que cayó prisionero en una emboscada. En la mañana pelearon bajo las órdenes del subteniente Ernesto Orlando Peluffo, también correntino, apenas mayor que sus soldados.

Cuando empezó esa última refriega, temprano en la mañana del 28 de mayo, Gabino compartía trinchera con el soldado Mendoza y el cabo primero Ríos. Él y Mendoza asistían a Ríos, tirador de la ametralladora MAG con la que defendían la posición. 

En aquellos días de Ganso Verde y Darwin, los ingleses primero bombardearon la zona desde sus barcos. Después usaron artillería, morteros y sus aviones Harrier. Al final enviaron a sus paracaidistas para barrer el terreno y aniquilar la resistencia.  

Gabino combatió con su fusil y sus pocas municiones. Su Compañía -como muchas otras- padeció graves problemas logísticos durante el conflicto. No les llegaron las armas pesadas, ni el transporte, ni los equipos de comunicación. También tuvieron problemas con la comida. A Gabino no le importó. Ni el hambre le importó.

Dicen, sí, que se quebró al ver a uno de sus camaradas degollado por la esquirla de un misil. Eran parte de su nueva familia, hermanos con quienes compartió los mayores peligros de su vida. 

Mascullando bronca, en ese momento decisivo, salió de su pozo para cubrir un movimiento de sus camaradas, que se quedaron sin posición de tiro ante el asedio inglés. 

—Salió con el pecho descubierto a campo libre para buscar nuevo lugar, porque los ingleses tiraban con todo para silenciar la ametralladora de Ríos, que les estaba haciendo mucho daño —dice Ramón Alegre, sanroqueño como Gabino, compañero de Regimiento y sobreviviente de esa batalla.

—Era plena mañana y estábamos a tan poca distancia -a unos 50 o 70 metros- que nos veíamos con los británicos. Este fue uno de los combates más cruentos de la guerra de Malvinas —agrega Peluffo, ya en su piel de coronel retirado del Ejército. Está vivo de milagro, según él mismo cree, gracias al casco que desvió hacia su oreja derecha el tiro que buscaba su cabeza. Una esquirla en la pierna es otro de los recuerdos de esa mañana en el infierno.

Gabino cayó a unos diez pasos de su pozo, abatido por un soldado del Segundo Batallón del Regimiento Paracaidista del Ejército Británico, durante lo que se conoció después como la toma de Goose Green.

 

***

Primero Malvinas y las placas sin nombre. Después Londres, Cardozo y sus expedientes. Luego Mar del Plata y la Fundación “No me olvides”. Colonia Pando y la sangre, de nuevo la sangre, y una madre tras el rastro que le dejó su hijo, cual Ariadna de Creta. 

Al final, un proceso más o menos lento, pero necesario, y que tuvo la participación decisiva de la periodista Gabriela Cociffi y del músico Roger Waters. Ambos movilizaron a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner a interesarse en el tema y llevarlo a una cumbre en la ONU.

Lo demás es una cronología de marchas y contramarchas, pero también de hechos concretos que comienzan en 2012 y llegan al 26 de marzo de 2018, al viaje realizado por los parientes de los soldados identificados que cerró la primera parte del proyecto acordado en 2016, ya bajo el gobierno del presidente Mauricio Macri. A partir de allí, otros familiares se acercaron a dar nuevas muestras.

Fue una “gesta antropológica” premiada y reconocida en noviembre de 2018 en Ginebra, Suiza. Por eso mismo, Aro y Cardozo ahora están postulados por la Universidad Nacional de Mar del Plata al premio Nobel de la Paz. La propuesta está en vigencia a la espera de resolución.

***

Varios buques de aprovisionamiento durante la guerra de Malvinas, llevaban, además de su nombre, un logo y una sigla: ELMA. Eran los buques de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas, una firma naviera del Estado argentino, creada el 30 de septiembre de 1960 por el presidente Arturo Frondizi, correntino de Paso de los Libres. Prestó servicios al comercio exterior de la Argentina hasta la década de 1990, cuando el presidente Carlos Menem resolvió su desmantelamiento y disolución en el marco de la Ley de Reforma del Estado. El buque “Córdoba”, de ELMA, debía aprovisionar a la Compañía de Gabino. No pudo sortear el bloqueo marítimo y amarró en Puerto Deseado, donde además sufrió una avería. 

***

—Elma, ¿recuerda cómo fue el día en que los antropólogos le dijeron que su hijo había sido identificado?

—Me trajeron un reloj y un pañuelito que habían encontrado junto a su cuerpo. Y la chapita en la que él escribió su número de documento.

También le entregaron una carpeta con todos los datos y algunas fotografías del proceso científico. Son los últimos tesoros que entraron a la casa de Colonia Pando, que refulge su color morado bajo los rayos inclementes del sol de marzo en una Corrientes sedienta de una lluvia que no llega. Hace dos años que amaga y no llega. 

El reloj, cuenta, se lo había regalado su papá. Lo creía perdido desde antes de la guerra. Cuando se lo devolvieron, la sorprendió su estado de conservación. Es un reloj de la joyería “La Perla” que su padre le compró allí mismo, en Colonia Pando, al dueño del negocio: un señor de apellido Yacuzzi, de Goya, que mensualmente salía a vender sus joyas por el campo correntino, en ese entonces nutrido de tabacaleros dispuestos a cambiar sus pesos por un poco de oro, plata o brillantes, como para lucir sus esfuerzos.

El de Gabino es un reloj pulsera marca Seiko importado del Japón, de acero inoxidable resistente al agua. Es lo que dice la tapa trasera y lo que el artefacto ratificó estando casi 40 años bajo tierra.  

—¿Y el pañuelito? 

—Debía ser de alguna novia.

—¿Sabe quién es?

—Yo creo que sí.

—¿Me quiere contar?

—No porque puedo mentir. Además, la chica está viva. Sí sé que era el pañuelo de una novia. Entregar un pañuelo se estilaba mucho en ese momento porque las viejas no le daban lugar a las chicas para que tengan contacto con un muchacho. No como ahora.

El pañuelo está doblado. Es de tela cuadriculada amarilla. También hay tiras ocres, rojizas, anaranjadas. Algunos puntos blancos. Tiene esos tonos mezclados con rastros de humedad. Está bordado en sus lindes con un delicado hilo blanco, ahora un poco menos inmaculado. En sus pliegues aún persiste la promesa de un amor que no pudo prosperar.

—¿Qué le pasó cuando vio esas pertenencias?

—Recordé que él me decía que no llore. “No llores por mí” -me decía-, “porque yo me voy con gusto a cumplir con mi patria”. Pero ese día me quebré. Cuando me entregaron las cositas me quebré… Y ese reloj le había regalado su papá…

Elma se queda en ese momento, en ese objeto que volvió a ella ahora que ninguno de los dos está. Ni su hijo ni su marido, que murió en 2010 y que se llamó igual que su hijo.

Lo piensa un rato, me mira, tal vez calibrando la confianza de la que soy digno, y comparte conmigo sus reliquias. No puedo evitar sentir el pinchazo de ese metal que es un desprendimiento de la Historia. Aparto la mirada. Evado su escrutinio. Busco mientras tanto el pañuelo e imagino a la Penélope de ese soldado, en las cartas que pudieron haberse escrito. Pienso en esa chica que quizás todavía se pregunta qué hubiera pasado si ese muchacho regresaba.

Pero el reloj me llama. Cuando voy a su encuentro y lo observo en detalle, me informa que se detuvo a las 12:50 de un miércoles 6. El tiempo y su enigma esencial, pensé, recordando al viejo Borges. El único miércoles 6 de 1982, si es que corresponde a ese año, transcurrió en el mes de octubre.

 

***

Gabino heredó de su madre el carácter social, amistoso; y de su padre, además de su nombre, la contracción al trabajo. Ella lo quería en las aulas. A él le gustaba la chacra: el blanco suave del algodón y el verde que deviene ocre y termina en el marrón intenso de los tabacos negros que se producen en San Roque. Por eso no siguió la Secundaria. Por eso también le decían Mencho.

Sí se graduó de Primaria. Terminó el séptimo grado en la escuela de La Elisa, que hoy lleva su nombre. Trabajó hasta que fue a la Colimba. Dado de baja volvió y decidió quedarse cerca de sus padres, hasta que el Ejército volvió a llamarlo.

Esa vida también le gustaba. Eran un buen soldado. Tanto, que llegó a ser dragoneante, escalafón superior del conscripto. Era servicial y generoso. Dicen que a diario lustraba sus saberes para compartir con los otros que sabían menos, o que recién en el Regimiento aprendían a leer y escribir. Gabino les ayudaba con sus tareas. Por eso también le decían Maestro. 

—Él creía, como yo, que no hay cosa más grande que defender a la patria. Por eso digo que a mí me hubiese gustado morir allá, como él —dice Ramón Alegre, compoblano y camarada de Gabino.

—¿De verdad hubieras querido morir allá?

—Por supuesto. Que te peguen en un tiro es menos doloroso que ver bajar tu bandera.  

 

***  

Mientras escribo leo cosas de la guerra y escucho a los combatientes. Anoto palabras. Valentía. Heroísmo. Terror. Destrato. Vejaciones. Denuncias. Estaqueamientos. Juicios. Galpones llenos de comida. Hambre. Bodegas llenas de abrigo. Congelamiento. Chicos de la guerra. No: soldados conscriptos. Escasa preparación. No: servicio militar obligatorio. Desabastecimiento. No: bloqueo. Galtieri. Whisky. Plaza. Fondo patriótico. “Si quieren venir, que vengan”. Bombas. Tiros. Silencios. Nosotros. Malvinas. Causa nacional. Objetivo permanente e irrenunciable. Tatuajes. Remeras. Dictadura. Democracia.

También anoto preguntas. ¿Qué haríamos con esa tierra y con las personas que la habitan si algún día termina, como queremos, nuestro reclamo de soberanía? ¿Las Malvinas son lo que son o lo que creemos que son? ¿Qué plan tenemos para ese querido territorio esquivo, escondido “tras su manto de neblinas”? ¿Quién tiene la verdad que se perdió en esas islas?  

***

—La verdad es que fue Gabino quien nos abrió las puertas de este increíble proyecto humanitario de identificación de nuestros compañeros. Hoy me siento en paz, con el deber y la promesa cumplidos —dice Julio Aro, y recuerda que primero se prometió identificar a sus compañeros, después conectar a sus familiares y hacer que fueran a Malvinas. 

Como Elma no pudo, por la operación que la postró en 2014, se juró que abriría la tierra de ser necesario para que esa madre encontrara la tumba de su hijo. Lo logró. 

—Llegamos a la mañana y el cementerio estaba para ella sola, sólo con la guardia de honor apostada ahí. Allí Elma dio una cátedra de amor ante todos. Había un cura y un traductor, y ella, sin entender lo que él decía, cada vez que el cura hacía una pausa decía “amén”. Cuando terminó, él se acercó a saludarla y ella le puso la mano en el hombro y le habló y les deseó bendiciones a todos. En ese momento no intervino el traductor. No fue necesario. En ese momento todos empezaron a lagrimear.

—Vieras como lloró. Lloró mucho el curita —dice Elma dos años después en el mismo patio donde tuvo la última charla con su hijo—. Lloró cuando le recité un versículo de la Biblia que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, y sin mí nadie llega al Padre”. 

El curita es inglés, se llama Adrien Klos y es sacerdote de la Compañía de Rifles. Lo acompañaban guardias de honor, un trompetista, un traductor, el brigadier mayor de las fuerzas inglesas en las Islas del Atlántico Sur, Nick Sawyer, y el vicegobernador de Malvinas, Alex Mitham. Todos rompieron los protocolos para llorar, abrazar a esa madre y tomarse fotografías. Elma lo recuerda como una victoria arrebatada a la ausencia.

 

Al regresar, Julio Aro se hizo otra promesa: que esa madre pudiera conversar con el hombre que enterró a su hijo.

Todo estaba listo para que el encuentro sucediera el 16 de marzo de 2019, pero no sucedió. Ex combatientes de Corrientes montaron guardia en la ruta, en San Roque, y avisaron que no dejarían pasar al “enemigo”.

—Fueron mandados a hacer por una mujer, pero después se arrepintieron —dice Elma. No la nombra, pero alude a Silvia Domínguez, en ese momento presidenta del centro de ex combatientes de San Roque y esposa de un veterano que falleció tiempo después.

José Galván, ex presidente del Centro de Ex Combatientes y actual titular de la Dirección Provincial Malvinas Argentinas, sostuvo entonces que el rechazo se debió a la persona del inglés. En estos días dijo que en realidad querían impedir una conferencia de prensa que se iba a realizar en el municipio de San Roque, no la visita a la madre de Gabino. 

—Se malinterpretó toda la situación. Nosotros no queríamos la conferencia, pero doña Elma puede recibir en su casa a quien quiera, como todos nosotros. Ahora, en términos personales, si me preguntás, yo me opongo a que algunos quieran lucrar con los huesos de nuestros camaradas por intereses personales.

En ese momento incluso la policía de Corrientes patrullaba cerca de la casa morada de Colonia Pando para evitar la visita del “pirata”.

—Yo no tengo constancia de que haya sucedido eso. En todo caso, yo jamás dí una orden semejante —asegura Juan José López Desimoni, ministro de Seguridad de Corrientes hasta diciembre de 2021.

Dada la situación, la Fundación “No me olvides” emitió un comunicado y suspendió la conferencia y la llegada del militar. 

—Yo no vine acá a que se tire ningún tiro —dijo Cardozo. Ya estaba cerca de Corrientes cuando decidió volver sobre sus pasos.

***

Tuvieron que pasar 3 años y una pandemia para que Elma tuviera su revancha. El 10 de marzo de 2022 recibió la visita de Cardozo, de Aro y de Miguel Monforte, docente y documentalista marplatense que registró ese momento. Llegaron sin hacer ruido y pudieron cerrar la historia. A 40 años del enfrentamiento armado, Elma conoció al hombre que sepultó con honras a Gabino.

—Es un sueño cumplido recibir a Cardozo. Mucho quise conocerle —dice Elma, aún en tiempo presente, varios días después de la visita.

Elma y Geoffrey se vieron las caras, conversaron un día entero. Comieron, rieron, recordaron. Hicieron pastelitos y tortas fritas para completar el ritual con el que en Corrientes se saluda la llegada de la lluvia. Ese día por fin llovió y fue una bendición para todos. Para esas personas y para el campo ennegrecido por la impiedad de los incendios.

 

—Nunca dudé que Geoffrey tenía que llegar a mi casa, porque yo recibo a todos los que quieren venir. Y Geoffrey aquella vez quiso conocerme, y por culpa de una maleducada que originó ese problema, no pudo llegar.

Lo dice sin sordina, pero también sin bronca, embargada sí por la emoción y la alegría. Lo mismo que Cardozo.

—Yo no imaginé cuando tuve en mis brazos a Gabino, antes de inhumarlo, que un día iba a encontrarme con su madre. Y cuando con mi mano tomo la mano de esta mamá argentina siento algo muy especial, porque he perdido a mi propia madre hace 10 años. Siento una felicidad tranquila y profunda de tener a este personaje en mi corazón para siempre —dijo el inglés, a su turno, también contento, aliviado. Su voz grabada recorrió el país ese día.

—¿Viste lo que te dije? Tarde o temprano voy a vencer. La carrera que yo corro siempre gano sin rebenque —dijo Elma al final, y sonrió.

***

¿Cuán importante es Malvinas para los argentinos? ¿Un inglés podría saberlo? ¿Debería importarle? ¿Y nosotros? ¿Sabemos lo que sintieron los isleños? ¿Eso importa?

 

Malvinas sigue siendo una guerra con heridos. Y con heridas. Muchas de ellas siguen abiertas. Supuran. Recelos anchos y desconfianzas hondas cavan grietas permanentes aquí y allá, entre jerarcas y las tropas; entre los que se movilizaron y los que pelearon; entre conscriptos y oficiales; entre reconocidos y marginados; entre los que cobran pensiones y los que no; entre los denunciados y sus víctimas; entre los que estudiaron y los que aún ignoran; entre los que viven el hoy y los que todavía habitan el pasado, amarrados a la guerra como forma de supervivencia o de estatus; entre los del centro y los de la periferia, asimetría que hace estragos también entre los ex soldados. Es una realidad que aflora cada año y que está, inconmovible, entre quienes compartieron trincheras. Sobre todo entre ellos.

***

 

Entre marzo y mayo del ´82, antes de morir, Gabino envió dos cartas a su madre. Una era apenas una esquela escrita en birome. La otra era más larga, escrita en lápiz celeste, y que Gabino le dictó a uno de sus compañeros. Ella primero las leyó, y después decidió archivarlas. Hacía puchitos con las cartas, cual si fueran mensajes para las palomas, pero guardó esos rollitos de papel en algún lugar de la casa. Ahora no sabe dónde están, pero están. 

—Nunca más pude leerlas. No soportaba, se me partía el pecho, no podía… Sí recuerdo que me pedía que no llorara. Que él juró morir por la patria. 

—“Si Dios me levanta en este lugar, mami, si ya no regreso, no llore por mí, porque estoy luchando por mi bandera”.

Después de esa oración que recita de memoria hace años, Elma ensaya un monólogo agrio. 

—Nunca nadie me avisó que mi hijo se fué a Malvinas. Los llevaron como secuestrados, como ovejas al matadero. Después de muchos días vino alguien del Ejército a avisar, por medio de un señor. 

—Yo soñé que él no volvía. En el sueño he visto a los del Ejército llegando a mi portada con un ataúd. Eso fue durante la guerra.

—La patria para mí es algo muy lindo, muy bueno, pero con pasarle eso a mi hijo, algo me duele a mí. Tengo un dolor porque pienso que no había necesidad de hacer una guerra con un montón de adolescentes, habiendo hombres de carrera que están preparados. 

—¿Cómo le mandan a las criaturas? —pregunta, se pregunta. 

—¿Cómo?

—Gabino sabía que no iba a volver —repite Elma. Ella también lo supo. 

Gabino no volvió, pero su nombre está al pie de la cruz de Darwin, y nombra ese busto, esa calle y esa escuela que a diario resucitan su memoria. Gabino no volvió, pero está vivo, y su lucha grabada a fuego. Fierro con fierro.

 

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Gabino Ruiz Díaz: la historia del primer soldado “solo conocido por Dios” que pudo ser identificado en Malvinas

Publicado en La Nación

Gabino Ruiz Díaz cayó en Malvinas, en pelea frontal, con su mirada ensartada en los ojos de un inglés. Era una mañana de pavor que se consumía lenta al tronar de la artillería y del fuego aéreo. Unas cinco horas duró ese infierno. Fue el corolario de una larga noche de combate encarnizado. Al promediar la refriega, él trató de cubrir a sus compañeros que buscaban recuperar una línea de tiro, pero la cosa pasó a mayores y se definió cuerpo a cuerpo. No dudó. Fusil en mano salió del pozo y en la corrida descubrió su pecho al enemigo. Allí mismo conoció a la muerte que lo levantó al galope. Eran las praderas de Darwin. Hacía el frío áspero de los finales de mayo en las islas del Sur. Soplaban vientos de guerra.

La última vez que cenó con él, lo agasajó con un estofado de pollo y fideos verdes de espinaca. Fue el menú preferido de ambos desde cuando ella lo engendraba y tuvo repetidos antojos de ese plato que él agradecía cada vez que lo probaba.

Al otro día lo despidió con pocas palabras y abrazos rotundos, con dos besos y una larga mirada. Lo vio irse lento en ancas de un tordillo negro sin nombre por el camino apenas trazado que continúa así, ahuellado a duras penas y en eterna porfía con los tacuarales que se crían abundantes y cierran pasos.

Él se fue por donde vino aquel llamado: un caminito verde de pasto y amarillo de los arenales que abundan en los interiores de Corrientes; entrañas de lagunas y palmares, chacras y corrales que perfilan un ejido que ya entonces se llamaba Colonia Pando, 30 kilómetros adentro de la cabecera del departamento San Roque.

Cuando ella lo perdió de vista, a media mañana de aquel 10 de marzo de 1982, una punzada en el pecho le sugirió que tal vez sería la última vez que ese adolescente morocho le mostraría su espigada silueta a caballo. Subió después a un camión que lo dejó en la Estación San Roque y de allí salió para Mercedes, hasta que el 16 de abril abordó el tren que lo dejó en el Sur. Orden: Caleta Olivia. Contraorden: Río Turbio. Destino final: Malvinas.

Gabino Ruiz Díaz fue el primer “Soldado argentino sólo conocido por Dios” que fue reidentificado en Malvinas.
Gabino Ruiz Díaz fue el primer “Soldado argentino sólo conocido por Dios” que fue reidentificado en Malvinas.

Gabino completó el servicio militar y fue dado de baja. Volvió. Recorría zonas de La Elisa, Rosado Grande y Colonia Pando cuando el telegrama pospuso los planes que tenía para fortalecer la chacra de su padre y enhebrar su futuro con los hilos de eso que llaman progreso.

Él tenía 19 años y hasta quizás una novia, pero no podía sostener sus certezas porque estaba yendo a la guerra. “A pegar fierro con fierro contra los ingleses”, alcanzó a decirle a su madre, en dramático guaraní. Ella tenía 42, una casa grande para cobijar a su familia numerosa, un campito y algunos animales. Tenía todo, en la medida justa de sus necesidades, pero también el presentimiento agudo de que estaba perdiendo para siempre al tercero de sus ocho hijos.

Tuvieron que pasar 38 años, una guerra en Malvinas y varias otras contiendas en los territorios difusos de la política nacional y extranjera; batallas interminables contra la burocracia de todas partes y feroces combates corazón adentro para que esa mujer y ese muchacho volvieran a estar juntos. Ella como Elma Pelozo, madre malvinera que posibilitó en primera instancia la identificación de los cuerpos de los caídos y enterrados en el Cementerio de Darwin; y él como Gabino Ruiz Díaz, el primero de los 123 conscriptos argentinos en ponerle nombre propio a esas placas negras de granito, famosas en el mundo por arrullar con verba marcial lo que algunos, sin tapujos, llamaron abandono: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”.

Su cruz sigue blanca, blanquísima, soportando erguida el viento y el frío. Sigue blanca, como las otras 240 del cementerio. A su pie la baldosa fue cambiaba. Ahora nombra al Gabino de San Roque, numerario del Grupo 2, Sección Exploraciones, del Regimiento de Infantería 12 de Mercedes “General Arenales”, caído en Darwin el 28 de mayo de 1982. La piedra fría le devolvió su nombre a ese soldado curtido en la siesta caliente del campo correntino, que murió adolescente en Malvinas y fue inhumado por un oficial inglés, con dignidad religiosa y militar, pero en el anonimato.

Elma Pelozo nació en Rosado Grande, segunda sección San Roque, un Día del Maestro: el 11 de septiembre de 1939. Se casó a los 17 y consiguió de ese modo la única llave que había en Corrientes, en la década del 50 del siglo pasado, para evadir el férreo control materno y obtener la venia paterna para alejarse de los cercos levantados por la familia.

A Elma siempre le gustó el baile. Cuando lo recuerda, se le escapan sonrisas continuas y dispara miradas cómplices. El baile fue para esa mujer otra forma de emancipación íntima. A sus 82 años, tiene el carácter alegre de una anciana que supo domar los muchos desboques de su destino. Y aceptar también sus muchas pérdidas.

Le gustaba el baile y aún le gusta la música. La suya suena en clave de chamamé. Escucha radio, en general una o dos estaciones de amplitud modulada que todavía tienen audiciones diarias de ritmos litoraleños y extendidos bailables los fines de semana. Como está postrada -producto de una diabetes que se cobró la fortaleza de sus piernas-, armó su agenda en función de algunos informativos y de esos programas musicales que escucha con atención en varios sectores de su casa, adonde se desplaza en su silla de ruedas. Incluso a la noche, antes de dormir, es de la radio -y no de la tele- la última voz que susurra cerca de su oído.

Antes había dos perros en su casa: Capitán y Teniente. Teniente murió y quedó sólo Capitán, hasta que llegó Rocco. Ambos son negros. Ofician de guardianes del lugar y de una docena de gallinas y algunos gallos que sacan pecho en ese patio amplio y fresco bajo la fronda de las moras y de un enorme ceibo.

Bajo esa sombra estamos, rodeados de plantas y arropados por el perfume de las flores. Es la soleada mañana del 4 de marzo de 2022 y hace un calor que asfixia. La resolana pica como el humo que aún persiste en vastas zonas de la provincia, jaqueada por los fuegos que desde principios de año consumieron más del 12 por ciento del territorio. Son cerca de las 11 y estamos a pocos metros de un descampado en el que dos años antes, exactamente, un helicóptero del Ejército aterrizó para buscar a Elma y llevarla hasta Malvinas. Fue, hasta ahora, el viaje más importante de su vida.

”Mamá Elma” la llaman sus hijos y también los que no lo son, por caso muchos excombatientes que le tributan cariño a diario. Y de su larga descendencia -fueron cinco varones y tres mujeres- siete son los que viven: dos en Buenos Aires, cuatro cerca de ella en Colonia Pando y una en San Roque pueblo. Gabino descansa en las pedregosas y heladas tierras de la isla Soledad, a pocos kilómetros de donde lo alcanzó la ráfaga mortal de los tiradores del Batallón de Paracaidistas Reales al servicio de su majestad, la reina Isabel.

A los 19, Elma dio a luz a su primera hija: Antonia. Cuando lo mataron, Gabino también tenía 19. Desde entonces Gabino es “Cambacito”, el hijo héroe. Era un joven trigueño, flaco, alto, alegre, de sapucay nítido y muy trabajador, que además cuidaba de su abuela materna, Lucía Nemesia Aguilar, con quien vivía.—Era un muchacho contento —dice Elma—. Cabezudo, pero al que nunca le agarró el mal humor.

Gabino nació el 27 de junio de 1962 y murió el 28 de mayo de 1982, a un mes de cumplir 20, a 17 días del final de la guerra, en el primer gran enfrentamiento terrestre de Malvinas: la batalla de Ganso Verde, o de Pradera de Ganso, que ocurrió entre el 27 y 29 de mayo. Murió cuando el Ejército británico conquistó el istmo de Darwin imponiéndose sobre una fuerza argentina de 600 hombres allí apostados, muchos de los cuales eran apenas conscriptos mal pertrechados. Gabino fue uno de los tantos muertos de ese enfrentamiento.

***

Salvo la Fuerza Aérea, que desplegó oficiales, el grueso de las tropas destinadas a Malvinas eran conscriptos, es decir, jóvenes afectados al servicio militar obligatorio: más de 12.500 chicos de entre 18 y 20 años de edad, en general de las clases 1962 y 1963.

Elma Pelozo fue dos veces a Malvinas. Su primer viaje ocurrió en 1997, a 15 años del conflicto, en el marco de una visita organizada por la Cruz Roja
Elma Pelozo fue dos veces a Malvinas. Su primer viaje ocurrió en 1997, a 15 años del conflicto, en el marco de una visita organizada por la Cruz Roja

Elma fue dos veces a Malvinas. Su primer viaje ocurrió en 1997, a 15 años del conflicto, en el marco de una visita organizada por la Cruz Roja. Fue con un grupo de madres, hermanos y hermanas de los caídos. Fueron a rezar frente a las cruces blancas clavadas en esas lomadas sin sombra. Ella se arrodilló y oró.

—Yo le decía a mi Cambacito: ando caminando hijo por acá, por donde caminaron tus piecitos. Vine por vos, a visitarte, pero yo no sé dónde está tu cuerpito. Así le dije la primera vez.

Elma llevó entonces una placa de bronce que le obsequió el intendente de San Roque, Domingo Muniagurria, ya fallecido. Caminó por el camposanto hasta que sintió que su corazón corría al trote y sin permiso. Individualizó una cruz y allí hizo poner la placa.

—Yo caminé con el bronce y lo puse en una cruz donde había una latita. Esa sepultura está a tres de la de Gabino. ¿Podés creer?

Lo supo mucho después, el 5 de marzo del año 2020, a dos semanas de que Argentina entrara en confinamiento por la pandemia de Coronavirus y a 38 años de la guerra, cuando Elma regresó a Malvinas. Esta vez para llorar su pena ante los restos de su hijo.

Gabino, ya llegamos —dice que dijo cuando traspasó la tranquera del “Argentine Cemetery” y recibió como primer saludo la venia de dos soldados británicos.

Después pidió ir primero hasta la parcela de Gabino. Ya no podía caminar, pues los años y la diabetes avanzaron hasta la amputación de sus piernas. Fue operada en 2014, y por eso no fue de la partida cuando los familiares de los soldados identificados viajaron a las islas entre 2018 y 2019.

Pero ahora estaba allí, por obra y gracia de mucha gente. Todos y cada uno se fundieron en esa persona que empujó la silla de ruedas hasta ese pedacito de tierra en donde varias promesas se cumplieron. Y varios dolores sanaron.

Fue esa mañana limpia cuando Elma descubrió que la placa de 1997 estaba apenas más allá. Sintió otra vez el sobresalto. Oró y lloró por eso, por el reencuentro, pero también por ese lazo maternal invisible e ininflamable al fuego destructor de las balas. Incorruptible al sinsentido de la guerra.

Cementerio de Darwin,en las Islas Malvinas, Mayo de 2016.
Cementerio de Darwin,en las Islas Malvinas, Mayo de 2016.Mauro V. Rizzi

En Malvinas murieron 649 soldados argentinos. De ese total, Corrientes perdió 53 en combate y muchos más después de la rendición, presos de un trauma que persigue a todos los que allí lucharon. A todos ellos.

***

El 5 de marzo de 2020, cuando Elma volvió a las islas, lo hizo con su nuera Liliana Hernández y su hijastra Lucy González. Y, entre otros, con Julio Aro, excombatiente y responsable junto con el exoficial británico Geoffrey Cardozo del proyecto humanitario que permitió -al día de hoy- la identificación de 119 de los 123 soldados enterrados sin nombre.

Una larga cadena solidaria financió esa segunda visita, que a su vez hizo posible ese momento solemne en el que una madre, 38 años después, se inclina ante su hijo ofrendado a la patria. Ese día le dejó unas flores de tela, blancas y azules, y un rosario de madera.

Elma se merecía volver. Fue, ni más ni menos, la primera madre que aceptó donar una gota de sangre para iniciar el proceso humanitario que llevaron adelante el Equipo Argentino de Antropología Forense, profesionales británicos y de la Cruz Roja. Y gracias a eso, Gabino fue, de entre los excombatientes de Malvinas enterrados como NN, el primero en ser reidentificado.

—¿Qué le pasó en ese momento?

—¿Y qué me va a pasar? Por un lado una alegría por el viaje, pero siempre con dolor, porque una madre, cuando le pasan estas cosas, tiene una herida que no se cicatriza nunca. Yo me levanto siempre con esa herida por ese hijo que me falta. Tengo su foto frente a mi cama, me siento y lo veo a él. Esa herida no cicatriza nunca ni se va a cicatrizar hasta el último día de mi vida, porque es un hijo, un pedazo de mi vida.

***

Los últimos hallazgos de la Cruz Roja y de los forenses argentinos y británicos se conocieron en septiembre de 2021. Individualizaron a cuatro gendarmes enterrados en una fosa común. Allí yacía otro correntino: el saladeño Marciano Verón. En la fosa estaban sus compañeros de helicóptero que el 30 de mayo de 1982 cumplían su primera misión. Antes de llegar a su objetivo, la aeronave fue derribada por un misil y atacada en simultáneo por un avión Sea Harrier. Todos los tripulantes perdieron la vida.

***

Julio Rodolfo Aro es un excombatiente de Mercedes, Buenos Aires, afincado en Mar del Plata. Es el presidente de la Fundación “No me olvides”, conformada en 2009 por veteranos de guerra, madres de los soldados caídos y algunos civiles. Julio es el impulsor del proceso de identificación de los caídos en Malvinas. Fue quien habló y convenció a Elma para que abriera ese círculo virtuoso que está a punto de cerrarse. Y quien movió cielo y tierra para que ella regresara a Malvinas.

Geoffrey Cardozo es un excapitán del Ejército británico de la división Logística. No participó de la guerra. Llegó un día después de la rendición, el 15 de junio de 1982, con 32 años, para ayudar a sus camaradas, hasta que recibió la orden de realizar la búsqueda e inhumación de los soldados argentinos cuyos cuerpos quedaron esparcidos por las islas al final del conflicto bélico.

Levantó en Darwin, a 88 kilómetros de Puerto Argentino, en un terreno donado por un lugareño, un cementerio con 237 tumbas, 123 de las cuales quedaron sin identificar.

—Esperamos que el gobierno argentino tomara la iniciativa para hacerlo, pero eso no sucedió —recordó hace algunos años.

Terminado el trabajo, en enero de 1983, hizo un informe muy detallado que le demandó cinco semanas. La ceremonia de sepelio, con honores y elogios fúnebres, ocurrió el 19 de febrero de 1983.

Esas tumbas me impiden el sueño —le confesó Julio Aro a Cardozo la primera vez que se vieron, en 2008.

Estaban en Londres. Él, José Raschia y José Luis Capurro, también veteranos, fueron invitados a Gran Bretaña para reunirse con excombatientes ingleses de gran experiencia en estrés post traumático. Allí se cruzaron con el excapitán Geoffrey Cardozo, que oficiaba de traductor. Aro le contó sobre esas tumbas sin nombre que vio en su viaje de ese año a Malvinas y así fue que el día que partían de regreso, el militar inglés les entregó un sobre de papel madera con aquellos informes que había hecho en 1983. Era su bitácora de campaña. Había tres copias. Recuperó una del archivo y se las entregó a los argentinos. Convencido, también les dijo:

—Ustedes sabrán qué hacer con esto.

Un día, una vez concluido el trabajo de traducción en Mar del Plata, estudiando los folios del informe, José Raschia dio con un dato clave: en las listas caratuladas como “identificación militar” figuraba un número de documento argentino: 16.404.614. Pertenecía a un cuerpo encontrado en Darwin. Estaba grabado en una chapita circular, rota, que colgaba de un hilo de algodón encerado, y que resistió el paso del tiempo y el frío severo del olvido.

Les tomó tiempo llegar hasta el otro extremo de ese hilo prendido al DNI de Gabino, que él mismo escribió acicateado por el destino, pensando en el futuro, en la necesidad de un reencuentro con los suyos. Les tomó tiempo, pero lo lograron. Esa otra punta estaba en Colonia Pando.

Julio Aro viajó a Corrientes. La primera vez llegó preguntando a la casa de los Ruiz Díaz, pero sin recorrer un kilómetro demás. Elma lo recibió con los brazos y el corazón abiertos. Hablaron mucho, hasta que la mujer oyó la pregunta.

—¿Querrías saber dónde está Gabino?

Sin pensarlo demasiado, le dio su respuesta:

—Lo buscaría hasta el fin de mis días.

Fue así como Elma Pelozo se convirtió en la primera madre que aceptó donar su sangre para dar inicio a la causa de la identificación de los soldados de Malvinas. Con ella nació el Plan Proyecto Humanitario.

Gabino Ruiz Díaz fue el primer “Soldado argentino sólo conocido por Dios” que fue reidentificado en Malvinas
Gabino Ruiz Díaz fue el primer “Soldado argentino sólo conocido por Dios” que fue reidentificado en Malvinas

A 40 años de Malvinas el proyecto sigue. Quedan siete cuerpos por identificar, pero los números pueden variar en el futuro. Depende de dos factores: de la aparición de los familiares directos de esos caídos y de la excavación de una fosa común, que está pendiente. El número de tumbas en Malvinas también está abierto, porque obedece a la voluntad de los familiares. Algunos pretenden individualizar los cuerpos y otros, como ya sucedió, prefieren que sus héroes sigan dónde, cómo y con quién fueron enterrados en 1982. A Elma Pelozo también se le dio a elegir. Ella decidió que los restos de Gabino quedaran en Malvinas, al lado de sus compañeros.

—Él no está usurpando tierra —dijo, sin titubeos.

***

Gabino fue encontrado a pocos metros de su puesto: una línea defensiva de la ladera Norte del Cerro Darwin. La noche anterior perdieron a su jefe de grupo, que cayó prisionero en una emboscada. En la mañana pelearon bajo las órdenes del subteniente Ernesto Orlando Peluffo, también correntino, apenas mayor que sus soldados.

Cuando empezó esa última refriega, temprano en la mañana del 28 de mayo, Gabino compartía trinchera con el soldado Mendoza y el cabo primero Ríos. Él y Mendoza asistían a Ríos, tirador de la ametralladora MAG con la que defendían la posición.

En aquellos días de Ganso Verde y Darwin, los ingleses primero bombardearon la zona desde sus barcos. Después usaron artillería, morteros y sus aviones Harrier. Al final enviaron a sus paracaidistas para barrer el terreno y aniquilar la resistencia.

Gabino combatió con su fusil y sus pocas municiones. Su Compañía -como muchas otras- padeció graves problemas logísticos durante el conflicto. No les llegaron las armas pesadas, ni el transporte, ni los equipos de comunicación. También tuvieron problemas con la comida. A Gabino no le importó. Ni el hambre le importó.

Dicen, sí, que se quebró al ver a uno de sus camaradas degollado por la esquirla de un misil. Eran parte de su nueva familia, hermanos con quienes compartió los mayores peligros de su vida.

Mascullando bronca, en ese momento decisivo, salió de su pozo para cubrir un movimiento de sus camaradas, que se quedaron sin posición de tiro ante el asedio inglés.

Salió con el pecho descubierto a campo libre para buscar nuevo lugar, porque los ingleses tiraban con todo para silenciar la ametralladora de Ríos, que les estaba haciendo mucho daño —dice Ramón Alegre, sanroqueño como Gabino, compañero de Regimiento y sobreviviente de esa batalla.

—Era plena mañana y estábamos a tan poca distancia -a unos 50 o 70 metros- que nos veíamos con los británicos. Este fue uno de los combates más cruentos de la guerra de Malvinas —agrega Peluffo, ya en su piel de coronel retirado del Ejército. Está vivo de milagro, según él mismo cree, gracias al casco que desvió hacia su oreja derecha el tiro que buscaba su cabeza. Una esquirla en la pierna es otro de los recuerdos de esa mañana en el infierno.

Gabino cayó a unos diez pasos de su pozo, abatido por un soldado del Segundo Batallón del Regimiento Paracaidista del Ejército Británico, durante lo que se conoció después como la toma de Goose Green.

Primero Malvinas y las placas sin nombre. Después Londres, Cardozo y sus expedientes. Luego Mar del Plata y la Fundación “No me olvides”. Colonia Pando y la sangre, de nuevo la sangre, y una madre tras el rastro que le dejó su hijo, cual Ariadna de Creta.

Al final, un proceso más o menos lento, pero necesario, y que tuvo la participación decisiva de la periodista Gabriela Cociffi y del músico Roger Waters. Ambos movilizaron a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner a interesarse en el tema y llevarlo a una cumbre en la ONU.

Lo demás es una cronología de marchas y contramarchas, pero también de hechos concretos que comienzan en 2012 y llegan al 26 de marzo de 2018, al viaje realizado por los parientes de los soldados identificados que cerró la primera parte del proyecto acordado en 2016, ya bajo el gobierno del presidente Mauricio Macri. A partir de allí, otros familiares se acercaron a dar nuevas muestras.

Fue una “gesta antropológica” premiada y reconocida en noviembre de 2018 en Ginebra, Suiza. Por eso mismo, Aro y Cardozo ahora están postulados por la Universidad Nacional de Mar del Plata al premio Nobel de la Paz. La propuesta está en vigencia a la espera de resolución.

***

Varios buques de aprovisionamiento durante la guerra de Malvinas, llevaban, además de su nombre, un logo y una sigla: ELMA. Eran los buques de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas, una firma naviera del Estado argentino, creada el 30 de septiembre de 1960 por el presidente Arturo Frondizi, correntino de Paso de los Libres. Prestó servicios al comercio exterior de la Argentina hasta la década de 1990, cuando el presidente Carlos Menem resolvió su desmantelamiento y disolución en el marco de la Ley de Reforma del Estado. El buque “Córdoba”, de ELMA, debía aprovisionar a la Compañía de Gabino. No pudo sortear el bloqueo marítimo y amarró en Puerto Deseado, donde además sufrió una avería.

Este año Elma Pelozo logró conocer a Geoffrey Cardozo
Este año Elma Pelozo logró conocer a Geoffrey Cardozo

—Elma, ¿recuerda cómo fue el día en que los antropólogos le dijeron que su hijo había sido identificado?

—Me trajeron un reloj y un pañuelito que habían encontrado junto a su cuerpo. Y la chapita en la que él escribió su número de documento.

También le entregaron una carpeta con todos los datos y algunas fotografías del proceso científico. Son los últimos tesoros que entraron a la casa de Colonia Pando, que refulge su color morado bajo los rayos inclementes del sol de marzo en una Corrientes sedienta de una lluvia que no llega. Hace dos años que amaga y no llega.

El reloj, cuenta, se lo había regalado su papá. Lo creía perdido desde antes de la guerra. Cuando se lo devolvieron, la sorprendió su estado de conservación. Es un reloj de la joyería “La Perla” que su padre le compró allí mismo, en Colonia Pando, al dueño del negocio: un señor de apellido Yacuzzi, de Goya, que mensualmente salía a vender sus joyas por el campo correntino, en ese entonces nutrido de tabacaleros dispuestos a cambiar sus pesos por un poco de oro, plata o brillantes, como para lucir sus esfuerzos.

El de Gabino es un reloj pulsera marca Seiko, importado del Japón, de acero inoxidable resistente al agua. Es lo que dice la tapa trasera y lo que el artefacto ratificó estando casi 40 años bajo tierra.

—¿Y el pañuelito?

—Debía ser de alguna novia.

—¿Sabe quién es?

—Yo creo que sí.

—¿Me quiere contar?

—No, porque puedo mentir. Además, la chica está viva. Sí sé que era el pañuelo de una novia. Entregar un pañuelo se estilaba mucho en ese momento porque las viejas no le daban lugar a las chicas para que tengan contacto con un muchacho. No como ahora.

El pañuelo está doblado. Es de tela cuadriculada amarilla. También hay tiras ocres, rojizas, anaranjadas. Algunos puntos blancos. Tiene esos tonos mezclados con rastros de humedad. Está bordado en sus lindes con un delicado hilo blanco, ahora un poco menos inmaculado. En sus pliegues aún persiste la promesa de un amor que no pudo prosperar.

—¿Qué le pasó cuando vio esas pertenencias?

—Recordé que él me decía que no llore. “No llores por mí” -me decía-, “porque yo me voy con gusto a cumplir con mi patria”. Pero ese día me quebré. Cuando me entregaron las cositas me quebré… Y ese reloj le había regalado su papá…

Elma se queda en ese momento, en ese objeto que volvió a ella ahora que ninguno de los dos está. Ni su hijo ni su marido, que murió en 2010 y que se llamó igual que su hijo.

Lo piensa un rato, me mira, tal vez calibrando la confianza de la que soy digno, y comparte conmigo sus reliquias. No puedo evitar sentir el pinchazo de ese metal que es un desprendimiento de la Historia. Aparto la mirada. Evado su escrutinio. Busco mientras tanto el pañuelo e imagino a la Penélope de ese soldado, en las cartas que pudieron haberse escrito. Pienso en esa chica que quizás todavía se pregunta qué hubiera pasado si ese muchacho regresaba.

Pero el reloj me llama. Cuando voy a su encuentro y lo observo en detalle, me informa que se detuvo a las 12:50 de un miércoles 6. El tiempo y su enigma esencial, pensé, recordando al viejo Borges. El único miércoles 6 de 1982, si es que corresponde a ese año, transcurrió en el mes de octubre.

***

Gabino heredó de su madre el carácter social, amistoso; y de su padre, además de su nombre, la contracción al trabajo. Ella lo quería en las aulas. A él le gustaba la chacra: el blanco suave del algodón y el verde que deviene ocre y termina en el marrón intenso de los tabacos negros que se producen en San Roque. Por eso no siguió la Secundaria. Por eso también le decían Mencho.

Sí se graduó de Primaria. Terminó el séptimo grado en la escuela de La Elisa, que hoy lleva su nombre. Trabajó hasta que fue a la Colimba. Dado de baja volvió y decidió quedarse cerca de sus padres, hasta que el Ejército volvió a llamarlo.

Esa vida también le gustaba. Eran un buen soldado. Tanto, que llegó a ser dragoneante, escalafón superior del conscripto. Era servicial y generoso. Dicen que a diario lustraba sus saberes para compartir con los otros que sabían menos, o que recién en el Regimiento aprendían a leer y escribir. Gabino les ayudaba con sus tareas. Por eso también le decían Maestro.

—Él creía, como yo, que no hay cosa más grande que defender a la patria. Por eso digo que a mí me hubiese gustado morir allá, como él —dice Ramón Alegre, compoblano y camarada de Gabino.

—¿De verdad hubieras querido morir allá?

—Por supuesto. Que te peguen en un tiro es menos doloroso que ver bajar tu bandera.

Gabino fue encontrado a pocos metros de su puesto: una línea defensiva de la ladera Norte del Cerro Darwin. La noche anterior perdieron a su jefe de grupo, que cayó prisionero en una emboscada
Gabino fue encontrado a pocos metros de su puesto: una línea defensiva de la ladera Norte del Cerro Darwin. La noche anterior perdieron a su jefe de grupo, que cayó prisionero en una emboscada

Mientras escribo leo cosas de la guerra y escucho a los combatientes. Anoto palabras. Valentía. Heroísmo. Terror. Destrato. Vejaciones. Denuncias. Estaqueamientos. Juicios. Galpones llenos de comida. Hambre. Bodegas llenas de abrigo. Congelamiento. Chicos de la guerra. No: soldados conscriptos. Escasa preparación. No: servicio militar obligatorio. Desabastecimiento. No: bloqueo. Galtieri. Whisky. Plaza. Fondo patriótico. “Si quieren venir, que vengan”. Bombas. Tiros. Silencios. Nosotros. Malvinas. Causa nacional. Objetivo permanente e irrenunciable. Tatuajes. Remeras. Dictadura. Democracia.

También anoto preguntas. ¿Qué haríamos con esa tierra y con las personas que la habitan si algún día termina, como queremos, nuestro reclamo de soberanía? ¿Las Malvinas son lo que son o lo que creemos que son? ¿Qué plan tenemos para ese querido territorio esquivo, escondido “tras su manto de neblinas”? ¿Quién tiene la verdad que se perdió en esas islas?

***

—La verdad es que fue Gabino quien nos abrió las puertas de este increíble proyecto humanitario de identificación de nuestros compañeros. Hoy me siento en paz, con el deber y la promesa cumplidos —dice Julio Aro, y recuerda que primero se prometió identificar a sus compañeros, después conectar a sus familiares y hacer que fueran a Malvinas.

Como Elma no pudo, por la operación que la postró en 2014, se juró que abriría la tierra de ser necesario para que esa madre encontrara la tumba de su hijo. Lo logró.

—Llegamos a la mañana y el cementerio estaba para ella sola, sólo con la guardia de honor apostada ahí. Allí Elma dio una cátedra de amor ante todos. Había un cura y un traductor, y ella, sin entender lo que él decía, cada vez que el cura hacía una pausa decía “amén”. Cuando terminó, él se acercó a saludarla y ella le puso la mano en el hombro y le habló y les deseó bendiciones a todos. En ese momento no intervino el traductor. No fue necesario. En ese momento todos empezaron a lagrimear.

—Vieras como lloró. Lloró mucho el curita —dice Elma dos años después en el mismo patio donde tuvo la última charla con su hijo—. Lloró cuando le recité un versículo de la Biblia que dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, y sin mí nadie llega al Padre”.

El curita es inglés, se llama Adrien Klos y es sacerdote de la Compañía de Rifles. Lo acompañaban diez guardias de honor, un trompetista, un traductor, el brigadier mayor de las fuerzas inglesas en las Islas del Atlántico Sur, Nick Sawyer, y el vicegobernador de Malvinas, Alex Mitham. Todos rompieron los protocolos para llorar, abrazar a esa madre y tomarse fotografías. Elma lo recuerda como una victoria arrebatada a la ausencia.

Al regresar, Julio Aro se hizo otra promesa: que esa madre pudiera conversar con el hombre que enterró a su hijo.

Todo estaba listo para que el encuentro sucediera el 16 de marzo de 2019, pero no sucedió. Excombatientes de Corrientes montaron guardia en la ruta, en San Roque, y avisaron que no dejarían pasar al “enemigo”.

—Fueron mandados a hacer por una mujer, pero después se arrepintieron —dice Elma. No la nombra, pero alude a Silvia Domínguez, en ese momento presidenta del centro de excombatientes de San Roque y esposa de un veterano que falleció tiempo después.

José Galván, expresidente del Centro de Ex Combatientes y actual titular de la Dirección Provincial Malvinas Argentinas, sostuvo entonces que el rechazo se debió a la persona del inglés. En estos días dijo que en realidad querían impedir una conferencia de prensa que se iba a realizar en el municipio de San Roque, no la visita a la madre de Gabino.

—Se malinterpretó toda la situación. Nosotros no queríamos la conferencia, pero doña Elma puede recibir en su casa a quien quiera, como todos nosotros. Ahora, en términos personales, si me preguntás, yo me opongo a que algunos quieran lucrar con los huesos de nuestros camaradas por intereses personales.

En ese momento incluso la policía de Corrientes patrullaba cerca de la casa morada de Colonia Pando para evitar la visita del “pirata”.

—Yo no tengo constancia de que haya sucedido eso. En todo caso, yo jamás di una orden semejante —asegura Juan José López Desimoni, ministro de Seguridad de Corrientes hasta diciembre de 2021.

Dada la situación, la Fundación “No me olvides” emitió un comunicado y suspendió la conferencia y la llegada del militar.

—Yo no vine acá a que se tire ningún tiro —dijo Cardozo. Ya estaba cerca de Corrientes cuando decidió volver sobre sus pasos.

***

Tuvieron que pasar 3 años y una pandemia para que Elma tuviera su revancha. El 10 de marzo de 2022 recibió la visita de Cardozo, de Aro y de Miguel Monforte, docente y documentalista marplatense que registró ese momento. Llegaron sin hacer ruido y pudieron cerrar la historia. A 40 años del enfrentamiento armado, Elma conoció al hombre que sepultó con honras a Gabino.

—Es un sueño cumplido recibir a Cardozo. Mucho quise conocerle —dice Elma, aún en tiempo presente, varios días después de la visita.

Elma y Geoffrey se vieron las caras, conversaron un día entero. Comieron, rieron, recordaron. Hicieron pastelitos y tortas fritas para completar el ritual con el que en Corrientes se saluda la llegada de la lluvia. Ese día por fin llovió y fue una bendición para todos. Para esas personas y para el campo ennegrecido por la impiedad de los incendios.

—Nunca dudé que Geoffrey tenía que llegar a mi casa, porque yo recibo a todos los que quieren venir. Y Geoffrey aquella vez quiso conocerme, y por culpa de una maleducada que originó ese problema, no pudo llegar.

Lo dice sin sordina, pero también sin bronca, embargada sí por la emoción y la alegría. Lo mismo que Cardozo.

—Yo no imaginé cuando tuve en mis brazos a Gabino, antes de inhumarlo, que un día iba a encontrarme con su madre. Y cuando con mi mano tomo la mano de esta mamá argentina siento algo muy especial, porque he perdido a mi propia madre hace 10 años. Siento una felicidad tranquila y profunda de tener a este personaje en mi corazón para siempre —dijo el inglés, a su turno, también contento, aliviado. Su voz grabada recorrió el país ese día.

¿Viste lo que te dije? Tarde o temprano voy a vencer. La carrera que yo corro siempre gano sin rebenque —dijo Elma al final, y sonrió.

***

¿Cuán importante es Malvinas para los argentinos? ¿Un inglés podría saberlo? ¿Debería importarle? ¿Y nosotros? ¿Sabemos lo que sintieron los isleños? ¿Eso importa?

Malvinas sigue siendo una guerra con heridos. Y con heridas. Muchas de ellas siguen abiertas. Supuran. Recelos anchos y desconfianzas hondas cavan grietas permanentes aquí y allá, entre jerarcas y las tropas; entre los que se movilizaron y los que pelearon; entre conscriptos y oficiales; entre reconocidos y marginados; entre los que cobran pensiones y los que no; entre los denunciados y sus víctimas; entre los que estudiaron y los que aún ignoran; entre los que viven el hoy y los que todavía habitan el pasado, amarrados a la guerra como forma de supervivencia o de estatus; entre los del centro y los de la periferia, asimetría que hace estragos también entre los exsoldados. Es una realidad que aflora cada año y que está, inconmovible, entre quienes compartieron trincheras. Sobre todo entre ellos.

***

Entre marzo y mayo del ´82, antes de morir, Gabino envió dos cartas a su madre. Una era apenas una esquela escrita en birome. La otra era más larga, escrita en lápiz celeste, y que Gabino le dictó a uno de sus compañeros. Ella primero las leyó, y después decidió archivarlas. Hacía puchitos con las cartas, cual si fueran mensajes para las palomas, pero guardó esos rollitos de papel en algún lugar de la casa. Ahora no sabe dónde están, pero están.

—Nunca más pude leerlas. No soportaba, se me partía el pecho, no podía… Sí recuerdo que me pedía que no llorara. Que él juró morir por la patria.

”Si Dios me levanta en este lugar, mami, si ya no regreso, no llore por mí, porque estoy luchando por mi bandera”.

Después de esa oración que recita de memoria hace años, Elma ensaya un monólogo agrio.

—Nunca nadie me avisó que mi hijo se fue a Malvinas. Los llevaron como secuestrados, como ovejas al matadero. Después de muchos días vino alguien del Ejército a avisar, por medio de un señor.

Yo soñé que él no volvía. En el sueño he visto a los del Ejército llegando a mi portada con un ataúd. Eso fue durante la guerra.

—La patria para mí es algo muy lindo, muy bueno, pero con pasarle eso a mi hijo, algo me duele a mí. Tengo un dolor porque pienso que no había necesidad de hacer una guerra con un montón de adolescentes, habiendo hombres de carrera que están preparados.

—¿Cómo le mandan a las criaturas? —pregunta, se pregunta.

—¿Cómo?

Gabino sabía que no iba a volver —repite Elma. Ella también lo supo.

Gabino no volvió, pero su nombre está al pie de la cruz de Darwin, y nombra ese busto, esa calle y esa escuela que a diario resucitan su memoria. Gabino no volvió, pero está vivo, y su lucha grabada a fuego. Fierro con fierro.

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Abrasado por la pobreza, Chaco elige gobernador

Vilma T. es docente. También es emprendedora. Vive en el noroeste chaqueño, en uno de los tantos pueblitos que crecen a la vera de la Ruta Nacional 16 que comunica al Chaco con Salta, pasando por Santiago del Estero. Su voz suena como la vida de esas pampas, jalonadas de espinillos y quebrachos: como un hilo a punto de cortarse. Suena ensordinada por el cansancio de la espera agónica y ancestral del futuro mejor que se promete y no llega.

—¿Quien va ganar este domingo?

—Acá va a ganar “Coqui”.

—¿Por qué?

—Por una ilusión. Porque hay mucha pobreza estructural. Porque no se invierte en educación. Porque mientras se siga sosteniendo una dependencia emocional, económica y de todo tipo de la gente con sus punteros, la libertad se reduce a lo mínimo. Y eso mínimo puede ser Capitanich.

“Aquí hay una red tendida para manejar los votos en función de las primerísimas necesidades que la población tiene sin satisfacer -agrega la mujer, madre de dos chicas-. Acá hay intendentes que impugnaron el voto electrónico no por una cuestión económica ni técnica; impugnaron porque ellos mandan a la gente con la boleta en el bolsillo. Y la gente tiene miedo: aún cree que si cambian de parecer, los patrones se pueden enterar. Creo que esta es una muestra de lo que pasa en gran parte de la provincia, y en la mayoría de las provincias pobres. Es muy triste.

Esa voz se arrastra con dolor, como algunas canciones de Zitto Segovia: marca cultural y de origen de una geografía caliente, muchas veces desértica y otras tantas anegadas por la furia de la inundación. Suena como el Chaco: un viejo territorio nacional luego provincia que este domingo elegirá gobernador. Y sin vértigo, como el tranco de sus paisanos, es muy probable que reelijan a Jorge Milton Capitanich, al “Coqui”, que de lograr esta hazaña empezará a perfilar un récord personal de permanencia en el poder de la provincia que no tiene antecedentes en la historia institucional local.

¿Pero por qué Capitanich encarna una esperanza renovada? La respuesta es compleja, como la sociedad de este confín norteño. A pesar de estar marcada por la pobreza casi mayoritaria, la sociedad chaqueña (y especialmente la resistenciana) es mucho más heterogénea que la de las otras provincias del NEA. Está atravesada por la cuestión indígena, por las migraciones tardías, de cuando estaba finalizando su período como territorio nacional. Tiene además una intensa y diversa actividad artística y cultural, así como un registro sostenido y en extensión tanto del evangelismo como del feminismo, en una puja por el debate público y político… En esa complejidad, es posible que Capitanich –pese a su marcado catolicismo–, condense mejor la necesidad de respuestas progresistas que puede darlas él, como su entorno. 

***

Así, la parada en la estación Chaco del derrotero electoral que culminaría el 27 de octubre, se anuncia para hoy en las plataformas de todos los sentidos. Pega en la piel el calor y el polvo de la seca que sobrevino al desastre de la inundación, la peor en 30 años y que de marzo a junio inutilizó más de 2 millones de hectáreas de campo habitado y cultivado. A la vista lastiman las tolderías donde se acurruca la miseria: en el interior provincial, como producto de los castigos naturales y los desaciertos dirigenciales; pero también en los cordones que atan a Barranqueras y Resistencia, ciudades unidas por caceríos y comercios en ristra y que ofician de capital y de entrada a la provincia por la ruta que se postra ante el puente General Belgrano, viaducto que une el Chaco con Corrientes por encima del río Paraná.

El gusto a poco de la campaña (por la austeridad económica y de propuestas) se mezcla con los olores del desaliento y al mismo tiempo de la esperanza. 

En esa contradicción, que viaja a caballo de la crisis económica nacional –y que se siente más en los márgenes de la región NEA-, irán a votar hoy los 941.935 chaqueños habilitados para sufragar en esta elección general que ungirá gobernador, vice y 16 diputados, además de intendente, vice y concejales en 60 de las 69 comunas del distrito provincial. Resistencia, por caso, postergó la definición de su jefe comunal para el 10 de noviembre, en el marco de una batalla que tiene vida propia.

Hoy se abrirán 3.111 mesas, 695 de las cuales usarán el sistema de boleta electrónica, a razón de 83 mil pesos por máquina. 

Las fórmulas habilitadas son diez y todas están encabezadas por varones. Todas. Las que tienen más chances son dos: la que lidera el intendente de Resistencia, Jorge Milton Capitanich, secundado por la diputada nacional Analía Rach Quiroga (Frente Chaqueño); y la del ex intendente de Sáenz Peña, Carim Peche, a quién acompaña el ex gobernador Roy Nikisch (Chaco Somos Todos).

Otras tres fórmulas dan la nota de color a una elección que llegó hasta aquí dando tumbos en tonos más bien oscuros: son la del Frente Integrador, de Juan Carlos Bacileff Ivanoff; la del Frente por la Educación y el Trabajo, de Eduardo Aguilar; y la del Movimiento Izquierda, Justicia y Dignidad, de Raúl Castells. 

El primero fue vice de Capitanich y ahora podría restarle votos, sobre todo los más conservadores dentro del peronismo y entre aquellos que sin ser filomacristas, ven con buenos ojos el discurso y la política de mano dura que propone el candidato, a quien algunos con sorna y otros con desdén le otorgan el estatus de una réplica de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, aunque en escala germinal y de menor alcance. 

Aguilar, en tanto, es otro desprendimiento del riñón coquista. Fue su ministro de Economía, senador fiel y hasta un bosquejo de sucesor, hasta que la magia se rompió. Tanto se rompió que armó un espacio propio, desprendido del proyecto madre que sigue liderando el ex jefe de gabinete de Cristina Fernández. 

Y lo de Castells puede leerse como una prueba de vida y lucha de un dirigente que, cuando estuvo en Buenos Aires, supo apilar minutos de aire en radio y televisión, y páginas en los diarios, a veces en las secciones políticas y otras tantas en las policiales. Radicado ahora en Sáenz Peña, cada tanto aparece y ahora retornó emponchado con una candidatura a gobernador.

En la cosecha de estos hombres están cifradas muchas de las esperanzas de Carim Peche de forzar la segunda vuelta.

***

—¿Quien va a ganar hoy?

—En mi barrio, Villa Prosperidad, para las elecciones pasadas, Peppo tenía todo arreglado. Coqui apenas puso una mesita en una plaza. ¿Y sabés que pasó?

—No.

—Arrasó Capitanich. 

—¿Entonces?

—Capaz que gane, pero ojalá que el que gane haga algo.

Quien dice esto es Leo, un maestro mayor de obras cuyas credenciales están acreditadas para el dueño del coqueto chalet de la calle Ameghino que lo tiene haciendo algunas mejoras con alto nivel de detalle. Están acreditadas más allá de la política:

—Mi jefe parece que va a volver a votar a Macri. Pero bueno… no se —dice, y se despide.   

Para votar a Macri tendrá que esperar al 27 de octubre, porque la de hoy en el Chaco es una elección provincial. 

A estos comicios llegan diez fórmulas luego de sortear varias modificaciones en el calendario electoral. Hay quien lo llama “manoseo al calendario”. El punto más álgido fue la suspensión de las primarias provinciales, asunto que llegó incluso a la justicia, pero que subsanó el tiempo a falta de política y de sentido común.

La administración actual es del peronista Oscar Domingo Peppo, un correntino que antaño cruzó el río y ya en tierra siguió remando hasta convertirse en gobernador. 

Peppo cerrará el tercer mandato consecutivo del peronismo en el Chaco (provincia que alguna vez se llamó Presidente Perón). La cuenta podría estirarse si las previsiones se cumplen y gana Capitanich. El peronismo chaqueño lo da por hecho, y por lo tanto ni piensa en el 10 de noviembre, fecha prevista para una eventual segunda vuelta. Carim Peche, sin embargo, se aferra a esa posibilidad. 

Peche es un destacado dirigente del radicalismo con estructura territorial-política en Presidencia Roque Sáenz Peña, donde votan más de 82 mil electores. Pero la tiene difícil no solo porque a la provincia la gobierna el PJ, sino porque en ella los Fernández, Alberto y Cristina, continúan con altos niveles de intención de voto. Y Mauricio Macri, que apadrina su espacio político-electoral, vino lastrando la campaña al punto que el mismo Peche intenta provincializar al máximo la discusión para salvar sus activos.

***

—¿Por qué volverían a votar por Capitanich?

—El liderazgo de Capitanich, sumado a dos exitosos períodos de gobierno entre 2007 y 2015 que supusieron la transformación de infraestructura más grande de la historia provincial, lo ubican en la mejor posición frente al electorado —le dijo a La Nación Jorge Lestani, ex vicario parroquial de la Catedral de Resistencia.

—Lo volverán a votar por el recuerdo de la gente de su buena gestión —coincide Néstor Avalle, periodista, ex director de la AFSCA y ex funcionario del gobierno provincial chaqueño—. Coqui es como Cristina. Les dijeron de todo, pero al final la gente los rehabilita, sobre todo por el contraste que generan sus respectivas gestiones con los desastres actuales.

—Sus dos primeros gobiernos fueron buenos. Se desarrolló la provincia. Puso en marcha los acueductos, rutas, desarrolló infraestructura e incluso como intendente promovió un fuerte desarrollo urbanístico. Si gana, será porque la gente lo ve como un buen gestor en contextos de crisis, de perfil progresista, que entre otras cosas plantea la paridad de género en el armado de su gabinete —dijo Leticia Valle Lisboa, de la consultora Valle Lisboa y Asociados. 

No quiso hablar de números, pero mencionó que en el caso de una segunda vuelta, se sustentaría en la tracción de Peche en Sáenz Peña, su localidad, y en la buena imagen de Nikisch en todo el éjido provincial. Incluso en la idea de que Bacileff Ivanoff podría restarle a Capitanich el voto del peronismo duro.

No hacen mella en la ciudadanía, según las consultorías realizadas, ni los modos a veces desbocados de Capitanich ni los asuntos relacionados con la corrupción, sobre todo del gobierno en curso. A Peppo lo sindican como responsable de uno de los gobiernos más corruptos de la historia del Chaco. De hecho, su ex secretario General de la Gobernación, Horacio Rey, está preso por asuntos vinculados al lavado de dinero.

Por lo demás, la fuerza de los planteos de carácter moral o político se desvanecen ante la imposibilidad de la oposición de estructurar, más allá de la autopercepción de honestidad e idoneidad, una épica superadora, consistente y subordinada a los mandatos y discusiones actuales. No se perciben recambios, escasea la paridad de género y ni siquiera articulan una línea discursiva coherente. Y cuando Peche y los suyos plantean bajar las tarifas, el gobierno nacional que los cobija hace todo lo contrario. 

***

—¿Entonces vuelve Coqui?

—Parece que sí —dice José B., empleado estatal desencantado con la actualidad del país al que apostó hace cuatro años.

Volvería Capitanich. Dejó dos veces el gobierno, pero volverá, torciendo la lógica barnizada de traiciones que suele ser moneda corriente en la política regional y nacional. Dicen que Gildo Insfrán, en Formosa, emboscó a Vicente Joga, y nunca más abandonó el poder. En Misiones otro tanto, pero lo de Chaco se parece más a la historia reciente de Corrientes.

Peppo se ocupó de blindarse con los medios y de presionar a los intendentes, y a partir de allí montó un relato que la realidad de su gestión no confirma. Además, dicen, fue siempre ajeno al cariño de la gente. Le pasó a Arturo Colombi en Corrientes, entre 2005 y 2009. Recibió el gobierno -en comodato-, de manos de su primo Ricardo. Pero Arturo se sintió empoderado y quiso construir su espacio personal. En esa empresa ganó los medios, pero perdió la calle. Y como el territorio fue siempre de Ricardo Colombi, la gente le devolvió al poder hasta un tercer mandato. 

Capitanich parece seguir el derrotero de los radicales correntinos. De hecho hasta tomó prestado un discurso de Alfonsín para arengar a sus masas. (Un homenaje que los memes convirtieron en robo).

Dueño de un carisma con el que sueñan dirigentes como Peppo, si vuelve, Coqui volverá arropado por Alberto y Cristina, pero también por la necesidad de la gente que le prende velas al recuerdo de las viejas glorias, de cuando había dinero, obras y trabajo. Futuro.

Encuestas en mano, dicen, Domingo Peppo declinó su candidatura el 23 de agosto tras una reunión con Alberto Fernández. Habría aceptado como compensación dirigir la embajada Argentina en Paraguay o de administrar la represa de Yacyretá, en caso de que Alberto gane. Está en veremos eso, como su futuro político. Por ahora, después de meses largos de una interna subterránea primero y abierta después, Peppo se dedica, a prudente distancia, de hacer campaña por Coqui.

***

A Peppo lo tildan de traidor. De haber acordado con Macri. De haber acompañado todas las leyes que le pidió. Pero no es lo más grave; tampoco el único peronista que lo hizo. A Peppo le quitaron la boleta larga en las primarias, y después le arrebataron la candidatura porque el kirchnerismo nunca le perdonó que a poco de asumir haya jubilado a la “compañera Cristina”.

—Cristina Kirchner es una dirigente más —dijo en junio de 2017, y selló su destino para siempre, además de confirmar que el análisis y la proyección política están lejos de ser su fuerte. 

—Es probable que el costo que paga el gobernador Peppo es haber tenido que acordar muchas veces con el gobierno nacional políticas que han sido muy cuestionadas, a cambio de garantizar la gobernabilidad en el Chaco. La reforma jubilatoria, los pagos a los fondos buitres, etc.. Ese proceso fue creando la división que se plasmó en la última elección —graficó Avalle.

La situación fue zanjada, al menos en la superficie. Los dardos envenenados de ambos dirigentes, incluso los insultos que se filtraron y se conocieron como producto de grabaciones clandestinas, se escondieron detrás de la máscara de la unidad y el consenso.

Real o ficticio, esta unidad puede que garantice el triunfo de Capitanich en primera vuelta. Para lograrlo debe obtener el 45% de los votos o 40% con una diferencia de 10% en relación a su inmediato competidor. Es el mismo régimen que el presidencial.

Parece posible por la unidad, por las facilidades que genera comandar el portento del Estado (aunque sea raquítico), pero también por la inserción territorial. El PJ gobierna en 54 de los 69 municipios chaqueños. 

Hay quien dice que la elección está definida porque el tercio más pobre de la población vota siempre al peronismo. Porque el tercio más rico y concentrado en 16 manzanas del punto cero resistenciano, y en los centros de los conglomerados urbanos más poblados del interior, votará al radicalismo y afines. Y porque el otro tercio definirá su voto en función de condiciones futuras más promisorias que las actuales, promesa que parece encarnar Capitanich, según los datos surgidos de las Paso nacionales, en la que Capitanich también fue candidato a senador.

***

—¿Qué provincia encontrará el que gane este domingo?

—No se encontrará con nada distinto a la realidad nacional. Cuentas medianamente equilibradas, pero realidades sociales inmersas en una crisis brutal. Salarios postergados, la salud en situación crítica, numerosos problemas de estrategias de desarrollo, y, más lejos en el tiempo, los resabios de las inundaciones de meses atrás que dejaron tremendamente postergados a los productores de gran parte del interior provincial —agrega el ex cura Lestani.

—En el plano social hay índices elevados de pobreza e indigencia, y en educación en la última prueba Pisa salimos número 24 —dijo Carim Peche, el candidato de la oposición.

En salud faltan insumos y persiste precarización laboral. Algunos estudiosos mencionan como muestra lo que pasa con los beneficiarios del Plan Expertos, que cobran asignaciones de alrededor de 6 mil pesos.

—El comercio atraviesa una larga y profunda crisis, agónica diría. Con CAME registramos 21 meses consecutivos de caída de ventas en comercios y pymes, más que los números que marca el Indec. La situación es complicada y visible, fácil de comprobar. Por lo tanto la elección nos genera una expectativa moderada. Va a definir más la elección nacional del 27, aunque tampoco esperamos grandes cambios este año. Tal vez a partir de marzo de 2020 —dijo a La Nación Martín Giménez, presidente de la Cámara de Comercio de Resistencia.

—El problema más serio es que el 63% de las personas es pobre en el gran Resistencia (con una salvedad, el Indec habla del 46,9%), lo que demuestra que ya no alcanza el empleo público. El desafío es reactivar el sector privado. Alentar al sector productivo a que invierta —añadió.

La cuestión salarial es un “oasis”. Chaco paga salarios buenos en relación al NEA, lo que no hace más que confirmar la situación de vulnerabilidad en que se encuentra la región toda. Ni sumadas las pobrezas de la zona más pobre del país, alcanza para hacer una gran pobreza.

—Tenemos un profundo cuadro recesivo, combinado con una inflación altísima, destrucción del mercado interno, aumentos en la matriz de costos, imposibilidad de trasladar al precio de nuestros productos el aumento de costos (dado que el mercado ya no resiste), tarifas dolarizadas y precios de venta pesificados y planchados y una presión impositiva enorme, asfixiante –dice Andrés Irigoyen, titular de la Unión Industrial del Chaco.

—Entre otras cosas, además, tenemos una caída considerable del empleo, en especial del empleo de base industrial, pues convivimos con dos realidades: a nuestros trabajadores no les alcanza el sueldo, y tan cierto como eso es que nosotros tampoco podemos seguir pagando aumentos.

***

Vecinos, referentes de la economía popular y de la agricultura familiar, además de dirigentes de las comunidades originarias e incluso de las colectividades extranjeras que viven en el Chaco también fueron consultados para esta nota. La conclusión general se revela unánime: quien gane hoy encontrará una situación económica complicada y una situación social todavía peor. 

Chaco, como las demás provincias pobres de Argentina, necesita inversión sostenida y abultada para poder generar condiciones de igualdad con el resto de las regiones más pudientes. “Aquí, aunque se haga mucho, siempre será poco, porque partimos desde muy atrás”, repiten como mantra los dirigentes de uno y otro sector.

Las cuentas públicas buscan su equilibrio al límite del estallido económico, lo que condiciona la actividad. Periodistas chaqueños vienen afirmando que la próxima administración tendrá que «reperfilar» pasivos, adquiridos para hacer caja y mantener a flote el gobierno de Peppo. Actores sociales piden potenciar la producción, la economía popular y la agricultura familiar, reflotar la industria y el desarrollo de las economías regionales. Y consensos sociales que le garanticen entendimientos mínimos en el medio de una realidad extremadamente complicada.

—¿Cómo empezar?

Carim Peche plantea terminar con la corrupción y el despilfarro en el Estado. “Hoy tenemos las empresas públicas de energía y agua quebradas por la mala administración política. Por lo tanto, nuestro eje rector con Roy Nikisch es austeridad, transparencia, honestidad, orden, seguridad; gobernar con valores, recuperando la cultura del trabajo y la familia. Nosotros convocamos a todos los ciudadanos de bien”, dice. 

El jueves por la tarde, en el cierre de campaña, que fue un abrazo simbólico a la plaza 25 de Mayo, la principal de Resistencia, Peche ratificó su línea de acción:

—Vamos a bajar la luz, terminar con los piquetes, garantizar salud, empleo, educación, vivienda y seguridad. Por eso les pedimos a los ciudadanos del Chaco que nos den la oportunidad de mostrar que se puede gobernar de otra manera. Quienes están del otro lado ya tuvieron su oportunidad y miren lo que hicieron con nuestra provincia, nada funciona bien —enfatizó.

—Capitanich, ¿qué haría ahora que ya no hizo antes?

Es tal vez la pregunta recurrente que debe responder el candidato en su rol de favorito. Y la respondió. “El pueblo chaqueño sabe muy bien de lo que fuimos capaces de hacer y lo mucho que podemos hacer aún con restricciones, limitaciones y con todas las vicisitudes que nos esperan en los próximos años”, dijo en el cierre de campaña.

—Hoy estoy ante un gran desafío que me pone la historia. Quiero afrontarlo poniéndome al servicio de cada uno para poner nuevamente a la Argentina y al Chaco de pie, con la misma dedicación, con el mismo compromiso y la misma responsabilidad, pero con más experiencia y creatividad para encontrar las soluciones que nuestro pueblo demanda.

Se cuela allí su velada pretensión de algún día ser presidenciable.

***

Apenas pasado el mediodía del jueves, decenas de obreros armaban el escenario en una de las cabeceras de la cancha de básquet descubierta del Club Don Orione, en Barranqueras. El sol caía a flechazos. Algunos militantes, bien temprano, ya habían colgado sus trapos: los más grandes con las caras de Néstor y Cristina.

La “misa” se repite desde 2007. Capitanich cerró allí aquella campaña que lo depositó por primera vez en el sillón de Obligado y desde entonces nunca cambió de lugar. Nadie se animaría. En 2017 Peppo suspendió esa liturgia y perdió la elección de medio término a manos de Aída Ayala. El tributo de ir hasta ese club parece menor para todo lo que está en juego.

 

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La fortuna triste del Señor Hallado

“Es cuestión de sentarse en la galería, elegir un punto de mira diferente cada tarde o elegir el de siempre: el resultado es el mismo y a la vez es otro. Sentarse en la galería, así nomás, sin realizar ningún esfuerzo y el cuerpo se vuelve poco a poco pura mirada.

Cristina Iglesia
Mirar el campo, de “Corrientes” (2010)

 

Cuando Felipe Olivera encontró el crucifijo enredado a unas ramas, pensó en un milagro.

***

Promediaba la mañana y el sol brillaba fuerte esa primavera de 1739, cuando se dice que el hombre, que peregrinaba a Itatí, se detuvo a descansar en la zona de la desembocadura del arroyo Empedrado, donde originalmente estaba una reducción franciscana luego destruida. Cuentan que en ese lugar del pueblo viejo sintió una presencia que lo llamó a mirar hacia la copa de un árbol donde descubrió la cruz. La luz que agujereaba la fronda daba de lleno en la reliquia.

Don Felipe siguió el camino del norte y al cabo de varios días llegó a Itatí. Contó su experiencia a los sacerdotes de la Virgen, quienes además de bendecir el madero labrado, lo invitaron a construir una capilla para honrar al Cristo. Al encontrado.

El suceso caló hondo entre quienes lo supieron. Los curas de la parroquia todavía relatan por estos días que, en aquellos tiempos, los feligreses acudían al oratorio familiar para venerar al crucifijo, al que se llegaba por un camino rocoso, empedrado con material de la zona.

De tanto rezar, la gente se fue quedando, y así pasaron 87 años hasta que, en 1826, el Señor Hallado presidió la fundación del pueblo nuevo. Un año después construyeron la primera capilla. Y en 1912, el templo neogótico que alberga aún hoy la fe mayoritaria de los 15 mil empedradeños que cada 14 de septiembre le rinden culto en sus fiestas patronales.

Hasta los que se tuvieron que ir, porque sobraban, deponen su orgullo para volver y estar y ejercer su devoción.

***

Viajar a Empedrado es viajar en el tiempo más que en el espacio. Apenas 60 kilómetros la separan de la capital de Corrientes, yendo hacia el sur por el camino antiguo que hoy es la Ruta Nacional 12: unos 30 o 40 minutos en automóvil.

Es 14 de septiembre de 2017. Pasaron casi 300 años de aquel hallazgo de Olivera y más de un siglo desde que los curas con hábitos de negro eterno estructuraron la liturgia que sigue repitiéndose hoy, en medio de un gran mercado al aire libre.

***

Las fiestas son largas en los pueblos de Corrientes. En casi todos ellos. Son todo un acontecimiento.

Cualquier antropólogo haría dulce de sólo ver como conviven en un mismo territorio (alrededor de una iglesia y una plaza trazada en damero indiano), la fe heredada sin reparos de la gente sencilla, cartelería en inglés y en guaraní, chamamé en yopará, juegos criollos con animales (cuyo mayor atractivo es la carrera de sortija) y unos minions inflables donde se revuelcan sin culpa los más chiquitos. Lo que se dice sincretismo explícito.

Hay mucho comercio que riñe con las normas de la Afip. Comidas de olores y sabores varios. Jugos naturales de dudosa procedencia y conservación por su exposición a los soles ardientes de estas riberas. Bebidas de graduación alcohólica en aumento y música o ruidos. Predominan el reggaetón y la bachata.

Hay caballos enanos con aperos chapeados en alpaca para “la” foto de los niños, en la era de los smartphones. Un guitarrero que trata de entonar para él mismo canciones de misa bajo la sombra tenue de los pinos y gente de los parajes: chinas y gauchos vestidos de gala en honor al crucifijo. Pues de eso se trata últimamente.

Algunas viejitas desarrapadas, abrigadas más de la cuenta por el clima que no se decidía, dejaron por un rato -o por un día o dos- su mundo de animales y verduras para mezclarse con los puebleros. Ahí también hay un ellos y nosotros. Se miran con recelo, al punto del ojeo. Se conocen de siempre, pero igual se tantean. Con la mirada. De lejos. En silencio.

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En las fiestas patronales probablemente ocurran pocas reconciliaciones si es que hubo alguna vez un diferendo. Pero es seguro que aun al cruzarse, eventuales contendientes no harán nada si están bajo el alcance prodigioso de un santo.

Un cura me contó una vez que, para calmar la calentura de una reunión, hizo entrar al galpón a la Virgen de Itatí. Las partes en pugna, ni bien la vieron se cuadraron y persignaron y depusieron las lenguas y los dedos acusatorios.

-¡Un milagro clarito!

Ahora estamos en Empedrado, pero es lo mismo en cualquier pueblo correntino desde hace por lo menos 50 años. Por eso cuesta desatar los nudos del garguero que se tensan con cuentas del pasado. Sobre todo cuando se ven acomodadas desde siempre, en estacas de madera o de fierro, esas pelotas de nylon tipo hule, brillantes y finísimas, con tajadas multicolor, tan livianas y ordinarias como un globo, que se pinchan con las primeras patadas. Tener una de River o de Boca era tocar el cielo con las manos, más antes, cuando los celulares no eran siquiera un sueño. Ni las computadoras lo eran.

Ahora estamos en Empedrado, pero es lo mismo en cualquier pueblo correntino desde hace por lo menos 50 años. Por eso cuesta desatar los nudos del garguero que se tensan con cuentas del pasado. Sobre todo cuando se ven acomodadas desde siempre, en estacas de madera o de fierro, esas pelotas de nylon tipo hule, brillantes y finísimas, con tajadas multicolor, tan livianas y ordinarias como un globo, que se pinchan con las primeras patadas. Tener una de River o de Boca era tocar el cielo con las manos, más antes, cuando los celulares no eran siquiera un sueño. Ni las computadoras lo eran.

***

– ¡Qué cosa! -digo sorprendido.

¿Habrá pensado Felipe Olivera, cuando vio la cruz colgada, que ese lugar sería después la Perla del Paraná?

¿Habrá imaginado que era posible ganarle un espacio al monte y levantar allí una mansión para el solaz de los millonarios argentinos y del mundo?

¿Habrá creído posible el peregrino que ese pueblo daría un gobernador de los mejores que recuerde Corrientes?

¿Y cuál sería su cara, por el contrario, si se enterara de que, con los años, esa tierra entregaría hijos en una larga estela de adioses por las promesas que no se cumplieron, ni se cumplen?

¿Qué pensarían, en todo caso, los hacedores del siglo pasado si vieran que la desidia sostenida ancló el mañana mejor a un presente quedo, corto de horizontes?

Tal vez Felipe Olivera sólo pensó en la fe. Que mueve montañas. O esas barrancas que veía. Que la fe persiste pese a todo.

Si lo pensó efectivamente, le asistía una certeza: Dios es más grande ahí donde no llegan el Estado ni las empresas. Las escuelas o las fábricas.

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Pero Empedrado no siempre fue un rastro. Tuvo una época mejor, inmortalizada en sepia por el alemán Roberto Gersbach: pintor, fotograbador y el primer fotógrafo de academia que se aquerenció por nuestras costas. Junto con Adolfo Mors y Wolfgang Seller constituyó la trilogía de maestros de las artes plásticas correntinas en el siglo XX.

Una placa recuerda a Gersbach en las paredes de su antigua casa en el pueblo de la calle larga, donde vivió con su mujer y sus tres hijos. Algunos de sus descendientes dan testimonio vivo de su legado. Roberto es su propio testimonio muerto. Sus huesos descansan allí, en esas tierras, desde el 17 de diciembre de 1936, como abonando la promesa que le hizo cruzar el mar.

***

Empedrado empezó a escribir su historia casi con la colonización. Hay registros del siglo XVII, cuando los españoles levantaron las reducciones de Nuestra Señora de la Candelaria de Ahomá y de Santiago Sánchez, donde se encontró la cruz.

Después de mucho ir y venir, el cuatro veces gobernador de Corrientes, Pedro Ferré -dueño del sillón en el que todavía se sientan los inquilinos del poder provincial- fue autorizado a realizar la fundación del pueblo en el sitio que hoy se conoce, para lo cual le compró a Dionisio Suárez, a comienzos de 1826, un terreno de 2.500 varas en cuadro para asentar la población y sus ejidos.

El día preciso de la fundación no se conoce, pero la ley del 14 de septiembre de 1826 aprobó los actos de gobierno y al pueblo se lo denominó Capilla del Señor. Y ya no hubo mucho más que decir. Su primera escuela es de 1827. Su puerto fue habilitado al comercio en 1856, y en 1864 abrió la Municipalidad. En 1898 llegó el tren y en 1910 inauguraron la casa modelo de la Mansión de Invierno, un delirio para ricos que duró apenas tres meses.

Algo más duró el progreso que bajó de los barcos y de los vagones. De esos tiempos quedan casas con pretensiones italianizantes o historicistas.

– ¡Es una pena! -rezongo.

Empedrado fue pensado como puerto regional. Sigue teniendo una salida inmejorable al río, pero ya no hay qué llevar o qué traer.

Paradójicamente, la mayoría de los jóvenes con fuerzas y ganas se meten a embarcadizos. Son marineros en buques pesqueros que izan banderas que tal vez ni conocen, porque en su tierra no tienen ni canoas.

Los que no dan la talla de Popeyes, se van a engordar otras pobrezas en los conurbanos más prometedores de la Argentina. Salvo excepciones, es el destino de por lo menos el 33,6% de los correntinos, según el censo de 2010. Aquí no hay lugar para ellos.

– ¿Y el tren?

– El tren salió hace rato. Y le está costando volver.

***

Ni la gobernación de Fernando Piragine Niveyro pudo revertir la tendencia.

Piragine fue empedradeño y uno de los gobernadores más progresistas que conoció Corrientes. Desarrollista por convicción, durante su mandato, que duró sólo 4 años desde 1958 a 1962, se abrieron escuelas y obradores. Hizo caminos, electrificó los campos y muchas ciudades, pavimentó rutas y hasta inauguró el aeropuerto internacional de la provincia, que hoy lleva su nombre.

Pero entre otras tantas acciones, le dio al correntino su dignidad de ser, dicen quienes lo conocieron. Falleció joven, defendiendo al ya depuesto presidente Arturo Frondizi, su amigo. Murió en el Congreso Nacional. Allí mismo, el peso de su cuerpo cayó sobre una banca.

Ese mismo lastre sombrío, al parecer, hundió irremediablemente la prosperidad de Empedrado.

***

– Llovió todita la noche, pero el Señor hizo milagro -me cuenta, ferviente, la chica que atiende un comedor-rotisería-panadería-confitería detrás de la Municipalidad.

Dice que el Señor torció los pronósticos, sopló fuerte y despejó el cielo de nubes. Dejó el viento, que amablemente aplaca el calor húmedo de la siesta.

Las hamacas de la plaza están sobre el agua. El suelo ya no chupa los excesos de la lluvia y el líquido se estanca en las zanjas que dejan las frenadas. Están temporalmente inutilizadas. Por eso trabajan sin descanso, desde el mediodía, las calesitas, las sillas voladoras, el remedo de carrusel en miniatura y otros juegos mecánicos que supieron tener mejor pintura, brillo y hasta mayor seguridad.

Alrededor de la plaza, sobre las veredas que marcan su límite, se acomoda un tolderío mayoritariamente de lona verde, azul y naranja. De lejos parece una fila de acoplados. De camiones.

Hay carritos de comida: asado de tira, pollo, chorizo, chicharrón, arrollado, hamburguesa especial completa 35 pesos, empanadas, sánguche de milanesa y de jamón y queso, chipá mbocá 20 c/u, jugos, gaseosas, vino y cerveza. Ferné.

El tiempo ayuda y como aquí ya nadie volverá al trabajo, se animan a la cerveza. Es jueves. O viernes chico. Y la semana ya está perdida. Son las 3 de la tarde y la cerveza corre entonces como remedio fresco: en latas, botellas o en vasos de plástico que tragan un litro.

Para los postres: churros, pastelitos, alfajores de maicena, helados, turrón de maní, algodón de azúcar, manzanas al caramelo, golosinas. Para los más tradicionales: mate y chipá, que sirve para desayunar, almorzar, merendar y de última, para cenar.

Por momentos el viento se mueve rápido y se arremolina cerca del piso. Desparrama el humo de las parrillas y el olor humano de los que llevan un rato largo transpirando su búsqueda espiritual lejos de las duchas. También desparrama perfumes: mucho desodorante en los hombres y alguna fragancia más fresca y sofisticada en las mujeres, sobre todo las más jóvenes. Recién bañadas, están listas para ver y ser vistas.

Las señoras mayores huelen a florería. Están sentadas a la sombra de un gomero centenario en el centro de la plaza, donde se hará la misa luego de la procesión. En eso, alguien ceba un mate recién hecho, curado con burrito. El aroma es penetrante, inconfundible. Se siente a campo, a patio, a descanso, a charla. A satisfacción.

***

Parece filosóficamente contradictorio, pero es una continuidad histórica y folclórica.

Al borde de las fiestas de los santos crecen negocios de todo tipo. Y empresarios que se dedican a eso: a recorrer en caravana, pueblo por pueblo, como el viejo Víctor, un tío gitano que de tanto en tanto aparecía ofreciendo lo que tenía y lo que no, y acampaba con su clan en las anchas cunetas naturales de las rutas de la zona. Su recuerdo aparece empujado por un rencor infantil…

Camino los contornos de la plaza para ver las novedades. En principio, lo de siempre: las pelotas de tajadas de hule fino, revólveres, ballestas, arcos y flechas, accesorios para princesas, princesas, formas de silicona, peluches, guitarritas, flautas, tamborcitos. Minions, Pepapigs, Gudys y Bozlaiyiars. Cadenitas, muñequeras, relojes y marroquinería al alcance de la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Lentes y la electrónica de amplio espectro: desde los legendarios Tetris hasta calculadoras científicas; desde cargadores portátiles de celulares hasta calentadores de agua de 12 voltios para el auto.

Me detengo en algo que no sé qué es. Tiene una forma rara, como de una pequeña linterna, pero con tres patas, como si hubieran encintado tres desodorantes a bolilla. Tiene cable y puerto USB. Hay de varios colores.

– Es un masajeador -dice el vendedor con una sonrisa burlona por mi ignorancia.

Fue entonces cuando recordé a don Víctor, pues me sentí abriendo la boca, viendo los espejitos que le quería vender a mi abuelo para darle brillo al exhibidor de tablas y chapadur de su panadería.

De paso se comió una porción de pastafrola que estaba para la venta.

– Que Dios se lo pague -le dijo a mi abuela el atrevido, y no lo olvidé nunca.

***

Cuando se encienden las primeras luces ya todo el pueblo habrá cumplido con Dios, por lo que se entrega ahora a quedar bien con el diablo. La plaza es poco menos que un aquelarre. Descansan los juegos para niños y empiezan a trabajar los vendedores de ilusiones. Cumplen más que los políticos, que no es poco.

Los hay de muchas provincias, pero también los negros senegaleses que venden collares y anillos, que son una atracción en sí misma.

Niños y grandes por igual, sobre todo la gente del campo. Nadie disimula la mirada. Los escrutan como a fenómenos y hasta les desconfían, pero no pasa de ahí. Los negros conversan en su español que tropieza con los códigos de la sintaxis y entonces los autóctonos ríen aliviados. Confirman que son seres humanos.

***

Las tiendas de ropa parecen un shopping barato bajo los gazebos asegurados con soga y estacas. Están mejor surtidas que muchos negocios locales del rubro, y tienen precios de liquidación por el final de fiesta, así que hay quien aprovecha. El problema es que estamos recién en la quincena y hay que hacer rendir la plata. Nadie cobró aún.

Los que sí mercan son los empleados de la administración pública, acostumbrados a embolsillar antes de fin de mes y casi todas las semanas cuando está cerca la fecha de las elecciones, como pasa ahora en Corrientes. Hay que incentivar el voto, dicen. Y si de eso se trata, el gobierno de Corrientes que comenzó en 2001 y se juega su continuidad en 2017, no escatima. ¡De más cuida la democracia el gobernador Ricardo Colombi! Casi como si fuera propia.

Entonces se producen las ventas. Aunque primero hay muchas pasadas y después muchos precios comparados.

Si sobra algo, viene lo mejor: la lotería.

– Es la vida en ancas de la suerte -le digo a mis adentros.

– ¿Y quién pa´ sos vos para juzgarlos? -me responden.

Asiento, de nuevo, para mis adentros. Es lo que hay. ¡Claro! Si yo mismo he visto la cara de lo que falta cuando el sistema cierra la puerta y los gobiernos se esconden dentro de su infamia.

Salgo del paso preguntando cómo va y señalo el cartón.

– Un yepoque -me dice la mujer mientras se acomoda para la primera ronda. Es bajita, de rulos y está contenta. Tendrá 40 años. Tiene las uñas pintadas de oscuro.

–¿Cuánto cuesta?

–Treinta pesos.

Paga y le dan un papel despintado por el uso. Tucumán Park, dice a modo de membrete. También le dan un puñado generoso de maíz que sirve para apuntar la jugada, pero también para dar de comer, al menos por un día, a un gallo mediano tirando a grande.

En el centro del toldo, sobre estantes, se acomodan los premios.

–Fue a lo primero que le llegó la inflación -le digo a alguien. Se ríe.

Recuerdo que las loterías de los parques, incluso las de las fiestas patronales, eran un rebusque de verdad hace por lo menos 30 años en mi pueblo, que no queda muy lejos de donde estoy ahora. Una vez la vi jugar a mi madre: quería una frazada de dos plazas que estaba en el estante. Ahora veo helatodos, termolares, una licuadora, alguna juguera y no mucho más. Sí mucha guirnalda.

La escena parece de cuento, pero es tan abrumadoramente real que pone los pelos de punta.

En los apoyabrazos-cartones-maíces, los jugadores y las jugadoras tienen más concentración que un astrónomo de la Nasa descubriendo un planeta. Algunos empinan una lata de cerveza, varios fuman y cavilan, otros miran al niño cantor: un muchachón más bien entrado en años que en otra vida habrá sido locutor. Tiene buena voz y la imposta con tal profesionalismo que da pena que sólo sea para cantar números de lotería.

El bolillero es una evocación de la pobreza, y se ajusta al contexto. Es un bidón de lavandina de 2 litros, color amarillo. En góndola habrá sido un Ayudín.

El locutor lo agita, hace sonar las monedas de madera numeradas. Saca una, dice la cifra y la repite, y luego la pone en orden para controlar cuando alguien diga “basta”. Las monedas son como la falange segada de un dedo.

La mujer de los rulos pega el grito:

–¡Basta!

El chico que reparte el juego se acerca a controlar. Es morocho y tiene las puntas del pelo teñidas de amarillo. Repasa los números con el índice de la mano derecha. En la otra tiene un toco de billetes.

Siempre es así en los parques. Gente que trabaja con la plata, la muestra. Como los cambistas. La exhiben como quien oferta en vidriera. Es como si dijeran: ¡aquí está el objeto del deseo! ¡Vengan a buscarlo pué!

Efectivamente la jugada de la enrulada fue perfecta. Da un brinquito de alegría. Acaba de ganar 100 pesos.

***

El paseo sigue, despreocupado. Hay muchas parejitas jóvenes. Los novios agarran a sus novias como si fueran a escapárseles. Se tocan. Se rozan. Se besan. Se muestran. Muestran. Parece la estudiantina, pero no es.

Me pregunto cuántos de esos jóvenes son ahora o serán en adelante los devotos de Pedro Perlaitá, el soldado pasado a fusil por disputarle la mujer a un superior.

Dicen que después de muerto fue convertido en un “santón correntino”, cuya tumba celeste -por su filiación política- se encuentra en los fondos del cementerio de Empedrado y es visitada con asiduidad. Allí van los estudiantes secundarios a pedir o a agradecer, sobre todo en época de exámenes y de mal-de-amores.

Los que ahora pasean por la plaza perecen ajenos a todo eso. Uno le compra algo a la susodicha, una pavadita. Otro le paga un capricho a la nena que cuidan junto con la otra nena que ya tiene los pechos brotados. Tal vez la niña sea su cuñadita, mandada de espía por los suegros para alejar los peligros del amor urgente. Los novios son adolescentes, pero pueden asumir el costo del soborno por silencio en la rueda de la fortuna. Nombre pretensioso si los hay para una tabla de madera llena de clavos, en círculo, por donde se pasea un arco de caño que en la punta tiene una flecha de plástico recortado que unos días antes fue una botella de gaseosa.

La flecha marca los premios que son muchas cosas, pero ni todas juntas hacen una pequeña fortuna. La nena empuja el arco. Da varias vueltas veloces y de a poco se detiene. Cae sobre la punta de un triángulo de color rojo. No se sabe bien qué contiene, pero la puestera, rápida de reflejos, manda a su hijo de no más de 6 años a que entregue el premio.

– ¿Qué le doy? -consulta.

– Abrí la bolsa y dale una pulsera -ordena, casi sin mover la vista de su teléfono.

La pulsera brilla. Son unas bolitas de plástico agujereadas y ensartadas por una banda elástica que se cierra con un nudo. La niña sobornada acaba de rifar su silencio. Y a juzgar por su rostro, es consciente de que salió perdiendo.

***

La fiesta de Nuestro Señor Hallado empezó hace varios días.

En torno a la novena, rezo importantísimo en el milenario ritual católico, se fueron cumpliendo muchos asuntos públicos. Pero ninguno tan importante como los de este día, que arrancó temprano y con el tiempo amenazante.

El punto central de la mañana contó con la presencia del vicegobernador Gustavo Canteros. Fue la máxima autoridad provincial en asistir a las celebraciones, un poco por protocolo y otro poco porque estos lugares siempre son importantes bulevares cuando avanza una campaña electoral.

– Estar nuevamente en Empedrado, ingresar por esa calle cargada de historia nos trae una síntesis de lo que es Corrientes: naturaleza, historia, cultura, religiosidad -dijo Canteros asumiendo un rol bien diplomático.

Esa calle es la avenida Bartolomé Mitre. Por largos años fue la única asfaltada. Tiene 30 cuadras, que es lo que mide de largo Empedrado, desde la ruta hasta el río.

Además de decir eso, Canteros encabezó el acto cívico central: la celebración del 191º aniversario de la fundación de la localidad. En ese mismo marco y en compañía del intendente Daniel Mierez, entregaron un presente al doctor Elpidio Monzón, un destacado abogado, profesor de Derecho Procesal Penal en la Universidad del Nordeste, fuente de consulta permanente y un orador de los que quedan pocos. Hace rato vive en Capital, pero nunca se fue del todo de su Empedrado natal, que ahora lo declaró ciudadano ilustre, a sus 94 años bien cumplidos y mejor llevados.

Monzón tiene una memoria prodigiosa y puede recitar los actos de gobierno que llevó adelante como funcionario de Piragine Niveyro, muchas de las leyes que dictó o interpretó, partes de la Constitución Nacional o bien, de cabo a rabo, un poema memorable de Osvaldo Sosa Cordero:

– Hola chamigo, ¿qué tal?
– ¡Pero íporante, chamigo!
Es el típico saludo
que usamos los correntinos.

Chamigo quiere decir
literalmente: mi amigo.
Aunque en rigor de verdad
ello se halla enriquecido
de todo cuanto contiene
de fraterno, de afectivo.

El chamigo es algo más
que lo común de un amigo.
Es esa mano que estrecha
con impulso repentino.
Es la voz que en ocasiones
nos hace como de estímulo
dándole fuerza al elogio:
¡Estuviste bien, chamigo!

***

Cuando se secaron los ojos de los familiares del ilustre, la cosa siguió su rutina, es decir, la rutina de la campaña. Corrientes debe elegir gobernador el 8 de octubre. Desde esta mañana del 14 de septiembre faltan menos de 30 días y todos andan apurados. Las encuestas muestran números disímiles pero constantes en la hipótesis del empate técnico. La diferencia entre uno y otro candidato es menor al margen de error.

Competirán tres candidatos, pero en verdad el asunto está polarizado. El candidato del gobierno, Gustavo Valdés, es también el candidato de la continuidad. Por eso los anuncios en ristra.

Canteros es vicegobernador, pero aspira a repetir en el cargo y promete ahora lo que no se pudo, no se supo o no se quiso en los 16 años anteriores: la puesta en valor y refacción de dos instituciones señeras de la localidad: el Teatro Dora y el Club San Martín.

-Me comuniqué con el gobernador Colombi y puedo asegurarles lo que va a ser una realidad muy pronto aquí en Empedrado. Nuestro gobierno asume el compromiso de llevar adelante la restauración de estos edificios tan importantes para la vida de la comunidad -dijo.

Por razones obvias, tampoco se perdió la ocasión el candidato opositor “Camau” Espínola. Estuvo desde temprano en el pueblo, en el ex Hotel de Turismo, que hoy es casi un ex hotel. Como muchas cosas en Empedrado, lo que hoy se ve es lo que fue.

Espínola y los máximos referentes de su frente Podemos Más, presentaron el programa “Corrientes Conectada” que permitirá, según dicen, extender el servicio de internet a toda la provincia.

– El futuro nos espera y debemos estar preparados, por eso hemos generado un programa de conectividad que abarca todo el territorio provincial para garantizar que la gente pueda acceder a internet y simplificar sus actividades laborales y estudiantiles -dijo.

Después presidió un acto partidario y más tarde participó de la procesión por las calles del pueblo. No se lo vio rezar, pero sí canjear un apretón de manos, un beso o una selfi por la posibilidad de un voto. Tal vez fue a pedirle eso al Señor Hallado. Que le preste el gobierno. Total, lo último que se pierde es la esperanza.

***

Los preparativos llevan varios días, pero se intensifican en las horas finales, antes de la procesión. La limpieza y el hermoseado del templo, la contratación del sonido, la invitación a las autoridades y personalidades, la organización de la caminata, de la misa posterior, la distribución de los conjuntos musicales y la selección de los maestros de ceremonia, que debe hacerse con más tacto que la elección de un pontífice.

Pero de todos esos prolegómenos me impacta el cariño que le dispensa una gringa, de pelo largo trenzado, a la cabellera rubia de un alazán que tirará el carretón de carga sobre el que irá la reliquia encontrada por Felipe Olivera, o una réplica. El pelo canela del animal brilla… goza del peinado de la crina que al final quedará como una red.

La carreta de madera barnizada, espléndida, tiene un arco de alambre revestido de flores: rosas púrpuras y gerberas y gipsófilas y algunas hojas y ramas verdes.

– Algo hicieron bien los españoles -me digo a mí mismo, mientras reparo que con sus variaciones, pequeñas o grandes, estas fiestas religiosas-populares se repiten en cada pueblo conquistado hace más de cinco siglos. De hecho, hay otro Señor Hallado, muy parecido en todo, incluso en su historia, que se venera en Santiago del Estero.

Es tan grande la devoción, que la gente reunida en este caso en Empedrado viene de los alrededores de la iglesia, pero también del campo y de otras localidades. Vienen por el Señor Hallado, pero también a ratificar la amistad de ese Cristo con sus propios patronos, a los que visten con lo que tienen para que den su paseo, así sea en una ermita diminuta de machimbre mal cortado.

***

Hay muchas familias entregadas con fervor a sus propios santos y vírgenes. Alargan la procesión del hijo de Dios aparecido.

Al costado del altar montado en el centro de la plaza, donde se hará la misa, hay varias mesas en fila, con manteles blancos, donde luego se apoyarán esas imágenes. Primero entran al templo, después salen y se acomodan entre el gentío. Algunas se llevan de a uno. Las reliquias más grandes, de a dos o de a cuatro, en andas, sujetando las agarraderas de los pasos-procesionales.

En la iglesia hay para ver y sentir. Gente de todas las edades y procedencias. Adultos que se persignan con solemnidad doliente y jóvenes indiferentes que están allí por otros apremios. Uno se acerca al vidrio de un postigo y se acomoda la enorme gorra tipo Alex Caniggia, para recién después ir al encuentro de su chica que está lista, esperando en el atrio, para dar una caminata de seis cuadras, con mucha gente alrededor, escuchando música sacra. Versión local, tirando a cumbia.

Policías vestidos de gala le hacen cordón y guardia al Dios del palo santo. Prefectos lo llevan. Los “canas” de uniforme diario están para actuar entre los mortales.

Algunas maestras se identifican con sus guardapolvos. Están allí para cumplir con su fe. Y cumplen, fuera de horario, con una aplicación que no le ponen a la currícula -sospecho de puro malvado. Me retracto y pido perdón por mis malos pensamientos. Salgo del templo y veo que la gente está esperando. Quieren ver salir la casita de vidrio con la Cruz de Olivera para empezar la procesión. Mientras, alguien reza. El rezo se reproduce fuerte por el equipo de sonido.

Jóvenes y no tanto, apuran la cerveza como si fuera necesario tomar coraje para pechar las tentaciones. Algunos pagueros se encaraman con los puebleros. Se ubican en los márgenes para caminar, despacito, como sus sueños. Otros tantos harán su ofrenda a caballo.

Los jinetes esperan al costado de la iglesia. Son los que cierran la marcha. Hay mucho olor a bosta. De caballos y también de humanos, porque la humedad de la lluvia se levanta con el sol radiante de las 4 de la tarde. Y no es un buen plan, por lo tanto, tener la necesidad de ocupar un baño químico o el que presta la parroquia.

Una cinta de nylon blanco que dice “peligro” en negro y se resalta con vivos rojos, atada a dos caballetes, intenta ser una barrera de contención para los equinos. La espera desespera, pero no queda otra. Un inspector de tránsito se ubica frente a la cinta para evitar adelantamientos.

Una compañera de la Muni se le acerca y le chucea:

– Che… ¡Ninguno tiene casco, eh! ¡A ver si le hacés la multa!

***

La procesión inicia con intenciones que se leen. Presto atención a una que no viene del cielo.

-Te pedimos Señor por la reconciliación del pueblo argentino -dice la señora que habla por micrófono y suena como la voz de un estadio. Recuerdo entonces lo que había dicho un cura alguna vez, refiriéndose a estas cosas:

–El pueblo habla a través de sus fiestas.

Y ahora, al parecer, está hablando de la grieta.

***

Las intenciones se intercalan con cantos que se escuchan como lamento. Como si hiciera falta angustia para hacer más vívida la eucaristía.

Cuando se alegra la cosa, al promediar la caminata, caigo en la cuenta de que la fiesta está siendo animada desde la plaza y que todos pueden seguir ese acontecer gracias a la tecnología. La empresa contratada para la ocasión está funcionando con enlaces satelitales, o de radio, que sirven perfectamente para unificar el sonido. Un lujo de la técnica puesta al servicio de Dios.

Un coro trata de entonar todas las canciones que apenas practicaron. En las misas habituales sólo se necesitan unas cuantas, pero ahora se alarga la peregrinación y hay que sostener bien arriba el ánimo de los clientes de Cristo.

Un trío de mujeres, que serían simpáticas abuelas cuentacuentos, en el costado opuesto al del coro, cantan entusiastas, como en trance. Hacen palmas, se mueven, hacen como que bailan, y además de entonar -o algo por el estilo-, gesticulan como mimos, con la idea, supongo, de contagiar a las personas que por algún impedimento no están en la calle y esperan sentadas que empiece la misa tras la llegada del crucifijo, de los curas, del resto de las imágenes y de los montados.

***

El sol alumbra fuerte todavía, pero por las dudas, en los altos del presbiterio al aire libre que armaron en la plaza, pegado al busto de Pedro Ferré, hay una pantalla gigante y una torre con luces de colores, más de calefón que de biblia, que no obstante sirve para “crear ambiente”. De noche quedan muy lindas esas luces, sobre todo cuando sus haces reflejan los troncos del gomero, de los pinos y cipreses que hay en esta plaza, la segunda viniendo desde la ruta.

También hay dos mujeres que conducen la previa de la celebración eucarística. Una de ellas lleva la batuta. Sobresale por el empeño que le pone a la lectura de esas líneas que le dan un estrellato de ocasión, pero también por la violencia con la que baja el micrófono de la otra cuando se mete a decir lo que no debe, lo que en el libreto dice que le corresponde decir sólo a la de la batuta.

-Una escena llena de codazos entre comadres, digna de un cuento de Luis Landriscina -me digo a mí mismo. Y en eso llega la gente y se anuncia la muerte y se proclama la resurrección.

***

Cambian los maestros de ceremonia, aparecen los curas de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos que dirigen la parroquia del Señor Hallado desde 2005. No vino el obispo hoy. El sonidista pone cuatro micrófonos adelante del altar. Suben y se acomodan allí cuatro gauchos: bota y pañuelo negro, bombacha y chaqueta blanca, poncho salteño. Parecen Los Chalchaleros, pero no suenan igual. Siento que cantan para sí mismos:

-Seeeeñor, ten pieeedad, de nosooootros.

Una viejita, con cara de susto, sigue el espectáculo, pero de lejos. Parece escondida debajo de un árbol…

-Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres -dicen “Los Chalchas” de la misa criolla, mientras los chicos juegan sin cuidado por entre la tropilla que no termina de ubicarse.

-Hasta los caballos dejan de ser un peligro… ¿Será otro prodigio del Cristo? -escribo en mi libreta. En ese momento lo creo.

***

Nos vamos con Marcos -el fotógrafo que me acompaña-, por donde nunca vinimos: una calle larga, de tierra, poceada, con barro chirle por la lluvia del día anterior, que nos saca río arriba del pueblo rumbo a la ruta y de ahí a Corrientes Capital. Ahí veo las casas que contó Selva Almada:

Casas particulares de la época de la colonia con galerías sostenidas por postes gruesos, el ladrillo ganado por los yuyos aéreos y las telarañas espesas. Casas de puertas macizas, sin cerradura, aseguradas con una cadena y un candado para mantener afuera a los intrusos.

Las veredas angostas y elevadas de estas casas de 200 años obligan a subir y bajar cuando se intercalan, en la misma cuadra, con casas más nuevas. Estas casas bicentenarias y medio derruidas están habitadas por personas pobres que no pueden darles la vida de patrimonio histórico que merecen. Algunas tienen carteles de venta. El día que se vendan seguramente serán derribadas para construir en su lugar casas modernas o pequeños dormideros para turistas.

***

Pensando en ello me pregunto otra vez lo que no puedo responderme desde niño: desde cuando vi por primera vez una casona de frente gigante, puerta de dos hojas con tableros labrados, ventanales con postigos flacos pero altos, y en la carga del techo, detalles descubiertos con unas columnitas que de grande supe que se llaman balaustres.

¿Qué habrán pensado esas familias? ¿Cómo llegaron a vivir 200, 100 años atrás, en barrios que aún hoy pueblan los suburbios geográficos, pero también los otros márgenes?

Con el pecho hundido y los ojos aguados por el recuerdo, veo otra cruz clavada en un altar de basalto y concreto. Recuerda una batalla perdida. Una de las tantas: Rincón de Vences. Y al cura Brochero. Está frente a la parada del Ferrocarril Urquiza.

Cruzando la calle, el cartel de la vieja estación anuncia a Empedrado. Es una casa de dos aguas. Una escurre hacia un fondo de gomeros, lapachos, pinos y ambaî, cuyas hojas sirven para aflojar catarros. La otra cae hacia adelante y termina en la galería del andén, sostenida todavía sobre postes de quebracho cepillado. El techo es de teja alicantina cubierta de musgo.

En ese tramo los durmientes parecen intactos. Falta piedra en algunos tramos, pero está bien, al menos para saber cómo fue alguna vez.

De lejos, por las vías, se ve un pibe que se acerca. Zapatillas negras gastadas por el uso, buzo azul embarrado a la altura de las rodillas y una camiseta negra y roja. De cerca logro identificarla: es la camiseta alternativa de River. La de la Libertadores del 2015. Alguna vez, en la espalda, tenía pegado un número 19 y el nombre de Teo Gutiérrez.

Emanuel camina tirando piedras que recoge del suelo, de los rieles que ya no sirven. Emanuel tiene 9 años y le gusta el fútbol y ser niño y medirle a los pajaritos con los cascotes de las vías.

– ¿Y el tren?

– ¿Eh?

– ¿Viste un tren alguna vez? -le pregunto.

– Sí. Anteayer vi uno grandote -dice.

Emanuel, pienso, tiene derecho a ver esos trenes que llegan. Sólo esos.

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El palmar donde se estancó el diluvio

“Llovió cuatro años, once meses y dos días. Hubo épocas de llovizna en que todo el mundo se puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento. Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que desportillaron techos y derribaron paredes, y desenterraron de raíz las últimas cepas de las plantaciones”

Cien años de soledad
Gabriel García Márquez

Producción fotográfica: Nicolás Alonso

Yo quería casarme en Itatí. Pensaba ir con ella en un auto nuevo. ¡Y mirá!: me case desnudo en un hospital. Las vueltas de la vida…
–Ya vendrán tiempos mejores.
–Y sí. Dios da todo. Pero lleva todo otra vez. ¡Malo está!

Quien lo dice es Angel “Tate” Aguirre, clase 32, natural de Herlitzka, Quinta Sección de San Luis del Palmar. A sus 85 años, acaba de contraer matrimonio en únicas nupcias con Paulina Ramírez, 5 años mayor que él. Ambos son padres de dos hijas: Rita Ester y Marcelina -que les dieron 8 nietos y 27 bisnietos-, fruto de un amor de 65 años que transcurrió con algunos sobresaltos en el límite de Campo Grande y el paraje Borja Cué, donde aún no llega la luz eléctrica.
Borja Cué casi nunca fue noticia, ni tendría por qué serlo. Allí no llega ni el aire fresco. Visto de arriba no sería hoy más que un bosque y algunas casas tapadas por el agua. Pero es ese el lugar al que se aferró esta pareja de ancianos. Tanto, que en toda una vida no pudieron ir a Itatí en el auto nuevo que nunca compraron, ni casarse allí como Dios manda, con la Virgen de testigo.
Cuenta ella que la noche de la inundación sintió el agua. La vio de lejos venir con fuerza. Cuando pudo llamar para pedir asistencia (con su celular de la era pre-digital), el agua ya había entrado a la casa y no pediría permiso para subir hasta la ventana de su rancho.
El no quiso dejar todo. Abrazado a los horcones que son la prueba tangible del sacrificio de su vida, se quedó a esperar que escampe para hacer el recuento de los daños. Su bota pinchada lo indujo a que recorriera descalzo su patio convertido en valetón sin taipas, hasta que un clavo oxidado dio en la zona plantar del pie izquierdo, debajo del dedo gordo, zona que los reflexólogos ligan con el corazón.
Herido en su orgullo e inclinado de dolor, “Tate” Aguirre fue socorrido e internado en el hospital de San Luis pueblo. Todavía tratan de controlar la infección y el dolor que no le quita el buen ánimo. Después de todo está recién casado, así que bromea con invitar a una farra, ni bien escampe y el agua se retire.
–Ahora no se puede. Agua y cielo nomás se ve -dice, y sus ojos se esconden detrás de un nubarrón.
–Yo tenía todo: vacas, caballos, naranjas dulces, dulces… Comíamos palomas, patos, chajá, caraú.
–¿Se come el carau?
–Uh. ¡No sabes lo rico que es!
Paulina oye un tanto menos, pero habla mucho. Cuenta sus alegrías con alegría y sus penas con silencio. Ataja el llanto cuando hace el balance de sus pérdidas: una cama con sus ropas, ropas con su ropero y un saco con su harina.
Lamenta tanto que el agua haya hecho engrudo con ese insumo que ella convierte en pan, que de su inventario parece lo más preciado.
–Se van a recuperar -digo, tratando de convencerlos.
–Si, pero a nuestra edad… ¿Cuántos años pasarán?
En eso interrumpe “Tate”:
–Me hizo llorar este -dice, y con el dedo índice señala la extremidad que acaba de ser examinada por el médico y nuevamente vendada por la enfermera. Cierra fuerte los ojos. Suspira. Todavía creo que no señaló el dedo gordo de su pie izquierdo, sino su corazón agujereado por el clavo con ponzoña.

***

San Luis del Palmar es un pueblito pintoresco de casas bajas bien arregladas, pavimento, mucho ripio y calles de tierra, ubicado a no más de 25 kilómetros de Capital. Se llega rápido enancado a la Ruta Provincial 5, pese a que, por estos días, una bomba de desagote en uno de los barrios de las afueras de la ciudad de Corrientes ralentiza el paso rutero.
Centralmente católico y arraigado en sus tradiciones, es un pueblo peregrino que cumplirá el próximo 16 julio, 117 años de marcha devota con su patrono, desde su Iglesia, hasta la Basílica de Itatí.
Progresó mucho en los últimos años, pero cada tanto cae en las garras de la naturaleza, que a su paso se ensaña y cobra caro la disida oficial y particular, porque hay de todo. Es un pueblo satélite de la Capital que crece, en escala, casi a su ritmo. Fundado el 31 de mayo de 1806, el miércoles se cumplirán 211 años de la puesta en vigencia del documento expedido por el obispo de Buenos Aires, Benito de Lue y Riega, por el que se creó el Curato y por lo tanto, el primer asentamiento de San Luis del Palmar.
Tiene campos productivos y gente laboriosa, hoy en la ruina.
Sólo en San Luis, de las 18 mil personas que la habitan, se cree que unas 10 mil fueron afectadas directa o indirectamente por lo que ya fue calificada como la peor catástrofe de su historia. En el ejido urbano, unas 200 viviendas fueron sepultadas por el agua. En el campo la situación es peor: son menos, pero perdieron más. Lo poco que había. 

***

La situación de San Luis, epicentro humano del desastre, se entiende en su contexto provincial.
Desde cuando las aguas llegaron, hasta hoy (el primer embate ocurrió el 25 de abril y el segundo el 13 de mayo), Corrientes acumula pérdidas por millones. A los miles de evacuados y autoevacuados, hay que agregar que ya se murieron por inanición unas 50 mil cabezas de ganado bovino, otras tantas de ganado ovino y caballar. La provincia tiene un rodeo de 5 millones de cabezas bovinas y de ellas, un millón y medio se encuentra en la región inundada.
El ministro de la Producción, Jorge Vara, es claro en sus conceptos. Y le pone el pecho a las balas en nombre de su gobierno que reacciona más bien lento:
–La producción más afectada sigue siendo la ganadería, en especial la bovina en el Norte, y los pequeños productores tienen afectadas unas 12 mil hectáreas, pero no cultivos importantes. Están comprometidas entre 400 y 500 mil cabezas de ganado por los anegamientos de campos.
En los últimos días actualizó los valores:
–La gravedad de este fenómeno climático se situó en el eje de las localidades de Loreto, Caá Catí y Berón de Astrada. En esa zona llevan caídos 2 mil milímetros en cuatro meses, lo que generó inconvenientes en las 350 mil hectáreas que integran la cuenca del río Riachuelo.
Tal situación, además, desmejoró el estado de los caminos rurales. Hay campos que han perdido hasta el 80% de la superficie. Los pasos consolidados están tambaleantes y los caminos principales, como la Ruta 12, ya vio caer uno de sus puentes. Otros tantos están en riesgo.
La inundación afecta a 2,5 millones de hectáreas de campo en once departamentos. Las pérdidas económicas ya superan los $900 millones, y si bien se declaró el estado de excepción, el Fondo Nacional de Emergencia creado por ley para toda la República Argentina es de $500 millones. Absolutamente insuficiente.

***

Las historias se repiten entre los afectados, aunque varía en la gravedad del perjuicio. Y al drama de la creciente, en San Luis, se le suma la desgracia de la evacuación, de las condiciones de sobrevida en comunidad entre gente que, a veces, ni siquiera puede convivir consigo misma. Hubo enojos y peleas varias. La impotencia se siente. La angustia flota en el aire. Casi que es posible verla trenzada con bronca y con la ansiedad que genera un futuro sin certezas.
La Policía ya tuvo que intervenir una que otra vez para evitar que crezca el infierno de este pueblo chico, caído en desventura un poco por los fenómenos del cielo y otro poco por la voracidad del capital y de sus dueños; por la impavidez estatal, muchas veces cómplice de los patrones de todo, y por la indiferencia social. Criminal, simplemente.
Me pregunto luego, alejado de la catarsis, cómo procesarán los más chicos esta catástrofe. Una vez un psicólogo dijo que en realidad los más chicos, los niños, están mejor preparados para elaborar el problema y superarlo. ¿Y los más grandes? ¿Dónde se ubica, por ejemplo, Marisol Romero, 20 años, madre de un niño de 2, de una nena de 1 y de un tercero en camino?
¿Qué será de la vida de Juan José, 9 años, nacido cuesta abajo de la igualdad de oportunidades en un paraje rural de San Luis que ha perdido hasta su denominación?
Juan José se acerca y ya sabe qué decir:

–Necesitamos una heladera, una tele, una cocina, una cama. Todo nomás. Perdimos todo lo que teníamos.
–¿Tus papás dónde están?    
–Se fueron al hospital. Mi mamá está enferma.
–¿Vas a la escuela? ¿A qué grado vas?
–A tercero parece. Pero ahora no voy más.
–Necesitamos una heladera para mi leche -insiste, y yo trato de decirle que va a tener su heladera, que no se preocupe. Me siento mal por mentir, porque en realidad no sé si sucederá, pero tampoco sería bueno -me consuelo- agregarle distancias a sus deseos.
Quiero salir del lugar y entonces me despido de Juan José. Cepillo su pelo chuzo con la mano y el chico se me prende. Su abrazo largo y fuerte terminó por hacer añicos mi entereza. Ladran los perros mientras los chicos del Secundario dan clases ahí nomás, a unos metros, en el Colegio Nacional. Pese a todo, hay rumor de escuela en la escuela intrusada por la humanidad del desastre. Juan José sigue abrazado y yo lloro por dentro. Por fuera la llovizna se hace lluvia en ese instante.

***

Eulalia Vanesa Giménez apenas habla. Balbucea y sonríe, como pidiendo perdón por las molestias ocasionadas. Barre unos metros de galería de la escuela que desde hace un mes es como su patio. En el primer salón del ala izquierda, destinado a los evacuados, Eulalia vive con su marido y su hijo de 8 años. Ropas desacomodadas por cualquier parte, dos motos, una bicicleta de reparto y otra de niño, color amarillo. Una olla y una pava, negras de ollín de leña; y una docena de pomelos desparramados cerca de un destartalado camioncito de juguete. Tres colchones tirados en el piso de una pieza grande donde, paradójicamente, se regala diariamente lo que esta mujer no tuvo: la oportunidad de la educación.
Por eso manda a su chico a la escuela, y se alegra de que aún en estas circunstancias haya podido regresar a clase.
-Quince días falló. Pero ahora ya volvió.
–¿Qué pasó?
–No encontrábamos la mochila con los cuadernos. Después apareció flotando.

Eulalia perdió todo. De su casa se ve la mitad de arriba. Muestra unas fotos: es el agua adentro de unas paredes de ladrillos sin revoque. Allí donde antes había un hogar hoy no quedan más que ruinas.
Eulalia no sabe qué hacer. Su marido no tiene trabajo. Cree sensatamente que nadie como ella caerá en la trampa de comprar ese terreno inundable que ahora está inundado y además dice que desde el Gobierno ya le advirtieron que deben buscar otro sitio para reubicarse.
¿Puede alguien ser tan inescrupuloso? -me pregunto-. ¿Puede alguien aprovecharse sin culpas de la ignorancia de esta gente y sacarle lo que no tiene por el vicio de acumular monedas sin sudor?
En eso se cae una estampita de la bolsa de las fotos que Eulalia muestra al que quiere ver. San Miguel Arcángel, príncipe, jefe de los espíritus y de la milicia celestial. La protección contra los demonios: los del mundo y los de uno mismo.
-Necesito ayuda -dice la mujer, y enumera sus prioridades, que podrían traducirse así: alguien que nos escuche, alguien que nos quiera, y alguien que tenga la decencia de no estafar nuestros sueños.
–Ya va a pasar -digo en la despedida.
–Si, si, señor -responde, y entra al salón que custodia lo material de su vida, resumido a casi nada por la impiedad de la lluvia y el desborde del río.

***

A los 700 evacuados en promedio que siguen en los 13 centros habilitados en todo el territorio de San Luis, hay que adicionar un número incierto, no calculado con precisión, pero por lo menos igual al primero: son los autoevacuados. La mayoría es del barrio San Cayetano, un conjunto de 170 viviendas ubicadas en la esquina que marca la Ruta Provincial 5 en su intersección con el Riachuelo. Estas casas, como las de toda la extensa zona de ribera, hasta la semana pasada bajo el agua, aportaron damnificados silenciosos que tuvieron que irrumpir en la escena pública para ser escuchados y contenidos.

Tienen casas del Invico y la mayoría un sueldo del Estado. El resto se la rebusca: comerciantes, mecánicos, carpinteros, artesanos, changarines varios. Son los que sostienen, hoy, los reclamos de soluciones estructurales. Son los que vuelven a creer, como hicieron en 1998, cuando las promesas llegaron de otros funcionarios igualmente cultores de las mañas que los desacredita: la mentira bajo la máscara de una obra que nunca se hace, como está ocurriendo justo ahora.
Nada cambia, y eso que Corrientes mantiene relativamente constante sus ciclos de inundaciones. La de mediados del ´60, por ejemplo, quedó registrada en una formidable crónica de Rodolfo Walsh publicada en 1966 y que aún genera urticaria: “Carnaval caté”:
–“Había grandes zonas inundadas y las pérdidas eran tremendas: 90% del algodón, 60% de tabaco, 80% de arroz. Pero lo que desesperaba al señor Boschetti era la posibilidad de que las lluvias arruinaran, además, el carnaval”.

Desde entonces hasta hoy tuvimos al menos cuatro experiencias como para aprender y hacer algo. ¿Qué pasó? Muy poco: hay canales que recién se están haciendo y otros que nunca se mantuvieron; dragas que se prometen, pero que no funcionan. Hay estudios hechos, pero permisos que no llegan; y permisos que corren detrás de ciertos acomodos sin estudios del más mínimo impacto. Hay privados sin sofreno que achican el cauce de los riachos para darle un parque a los dueños del dinero y a los amigos del poder que compran sus terrenos. Hay mucho estado ausente, ruin y justo en este momento electoral, mucha carroña política.
La campaña transcurre tan sucia como el agua podrida de los bajos sanluiseños, y se escucha cualquier cosa. Lo de menos es el cinismo: que ahora sí la Nación hará lo que no hizo en 12 años. Que ahora sí la Provincia hará lo que no hizo en 16. Que ahora sí en Municipio hizo lo de nunca…
Las presentes inundaciones ya dejaron pérdidas multimillonarias que todavía no se pueden terminar de definir. La sangría quedará al descubierto cuando las aguas se vayan. Mientras tanto, como si hubiera margen para ello, la dirigencia política correntina se debate en chicanas y denuncias de cotillón. Gastan escasa inteligencia y muchos recursos públicos en ver cómo afectan al oponente. De soluciones ni hablar.
Así, por ejemplo, algunos encumbrados correveidiles del Gobierno de Corrientes dicen que en Capital y en otras comunas llamativamente administradas por la oposición, el desastre natural afecta mucho más por falta de obras. En la Provincia, evalúan estos mismos cerebros, el desastre hace de las suyas sólo porque es una catástrofe. Algo así como que, hasta el próximo domingo, en Capital, la culpa de las inundaciones será de Ríos. Y hasta las elecciones de octubre, la creciente en la provincia será sólo culpa de Dios.

***

En San Luis los vecinos tratan de organizarse. Reclaman a las autoridades, hacen trámites, buscan ayuda, tocan timbres de sus funcionarios provinciales y nacionales, pero mantienen a raya a los que pretenden sacar réditos electorales con la catástrofe.
Los autoevacuados, algunos de los cuales ya volvieron a sus casas y conviven con el olor de la cloaca y de los desinfectantes, hacen cuentas de sus pérdidas. Lloran por igual hombres y mujeres: flaquearon en algún momento, pero se repusieron, generaron vínculos antes inexistentes y ahora hasta saben quiénes son esos vecinos. Ya no los une sólo el espacio físico, sino su calidad de inundados, perdidosos, desamparados, y el deseo de que la unión en la desgracia pueda seguir más allá. Su profeta: Julián Zini, que alguna vez escribió:
Ojalá que tanta agua /tanto río al por mayor, /nos purifique los ojos, /la mente y el corazón, /y así como nos iguala /al poriajhú y al señor, /nos dé una mirada nueva /y una mejor comprensión.

***

La religión es una matriz para los sanluiseños. Es un pueblo creyente, peregrino. Devoto de su santo, de su virgen, de su dios. Es un pueblo temeroso de Dios. Por eso mismo, en las peores circunstancias, se recuestan por la fe, que es su única certeza.
Cuentan que hace poco más de una semana, el sábado pasado, cuando los vecinos reclamaron y lograron ser escuchados por funcionarios provinciales, se armó una reunión en la Capilla San Cayetano que fue subiendo de temperatura hasta que como el río, estuvo a punto de desbordarse. El cura del lugar, Epifanio Barrios, se iluminó en un instante y calmó la gresca incipiente haciendo entrar una imagen de la Virgen de Itatí.
-Parecía que no se iban a entender y cuando vi que la reunión se estaba poniendo fea, hice entrar la imagen peregrina. La gente comenzó a aplaudir y cantar. Por un momento salió de su problema, se fueron calmando y después lograron seguir bien con la reunión. A tal punto que de las tres comisiones que había, lograron conformar una sola. Y el lunes cuando fui a celebrar la misa, ya me dieron una lista con las cosas que necesitaban.
Ese momento místico, culminante, increíblemente real, corta alambrados para mezclarse con las historias mágicas de García Márquez.
Dios da y quita, pero siempre ayuda, según esa cosmovisión. Aprieta pero no ahorca. No es casual, por tanto, que las iglesias y parroquias del departamento sean los principales centros de asistencia, ya como refugio o como lugar de reunión. O como carpas de campaña para los operativos sanitarios, tan necesarios hoy como el retroceso de las aguas.
Uno de esos centros sanitarios está, al momento de esta visita, en la Capilla de la Inmaculada Concepción. Un tinglado a dos aguas con cielorraso de machimbre de pino que cobija hostias y jeringas sin mayor conflicto filosófico. Es un centro de operaciones, pero de una guerra sin balas. Allí se atiende gente, se les provee de alimentos, se los escucha.
Una psicóloga social describe la situación y lo sintetiza:
–Estas personas, más allá de sus casas y sus cosas, ha perdido el hogar. Deben hacer un duelo, es una carga demasiado grande. Por eso nosotros hacemos lo que podemos. Tratamos de determinar si hay casos clínicos que demandan atención sistematizada y de ayudar con una escucha activa a los que tienen problemas asociados con la catástrofe.
Hay también allí una nutricionista. Preocupada por el balanceo alimentario en el medio del desastre, posa sus ojos cansados más allá de las costas rebalsadas.
-Los chicos e incluso los grandes están perdiendo peso. Eso nos puede complicar la recuperación -dice la jovencita, que a sus 30 años está haciendo sus primeras armas en medio de una borrasca sin fin.
El panorama claramente no es el mejor, pero todos coinciden en algo. Dicen que esta vez están trabajando en red, con lo cual pueden coordinar acciones y eficientizar los pocos recursos con los que cuentan. Se enorgullecen de ello. Y no es poco.

***

La Iglesia nodriza del pueblo, templo de San Luis Rey de Francia y de su huésped de honor, María de Itatí, está cerrada a las misas. Sólo unos bancos quedan en su lugar. Sólo el presbiterio guarda apariencia sacra. El resto es un montón de todo: montañas de comida, ropa, agua, artículos de limpieza, escobas de paja. Tan surreal es la imagen que, en uno de los costados, justo debajo del sepulcro vidriado de un Cristo de yeso con cara de tránsito hacia la resurrección, se acomoda una piragua ancha de fibra de vidrio azul. El bote fue adquirido por el Comité de Emergencia para llevar asistencia a los lugares infranqueables hasta para los poderosos Unimog del Ejército.
Tan impactante es la imagen que bien puede ser la síntesis de estos días de diluvio. Esa pequeña barca, que en situaciones de normalidad podría representar a la de Pedro, aquí más bien parece una maqueta de la famosa arca de Noé preparada para salir a flote del fin de los tiempos.


Al día de hoy, la organización de ayuda a los afectados, sólo de San Luis, llevan distribuidos cerca de 30 mil kilos de alimentos. Los dividen en paquetes que van armando de acuerdo a las necesidades de la gente y a sus paladares más bien autóctonos que muchas veces distan (bastante) de lo que se grafican los burócratas de escritorio de las administraciones centrales.
Por eso mismo entre la basura hay kilos y kilos de cartón. Provienen del “packaging” de los 500 módulos oficiales, de 5 artículos, que la Provincia envió hasta el momento, más preparados para dar volumen a la publicidad de una gestión raquítica que para matar el hambre de los afectados, que son más en número y comen al menos dos veces al día.
Por idéntica razón se apilan, casi intactas, cajas y cajas de sopas súper nutritivas que una firma del rubro hizo llegar para expiar culpas por la claraboya de la solidaridad.
–¿Y estas sopas por qué no las reparten? -pregunté a una mujer que intentaba ordenar parte del caos.
–Y… fijate -me ordena.
Leo: “Sopa crema Sensaciones. Camarón con vegetales y un toque de sabor a vino blanco. ¡Sabor y cremosidad aprobados por chefs!”.
–El otro día probamos una. Capaz si le agregamos un poco de mandioca o batata pueda funcionar en los comedores -dice José María Servín, coordinador y vocero del Comité de Emergencia.
Tal vez sea posible, pero ya va más de un mes y la prueba no se hace.

***

Mientras tanto, vamos con José María en busca del padre Barrios. Viene siendo una celebridad porque hace lo que debe, es decir, cumple con su misión pastoral de ayudar al otro: respaldando, corrigiendo y acompañándolo.
–Sólo soy un cura. Si no tengo a la Iglesia detrás, no soy nada.
El sacerdote, experimentado en esto de las crecientes, pues ya tuvo que lidiar con la del 1998 estando en Santa Ana de los Guácaras, se calzó de nuevo las botas y no dejó paraje sin recorrer, sin asistir a la gente, sin escucharlos, sin confesarlos, sin llorar con ellos. Emulo posmoderno de las cruzadas medievales del San Luis que hoy venera y cuida como vicario.
–¿Qué les dice a las personas que han perdido todo?
-Les transmito esperanza, algún consejo, les doy consuelo. El agua lleva todo, pero sobre todo los afecta emocionalmente.
–¿Y usted cómo hace para no quebrarse?
–Varias veces me quebré, pero entonces llamo a mi obispo, a algunos de mis hermanos sacerdotes que me ayudan a encauzarme cuando me desoriento.
–¿Qué es lo que más ve en medio del agua?
–Que la gente está enojada y eso hace que nos peleemos entre hermanos. Desconfían de todo, por eso incluso, cuando llega la ayuda -mucha ayuda gracias a Dios- descargamos a la luz del día y a la vista de todos.

Es increíble, pero sucede en las mejores familias. Llega la ayuda y hay quien cree que se la roban. Hay quien cree que se guardan algunas cosas y si bien hay muchas manos (cuyo número igualmente se va achicando conforme pasan los días), también hay mucha miseria.
Hay quien denuncia que no es que el Gobierno haya mandado poca ayuda o que se desentienda de las obras.
-Mandaron hasta colchones, pero los bajaron en la casa de una funcionaria que es una potencial candidata a intendenta -dice agriamente un muchacho que merodea por el Municipio.
Para cortar por lo sano con todo el chismerío, el cura Barrios decidió peregrinar con el pueblo en el mes de julio. Irán a Itatí, en sus carretas de siempre, con chicharrón de vianda, como hace más de un siglo, a pedir a la Virgen lo que no cumplen los políticos; y tal vez a agradecer que escampó y siguen vivos.
–A pedir fuerzas para volver a empezar con la esperanza de que no vuelva a pasar -dice el cura, que habla fuerte, con una voz que al parecer está siempre al borde del llanto.
–¿Sabe padre que lo están midiendo, no? ¿Qué su tarea está siendo evaluada políticamente?
-No me preocupa. Mi tarea trasciende lo humano. Mi tarea es llevar a la gente al cielo y agarrar la pata de alguno para poder entrar yo también.

***

En el negocio de Ramón Meza todavía se limpia, pero ya se vende. Un 75% menos, porque el barrio todavía parece un asentamiento fantasmal. Sacar fotos hoy, en el bajo del San Cayetano es hacer una retrospección. Son las fotos de Miramar, Córdoba, al promediar la década del 70. Son las fotos del Epecuén, Buenos Aires, inundada en los años 80, escurrido casi totalmente ahora, tres décadas después. La diferencia, aquí y ahora, es que los sanluiseños no son turistas. Son nacidos y criados que tienen amigos y familiares que los socorren, pero esa ayuda no es eterna.


El barrio es hoy un valle de lágrimas: el riacho desbordado, las calles anegadas, barro mezclado con ripio, basura flotando, un piletón maloliente donde ayer nomás fue una canchita de fútbol. Por allí hay un CD tirado, brillante, hundido. Fue tal vez de música. De fotografías. Hoy no es más que una moneda de plástico sucumbida, rastro de vida en medio de la destrucción.
El barrio San Cayetano es hoy un montón de mierda flotando. Es una planta de residuos cloacales que se levanta en el corazón del lugar, como un Caballo de Troya diseñado por el enemigo y utilizado por los perversos que creyeron alguna vez, en su sinrazón e ignorancia técnica, que una cámara para 170 casas sería lo mismo que para 3000, donde más o menos viven las 12 mil personas que pueblan el palmar encharcado.
La barriada es hoy lo que queda de mejores épocas: resiste a la inundación con una pujanza austera pero digna de quienes provocan el progreso autosuperándose. Son hileras e hileras de casas multicolor uniformadas en dos tonos: el negro del excremento que brota de los sumideros colapsados y el verde que deja el agua como estigma de su paso arrasador.


Es la casa de Mercedes, 24 años, un hijo. Con mucho esfuerzo le agregó una piecita al espacio mezquino de las construcciones sociales, pero no aguantó el embate y sufrió de lleno la crecida del río que pasa por su frente, casi siempre manso.
Mercedes habla resignada. Era una niña cuando su familia y ella misma se escaparon de la creciente del 98. En la misma casa aguanta ahora esta inundación que fue y vino dos veces en un mes, llevando lo poco que tenía.
-Lo que más bronca me da es el ropero. Caro me salió y justo ahora que lo terminé de pagar, no sirve para nada.
El ropero de melamina, obeso de humedad, descansa sobre el canto de una cama desnuda que hace las veces de andamio para sostener lo salvado.
–Hay algo seguro: lo que no te mata te hace más fuerte -digo para animarla.
Me mira, hace silencio, baja la mirada y luego sentencia:
–Y sí. Contra Dios no se puede.

***

Ya casi en la despedida, en un alto de la tarea, camino hacia una esquina y allí me quedo, en el medio de la encrucijada a contemplar el estrago que se manifiesta en tiempo presente. Me lo avisa el repiquetear de la lluvia sobre el piloto que uso de protección durante la visita a la zona ribereña de San Luis del Palmar.
Una mujer airea su casa con resignación cristiana, como casi todos, y entonces caigo en la cuenta de que en el marco de la ventana frontal se exhibe un trofeo.
Me pregunto qué haría un galardón de plástico, símbolo de la superación en competencias del hombre contra el hombre, en medio de la calamidad. Cuál sería la historia detrás de ese objeto que materializa un recuerdo y que está allí, entre las prioridades a proteger de la inundación.


Pinky me lo cuenta. Ella es la madre de Lucas Zabalich, jugador de fútbol, 22 años. El chico, varias veces premiado por su rendimiento, militó en Mandiyú y ahora juega en Juventud Naciente, allí en su pueblo, puesto que alterna el deporte con sus estudios. Está cursando el profesorado de Lengua.
Hay más de una condecoración deportiva en esa pieza que da a la calle y que ahora es poco menos que un depósito que concentra olores cloacales, de cloro y gasoil, potente desinfectante recomendado en situaciones límite, como las actuales.
El cuadro es absurdo a primera vista, pero sólidamente fundamentado en la potencia de los recuerdos, en el esfuerzo que uno es capaz de hacer para rescatar algo que, sin valor dinerario aparente, concentra una salvaguarda emocional capaz de mitigar las dolencias más profundas.
Ese trofeo es el vestigio del hogar en la vivienda hoy sumergida en puro estropicio, pienso, y salgo de allí gambeteando los charcos del minúsculo patio delantero convertido en ciénaga. Me topo con un rosal lozano que acaba de abrir capullos.
-La vida sigue, y ese impulso vital hace que uno renazca pese a todo –parece querer decirme esa flor rosada, desde ese jardín marinado en barro.

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Misa de domingo en Itatí

¡Están todos detenidos! -exclamó en medio de la sacristía de la basílica un hombre de canas, pantalón y camisa, cuando apenas terminaba la celebración de las 9.30.
-¿Puede alguien irrumpir así en un lugar sagrado para arreglar cuestiones de otras dependencias? -me pregunto estando allí, casi sin querer.
Por una fracción de segundo, el silencio incómodo fue más agobiante que el murmullo de las 3 mil personas que estaban yéndose en paz después de haber dado gracias al Señor.
Alguien empezó a reír y dio paso a la carcajada en coro de una media docena de itateños entrados en edad que se libraban de sus estolas bajo las cuales fungieron, minutos antes, de ministros de la Eucaristía. Fue ese el drástico final del trance: un desahogo chistoso para descomprimir la peor semana de un pueblo que cuenta su historia por 4 ó 5 siglos.
Toda el agua de río que ha pasado por sus costas desde entonces hasta hoy, lavó en un santiamén el arraigo preponderante de la fe -aun con sus llagas y miserias-, por la urgencia de los nuevos profetas políticos y mediáticos, locales y de los otros, que blandiendo una bula interesada y coyuntural, renombraron al viejo puerto de Fray Luis Bolaños como la capital narco del norte argentino.
“Están todos detenidos” es el nombre de un premonitorio chamamé del Trío Laurel, escrito hace tanto y confirmado diariamente como universal. ¡Cayeron todos! Y por eso la risa del desahogo bien puede estar negando el llanto.

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En Itatí apenas son las 9 de la mañana de un domingo pre-otoñal, de sol brillante, intenso pero amable. Muchos turistas-peregrinos estiran las piernas brevemente en la zona de descanso y compras que se levanta justo en el medio del triángulo que conforma, en ese punto de Corrientes, la intersección de las rutas nacional 12 y provincial 20.
Destino final: Basílica Menor de Itatí.
Objetivo: escuchar a los curas que darían misas durante el primer domingo posterior a la hecatombe institucional que empezó visibilizándose desde los púlpitos y acabó en una redada de Gendarmería que dejó al pueblo sin intendente, sin vice, sin comisario e incluso sin un par de agentes locales y otros tantos federales; sin una decena de pobladores comunes y hasta sin un vendedor de la calle. Son ellos, dicen, un par de capos y varios pares de perejiles, supuestamente jefes y soldados narco; efectivamente detenidos; celerísima y públicamente condenados.
Estrategia: ver, escuchar y oler.
Territorio: el centro, la zona turística-religiosa que rodea al portentoso templo que empezó a construirse en 1938, pero también los márgenes. Desde el frigo-negocio barrial que regentea Salvador Lugo, el carnicero y capataz de cuadrilla convertido en intendente, hasta los callejones que se abren como venas en el barrio Yvyraî: ese allá ité donde la noche poriajú, detenida en el tiempo por conjuros de la poesía, cambió las penas de siempre por la alegría de un rato que se edifica sobre el tesoro fácil de la droga.
-Este es el Yvyraî. Como ves, es un barrio de ladrilleros -apunta el baqueano.
-De ladrillos de construcción -aclara y se sonroja.

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Suena la última campanada, lejano legado del “Nati” que magistralmente describió “Cacho” González Vedoya.
Los peregrinos siguen llegando. La nave central de la basílica está llena de gente. Algunas melodías que se propalan por modernas torres de sonido remedan a los órganos tubulares de las viejas catedrales cristianas. La música se interrumpe con algún anuncio parroquial. Algún feligrés aún trata de acomodarse. Entra a la casa de María: se arrodilla, se persigna, camina unos metros y toca un Cristo de yeso, color carne, descascarado por tanto tacto.
De luto eterno y mohín de angustia desgarrada, la Virgen de los Dolores vigila el paso de los hombres y mujeres. Suena una guitarra, canta un coro. Los creyentes se ponen de pie. Desde el frente del templo avanzan los ministros y el sacerdote paraguayo Derlis Sosa. Dos chicas, apenas púberes, hacen de maestras de ceremonia. Comienza la misa.
La feligresía, una masa variopinta de nativos y foráneos, escucha los relatos bíblicos. Rezan, pero también van y vienen, atienden chicos, hablan con los santos, hacen la señal de la cruz ante cada imagen y se toman fotografías. Cámaras o celulares, no importa: lo trascendente es la constancia de haber estado con la Virgen. Prueba de fe y documento del peregrinaje. Una apoteosis de la “selfi” católica.
Otros, mientras tanto, aprovechan para cumplir necesidades menos espirituales. O para despabilarse con los chorros fríos del agua eterna que brota de las canillas de una de las paredes exteriores del templo. Llevan botellas descartables llenas de esa agua o de otra que consiguen en el atrio de la iglesia. Por unos pocos billetes -jura una mujer- ese líquido será, mientras dure, un manantial bendito.
Al mismo tiempo hay gente que paga o pide. Que ora en silencio, a veces en voz baja, como la madre que desgrana un rosario haciendo dueto con su hija adolescente en lo alto del presbiterio.
-Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre -se dicen entre sí en el último banco de la Recámara de la Virgen. Es un lugar de intimidad, de confesión sin intermediarios.
Es también el testimonio de viejos tiempos. Es la imagen ancestral de las reducciones indígenas venerando a esa figura de nogal y timbó pytá a la espera de sus milagros. Es la práctica de la fe en gerundio. La gente está ahí rezando. Esperando tal vez la confirmación de que la presencia de la Virgen, en ese sacro lugar, no puede ser en vano.


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Los chicos y chicas, medianos y grandes del Cotolengo Don Orione están adelante. Oyen la misa, interactúan entre ellos, con el sacerdote cuando éste los alude.
Al costado izquierdo de la basílica los curas confiesan. En la nave derecha que diseñó el arquitecto Felipe Bergamini y construyó el ingeniero Pedro Azzano, la imagen peregrina de María. Al lado, San Jorge, San Roque, Nuestra Señora del Rosario. Réplicas duplicadas de San José, que está celebrando su día. En eso el padre Derlis pone el foco sobre “los que caminamos por cualquier lado por situaciones de la vida”.
Acababa de leer “la palabra” desde el ambón de mármol blanco. Los creyentes, desde una pantalla gigante desaprovechada por desajustes técnicos relacionados con el contraste. Dice el padre que “Jesús siempre nos va a esperar”, aunque andemos más o menos “raros”, desviados.
Fue la única referencia al gran tema de conversación en Itatí, del que también participan los peregrinos. Pero no se quedó allí. Terminada la celebración y aún con su alba blanca y casulla morada de domingo de Cuaresma, Derlis Sosa negó que haya un pacto de silencio entre los sacerdotes después de las denuncias hacia los traficantes e incluso tras las supuestas amenazas recibidas.
-Desde hace muchos años se denuncian esas situaciones -aclara el sacerdote, y tiene razón: las primeras homilías que apuntaban al narcotráfico encuentran registros ya en el año 2002.
-Hasta cuándo Itatí deberá cargar con el humillante título de ser un pueblo donde el contrabando y el narcotráfico se dan a todas horas del día -preguntó entonces el padre Juan Ramón Molina.
-La droga es una realidad instalada en nuestros pueblos y parajes -afirmó en diciembre de 2013 el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik.
-Itatí ha tenido el comercio ilegal hace muchos años. Antes era cruzar cigarrillos, pero ahora es la marihuana -le dijo a un diario el ex rector de la Basílica, Omar Cadenini, el año pasado.
-Por eso hay que ayudar a todos, ya que como pastores tenemos que animar al pueblo a que siga caminando. Aunque no nos escuchen la Iglesia va a seguir denunciando todo lo que arruina la vida -remarcó el padre Sosa hace apenas un domingo.


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A los vecinos de Itatí los está arruinando la droga, está claro. Pero también la claraboya de acceso que es la pobreza, la falta de oportunidades, de trabajo. La inexistencia de un futuro, que encima les cuesta el triple a los que deciden alcanzarlo por la vía del trabajo honesto.
Se cree que por sus costas ingresaron, sólo en el último año, al menos 15 toneladas de marihuana que luego se distribuyeron a 7 provincias argentinas.
La venta de un porro a un menor de 9 años en la Villa Zavaleta, límite de los barrios porteños de Barracas y Nueva Pompeya, dio inicio en mayo de 2014 a la investigación que concluyó el pasado martes 14 de marzo de 2017 con la detención del intendente Natividad “Roger” Terán; su viceintendente Fabio Adrián Aquino; con la del comisario condecorado del pueblo, Diego Ocampo Alvarenga y dos de sus subalternos: el sargento Mario Molina y la cabo Gabriela Quintana. También fueron detenidos Rubén Ferreyra, subcomisario de la Federal; Carlos López, sargento de la Federal, y Fernando Alcaraz, segundo comandante de Gendarmería. La lista la completan un abogado y otras 16 personas.
Están sindicados como integrantes de distinta jerarquía de una banda narco de tres cabezas. Una que operaba desde la cárcel y otras dos que todavía están prófugas, como otros 12 líderes de la red.


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La trama novelesca de la redada sirve en bandeja el menú de la generalización: que haya caído el intendente; anteriormente su hija y su yerno; el viceintendente y unos días antes su reincidente hermano; la hermana de una concejal en funciones; el comisario y dos de sus ayudantes, un abogado, dos federales y un gendarme; que esté prófugo un empleado comunal que además parece que es uno de los dueños del negocio; que hayan caído unos cuantos “perejiles” de la “sociedad civil” y hasta un vendedor ambulante de licuados, facilita a los opinadores el argumento de que en Itatí todos son narcotraficantes.
A juzgar por las condiciones generales de vida de las 6.562 personas censadas en 2010 y que viven en ese municipio de la provincia de Corrientes, son los narcos más pobres del país.
De todas maneras, la prosperidad parece abrazar a algunos: son los depositarios de una pujanza sospechosa que no invierte en ladrillos sino en concesionarias. Es curiosa la densidad de camionetas 4 x 4 que todavía están estacionadas en Itatí esperando que alguien las encienda. E impresionante la flota de vehículos secuestrados en el marco del megaoperativo denominado Sapucay.
En total y según consta en los expedientes judiciales, la banda de Itatí fue desbaratada por el despliegue de 670 gendarmes que concretaron 47 allanamientos, 32 de los cuales se hicieron en Itatí. De allí se secuestraron 26 autos (algunos de alta gama), 21 camionetas, 3 lanchas, 2 camiones y 18 motos. Asimismo, encontraron armas de diferentes calibres: escopetas, rifles, pistolas y revólveres. Nada mal.


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Estos buenos muchachos y chicas operaban desde el barrio Yvyraî (que en guaraní significa “el agua de la arboleda”) y de ahí río abajo hacia Ensenada y arriba hacia Yahapé. Camuflaron fácilmente sus fechorías por las condiciones geográficas sin control y por la fragilidad social de los pobladores.
Más tarde, cuando ya tuvieron dinero suficiente para corromper el resto de las estructuras y llegaron al Estado que les facilitó protección, la banda del tráfico achicó los gastos y maximizó las utilidades.
El Yvyraî, el barrio Pies Juntos y su zona de influencia, el barrio Mangaruguá, constituyen la fortaleza narco de Itatí. Ranchos de palo y chapas de cartón, a veces de zinc. Caminos de polvo que se convierten en barriales aun si escupe un loro, dada la humedad reinante y consecuente en una zona de ribera. Picadas y montes que pueden esconder casi cualquier cosa. Obstáculos naturales de tacuaras, palmas, mangos, lapachos, espinillos, pichanas y enredaderas. Alambrados, pastizales y roca de basalto erosionada. Arena.
Andando por allí, un vehículo se zarandea por la huella seca del sendero. Una niña de no más de 10 años se cruza. Short y remera, pelo suelto, descalza. Trae consigo una bolsa de pan. Alguien atiende a alguien en lo que alguna vez será una vereda. La calle se termina. El majestuoso e insondable río se presenta como siempre lo hizo desde los siglos de los siglos: picado y brillante, marrón de lejos, claro en la costa.
Hay un corte abrupto en la vegetación, en un recodo del monte:
-Es una bajada de lancha. Eso lo mandó a hacer uno de los capos narco -afirma suelto de cuerpo el guía.
Dobla, saluda a algunas personas y responde con evasivas a la pregunta:
-¿Qué andás haciendo por acá?
-Nada, ando de paseo con unos compinches. ¡Nos vemos!


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“Compinche” es una ambigüedad que va desde conocido hasta periodistas en busca de los secretos del contrabando que derivó en tráfico ilegal de estupefacientes. Por eso, quien pregunta desde la costa del Paraná no parece muy convencido. Está pescando y puede que en verdad lo haga, pero también puede ser un chajá o uno de los tantos “matones” de los capos (aunque en realidad asuste más su mediocridad actoral que sus actitudes de tigre agazapado).
El chajá de Itatí no es un ave de zonas bajas y monógamo que vive con su pareja hasta la muerte. Tampoco la muchacha de la leyenda guaraní que lavaba ropa en la orilla y le negó agua a Jesús, por lo que fue convertida luego en un pájaro de graznido en fuga. Se parecen más a los avisadores del indio Yaguaty, según la leyenda uruguaya, listos para advertir la presencia de los blancos. En esta región y en este contexto, blancos son los prefectos y gendarmes, en todas las acepciones de la palabra.
Los matones son en realidad patovicas mal alimentados que no infunden mayor temor salvo que uno fuera mosquito. Si picás, morís. Los identifica su teléfono de la era pre-smart: los famosos Nokia 1100, que al decir de los que saben, “anda hasta abajo del agua”.
El dato no es menor: debe servir para “avisar” alguna “emergencia”, se esté en una zona con cobertura, en el medio del río o en una isla, donde no hay más compañía que la de las alimañas. Esos aparatos deben dar respuestas sin titubeos en esta zona de frontera, donde las telefónicas argentinas y paraguayas se disputan la efectividad de su desidia.


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El ambiente igual se puso espeso, porque el guía hacía su trabajo y llevó la camioneta hasta el garaje mismo de una de las casas cuya propiedad le atribuyen a uno de los líderes de la banda que cayó en Itatí.
Se trata de un chalet más bien discreto pero que sobresale cual mansión en medio del pobrerío de ese territorio de vegetación y barrancos. Controla desde su patio un envidiable panorama del río, la isla e incluso la costa paraguaya que está a un puñado de minutos andando en una lancha potente. ¿Parece una fortaleza? No. Es un mangrullo con aire acondicionado en el que vive -asegura el lazarillo- uno de los peces gordos cuando no anda nadando en las aguas que fluyen en el jardín frontal de su propiedad o cuando no está a la sombra del calabozo, como es el caso por estas horas.
En eso estábamos cuando un pozo nos volvió a la realidad del momento. Y el temor se apoderó de nosotros: chofer, tres periodistas.
No por las miradas de los vigías a sueldo ni por las voces supuestamente amistosas de los supuestos pescadores que supuestamente pescaban en la costa de la casa que supuestamente es un aguantadero narco. Más bien por la muñeca del chofer que debía salir de allí a paso de hombre, con el vehículo marcha atrás y calculando a ojo las imágenes que le devolvían los espejos retrovisores: de un lado los tejidos, muros y cercos de palo, y del otro, a centímetros de las ruedas, el mismo precipicio. Y no es una metáfora.


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Tampoco fue una construcción conceptual el descabezamiento institucional de Itatí, que tiene consecuencias en varios niveles. Ese pueblo se quedó realmente sin sus autoridades y si bien los “sobrevivientes” de la razia apelaron a la Constitución y a la ley para dar continuidad administrativa a su Comuna, hoy son presa de presiones de todo tipo.
El Gobierno Nacional encarceló a funcionarios cómplices y en ese hecho histórico que no registra antecedentes inmediatos, sustenta un éxito político: Cambiemos, el sello electoral del presidente Mauricio Macri, es ahora poco menos que el escudo norte de Argentina. Antes allí había un colador, sostiene la nueva partitura oficial.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich -que administró los dividendos del logro- marró en varios puntos cruciales su relato de los acontecimientos, pero dejó sin sobresaltos el estigma: Natividad “Roger” Terán es un intendente del Frente para la Victoria. Justo en Itatí, justo en Corrientes, justo en un año electoral.
El Gobierno de Corrientes, en tanto, y su lugarteniente Ricardo Colombi, que en principio dijo no haber visto nada, después viró su discurso hacia aquello de que “algo sabíamos” porque alguien había denunciado, pero Nación nos desprotegió en la frontera. Más adelante fue eso de que “sabíamos, pero no lo de Terán”. Una versión renovada de un viejo hit del colombismo: la culpa siempre será de otro. O de otra.
En la Legislatura, sus aliados políticos e incluso sus legisladores alentaron una intervención al municipio enancados en la falacia lógica que expuso la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales, Laura Vischi:
-O acompañan la intervención de Itatí o van a ser cómplices -dijo por radio, y su voz se propaló por los parlantes de la estructura comunicacional oficial. No le hicieron caso.


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Pese a todo ello, en Itatí transcurren días de “normalidad”:
-Yo tengo 27 años y con todo lo que están diciendo, lo único que hacen es ensuciar al pueblo y a la Virgencita -dice una agente de la Policía de Corrientes que mira televisión mientras hace guardia en la comisaría.
La dependencia está en remodelación y ampliación, por eso tal vez no se toman el tiempo de limpiar las paredes y techos de la recepción, que más parece un nido de arañas y de avispas que una base castrense. Desde el frente, desde esa misma sala de guardia pintada de verde y celeste, mirando en dirección al patio, se puede ver, a lo lejos, el reflejo celeste del Paraná: tajo en la tierra por donde se filtran las lanchas de los pacotilleros de marihuana.
-La verdad es que nosotros no tenemos información de lo que está pasando. Yo no soy de acá, vine porque me trasladaron para empezar la normalización de la dependencia -agrega el comisario mayor Oscar González, interino en Itatí, ya reemplazado.
-¿Pero usted qué opinión tiene de lo sucedido con el comisario Ocampo Alvarenga?
-La verdad que no sólo la comisaría sino toda la institución sintió el impacto de su detención.
-¿Y qué van a hacer ahora?
-Nosotros seguimos trabajando, estamos haciendo operativos. Ayer vinieron los concejales para coordinar tareas.
-Comisario, pero acá actúan como que no pasa nada y hay 25 detenidos…
-La verdad es que no todo lo que dicen es cierto. Pero no todo es mentira.
Es una suerte que al menos lo diga.


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Queda claro que una cosa es exagerar y otra distinta es mentir. Itatí sigue siendo una capital de fe, pero también es víctima de lo que el gobernador Ricardo Colombi nombra con el genérico de frontera caliente. Un territorio costero desprotegido, como el de Ituzaingó, Itá Ibaté o Paso de la Patria, pero que se extiende en realidad desde Posadas hasta la capital de Corrientes por la zona norte y desde Virasoro a Mocoretá por la zona este. Son en total más de 700 kilómetros lineales de frontera con Paraguay, Brasil y Uruguay que deben controlar -a juzgar por las quejas- efectivos mal formados y peor equipados.
Por ese enorme corredor líquido que debiera ser un límite, antes entraban ropas, vajillas y electrodomésticos. Después pasaban cigarrillos de distintas marcas, primero Ritz y más tarde Rodeo. Más acá en el tiempo la transa viene siendo con Cannabis sativa, pero en el negocio también se cuela algún que otro juguete para grandes y chicos. He allí otro argumento para los que un poco en broma y otro poco en serio trazan los paralelos con el poderío que supo construir Pablo Emilio Escobar Gaviria recorriendo ese mismo camino: primero contrabando, después narcotráfico.
-Nosotros no somos Medellín ni México -se quejó por televisión el gobernador Colombi. Pero no pudo responder con solvencia qué hizo, en 16 años, para que Itatí no sea lo de hoy. No sólo para contener la droga, sino para contener a la gente que lo único que conoce del Gobierno son patrulleros y ambulancias.
Es en ese punto donde se mezclan las cosas y la política muestra su peor cara. Hay argumentos para cualquier cosa. Y contradicciones. Colombi nunca estuvo tan contra las cuerdas como esta semana que pasó. Tuvo casi un destino paralelo al de Itatí.
El doctor Horacio Ricardo, gobernador de Corrientes desde 2001, no puede explicar bien cómo es que no sabía que en Itatí había lo que se descubrió ahora, que además parece ser sólo una parte de lo que hay en la Justicia. Desconoció a Terán pero también a la gente del pueblo.
Justo él, que hizo de la autodeterminación una razón de vida y una bandera proselitista cuando se trataba de los atropellos del kirchnerismo, el lunes, ante Santiago Del Moro, el nuevo divo de la pantalla política argentina, jaqueó la inteligencia de las 2.644 personas que votaron por “Roger” en 2013.
-Se habrán equivocado -dijo como al pasar.
Puestos a pensar en esa línea, ¿no se habrán equivocado también las 286.821 personas que votaron por él en ese entonces, dándole por tercera vez las riendas de la provincia? ¡Claro que no!


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Itatí está en boca de todos. No por la belleza de sus costas o labios de agua que los originarios llamaron tembeî. Ni por su pasado de piedra y cal borrado por el tiempo y la fuerza de las aguas. Ni por su historia que comienza a mediados del 1300, según afirman ciertas teorías apoyándose en descubrimientos arqueológicos que dan cuenta de la avanzada técnica alfarera que desarrollaron los indios de Yaguarón. Ni por la fe, esa primera virtud que últimamente cotiza en baja. Está en boca de todos por la droga.
Ese todos incluye al presidente Macri, que tocó el tema en una cena televisada con Mirtha Legrand, la jefa inoxidable de los comedores que devino en personificación de la talla moral del periodismo argentino:
Mirtha Legrand: -El tema droga, Mauricio…
Mauricio Macri: –Bueno, el tema droga es otro de los cambios que ha habido en la Argentina. ¿Viste lo de Itatí? Lo de Itatí existía…
ML: -Ah sí, lo de Itatí, no te había entendido. Terrible, ¡es un horror!
MM: -Bueno ¡pero todo el mundo sabía y nadie hacía nada!
ML: -Nadie hacía nada.
MM: -¿Por qué? Porque había complicidad. El cambio trajo esto, la verdad…
ML: -Ahí es donde está la Virgen de Itatí, en Corrientes, que es tan amada.
MM: -Hace años que están estos tipos. Los curas decían, hace cuánto tiempo, este pueblo está tomado por los narcos. Acá había complicidad e inacción…
-Eso nos hace daño -interrumpe Pocho Roch, hablando por teléfono.
Gonzalo del Corazón de Jesús Roch es un hijo importante de la localidad que -como tantos- tuvo que irse un día. Es un vecino ilustre a fuerza de la poesía que hizo volar con las alas de su música, pero también un historiador de nota, un cronista documentado de su lugar y su gente, y dueño de una calidez personal que, por religiosa, a veces parece mística.
-Hay muchas personas que vienen, se meten en esas cosas y nos corrompen. Pero en Itatí hay mucha gente buena que no tiene la culpa de que un grupo de bandidos se haya apoderado de sus calles -agrega.


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Ciertamente, bandidos hay en todos lados. Y en el pequeño pueblo de la Virgen hoy todos se desconfían. Se miran cautos y aún más, observan con recelo cuando un poblador dialoga con la visita. Parecen una masa de espías, aunque eso no sea más que otra de las tantas exageraciones. Puro prejuicio.
-Ojalá que cambie la situación -ruega una señora que hace 35 años trabaja en la secretaría de la Basílica.
-Siempre escuchamos a los padres denunciar este flagelo. Queremos que no nos metan a todos en la misma bolsa. Toda esta situación nos cayó muy mal, pero por otro lado sirvió para destapar lo que estaba ocurriendo -argumenta.
-Queremos que la droga no siga avanzando sobre los jóvenes, porque es un gran riesgo. Mis hijos se tuvieron que ir por falta de oportunidades. Los otros se quedan. Y hay también chicos sin mamá y sin papá por culpa de la droga. Pidió reservar su nombre, para no ser como el mosquito. El temor es un catalizador del silencio.
Juliana sí quiere hablar. Es una enfermera jubilada que ahora dedica su tiempo a servir a la Virgen.
-Escuchamos lo que pasa, pero no vemos nada -dice.
-Antes yo creo que pasaba la droga, pero ahora se queda por acá. Los chicos fuman a cualquier hora -agrega, recordando haber visto lo que antes negó.
Es un sentido común local: ver a los chicos enfermos, pero no a los mafiosos que los enferman.
Igualmente confía en las fuerzas de seguridad, pero duda de que a Salvador Lugo -carnicero, jefe de jornaleros, hombre de iglesia, esposo de Mirta, padre, abuelo, concejal liberal y ahora también intendente interino- lo dejen hacer lo que debe.
-No tiene formación para ser intendente. Ojalá que lo asesoren bien -pide después de juzgar a su vecino con la severidad de los pueblos chicos.
Casi en la misma línea, los radicales acusan a los peronistas de narcotraficantes en el peor de los casos, y de cómplices en el mejor de ellos. Estos otros se defienden:
-Esperá que pase el tiempo. Acá hay políticos radicales que están metidos -dice un camporista, joven militante de una organización política que para una parte importante de los argentinos tiene menos prestigio que un gitano vendiendo autos. Igual ordena anotar un nombre que ojalá que la Justicia ya lo tenga.
-Ese es narco, oló. Y lo protegen.


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Terán iba a ser el candidato del PJ para intentar su reelección. Como tal vez no pueda, ahora dicen que una de sus hijas podría ser la heredera de su capital político. O lo que queda de él.
-Necesitamos que se defina esta situación. Que “Roger” nos diga qué hacer -pidió un concejal peronista que cuando ocurre esta charla llevaba tres días sin dormir. Al menos es lo que dice para acercar un tanto de dramatismo a la situación de por sí dramática que viven por estas horas.
-Vamos a ganar. Yo creo que Terán no tiene nada que ver. No voy a poner las manos en el fuego por él si no lo conociera -afirmó Germán Fernández, otro edil pejotista. Dice también que la gente banca al jefe comunal detenido y comprometido por unas escuchas que lo exponen como un facilitador.
Prueba de esa afirmación, de valor relativo, la da un hombre de jean y remera, de unos 50 años, pelo largo semicanoso recogido con gomita, que sugiere a los peregrinos dónde ir a almorzar.
Se acerca e invita a pasar por una parrilla. Ya es de siesta y el hambre arrecia. Pero se aleja raudo tras la pregunta:
-¿Qué te parece toda esta situación que están viviendo?
-Es todo verso, hermano. Es todo política. Terán es un perejil –dice casi gritando.
Natividad Terán fue 12 años concejal y luego intendente, después de César Torres, otro de los caudillos políticos del pueblo que conserva dosis respetables de intención de voto.
-Si se larga Torres capaz que gana –advierte un partidario.
-Si Terán elige bien también podemos ganar nosotros -intercambia un funcionario, que agrega un dato inquietante pero lamentablemente conocido:
-Tenemos nuestros votos. Y después están los paraguayos. Estaban cobrando 150 por cabeza, pero hay que traerlos y llevarlos -se queja.


***
De la Basílica salen cánticos, gentes y olores. El padre Sergio Ochoa, en la tercera misa matinal del domingo, pide repetir un estribillo. Sin coro, sin música, a capela:
Déjame nacer de nuevo
Déjame nacer de nuevo
Déjame nacer de nuevo, Señor.
No importa la edad que tenga
Tú no la tienes en cuenta.
Déjame nacer de nuevo, Señor.
La gente canta, como en trance. Alguien mira hacia arriba, esperando quizás la luz de una anunciación. De los óculos de la cúpula entra luz clara de sol, como también se filtra el agua cuando llueve, dejando sus marcas como lágrimas. Hay banderas argentinas y papales, algunas manchas de humedad que el color marfil de las paredes no puede contener.
Testigos de miles de meditaciones diarias, desde 1950 cuando fue inaugurado este monumento del renacentismo tardío, son sus vitrales con pasajes bíblicos, sus puertas talladas, sus relieves en piedra, sus mármoles de carrara y travertinos, sus mosaicos marmolados que disimulan la suciedad que se acumula por el ir y venir de los fieles que llegan de todos los cuadrantes en todos los climas.
La ropa es casual en la mayoría. Algunos visten sus mejores galas, más bien sencillas de la gente sencilla que ante la Virgen de timbó colorado se inclina a buscar refugio o consuelo, o a dejar ofrendas o gratitudes.
La fila india de más mujeres que hombres que cumplen el rito de la comunión se replica después, una vez cumplida la misión espiritual, en la fila de puestos de santos, baratijas y “caratijas” varias.
Itatí es vecino de Paraguay y de este país heredó su organización de comercios callejeros, aunque con los años el Estado nacional-provincial-municipal practicó una serie de intervenciones para mejorarlos. Igual sigue siendo una hilera de puestos con productos para la venta y cantidades oscilantes de basura esparcida por los pisos. De ellos surgen aromas que van desde el penetrante olor de la creolina hasta los más amables petricores. En el medio: humo de asado en tira, de pollo a la parrilla, de cigarro, cigarrillos y hasta de sahumerios. De los porros, ¡ni las colillas un domingo a la mañana!
El agua corre despacio, servida, buscando en la perezosa velocidad de la gravedad su encuentro con el río. Lleva desechos y el sueño de que esa misma agua podrida se vaya para siempre y lave las heridas que la droga infligió a un pueblo pobre pero pretendidamente digno en el que viven también algunos facinerosos.
Los empresarios itateños, comerciantes al borde de la formalidad, constituyen la resistencia de carne y hueso a los años de desidia y de pobreza estructural en una provincia pobre de la región más pobre del país. Aun así, abrigan esperanzas cultivadas en la fe. Y esperan.


***
A la hora de partir, queda un minuto para pensar. No en el trabajo ni en el sabor del pacú regado con cerveza que dejaron su espinazo y un vaso vacío como rastros sobre la mesa del restaurante de uno de los hoteles del pueblo. En ese fluir surgen preguntas.
¿Cuál será la bendición de Itatí, la capital mariana más antigua del Río de la Plata? ¿Qué sobrevive hoy de todo lo que supo ser y tener, de cuando era parte de la provincia de Santa Ana? ¿Qué se hizo del centro cultural guaraní que tiene reportes desde al menos un siglo antes de la fundación de Corrientes, en 1588?
¿Y cuál será -por el contrario- la maldición de vivir todavía hoy como en las viejas reducciones, sin otra certeza de prosperidad que la que ofrece la plata hedionda de marihuana? ¿Por qué la cultura de la ilegalidad? ¿Por qué el Estado ausente o corrupto? ¿Por qué la negación? Si en Itatí saben de sobra que los pecados se absuelven cuando son confesados…


***
Antes del regreso, paso por la santería y compro un rosario. Abrigo la esperanza de que mi madre rece como siempre, pero esta vez con cuentas de madera de la zona de Itatí.
La señora que cobra indica que justo en ese momento hay un sacerdote bendiciendo esos elementos que objetivan el poder de la oración. Dudo, pero voy.
Al lugar se accede por el patio interno que queda entre la Basílica y la vieja iglesia. Es un salón grande, con algunas imágenes y la bandera que en octubre de 2012 llevó hasta allí la presidenta Cristina Kirchner. Es una de las siete banderas patrias que se enarbolaron en las Islas Malvinas en 1966 durante el “Operativo Cóndor”.
Miro, sigo dudando, pero me acerco y recibo un chorro de agua y la señal de la cruz. Me persigno con vergüenza “progre” pero afirmado en la enorme tradición católica de mi familia.
-Que Dios te bendiga -me dijo el cura.
-Y a Boquita, que juega a las 7 -vociferó como un hincha. Y me puso a reír.
Días más tarde volvería a escuchar la frase. Hablaba con Pocho Roch sobre Itatí, cómo no. Sobre historia y religión. Sobre la droga.
-Esto pasa en todo el país -dijo con su voz en queja.
-La mía es una opinión muy dolorosa. Somos un centro religioso de importancia nacional y continental y nos enlodan. Y nosotros no tenemos la culpa.
El viejo Roch habla de la culpa pública. Del mirar sin ver. Del estar sin hacer. De la impericia o la complicidad. Habla de Itatí y del 90 por ciento de la gente que es gente de bien.
Su sabiduría es inmensa y él la comparte generoso.
-Gracias Pocho -le digo.
-Que Dios te bendiga -me dijo con su voz jesuita. Y me puso a llorar.

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Chamamé en menor

“Soy todo el misterio 
que se enciende
chamamé ponzoña y duende…
soy payé, cuchillo y flor”.

Chamamé en menor (R. Flores y J. Báez)

@EOLedesma

Cerrados los fuelles y enfundadas las guitarras, se apagan también las pantallas y sólo quedan las pálidas luces del perímetro del Cocomarola como testigos del lento peregrinar de la feligresía chamamecera que -en masa- se va extasiada, prometiendo volver siempre. Mientras, explota el último fuego que llena de humo la madrugada correntina en el barrio Las Tejas o Canindeyú. Atrás va quedando otra edición de la Fiesta Nacional del Chamamé y aún con la agriedad de la resaca -por tanta alegría, tristeza y nostalgia compartida, generalmente a los tragos-, amanece el momento del balance.
La edición 27 de la “fiesta grande” ha redondeado con éxito su ambiciosa propuesta. Lo demuestran sus números que pueden traducirse en tickets cortados; en comida, bebida y productos asociados vendidos; en “trending topics” alcanzados por menciones vernáculas y otras que llegaron desde lugares impensados del globo; en lectores-oyentes-televidentes abrazados en la inmensidad de la nación chamamecera y en los retornos que permite hoy -vía mensajes de todo tipo- la tecnología disponible, que ayuda a darle alas a estos aires litoraleños.
Los organizadores (con Gabriel Romero y Eduardo Sívori a la cabeza) han demostrado, una vez más, que tienen desarrollado su criterio de show, y en ese contexto han enhebrado una grilla robusta, por momentos exquisita, que no obstante tuvo su contrapeso de “berretismo” por compromisos que al parecer crecen exponencialmente y son imposibles de eludir para aquellos que con responsabilidad intentan mantener altos los niveles artísticos-técnicos de la escena festiva.
Está claro que no siempre se logra. Lo del sábado último, salvo las excepciones que podrían contarse con los dedos de una mano, es prueba cabal de ello. Al desbalance de la grilla se sumó el extravío de los sonidistas, cosa que ya se había superado. Podría sumarse aquí el deslucido espectáculo de Los Nocheros y el derrape al que comentarios de otras épocas han empujado al Chaqueño Palavecino.

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La convocatoria de las formaciones musicales locales ha quedado demostrada parcialmente. Es indiscutible el acompañamiento que reciben Los de Imaguaré, “Bocha” Sheridan, Bofill, Amandayé, Barboza, Flores, Acuña, Las Vera, Los Alonsitos; pero es imposible medir al resto de los buenos-nuestros cuando son obligados por las circunstancias del espectáculo a competir en desigualdad con la propuesta de la fiesta, que contrató a muchos de los mejores folkloristas-roqueros-melodistas-cumbieros del firmamento artístico nacional. Alcanza con nombrar a Soledad, a Roger, Lizarazu y Villamil, a Baglieto-Vitale, a Salinas, Angela Leiva, a Palavecino o Los Nocheros, para advertir lo dispar de la carrera.
Ahora bien: lejos de la cuota de recelo con la que pudo haberse envenenado esta visión, también sería válido centrar la mirada en determinar si la buena intención de la organización, de que el ejemplo cunda para elevar los niveles de calidad de los propios artistas correntinos, llega a estos como mensaje o desafío. Da la impresión, muchas veces, que la intención no alcanza o no es bien transmitida o mucho menos: ni siquiera es recibida.
Es cierto que hay de todo en todos lados. Que hay artistas de grandes presupuestos que no honran siquiera su propio contrato, y los que lo hacen sobradamente. Pero también hay muchos quejosos musiqueros de entrecasa que no conocen lo que es un ensayo: suben al escenario y allí exponen su indolencia artística y mediocridad musical, atragantándose, en el mismo acto, con solemnes pedidos de respeto para los que vienen de afuera. En muchos casos, sólo ese es el pecado de los foráneos: haber nacido fuera de los márgenes de los ríos que llevan y traen nuestras propias limitaciones.
Pierde sustancia el reclamo cuando uno no es capaz de sostenerlo con el ejemplo, y cuando se asume una postura intransigente de purismo a estas alturas imposible. Cuando el chamamé estuvo cerrado en su propia cosmovisión, el Cocomarola asistía casi vacío al paso de los artistas. Abrir el espectáculo fue una decisión acertada que permite vivir hoy la realidad de una fiesta que enorgullece. Pero el durazno tiene pelusas. Así hubo que transitar muchas veces la prueba y el error. Muchos, por suerte, fueron subsanados. Aunque hay errores-decisiones políticas que todavía están, generando ronchas, cuando no gangrena.
Ni hablar de la no correspondida generosidad correntina con el resto de los grandes festivales del país, que muy por el contrario de lo que pasa en el enero correntino, cierran sus puertas y oscurecen sus escenarios a los chamameceros. ¿Será -como dijo alguien por ahí-, problema del género (que paradójicamente entró como terna a los premios Gardel por su potencia ancestral y su viabilidad comercial)? ¿O es que hay mucha más improvisación de la que se ve? ¿Cuánto le deben los grupos más desabridos, montados para la ocasión, al Sosa Cordero lleno de luces e imágenes con pretensión cinematográfica? ¿Por qué siempre van los mismos dos o tres a Cosquín, Jesús María, Baradero y las demás paradas festivaleras del país? ¿Qué tendrían para decir los propios músicos excluidos?

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Sumado a esto, hay que decir también que hay modelos de difusión que están agotados. A por lo menos diez años de la inauguración de la fiesta modelo Lischinsky, los grandes medios nacionales e internaciones a los que la provincia paga sus honorarios y viáticos siguen mandando gente que ve, escucha, huele y siente la fiesta, pero luego describe al pueblo chamamecero casi como indios civilizados, con heladeritas, cerveza en lata, vino en jarra y fernet en vasos llenos de hielo, profanando el brevaje de las tribus mediterráneas.
Corrientes y su fiesta siguen siendo ese lugar para descubrir, ese “secreto de la Argentina”, idea que alguien vendió y otro alguien compró en el Chaco.
Este tipo de editorializaciones, al menos se contradicen con la grandilocuencia que implica ir de reclamos a la Unesco, compadrear con aquello de ser el único festival mono-género del planeta o ser la fiesta más vital del país como se cansan de decir las autoridades, propias y nacionales, que tras pasear por el Cocomarola, prometen acompañamiento y como nunca en los últimos años, cerraron la pantalla de la TV Pública a la transmisión en directo del espectáculo. Hasta Colombi salió a quejarse de esto, lo que es como mucho.
Hay en la fiesta gente que está estorbando y ausencias que no se entienden. Sobra Estado poniendo plata, pero escasea mano de obra para ayudar al sostenimiento grande de la celebración que años atrás supo ser todavía más abarcativa. Sobran las internas (políticas inclusive) y faltan solidaridades aunadas. El sentido común fue cooptado por el silencio del expediente.
Hay mucho cuchicheo en rededor de la fiesta, pero poca palabra firme y pública: debate abierto. Hubo y hay asimismo, por añadidura, silencio complaciente de medios y periodistas en el que muchas veces habremos caído nosotros mismos, en pos de un objetivo discutiblemente superior.

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Por encima de estos desvaríos, hay algo que perdura: la visión que tuvieron en su momento los transformadores de la fiesta. Corrientes cosecha hoy los frutos de aquel acierto. El chamamé es mundial, al menos desde el relato, y Corrientes se aferra a sus derechos de cuna para erigirse como capital de la nación chamamecera. Una nación inmensa, de millones de personas y varios países, en los que ya no se busca, con la rigurosidad de aquellos primeros años, a los mejores exponentes del género.
Hay excepciones, claro, y las hubo este año, pero terminan siendo una anécdota. Los muchos-buenos números que llegan de Brasil y Paraguay principalmente, y en algunos casos de Uruguay, al efecto de mantener vivo el crédito regional de la celebración, constituyen el recuerdo de viejas y gloriosas presentaciones de hace poco tiempo atrás. En ese contexto, poco pueden hacer los artistas, que dejan lo que tienen en el escenario.
De lo que se trata aquí es de que ha cambiado el enfoque: abundó en la edición que acaba de terminar una oferta que estuvo pensada para Argentina, y de ella para Buenos Aires. Aunque hay hacedores de la fiesta que miran de hecho la América toda, no ya a la región, y hasta quienes se animan a pensar en una colonización cultural subvertida hacia la vieja Europa.
Ojalá ese deseo imperial actual de los gestores que trabajan con el legado de Isaco, Ernesto, Tránsito y Tarragó, no caiga víctima de su propio peso. Pero ojalá también que puedan seguir existiendo esas personas que vuelan alto y lejos, pues aún en la caída quedará algo de la voluntad primera.
Por lo que se vio, los bríos de este año estuvieron puestos en el escenario, en reforzar la grilla de artistas para lograr lo que al final pasó: que el anfiteatro estuviera colmado casi de punta a punta, con variaciones de pocos miles de asistentes que hicieron la diferencia entre lo prudente y lo irresponsable. Pero cayeron en tamaño los foros. En cantidad las musiqueadas solidarias. Probaron con los municipios nuevas bailantas -con balance a determinar-, al tiempo que retacearon recursos para el barco chamamecero de Joselo Schuap.
Al menos la mitad de las 9 jornadas efectivas de musiqueada (una se suspendió por el clima y posteriores problemas técnicos) el Cocomarola soportó gente por encima de su capacidad. No pasó nada de milagro, tal vez por la mansedumbre y educación del público chamamecero, que año a año crece en volumen, acicateado por el perfil de acontecimiento social en el que ha devenido el espectáculo.
La Fiesta Nacional del Chamamé ya no es sólo un encuentro cultural circunscripto a los hacedores de un género musical de raíz. Es un acontecimiento social. Hay que ir, estar, mirar y ser mirado y, de paso, sacarse una foto con sonrisas de oreja a oreja pese al calor, la falta de baños, las colas interminables para todo y los manoseos propios de la densidad de espectadores y la falta de sensatez oficial.
– “El Cocomarola quedó chico”, -dicen unos, pero no se deja de regalar y vender entradas.
Quedó chico hace rato, pero -“no hay presupuesto para ampliarlo”, -agregan otros, pero no quieren tomar la decisión de achicar a cifras manejables (en términos de infraestructura y seguridad) la cantidad de espectadores.
Aseguran asimismo algunos alcahuetes de turno que las prioridades del gobierno son otras, y demagógicamente mencionan escuelas y hospitales.
Estas son en épocas de campaña y se escuchan sandeces de este tipo por minuto. Aunque no se trata sólo eso. Es contradictorio el mensaje porque justamente fue este gobierno el que ha convertido a la fiesta en evento. Ha invertido lo que tenía y lo que no para contribuir con esta realidad. Hasta proyectó con un concurso nacional la ampliación y remodelación del anfiteatro, y eso sin mencionar el presupuesto artístico anual, que se cuenta por varios millones de pesos, más allá de circunstanciales retaceos.
Sucede ahora que el gobierno se va, y aun logrando en las urnas la continuidad del proyecto (cualquiera al gobierno, Ricardo al poder), la fiesta y lo que suceda allí dentro será responsabilidad de otro. El contexto y la grilla de este año no se repetirá el próximo: y no se habla aquí sólo de ideas y nombres (porque sin dudas habrá rotación) sino de volumen económico, por lo que mencionar prioridades es al menos inexacto o sólo el principio de la discusión.
Más allá de ello, lo cierto es que progresivamente se ha invertido en luces, sonido, pantallas, en artistas, en medios locales, nacionales y extranjeros, en televisión e internet, pero no se puso un solo banco en la plaza festivalera. Se armaron en algún momento y luego se sacaron un puñado de tribunas. No se construyó un nuevo sistema de sanitarios ni se modificaron ni optimizaron los espacios con los que cuenta actualmente el Cocomarola.
Puede tener esto muchas lecturas, y una de ellas queda habilitada después de tanto tiempo de desidia: el desinterés en la gente. En el público que llena noche a noche este anfiteatro colaborando en el éxito del festejo. Tal vez hay quien piense que el público cautivo y en aumento del chamamé está y estará siempre dispuesto a todo.
Ojalá no sea tarde cuando los que deben hacerlo se den cuenta. Ojalá reaccionen antes de que la gente deje de volverse a su casa porque no puede exponerse al peligro de un desmayo. Ese hecho clínico menor podría terminar en tragedia si las cosas siguen como están, pues no habría cómo sacar a un sofocado de un predio con 15 mil almas obstruyendo el paso de los paramédicos, sin otro remedio, por los niveles de concurrencia como las del domingo, por ejemplo.
Y ojalá también que se debata. Que se critique lo que haya para criticar, pero que la fiesta no solo crezca sin sentido, sino que evolucione hacia un concepto más o menos consensuado. Que se desarrolle. Que sea capaz de generar su valor independientemente de los aportes del Estado, porque si no, cuando tales dineros no existan, este producto cultural que reditúa en muchos aspectos, entre ellos el turístico, volverá a su pasado austero y de doliente intimidad.

https://www.ellitoral.com.ar/449482/Chamame–en-menor

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Macri, Mandela, el Papa; un libro sobre Corrientes y el juego rústico de Colombi

Si un detalle bastara para definir el presente de un momento histórico y de “relaciones carnales” (1) entre el refinado macrismo nacional y el bucólico colombismo vernáculo, el mismo se exhibe sin impostaciones en la antesala del despacho presidencial de Casa Rosada: un libro sobre estancias correntinas que propone a los invitados de Mauricio Macri un paseo por el Taragüí.
La obra de Aníbal Parera (2) está allí, casi como un descuido sobre una mesa ratona de la Secretaría Privada del Presidente. Los periodistas de la región que esperan acceder al lugar más importante de la institucionalidad argentina -que paradójicamente antes era sólo un comedor- se sorprenden por el cumplido gubernamental que simboliza, vaya si lo hace, el cambio de época.
No había semejante trato en tiempos de Néstor Kirchner. De cuando El sostenía la transversalidad. “En tiempos de Ella sólo había maltrato”, se quejan aún hoy los radicales correntinos que a veces acuden a la amnesia para exorcizarse de su pasado parento-kirchnerista.

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Es lunes de siesta en Buenos Aires. La temperatura por un lado y la humedad por el otro, multiplican al infinito las quejas de los porteños por el calor. En la Casa Rosada hay refrigeración de sobra, pero no alcanza a morigerar la calentura que viene de la semana anterior por la entente opositora entre el “impostor menos confiable de la política nacional”, Sergio Massa, y todos sus ex amigos, aquellos de los que se había separado por las esquirlas de otras traiciones.
En eso se hace la hora. Una puerta se abre y se deja ver el despacho del Presidente de la Nación: impoluto, millonariamente remodelado entre la última década y el último año. En el fondo el viejo escritorio, testigo mudo de éxitos y fracasos, de avances y retrocesos. De las mayores glorias y de las peores tragedias del país. Una computadora, un velador, un portapapeles-lapiceras de bronce. Portarretratos de la actual familia del ex jefe de Boca Juniors y muchos oficios encarpetados. Ningún libro a la vista.
El ventanal que da al jardín del fondo, hacia “El bajo”, deja entrar luz a la sala. Cortinados de colores naturales y la Bandera completan la escena solemne que envuelve de un halo especial al remedo del Sillón de Rivadavia.

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Sólo Dios sabe de aquel sillón. El que ofrece reposo a los mandatarios de estos días no fue el que usó Bernardino sino el que llegó para la primera presidencia de Julio Argentino Roca. Data de 1885 y está hecho de madera de nogal italiano. Fue decorado con la técnica “dorado a la hoja”, con láminas de oro, y adquirido en la Casa Forest de París a fines del siglo XIX. Ha sido utilizado desde entonces por todos los presidentes.
Un manual consultado dice que hace unos años Cristina Elisabet Fernández mandó a recuperar antiguos sillones de madera que había adquirido el propio Julio Argentino. Fueron lustrados y retapizados en cuero color crudo para acompañar la clásica mesa de reuniones que está en el punto culminante del despacho presidencial.
Así se compone actualmente el mobiliario de mando. Se completa con varias mesitas auxiliares. Una en particular sostiene, en el fondo y en blanco y negro, un retrato de Nelson Mandela: un inspirador del presidente Macri.
Dicen que el espíritu de convivencia y reconciliación contenido en el libro “La sonrisa de Mandela”, de John Carlin, ayudó a Mauricio a superar situaciones difíciles con gente muy distinta a él. También, aseguran algunos conocedores del mundo Vaticano, que fue aplicado por el propio Papa Francisco para construir una nueva relación política e institucional con Macri.
Uno podría pensar que Mandela estaría complacido con el reconocimiento y los halagos del primer mandatario argentino, pero tal vez haría algunas observaciones por la distancia que se registra entre las buenas intenciones del “populismo cool” (3), rabiosamente democrático, eso sí, y la severa matriz político-económica neoliberal con la que hace equilibrio su confeso admirador.
Si viviera Mandela, contradiciendo la lógica anterior, tal vez hablaría con Macri de los temas más reales y dañinos que esas viejas nomenclaturas de la política de izquierda y derecha, herencia de la Revolución Francesa. Tal vez hablarían de la grieta. ¡Vaya grieta la de Sudáfrica! Blancos y negros. Como acá, pero a los tiros.
No es casual, por eso mismo, que el montaje de esa mesita incluya también al CEO del cristianismo. Y pese a todo lo que se dijo sobre la adustez del Papa a la hora de recibir a su ex vecino de cuadra (4), dos fotos se exhiben en el pequeño mostrador: en compañía y en soledad, Mauricio Macri se muestra con Jorge Bergoglio, pero el de versión sotana y solideo blanco.
Sean amigos o no, una foto con el “Papa peronista” (5) claramente deja dividendos en términos políticos y simbólicos. No es poco para ese lugar y para este momento.

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Se sabe oficialmente que además de restaurar sillas de la época de Roca para los visitantes del presidente, CFK mandó a recuperar y colocar en su despacho antiguos cuadros de sus próceres preferidos: José de San Martín, Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Manuel Dorrego.
El presidente Macri optó por sacar esos cuadros de los próceres de la Revolución de 1810 para poner gigantografías de la ciudad de Buenos Aires y otras piezas de arte contemporáneo: optical art, abstracto, algunas notas del neoplasticismo de Mondrian y obras de Luis Benedit, el pintor que coleccionaba “Amalita” Fortabat (6).
-¿Por qué sacaron a los próceres?
-Esto es mejor. Los otros te miraban feo todo el tiempo -argumentó el vocero Iván Pavlovsky, buen anfitrión de la entrevista-.

En realidad, según se supo en su momento, Mauricio Macri se afectó negativamente por el gusto con el que estaba decorado el despacho: anticuado y ambientado como un museo. Dicen que tenía dolores de cabeza y ningún analgésico le hacía efecto. Por ello no sólo quitó las pinturas sino que mandó a curar energéticamente el salón, tal vez siguiendo a su guía budista, según escribió en su momento un periodista metropolitano.
Y hablando de símbolos y de limpieza, Macri también mandó a sacar la mesa larga que encabezaban El y Ella y la reemplazó por un coqueto living (madera y telas en color crudo) recostado sobre el hogar de hierro fundido, madera labrada e incrustaciones de metal dorado. Es el centro geográfico de la sala. En el fondo, el sillón de Roca que suple al de Rivadavia; en el frente, por donde entran los visitantes, una mesa redonda, más bien chica. Living y mesa redonda. Poder horizontal, cercano, empático, trabajo en equipo. PRO.

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Todo está listo. Los equipos de grabación preparados. Libretas abiertas.
Además de los periodistas que ya estaban acomodados para escuchar al Presidente -perfectamente identificados con cartelitos de mesa hechos para la ocasión-, todo el gabinete comunicacional de Presidencia: el vocero Pavlovsky, el subsecretario de Comunicación Pública, “Juano” Gentile, y el secretario de Comunicación Pública, Jorge Grecco.
Atentos y tomando nota, pero en silencio absoluto, los cancerberos rococó de contenido macrista se limitaron a explicar la modalidad de charla y a cronometrarla.
Cumplidas las formalidades, la enorme puerta fortificada de madera color caoba del fondo de la oficina se abre y entra Macri: zapato marrón, pantalón y saco azul, camisa blanca cuadriculada con líneas oscuras, un tanto ojeroso, cansado y con media voz producto quizás de haber gritado los goles de Boca del día anterior (7) o de haber maldecido todo el fin de semana largo a los impíos de la política tradicional que le clavaron la daga del Impuesto a las Ganancias.
Eran horas cruciales para este segundo fin de año del Gobierno. Las reuniones se sucedían y se suceden todavía hoy con el fin de frenar ese intento o de encontrar, en el mejor de los casos, tiempo y luces suficientes para convertir la derrota al menos en un empate que disimule la falta de experiencia o de timing legislativo, claraboya por la que se han colado, desde el minuto uno, las derrotas políticas del nuevo régimen.
Macri saluda uno a uno. A los hombres, apretón de manos y mirada fija a los ojos. Un beso a la mujer. Se sienta, se acomoda y ordena:
-Empecemos.

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El marido de Juliana Awada y papá de Antonia (y de Agustina (34), Gimena (31) y Francisco (27), de su primer matrimonio con Ivonne Bordeu) reconoció, ante preguntas de El Litoral, no que mintieron pero sí que “generamos expectativas que no cumplimos porque el punto de partida fue catastrófico”.
No es menor que lo diga, ya que si bien pone en la columna de la “herencia recibida” parte de los fracasos iniciales del Gobierno, relativiza el relato de los súbitos alcahuetes del poder que intentan depositar en la mochila de la oposición la generación de expectativas que responden a la lógica de Baglini (8).
Ese razonamiento dice que “el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Aplicándolo al gobierno de Cambiemos, dejaría a más de uno con la boca abierta a la luz de los resultados. O le daría a esos mismos la oportunidad de mantenerla cerrada. Pero ese es otro análisis.
Siguiendo con la entrevista, Macri también dijo que espera “que se me juzgue por si puedo o no reducir la pobreza”. Se le reconoce haber puesto en valor al Indec -pese a que aún hay varios índices y todos muy distintos- y ahora se espera que los gobiernos provinciales, entre ellos el de Corrientes, puedan seguir la misma línea con sus oficinas estadísticas, de receso estratégico hace años.
A propósito de Corrientes, el Presidente sostiene que “necesita conectividad”, que “lo único que tiene son caminos destruidos y está aislada del país”.
Dijo asimismo, respondiendo a El Litoral (pero de Santa Fe, insospechado de inmiscuirse en la interna de esta provincia) que “los gobernantes que sólo pagan sueldos no aportan mucho” a la comunidad. Algunos dirigentes peronistas hicieron interpretaciones locales sobre esta afirmación general, ciertamente sustentada en un sentido de responsabilidad gubernamental que excede la lógica del almacén de pueblo.
No obstante, siguiendo esa línea de conceptualización económica, Macri aseguró estar convencido de que “la inflación es la mayor estafa que uno le puede hacer a los que menos tienen” y que trabajan en revertirla. Se trata de un trabajo arduo, de largo aliento. Más aún: “Este cambio de época requiere de coraje, autenticidad, visión de largo plazo”, enumeró.
Reconoció asimismo que “todavía hay mucha gente enojada” y que “razones tienen porque se les mintió mucho durante muchos años”.
Verdadero. Siempre fue así.
Ahora mismo sucede con aquello del aluvión de inversiones, con la devaluación, con el segundo semestre, con la desocupación, con la pobreza cero. Con el aumento de las tarifas (despacito o todo junto) y con el anuncio, hecho por el propio Presidente, de que el calor de este verano vendrá con cortes de luz.
(Y a propósito de la mentira, en algunas radios correntinas todavía resuena como eco el jingle oficial más descarado de los últimos tres lustros: “La cortamos con los cortes”).
Por eso mismo “estoy apostando desde el primer día al valor de la palabra”, insistió Macri, y a quienes lo acusan de usar los mismos métodos del kirchnerismo (la eficiente disciplina de la billetera) los desafió: “Si alguno sale a decir que hay presiones debería caérsele la cara de vergüenza”.
En eso estaba. Hablaba relajado y exponía a la perfección su solvencia en temas específicos de las regiones que atiende a través de los medios provinciales agrupados en bloques. De repente se irguió, pidió disculpas y se fue:
-Un segundo muchachos, tengo que hacer una escala técnica.

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La parada demandó varios minutos. Los periodistas, mientras tanto, dialogaban de cualquier cosa, hasta que alguien hace una pregunta inquietante:
-¿Ustedes saben cuál es el paradero de “Lole” Reutemann? -senador crucial para el oficialismo, que hace bastante tiempo está retirado en cuarteles de silencio-.
Los asesores se miraron, ninguno puede responder esa pregunta.
-Tal vez el Presidente lo sabe -arriesgó uno de ellos-.

-¿Saben cómo votará “Camau” Espínola el Impuesto a las Ganancias en el Senado? -tanteó El Litoral-.
-Silencio. Risas. Luego silencio: vuelve el Presidente.

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La ronda específica con cada provincia se cumple y El Litoral avanza sobre la coyuntura.
-¿Colombi es el cambio? ¿Qué tendría para aportar que no haya aportado después de 15 años?
-La política de Corrientes en sí misma constituye una situación particular. No son las generales de la ley. Valoro mucho que Ricardo (Colombi) sea un tipo de larga tradición política que haya creído en el cambio y entendido la necesidad de una política más cerca a la gente, ligada a la obra. Es un hombre que está siempre muy encima de las obras y de las transformaciones que hace en su provincia. (Y) está preparando en su equipo distintos candidatos para continuar.

-¿Tienen candidatos?
-Creemos que hay gente muy preparada y capaz, a la que se agrega gente de otros espacios de Cambiemos. Surgirá en algún momento el candidato con más apoyos para ir a elecciones contra, seguramente, (Camau) Espínola y alguien más…

-¿No descarta un candidato del PRO?
-No. Será un candidato de Cambiemos.

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El Presidente da por terminada la entrevista y sus asesores le indican que aún queda tiempo para una foto grupal. Accede, y mientras tanto, hay espacio para una última pregunta. Tiene que ver con su amigo el gobernador de Corrientes.
Dicen que hay mediciones que le dan muy bien y que en ello podría sustentarse la estrategia electoral de ECO para 2017. Desdoblar elecciones permitiría, por caso, que Colombi vaya varias veces de candidato. ¿Qué hará? Nadie lo sabe aún.

-¿Usted cómo lo ve a Colombi, Presidente?
-Es un dirigente muy importante, una persona muy inteligente.

-Si se queda desocupado el año próximo -las deidades no lo permitan- ¿lo traerá al Gabinete?
-A jugar al fútbol lo vamos a traer.

Colombi en realidad ya juega el picadito de los miércoles con el equipo de los amantes de Gilda y de los globos amarillos. Por eso, ya en la despedida, el vocero Pavlovsky completa la respuesta del Presidente.
-Es rústico. Colombi putea mucho pero no se mueve.
Quien esto escribe quiere suponer que hablaba del juego…

Referencias
1. La frase pertenece a Guido Di Tella. Fue un ingeniero, economista y político argentino, ministro de Relaciones Exteriores durante el menemismo. “Relaciones carnales” fue la expresión con la que el ex funcionario buscó demostrar el alineamiento de la Argentina con los Estados Unidos. Se remonta a 1991. Di Tella la pronunció en un encuentro con las máximas autoridades del Banco Interamericano de Desarrollo, en Washington, explicando la política que la Argentina quería mantener con los Estados Unidos.
-No queremos tener relaciones platónicas: queremos tener relaciones carnales y abyectas.
2. “Estancias de Corrientes”. El libro fue presentado en diciembre pasado con invitación del Gobierno de Corrientes.
3. Populismo cool: categoría propuesta por Beatriz Sarlo en el marco de un ensayo publicado por la revista Noticias el 7 de diciembre pasado.
4. Vecino de cuadra: la Catedral y sede del Arzobispado de Buenos Aires se ubica enfrente del edificio y despacho que hasta 2015 usó el jefe de gobierno porteño, que no era otro que Macri.
5. “Papa peronista” fue la calificación que el gobernador Ricardo Colombi otorgó a Jorge Bergoglio en una entrevista con El Litoral publicada el 3 de abril de 2016. (www.ellitoral.com.ar/407146)
6. María Amalia Sara Lacroze Reyes de Fortabat (Buenos Aires, 15 de agosto de 1921 – 18 de febrero de 2012) fue una empresaria, multimillonaria, filántropa, mecenas y coleccionista de arte argentina. Nacida en el seno de una familia aristocrática, sus primeros idiomas fueron el francés y el inglés. Durante su juventud se convirtió en un ícono de la moda de la clase alta y participó en diversas obras benéficas.
7. En un emocionante partido, Boca Juniors ganó el Superclásico en cancha de River. Fue 4 a 2 a favor del equipo del Presidente y de Barros Schelotto.
8. En Argentina se denomina “teorema de Baglini” a un concepto que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Fue enunciado en 1986 por Raúl Eduardo Baglini, abogado y político argentino, que ha ejercido como diputado y senador nacional entre 1983 y 2003.

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Macri se dio una vuelta por Corrientes, bailó un chamamé y se mofó de Colombi

(Domingo 20 diciembre 2015). Apenas 8 minutos duró el superficial discurso del Presidente. Lleno de frases hechas, llamó a la unidad, a formar un gran equipo para sacar a flote a la Argentina y hacer que los que se fueron puedan volver (ver página 5). Se trata, en efecto, del destierro, una triste realidad que los correntinos comparten con muchos connacionales, por lo que el deseo de Mauricio Macri arrancó un alarido de los presentes: un puñado importante de militantes, dirigentes políticos, funcionarios, legisladores, jefes comunales (varios del PJ), y productores agropecuarios que estacionaron donde pudieron sus camionetas a lo largo de los 9 kilómetros de camino casi perfectamente enripiado que conecta la tranquera con el corazón mismo de los molinos arroceros donde se concretó el epicentro de la visita.

El avión presidencial aterrizó en Mercedes pasadas las 9 de la mañana e inmediatamente Mauricio Macri, en compañía del gobernador Ricardo Colombi, cubrieron en el helicóptero oficial provincial los 50 ó 60 kilómetros que separaban el aeropuerto paiubrero con el patio principal del establecimiento “San Celestino”, de Ceagro SA, de quien Luis Martín Irastorza es uno de sus representantes.

Los 45 minutos que duró la visita presidencial, desde las 10,25, alcanzó para sobrevolar la arrocera: sembradío bien dotado como la presa que la riega, ayudada en estos días por la lluvia inclemente que aunque buena para el cultivo, viene lastimando a las familias de casi todo el Taragüí.

Alcanzó además para recibir regalos de Colombi, que apeló al mate como símbolo de amistad del correntino, y a un facón que, a falta de moneda (para evitar la pelea, como sugiere la tradición), fue intercambiado por un billete de 100 pesos que el Presidente eligió de entre los varios que tenía en el bolsillo trasero derecho de su pantalón color crema.

La ceremonia, que ahondó en chascarrillos entre el gobernador Colombi y el presidente Macri, siguió con la entrega de las declaraciones de rigor y luego las palabras del Jefe de Estado, que al final fue obligado a quedarse a escuchar chamamé, a bailar con una dama curuzucuateña y a fotografiarse con músicos y empleados, a los que trató condescendientemente. Colombi no habló.

 

Cerca, pero distante

Saludando a la gente, pero sin contacto directo con los productores; sin anuncios de ninguna naturaleza y sin hablar con la prensa (cosa que antes era toda una tragedia), Macri bajó del acoplado brasileño adornado con alfalfa que sirvió de escenario para volver al helicóptero.

Subió a una camioneta SW4 Toyota y se perdió entre el gentío. Detrás, pidiendo a los gritos que la militancia se haga a un lado, Ricardo Colombi.

“Córranse, que el helicóptero no sale sin mí”, advirtió el Gobernador y abordó un Fluence de Renault para hacerse llevar y desaparecer. De pronto, la nave negra y gris, reminiscente del “Lobo del aire” se elevó detrás de los silos y orientó su vuelo hacia Mercedes. Eran las 11,11 de la mañana.

Así transcurrió la primera visita oficial del presidente Mauricio Macri a Corrientes. Más como un respaldo simbólico a los ruralistas, pero también a Colombi, a quien lo une una sociedad política “que debe recomponerse”, según dicen algunos; “que está en su mejor momento”, según otros.

El propio Macri adujo que vino para consolidar la confianza con el Gobernador correntino, de quien dijo que es un glotón al que no le seguirá en zaga, puesto que no le gustaría recibir de él el pecado de la gula saciado con chipacitos y torta frita. El menú calórico que Colombi engulle cuando maneja, “como si fuera maní”, según se encargó de graficar el Presidente, se constituyó en la “comidilla” del encuentro, que por lo demás fue, como le gusta al titular del Ejecutivo Nacional, más bien bajas calorías.

 

Compañías

Al presidente Mauricio Macri y a su anfitrión Ricardo Colombi acompañaron los ministros Ricardo Buryaile, de Agroindustria; Rogelio Frigerio, de Interior, y entre otros, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó. El gabinete local estuvo en pleno, al igual que el radicalismo de todos los tiempos, a quienes a su vez acompañaron legisladores propios, aliados y no tanto, como varios de los intendentes peronistas que fueron hasta la arrocera a probar suerte, a presentar credenciales y confirmar que la cosa cambió hace poco más de una semana. Por caso, la ventanilla de pagos.

El más “encarpetado” fue el intendente de Goya, Gerardo Bassi, que hasta se puso traje para dejarle a Macri un plan-pedido para el puente Goya-Reconquista.

Asistió también el intendente de Mercedes, el kirchnerista Víctor Cemborain, que se trenzó en charlas de todo tipo, como hicieron casi todos a los que Macri dejó con la palabra en la boca. El mercedeño igual pudo entregarle un presente: otro mate.

Quien se llevó la mayor cantidad de besos, abrazos, selfies y preguntas más farandulescas que políticas fue el ex “piquetero rural” entrerriano, Alfredo De Angeli, actual senador nacional, quien llegó en la comitiva y ocupó un lugar en el escenario, para luego oficiar de embajador del macrismo entre la tosca y el barro que cada tanto ensuciaba a alguien.

 

Tacaño

Colombi hizo dos regalos al Presidente: un mate y un cuchillo. Uno como símbolo de amistad, según dijo; y otro como demostración de poder, según dicen los semiólogos. Regalo que además debe cortar con la tradición de los malos augurios recibiendo una moneda del homenajeado.

Claramente Macri no llevaba encima una moneda y mucho menos sus colaboradores cercanos, así que Colombi no tuvo empacho en pedir un billete. “Traé uno de 100 entonces”, lo toreó. El Presidente sacó uno de tantos billetes que llevaba encima y se lo dio. La gente bramaba y creó el clima para que el Gobernador retomara la iniciativa: “Ahora va a llover mil milímetros”, lanzó, protegido por la carcajada generalizada.

“Esa es la fama que me quieren hacer algunos”, recibió como respuesta, además de una reprimenda jocosa por la obesidad a base de grasa frita u horneada.

 

Aprendiz de chamamecero

Chamamé antes, durante y después. Ese fue el sonido ambiente de la mañana mercedeña-curuzucuateña que sirvió de marco para recibir al Presidente. Pero además, para el broche de oro, Colombi contrató a un lugareño talentoso: Juancito Güenaga, que fue quien terminó tocando para el deleite de la gente, pero también para que el Jefe de Estado se animara sin mayor éxito con el baile.

Sucede que primero fue desairado por Colombi cuando el flamante primer mandatario intentó jugar a ser el damo del mercedeño. Demasiado igualitario para Colombi, que prefirió cortar por lo sano. Igual no pudo evitar la foto.

Pero la cosa no terminó allí y una mujer saltó el corral que la separaba del Presidente y lo invitó a bailar. Se llama María Elena Galdames. Tiene 43 años y es curuzucuateña, madre de varios chicos, uno de los cuales también se fotografió con Macri. María le susurró al oído algunos pasos y el ex alcalde porteño hizo sus mayores esfuerzos. Fue animado y se llevó los aplausos.

“¡Sí, se pudo!”, exclamó la mujer. “Fue una linda experiencia”, alcanzó a decir luego, aturdida por la emoción de haber logrado lo que pocas: hacer bailar chamamé a un presidente que gusta más bien de la cumbia “gildera”.

Todo eso transcurrió mientras Colombi ordenaba la escena. Entra este y sale aquel. Pidió al menos cuatro bises antes de dejar ir a su invitado.

Fue todo el show. Las aspas de la aeronave dieron por terminada la fiesta, que no obstante siguió cerca de las estacas y la carne asada.

Minutos después, la caravana de camionetas desandaba el camino rumbo a la Ruta 119, o lo que queda de ella. La princesa se convirtió en calabaza y los invitados al mitin despertaron del sueño del cambio a la realidad, que viaja a otra velocidad desde hace muchos años en Corrientes.

http://www.ellitoral.com.ar/392912/Macri-se-dio-una-vuelta-por-Corrientes–bailo-un-chamame-y-se-mofo-de-Colombi

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